Como ya he relatado viví en México desde fines de 1978 hasta principios
de 1981. Viajé a ese país con mi amigo Hernán Burbano pues nos habían aceptado
en una maestría en “investigación y docencia”, en la Escuela de Arquitectura de
la Universidad Nacional Autónoma de México.
En dos relatos anteriores conté como debimos hacer cientos de trámites,
llenar incontables formularios, presentar toneladas de papeles primero en Quito
y luego en México para obtener primero un
crédito educativo y luego dos becas (una de la UNAM y otra de la OEA) para
poder cursar esa maestría.
Luego nos tocó golpear numerosas puertas y hablar con muchísimas
secretarias y funcionarios…, el proceso fue lento y tedioso; pero armados de
toda la paciencia del mundo, dimos seguimiento a la tramitación de nuestros
papeles. Hicimos docenas de averiguaciones, visitas, citas, antesalas y
entrevistas, pero lo conseguimos.
Después de meses de trámites y papeles, como resultado de nuestra
paciencia y tenacidad conseguimos que las dos becas se hicieran realidad. La de
la UNAM la recibimos durante el primer año y luego nos la renovaron para el
segundo y la de la OEA que la recibimos durante el segundo año y nos la
prorrogaron por dos meses más al final del segundo año, para poder hacer todos
los trámites y papeleos de la tesis y la graduación.
Con todos esos recursos pudimos sortear los gastos de pasajes de avión,
alojamiento, comida, requerimientos académicos y gastos personales durante los
dos años y más que duró este reto académico en la UNAM.
Para comenzar a escribir mis recuerdos de aquel período, he buscado
algunas fotos que tenía guardadas en diversos sitios y he buscado otras en
Internet. Estando en esas andanzas me he topado con la noticia del prematuro
fallecimiento de Jesús Barba Erdmann, a quién todos llamábamos “Chuy”, uno de
los pilares de esa maravillosa iniciativa que fue el “Autogobierno” y uno de
mis recordados profesores en la maestría que cursé en la UNAM.
Recuerdo a Chuy como un hombre sumamente cordial, siempre dispuesto a
escuchar y a dar un consejo u opinión de forma centrada y generosa…
Me ha dado muchísima pena enterarme que nos dejó en enero de 2009. Quiero rendirle por este medio un homenaje de gratitud, respeto y afecto.
Me ha dado muchísima pena enterarme que nos dejó en enero de 2009. Quiero rendirle por este medio un homenaje de gratitud, respeto y afecto.
En la época en la que estudiábamos en la UNAM, Chui era el responsable
del llamado “Seminario de Área”. Recuerdo que realizó una compilación con todos
nuestros trabajos de ese Seminario y los publicó como “Cuadernos de trabajo” de
la Maestría de Investigación y Docencia
Área de Arquitectura de la UNAM
En esa publicación se incluían varios trabajos de queridos compañeros,
muchos de ellos profesores con gran experiencia que también cursaban la
maestría junto a nosotros, como Rafael López Rangel o Carlos Castillo Zavala y
otros que han tenido una gran trayectoria como docentes e investigadores como Victor
Manuel Ortiz Marín.
Recuerdo con afecto a compañeros como Isabel Pozas Horcasitas que tenía
una linda hija muy parecida a ella y a los esposos Lucia Villanueva y Sergio
Martínez quienes venían a clases desde
Cuernavaca.
Invitados por ellos y acompañados por sus pequeños hijos, hicimos con Hernán y nuestro común amigo Vicente Pólit, un lindo paseo a unas piscinas naturales en una zona rural próxima a Cuernavaca. No he vuelto a tener noticias suyas en todos estos años. Me encartaría saber que ha sido de su vida.
Recuerdo también al “flaco” Emilio Pérez García, responsable del "Centro
de Documentación del Autogobierno”.
Emilio nos invitó a una muy agradable reunión en su casa en una zona boscosa de los alrededores de la ciudad de México.
Emilio nos invitó a una muy agradable reunión en su casa en una zona boscosa de los alrededores de la ciudad de México.
