Llegamos a México el viernes 15 de septiembre de 1978 y a las pocas
semanas tuvimos la oportunidad de participar en un evento de gran importancia, el
XIII Congreso Mundial de la UIA (la Unión Internacional de Arquitectos) que se
llevó a cabo en la capital mexicana del 23 al 27 de octubre de ese año.
Noveleros, como todos los arquitectos recién graduados, nos inscribimos
en ese gigantesco congreso. Deambulábamos entre centenares de participantes de todos
los países, de todas las edades y de todas las culturas, de la humanidad entera…
pudimos mirar exhibiciones de la obra de colegas de todo el mundo -algunas
interesantes y otras no tanto-, pudimos escuchar -con audífonos- a conferencistas
ególatras que pontificaban en diversos idiomas en esa especie de gigantesca “torre
de Babel”… En fin…
En eso andábamos…cuando tuvimos el gustazo de toparnos con queridos
amigos que habían venido del Ecuador para participar en el Congreso de la UIA:
Mario Solís (en cuya oficina trabajábamos Hernán y yo antes de nuestro viaje a
México), Alberto Rosero y Guido Días (con quiénes colaboramos -en CONSULPLAN- unos
pocos meses antes de nuestro viaje, en tres importantes concursos de
arquitectura, convocados por el Consejo Provincial de Pichincha).
No he conseguido fotos de esa época, así que he incorporado fotos de su "estado actual"... pero puedo testimoniar que hace treinta años, se les veía, al menos "diferentes".
No he conseguido fotos de esa época, así que he incorporado fotos de su "estado actual"... pero puedo testimoniar que hace treinta años, se les veía, al menos "diferentes".
Como nosotros ya éramos “expertos conocedores” de la capital mexicana y
de sus atractivos turísticos, debido a nuestra permanencia en tierras aztecas
por más de un mes, nos improvisamos en “guías turísticos” y fuimos con estos
tres colegas recién llegados, a dar una vuelta por el centro de la ciudad.
El congreso de la UIA se llevaba a cabo en el Auditorio Nacional, ese descomunal
centro de convenciones y espectáculos, localizado en el Parque de Chapultepec.
Salimos de allí hacia el Paseo de la
Reforma y por esta magnífica avenida caminamos en alegre tropel rumbo al
centro.
El Paseo de la Reforma, originalmente llamado Paseo de la Emperatriz,
es una de las avenidas más importantes de la Ciudad de México. Su construcción
fue ordenada por el emperador
Maximiliano para conectar su residencia -ubicada en el “Castillo” de
Chapultepec- con el actual Palacio Nacional, por medio de una moderna avenida cuyo
trazado y diseño reprodujera los imponentes bulevares europeos, dotados de
amplias veredas peatonales, coloridos jardines, arbolados parterres y amplias glorietas
en las intersecciones con otras arterias y avenidas.
En su arquitectura, el paseo de la Reforma siempre fue la imagen del poderío
económico de la nación; al principio con la construcción de grandes palacetes y
mansiones de las familias más acaudaladas y luego -con la modernidad- con la
presencia de edificaciones de vanguardia de los años sesenta, setenta y ochenta.
Ya en nuestra época, el Paseo de la Reforma comenzó a albergar edificios y torres
acristaladas, sede del poderío económico de importantes bancos, empresas y
compañías nacionales y extranjeras. En la actualidad acoge las construcciones
más simbólicas e importantes de la Ciudad de México.
En nuestra marcha pasamos la glorieta con la fuente de la Diana la Cazadora,
la de la Independencia que tiene en su alto le esfinge de la “victoria alada”
(pero todo el mundo la conoce como el “Ángel de la Independencia”), la de la
Palma, la del monumento de Cuauhtémoc, la del monumento a Colón y llegamos a la
intersección de Reforma con la avenida Juárez. Desde allí, si tomábamos hacia
la izquierda llegaríamos al Monumento a
la Revolución y si nos dirigíamos a la derecha, a la Alameda Central (ese
magnífico parque que limita con el Palacio de Bellas Artes y alberga, en su
límite sur, el Hemiciclo con el monumento al presidente don Benito Juárez).
Recorrimos los jardines de la Alameda y para tener una mejor
perspectiva del monumento cruzamos la avenida hacia los hoteles y restaurantes
situados al frente.
