Como ya he relatado, entre el 23 de febrero y el 11 de marzo de 2012, en Marsella, viví las más alocadas e intensas jornadas que se pueda imaginar, antes de la apertura del “6to. Foro Mundial del Agua”.
Viajé por invitación de mi amigo Raymond Jost como jurado del festival “Agua y cine” y luego me vi involucrado, como he referido en dos relatos anteriores, en el diseño y construcción de la “Casa de ciudadano y el agua” que Raymond había previsto hacer con ocasión de Foro.
Raymond había organizado un concurso para estudiantes de Arquitectura para que se encargaran del diseño y la construcción de la “Casa”; la propuesta ganadora del concurso planteaba construir la “Casa” con sacos de arena. El problema radicaba en que para ello se necesitaba conseguir, rellenar, transportar y superponer uno sobre otro, mil ochocientos sacos de yute. Así que tuve que diseñar un plan “b” y logré esbozar los planos de la “Casa” con andamios, velas de barco y los sacos de arena simplemente como elementos escultóricos.
Con el apoyo de nuestro amigo Nicolás Magnon, arquitecto, y gracias al trabajo de su colaboradora Clarisse Rocca, de Nasser Difallah, proveedor de andamios y de Maria Keller, escenógrafa, pudimos sacar adelante la construcción de la “casa” en tiempo verdaderamente récord.
Clarisse dibujó el plano, con Marie y Nasser solucionamos el tema de los requerimientos eléctricos y de sonido, el alfombrado y la conformación de los espacios con los andamios, cortinas y mallas, en vez de las velas. Ellos se encargaron de llenar una serie de formularios para certificar la solidez y estabilidad de las estructuras, así como la incombustibilidad de todos los elementos y nosotros, otros, asumiendo la responsabilidad sobre el desmontaje y disposición de todos los desechos, luego de la finalización del Foro.
El sábado 03 de marzo, Elisabeth, la esposa de Raymond, Sophie, una colega que Raymond había contratado para apoyarnos en varios asuntos logísticos y yo fuimos a IKEA para verificar la existencia de los materiales y los precios de la lista de adquisiciones que habíamos preparado por Internet y en la tarde nos desplazamos a La-Ciotat, hermoso puerto en donde estábamos preparando la llegada del “Velero de la Solidaridad”, en un acto público en los muelles, previsto para el jueves 09 de marzo.
El lunes 05 fui temprano al aeropuerto de Marignane para recibir a mi mujer Marie Thérèse a quién Raymond había invitado a sumarse a nuestras aventuras, aprovechando que había venido a Francia a visitar a nuestras hijas. Después del almuerzo llegamos a nuestra morada ubicada como ya he relatado, en un pequeño puerto, a más de cuarenta y cinco minutos de Marsella, llamado la Madrague de Gignac, cercano a un pueblito llamado Ensuès-la-Redonne. Decidimos al llegar, que ya no iríamos a la ciudad y más bien nos quedamos en casa esperando a Raymond y a Elizabeth con un buen vino y una sopa caliente.
El miércoles 06 fuimos los cuatro. a un evento previsto en el marco del “Parlamento Mundial de la Juventud y el agua” en Aix-en-Provence, El encuentro se titulaba “Los jóvenes comparten sus testimonios sobre el agua”, una iniciativa realizada conjuntamente con la organización “Image de Ville”, responsable de las “Jornadas del cine sobre el medio ambiente” (Journées du film de l´Environnement).
En el marco de ese encuentro, tanto Raymond como yo fuimos entrevistados por nuestra amiga Marielle Gros de “Image de Ville” sobre el tema del agua, el medio ambiente, el cine y la participación ciudadana.
El miércoles 07 debimos olvidarnos del cine y de los jóvenes que participaban en el “Parlamento del Agua”, para preocuparnos de otros jóvenes; los estudiantes de arquitectura a quienes habíamos convocado en los patios de la empresa SADE para el llenado de los sacos de yute con arena.