Varios de los amigos que he mencionado estuvieron presentes en ese
paseo al que asistieron otros queridos profesores todos ellos impulsores del
“Autogobierno” como Carlos González Lobo quien fue nuestro director de tesis,
Ernesto Alba Martínez, director de la
escuela de arquitectura / modalidad autogobierno, el propio Chui Barba y Miguel
Hierro Gómez, Coordinador Académico de la División de Estudios de Posgrado, quienes fueron miembros del jurado de mi examen de grado.
Carlos González Lobo era un tipo verdaderamente apasionante. Un gran
expositor y un conocedor de muchos temas.
Lo conocí en Quito en la “VII Conferencia Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Arquitectura” - CLEFA que organizó Mario Solis como decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Quito que fue la sede del evento, en marzo de 1975
Lo conocí en Quito en la “VII Conferencia Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Arquitectura” - CLEFA que organizó Mario Solis como decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Quito que fue la sede del evento, en marzo de 1975
El título general de esta CLEFA fue “Arquitectura y Sociedad” y la
temática desarrollada se organizó en tres grandes ejes: a) "Relación entre
estructura social y estructura espacial en América Latina"; b) "Bases
para la formación del Arquitecto en América Latina" y c) "La
arquitectura y la problemática especifica de la América Latina".
Recuerdo que Carlos, en esa época no se si ya graduado o joven
estudiante de arquitectura asistió en representación de la UNAM. Fumaba pipa y usaba siempre
una gran chamarra verde oliva y el pelo ensortijado bastante largo casi un
“afro”. Pero lo que llamaba mayormente la atención eran sus discursos
apasionados, vehementes y claros. Expresaba sus argumentaciones con voz recia,
una dicción clara y precisa y una erudita construcción gramatical. Fue, se
puede decir, uno de los oradores más reconocidos del evento. Además, todos sus
argumentos, para proponer, impulsar y defender una “nueva práctica de la
arquitectura”, la formación de “un arquitecto de nuevo tipo” (comprometido con
la gente y con los problemas de la gente) y la búsqueda de “una arquitectura
latinoamericana” (apropiada y apropiable) calaron muy hondo.
Fue un gusto volver a toparme con él
en la Maestría y en el Autogobierno.
Recuerdo hasta ahora una visita guiada que hizo a quienes
iniciábamos la Maestría, tanto al centro histórico de México cuanto al “Museo de la
Ciudad”. Con las mismas cualidades de gran expositor, con gestos y entonación
de la voz, casi teatrales, hizo las delicias de los presentes.
Nos contó sobre el origen del México Tenochtitlan, las chinampas, el
templo mayor y las costumbres de los gobernantes y los pobladores aztecas, su
arquitectura, sus mercados y otros elementos de su cultura.
Luego nos deleitó con exquisitos detalles sobre el período colonial y el México virreinal: la edificación de templos, conventos y palacios, el uso del tezontle para aligerar los muros y la superposición e integración de la cultura europea con la nativa. Luego nos habló sobre los primeros años de la república, la herencia de las desigualdades y contradicciones sociales, la revolución mexicana y la época contemporánea.
Hasta los guías del museo se sumaron a la erudita charla… seguían nuestros pasos de forma discreta, aprendiendo enormemente de las documentadas e interesantes explicaciones de Carlos.
Luego nos deleitó con exquisitos detalles sobre el período colonial y el México virreinal: la edificación de templos, conventos y palacios, el uso del tezontle para aligerar los muros y la superposición e integración de la cultura europea con la nativa. Luego nos habló sobre los primeros años de la república, la herencia de las desigualdades y contradicciones sociales, la revolución mexicana y la época contemporánea.
Hasta los guías del museo se sumaron a la erudita charla… seguían nuestros pasos de forma discreta, aprendiendo enormemente de las documentadas e interesantes explicaciones de Carlos.