Nosotros ya habíamos estado por allí en nuestros numerosos viajes a la
Secretaría de Gobernación para tramitar nuestro documento migratorio, el
célebre FM9. En una de esas ocasiones descubrimos un pequeño bar en el que
vendían deliciosa cerveza por “yardas” y “medias yardas”.
Propusimos a los amigos hacer un alto en nuestro recorrido turístico
para aliviar la sed y remojar el gaznate
en aquel bar. Cuando vieron la maravillosa presentación de la cerveza, todos
estuvieron de acuerdo en probar una “yardita” como remedio oportuno al
cansancio y al calor que nos agobiaban, luego de nuestra larga caminata por
Reforma.
No recuerdo el nombre de ese pequeño bar y por supuesto no tengo idea
si todavía exista pero a más de una serie de deliciosas “botanas” como llaman
en México a las picadas, abrebocas o tapas, que sirven para acompañar una
“tenida alcohólica”, ese lugar se caracterizaba por ofrecer a los parroquianos
unas cervezas descomunales que podían solicitarse -como he mencionado- en vasos
de una yarda de alto (91,44 cm.) o en recipientes “más pequeños” de tan solo
media yarda (45,72 cm.).
La yarda es una unidad de longitud usada en el sistema de medidas de
origen anglosajón, vigente en el Reino Unido y en los Estados Unidos. El
sistema se basa en las proporciones del
cuerpo humano de Vitrubio. Una yarda equivale a tres pies (el pie a su vez,
equivale a 30,48 cm.). La yarda corresponde a la mitad de la longitud de los
brazos extendidos, formando el tramo horizontal de una cruz respecto a eje
vertical del cuerpo o, lo que es lo mismo, equivalente a la medida desde el esternón
a la punta del dedo índice cuando los brazos están en aquella posición.
Los vasos de vidrio en los que se presentan esta singular forma de
expender la cerveza, tienen en la parte inferior un bulbo esférico que podría
caber en las manos de un individuo que trate de formar una bola juntando los
dedos de sus manos como las mitades de una naranja, continúa luego con un largo
cuello de paredes divergentes que comienza con un diámetro menor en su unión
con el bulbo y se amplía considerablemente en el borde superior en el lugar que
uno asienta en el labio inferior para apurar el líquido.
En los dos tipos de recipientes, el bulbo inferior y el borde superior
son semejantes, lo que varía es la longitud del cuello, éste es más lago y
esbelto en el recipiente de una yarda y más corto y de aspecto “achaparrado”
(para usar un término mexicano) en aquel cuya altura es equivalente a la mitad
de esa medida.
Sin embargo en cualquiera de los dos casos, el manipular un vaso de
noventa y un centímetros o uno de más de cuarenta y cinco, resulta realmente
muy difícil, así que estos recipientes se llevan a las mesas en una especie de
soporte de madera que permite, no sólo una mayor estabilidad, sino también, una
más fácil utilización… tanto en lo que tiene que ver con sostener el recipiente
cuanto en lo que relativo a beber el contenido.
Ya sentados en una mesa en ese bar, rápidamente nos pusimos de acuerdo
en relación a nuestras necesidades de líquido hidratante y solicitamos cinco
yardas de cerveza rubia. Los vasos de nuestro pedido venían en sus respectivos
soportes de madera; nos parecieron algo semejantes a los que normalmente se
usan para los relojes de arena: dos cuadrados sólidos separados-unidos por
cuatro patas torneadas para darles suficiente estabilidad y resistencia.
En el caso de nuestras famosas yardas, cada una era tan grande que no
cabía en la mesa… debido a su altura, era más fácil mantenerla en el suelo y
alzarla con dos manos para acercar el borde del vaso a los labios.
No he encontrado una foto con ese tipo de soportes pero acompaño este
relato con un gráfico de otro soporte más sencillo que da una idea del reto que
constituye tomarse una de aquellas yardas.
