Como ya he relatado, a inicios de
1987, emprendí en CIUDAD la investigación titulada “Agua y saneamiento en los
barrios populares de Quito” y como coordinador de REDES facilité otros estudios
sobre la problemática del agua en otras cinco ciudades de nuestra región
realizados por colegas de “REDES”.
Los Centros de Investigación que
participaron en ese programa de investigación que fue auspiciado por la
Federación Mundial de Ciudad Unidas (FMCU) fueron: CEDE y CIDER de Bogotá -
Colombia; CEUR de Buenos Aires – Argentina; CIDAP de Lima – Perú; CEDEC de Sao
Paulo – Brasil; SUR de Santiago – Chile y CIUDAD de Quito - Ecuador.
El Comité Científico de este
interesante proceso estuvo conformado por Fernando Brunstein del CEUR (Buenos Aires);
Luis Mauricio Cuervo del CIDER (Bogotá); Néstor Espinoza del CIDAP (Lima); Pedro
Jacobi del CEDEC (Sao Paulo); Alfredo Rodríguez de SUR (Santiago); Mario Vásconez
de CIUDAD (Quito); junto a Daniel Faudry y Marcelo Nowersztern de la FMCU
(París).
Con los resultados de las
investigaciones, organizamos con la FMCU un gigantesco coloquio llamado
CIUDAGUA 88 - “Encuentro América Latina – Europa sobre el acceso de la
población a los servicios de agua y saneamiento en las ciudades de América
Latina”, al que invitamos a 350 personas, de 100 ciudades de 20 países de nuestra
región, a más de numerosos invitados europeos.
La responsabilidad logística y
organizativa del Coloquio -que tuvo lugar en Montevideo en agosto de 1988- estuvo
a cargo de la FMCU, junto a diversas instituciones locales y la responsabilidad
académica a cargo de los mencionados centros asociados a “REDES”.
El Comité de Organización de este
gigantesco encuentro estuvo integrado por los miembros del Comité Científico ya
nombrados y adicionalmente, por las siguientes personas: Jean-Marie Tetart (Secretario
General adjunto de la FMCU); Jorge Caviglia (Presidente de Obras Sanitarias del
Estado, Uruguay); Margot Agosta (Delegada de la Intendencia Municipal de
Canelones) y Ana María Ruggia (delegada de la Intendencia Municipal de
Montevideo).
Antes del Coloquio, los miembros
del Comité de Organización nos reunimos en Montevideo en dos oportunidades, a
fines de 1987 y a inicios de 1988. En esos talleres -de una semana de trabajo-
pudimos avanzar en las tareas de coordinación y planificación y verificar los
avances de la logística relativa a la puesta en marcha de esta enorme cita
intercontinental. A través de este trabajo todos pudimos consolidar amistades y
confianzas. Fue una maravillosa experiencia que nos unió y fortaleció.
Como he ofrecido, voy ahora a
relatar un conjunto de anécdotas referidas a nuestra participación en CIUDAGUA
88.
La primera tiene que ver con el
célebre Palacio Salvo, edifico símbolo de la capital uruguaya.
Al salir de una jornada de trabajo del Comité de Organización del Coloquio, Ana María Ruggia, arquitecta, delegada de la Intendencia Municipal de Montevideo a ese ente colegiado, nos acompañó y guió a una agradable visita por varios rincones de la ciudad.
Pudimos visitar la “Plaza
Independencia” en el límite entre la “Ciudad Vieja” y la zona del actual centro,
que antiguamente se conocía como “Ciudad Nueva”.
En esta plaza se levanta la gran
estatua ecuestre del prócer José Gervasio Artigas obra del escultor italiano
Angelo Zanelli.
Hacia el occidente, en la esquina
de la avenida “18 de Julio” nos maravillamos ante la presencia de un extraño
edificio ecléctico que según nos explicó Ana María, era conocido como el “Palacio Salvo”.
Nos contó que el “Palacio Salvo”
fue diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti bajo pedido de los
empresarios Ángel, José y Lorenzo Salvo (de allí su nombre) y fue inaugurado en octubre de 1928. En el momento
de ser construido fue el edificio más alto de América del Sur… tenía 27 pisos,
dos sótanos y 95 metros de altura sobre el nivel de la calle.
Originalmente albergaba 370 departamentos.
