Estuve hace unos días en Lima, invitado al encuentro internacional “Sociedad
Civil y Gobiernos Locales hacia Hábitat III: Derecho a la vivienda, barrio y
ciudad”. Ese evento fue organizado por el Programa Urbano de DESCO y la Coalición
Internacional por el Hábitat – HIC en el marco de las celebraciones por el quincuagésimo
aniversario de la fundación de DESCO.
El encuentro se
desarrolló el jueves 1 y el viernes 2 de octubre de 2015 en la el campus de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
Los participantes
extranjeros teníamos reservación en el Hotel Señorial ubicado en la calle José González
de Miraflores.
Al llegar a ese pequeño
y acogedor hotel, recordé que allí solíamos alojarnos con mis colegas de CIUDAD
cuando viajábamos a Lima para participar en los talleres de monitoreo y
estructuración de informes del Programa Paso a Paso.
Como ya he relatado, entre
marzo de 2001 y Junio de 2005 DESCO Y CIUDAD desarrollamos en el Perú y en el
Ecuador, el Programa “Paso a Paso” (Financiamiento sucesivo para vivienda
progresiva).
Este programa fue una de
las tareas más significativas que emprendimos con DESCO. Fue financiado
originalmente por la Unión Europea con el soporte de KATE (Alemania) y IEPALA
(España). La propuesta la elaboramos en 1998 con el apoyo de nuestro amigo
Carlos Guerrero, la presentamos a la Unión Europea en abril de 1999 y fue aprobada
en diciembre de 2000. Las actividades en Perú y Ecuador se iniciaron en marzo
de 2001.
El programa buscaba
facilitar a familias de bajos recursos la producción de vivienda a través de
una línea de financiamiento innovadora, adaptada al modo como se produce la
vivienda en los barrios populares de nuestras ciudades; desarrollando sistemas
de crédito congruentes con los mecanismos financieros de los dos países, que se
adaptasen a la capacidad económica de las familias de bajos ingresos y
respondieran adecuadamente a sus necesidades de vivienda.
No recuerdo exactamente
la fecha, pero la primera ocasión que viajamos a Lima para participar en un
taller conjunto para estructurar el informe semestral y realizar el balance,
monitoreo y evaluación del período, tuvimos una serie de vivencias simpáticas
que quiero consignar en este relato.
En esos años yo era el
Director de CIUDAD (ejercí esas funciones entre 1998 y 2012) y por tanto fui
uno de los implicados en la concepción, negociaciones y desarrollo del Programa
Paso a Paso, así que en diversas ocasiones viajamos a Lima con mis colegas Silvana
Ruiz, Nancy Sánchez y Jenny Maldonado, responsables del Paso a Paso en CIUDAD.
El seguimiento y monitoreo del proyecto, por encargo de KATE, lo hacía
nuestro buen amigo Carlos Guerrero, con quién también nos reuníamos en la
capital peruana.
Trabajábamos con los queridos
colegas peruanos Gustavo Riofrío y Mariana Llona y el inolvidable Juanito
Tokeshi, quién nos dejó prematuramente hace pocos meses.
En el equipo Paso a Paso
de DESCO participaban también un conjunto de jóvenes de gran capacidad
profesional: José Barreda, Carlos Noriega y Jaimito Miyashiro entre otros.
Esos talleres se desarrollaban en la sala de reuniones de DESCO.
Al finalizar el
encuentro “Sociedad Civil y Gobiernos Locales hacia Hábitat III” en esa sala se
llevó a cabo un muy emotivo y agradable coctel de cierre de ese evento; los
participantes extranjeros compartimos agradables momentos con Ramiro García y todos
los miembros del equipo del Programa Urbano de DESCO y con queridos colegas como
Molvina Zevallos, actual presidenta de DESCO, Eduardo Ballón, Mario Zolezzi y
Gustavo Riofrío.
Al encontrarme en esa
sala, rememoré las horas y horas de arduo trabajo que pasamos allí cuando
hacíamos los informes de avance y de cierre del Programa Paso a Paso.
Pero en este viaje lo
que más me hizo evocar las vivencias del Paso a Paso fue el Hotel Señorial y
sus alrededores.
Recuerdo que en nuestro
primer viaje a Lima llegamos al hotel a media mañana de un domingo. Teníamos
previsto reunirnos en DESCO a primera hora del lunes, así que después de
instalarnos en nuestras habitaciones, salimos en grupo a dar una vuelta por la
avenida Larco, en las inmediaciones del Hotel, ubicado como he mencionado, en
el agradable distrito de Miraflores.
La Avenida José Larco es
uno de los principales ejes comerciales de Lima y de Miraflores. No es una
arteria urbana muy larga; tiene tan solo trece cuadras. Se inicia en el llamado “Ovalo de Miraflores”, en la intersección
con la avenida Ricardo Palma y termina en la intersección con la Av. Armendáriz
en el denominado “Malecón de la Reserva” frente al conocido Centro Comercial
Larcomar.