Al principio es fácil pues, con algo de equilibrio y de suerte, el
borde llega a los labios y el líquido a la garganta pero, a medida que éste va
disminuyendo, se debe inclinar más y más el enorme armatoste para que la
cerveza descienda por el cuello del vaso hacia la boca. El problema real
comienza cuando se ha vaciado la bebida de la parte esbelta del vaso y se debe
atacar la parte final restante, aquella que se esconde en el bulbo redondo como
tratando de evitar el trasvase de la cerveza desde el recipiente de vidrio
hacia las profundidades anatómicas del sediento. Ese instante se debe lograr una
perfecta sincronía entre las manos y los brazos que sostienen el artilugio, los
ojos que deben concentrarse en ver una cascada que se precipita del bulbo hacia
la boca recorriendo a la velocidad de un caballo de carreras los 91 centímetros
que se interponen entre un recipiente y otro; y la boca y garganta que deben
abrirse con precisión para evitar que su propietario se atore o muera ahogado
por tratar de tragar -sin conseguirlo- un respetable torrente de líquido
espumoso.
En realidad son los brazos y las manos los que deben actuar como
válvulas o “llaves de paso” para cortar oportunamente la avalancha de líquido,
los ojos deben actuar como ágiles detectores de movimiento y avisar al cerebro
que los brazos deben detener la inclinación del aparato para cortar el aluvión
que trata de llegar como un alud a las profundidades de la boca. No todos
consiguen una perfecta sincronización de todo ese aparataje; mucha gente en vez
de detener o disminuir el flujo del líquido sólo cierra la garganta o la boca y
el resultado es un baño total de la cara, el pecho, las piernas y el piso con
la catarata de cerveza que baja sin control desde el bulbo de aquellos vasos
gigantescos.
Todo ello es parte del agradable ambiente y del negocio. Todo el mundo
ríe cuando un nuevo incauto cliente recibe un verdadero baño de cerveza al no
haber entendido el truco o no haber podido controlar el vertiginoso descenso
del líquido a través de esos largos vasos de cristal.
Riendo y conversando animadamente, dimos cuenta de nuestras respectivas
yardas y por supuesto pedimos una segunda dosis. Estas segundas demoraron un
poco más en consumirse a pesar de que en el camino pedimos, diversas órdenes de:
quesadillas, tacos de pollo, flautas de carnitas y enchiladas de chorizo… para
poner también algo sólido en la barriga evitando así, los resultados perversos
del alcohol.
Guido contó que en una oportunidad anterior que estuvo en México vio un
espectáculo en un hotel del Paseo de la Reforma, propiedad de la violinista
Olga Breeskin, una de las vedettes más famosas de México gracias a sus
extraordinarios shows en los cuales bailaba, cantaba y tocaba el violín vestida
con diminutos atuendos que permitía resaltar su generosa anatomía.
El mesero que nos atendía nos escuchó conversar sobre ese tema y nos
contó que al momento la vedette que hacía furor era Sasha Montenegro una
hermosa actriz, nacionalizada mexicana, nacida en Italia, aunque descendiente
de una familia yugoeslava. El tipo nos recomendó una película en la que ella
actuaba que según parece tuvo gran éxito: “Oye Salomé”, título derivado de una
parte de la canción “Falsaria”, salsa interpretada por la orquesta “El Gran
Combo de Puerto Rico” e interpretada con éxito por el reconocido cantante “Pepe
Arévalo”.
En esa época la salsa se había comenzado a colar en las preferencias
del baile popular en todos los países latinoamericanos. Alguien preguntó si no
conocíamos algún lugar donde pudiéramos ir para escuchar salsa en vivo. Hernán
por supuesto, experto en esas lides, había oído hablar del conocido Bar León,
ubicado en los alrededores de la Catedral en el Centro Histórico de México; así
que decidimos enrumbar hacia allá sin más discusión.
Entre estas y las otras, se no fue la tarde en ese agradable local.
Pedimos la cuenta y pagamos.
Salimos bastante entonaditos… Parece que cada yarda tiene una capacidad
de tres pintas (cada pinta equivale a 556 cm3), cada vaso lleva algo más de un
litro y medio de líquido. Por tanto, cada uno de nosotros había dado cuenta de
algo más de tres litros, equivalentes a cinco botellas grandes de cerveza.
Al Salir, reíamos y nos abrazábamos con afecto, estábamos bastante
alegres, pero nosotros seguíamos actuando como buenos guías turísticos; pasamos
frente al Palacio de Bellas Artes y a la “Casa de los Azulejos” y explicamos a
nuestros huéspedes algo de lo que sabíamos de esos monumentos. Desembocamos
luego de un rato en la plaza principal de la ciudad, gigantesco espacio que
tiene casi media hectárea de superficie, les comentamos que su nombre oficial
es “Plaza de la Constitución” pero todo el mundo la conoce como “El Zócalo”.