Para su edificación se emplearon
materiales sofisticados y valiosos: los mármoles fueron importados de Italia,
de las famosas canteras de Carrara, el granito para los arcos se trajo de
Alemania, sus puertas y ventanas fueron confeccionadas con roble del Cáucaso y
las cerraduras, bisagras y picaportes, de bronce bruñido, fueron importadas de
Checoslovaquia.
Los salones del primer piso con
ornamentación Art Decó fueron realizados por el célebre artista italiano
Enrique Albertazzi,
Desde su inauguración se convirtió
en un edificio emblemático de la ciudad y, al igual que los numerosos
monumentos de bronce que se encuentran en toda la ciudad, esta obra fue fruto
de la prosperidad y bonanza que caracterizaron a la economía uruguaya en los
primeros años del siglo XX.
El “Palacio Salvo” sigue siendo actualmente
uno de los principales hitos de atracción turística de Montevideo. Como
anécdota, Ana María nos relató que el Palacio está ubicado en el lugar donde
estuvo la Confitería “La Giralda”, célebre
porque allí se escucharon por primera vez los acordes de “La Cumparsita” el más
famoso tango uruguayo.
Ana María nos contó que
originalmente el Palacio fue construido para albergar un hotel, lo cual
aconteció en unas pocas plantas y por muy poco tiempo (nunca fue ocupado en su
totalidad para ese fin). En años posteriores el Palacio se transformó en
edificio residencial y de oficinas.
Nos relató que ella misma (o una
amiga suya, no recuerdo bien) había adquirido un departamento, con vista a la
bahía y al puerto de Montevideo, en una de las plantas altas del Palacio.
A Alfredo Rodríguez y a mí nos
picó la curiosidad de conocer el Palacio por dentro y pedimos insistentemente a
Ana María, que nos invitara a visitar aquel departamento. Creo que en el grupo
estaban con nosotros Fernando Brunstein y Marcelo Nowersztern y si no me
equivoco también Luis Mauricio Cuervo y Pedro
Jacobi.
Ana María no se hizo de rogar y estuvo
de acuerdo en hacernos una visita guiada por las entrañas de celebre edificio.
Nos enrumbamos hacia el portal y luego hacia el vestíbulo de acceso y las
gradas del famoso “Palacio Salvo”.
A pesar del tiempo transcurrido
desde sus años de bonanza, el Palacio conservaba su suntuosa decoración, los
magníficos detalles con motivos geométricos y sus tallados con exóticos animales como ranas, pulpos,
hipocampos, cangrejos, estrellas de mar y quién sabe cuántas otras
excentricidades de la fauna universal.
Resaltaban los materiales de
primera calidad con los que fue edificado, aunque se veían ahora un tanto
descuidados en su aseo y en su mantenimiento. La primera impresión fue de todas
maneras impactante.
Tomamos un ascensor hacia el piso
en el que se encontraba el departamento en la parte media de la torre.
Según nos explicó, el suyo era un
departamento con la planta en forma de ele y ocupaba una cuarta parte del fuste
de la torre. Había cuatro departamentos como el suyo en cada piso, distribuidos
en el perímetro de la planta, dejando al centro la caja de escaleras, los
ductos de instalaciones, los ascensores y los pasillos de circulación y acceso.
El departamento al que llegamos era
francamente sensacional, muy bien decorado, con acabados y mobiliario
contemporáneos y detalles de cuadros y objetos de arte de muy buena factura.
No era muy grande en área, pero muy funcional y con una serie de propuestas creativas como el diseño de una gran pieza esquinera, destinada a cocina, en donde se había ubicado la estufa en medio del espacio para poder disfrutar al cocinar, de día o de noche, de la magnífica vista del puerto y la bahía de Montevideo. Para el efecto, en dos costados de esa habitación se habían dejado dos grandes ventanas cuadradas de un solo vidrio sin cortinas ni obstáculos visuales, el mar, las salidas del sol, el paso de los barcos y el vuelo de las aves marinas eran habitantes permanentes de ese espacio.