Pasamos primero por el “mercado de Pulgas” de Marsella para verificar in-situ la calidad y el estado de las sillas y la mesa que Sophie había alquilado para la “casa”. Cuando llegamos a la sede de SADE, con Elisabeth y Marie Thérèse, un grupo mixto de estudiantes comandados por Caroline Arrighi, la joven cuyo proyecto resultó ganador en el concurso para la construcción de la “Casa”, se encontraban descansando luego de haber logrado llenar y coser, alrededor de cien sacos en toda la mañana; esperaban llenar otros cien en la tarde y un número igual al día siguiente…. Una vez más, pudimos comprobar que el “plan b” de hacer la “Casa” con andamios, había sido una sabia decisión. Jamás habrían podido llenar mil doscientos y menos aun mil ochocientos sacos…
Mientras esto acontecía, estábamos en constante contacto con Marie Keller nuestra escenógrafa, quién había empezado esa mañana la colocación de los 350 m2 de alfombra en el espacio que nos habían asignado en el Parc-Chanot.
Al medio día tuvimos que toparnos con Raymond en La-Ciotat para el arribo del “Velero de la solidaridad” cuyo capitán Pepo, había informado que merced a los vientos favorables iba a llegar un día antes que lo previsto desde Córcega. Raymond tuvo que trasladarse de urgencia a ese puerto para resolver el tema del permiso y la reserva de un espacio en el muelle, pues la llegada anticipada no era parte de la programación acordada con la municipalidad.
Almorzamos en La-Ciotat y en la tarde visitamos el barco para conocer a Pepo, a su esposa Pichú y a toda la tripulación. Fue muy interesante subir a bordo y poder enterarnos de una serie de detalles y anécdotas de la vida en un barco y del periplo que estos marinos y los jóvenes que les acompañaron pudieron desarrollar en los diversos puertos que toparon.
Como el barco tuvo que cambiar de ubicación pues el muelle donde había acodado estaba reservado para otros navíos en esos días, Pepo me propuso salir del puerto a bordo del “Nuestra Señora de las Aguas”. Acepté gustoso. Dejamos el puerto de La-Ciotat para enrumbaros a otro muelle no muy distante ubicado junto al viejo astillero naval, ahora convertido en lugar de reparaciones de veleros y yates de lujo. Allí permanecería nuestro “velero”, un par de días para poder hacer su entrada oficial a puerto, tal como estaba previsto, el jueves 09 a las 10 de la mañana.
El jueves 8 mientras los estudiantes continuaban con el llenado de los sacos, Nasser y sus trabajadores comenzaron a colocar los andamios para poder conformar la “Casa”. Simultáneamente otros obreros de su empresa iban a toparse con Sophíe y dos ayudantes en el “Mercado de Pulgas” para trasladar en un camión la mesa y las sillas que habíamos arrendado; las iban a depositar en el Parc-Chanot y de inmediato vendrían a buscarnos a Elisabeth, a Marie Thérèse y a mí, que habíamos ido desde temprano a IKEA para adquirir los muebles y elementos de decoración que debíamos comprar en ese gigantesco almacén.
El momento de pagar en la caja, parecíamos los conductores de un tren con siete u ocho coches-plataforma en los que habíamos acumulado todas nuestras adquisiciones: 20 sillas de mimbre; 6 mesas bajas listas para armar que venían en sus respectivas cajas; una mesa redonda metálica con sus 4 sillas, también desarmadas y embaladas; 20 macetas, con palmeras vivas, importadas de Madagascar, 15 macetas con llucos vivos, importados de Costa Rica; 2 juegos de mesa de jardín y seis taburetes cada una, confeccionadas con listones de madera obscura, también embalados en cartón y listos para poder ser armados con toda facilidad; 10 sillas plegables de metal y plástico; 2 lámparas de pie confeccionadas con mimbre y papel y una lámpara pequeña para la cabina de traducción simultánea.