Mario Solís preguntó el origen de ese nombre y relatamos lo que nos había contado Carlos Arcos días atrás: el nombre se remonta a mediados del siglo XIX, cuando el dictador Antonio López de Santa Ana ordenó construir un monumento a la independencia en el centro de la plaza. La base o zócalo de la futura columna de la Independencia se construyó de inmediato; sin embargo, el monumento nunca fue construido y ese cimiento permaneció solitario en medio de la plaza por muchos años; luego fue removido pero la gente comenzó a llamar “zócalo” a la plaza. En todo el país desde entonces, la palabra "zócalo" se convirtió en sinónimo de "plaza central" o “plaza principal” en cualquier ciudad en México.
Según las referencias que Hernán tenía, el Bar León estaba en la calle
Brasil No.5. Al llegar al Zócalo, pedimos ayuda a algún buen samaritano y nos
enrumbó al costado izquierdo de la Catedral donde dimos fácilmente con la calle
“República del Brasil” y luego, de un instante, con la dirección buscada entre
las calles de Tacuba y Donceles.
En realidad se trataba de una edificación antigua en estado ruinoso,
que albergó por muchos años al viejo Hotel León; en ese momento no recuerdo si
el hotel seguía abierto, pero en lo que fue su comedor o su bar, estaba
funcionaba el lugar que buscábamos, donde se podía escuchar salsa “en vivo”.
En referencia al antiguo nombre del hotel y a su dirección, a ese bar se
lo conocía por dos nombres casi intercambiables, sinónimos: “Brasil 5” o “Bar
León”.
En la entrada había un letrero pintado en una especie de cartelera
vertical que rezaba: ”Bar León - Brasil 5”… ¡Abierto todas las noches, hasta
las 3 a.m.!... ¡Para relajarte y
disfrutar, ven a escuchar un buen son, rumba, salsa y danzón, hasta que el
cuerpo aguante!....
En otra cartelera, vertical, al otro costado de la puerta, se llamaba
la atención sobre la posibilidad de escuchar salsa con un afiche de la película
“Oye Salomé”.
Llegamos temprano, así que conseguimos mesa junto a la pista. Nos
sentamos en una mesita diminuta como las de los cafés europeos, pero muy
bajita…en vez de sillas ésta tenia simples taburetes. Nos llamó la atención el
aspecto decadente del sitio. Sus paredes tenían acabados de madera barnizada o
lacada, recuerdos del fugaz esplendor de otras
épocas, el suelo estaba cubierto de una alfombra verde botella bastante
mugrienta y, por todo lado, habían afiches de conocidos cantantes y orquestas
cubanas y caribeños: la Sonora Matancera, Celia Cruz, Hector Lavoe, Willie
Colón, Cheo Feliciano, Celio Gonzáles, Ismael Rivera, Tito Puente, El Gran
Combo, Fania All Stars y quién sabe cuantos otros.
En los bares mexicanos habían dos tradiciones respetadas: la primero es
que en ellos estaba “prohibido el ingreso a vendedores ambulantes, menores de
edad, militares uniformados y mujeres”… y el segundo era que si se pedía
cerveza, ésta debía ser “Victoria”, todas las demás se consideraban “aniñadas”
(como se dice ahora por acá), en un bar sólo se tomaba esa cerveza (originalmente
de botella transparente y mayor contenido alcohólico) que no se exportaba ni
expendía en supermercados ni en restaurantes, solo en bares y cantinas…
Cuando un somnoliento mesero se nos acercó para ver que deseábamos
beber pedimos, por supuesto cinco “Victorias” bien frías y esperamos el
desarrollo de los acontecimientos.
Poco apoco el bar León se fue llenando de amantes de la salsa y se
fueron atenuado las luces; en una especial semi-penumbra desapareció el
ambiente decadente, la alfombra dejó de evidenciar su estado de decrepitud y
falta de contacto con el jabón y el agua y la música, adecuadamente escogida
por el disc-jockey, comenzó a sonar envolviendo todo con un hálito
maravillosamente caribeño.
Como a las once de la noche comenzó el show con diversos artistas en
vivo.
Luego de la presentación de dos o tres grupos y cantantes de menor
calidad, saltó a la escena un artista muy flaco, con un pequeño bigote prolijamente
recortado, peinado a la gomina, ataviado
todo de blanco y zapatos bicolores… una mezcla de Fred Astaire y Compay Segundo.
