En estos días en los
que está próxima la celebración del “Día de los Difuntos” en el que tradicionalmente
se preparan la “colada morada” y las “Guaguas de pan”, he recordado unas
bonitas reuniones que organizamos por esa tradicional festividad en el Parque
Metropolitano Guangüiltagua.
Como ya he relatado
el Consorcio CIUDAD-Ecogestión administraba ese parque luego de haber ganado un
concurso convocado por el Municipio Metropolitano y la Corporación “Vida Para
Quito”.
Tuvimos a nuestro
cargo la gestión integral del parque por tres años, desde fines de 2006 hasta
el 31 de agosto de 2010.
Uno de los miembros
de nuestro equipo era Bolívar Romero, arquitecto de profesión pero además un
apasionado estudioso y gran conocedor de temas culturales y saberes ancestrales
de los moradores precolombinos de nuestro país.
En el equipo, él era
el encargado de los temas terrenos de nuestras tareas en el Metropolitano: las
edificaciones, el mantenimiento, la seguridad, la jardinería, la limpieza, el
cuidado de la infraestructura y el control de nuevas construcciones; temas
todos, más bien ligados a su profesión de arquitecto. Sin embargo Bolo siempre
estuvo preocupado por una serie de temas ligados a los saberes ancestrales.
En las fechas de los
solsticios y los equinoccios, con el apoyo de Mayra Calderón, de Anita Torres
(nuestra querida “Pequitas”), de Julia Jaramillo y de otros colegas, dio vida a
una serie de festividades y rituales como las del “Mushuc Nina“ o “Fuego
Nuevo”, el “Cápac-Raymi”, el “Inti-Raymi”, las ”Pamba Mesas” y otras;
tendientes a hacer conocer al público pero también a los “Pumas” (nuestros
guardabosques) y a los “Ashintacos” (nuestros colaboradores en las tareas de
mantenimiento) las expresiones, los conocimientos y las formas de celebración de nuestros
ancestros.
Durante el período
que estuvimos al frente de la gestión del PMG, el Consorcio promovió la
contratación de 16 jóvenes (hombres y mujeres), habitantes de la Comuna Miraflores
para conformar la brigada de prevención y control de incendios del PMG. Bolívar
era el coordinador de esta brigada conocida como “Plan Fuego”, que operó -todos
los años- desde mediados de julio hasta mediados de octubre. Cuando la brigada
culminaba sus tareas, nosotros reconocíamos su labor y su valioso aporte para
garantizar la seguridad del PMG y de sus instalaciones, con la entrega de
certificados en actos públicos de agradecimiento.
En el 2007, la
brigada cumplió sus funciones hasta fines de octubre; así que sugirieron
realizar la clausura del “Plan Fuego” en una celebración que incluyera una taza
de “colada morada” y una “guagua de pan”, platos tradicionales del 2 de
noviembre, día de difuntos.
Las chicas de la
brigada propusieron encargarse de la preparación de la “colada” y nuestro guarda-bosque Ramiro Guala y su mamá, de las
“guaguas de pan”. A nosotros nos pareció una muy buena idea, pero creímos conveniente
ampliar la reunión; ellas podían encargarse de la elaboración de “guaguas y colada”,
pero nosotros financiaríamos los gastos, para poder compartir estos alimentos también
con los miembros de las microempresas que colaboraban con nosotros en el PMG
(Pumas y Ashintacos), con el personal del Consorcio, CIUDAD, Ecogestión y con otros colaboradores y
amigos, incluidos nuestros colegas del Parque Itchimbía.
Bolívar se ofreció a
realizar una exposición en la que iba a explicar el verdadero origen y
significado tanto de la “colada morada” cuanto de las “guaguas de pan”, lo cual
nos pareció muy importante y aceptamos su amable ofrecimiento.
Planteado así el
asunto, planificamos la celebración para el día miércoles 31 de Octubre de
2007, a partir de las 11h30.
A la fecha y hora
previstas, nos reunimos todos en el terreno deportivo situado al frente de la casa de reuniones de la Comuna Miraflores.
Desde que llegamos se
nos hacía “agua la boca” con el aroma que emanaba una gigantesca olla repleta
de “colada morada” y los ojos se nos desorbitaban ante la provocativa imagen de
una gran canasta repleta de “guaguas de pan” recién hornadas, calientitas… que
despedía también un delicioso olor que embriagaba los sentidos.
