Si mal no recuerdo, en el marco del
quinto centenario de la llegada de España a tierras americanas se generó un
programa de cooperación entre ese país y los países de Iberoamérica
denominado “Ciencia y Tecnología para el Desarrollo” – CYTED.
El CYTED era un programa internacional
y multilateral de cooperación científica y tecnológica, creado en 1984 por los
gobiernos de los países iberoamericanos y España, como una herramienta para facilitar
el desarrollo tecnológico y la innovación mediante la coordinación y
cooperación de los recursos existentes en las Universidades, en los Centros de investigación
y desarrollo y en las empresas innovadoras.
El Programa CYTED se concibió como un
camino para promover la modernización productiva y la mejora de la calidad de
vida de todos los países participantes, a través del fomento de la cooperación
en investigación y desarrollo.
El programa buscaba fomentar la cooperación
en el campo de la investigación aplicada y el desarrollo tecnológico, para la
obtención de resultados transferibles a los sistemas productivos y a las
políticas sociales de los países iberoamericanos.
Los campos de acción y los temas del Programa
CYTED eran numerosos y variados: Metodología en ciencia y tecnología;
acuacultura; biotecnología; biomasa como fuente de productos químicos y
energía; catálisis y adsorbentes; nuevas fuentes y conservación de la energía;
electrónica e informática aplicadas; tecnología de materiales;
microelectrónica; química fina farmacéutica; tratamiento y conservación de
alimentos; diversidad biológica; tecnología mineral; tecnología para vivienda
de interés social; corrosión, impacto ambiental sobre materiales; gestión de la
investigación y el desarrollo.
Para abordar estas problemáticas el Programa
CYTED se estructuró en “Sub-programas” en las que participaban investigadores y
profesionales de España y de los diversos países de nuestra región.
El tema de las “tecnologías para
vivienda de interés social” fue abordado por un Sub-programa coordinado por
Silvio Ríos de Paraguay, que se denominó “Sub-Programa XIV – Vivienda”, en el
que comenzamos a trabajar Diego Carrión y yo en representación del Ecuador.
Al poco tiempo de iniciar nuestras operaciones
este sub-programa de vivienda adoptó el nombre más amplio de “Sub-programa - Hábitat”
y posteriormente devino en “HABYTED” que resume la idea fuerza “el hábitat en
el programa CYTED”.
El sub-programa XIV - “HABYTED” desarrolló
sus actividades desde 1987 y llegó a contar con la participación de 111 colegas
de 90 instituciones especializadas de 21 países de la región.
En las reuniones y asamblea de ese
sub-programa vimos que la problemática de la vivienda y el hábitat, abarcaba
numerosas vertientes del problema y decidimos dividir su accionar en cinco redes
temáticas identificadas con una letra: XIV-A “HABITERRA” coordinada por Alberto
Calla; XIV-B “Viviendo y Construyendo” coordinada por Edín Martínez; XIV-C
“Transferencia y Capacitación Tecnológica ” coordinada por Walter Kruk; XIV-D “Alternativas y Políticas de Viviendas” coordinada
por Rubén Sepúlveda y XIV- E “Vivienda Rural ” coordinada por Jorge
González.
Yo me integré a la red XIV-B “Viviendo
y Construyendo” que era coordinada por Edín Martínez, de FUNDASAL de EL
Salvador y Diego a la red XIV-D “Alternativas y Políticas de Viviendas”
coordinada por nuestro colega Rubén Sepúlveda de la Universidad de Chile.
La red XIV-B “Viviendo y Construyendo”
buscaba crear, consolidar y reforzar capacidades así como el desarrollo
científico y tecnológico y de las actividades de servicios, priorizando el
apoyo a los sectores de bajos recursos y marginados en el campo del hábitat
iberoamericano, a través de diversas líneas de trabajo, el intercambio de
experiencias exitosas en la región, la investigación compartida, la capacitación
y transferencia de saberes, el intercambio de
bases de datos; publicaciones diversas y servicios de asesoramiento y
consultorías.