Acompañado sólo de un percusionista, hizo las delicias del público con
una formidable interpretación de viejos danzones, sones montunos y salsa
contemporánea con una flauta traversa con la que interpretaba música melosa y
atrapante con una calidad sin igual… un verdadero maestro.
Cuando trató de retirarse, luego de tocar más de una docena de melodías,
todos aplaudíamos y chiflábamos para que no se retire… regresó a la escena e
interpretó tres o cuatro canciones adicionales… la última, precisamente, fue
“Falsaria”, el tema de la película “Oye Salomé”… el público deliraba, todos
aplaudimos a rabiar y el interprete salió a escena una y otra vez, para
inclinarse y agradecer al auditorio con los brazos cruzados sobre su pecho…
¡maestro!
En medio de esa bataola, el ruido de la música y el humo de tabaco que
daban al local un ambiente neblinero, cruzado por luces de todos los colores…
una gigantesca mujer se paseaba entre las mesas, haciendo equilibrio sobre sus
altos tacones de color rojo, mostrando unas piernas de back central, apenas
cubiertas en lo alto por una minifalda del mismo color, y publicitando -de
forma simultánea- el contenido de una ceñida blusa negra con gran escote y
cigarrillos de todas las marcas, en un minúsculo charol de madera que pendía de
sus hombros y cuello por medio de una correa de cuero, bastante usada.
Otra dama de semejantes características pero vestida totalmente de
negro, con botas de caña de taco alto, pantalón de licra y blusa del mismo
material, de cuello tortuga, sin mangas (lo que permitía evidenciar unos bíceps
de levantador de pesas), se acercaba presta a la mesa en la que algún
parroquiano excitado por la música se ponía a bailar… con mirada severa y un
gesto de la mano, bajándola repetidamente de arriba hacia abajo, le recordaban
que debía tomar asiento en su banquito… En el Bar León se podía escuchar músico
pero no estaba permitido bailar… no había espacio.
Bastante pasada la meda noche, irrumpió en escena un cuarteto
sensacional de salsa: saxo, percusiones, piano y voz.
Los interpretaciones de los músicos tanto como conjunto, cuanto en
maravillosos “solos” cautivaron al público de inmediato…un negro que sacaba
chispas de las congas y los bongós nos hacía vibrar con ritmos insospechados
que calaban en lo profundo del cuerpo…, un gordito de mirada perdida sacaba
melodías increíbles de su saxo tenor, un pianista de largos dedos recorría una
y otra vez las teclas de dos colores con melodías añorantes, de la mejor época
del danzón y el son cubano; todos causaron furor pero el premio de la noche se
llevó el cantante, un flaquito totalmente afeminado, cubierto con sombrero de ala ancha y vestido con un traje
cruzado que le quedaba grande (lucía como si él se hubiera encogido dos o tres
tallas luego de enfundarse en ese atuendo musical…). Era un verdadero as de la
interpretación de la salsa… manejaba las
maracas con soltura y las canciones pegajosas salían de su boca con sonoridad,
excelente entonación y calidad impresionantes…
El clímax de la noche se produjo cuando una vez que quisieron retirarse,
todos exigimos que siguiesen tocando…En medio de los aplausos, el grupo accedió
a continuar en escena unos minutos más… interpretaron dos o tres canciones
adicionales y finalmente, luego de aplausos atronadores y gritos en los que
todos gritábamos: ¡otra!... ¡otra!... se hizo silencio y el cuarteto comenzó -a
su vez- a interpretar “Falsaria”, el tema de la mentada película “Oye Salomé”…
A los primeros acordes el público reconoció la canción y volvió a
aplaudir hasta cansarse…, cuando los músicos pudieron retomar la
interpretación, todos estábamos expectantes y con los ojos fijos en el grupo,
como alelados…; por fin… el flaquito afeminado comenzó a entonar la canción:
-Cuan falso fue tu amor… me has engañado. El
sentimiento aquel… era fingido.
-Sólo siento, mujer… haber creído… que eras el ángel…
con el que había soñado.
-Conque te vendes ¡eh!… noticia grata… No por eso… te
odio ni te desprecio.
-Aunque tengo poco oro y poca plata… en materia de
compras, soy un necio.
