El 15 de julio de 2015 recibí una carta proveniente de Lima, firmada por
Ramiro García actual Jefe del Programa Urbano de DESCO.
Me comentaba que en estas fechas, DESCO estaba cumpliendo cincuenta años al
servicio del desarrollo social y que en el marco de las celebraciones
planificadas por ese acontecimiento, en alianza con la Coalición Internacional
por el Hábitat – HIC, estaban organizando en Lima un Encuentro Internacional titulado:
“Sociedad Civil y Gobiernos Locales hacia Hábitat III: Derecho a la vivienda,
barrio y ciudad” entre el 1 y 2 de octubre.
En la carta, Ramiro añadía amablemente que por mi experiencia e interés en
el tema del Hábitat, me invitaban a participar en este evento y celebrar juntos
el aniversario de DESCO.
Acepté gustoso y escribo este relato, a mi regreso de Lima, luego de
asistir a ese interesante encuentro. Presenté una ponencia titulada “Apuntes
sobre el derecho a la vivienda, barrio y ciudad”, pero ese es otro asunto.
En esta oportunidad quiero referirme a mi relación con DESCO y a las
relaciones de trabajo y amistad desarrolladas con muchos de sus integrantes así
como con otros colegas peruanos.
El Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo – DESCO se fundó en Lima
en 1965, cuando yo rondaba los 24 años de edad y ni siquiera había egresado de
la Facultad de Arquitectura.
DESCO se autodefine como una asociación que busca contribuir al
fortalecimiento de las capacidades de la sociedad civil y a la elaboración de
propuestas de desarrollo; cuenta con un equipo interdisciplinario con experiencia
en temas como pobreza y desigualdad, participación ciudadana, desarrollo y
gestión local, fomento productivo local, gestión ambiental, planificación y
quién sabe cuántas cosas más.
Esta invitación me ha hecho rememorar el largo tiempo que conozco a esta institución
amiga y las ingeniosas tareas que hemos
emprendido con DESCO en todos estas décadas. El año pasado dejé el Centro de
Investigaciones CIUDAD, institución a la que me vinculé de manera relativamente
informal en 1978 y como investigador de planta desde 1981 luego de cursar un
posgrado en México.
CIUDAD comenzó a operar como un grupo de estudio y discusión de problemas
sociales y urbanos a fines de 1996 y se constituyó formalmente en agosto de
1977, está cumpliendo 38 años de labores… es por tanto, uno de los hermanos
menores de DESCO.
Gran parte de mi vida profesional la desarrollé vinculado a CIUDAD en donde
laboré más de 34 años y en medio de ese “chingo de años” -como dicen en México-
(he sacado cuentas…) y resulta que conozco a DESCO casi el mismo tiempo.
Es que eso no fue difícil pues entre los fundadores de CIUDAD estaban
varios destacados urbanistas de nuestros pagos: entre otros, Diego y Fernando
Carrión, mi hermano Jaime y Alfredo Rodríguez (el Pelado Rodríguez) otro de los
invitados al encuentro sobre el “Derecho a la vivienda, barrio y ciudad”.
Pues sí… el mismo Alfredo Rodríguez que junto a Gustavo Riofrío escribió
“De invasores a invadidos” a mediados de 1969, texto que fue publicado en el
número 9 de los Cuadernos DESCO, en noviembre de 1971. Es decir seis años antes
de la fundación de CIUDAD.
Ahora que estamos sacando cuentas, ese texto cumple en estas fechas 44 años
de editado, lo que demuestra que no somos tan jóvenes.
Pero decía que era casi obvio, que los miembros de CIUDAD conociéramos a
DESCO (y a Gustavo) pues el Pelado invadió primero Lima y luego Quito, antes de
regresar a su patria y fundar SUR (la versión chilena de DESCO y CIUDAD).
En 1983 hice una escala en Lima como parte de un viaje a Francia para participar
en un encuentro sobre la movilidad urbana en los países en desarrollo,
organizado por mi amigo Etienne Henry del IRT. Llamé a Gustavo y él me recibió
en el aeropuerto. En aquella época, Alfonso Barrantes había sido elegido
Alcalde Metropolitano de Lima y muchos de los amigos urbanistas se preparaban
para darle una mano en los retos de la administración municipal. Gustavo en ese
momento estaba trabajando en CIDAP luego de haberse desvinculado por un breve
período de DESCO.
En DESCO conocí a Eduardo Ballón, Mario Zolezzi, Balo Sánchez-León, Julio
Calderón y Lucho Olivera y en CIDAP a Roolfing Hack, Lucho Chirinos, Fico
Arnillas, y Carlitos Frías y posteriormente a Silvia de los Ríos y Maritza Mayo.
Recuerdo que pasé un par de noches en Lima. Me alojé en un hotel del centro
y algo que me llamó la atención fue la acumulación de empolvados cacharros,
muebles viejos y materiales de construcción que se veían, en las terrazas de
los edificios vecinos desde la ventana de mi habitación. Como en Lima no llueve
casi nunca la gente usa las terrazas como depósito y trastero.