La avenida Larco es una vía
muy transitada por vehículos y peatones, a sus costados se puede encontrar gran
cantidad de restaurantes, bares, cafeterías, almacenes, librerías, boutiques,
teatros, bancos, casas de cambio, hoteles, discotecas y casinos.
Carlos y yo salimos a
caminar por esa vía en compañía de Jenny, Silvana y Nancy. A nosotros dos nos
interesaba encontrar un agradable bar para poder dar cuenta de una cerveza bien
fría, pero nuestras acompañantes tenían otros planes; buscaban recuerdos y
regalos de todo tipo. Se detenían en todas las vitrinas para observar zapatos y
carteras, blusas, camisas y camisetas, faldas y escarpines de bebé, baberos, calcetines, ropa interior de
hombre y de mujer, pantalones, aretes, anillos, collares y pulseras, gafas de
sol, trajes de baño, playeras, sandalias, toallas, artesanías, relojes, cremas,
perfumes, champús, y acondicionadores
para el cabello, chocolates, caramelos y galletas… En toda tienda que
encontrábamos, las tres o al menos dos de ellas, entraban y preguntaban precios
y calidades, tallas y colores, se probaban o se medían todo tipo de prendas… Se
consultaban mutuamente sobre si estaba bonito, si estaba caro, si le iría a
gustar a sus respectivos hijos, maridos, hermanas, tías, sobrinos, colegas de
trabajo, allegados, agnados y cognados, parientes y amigos…
Carlos y yo soportamos
estoicamente, de pie en la vereda, las primeras incursiones en almacenes,
boutiques, tiendas y bazares pero luego estábamos realmente dados al diablo…, así
que decidimos dejar de ser solidarios y abandonamos a las damas en sus rituales
de consumo para poder meternos en el primer bar que encontráramos y
trastornarnos la tan ansiada cerveza.
Nuestra sed había
aumentado de forma proporcional al número de tiendas visitadas por nuestras
colegas.
Luego de aplacar la sed
con un par de cusqueñas, continuamos nuestro periplo y nos detuvimos en un restaurante chino de las
inmediaciones para comer algo… pues, entre éstas y las otras, ya eran como las
tres de la tarde y las tripas comenzaban a protestar.
La comida no estuvo muy
buena así que salimos en busca de una cafetería donde Carlos aspiraba encontrar
algo de dulce (un pastel o un helado) y yo un café expreso para sacarnos el
sabor a chifa de la boca.
Caminábamos por la
avenida Larco cuando, de buenas a primeras, en una mesa al aire libre de un
café, nos topamos con nuestro amigo Paco Rohn, quien se hallaba -fumando claro-
pero también, tomado un café…
Paco es ecuatoriano, sociólogo,
director del CAAP, colega muy querido y respetado. Con Paco nos veíamos con
frecuencia en las reuniones de ALOP (Asociación Latinoamericana de
Organizaciones de Promoción del Desarrollo) del que el CAAP y CIUDAD son miembros; pero también en el Comité Ecuménico de Proyectos y en una serie de
coloquios y simposios académicos. Fue una grata sorpresa toparnos con él en
Lima… luego del abrazo largo y efusivo de rigor y de las explicaciones de los
que estábamos haciendo por allí, nos tomamos no uno sino varios cafés y
conversamos de todo lo imaginable hasta que cayó la noche.
Decidimos ir al Centro
Comercial Larcomar para ver si encontrábamos un lugar donde echarnos un buen “pisco
sour” y comer algo decente.
Caminamos tres o cuatro cuadras hacia nuestro destino y
nos pusimos a observar el mar y la hermosa vista desde el parque Salazar que
según nos explicó Paco, fue remodelado totalmente. Antes se asentaba
directamente sobre el acantilado y ahora estaba conformado por un conjunto de
terrazas que en realidad eran las losas de hormigón que cubren los
estacionamientos, los cines y las salas de espectáculos de ese enorme centro
comercial que alberga además tiendas, almacenes, bares y restaurantes de todo
tipo.
Bajamos a las terrazas
inferiores donde se encuentran todos esos servicios y por pura casualidad (¡la
segunda sorpresa del esa jornada!) nos topamos de manos a boca con nuestro
amigo Mario Solís Guerrero.
Mario es ecuatoriano,
arquitecto, fue decano de la facultad de arquitectura de la Universidad Central
de Quito, colega muy querido y respetado. Carlos y yo trabajamos en su oficina
de arquitectura por varios años en diferentes momentos y mantenemos con Mario
una gran amistad hasta ahora. Fue una grata sorpresa toparnos con él en
Lima… luego del abrazo largo y efusivo de rigor y de las explicaciones de los
que estábamos haciendo por allí, nos tomamos no uno sino varios “pisco sour”,
comimos un deliciosos pulpo al olivo, chicharrón de pescado, aros de calamar,
yucas fritas y quién sabe cuántas cosas más… y conversamos de todo lo
imaginable hasta bien entrada la noche.
