En Diciembre de 1999 recibí una llamada de Montreal. Era Raymond Jost. Tenía que reunirse conmigo urgentemente para finiquitar una serie de aspectos referidos a la participación del SIA en el “Segundo Foro Mundial del Agua” que el “Consejo Mundial del Agua” estaba preparando para marzo del año 2000 en La Haya.
Me contó que era imposible que pudiésemos reunirnos en otro momento pues luego ya vendrían las festividades de navidad y año nuevo y que enseguida él iba a viajar al África y luego a Holanda para preparar la participación del SIA en el Foro de La Haya.
Su propuesta fue que tome un avión para llegar a Paris un día determinado, él haría lo propio desde Montreal y nos toparíamos en el aeropuerto “Charles de Gaulle” donde iba a arrendar un auto para ir a Bretaña.
Nuestro destino era un lugar cerca de “Carnac”, donde sus hijas le habían inscrito para realizar una cura de talasoterapia, según le dijeron - "para relajarse y bajar de peso”... porque: -“la situación no podía seguir así”.
Nuestro destino era un lugar cerca de “Carnac”, donde sus hijas le habían inscrito para realizar una cura de talasoterapia, según le dijeron - "para relajarse y bajar de peso”... porque: -“la situación no podía seguir así”.
Esas afirmaciones de las hijas de mi amigo, se referían, lo entendí de inmediato, a que el sobrepeso de Raymond se había hecho insostenible, la cantidad de retos en los que se embarcaba le producían niveles impresionantes de tensión, ello le generaba grandes ansiedades y éstas le conducía a comer, fumar y tomar café y vino en cantidades industriales. Todo le llevaba a un mayor sobrepeso y se convertía en un círculo vicioso inmanejable. Estaba al borde del colapso y sus hijas sin saber como hacer para que se detenga al menos un segundo, le habían exigido que se someta a la talasoterapia de “Carnac”.
Yo no debía someterme a las terapias, pero podíamos aprovechar las horas de reposo para planear las actividades del “Secretariado Internacional del Agua” en el Foro de La Haya. Busqué, pues un vuelo a París y tal como convenimos, me recogió en un pequeño Renault para trasladarnos a Bretaña.
Subí al carro, dejé mi pequeña maleta en el asiento de atrás, me ubique en asiento junto al conductor y le di un caja con cuatro grandes habanos cubanos que había comprado en el “Duty free” del aeropuerto de Bogotá, mencionando que podríamos fumarlos en el hotel mientras discutíamos todo le que teníamos que discutir y conversábamos de todo lo que teníamos que conversar. Raymond abrió la caja, sacó un habano le mordió la cola y lo encendió en el acto; me pasó uno a mí, diciendo que no teníamos por qué esperar llegar al hotel, si podíamos disfrutar del cigarro ese mismo instante… además, me dijo; –“¡este rato es cuando vamos a conversar!…”, - “¿no se verdad?”.
Prendí también mi cigarro y de inmediato enfilamos hacia tierras bretonas.
Bretaña es esa gran península que se prolonga de la parte continental de Francia, hacia el Atlántico. El Canal de la Mancha le separa de la costa sur de Inglaterra y a su vez, las costas del sur de la Bretaña, sirven de límite norte al Golfo de Vizcaya cuyas aguas y riqueza marítima comparte con España. La capital de Bretaña actualmente es Rennes aunque históricamente ese rol lo tuvo por siglos la ciudad de Nantes.
“Carnac” es un pequeño pueblo, cabecera de la comuna del mismo nombre que alberga a menos de cinco mil habitantes. El poblado se ubica al sur de la península bretona. La comuna es muy célebre por los conocidísimos alineamientos megalíticos del msimo nombre, los monumentos prehistóricos más extensos del mundo. Los “Alineamientos de Carnac” suman más de cuatro mil monolitos o menhires, distribuidos en unas cuarenta hectáreas. Con más de seis mil años de antigüedad, “Carnac” constituye el sitio arqueológico más antiguo e importante de Europa.