No esperamos escuchar
la intervención de Bolo para servir estos deliciosos productos; hice un breve
discurso de agradecimiento a las chicas del “Plan Fuego” por la preparación de
la “colada y las guaguas” y a todos los demás por su presencia y su apoyo en la
gestión del parque y anuncié que la importancia simbólica de esa “comunión
colectiva a la manera tradicional”, sería explicada por Bolívar mientras nos
servíamos esas delicias.
Mientras nos
“pegábamos” las “guagüitas” remojándolas en nuestro “vasito de colada morada”, Bolo
fue haciéndonos un relato maravilloso sobre el origen de estos alimentos y de
las connotaciones rituales y culturales que envuelven.
Comenzó recordándonos que el honrar a
los difuntos es una celebración universal; prácticamente en todas las culturas
se reconoce la importancia de vincular el mundo de los vivos con el mundo de
los muertos.
Explicó luego, que en la cosmovisión andina
se reconocen cinco elementos en relación al nexo entre la vida y la muerte:
"a) La vida es un transcurso dimensional
y circunstancial, que forma parte de una existencia más compleja,
multidimensional y cíclica. “Para el
hombre andino el ‘kamaquen’ o energía vital, anima los seres vivos y no
concluye con la extinción del cuerpo físico”; b) El propósito
existencial de la vida es la búsqueda constante no tanto de conocimiento – en
términos de explicación de lo pensable y comprensible- sino de sentido para lo
vivido (la sabiduría); c) La
muerte no es un final sino un paso, una puerta que comunica esta existencia con
otros modos de existencia, que forman parte de una realidad multidimencional y
sincrónica que se orienta a un propósito universal “al morir un individuo, su ‘kamaquen’ diferenciado regresa al ‘kamaquen’
universal donde permanece hasta que
ingresa nuevamente a otro ciclo de vida”; d)
En nuestra realidad específica están presentes sincrónicamente, las entidades
energéticas y espirituales de las otras realidades y es posible contactarse con
ellas en el propósito de participar de su conocimiento, experiencia y juicio.
Estas entidades llamadas “animas”, “taitas”, “abuelos”, “aliados”, “espíritus”,
“esenciales”, según su categoría pueden estar encarnados en otros seres de la
creación, como las plantas (especialmente en los árboles de especies sagradas
como el Quishuar o el Pumamaqui) o en animales mítico/sagrados (como el venado,
el oso o el cóndor), o en fenómenos de la naturaleza que participan del orden
de lo sagrado, como el arco iris (cuichi), el viento (huaira), los montes y los
ríos; y e) Existen modos de
contacto con estos seres, al alcance de todos los seres humanos".
Bolo nos explicó que ese modo de
entender la realidad en el mundo andino se expresaba en un conjunto de
prácticas específicas… Ahora, en nuestras culturas mestizas, esas
practicas están todavía presentes aunque conviven con elementos de otras
culturas en un proceso evidente de sincretismo… Tal es el caso de la celebración del día de
difuntos. En todas las culturas de cualquier parte del mundo se destinan
ciertas fechas a conmemorar a los difuntos y celebrar el misterio de la
muerte. Nuestra cultura andina y en
particular la cultura Quichua de lo que hoy es Ecuador y Perú celebraban este acontecimiento en el denominado “Ayar
Marca” (mes de los muertos) que
coincide entre los actuales meses de octubre y noviembre.
“En la fiesta del ‘Ayar
Marca’ la población celebraba ritos colectivos, de conmemoración de los hechos
y personajes que habían marcado su historia, sacaban a pasear en andas a las
momias de sus caciques o gobernadores más representativos, en medio de cantos y
bailes rituales de lamentación y de celebración de la vida y la muerte. Luego
de esta procesión, se realizaba una comida comunitaria, compartiendo alimentos,
los vivos en presencia de los muertos, los cuales se suponía, participaban desde
su otra existencia. Se brindaba a los
muertos los alimentos que más les habían gustado en vida, para poder agasajarlos desde este mundo.
En las pequeñas
poblaciones o en las familias aisladas se solía hacer la procesión sacando a
pasear a algún antepasado celebre, ya sea en cuerpo presente (con su cuerpo
momificado) o representado por imágenes que se tenían en los hogares como
espíritus tutelares llamados ‘huacas’. Congregados en algún sitio sagrado y
simbólico, se celebraba igualmente un ágape en presencia de los difuntos”.