A la mañana siguiente
mientras dábamos cuenta del desayuno, contamos a Jenny, a Silvana y a Nancy de
nuestros casuales y sorprendentes encuentros con esos queridos amigos.
Ellas a su vez, nos
relataron una historia más que sorprendente.
No sólo a nosotros nos
habían sucedido cosas extraordinarias la tarde de aquel domingo en Miraflores.
Luego de que nos
separamos, las tres recibieron indicaciones para dirigirse al gran almacén o tienda de departamentos llamado Saga - Falabella
(la antigua cadena denominada Sears) que
ofrecía una gran variedad de ropa, regalos, artículos de perfumería, adornos,
cacharros para el hogar, etc.
Tomaron un taxi y se
encaminaron a esa enorme tienda ubicada en la avenida Arequipa, frente al
Parque Kennedy o Parque Central de Miraflores.
Allí caminaron por los
pasillos del establecimiento, subieron y bajaron escaleras mecánicas y se
detuvieron en todas las secciones, fascinadas por la enorme oferta de prendas
para hombres, mujeres, niños y adolecentes, la variedad de artículos para el
hogar y la familia… ¡todo lo que buscaban y bajo un mismo techo!… estaban como embobadas.
Tanto… que se perdieron.
Un momento determinado
Jenny se alejó de Silvana y Nancy y no las volvió a encontrar… En esos años no
estaban popularizados los celulares y no tenían forma de localizarse
mutuamente.
Jenny por su lado y las
otras amigas por el suyo, recorrían los pisos y los niveles, los corredores e
islas con diversos tipos de ofertas y nada de las otras… ¡para perdidas estaban
perdidas!...
Jenny salió a la entrada
principal reconoció el óvalo de Miraflores y la entrada al parque Kennedy.
Tomó
un taxi y le explicó al conductor que se dirigía a un hotel, cuyo nombre no
recordaba, cuya dirección tampoco conocía, que estaba en una intersección de
esa avenida -dijo al chofer- (no recordaba el nombre de la avenida Larco, pero
se acordaba más o menos por dónde habían venido), así que fue guiando al
motorista hasta que reconoció un banco en la intersección de la calle González
y avenida Larco, entre las cuadras diez y once de esa arteria.
-¡Aquí es!, exclamó…
El taxista dobló a la
izquierda y lentamente fue recorriendo la calle Gonzalez hasta que unos
doscientos metros adelante, Jenny reconoció la entrada del hotel. Bajó del taxi
pagó el importe de la carrera, agradeció al conductor y se encaminó a la
habitación que compartía con Nancy y Silvana, para ver si ellas habían llegado.
Se topó con que eso no
había acontecido. Jenny fue la primera de las tres en regresar al hotel. Así
que se dispuso a esperar la llegada de las otras dos amigas.
Silvana y Nancy llegaron
una hora más tarde.
Cuando se dieron cuenta
que habían perdido a Jenny dieron varias vueltas por los pasillos de Saga – Falabella
y se dirigieron muy preocupadas a la puerta principal. No habían tenido la precaución
de pedir una tarjeta con las coordenadas del hotel, y no tenían idea de dónde
se encontraban, tampoco se acordaban cómo habían llegado hasta allí. ¡Para
perdidas, estaban más que perdidas!...
Salieron a la entrada de
SAGA frente al óvalo de Miraflores y al parque Kennedy y se acercaron a un taxi
que estaba allí estacionado en espera de pasajeros. Explicaron al conductor que
se dirigían a un hotel, cuyo nombre no recordaban, cuya dirección tampoco
conocían, que estaba en la intersección de una avenida grande cuyo nombre
tampoco se acordaban…
En fin, el drama total…
El taxista les dijo que
no había problema, les invitó a subir al vehículo, arrancó de inmediato, tomó
la avenida Larco y en la calle Conzález entre las cuadras diez y once de esa
arteria, giró a la izquierda. Sin dudar ni un instante recorrió unos doscientos
metros y se detuvo frente al Hotel Señorial.
-¡Servidas!, dijo
Bajó del vehículo y abrió
la puerta de atrás invitándolas a bajar…
Nancy y Silvana no podían
creerlo…
-¿Cómo supo que estábamos
en este hotel?, preguntaron entre sorprendidas y aliviadas…
-¡Fácil!, dijo el
conductor…
-¡Todas las personas
perdidas, se alojan en este hotel!...
Añadiendo luego, con un
guiño pícaro: - ¡Hace un rato traje a su amiga que también estaba perdida!…
Bajaron del taxi pagaron
el importe de la carrera, agradecieron al conductor y se encaminaron a la
habitación que compartían con Jenny para contarle y reír con los detalles increíbles
de esta aventura de locos.
Hasta ahora, las tres ríen
sin parar al recordar esa aventura en Miraflores y Carlos y yo nos acordamos con terror
de cuando las acompañamos a su tournée de compras en la mañana de aquel día.
Gracias Mario, una delicia de relato
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