Comencé a escribir
este relato el primero de febrero de 2013. A partir de ese día he comenzado
jugar en el equipo de los jubilados.
Con esa fecha envié a
mis contactos, colegas, amigos, familiares y colaboradores una escueta nota de
despedida que rezaba:
“Queridos
amigos y amigas.
A
partir de febrero comenzará una nueva etapa de mi vida.
He
decidido jubilarme.
Eso
implica que dejaré el Centro de investigaciones CIUDAD, institución en la que
trabajo desde 1981. Esta decisión no ha sido fácil, pues mis vínculos con
CIUDAD, primero como Investigador y en dos oportunidades como Director, han
sido desarrollados con total compromiso, honestidad, pasión y
responsabilidad.
Creo
sin embargo, que las personas debemos tomar decisiones en el momento que corresponde,
por más tristes que éstas puedan ser.
Mil
gracias a todos quienes ahora hacen CIUDAD y a todas las personas que han
pasado por la institución, mis agradecimientos por su amistad, espíritu de
trabajo, solidaridad y compromiso.
El
esfuerzo de todos ha permitido que lleguemos a donde hemos llegado en todos
estos años. Gracias a los amigos y amigas de todo el mundo con quienes
compartimos sueños, emprendimos proyectos e “hicimos cosas”
interesantes…
Un
abrazo solidario y afectuoso a “todas y todos” (como se suele decir en los
tiempos que corren)”.
Esta decisión me ha llevado a pensar y repensar sobre la historia del Centro de investigaciones CIUDAD y mis vínculos con esa querida institución.
El
nombre completo de CIUDAD es “Centro de Investigaciones de Urbanismo,
Arquitectura y Diseño”, pero el nombre corto con el que se le conoce es “Centro
de Investigaciones CIUDAD” o simplemente “CIUDAD”. Aunque muchos colegas nos
conocían como “Grupo CIUDAD” en nuestros primeros años de vida.
CIUDAD
comenzó a operar como un grupo de estudio y discusión de los problemas sociales
y urbanos a fines de 1996. Se constituyó formalmente con el largo nombre ya
mencionado el 4 de agosto de 1977, “con sede en la Capital de la República del
Ecuador, teniendo como jurisdicción y competencia todo el territorio nacional…
y como una entidad autónoma, apolítica y sin fines de lucro”, según rezan sus
estatutos.
Los
objetivos de CIUDAD según ese documento constitutivo, eran los siguientes: a)
Promover y desarrollar investigaciones críticas de la realidad nacional, con el
objeto de producir instrumentos teóricos para dilucidarla; b) Incursionar en
los campos específicos de la arquitectura, el urbanismo y el diseño, en los
ámbitos urbano y rural, a través de estudios teóricos generales y particulares;
c) Desarrollar e incentivar la práctica investigativa; d) Difundir a través de
diversos medios tanto las investigaciones y estudios realizados por CIUDAD, así
como aquellos trabajos nacionales y/o extranjeros que puedan significar un
aporte teórico o práctico para el desarrollo de la ciencia y la cultura
nacionales; e) Promover un amplio intercambio de información con organismos,
instituciones y personas públicas o privadas, nacionales o extranjeras que
persigan fines similares a los de CIUDAD; f) Conformar un sistema de
información sobre arquitectura, urbanismo, diseño, etc., y g) Participar con
otros organismos similares dentro y fuera del país en trabajos de interés
común.
Los
nueve amigos fundadores de CIUDAD e integrantes de su “Asamblea General”
(máximo órgano de la institución) fueron Diego Carrión, Fernando Carrión,
Miriam Ernst, Jorge García, Handel Guayasamín, Henriette Hurtado, María
Mercedes Jaramillo, Paulina Matta, Alfredo Rodríguez, Janette Rueda y Jaime
Vásconez.
Diego
Carrión, que acaba de graduarse de arquitecto, fue nombrado Director; Fernando
Carrión, Jefe del Departamento de Investigación y Handel Guayasamín, Jefe del
Departamento de Publicaciones. Los tres conformaban el “Comité Directivo”, órgano
ejecutor, bajo cuya responsabilidad estaba el funcionamiento del Centro y el
cumplimiento de las resoluciones, disposiciones e instrucciones emanadas de la
Asamblea General.
Según
el acta constitutiva, los estatutos del Centro de Investigaciones de Urbanismo,
Arquitectura y Diseño – CIUDAD, fueron discutidos y aprobados por la totalidad
de los miembros fundadores, en reuniones de “Asamblea General” convocadas por
el Director para ese efecto, los días 18 de julio, 26 de julio y 4 de agosto de
1977. Así lo certifican con sus firmas, en Quito a los 11 días de agosto de
1977, Diego Carrión, Director y Janette Rueda, Secretaria.