En ese contexto, en 1994 la red “Viviendo
y Construyendo” organizó en Cuba el Seminario Internacional “Tecnologías para
la producción y rehabilitación del hábitat participativo” (que en realidad debió
llamarse “Tecnologías para la producción y rehabilitación participativa del
hábitat”, pero ese es otro enredo).
Aprovechando la realización de aquel
seminario, la red "Viviendo y construyendo" nos convocó
simultáneamente a su II Asamblea General.
Los dos eventos se levarían a cabo en
La Habana entre el 21 y el 23 de
noviembre de 1994.
Yo nunca había estado en Cuba
anteriormente, como arquitecto tenía
mucho interés en conocer La Habana cuyo centro histórico había sido
declarado “monumento nacional” por el gobierno cubano en 1976 y “Patrimonio de
la Humanidad” por la Unesco en 1982.
Yo sabía que la magnífica “Habana
Vieja” se había preservado de la voracidad del auge de la construcción, del modernismo
y de la especulación inmobiliaria que destrozaron muchos centros históricos de
otras ciudades latinoamericanas, pero conocía que si bien se había mantenido el
conjunto edilicio, el deterioro de las edificaciones individuales era muy
significativo. Conocía sin embargo que se estaban haciendo esfuerzos
importantes para restaurar no solo la arquitectura monumental sino las antiguas
residencias y otras muestras de arquitectura civil del centro histórico que
lucían averiadas y vetustas. Se habían realizado estudios muy completos así
como propuestas y ejecuciones de restauración realmente importantes, a cargo de
un equipo de historiadores y arquitectos dirigidos por el “Historiador de La
Habana” Eusebio Leal, responsable de todos los trabajos de renovación.
Durante nuestra estadía en La Habana
tuvimos la inmensa suerte de realizar un recorrido por el centro histórico
guiados por el propio Eusebio y sus colaboradores. Fue una experiencia
inolvidable.
Pero volvamos al tema de este relato:
una serie de problemas de aviones y maletas que tuve que enfrentar para para
llegar a La Habana para tales eventos.
Edín Martínez, coordinador de la Red
XIV-B “Viviendo y Construyendo”, envió a los miembros de la red una carta
formal de invitación, el programa de la asamblea y del seminario y el pedido de
que buscáramos el vuelo más económico para llegar con antelación a La Habana.
Desde Quito las opciones para realizar
ese viaje no eran muchas. Conseguí un vuelo por la línea venezolana VIASA y así
le comuniqué a Edín por fax, informándole que llegaría a esa ciudad el domingo
20 de noviembre a las 19h00, la víspera de la inauguración oficial del evento.
Apenas había acabado de enviar el fax
cuando recibí una llamada urgente de Raymond Jost desde Montreal. Me pedía que
vaya a Canadá para un acto muy importante, la pre-inauguración de la Biosfera,
un museo interactivo dedicado al río San Lorenzo y al agua, que había sido
construido, reciclando la famosa esfera de Fuller.
Esa edificación fue originalmente el
pabellón de los Estados Unidos de la Expo 67; fue ideado por el arquitecto
Richard Buckminster Fuller y devino en el símbolo de la Exposición Mundial de
Montreal. En los años siguientes, la esfera permaneció por años en total
abandono, en los terrenos de la isla en medio del Río San Lorenzo, que acogió
ese evento universal en 1967.
El Secretariado Internacional del
Agua, del que yo era vicepresidente en ese entonces, tiene su sede en Montreal
y como organismo que trabaja en la problemática del agua, fue uno de los importantes
invitados a aquella pre-inauguración.
Conseguí un vuelo vía Miami. Felizmente
yo tenía visas vigentes para Estados Unidos y Canadá, así que desembarqué en
Montreal el jueves 17 de noviembre en la tarde...
El pasaje de regreso estaba previsto
para el domingo 20. Saldría de Montreal vía Miami… pero esta vez ya no con
destino a Quito, sino a Caracas, para atrapar mi conexión a La Habana.
