Acabo de ver una magnifica foto de mi amigo Nicolás Svistoonoff titulada “Ungüí misterioso”… a primera vista, me pareció que tenía una cierta semejanza con las pinturas de mi amigo Marco Vásquez…¿no se?.., quizás por el efecto de la luz, el verde intenso de la montaña… o por las casitas desparramándose por la pendiente...
Como yo soy muy dado a carburar por asociación de ideas… busqué en mis archivos un texto que escribí hace años sobre la pintura de Marquito….Lo encontré… y también pude recuperar una presentación parecida que escribí para una exposición de dibujos de Mario Vivero.
Así que he juntado los dos textos para estructurar estos recuerdos
En 1969 me gradué de bachiller y entré pocos meses después a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central. Ese año se abrió el ingreso masivo a las universidades sin el requisito de exámenes de ingreso, así que en nuestra facultad se tuvieron que improvisar seis paralelos de más de sesenta estudiantes sólo para el primer curso.
Los alumnos fuimos distribuidos en los diversos paralelos en estricto orden alfabético; a mi me tocó el último… aquel para los estudiantes cuyo apellido se iniciaba con una de las últimas letras del abecedario.
Por esa circunstancia tuve la suerte de coincidir en el aula con dos amigos: Marco Vásquez y Mario Vivero, con quienes luego compartimos numerosas aventuras académicas y retos profesionales pues hicimos muchísimos trabajos conjuntos como estudiantes primero y como arquitectos después.
Ellos, desde las aulas universitarias, se destacaron como buenos dibujantes y acuarelistas. Marco sobre todo, en algún momento de su vida colgó los rapidógrafos y se dedicó de lleno a la pintura. Mario continúa ejerciendo la profesión pero sigue dibujando con trazos firmes y con mucha sensibilidad.
En el presente relato voy a referirme a los textos que tuve la ocasión de escribir y leer para poder realizar la presentación de sendas exposiciones de estos dos amigos, la primera titulada “¡Marco Vásquez está de vuelta!", a propósito de su muestra “Pequeños Formatos” y la segunda: “Poner tinta a los recuerdos”, a propósito de la muestra “Fachadas y Tintas” de Mario Vivero.
“¡Marco Vásquez está de vuelta!"
A propósito de la muestra “Pequeños Formatos"
de Marco Vásquez
En 1991 mi amigo Marco Vásquez iba a hacer una exposición de sus pinturas más recientes en la Galería Artimagen de Quito y me pidió que hiciera la presentación de esa muestra.
Acepté con mucho gusto por la gran amistad que me une con Marco con quién fuimos compañeros en la Universidad y somos amigos desde 1970.
Escribí un texto no muy extenso titulado “¡Marco Vásquez está de vuelta!" y en el acto de inauguración de su exposición lo leí, dirigiéndome a los presentes.
Luego de saludar a quienes nos acompañaban en aquella oportunidad… comencé mi intervención con una pregunta:
- ¿Se han dado cuenta que Marco Vásquez "está de vuelta"?....
Y añadí a continuación, como explicando esa frase:
Suele decirse que alguien "está de vuelta" cuando ha estado ausente por un tiempo… suele decirse, también, que alguien "está de vuelta" cuando previamente, ha estado "de ida"... y… por allí se oye, que alguien "está de vuelta" cuando otros -apenas- "están de ida"...
Dejé pasar unos segundos y ataqué mi texto con energía:
Podría decirse que Marco Vásquez "está de vuelta" porque lo tenemos nuevamente, aquí, entre nosotros...
Pero... como ustedes pueden ver... Marco Vásquez jamás nos ha dejado…
Aquí están nuestras montañas, nuestras colinas, nuestro Panecillo, nuestro cielo, nuestras casas, nuestras ferias, nuestro Quito, nuestra gente, nosotros... aquí estamos…..
Marco Vásquez "está de vuelta” porque permanentemente "ha estado de ida"… La reiterada búsqueda, el trabajo arduo, la constancia, le han permitido avanzar...
En sus inicios, como estudiante de arquitectura, que es de donde le vino "esto de hacer casas", aprendió algo -no siempre fácil-, como es: imaginar, concebir.. volúmenes y espacios y plasmarlos en dos dimensiones, en una cartulina, en un plano... (Debo decir aquí que en eso también, siempre "estuvo de vuelta" cuando sus compañeros apenas "estábamos de ida"). Sin embargo, a pesar de sus cualidades como Arquitecto, un día decidió que no se puede "estar de ida" y "de vuelta" por dos caminos simultáneamente... Dejó la arquitectura y comenzó a pisar firme en su otra pasión: el arte, la pintura...