Bolo relató que con la conquista se
produjo una irrupción de la cultura occidental en nuestro territorio y
sobre todo, se dio una injerencia decisiva de la religión católica... Estos ritos “se transformaron”… aunque buscaron
elementos simbólicos sincréticos que permitieran la pervivencia de su significado
sagrado aunque expresados externamente con otros símbolos.
La iglesia prohibió las procesiones
con los muertos, pues les pareció una profanación el sacarlos de su lugar de
descanso y exponerlos al público entre bailes y celebraciones. La cultura
popular se las ingenió para suplantar a los muertos y a sus momias por imágenes
elaboradas temporalmente y sólo para este evento, que representaban a las momias
originales.
“De ahí pues, nace el
pan de finados, que es una figura humana que no tiene brazos ni piernas, sino
solo un largo cuerpo oblongo con cabeza y unos ornamentos cruzados que
recuerdan las cuerdas que liaban el cuerpo del difunto.
El pan de finados
(elaborado originalmente con harina de maíz y zapallo) es en definitiva, la
representación de una momia que no sacamos a pasear pero, en cambio se la comparte y se regala de una familia a otra”.
Bolo nos explicó que
otro aspecto de los rituales de nuestros antepasados que sobrevive, es el de la
comida participativa, el ágape con los difuntos.
Las comunidades
indígenas lo hacen todavía junto a las tumbas de sus parientes, pero más allá
de eso -y sin quizás reconocerlo- los blanco-mestizos lo hacemos, comiendo las
guaguas de pan y la colada morada en
familia.
“El rito original debió conjugar -dentro de una celebración- el consumo de
un alimento sagrado -que representa la materia consumida por la muerte- y una
bebida sagrada -que representa la vitalidad del espíritu que anima la materia y
que sobrevive y trasciende la muerte-, beber algo que represente la sangre como
fluido vital que confiere la vida al cuerpo; por esta razón la bebida
tradicional de nuestros antepasados era una colada de color de sangre, que
mezcla un conjunto de ingredientes cálidos como el dulce, con el mortiño de
páramo (hanan) y la piña de la costa (urai), con harina de maíz negro, el cereal
del que fue creado el ser humano andino (para el hombre andino los seres
humanos fuimos creados de maíz)”.
Esta comida
sacramental, sagrada, que reaviva la creencia de que los muertos nos acompañan
en el resto de nuestra existencia hasta que nos unamos a ellos, fue fácilmente
asimilable a ritos sagrados de la cultura occidental… como por ejemplo aquel en
el cual los fieles comen “el cuerpo” y beben “la sangre” de un ser terreno y a
la vez superior, como confirmación de que participamos con él en la vida y la
muerte.
“Nuestra vieja cultura, al celebrar el día de difuntos nos junta
alrededor de una mesa a comer un pan que representa el cuerpo de un muerto que
se comparte, que se reparte, que proviene de una familia, consanguínea… y a
beber una bebida que representa la sangre vital de la cual venimos todos (para
nuestra cultura andina esa sangre es la sangre vital del maíz”.
Para el hombre andino
el rito occidental encajó perfectamente, pues no era otra cosa que la
celebración de un sacramento tradicional, propio. La celebración de la vida y
la muerte.
“Tomad y comed todos de él porque
éste es mi cuerpo”, el cuerpo de un difunto superior que nos recuerda nuestra
transitoriedad y nos representa a todos en colectivo… y “bebed todos de esta
bebida que es mi sangre, nuestra sangre”, que sella el compromiso de sangre, la
alianza celebrada entre gente del mismo origen y destino".
Hay que aclarar, sin
embargo que Bolívar tiene una innata capacidad de gran pedagogo y excelente
expositor. Las explicaciones que nos dio mostrando las mazorcas de maíz negro y
usando las guaguas de pan para explicar lo de las momias fueron hechas con
palabras sencillas y frases nada complicadas.
Todo el mundo
entendió el significado y simbolismo de las guaguas de pan y de la colada
morada. Los asistentes a esa reunión -que estuvimos complacidos por el buen sabor de estas
ofrendas- pudimos además, nutrirnos de las sabias explicaciones de nuestro
colega que nos han dado una nueva lectura de esta tradición… nos ha permitido
consolidar la importancia de conocer
este tipo de temas ancestrales, para poder comprenderlos mejor y para respetar más y sentirnos orgullosos de
nuestros orígenes.
Al terminar el
“ágape” me acerqué para agradecer a nuestras amigas del “Plan Fuego” por su
colaboración y por la calidad “de su colada y de sus guaguas”. Ellas también
estaban encantadas de saber el origen y simbolismo de esos alimentos.