Previamente había conseguido que en
VIASA me modificaran, sin costo extra, el itinerario. El domingo 20 en vez de
embarcarme en Quito, llegaría a Venezuela desde Miami y podría tomar mi vuelo
para asistir al Seminario y a la Asamblea del CYTED.
Todo parecía fácil, pero las cosas no
necesariamente suelen salir como se las planifica.
En Montreal todo estuvo perfecto,
asistimos al evento de la Biósfera, nos maravillamos con una serie de
actividades interactivas y exposiciones previstas para difundir y propiciar el
debate sobre cuestiones ambientales relacionadas con el agua, el cambio
climático, el desarrollo sostenible y el consumo responsable.
Aprovechamos para realizar una reunión
del Consejo de Administración del Secretariado del Agua y Raymond me acompañó
al aeropuerto para tomar mi vuelo hacia Miami.
En el aeropuerto de Dorval hice el
chequeo del pasaje y equipaje y me encaminé a migración para poder pasar a la
sala de espera de los vuelos internacionales. Allí comenzó el drama.
Parece que esa zona del aeropuerto
estaba en restauración, había pocas ventanillas de atención para el control de
pasaportes y a esa hora coincidieron cientos de pasajeros que pugnaban por
tomar sus vuelos. En resumen, nos demoraron tanto que llegamos tarde y perdimos
el vuelo.
La complicación adicional radicaba en
que los equipajes fueron embarcados hacia Miami y mientras yo discutía con cien
mil funcionarios, tratando de encontrar una solución, mi maleta volaba hacia la
Florida sin su propietario.
Me informaron que había la posibilidad
de tomar más tarde, varios vuelos para Miami,
pero lo complicado era que haciendo uso de cualquiera de ellos, yo perdería la
conexión que debía tomar para arribar a Caracas y poder tomar mi vuelo para
Cuba.
Parecía que con las opciones de vuelos
que me ofrecían, tendría que quedarme en Montreal, en Miami o en Caracas, no había forma de
llegar a La Habana ese domingo.
Luego descubrí otra situación más
complicada, mi pasaje de VIASA no aceptaba modificaciones de fecha ni siquiera
pagando una penalidad. Si no lo usaba esa noche no tendría forma de llegar a La
Habana.
Luego de múltiples averiguaciones, la
opción que me dieron fue la siguiente: podía canjear mi pasaje de American a
Miami por un pasaje de Air Canadá que saldría en un par de horas de Montreal a
La Habana.
Lo del equipaje iba a ser más
complicado. La maleta llegaría a Miami sin su propietario pero si yo no la
retiraba para tomar el itinerario a Caracas, posiblemente sería retirada y
luego sería destruida pues, por las razones políticas de dominio público no
había forma de que llegase a La Habana.
No me quedaba otra alternativa. Decidí
embarcarme en Air Canadá para La Habana aun con el riesgo de perder la maleta.
Si tomaba otro vuelo para Miami podría recuperar la maleta, pero perdería mi
conexión de Caracas a La Habana, tendría que pagarme una noche de hotel en
Miami o en Caracas y no era seguro que pudiera regresar a Quito con mis pasajes
sin el pago de una penalidad posiblemente alta.
En la maleta tenía ropa ligera
apropiada para el clima del Caribe y algo de la ropa más abrigada que había
llevado para el otoño canadiense.
Perdería también mis artículos de aseo personal y algo realmente importante:
diez docenas de copias de la ponencia que iba a presentar en el Seminario de La
Habana, titulado “Procesos habitacionales populares: apuntes para la discusión
del caso ecuatoriano”.
Yo sabía de las dificultades que
existían en Cuba para una serie de facilidades como las fotocopias por ejemplo,
así que había decidido llevar impresos y encuadernados al menos 120 ejemplares
de la ponencia, para poder distribuirlos entre los colegas del CYTED y los
demás asistentes al seminario.
En mi maletín de mano, a más de mi
cámara de video, pasaporte, pasajes y un libro, tenía el original de la ponencia;
así que no vi mayor inconveniente en decidir que era más lógico quedarme sin la
maleta que perder conexiones y pasajes y además, no llegar a La Habana como
estaba previsto.