Miguel Hierro fue profesor nuestro de un curso llamado “Investigación
Sistemática” en los dos primeros niveles. En esa asignatura, los estudiantes
debatíamos textos y lecturas generales y otros que eran temas de discusión
referidos a nuestras propias investigaciones. Hernán y yo abordamos el tema
habitacional, pero había un equipo de tres antropólogos, Martha García, Yadira
Ruíz y Victor Manuel García, que estaban interesados en la “influencia del espacio
en la psicología de las personas privadas de la libertad” a través de un
estudio de la prisión de Lecumberry; otros como Emilio Pérez e Isaac Sigal
estaban interesados en la “Formación del Arquitecto”; alguno como Francisco
Martínez estaba interesado temas más terrenales como el de “la arquitectura y el
transporte de bienes y personas”, pues trabajaba para el aeropuerto internacional
de México… Los debates por supuesto eran muy variados y en ocasiones
interesantes, pero en otras, resultaban algo tediosos y las posibilidades de
inmiscuirse o de aportar eran casi nulas; pues muchas lecturas y discusiones
interesaban tan sólo a quienes las habían propuesto para nutrir su futura tesis;
en ese caso, Miguel trataba de que el debate se centrara en lo “metodológico” y
no en “las especificidades” de un tema… pero no siempre ese propósito se
cumplía fácilmente y muchas exposiciones nos aburrían enormemente.
Varios arquitectos, docentes de la licenciatura, cursaban también la
maestría pero estaban adelantados un semestre o dos respecto a nosotros; era el
caso de muchos de nuestros profesores (Carlos, Chui, Miguel y el propio Ernesto
Alva) pero recuerdo también a varios otros colegas como José Ángel Campos,
Alejandro Suárez Pareyón y Gustavo Romero.
Con Alejandro y con Gustavo llegué a tener gran amistad en años
posteriores pues cuando regresé a Quito y comencé a trabajar en CIUDAD, ellos
desarrollaban actividades en centro amigos como COPEVI, CENVI y FOSOVI con los
que hicimos varias actividades de investigación, seminarios y talleres de forma
conjunta. Estos dos colegas participaban también en la Coalición Internacional
del Hábitat - HIC (del que fue presidente y secretario general, nuestro común
amigo Enrique Ortiz, también mexicano) y pudimos vernos y trabajar
conjuntamente en numerosos eventos e investigaciones sobre hábitat y vivienda
en la región de América Latina y el Caribe.
Cómo conté en un relato anterior fue Emilio Pradilla quién nos consiguió
la admisión a la Maestría de la UNAM luego de haberle comentado nuestro interés
en poder realizar un posgrado en esa universidad. Las cartas de admisión que
nos llegaron por correo, a Hernán y a mí, venían suscritas por Miguel Hierro,
coordinador de la maestría en arquitectura y por el propio Emilio, coordinador
del área de urbanismo.
Nosotros habíamos hecho la tesis de licenciatura para graduarnos de
arquitectos en la Central, en un tema que encajaba más en los postulados del área
de arquitectura: el “programa de vivienda para la Cooperativa Santa Faz de la
ciudad de Riobamba”; en esa tesis habíamos tratado de hacer realidad cosas como
las que años atrás habíamos escuchado a Carlos Gonzalez Lobo en la CLEFA de Quito:
proponer, impulsar y defender una nueva práctica de la arquitectura junto a los
sectores populares y a sus necesidades; la formación de un arquitecto de nuevo
tipo comprometido con la gente y con los problemas de la gente y la búsqueda de
una arquitectura latinoamericana, apropiada y apropiable. Para el discurso de
Pradilla, mucho más radical, todas esas alternativas eran cosméticos a una
práctica técnica que no tenía ninguna opción de modificarse: sus intereses,
actores, beneficiarios y opciones no podían cambiar.
Originalmente nosotros íbamos a cursar la maestría en el área de
urbanismo, pero nos identificamos más con lo que impulsaban Carlos, Miguel y
Chui que con la visión de Emilio, así que a los pocos días de iniciadas las
clases, pedimos el cambio al área de arquitectura. Supongo que para él debe
haber sino una decepción esta suerte de traición o de abandono pero, para tomar
tal decisión aplicamos esa frase de la filosofía popular tan usada en el
Ecuador, “así es la vida” combinada con aquella otra tan mexicana, “ni modo”.
Creo que no nos equivocamos, hicimos lo que nos pareció más acorde a
nuestra forma de pensar y sentir… así es la vida, ni modo.