Para llegar a “Carnac” desde París hay que descender en dirección sur-oriente por grandes autopistas que atraviesan las regiones donde se sitúan ciudades importantes como “Le Mans”, célebre por las carreras de autos, “Laval”, la propia “Rennes” y “Vannes”. A mitad de camino entre esa ciudad y Lorient, célebre por su festival celta, hay que desviarse hacia la costa, por caminos menores, hacia el Golfo de Morbihan. En total, más de quinientos kilómetros.
Salimos alrededor del medio día, con temperaturas muy bajas y la luminosidad tenue y deprimente del invierno. El paisaje era muy diferente de las anteriores oportunidades en las que tuve la oportunidad de visitar Bretaña en el verano. Ahora los árboles estaban totalmente desprovistos de vegetación y todo estaba cubierto de nieve. Al salir de París llovía un poco y luego la molesta llovizna se transformó en una espesa neblina.
Raymond, acostumbrado al invierno en Quebec, conocía de lo peligroso que resultan las carreteras congeladas y la niebla, así que conducía despacio y con precaución. Aprovechábamos mientras tanto, para conversar de nuestros proyectos.
Con su gran capacidad inventiva, a Raymond se le había ocurrido que en La Haya debíamos hacer algo fuera de lo común. Comenzó a describirme lo que después se concretó en la “Casa del Ciudadano y el Agua”, un lugar “excepacional” en medio de los tradicionales stands de las ferias o exhibiciones en la que todos quienes evidenciar su marca, su empresa o su producto y compiten por trasmitir y comunicar algo, entregando volantes y plegables, afiches y recuerdos, explicaciones e informaciones… todo en medio de una cacofonía de colores, mensajes, sonidos, fotografías y videos.
Raymond concibió la “Casa del Ciudadano y el Agua” como un remanso de paz, de dialogo e intercambio en medio del caos… una “casa” acogedora a la que se pudiese penetrar y atravesar de todos los costados, con un recinto para entregar al público interesantes debates interactivos, otro para reunirse y conversar libremente, otro simplemente de descanso y, como límites visuales del conjunto, elementos gráficos para trasmitir dos o tres ideas fuerza del Secretariado del Agua, que servirían a la vez, para identificar el lugar.
Fuimos discutiendo y dando forma a la idea y esbozando, además, lo que podáis ser el rol de los asociados del resto del mundo a esta iniciativa. Yo me comprometí a hacer una presentación y aportar materiales de difusión de lo que habíamos hecho en esos años en América Latina sobre el tema del agua. Debíamos claro, conseguir que nuestros colegas de África y Asia, pudiesen hacer lo propio para mostrar que no solo sabíamos hacer campañas de comunicación sino que teníamos igualmente experiencia y capacidad de acción “sobre le terreno”.
Al salir de “Rennes” la neblina era tan densa que prácticamente no se veía nada, nos pasamos de la salida que debíamos haber tomado para dirigirnos a “Vannes” y estuvimos medio perdidos un buen tiempo. Finalmente recuperamos la ruta después de muchas vueltas.
Era ya noche cerrada, lo cual no ayudaba nada. Raymond decidió parar en la primera estación de gasolina que encontráramos para descansar un poco y permanecer allí un tiempo mientras la niebla se despejase un poco.
Era ya noche cerrada, lo cual no ayudaba nada. Raymond decidió parar en la primera estación de gasolina que encontráramos para descansar un poco y permanecer allí un tiempo mientras la niebla se despejase un poco.
Encontramos por fin un área de reposo al borde de la autopista, entramos en ella y estacionamos el carro para poder ir al baño y a tomar un café.
Al abrir las puertas la neblina se despejó como por encanto, la noche era fría, había en realidad algo de neblina pero la gran niebla estaba al interior del pequeño vehículo. La habíamos ocasionado nosotros al fumar nuestros enormes cigarros en ese reducido espacio por más de cuatro horas, con las ventanas cerradas.
Resuelto este problema técnico. Tomamos de inmediato y muy contentos la dirección hacia “Carnac”. Aspirábamos que la “talasoterapia” fuese capaz de sacarnos la tensión y el estrés que nos había producida ese largo viaje en las nubladas autopistas francesas.
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