En el aeropuerto compré una peinilla,
cepillo de dientes, dentífrico, champú, un par de calzoncillos y calcetines de
recambio y así equipado, me embarqué hacia La Habana, sin maleta pero
optimista.
Casi enseguida del despegue de la
aeronave, un pasajero que se acomodó a mi lado me saludó amablemente con acento
típicamente cubano: -“¡Hola, buenos días!”, se presentó por su nombre: -“¡Pedro
Izquierdo Valdéz, mucho gusto!”… Luego de que yo le devolviera el saludo,
respondí de igual forma: “Mario Vásconez… un gusto también”…
A partir de ese momento comenzó una
conversación interminable que no terminó sino cuando nos dispusimos a abandonar
el avión luego de aterrizar en el aeropuerto Internacional “José Martí” de las
ciudad de La Habana.
Nuestro diálogo se inició enseguida de
que le di mi nombre.
Pedro me soltó de inmediato la primera
pregunta de un inquisidor diálogo, a la velocidad de un encuentro de pin pon:
-“y...tú, ¿de dónde eres Mario?”...
-“De Quito” respondí, “…de Ecuador”,
añadí.
Me sentí mal por haber hecho esa
precisión innecesaria, pero mi interlocutor solo asintió con un movimiento de
cabeza…
-“¡Ecuatoriano!...”, dijo… y preguntó
de inmediato:
-“… y… ¿a qué vas a Cuba, chico?...
Le conté de forma simplificada la
complicada historia del seminario del CYTED y de la asamblea de la Red
“Viviendo y Construyendo”…
Pedro se mostró atento e interesado,
mientras yo le contaba ese enredo nada fácil… en medio de mi explicación
preguntó dos o tres cosas, como para estar claro que estaba entendiendo todo
aquel asunto… y, casi de inmediato, me consultó (como admirado):
-“…oye… explícame algo que no acabo de
entender: si eres del Ecuador, ¿cómo es que te has embarcado en Montreal para
ir a La Habana?”…
Sin dejarme contesta, añadió: -“¿es
que tú vives en Montreal, chico?...
Le conté de forma simplificada la
también complicada historia del Secretariado Internacional del Agua y del evento de
pre-inauguración de la Biosfera y de paso le relaté mis aventuras de esa mañana
en el aeropuerto y de mi fallido viaje a Caracas para poder tomar un avión a su
país.
Le conté que con mucha suerte había
podido tomar el vuelo en el que nos encontrábamos…
Le comenté también el complemento de
mi historia, respecto a preocupación que tenía en relación a mi maleta…
-“Se fue sin mí, a Miami”, le dije…y
“no estoy muy seguro de poder recuperarla”… añadí.
-“Por eso no te preocupes, chico”,
dijo Pedro…
Añadiendo enseguida: -“¡déjamelo a mí,
yo me encargo!”…
Sacó su billetera del bolsillo trasero
de su pantalón y de ella una tarjeta de visita (que conservo hasta ahora)… escribió algo y me la extendió… diciéndome:
-“-Mira Mario…yo soy el Gerente de
ASISTUR, la oficina de asistencia al viajero de Cuba, mañana no estaré en mi oficina pero tú vas allí (busca el Paseo del Prado 254) y preguntas por
Iván; a él le mencionas que vas en mi nombre y le dices -claro- que te ayude a
buscar tu maleta en el aeropuerto de Miami y que te la traiga acá a Cuba… ¿me
entendiste?...
Como su estilógrafo fallaba, me pidió
un bolígrafo y escribió algo adicional.
-“Te anoto también la dirección de mi
madre para que me puedas localizar en caso de que se presente algún problema”.
Y añadió enfático, a
continuación:
-“¡No vamos a dejar que se pierda tu
maleta, ni las ponencias que traes para este importante seminario que tú me
cuentas, oíste!...
Le agradecí muy sinceramente por su
ayuda, no sin antes preguntarle alguna referencia para poder llegar a la
dirección de su oficina.