Y aprendió algo que tampoco es fácil, que es mucho más difícil: plasmar en dos dimensiones no sólo volúmenes y espacios sino además la luz, el tiempo... la vida... Asunto complejo en el que pueden introducirse con éxito, sólo quienes están simultánea y permanentemente en un proceso de búsqueda y de síntesis, sólo quienes, están simultánea y permanentemente "de ida" y "de vuelta".
Ese proceso le ha permitido "ir y volver" sobre sus materiales y sus técnicas: la cartulina, la acuarela, el pincel de aire, los acrílicos, el lienzo... y le ha permitido "ir y volver" en la expresión: el blanco y negro, los grises, los ocres, los colores brillantes ... el rosa, el verde acidulado (aportes de sus "idas y vueltas" por México y Brasil) mezclados con nuestros azules, nuestros verdes, nuestros violetas, con nuestros colores andinos... en una síntesis continental nuestra igualmente, más ampliamente nuestra, sin fronteras.
Este proceso de búsqueda y de síntesis le ha permitido "ir y volver" sobre sus temas urbanos: las casas y ciudades primero, las ciudades y su gente luego, los problemas de las ciudades y los problemas de la gente después: las migraciones, el tugurio, la pobreza... han estado presentes en sus cuadros.
Rubén Moreira preguntaba al presentar su obra hace algunos años: "¿Nos encontramos ante un urbanista inconforme que ha encontrado en la pintura la forma de narrar los conflictos urbanos?".
Pero... también en esto, Marco Vásquez "está de vuelta"... no aprendió exclusivamente a sintetizar en dos dimensiones nuestra realidad... en sus últimos cuadros se aprecia que también ha logrado meter dentro del lienzo a la esperanza...
Rubén Moreira lanzó también otra interrogante hace algún tiempo, decía: ¿Qué sorpresas nos deparará este pintor en el futuro?...
Y en esta ocasión quiere compartir con nosotros una de sus sorpresas... esta magnífica muestra en pequeño formato... cosa que no deja de ser una sorpresa... pues "las idas y vueltas" de Marco, al igual que sus cualidades y él mismo, son más bien de gran formato...
Concluí mi intervención señalando los cuadros:
- Señoras y señores, dije… ¡Marco Vásquez "está de vuelta"!.
“Poner tinta a los recuerdos”
A propósito de la muestra “Fachadas y Tintas”
de Mario Vivero
Diez años más tarde, en junio de 2001 otro buen amigo, Mario Vivero, también arquitecto iba a hacer una exposición de sus magníficos dibujos en la Galería de Arte del Colegio de Arquitectos de Quito y también me pidió que hiciera la presentación de esa muestra.
Acepté con mucho gusto por la gran amistad que me une igualmente con mi tocayo con quién Marco y yo fuimos compañeros en la Facultad de Arquitectura desde primer curso.
Escribí un texto no muy extenso titulado “Poner tinta a los recuerdos” y en el acto de inauguración de su exposición lo leí dirigiéndome a los presentes.
Luego de saludar a quienes nos acompañaban en aquella oportunidad… comencé así mi intervención:
Conocí a Mario Vivero hace muchos años. ¿Cuántos?.... Saquemos cuentas: ambos estamos jugando nuestro último año en la sub-cincuenta y la primera vez que nos topamos acabábamos de salir de la secundaria, por tanto... años más, años menos (a estas alturas del partido esas pequeñeces no cuentan)... conozco a Mario por más de treinta años...
Lo conocí en la facultad de arquitectura (de la Central habría que aclarar para los más jóvenes, ahora que han proliferado las facultades por todo lado...). Lo conocí en la facultad cuando los dos iniciábamos la apasionante aventura de hacernos arquitectos...
Nos tocó el mismo paralelo no porque ambos nos llamásemos Mario sino porque nuestros apellidos comienzan con v. Fuimos compañeros y somos amigos desde esa época... y claro, driblamos juntos un montón de materias y trabajos... Si la facultad tuviera archivos o al menos algún tipo de registro de la cantidad de productos que entregan incansablemente sus alumnos, se podría verificar cuantas tareas de urbanismo, de historia, de teoría, de construcciones, de estabilidad, de ciencias sociales y de quién sabe cuantas otras cosas los hicimos “en grupo” (como era usual en esas épocas de ingresos masivos, clases magistrales y cursos de ochenta alumnos). Cuantas cartulinas y papeles habremos llenado en todos esos años con Mario y con todos los amigos (muchos aquí presentes) con los que hacíamos infatigables tareas en grupo.