Al año siguiente
repetimos esta iniciativa.
El
viernes 31 de octubre de 2008 nos convocamos igualmente: “Pumas”, “Ashintacos”,
miembros del “Plan Fuego”, los miembros de CIUDAD y de Ecogestión y otros
colegas y colaboradores, para dar cuenta de la “colada” hecha por las chicas de
la brigada de prevención y lucha contra incendios y de las “guaguas” elaboradas
por nuestro guardabosque Ramiro Guala y su mamá, aprovechado sus equipos y
conocimientos de hábiles panaderos.
En esta ocasión, para
evitar la circulación innecesario de vehículos en el Parque, los colegas de
CIUDAD subimos en el camión de los “Pumas”.
Fue una verdadera odisea el traslado
en ese vehículo que no paraba de brincar
en el camino empedrado. Fue sin embargo una experiencia agradable para propiciar
el compañerismo y la participación de todos.
Nos reunimos en el
patio de la Casa de Hacienda “Miraflores” que fue bellamente restaurada por el
FONSAL. Llegamos anticipadamente para poder recorrer el lugar y dar una explicación a
todos, sobre la restauración efectuada y nuestras propuestas para esa magnífica
edificación.
Como al medio día,
llegó el resto del personal y demás invitados. Exactamente como aconteció un año
atrás di un breve discurso de agradecimiento a las chicas del “Plan Fuego” por
la preparación de la “colada y las guaguas” y a todos los demás por su
presencia y su apoyo en la gestión del parque.
Anuncié luego que Bolo
haría una explicación sobre la importancia simbólica de la colada y las guaguas.
Mientras nos
“pegábamos” las “guagüitas” y nuestro vaso de “colada morada”, Bolo fue
haciéndonos nuevamente, un relato maravilloso -corregido y aumentado- sobre el origen de estos alimentos y de las
connotaciones rituales y culturales que envuelven.
Para quienes ya lo habíamos
escuchado fue muy interesante volver a refrescar los conceptos y explicaciones de su relato y quienes lo oyeron
por primera vez, pudieron enterarse de todo el simbolismo subyacente en este
ritual tan tradicional de nuestro pueblo.
En esta ocasión, la colada
y las guaguas también estuvieron deliciosas y la “Pequitas” no pudo abstenerse
de participar en la repartición de la colada.
En 2009 el Consorcio
CIUDAD – Ecogestión firmó un acuerdo con la Revista “La Cometa” para publicar
el material educativo de los parques Itchimbía y Metropolitano Guangüiltagua. Para
ello creó la sección “Verde Ecuador” en la que colaboramos con diversos
artículos de interés para niños y jóvenes.
Bolo envió un texto
corto con la explicación que he relatado sobre la colada morada y las guaguas de
pan. Un mal resumen se publicó en “La Cometa” el 31 de octubre de 2009 con el
título “Guaguas de pan, tradición milenaria”.
“En el mes de noviembre, nuestro ancestros realizaban una celebración
denominada Aya Marca, dedicada a recordar a los difuntos. Consistía en pasear a
las momias de los antepasados por el poblado, mientras se entonaban cantos
conmemorativos y se compartían alimentos.
Cuando llegaron los conquistadores españoles, y con ellos la religión
católica, estas tradiciones se prohibieron. A los españoles, que tenían otra
cultura, les parecía irreverente sacar a los muertos de su descanso para pasearlos
en una fiesta. Entonces nuestros antepasados buscaron transformar esta celebración
sin que se pierda su significado. Para lograrlo, utilizaron la masa del pan con
la que elaboraron un sustituto de las momias de sus parientes, y celebraron una
comida con la colada morada hecha con maíz negro, mortiño y mora”.
En un recuadro complementario
se leía:
“Si te fijas en la forma de las guaguas de pan, te podrás percatar de
que no representan a un niño sino, sino,
al bulto amarrado de un difunto. Cuando comes este pan y la colada con tus familiares,
estás reviviendo una ceremonia ancestral en la que se compartía la comida en presencia
de nuestros antepasados”.
No deja de ser
importante sin embargo, que en todos los canales disponibles se pueda ir
divulgando esta tipo de información que sirve para consolidar muestreas raíces
culturales y pueda dar sustento a una identidad cultural propia ante la arremetida
de la globalización y la sociedad de consumo que tratan de sustituir nuestras
fiestas y tradiciones con fiestas de otros lados como el Halloween o fiesta de las
brujas.