-Espero a que te pongas más barata… sé que algún día:
bajaras de precio…
Cuando comenzó el estribillo, todos cantábamos con él:
- ¡Oye Salomé!: ¡perdónala!… perdónala…
- ¡Oye Salomé!: ¡perdónala!… algún día: bajarás de
precio…
- ¡Oye Salomé!: perdónala....perdónala…
El cierre de la noche, con la presentación de este grupo, fue
verdaderamente extraordinario… Cuando todos terminamos de aplaudir, la robusta
mujer de los cigarrillos salió a promocionar el disco long play del grupo.
Alberto que estaba fascinado por la interpretación, le compró de inmediato un
ejemplar… Guido tomo el disco y salió corriendo hacia la puerta por la que
salían los artistas para pedirles un autógrafo…
Vimos que hablaba con el cantante y éste le pidió un bolígrafo…
escribió algo en la carátula del disco y se despidió de Guido con un guiño de ojo y una sonrisa
encantadora…
Cuando regresó a nuestra mesa entregó el disco a Alberto… en la
carátula en la que se apreciaba una fotografía de los integrantes del cuarteto,
se leía una dedicatoria singular escrita con letra patoja por el cantante:
“para mi Albertito, con el cariño de
Brigitte…”
Todos reímos hasta más no poder… luego seguimos escuchando salsa hasta
finalizar nuestra tercera “Victoria” y decidimos que era hora de regresa para
nuestros cuarteles…
Pedimos la cuenta y salimos….
En la calle nos esperaban decenas de taxis, así que no tuvimos
inconveniente para que Mario, Guido y Albertito con su disco, se encaramaran en
uno en dirección a su hotel y Hernán y yo en otro, para dirigirnos al sur de la
ciudad hacia nuestra morada en la avenida Universidad 1900, en las inmediaciones
de la UNAM.
Al llegar a nuestro destino Hernán casi me mete en un lío pues cuando
el taxista le topó la pierna para despertarlo, creyó que nos asaltaban (no sé
qué estaría soñando)…. y lanzó un tremendo puntapié que felizmente no llegó al
mentón del conductor y pasó de largo…
Nos acostamos como a las tres de la madrugada y dormimos hasta no sé
que horas… ese día no asistimos a las aburridas charlas del congreso y nos
vimos con nuestros compañeros de aventuras sólo el viernes, el último día antes
de la clausura.
Recuerdo que una cosa que trató de ser un detalle original de la parte
de los organizadores… causó un alboroto en los participantes: a todos se nos
entregó un cilindro de cartón de unos 30 centímetros como certificado de
asistencia; la gente pensaba que dentro de ese objeto iba a encontrar el
diploma… pero ¡no!... ¡el cilindro era el certificado¡….
Muchos protestaban, porque no tenían espacio en sus maletas para llevar
ese curioso objeto y otros porque debían poder fotocopiarlo para incluirlo en
su CV o en un informe de asistencia al Congreso que debían entregar en su
trabajo…
En fin… de esos gritos y protestas, el asunto no pasó a mayores y todos
pudimos retirarnos con el cilindro bajo el brazo como constancia de nuestro
paso por el Congreso Mundial de Arquitectura en México.
A nosotros cinco, a más de aquel extraño tubo, nos quedaron los
recuerdos que he relatado sobre las yardas de cerveza que consumimos frente al
Hemiciclo a Juárez y la maravillosa salsa que escuchamos en el bar León en la
calle Brasil número 5.
Alberto tenía también el disco con la afectuosa dedicatoria del
cantante, pero lo perdió, según me contó, al mudarse de casa años atrás...
Mientras tanto, Sasha Montenegro -a quien nunca pudimos conocer- terminó casándose con el ex-presidente de México don José López Portillo...
Mientras tanto, Sasha Montenegro -a quien nunca pudimos conocer- terminó casándose con el ex-presidente de México don José López Portillo...
Como decía el borrachito en el entierro de Julio Jaramillo: -“¡Ahora
sólo nos queda Barcelona!...
- Quienes deseen escuchar Falsaria con Pepe Arévalo, pueden concetarse a:
- Quienes deseen escuchar Falsaria con el Gran Combo, pueden concetarse a:
http://www.youtube.com/watch?v=nZtIMFcXr7Q&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=pnoT5f9Ks1g&feature=related
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- Quienes deseen escuchar Falsaria con el Gran Combo, pueden concetarse a:
http://www.youtube.com/watch?v=nZtIMFcXr7Q&feature=related
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