No era muy grande en área, pero muy funcional y con una serie de propuestas creativas como el diseño de una gran pieza esquinera, destinada a cocina, en donde se había ubicado la estufa en medio del espacio para poder disfrutar al cocinar, de día o de noche, de la magnífica vista del puerto y la bahía de Montevideo. Para el efecto, en dos costados de esa habitación se habían dejado dos grandes ventanas cuadradas de un solo vidrio sin cortinas ni obstáculos visuales, el mar, las salidas del sol, el paso de los barcos y el vuelo de las aves marinas eran habitantes permanentes de ese espacio.
Elogiamos lo acogedor y el buen
gusto de ese departamento… Ana María agradeció los comentarios y se mostró
complacida de que nos hubiera gustado la visita… y en un arranque de efusividad nos
propuso visitar un departamento que según ella era “realmente extraordinario”…
Nos pidió esperar unos minutos, mientras
averiguaba si los propietarios nos permitían realizar esa visita, tomo el
ascensor y desapareció de nuestra vista como por arte de magia.
Regresó al poco tiempo con una
sonrisa de oreja a oreja… ¡Los propietarios estaban de acuerdo en
recibirnos!...
Antes de dejar su departamento
nos explicó que el departamento que íbamos a visitar ocupaba toda la planta de
la parte más amplia y decorada de la torre del Palacio; en realidad era
resultado de la adición de cuatro departamentos bastante más grandes que el de
nuestra amiga, en las áreas sociales disponía de muchos mayor altura y se
iluminaba por grandes ventanales en forma de arco de medio punto. La altura del
entrepiso era tan alta que las torretas adjuntas, daban cabida a dos plantas
habitables en cada una de ellas. Este departamento se expresaba como un voladizo en toda al fachada y constituía el inicio del remate de la edificación. Las torretas también sobresalían en la fachada como elementos abalconados coronadas de extraños
domos con aspecto de cabeza de misil.
En aquel departamento vivían solo
dos personas, un amigo de Ana María que era director no recuerdo si de la
biblioteca nacional o del museo nacional de bellas artes y su anciana madre…
En esa enorme residencia
destacaban un exquisito mobiliario, cuadros, objetos de arte y finos objetos de
decoración, todo de origen europeo, de épocas pasadas… todo era un tanto
anacrónico, sobrecargado, hasta kitch… sin embargo era evidente que casa pieza;
cada sillón, cada aparador, cada mesa, cada jarrón, cada cuadro, cada reloj,
era posiblemente insustituible y de extraordinario valor.
El amigo de Ana María nos hizo
una visita guiada con detalladas explicaciones de cada habitación, de su
decoración y de su mobiliario. En la visita nos sorprendimos que, en dos distintas
salas ubicadas en extremos opuestos de la torre la decoración incluía un fino
piano de cola en cada una de ellos. Nuestro anfitrión un hombre delgado, de lentes,
con un fino bigote y un traje a rayas muy bien cuidados nos explicó que tanto
él como su madre tocaban el piano y de esa manera ambos podían sentarse a
interpretar sus melodías favoritas, cada uno en su piano, sin molestarse
mutuamente…
En el recorrido nos hicimos merecedores
a detalles sorprendentes de la historia de la ciudad y de la humanidad… nuestro
anfitrión era un erudito y un gran conversador, apasionado de la historia universal
y la de su país…
En la biblioteca las
explicaciones fueron ardientes y pormenorizadas, esta caballero hablaba varios
idiomas y era un lector apasionado de literatura inglesa, española, alemana,
francesa y latinoamericana. Según nos contó sus padres era de origen judío y
habían migrado al Uruguay entre las dos guerras, él había heredado de su padre
la pasión por el arte y la lectura… así como esa formidable biblioteca que
ocupaba dos amplias habitaciones esquineras de doble altura y una torreta
completa de dos plantas, que se comunicaban por medio de una escalera de
caracol de fina madera tallada, acorde con las hermosas estanterías que acogían
miles de libros europeos antiguos que llegaron en barco (en la época en que se
construía el Palacio Salvo) y otros tantos, adquiridos por este apasionado y
culto lector en las décadas más recientes.
En todo el recorrido estuvimos
acompañados por dos perras bóxer de piel atigrada que seguían a su amo con
andar quedo y parsimonioso. Era increíble pero las dos parecían comprender
todas las explicaciones llenas de detalles, que este soltero cincuentón nos iba
proporcionando con impecable dicción y voz clara -tenue y enérgica a la vez-.