Ya con todo este voluminoso material, pagado y listo para ser transportado, esperábamos muertos de frío en la vereda, cuando recibimos una llamada de Sophie mencionándonos que el retiro de los muebles alquilados se había demorado más de la cuenta y que ese momento (era ya cerca del medio día) recién se dirigían a dejar esa carga en el Parc-Chanot. Ella calculaba que recién como a las dos y media de la tarde podría llegar a IKEA con el camión para recoger nuestras compras. Volvimos a entrar al almacén con nuestro convoy y nos instalamos en la cafetería de la planta baja para comer algo y sobre todo para beber algo caliente en espera de nuestros transportistas.
La idea era que el camión de Nasser pudiera llevar al Parc-Chanot los muebles y las láminas de malla que habíamos comprado en Leroy-Merlin para hacer, también en la “Casa”, cuatro módulos de exhibición y luego, al final de la tarde, llevar los módulos a La-Ciotat para la exposición del “Velero”. Sin embargo, con el retraso acumulado, eso fue imposible; decidimos que una vez que el camión partiera cargado con todo lo que tenía como destino el “Parc-Chanot”, nosotros (Elisabeth, Marie Thérèse y yo) alquilaríamos otro camión y llevaríamos la malla a La-Ciotat.
Así lo hicimos, como a las tres y media despachamos el primer vehículo con su carga y a las cuatro y media de la tarde arranqué con mi propio camión con 16 láminas de malla de 2,50m x 1,00m en el balde y dos aterradas acompañantes en la cabina del chofer.
No teníamos GPS pero logramos dar con la autopista Marsella-Cassis-La-Ciotat sin mayores dificultades, recorrimos los 35 kilómetros en alrededor de 45 minutos y antes de las cinco y media llegamos a nuestro destino. Buscamos a Cecile Gallet, la colega que se ocupaba de coordinar las actividades del SIA en ese puerto, hicimos con ella dos o tres adquisiciones adicionales para el montaje de la exposición y emprendimos el regreso a Marsella para devolver el camión y poder luego enfilar para nuestra morada en la Madrague de Gignac, a donde llegamos como a las nueve de la noche, totalmente agotados.
El viernes 09 fue el arribo oficial del velero a La-Ciotat y el acto ceremonial con las autoridades e invitados espaciales. Raymond fue para allá con Elisabeth y Marie Thérèse.
Yo me quedé en el Parc-Chanot pues íbamos a empezar la colocación de los sacos de arena, la instalación del cableado de la electricidad y sonido, la ubicación de la cabina y los equipos de traducción y las cortinas del auditorio. Trabajamos todo el día con Marie Keller; ella con la colaboración de una asistente, puso todas las cortinas del auditorio y resolvió al mismo tiempo todo tipo de problemas. Fue un verdadero placer trabajar con una persona tan eficiente.
Simultáneamente, dos obreros de Nasser que habían montado los andamios el día anterior, estaban listos para colocar los sacos en su sitio. Muy temprano en la mañana nos habíamos dado cita en los patios del Foro donde Raymond y Nasser negociaron con los conductores de varios monta-cargas para que -de tanto en tanto- luego de dos o tres viajes para descargar los contenedores con stands y equipos de otros expositores, nos dieran una mano introduciendo hacia nuestro stand las paletas con los sacos de arena que los camines de SADE habían dejado en el parqueadero el día anterior.
Esa forma informal de abastecimiento era lenta y tediosa; no teníamos a disposición todo el material a la vez y como todo era medio clandestino y al apuro, dejaban las paletas en cualquier sitio. Luego descubrimos que los sacos eran realmente pesados y el colocarlos a pulso sólo con dos obreros, era un trabajo de titanes. Además muchos sacos se habías perforado en el traslado y dejaban un reguero de arena en todas partes. Todo era un verdadero drama… sin embargo estas dos personas un argelino medio veterano y un jovencito delgado y debilucho, hacían lo que podían. Yo les había dibujado con marcador unas líneas que marcaban los sitios donde debían colocarse los sacos y luego, a ritmo lento, fueron subiendo los muros, con gran esfuerzo y desgaste pero con mucha buena voluntad.