Pedro rezongó para sí mismo:
-“Claro, tú no conoces La Habana… si
me acabas de decir que esta es la primera vez que vienes a Cuba… ¡si seré
bobo!...
-Mira Mario…
Se quedó pensando unos segundos y
preguntó:
“…Oye… ¿en qué hotel… tú vas a
alojarte, chico?
Busqué en mis papeles y le di el
nombre de mi hotel…
-"Hotel Sevilla", le dije...
Pedro exclamó de inmediato:
-“¡Formidable!... estás a menos de
cien varas de mi oficina”.
Me arrancó la tarjeta de la mano y sacó
un bolígrafo de su bolsillo… dibujó una suerte de plano en la que marcó la avenida
Sevilla en la que se encontraba mi hotel y la intersección con el Paseo del
Prado donde se ubicaba ASISTUR, su oficina.
Mira, dijo: -“tú estás aquí y nosotros
acá”... me mostró ubicando con dos trazos de su bolígrafo, el hotel y su oficina….
-“Mañana, al final de la mañana, te
dejas caer por allí e Iván te ayudará a resolver el asunto ese de tu
equipaje…
Inmediatamente después de mi llegada,
llamé al hotel donde íbamos a alojarnos
y pude hablar con mis colegas del CYTED. Les comenté mis desventuras y el
porqué de mi llegada antes de los previsto… me informaron que Gustavo Romero y
Alejandro Suárez iban a llegar casi enseguida en un vuelo que venía de México,
así que me recomendaron esperarles para poder usar el transporte que se había
previsto para ellos.
Así lo hice. Esperé algo más de
treinta minutos y cuando llegó su avión me acerqué a la persona que había
venido a buscarlos; me identifiqué con él y pude llegar al hotel sin
contratiempos.
La asamblea fue por
demás exitosa; pude allí reunirme con queridos amigos de muchos países de
América Latina. Además de Edín Martinez, coordinador de la red y de su
asistente Ana
Silvia Menjívar de Síntigo (de El Salvador), asistimos a este evento: Víctor Saúl Pelli (de Argentina), Rafael Rueda (de Colombia),
Marian Pérez (de Costa Rica), Rubén Sepúlveda (de Chile), Rosando Mesias (de Cuba),
Mario Vásconez (de Ecuador), Gustavo Romero y Alejandro Suárez Pareyón (de México),
Nínette Morales (de Nicaragua), Isabel Moromi (de Perú), Teolinda Bolívar y Leandro Quintana (de Venezuela).
En esa ocasión a la asamblea se
incorporan como observadores otros amigos muy recordados como Alberto Calla (de
Bolivia), Juan Manuel Bojoca (de Colombia) y Selma Díaz (de Cuba) entre otros.
El lunes en la tarde luego de la
inauguración, fui hasta la oficina de Pedro y pude dialogar con el famoso Iván.
Tomó nota de todos los datos que le podían ser útiles para el increíble reto de
recuperar un equipaje en Miami, reclamado por un ecuatoriano desde La Habana.
Le dejé copia de mi pasaporte, de mi
visa, del pase a bordo no usado, de mi pasaje… llené un formulario con mis
datos personales, el nombre de mi hotel, teléfono y el número de habitación,
así como mi dirección y teléfonos en Quito.
Iván me dijo que le llamara o me diera
un salto por allí el miércoles en la tarde, para averiguar qué novedades me
podía tener.
Le agradecí y poco esperanzado,
abandoné las oficinas de ASISTUR.
En la noche fuimos en grupo en busca
de un daiquiri al famosísimo bar “Floridita”.
El bar Floridita, también conocido
como “El Floridita”, es uno de los bares
más reputados de La Habana. El Floridita funciona desde 1817 y se hizo famoso
gracias a que el renombrado escritor y periodista Ernest Hemingway, era su
asiduo cliente en las largas temporadas que pasaba en la isla… prácticamente
iba al Floridita todas las noches y daba cuenta de un buen número de daiquiris,
su coctel favorito.