En dos relatos anteriores he contado sobre los trámites, formularios y
papeleos que debimos hacer, así como las numerosas puertas que nos tocó golpear
y las antesalas y visitas a decenas de funcionarios que debimos realizar para para
obtener las becas y poder cursar la maestría.
Pero si lento y tedioso fue aquel proceso de inicio, mucho más
complicado fue el proceso final. Armado
de toda la paciencia del mundo di seguimiento a la tramitación de mis papeles
para obtener el título de maestro.
Cuando concluimos los dos años de la maestría y debíamos tan solo
entregar la tesis y hacer los trámites respectivos, Hernán abandonó el barco.
Viajó a Nicaragua siguiendo el llamado de la revolución sandinista y sobre todo
el de una bella revolucionaria sandinista. Quedó en enviarme algunos materiales
para la tesis desde ese país, lo cual efectivamente cumplió, así que entregamos
una tesis de forma conjunta, pero le fue imposible regresar para la obtención
del título y realizar los trámites de certificación y legalización que
resultaron más complicados que la misma
maestría.
Hice también en aquel momento, dos años y medio después de las
primeras, docenas de averiguaciones, citas, antesalas y entrevistas y cumplí
requisitos impresionantemente complicados, para poder graduarme. Anoté todo de
forma sistemática para que Hernán pudiera hacer lo propio… Esa sistematicidad
le sirvió años más tarde a Jorge García; pero Hernán, desde Managua no pudio
realizar casi ninguno de esos trámites y, si bien tiene un documento que
certifica que la tesis fue aceptada y aprobada, no pudo nunca retirar ni refrendar
su título. Yo no pude tampoco hacer aquellos trámites por él, pues todos (así se
establecía claramente en los reglamentos) eran trámites personales y debía
realizarlos únicamente el propio interesado.
He encontrado la lista de pasos a seguir para la tramitación del
título, de ella he rescatado los más importantes, pero casi todos tenían
requisitos intermedios bastante complicados:
- Primero se debía obtener el recibo de pago del
“Derechos de Titulo”, realizado en la Dirección General de Administración
Escolar en horario de 9:00 a 17:00 horas, de lunes a viernes.
- Con ese recibo uno debía obtener un “ejemplar
del Título en pergamino”, con la información general común, grabada en piel
legítima. El tamaño de este documento es invariablemente de 41 x 28 centímetros.
- Con ese documento se debía realizar el pago de
un monto por concepto de “expedición del Titulo en pergamino”.
- Junto al recibo de ese pago, se debía dejar
consignada toda la información específica y personal en un formato idéntico de
papel (esa información debía llenarse obligatoriamente con bolígrafo de tinta
negra).
- Se debía dejar además una fotocopia del Acta
de Grado ampliada doble de su tamaño original.
- Se debían entregar seis fotografías del
interesado. Las fotos debían cumplir los siguientes requisitos: debían ser recientes,
en blanco y negro, sin retoques, sin anteojos (en caso de usarlos); impresas en
papel mate Ilford o Kenford, no brillante, no instantáneas, no digitales y
debidamente recortadas (No se aceptaba papel Kodak, Kónica, Fuji, o cualquier
papel que no sea el requerido); completamente de frente; rostro serio; frente y
orejas totalmente descubiertas y no ser tomadas de otras fotografías.
- Para el título en pergamino y las actas de grado se debían entregar
otras seis fotografías de acuerdo a las siguientes especificaciones: a) Formato
tipo “Título” ( 6 x 9 cm.); b) ovaladas; c) blanco y negro, fondo gris claro; d) el
tamaño de la cara debía medir 3.5 x 5 cm.; e) sin retoques, f) sin anteojos (en
caso de usarlos); g) completamente de frente; h) rostro serio; i) frente y
orejas totalmente descubiertas y j) no podían ser tomadas de otras fotografías.
- Para las copias de las actas de grado y para el registro de diversos archivos se debían
entregar cuatro fotografías adicionales de acuerdo a las siguientes
especificaciones: a) Formato tipo “Filiación” (3,5 x 5 cm.); b) ovaladas; c)
blanco y negro; d) fondo gris claro; e) sin retoques, f) sin anteojos (en caso de usarlos); g) completamente de
frente; h) rostro serio; i) frente y orejas totalmente descubiertas y j) no debían
ser tomadas de otras fotografías.