CIUDAD
obtuvo su personería jurídica ante el Ministerio de Educación Pública del
Ecuador el 01 de septiembre de 1977. Los Estatutos fueron aprobados con el No.
7669 y fueron inscritos y publicados en el Registro Oficial No. 420 de 12 de septiembre de 1977 con la
firma del Ministro de Educación, Dr. Eduardo Granja Garcés.
A las pocas semanas de la constitución legal de CIUDAD, Diego viajó a Inglaterra para cursar un posgrado… emprendió ese periplo en compañía de Henriette (con quién estaba casado en esa época) y de sus hijas Andrea y Carolina.
La
dirección de CIUDAD fue confiada a su hermano Fernando, quién desempañó esas
funciones hasta 1980. En ese período se desvincularon de CIUDAD buena parte de
los miembros fundadores; Handel y Lisie al igual que Jaime y Janette decidieron
buscar trabajo en algún otro lado pues sus premuras domésticas demandaban
ingresos estables y no eventuales e inciertos como los que podían avizorarse en
CIUDAD. Alfredo y Paulina regresaron a Chile y Memé, la esposa de Fernando
también se retiró pues consiguió trabajo en el Museo Camilo Egas.
Fernando
y Jorge quedaron a cargo de la oficina y no cerrarla fue un esfuerzo de
titanes.
De
ese duro período data mi vinculación a CIUDAD.
Según
mi Carnet de afiliación al IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social) mi
vínculo formal como empleado de CIUDAD se inició el 01 de mayo de 1982; pero en
realidad, comencé a colaborar en la Institución desde fines de 1977.
Antes de mi viaje a México yo mantenía una oficina de arquitectura, junto a mi amigo Marco Vásquez y trabajaba con nosotros su primo Carlos Guerrero Vásquez, el popular “Carlanga”, quien comenzaba a dar sus primeros pasos en la Facultad de Arquitectura de la U. Central.
Con
Marco teníamos originalmente la oficina en la casa de sus papás, ubicada en la
“Diagonal Universitaria”, llamada en esa época “Av. Márquez de Varela”.
Posteriormente arrendamos una oficina de una habitación y un pequeño medio
baño, construida sobre la losa del garaje de la casa paterna de un colega
nuestro, el arquitecto Leonardo Arcos. Esa oficina, ubicada en la calle
Fernando de Santillán y Av. La Gasca, fue originalmente el lugar donde CIUDAD
inició sus actividades en 1977.
Cuando
CIUDAD se mudó a un departamento más amplio en la Calle Adolfo de Valdez y
Humberto Albornoz, en el extremo occidental del Parque Italia, Marco y yo
arrendamos la habitación de la calle Fernando de Santillán.
A
los pocos meses Fernando Carrión propuso sub-arrendarnos una parte de las
instalaciones de CIUDAD para nuestras actividades de arquitectura. La idea era
que nosotros estaríamos más cómodos en esas instalaciones y CIUDAD podría
ayudarse con nuestra “cuota”, para el pago del arriendo. Así que con Marco y
Carlanga, dejamos los altos del garaje de la familia Arcos y desembarcamos con
nuestras mesas de dibujo y algunos otros muebles a una de las habitaciones del
departamento que ocupaba CIUDAD frente al Parque Italia.
Como
ya he contado en un relato anterior, al egresar de la Facultad de Arquitectura
de la U. Central, yo desarrollé -entre 1975 y junio de 1977- junto a Hernán Burbano, Carlos Jácome y César
Rosero, una tesis que fue famosa en su época: el Programa de vivienda popular
de la Cooperativa “Santa Faz” de la ciudad de Riobamba.
Casi
de inmediato Fernando Carrión nos invitó a Hernán y a mí a colaborar en CIUDAD
en varias actividades de capacitación, en particular en la organización de un seminario
sobre el proceso de diseño.
En
un primer momento Fernando nos había invitado a sumarnos a las actividades de
CIUDAD merced a una contribución económica.
En
una carta personal fechada en octubre 25 de 1977, nos informaba de la
constitución formal de CIUDAD y de los objetivos que perseguía el Centro; alrededor
del desarrollo, promoción, difusión e intercambio de investigaciones en los campos
de la arquitectura, el urbanismo y el diseño.
Mencionaba
que en CIUDAD se habían organizado departamentos especializados: publicaciones,
investigaciones, capacitación; en cuyos planes de trabajo se contemplaba la
ejecución de investigaciones, la publicación de trabajos y el desarrollo de
seminarios y cursos sobre diversos temas ligados a tales prácticas.
Terminaba
mencionando que como era conocido, este tipo de actividades carecía de apoyos
oficiales o institucionales… y que por esa razón se dirigía a nosotros para
recabar apoyo económico, en términos de una contribución pagadera en el plazo
de un año. A cambio, se nos ofrecía la posibilidad de recibir gratuitamente las
publicaciones de CIUDAD.
