Como ya he relatado, el Secretariado Internacional del Agua “SIA” organizó en Estrasburgo a fines de Diciembre de 1991 el Forum intercontinental: "ONGs, agua y medio ambiente: Estrategias para el futuro". En ese evento presenté los resultados del Foro Latinoamericano “Forum Quito-H2O: Agua, saneamiento, medio ambiente y desarrollo” que CIUDAD organizó en Quito en los primeros días de ese mes.
Luego de la reunión de Estrasburgo, regresé a París en donde se iba a desarrollar una Conferencia Internacional titulada “ONGs: Medio Ambiente y Desarrollo” organizada por el Ministerio Francés del Medio Ambiente, como actividad preparatoria a la UNCED (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo).
A este evento estaba invitado mi amigo y colega de CIUDAD, Diego Carrión. Habíamos charlado de lo simpático que sería poder toparnos en País, ya que estando en Francia desde la semana anterior, yo podía quedarme una semana más para disfrutar juntos de esa bella ciudad. Conseguir una acreditación para un representante adicional del Ecuador en la reunión de París no iba a ser tan difícil, así que, antes de dejar el Ecuador, hice los arreglos del caso para modificar la fecha de mi pasaje de regreso.
Apenas llegué a Paris, me comuniqué con Diego para consultarle dónde estaba alojado y ver si yo podría tomar una habitación en el mismo hotel. Me comentó que no hacía falta ninguna gestión en ese sentido, pues él no iba a utilizar la habitación que los organizadores de la Conferencia le habían asignado pues iba a dormir en caso de nuestro amigo Paco Jijón.
Diego me contó que esa noche estábamos invitados a cenar en casa de nuestra común amiga Françoise Raimbault, la “Paca”. Me dio la dirección, comentándome que allí me podría dar las coordenadas y la llave del hotel para que yo pudiese tener un lugar donde quedarme esa semana. Caí pues esa noche en casa de Paca y compartimos una buena comida, unos ricos vinos y nos pusimos al día de las noticias y novedades de la familia, el trabajo y los amigos comunes en el tiempo que no nos habíamos visto.
Diego me mencionó que no había podido pasar por el hotel para registrarse pero me dió la carta que le enviaron con la invitación que incluíe el nombre y dirección del hotel. Yo debía presentarme con ella simplemente diciendo que era Diego Carrión… Fácil
En la noche, Paco y Diego me dejaron en el hotel y entré muy orondo jalando mi maleta hasta la recepción. Entregué la carta y dije en francés con el mejor acento quiteño: - “Bonsoir, Je m'appelle Diego Carrión”…y esperé…
No por mucho tiempo.
El elegante personaje encorbatado que recibió la carta, verificó el nombre en la computadora y entregándome un sobre con una pequeña tarjeta me dio la bienvenida: -“Bonsoir, Monsieur Carrion. Bienvenue. Voici votre clé”.
Me dirigí al ascensor, apoyé el dedo en el número que correspondía al piso de mi habitación, esperé que se cerraran las puertas y suspire aliviado. ¡Prueba superada!
Cuando se abrió el elevador, verifiqué lhacia dónde debía dirigirme para llegar a mi cuarto y me encaminé hacia allá. Abrí la puerta con la tarjetita, la empujé con la rodilla al mismo tiempo que tiraba de la maleta. Con la tenue luz del pasillo alcancé a darme cuenta que la habitación tenía dos camas con su veladores, un escritorio a mano derecha, un ropero junto al acceso y luego de éste, la puerta del baño. Pude darme cuenta igualmente de otra cosa: ¡una de las camas ya estaba ocupada! Una persona dormía plácidamente con las cobijas tapándole la cara.
La puerta se cerró y quedé allí, de pie, con la maleta en la mano, en medio de una total obscuridad. Era invierno y el otro huésped había cerrado persianas y cortinas totalmente. No se filtraba ni siquiera un pequeño destello de luz.
No me atreví a prender la luz para no despertar a mi desconocido acompañante
Tratando de recordar la disposición de los muebles luego del breve atisbo que pude dar al recinto el momento de mi llegada, comencé a desplazarme cuidosamente a obscuras. Dejé la maleta junto al escritorio, abrí la puerta del baño y allí me despojé de la ropa, me lavé las manos, me enjuagué la boca solo con agua, pues no osé buscar mis artículos de aseo en la maleta para evitar hacer ruido.