El daiquiri o daiquirí es un tipo de
cóctel hecho con ron blanco y jugo de limón criollo (conocido como
limón sutil o lima, en otras latitudes).
Para un daiquirí clásico se usa 1 1/2
onzas de ron blanco, el jugo de medio limón y 1 cucharada de azúcar. Todos los
ingredientes se mezclan en una coctelera con hielo picado. Se bate intensamente
unos 30 segundos hasta que quede "frappé" y se sirve en una copa de
cóctel de boca ancha con dos sorbetes o pajitas cortas. Se lo puede servir
añadiendo dos o tres cubos de hielo. Para un daiquirí “Floridita” en ese bar usan los mismos ingredientes pero añaden a la mezcla unas 5 gotas de
Marrasquino. El resultado es sensacional.
El Floridita se precia de ser "la
cuna del daiquirí", pero Hemingway -en vida y luego de sus días- terminó
por convertirse en el principal atractivo de ese bar. Cientos de turistas
llegan de todo el mundo a conocer El Floridita y se fotografían junto a una
estatua de Hemingway que ocupa el sitio donde el célebre premio nobel se sentaba
el extremo de la barra del bar.
Hasta ahora conservo los tapetes de
papel con el nombre del restaurante Floridita sobre los que me sirvieron los tres o cuatro
deliciosos daiquiris que me pegué esa noche inolvidable. En ellos se lee: "Restaurante Floridita - Cuba / Cuna del daiquiri"
El martes en la mañana hicimos el
recorrido por la Habana Vieja con las sabias explicaciones de Eusebio Leal que
ya relaté anteriormente y en la tarde comenzaron los debates de nuestra
Asamblea.
El miércoles entero pasamos en las
deliberaciones de la larga agenda de ese evento y al final de la tarde me
escapé un momento para averiguar de mi maleta.
Iván me informó que ya la habían
localizado y que posiblemente me la tendrían en La Habana el jueves en la
tarde. Le agradecí -todavía poco esperanzado- y abandoné las oficinas de
ASISTUR, prometiéndole regresar al día siguiente.
En la noche fuimos también en grupo a
la “Bodeguita del Medio” el otro archifamoso bar restaurante de La Habana.
El origen del nombre de este bar es
muy curioso. Según reza un folleto que reparten en aquel sitio, en Cuba casi
todas las fondas (restaurantes modestos) y bodegas (pequeñas tiendas de
abarrotes de un barrio o vecindario) se hallaban estratégicamente situados en
las esquinas de una manzana, en el cruce de dos vías.
Este célebre bar era una bodega que a
diferencia del resto, estaba a mitad de la manzana. Así pues la gente comenzó a
llamarla con su actual nombre la “bodeguita del medio”; cuando el local pasó a
ser restaurante, su dueño decidió conservar el nombre con el que los clientes
ya habían bautizado a su negocio.
El menú clásico de la “Bodeguita del
Medio” es la típica comida criolla: arroz blanco, frijoles negros, yuca con mojo de ajo, masas de puerco, pierna de puerco asada,
chicharrones y tostones...
Pero lo que resulta infaltable para
cualquier visitante de este bar es el tomar “antes, durante y después de la
comida” sus célebres mojitos.
El mojito es el más popular cóctel
originario de Cuba.
Los ingredientes de esta popular
bebida son los siguientes: 4 onzas de ron blanco; jugo de medio limón; 1 ramita
de hierbabuena; 2 cucharaditas de azúcar; 4 cubos de hielo; agua con gas; 1
rodajita de limón para adornar o una ramita de hierbabuena. Opcionalmente se
añaden unas gotitas de angostura, para obtener un "mojito criollo".
Se coloca el jugo de limón y el azúcar
directamente en el vaso y se machaca la mezcla con un mortero. Se agrega luego la
hierbabuena, machacándola igualmente pero no demasiado. Después se pone el hielo, se añade el ron
blanco y se completa el vaso con agua con gas. Se remueve todo y se adorna el
vaso con un sorbete o removedor, una rodaja de limón y una ramita de
hierbabuena.