En eso estábamos cuando hicieron su aparición Caroline y otro estudiante y Carole, la profesora; quién de inmediato comenzó a criticar: - ¡”que la ubicación de los sacos no era así”!..., ¡”que habíamos variado la curvatura de los muros prevista en el plano”!..., ¡”que cómo podíamos haber dejado vistas las costuras, que eso deterioraba la “imagen de conjunto”!..., ¡”que ellos habían previsto sacos llenos y sacos a medio llenar para lograr una adecuada colocación (como si se tratase de ladrillos) y que nosotros habíamos colocado los sacos de cualquier forma”!... en fin.
Los obreros no dijeron nada… simplemente se fueron.
Me quedé de una pieza. Frío. No sabía qué, hacer…, con doscientos sacos de 80 kilos cada uno regados por todo lado y sin ayuda para colocarlos en su sitio.
Me dirigí a los dos jóvenes: - Pues bien, dije; –ahora les toca a ustedes, comiencen a colocar los sacos y tengan cuidado de no dejar las costuras a la vista…
Intentaron alzar uno sin conseguirlo… hice una seña con la mano, a la profesora, para que les diera una mano y entre los tres tampoco lo lograron…
¡Yo estaba como olla de presión a punto de estallar!
Comencé a caminar hacia la salida y simultáneamente les mencioné indignado: - ¡voy a buscar a estos obreros, pero si consigo que regresen, el montaje se va a hacer como lo estábamos haciendo…, no quiero escuchar ni comentarios, ni sugerencias ni críticas…
Carole, altanera, me replicó: - ¡En ese caso, nos retiramos… nosotros somos los arquitectos y si no podemos opinar, no tenemos nada que hacer aquí…
Me volví furioso… atrapé su mano, como se suele hacer para despedirse, y casi gritando, con la fuerte voz que suelo usar en esas ocasiones, le dije:- Pues bien, ¡hasta luego!, no tienen nada que hacer aquí, no necesitamos de ustedes y mientras más rápido desaparezcan, mejor… , señalando la puerta, dije: ¡por favor!
Me alejé en busca de los obreros… Cuando los encontré, no tuve que rogarles… simplemente les mencioné que ya no nos molestarían… Regresaron casi de inmediato.
Encontré a Caroline llorosa y abatida. Le dolía el enredo… pues era su proyecto y quería verlo realizado aunque sea parcialmente, adaptado al diseño que habíamos tenido que hacer para poder llevarlo a la realidad. Le dije que se tranquilizara que el lío no era con ella y que le esperábamos el lunes para la premiación del concurso tal como se había previsto.
Se tranquilizó y se despidió prometiéndome regresar el lunes.
Luego vino la parte dura del asunto. Era verdaderamente difícil superponer los sacos, una vez superado el primer metro de altura. A duras penas los dos trabajadores lograron subir dos de los tres muros hasta cerca de 1,40 m., todavía faltaba acabar el tercero y nos sobraban decenas de sacos desperdigados por todo lado. Como a las cuatro de la tarde, se despidieron, ofreciéndome que iban a regresar al día siguiente… Quedé acongojado… Sin otra cosa que hacer, que confiar en su palabra.
El sábado 10 llegué temprano al Parc-Chanot, Marie ya estaba allí, pero de los obreros de Nasser no tenía la menor noticia. Llegaron como a las diez. Esta vez eran tres. Los dos del día anterior y un fornido coloso con quién, parecía, las cosas podía ir más rápido. Traían un enorme rollo de malla de color blanco con la que íbamos a cubrir los andamios para cerrar la “Casa”.
Me anunciaron, sin embargo, que podían trabajar solo hasta las tres de la tarde pues debían irse a Montpellier. Tomé la decisión de colocar la malla sólo por fuera lo más rápido posible, desenrollando la tela a medida que se cubría la estructura metálica, como envolviendo todo con un gigantesco esparadrapo. El fornido recién llegado hacía circular el pesado rollo apoyando un extremo en el andamio y el otro en el suelo, el joven doblaba y plegaba la parte superior hasta dejar todo 2,50 m. de alto y el de mayor edad iba fijando la tela a los andamios con la ayuda de unos collarines de plástico. Para ganar tiempo me metí entre las cortinas y la malla para ayudarle a la colocación de los collarines, el clavaba la punta y yo le pasaba de regreso una vez envuelta en las piezas metálicas de los andamios, para que él pueda ir cerrándolos como pequeños cinturones.