Salí desnudo del baño, cerré la puerta con cuidado, dejé mi ropa y los zapatos en un pequeño bulto sobre mi maleta y a tiendas busque la cama libre. Cuando llegué a ella, me deslicé adentro de las cobijas con cuidado. Me acurruqué en posición fetal para superar el frío y al poco tiempo me quedé dormido.
A la mañana siguiente timbró el teléfono. Me tardé un poco en reaccionar, tratando de ubicarme en el tiempo y en el espacio, cuando una voz, respondió en inglés: -“¿Yes?”, dijo... Luego añadió: – “One moment, please”…y, tendiéndome el auricular, dijo:…”¡Diego!”… y, dejando su cama, se dirigió hacia el baño.
Yo me incorporé todavía medio dormido, prendí la luz y respondí. Del otro lado de la línea alguien dijo en francés: “Bonjour Diego, c`est Jean Jaques Guibert”…
Saludé afectuosamente con nuestro común amigo Jean Jaques, explicándole que Diego me había cedido su habitación de hotel y que no se encontraba allí pera que íbamos a tener la oportunidad de vernos durante el evento. Luego seguimos platicando de múltiples cosas pues no nos habíamos visto en varios años.
Estábamos en plena conversación cuando la puerta del baño se abrió y un personaje delgado entró al cuarto. Murmuró, muy turbado, algo así como “¡Sorry…!” y volvió a meterse al baño.
Cuando volvió a entrar, al verificar que no se había equivocado de habitación, pues el baño sólo comunicaba con el cuarto que habíamos compartido... yo seguía hablando en francés, sentado en la cama, barbudo, despeinado, medio dormido y en pelotas…
Mi vecino tomó su ropa, se vistió en el baño, salió luego y, cuando concluí la conversación, se dirigió a mí, en inglés… me explicó que se hallaba un tanto confundido, pues en la recepción le dijeron que iba a compartir la habitación con Diego Carrión, a quién si conocía…y, claro, se topó con otra persona (ese era yo)… Por supuesto se cuidó de mencionar que le asustó el encontrar a un tipo desconocido, con pinta de náufrago, que se había colado en su habitación durante la noche.
Le expliqué, también en inglés que yo era amigo de Diego y que me había dejado ocupar su habitación pues él se iba a hospedar en casa de un amigo. Seguimos hablando, le pregunté cuándo había llegado y a qué se dedicaba. Me comentó que pertenecía a una institución de investigación sobre temas ambientales, le expliqué que yo trabajaba también en investigación pero más bien en temas urbanos y que me había vinculado al tema ambiental por el lado del agua… hablamos de la importancia del agua en los actuales momentos y de otras cosas generales. El hablaba muy bien inglés, así que me sorprendí cuando, al preguntarle su nombre, me respondió: - “Danilo Silva”.
Dudé un segundo y le pregunté, todavía en inglés, pero… entonces: -“usted habla español”. Me respondió, también en inglés: - “por supuesto, soy de América Latina”, añadiendo, luego: - “Soy del Ecuador”
Allí se acabó la tensión le dije: -“viejiiito… quessfesss….yo también soy ecuatoriano… ¿por qué estamos como dos pelotudos, hablando inglés?…”
Danilo empalideció. No entendía nada. Supongo que la cabeza le giraba como un carrusel tratando de desentrañar todo ese enredo.
Nos volvimos a presentar. Descubrimos que era colega de trabajo y amigo de mi primo Lucho en Eco-Ciencia; que teníamos varios amigos comunes y que si bien no habíamos tenido la oportunidad de conocernos, sabía muy bien lo que hacía CIUDAD, conocía a Diego y había oído de mí.
Me duché, me vestí y salimos a desayunar juntos. Yo me topé con varios amigos y lo perdí de vista. Luego fui a la sesión de la mañana en la Conferencia, me inscribí, participé en los debates y en la tarde regresé al hotel. Encontré a Danilo en la habitación medio pálido y desencajado. Le consulté que le pasaba y me comentó que no se sentía bien. Había pasado con descomposición intestinal todo el día, así que más bien había decidido regresar a Quito. Dejaba ese rato el hotel y se estaba yendo al aeropuerto pues había conseguido una conexión vía Londres.
Me dejó de herencia los tiquetes para desayuno, almuerzo y cena, que le habían dado los organizadores y me dejó en posesión total de la habitación. Siempre me he preguntado si los sustos que le hice pasar no habrán sido la causa de sus dolores de barriga y demás síntomas del cuadro agudo de disentería que tuvo que vivir en ese hotel parisino.
Ahora, siempre que nos topamos, reímos al recordar las “consecuencias de mi usurpación de identidad”.
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