En una de los salones nos topamos
con su madre, una señora de pelo blanco, bien arreglada, hasta coqueta en su
apariencia a pesar de su edad; esta dama descansaba en un confortable sillón
con sus piernas abrigadas por una cobija de cuadros. Nuestro guía nos presentó
como “amigos de Ana María, la vecina del piso de abajo…”; ella saludó de manera cordial aunque algo seca,
más bien distante... solo se le iluminaron los ojos cuando escuchó que entre
los visitantes extranjeros había un Brunstein, un Nowersztern y un Jacobi…
Crucé con Alfredo un par de
palabras y de inmediato pedimos disculpas para retirarnos unos minutos… tomamos
el ascensor y salimos disparados a la calle… íbamos en busca de un regalito
para esta señora y su hijo y claro, también para Ana María, gestora de tan
sensacional visita…
Casi en seguida dimos con una
chocolatería y pedimos una selección de trufas surtidas, en dos cajitas de regalo,
adornada cada una, con un fino lazo…
Volvimos a subir y entregamos a
las dos damas su respectivo presente… con alguna frase de agradecimiento por la
amable acogida que nos habían brindado…
¡Quedamos como reyes!..., total
parecemos medio rústicos pero no somos tanto…
La visita continuó por la cocina…
ésta a diferencia de las demás habitaciones que habíamos visitado no tenía nada
de añeja ni disponía de muebles eclécticos ni piezas de museo… todo era
moderno, el top del diseño utilitario contemporáneo, muebles empotrados,
lavaplatos, electrodomésticos, grifería, tiraderas y agarraderas cromados y de
acero niquelado mate.
Nuestro anfitrión nos enseñó el
detalle de las ventanas… merced a un sofisticado sistema de herrajes, éstas se
podían abrir hacia afuera o hacia adentro, o inclinarse hacia adentro para
ventilar sin recibir el viento de forma directa… disponían de doble vidrio y
entre uno y otro podía desplazarse una persiana de color blanco con todos los
movimientos característicos de estos artilugios pero dentro de una caja
hermética transparente que le permitían operar libre de la grasa, los olores y los
vapores típicos de una cocina…
Nuestro guía nos comentó que como
había adquirido los cuatro departamentos de ese piso para unificarlos en un
solo departamento grande, usó uno de los corredores originales para ampliar
allí la cocina, por eso aquel espacio era tan amplio y confortable… incluso nos
conto un secreto: nos dijo que “un día encontró tirados en la vereda, los
planos constructivos del “Palacio”...; nunca supo si “algún administrador o
algún conserje del edificio decidió tirar esos rollos a la basura, por
considerarlos papeles inútiles”… El los recogió por su gran valor histórico y
claro, los conserva a buen recaudo, en su formidable biblioteca… Un día cuando
iba a emprender la remodelación de la cocina, se puso a analizarlos y descubrió
que lo ascensores nuevos (instalados en el edificio para sustituir a los
originales que ya no daban más por el agotamiento de tantos años de uso) eran
bastante más pequeños que los precedentes… en el ducto había por tanto, un
espacio excedente… así que, no sólo se ganó el área del corredor para ampliar
la cocina sino también el área del ducto
para la nevera de dos cuerpos y la lavadora y secadora de ropa…de esa forma
esos aparatos no invadían el área útil del espacio.
Del otro costado del departamento
hizo lo propio con los ductos de los otros dos ascensores y obtuvo un cuarto de
escobas y artículos de limpieza y un trastero-bodega, tan útil en toda casa.
Cuando salimos del “Palacio
Salvo” estábamos como embrujados, habíamos podido cumplir nuestro deseo de
visitar ese emblemático edificio por dentro y además habíamos tenido la
oportunidad de familiarizarnos con la historia de esa edificación y con la historia
de la ciudad y de sus habitantes… gracias a esa singular visita que nos brindó
nuestra colega Ana María Ruggia. ¡Mil gracias nuevamente a la distancia!
Fue una experiencia realmente
inolvidable.
Con quien no tuvimos la
oportunidad de toparnos fue con el fantasma que según dicen deambula hasta
ahora por los corredores, los ascensores y las gradas del Palacio. Todos
coinciden en que es bueno y le llaman afectuosamente “don Pedro”… Se afirma que
es uno de los hermanos Salvo pero nadie ha podido confirmar esa versión. ¿Cómo
será?, ¿eh?...
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