Con ese sistema avanzamos muy rápido, nos faltó malla para el rincón del cine pero Marie nos ayudó cerrando ese tramo con algo de tela que le había sobrado una vez cubierto el auditorio, el área de la cabina de traducción y la bodega. A la una de la tarde todo el proceso de recubrimiento estaba concluido. Teníamos apenas dos horas para acabar con la colocación de los sacos. Entre los tres avanzaron más rápido que el día anterior pero a medida que los muros crecían, el proceso se hacía más difícil y más lento. Sobraban muchos sacos e iba a ser muy complicado subir todo por encima de 1,40 m.; tomé la decisión de hacer dos muros adicionales que nos estaban previstos en los planos, dibujé con el marcador sus perfiles en el suelo y dije a los obreros que para facilitar las cosas íbamos a ocupar los sacos restantes en esos nuevos muros.
Con ese sistema avanzamos muy rápido, nos faltó malla para el rincón del cine pero Marie nos ayudó cerrando ese tramo con algo de tela que le había sobrado una vez cubierto el auditorio, el área de la cabina de traducción y la bodega. A la una de la tarde todo el proceso de recubrimiento estaba concluido. Teníamos apenas dos horas para acabar con la colocación de los sacos. Entre los tres avanzaron más rápido que el día anterior pero a medida que los muros crecían, el proceso se hacía más difícil y más lento. Sobraban muchos sacos e iba a ser muy complicado subir todo por encima de 1,40 m.; tomé la decisión de hacer dos muros adicionales que nos estaban previstos en los planos, dibujé con el marcador sus perfiles en el suelo y dije a los obreros que para facilitar las cosas íbamos a ocupar los sacos restantes en esos nuevos muros.
Terminaron todo como a las tres y media. Desalojamos las paletas de madera con una propina al operador de un monta-carga que aún circulaba entre los stands, agradecí muy sinceramente a los trabajadores de Nasser y cuando ellos se retiraron suspiré tranquilo. La casa estaba lista. Podíamos ahora comenzar la decoración y el amoblado, pero eso sería muchísimo más fácil.
Alrededor de esa misma hora llegó Sophie en compañía de Patrick Vilaire, artista haitiano, que había pintado un mural en menos de cinco días para colocarlo en un rincón de la “Casa” previsto para rendir homenaje al pueblo de Haití, pues estaba cerca el aniversario del terremoto que asoló Puerto Príncipe y otras ciudades de ese país un año atrás.
También llegaron, casi simultáneamente, Elisabeth y Marie Thérèse. Raymond había pasado todo el día preparando la ceremonia de premiación del festival “Agua y cine” que tendría lugar el día siguiente al final de la tarde. Ellas traían varias docenas de platos de vidrio para colocar debajo de las macetas, artículos de limpieza y helechos, flores y algunos objetos menores de decoración.
Por consejo de Marie, fuimos a arrendar una aspiradora industrial para mantenerla disponible durante toda la semana. Ese día nos era indispensable para limpiar la arena que había quedado desperdigada luego de la colocación de los sacos y para limpiar las sillas alquiladas que lucían bastante empolvadas y mugrientas.
Ya con la aspiradora nos empeñamos en limpiar las sillas hasta donde nos dieron las fuerzas y nos retiramos agotados como a las ocho de la noche, cuando nos anunciaron que las puertas se cerrarían en quince minutos.
El domingo 11 llegamos temprano al “Parc-Chanort” con mis Elisabeth y Marie Thérèse, al poco tiempo llegó Marie y nos dimos a la tarea de terminar la limpieza de las sillas, comenzamos la ubicación de todos los afiches, las televisiones, las plantas y el mobiliario.