En una reunión organizada por Gustavo con los colegas urbanistas, di una
charla sobre los barrios populares de Quito. Varios jóvenes estudiantes que nos
acompañaron no podían creer que las diapositivas que llevé correspondieran a barrios pobres. En primer lugar les
impresionó el aspecto sólido de las edificaciones (de hormigón, ladrillo y bloques
de cemento), que tuvieran techos de teja o de asbesto-cemento (de calamina,
como le dicen en Perú) que tuvieran ventanas con vidrios y sobre todo, que el
paisaje circundante tuviera tanto verdor, arboles de eucalipto, matas de sigse
y chilca, flores de todo tipo y sobre todo el infaltable kikuyo (pasto traído
del África, ahora tan nuestro, que hasta se lo usa para designar con su nombre a
los burócratas del Estado, pues asoma por todo lado y es casi imposible de
erradicar).
Gustavo se encargó de aclararme las dudas de sus jóvenes colegas,
mencionando que las barriadas populares de Lima (conocidas como pueblos
jóvenes) se levantaban en amplias extensiones desérticas, sin una brizna de
vegetación, en áreas donde no llovía en absoluto y se edificaban con caña
guadua (caña de Guayaquil, como se conoce en el Perú a ese material importado
de las zonas húmedas de la costa ecuatoriana). Como el clima es cálido las
construcciones no requieren de ventanas o vidrios y en un primer momento, ni
siquiera de cubierta, así que las más sofisticadas disponen en la parte
superior, apenas de unas pocas láminas de caña para proteger el interior del
sol o de una suerte de toldo de tela barata para idéntico fin, pues la lluvia
no es un problema en la medida de que es totalmente inexistente.
Recuerdo que Gustavo, quien tenía un Volkswagen escarabajo de color beige,
me llevó a conocer lo barrios populares del cono norte de Lima así como
asentamientos más antiguos como el Agustino, San Martín de Porres y San Juan de
Lurigancho.
Visitamos los asentamientos del Cercado en
la margen izquierda
del Río Rímac todos ellos de una fragilidad y
vulnerabilidad evidentes, sobre todos aquellos más próximos al seco cauce del
río o algunos casi surrealistas como la barriada conocida como “El Montón” un
enorme barrio edificado sobre un antiguo botadero de basura; la imposibilidad
de cimentar las casas sobre la basura, hacia que éstas se desplazaran de manera
tragicómica, hacia la calle o hacia atrás o se arrimaran unas a otras en una
peligrosa borrachera de adobes y ladrillos. Gustavo refería que en esos
asentamientos a veces el suelo se agrietaba dejando escapar el gas metano
proveniente de la descomposición de los desechos orgánicos con catastróficos
resultados: grandes explosiones o intoxicaciones fatales de familias enteras.
Conocí también las barriadas del cono sur de Lima y visité con Gustavo, el
mejor guía para esos menesteres, el populoso asentamiento de Villa El Salvador,
que a la época comenzaba a densificarse de manera significativa. El Programa
Urbano de DESCO ha trabajado en esa zona todos estos años en tareas de
investigación, apoyo al desarrollo, asesoría técnica, mejoramiento
habitacional, densificación y gestión local participativa.
En ese viaje y en muchas otras ocasiones posteriormente, Gustavo me puso en
contacto con otra de sus obsesiones, la música. Es un gran conocedor y amante
de la música brasilera y la cubana… y del jazz, el fado y los tangos (pasión
heredada de su padre, el ingeniero Rafael Riofrío)…
Gustavo me hizo conocer a María Bethania, Gal Costa y a Maritza Montes de
las que conservo algunos viejos casettes, Años después cuando salieron los
discos compactos, Gustavo me vinculó con la música de Buena Vista Social Club
(mucho antes de que esos intérpretes se hicieran famosos en el mundo rescatados
por Ry Cooder).
Conservo hasta ahora una hojita de libreta en la que Gustavo de su puño y
letra me recomendaba conseguir una serie de discos de música cubana Y claro,
como soy un discípulo fiel de este personaje no solo en los temas urbanos sino
también en sus gustos musicales, conseguí y adquirí la mayoría de sus
sugerencias.
Así he llegado a tener una buena colección de fados (Gustavo me presentó a
Mariza y a Cristina Branco), de discos de Cesara Evora (esta magnífica
intérprete de música de Cabo Verde) y por supuesto, de música de Compay
Segundo, Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Omara Portuondo y quién sabe cuántos
otros intérpretes.
Pero entre mis discos guardo con todo cariño tres que me grabó Gustavo; uno
con diez o doce versiones de la canción
“Lágrimas Negras”, interpretadas por distintos cantantes y dúos; otro de música
cubana antigua interpretada por dos maravillosas octogenarias, las hermanitas
Cándida y Floricela Faez y un tercero titulado Mundo Azul (música peruana
antigua) interpretada al piano.
Fue un gusto compartir con Gustavo y tantos buenos amigos durante este
encuentro al que fui invitado a Lima. Las relaciones mías, pero también de
CIUDAD, con DESCO han sido estrechas y productivas durante estas casi cuatro
décadas… y como todo lo que hemos hecho juntos es bastante y arduamente trajinado,
todo eso será motivo de otro relato.
Tu memoria también me hacer recordar. Va un abrazo, querido Mario.
ResponderEliminarExcelente crónica Mario, gracias por ella. Que pena no herte visto esta vez en Lima
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