Un
tiempo después, Hernán y yo respondimos que, para nosotros resultaría muy
satisfactorio el poder contribuir a las actividades de CIUDAD a la medida de
nuestras capacidades; analizábamos que en igual situación, estarían varias
personas que podrían volcar su energía a la investigación y a la generación de conocimientos… pero pensábamos que el
mecanismo de ingreso “a través de una contribución económica” no era el más
apropiado, pues personas verdaderamente capaces y con una formación sólida que
pudieran estar interesadas en integrarse al Centro, al no poder hacer un
desembolso de esa naturaleza, podrían tal vez abstenerse de brindar su aporte a
la Institución.
Añadíamos
que a nuestro criterio, si el Centro aspiraba a producir en términos
conceptuales, el mecanismo idóneo para el ingreso de las personas que tuviesen
interés en sumarse al trabajo de CIUDAD, debería darse precisamente a través
del trabajo y el aporte teórico.
Añadimos
que en nuestro caso, gustosamente podríamos continuar impulsando el desarrollo
del seminario sobre el proceso de diseño en cuya organización estábamos
colaborando y planteamos estructurar un proyecto de investigación que nos
permitiera integrarnos al Centro en concordancia a sus objetivos.
Fernando
aceptó la sugerencia y nos integramos a CIUDAD casi de inmediato. En mi caso, comencé
a colaborar en todo lo que podía hacerse y al poco tiempo me hice cargo del
“Departamento de Capacitación.
Con
el apoyo de Hernán estaba armando aquel seminario sobre “metodologías de
diseño”, cuando tuvimos que volcar nuestra energía a la organización de un
ciclo de conferencias sobre la “planificación y sus perspectivas” y “el
problema de la vivienda en América Latina” que iban a ser dictadas por el
arquitecto colombiano Emilio Pradilla, durante los días 2, 3 y 4 de febrero de
1978.
En
las conversaciones que pudimos mantener con el conferencista, nos enteramos que
estaba viviendo en México y era docente del posgrado que la Escuela de
Arquitectura – Autogobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México,
había abierto en dos áreas: “arquitectura” y “urbanismo”.
Le
comentamos nuestro interés en poder realizar un posgrado y muy amablemente nos
ofreció gestionar nuestra admisión; para ello, siguiendo sus indicaciones,
escribimos nuestras solicitudes formales y se las entregamos junto a varios anexos,
para que pudiera llevarlas a la UNAM a su regreso a México.
Pradilla
cumplió su ofrecimiento y nos envió las cartas de admisión y los certificados
de estar inscritos en los cursos de posgrado.
Así
que aprovechando esa coyuntura, viajamos a México con Hernán a fines de 1978.
Yo
viví en esa ciudad hasta principios de 1981 y cursé la maestría en la Escuela
de Arquitectura de la UNAM.
Como
ya he relatado, México fue un corte fundamental en mi vida. Me alejé de la
familia, de la novia, de los amigos, de Quito, del Ecuador, de la vida
universitaria de pre-grado…, allá viví maravillosas experiencias, conocí un
mundo diferente, enfrenté retos y responsabilidades y de alguna manera, dejé mi
primera vida de joven-estudiante-arquitecto-recién-graduado y pasé a ser
joven-arquitecto-recién-graduado-con posgrado, comenzando a ser adulto.
Me
fui con un “chimbuzo” de marino al hombro, con algo de ropa y un montón de
sueños… y regresé casado (con la misma novia que dejé por acá), con una hija,
un carro, muebles y enseres, un perro, la satisfacción de haber superado una
meta, algo más de experiencia y un montón de responsabilidades.
Durante
el período que Fernando fue director de CIUDAD incorporó a la Institución a mis
colegas Marco Vásquez y Carlos Guerrero, que habían quedado a cargo de mi
oficina durante mi aventura mexicana… y sumó además a un valioso grupo de
jóvenes estudiantes de arquitectura: Edgar Flores, Luis Gallegos y Bolívar
Romero (que más tarde junto a Carlanga, formaron la Fundación Ecuatoriana del
Hábitat - FUNHABIT); a más de las colegas Anita García, Patricia Palacios y
Silvana Ruiz (para que hubiera equilibro de género en la Institución).
De
forma paralela comenzaron a trabajar en CIUDAD, Mónica Manrique, en las tareas
de secretaría y Miguel Samaniego, como mensajero y asistente de oficina.
A mi regreso de México a principios de 1981, una de las primeras cosas que hice fue caer por las oficinas de CIUDAD.
Fernando
Carrión, Jorge y Anita Garcia habían viajado a México para estudiar un posgrado;
en el “Colegio de México” el primero y en la UNAM, igual que yo, los dos
restantes.