Con Merie hicimos un buen equipo para ubicar los afiches en la malla, por medio de collarines más delgados. Ella desde el exterior, trepada en una escalera “pata de gallo”, pasaba la punta por los ojales de los afiches, atravesaba la malla y yo, del otro lado, subido en los andamios, recibía la punta y la volvía a pasar de regreso para que ella pudiera cerrarlo. Marie Thérèse nos daba una mano, verificando la horizontalidad de los afiches antes de fijarlos. Así logramos dejar casi lista la decoración de la “Casa” en la mañana.
Patrick terminó su mural con la colocación de una gota de agua. Sólo faltaba retirar los plásticos que protegían la alfombra. Marie iba a ocuparse de ese detalle en la tarde. Todo estaba listo para la inauguración al día siguiente.
El lunes 12 durante la mañana, colocamos algunos afiches que llegaron a última hora y la “Casa de ciudadano y el Agua” comenzó a operar con todas las actividades previstas y programadas para la semana del Foro Mundial del Agua entre el 12 y el 17 de marzo.
Con las sillas plegables de “director de cine”, una mesa baja, un televisor, una vieja cámara de proyección y un par de afiches armamos el rincón del “Agua y el cine”. En este espacio los visitantes podían ver y apreciar los filmes ganadores del festival “agua y cine” del que fui jurado unos días atrás.
Dos muros de sacos con arena servían de límites a estos espacios.
Con doce sillas de mimbre alrededor de una mesa y cuatro otras, adicionales junto a una mesa baja y un par de plantas armamos el rincón de las “autoridades electas”. En este ámbito se desarrollaban reuniones para promover el debate sobre diversos tópicos referidos al agua; particularmente una campaña iniciada en Europa para destinar el 1% de los presupuestos de cualquier gobierno local para enfrentar las soluciones a las necesidades de agua y saneamiento de sus comunidades. Otro tema de los debates era el de la gestión integrada de las cuencas hídricas.
Con las mesas de madera y sus diez taburetes y un televisor, armamos el espacio de encuentro y difusión de las actividades del “Velero de la Solidaridad”. Allí se podía conocer los resultados de las visitas del velero en sus diversas escalas: Tanger (Marruecos), Orán (Argelia), Bizerte (Túnez), Palermo (Sicilia, Italia), Ajaccio (Córcega, Francia), La-Ciotat (Francia), Marsella (Francia) y Barcelona (España).
Un afiche del “velero”, fijado de los elementos confeccionados con las láminas de malla, invitaba al público a visitar esta exposición.
Un muro de sacos de arena delimitaba el espacio que fue sede de interesantes encuentros de jóvenes, autoridades y numerosas personas interesadas en esta propuesta de solidaridad y difusión de soluciones.
La pequeña mesa de metal y cuatro sillas permitieron armar el rincón informativo de la iniciativa titulada “Sinfonía de los Grandes Lagos y el río san Lorenzo”, una propuesta de debate, diálogo y encuentro entre los usuarios, beneficiarios y habitantes de esa cuenca hídrica, transfronteriza (EEUU y Canadá).
Los cuatro sillones de mimbre restantes y una mesita baja sumados a dos palmeras y un par de afiches, permitían difundir la información del proyecto “Profesor Hipopótamo”, una iniciativa de capacitación e información prevista para promover en la juventud, los beneficios de la gestión integrada de la cuenca del río Niger, en África.
Confiando entre cortinas y amoblado, equipado y decorado con las sesenta sillas y cuatro sillones alquilados, un televisor gigante, la cabina de traducción y varios maceteros con plantas, dimos forma al auditorio de la “Casa”, el verdadero centro de animación de ese espacio múltiple.
Allí durante toda la semana se habían programado todo tipo de animados debates y encuentros que dieron vida permanentemente a la “Casa”.
En algunas de esas tardes, Raymond, Elisabeth, Marie Thérèse y yo pudimos compartir un aperitivo con varios amigos. La mirada beatifica de todos no se debe a los vinos sino a la complacencia de haber podido sacar adelante este reto en condiciones tan extremadamente adversas en un tiempo record. ¡Todo un éxito!