De esas épocas universitarias hay recuerdos de cansancios, amanecidas, harto trabajo... y muchas satisfacciones. Teníamos materias que nos apasionaban, otras eran tediosas, una que otra, inservible... pero todas copaban el tiempo impresionantemente... Una materia sensacional porque era una especie de oasis en medio de las responsabilidades y los esfuerzos cotidianos era dibujo natural... Salíamos a dibujar al Ejido, a las calles de Quito, a sus barrios... Aprendimos desde esa época a ver, a apreciar, a querer las iglesias, las plazas, las fachadas que ustedes pueden apreciar en esta muestra que hoy nos congrega.
De esos años creo importante mencionar a dos personas -dos Oswaldos- que nos vincularon con las técnicas del dibujo, con el lápiz, el carboncillo, la acuarela, la tinta... Oswaldo Viteri y Oswaldo Muñoz Mariño -maestros con mayúsculas- El primero fue profesor nuestro en los primeros años de la facultad y el segundo “nuestro maestro” en su taller de arquitectura. Viteri nos puso en contacto con el papel periódico, la tinta, el madero aguzado para usarlo como rústica pluma... Muñoz Mariño con adminículos apasionantes como los graphos y el plumón -ahora piezas de museo- que servían por igual para dibujo técnico y artístico...
Pero ambos, nos enseñaron sobre todo, a sentir la ciudad, a sentir sus piedras, sus muros de tapial y de adobe, sus tejas y sus pequeñas ventanas... a ver y a dibujar en perspectiva y con otra perspectiva... pues al sentir la arquitectura y la ciudad aprendimos a sentir a su gente...
Desde esa época, Mario se destacó como el buen dibujante que esta muestra confirma. Desde un inicio optó para sus trazos por el uso de tinta y una ramita cualquiera con la punta aguzada. Ese pequeño madero permite cuando es usado, como en este caso, con una particular combinación de espíritu, cabeza y mano sensibles, pasar de líneas finas y puntos delicados, apenas inclinándolo, a una sombra potente y a texturas rugosas; sumergido cada cierto tiempo en las obscuridades de la tinta ese pequeño objeto va y viene del papel al modelo -y de ésta a aquel-, transita de la dimensión de un muro, al trazo firme que preserva la escala, de la retina sensible a la luz dibujada...
¡Dibujar la luz, con tinta china!, ¡vaya reto...!
Y de ese reto.... de forma paciente, delicada, a veces hasta lenta... han nacido estos santos que nos rodean (santo Domingo, santa Bárbara, san Sebastián, san Marcos...), se han materializado nombres nuestros de épocas pasadas -a la vez tan presentes- (Pintag, Guápulo, Pindal, Machángara) y hemos podido ir de visita a regiones y ciudades diversas (Bolívar, Cuenca, Machachi, Guayaquil, Zaruma..... y Quito, claro). ¿No les parece extraordinario?......
De las épocas universitarias que evocaba hace un rato han pasado los años... muchos de nosotros nos daremos cuenta que con mucha dificultad podremos sacarle “un trazo” al lápiz, al rapidógrafo o a la pluma... hemos “perdido la mano” y lanzarnos a dibujar sería poco menos que una audaz aventura...
Por eso al ver esta exposición, resulta grato palpar que, en todo este tiempo, a Mario no se le ha agarrotado la mano y lo que es más importante (sobre todo en estas épocas que corren) no ha permitido que se le agarrote el alma.
Resulta gratificante y complaciente una ocasión como ésta, cuando tenemos la oportunidad de ver a un compañero, a un colega, a un amigo entrañable... que se mantiene activo –y con cuánta solvencia- en este maravilloso reto de pasar al papel los paisajes urbanos, las paredes, el alma..., (el alma de calles y plazas y la suya propia... ) pues la tinta y el pequeño madero con los que Mario se expresa son medios casi mágicos, que le sirven para trasmitir al espectador la fuerza y la presencia de sus sólidos modelos y al mismo tiempo, su sensibilidad y calidad humanas.
Concluí mi intervención señalando los cuadros:
- Señoras y señores, dije… y añadí en seguida – bienvenidos a disfrutar de esta exposición titulada “fachadas y tintas” que me ha permitido desempolvar gratos recuerdos….
Resulta interesante poder recuperar estos textos ahora… veinte años después de la primera presentación, cuando han transcurrido más de diez de la segunda y, sobre todo, luego de cuarenta años de cuando tuve la suerte de compartir las aulas y la vida con estos dos queridos amigos que siguen pintando y entintando lienzos y cartulinas con la misma pasión de aquellas épocas.