Diego
Carrión había regresado de su posgrado en Inglaterra y había retomado las
funciones de Director de la Institución.
Me
invitó con varios amigos a un asado en Villa Juárez, la magnífica quinta de su
abuelo y cuando conversamos me reiteró su interés de que yo pudiera colaborar
en CIUDAD…
Sin embargo me aclaró que al momento, no tenía nada que ofrecerme en cuanto a salario o cualquier otro tipo de ingresos.
Sin embargo me aclaró que al momento, no tenía nada que ofrecerme en cuanto a salario o cualquier otro tipo de ingresos.
Le
respondí que me encantaba la idea de meter el hombro para sacar adelante CIUDAD pero que tendría a la par, que buscar trabajo en algún otro lado
para poder responder a las exigencias
domésticas y familiares.
Presenté
en mis papeles en numerosas instituciones en busca de trabajo. Alberto de
Guzmán me recomendó en el FONAPRE (Fondo Nacional de Pre-inversión), me
entrevistó Raúl Gangotena su Director Ejecutivo y estuve a punto de trabajar
con ellos, sin embargo, mi amigo Mario Solís le contó a Pepe Ordóñez, a la
época Director de la Junta Nacional de
la Vivienda (JNV), que yo había regresado con un posgrado referido al
tema habitacional; Pepe me invitó para conversar, me propuso colaborar con él…
acepté y me contrató de inmediato.
En
las tardes a la salida de la JNV me daba un salto por CIUDAD y con Diego
tratábamos de inventar alguna iniciativa o proyecto que nos permitiera
conseguir algo de financiamiento para la institución.
Laboré en la Junta de la Vivienda desde el primero de junio hasta el 30 de septiembre de 1981. A pesar del apoyo de Pepe el ambiente de la burocracia estatal me oprimía. Ganaba bien pero eso no era todo.
Yo he trabajado siempre de forma responsable e intensa pero el tener que timbrar tarjeta, estar pendiente del reloj para salir corriendo, no poder prolongar las jornadas cuando se estaba haciendo algo interesante y tener que calentar la silla cuando no había trabajo… me molestaba enormemente. De otro lado, casi de inmediato detecté que estaba en un ambiente lleno de rencores, envidias y pequeñeces… No me sentía a gusto… así que un día tome la decisión de renunciar.
De
inmediato, a partir del 01 de octubre de 1981, me integré a CIUDAD a tiempo
completo.
Mi mujer casi me mata, había dejado un trabajo con salario estable y bien remunerado para integrarme a una utopía, para ganar la cuarta parte y con la incertidumbre de no saber si tendríamos sueldo luego de tres meses.
Diego
había conseguido un proyecto con el alcalde Rafael Sancho, para elaborar el
Plan de Ordenamiento Territorial de El Puyo, trabajaban en esas tareas con el
apoyo de Santiago Carcelén, Edgar Flores, Lucho Gallegos, Patricia Palacios y algunas
otras personas; el trabajo estaba bastante avanzado así que no tuve mucho que aportar en los contenidos; pero me
integré al equipo para encargarme de la corrección de estilo y de la edición de
los textos finales del informe.
Esa
fue una de las primeras tareas que desarrollé en CIUDAD a fines de 1981.
Ahora,
casi 32 años más tarde he decidido dejar la institución.
CIUDAD
ha sido parte de mi vida. Le debo mucho.
También le debo mucho a Diego con quién fue muy grato trabajar y de quién aprendí muchas cosas.
También le debo mucho a Diego con quién fue muy grato trabajar y de quién aprendí muchas cosas.
Creo
que también he dado bastante de mí a la Institución. Fui
su director por un par de años entre 1992 y 1993 y luego por un período mucho
mayor -de más de catorce años- entre 1998 y 2012. Actué siempre con dedicación
y seriedad e hice todo lo posible por sacarla adelante.
Pero
sobre todo hay que destacar que en este largo periplo pude hacer muchas cosas
interesantes y novedosas como parte de un equipo humano maravilloso… muchos de
los colegas que pasaron por CIUDAD nos dejaron para dedicarse a otras tareas,
algunos se mudaron para el más allá y otros siguen… pero una de las fortalezas
que nos permitió sacar adelante una utopía y hacer de CIUDAD una realidad,
sólida y tangible, fue el que todos supimos meter el hombro… que todos fuimos en realidad un grupo de
amigos…
Posiblemente
tuvieron razón aquellos colegas que nos bautizaron como “Grupo CIUDAD” allá en
1977, en nuestros primeros años de vida.
Es
que como dice mi amiga Lucelena Betancur, directora de la Fundación Hábitat
Colombia:
“A un grupo de amigos, nadie le gana”…
Esa
siempre fue y espero que seguirá siendo, la fuerza de CIUDAD.