La “Bodeguita del Medio” es uno de los
grandes destinos turísticos de la ciudad. Por allí han pasado numerosos visitantes
famosos de todo el mundo (escritores, músicos, artistas y políticos). La tradición es que ellos dejan
su huella en el local mediante algún recuerdo, fotos, objetos personales y sobre todo con
grafitis en sus paredes y otros rincones del local.
Todos los visitantes firman o escriben
su nombre junto al de las celebridades que han cenado o se han tomado un trago
en la “Bodeguita del Medio”. Fue fantástico
descubrir los nombre y firmas de todo tipo de personajes importantes y artistas en esos vetustos
muros.
El propio Hemingway acrecentó la fama de
este local -al igual que el de El Floridita- con una frase que aún puede leerse,
escrita con su puño y letra en una de las paredes, que atrae a turistas de todo el planeta: "Mi
mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en El Floridita".
Compartimos esa célebre velada en la “Bodeguita
del Medio” con las queridas amigas centroamericanas Marian Pérez y Ana Silvia
Menjívar de Síntigo y los colombianos Rafael Rueda y Juan Manuel Bojoca… este último,
un contador de chistes realmente formidable; nos tuvo entretenidos toda la
noche.
Nos tomamos todos los mojitos del
mundo y comimos delicioso… permanecimos contando chistes y charlando hasta que
prácticamente, nos botaron del local; no sé hasta qué hora de la madrugada estuvimos
allí… pero el caso es que no todos los días se puede tomar unos tragos en un
sitio tan acogedor lleno de recuerdos e historia…
El jueves comenzó para nosotros el
seminario internacional (los tres primeros días se había iniciado con conferencistas
nacionales) y a partir de ese día debíamos sumarnos los expositores
internacionales. Yo no tenía -felizmente- que intervenir ese día; con toda franqueza
debo anotar que la cabeza me daba vueltas y sentía la lengua bastante lenta
como consecuencia de la jarana de la noche anterior.
El seminario internacional se había
organizado con cuatro o cinco temas que eran tratados en simultánea por varios
conferencistas en diversos salones. La charla que yo había preparado sobre “los
procesos habitacionales populares” correspondía al tema “alternativas organizativas
para la vivienda popular”; yo debía intervenir el viernes a las 11h00 y todavía
no había tenido noticias de mi maleta y de las copias de la ponencia que ella
alojaba en su interior.
Al final de la tarde pasé por hotel para
verificar si no tenían alguna noticia de mi equipaje, antes de dirigirme a las oficinas
de ASISTUR.
Para mi asombro, en la recepción me
esperaba mi maleta… la cerradura estaba rota pero no faltaba nada.
Esa noche ya puede lucir una camisa
planchada y pantalones de recambio. Me sentí aliviado de poder dejar de lavar
calcetines y calzoncillos todas las noches y al día siguiente pude exponer mi
tema a una buena cantidad de personas interesadas. Todos recibieron un ejemplar
de mi ponencia y dejé las restantes a los organizadores para su difusión a
otros colegas y estudiantes.
El viernes en la noche tuvimos una
magnífica cena de despedida y clausura del seminario y de la asamblea del CYTED.
Recibí mi certificado de participación suscrito por mi amigo Edin Martínez, Coordinador de la Red XIV-b del CYTED y por el ingeniero Héctor Cuervo Masoné, Director del Instituto de Planificación Física de La Habana.
Regresé a Quito, vía Caracas, muy temprano el sábado. Casi no pude conocer La Habana
pero guardo los gratos recuerdos de los sabores y las vivencias del Floridita y
de la Bodeguita del Medio y sobre todo, guardo mi admiración por la eficacia
de los funcionarios cubanos de ASISTUR
¿Cómo hicieron para traer mi maleta a Cuba
desde Miami? Hasta ahora me pregunto: ¿cómo?...
Seguramente no tendré nunca una
respuesta… ese dato duerme en los archivos del bloqueo y de la guerra fría en
medio del calor del trópico.