- Otros requisitos obligatorios para las
fotografías: Hombres: a) Con saco y corbata, b) sin cabello largo; c) bigote (en caso de usarlo) recordado arriba del labio superior; d) labios totalmente
descubiertos; e) sin barba; f) sin lentes oscuros; sin lentillas de contacto de
color (en caso de usarlas). Mujeres: a) Vestimenta formal; b) maquillaje
discreto; c) sin ningún tipo de escote, d) aretes pequeños; e) sin lentes
oscuros; f) sin lentillas de contacto de color (en caso de usarlas); g) peinados
no llamativos ni voluminosos (en caso de usar cabello largo: prendido con discreción
hacía atrás).
- Todas las fotografías debían tener el nombre
completo del interesado escrito al reverso (anotado únicamente con lápiz,
suavemente, sin recargar la punta para evitar marcarlas. No se aceptaban
fotografías que tuvieran datos escritos con tinta, bolígrafo o marcador).
En un papel que se nos distribuyó se anotaba que no se aceptarían
fotografías que no cubran íntegramente esos requisitos. Se precisaba que el
interesado debía comunicarlos al fotógrafo, antes de contratar el servicio y
que la Dirección General de Administración Escolar detendría la elaboración del
Título hasta que el alumno presentase las fotografías con los requisitos
establecidos.
Yo cometí el error de sacarme esas fotografías sin corbata, un enorme
bigote que cubría mis labios y además con barba. Por supuesto no me las
aceptaron.
No pensaba afeitarme la barba que había usado desde que salí del
colegio e ingresé a la universidad en Quito, cuando me gradué de arquitecto y
luego durante todo el tiempo que estudié en México, solo para cumplir aquel requisito
para la foto del Título de Maestría.
Lo de la corbata fue un capricho complementario, Estaba dispuesto a
graduarme con barba, bigote zapatista y sin corbata.
Sólo por estos detalles pilosos y traposos, me tocó llenar incontables solicitudes,
presentar decenas de formularios y fotocopias; golpear numerosas puertas y
hablar con muchísimas secretarias y funcionarios de la UNAM; el proceso fue
lento y tedioso; pero armado de toda la paciencia del mundo, di seguimiento a
la tramitación de mi solicitud para que se me permitiera graduar con barba y
sin corbata. Llegue a pedir cita y fui recibido primero por el secretario
General y luego por el Vicerrector Académico de la UNAM para plantearles mi
caso. Dada la dimensión de esa Universidad es casi como lograr una cita con un
Ministro de Estado sólo para hablarles de barbas y corbatas. Les conté que
usaba barba desde 1969, les argumenté que no tenía ni usaba corbata y sobre
todo que mis becas ya se habían terminado y no tenía dinero para tomarme
nuevamente las fotos (esto era relativamente cierto pues, dados los requisitos,
esas fotos eran realmente bastante caras).
El primer funcionario no me pudo ayudar y simplemente se “cerró a la
banda” argumentando que las disposiciones son claras “para todos” y que no
podía hacer una excepción en mi caso.
Al Vicerrector en cambio, parece que el caí simpático y luego de una larga charla e innumerables argumentaciones y explicaciones, cedió al fin. Me dijo que iba a hacer una excepción realmente muy especial sólo por tratarse de un estudiante extranjero. Dictó a su secretaria una disposición argumentada y salí de su oficina con la autorización firmada y sellada.
Al Vicerrector en cambio, parece que el caí simpático y luego de una larga charla e innumerables argumentaciones y explicaciones, cedió al fin. Me dijo que iba a hacer una excepción realmente muy especial sólo por tratarse de un estudiante extranjero. Dictó a su secretaria una disposición argumentada y salí de su oficina con la autorización firmada y sellada.
Soy el único graduado en toda la historia de la UNAM cuyo título tiene
una fotografía sin corbata y uno de los pocos con un gran bigote y enorme barba;
supongo que esta última disposición habrá variado en los últimos años pero
sobre el tema de la corbata no creo que se hayan flexibilizado los requisitos.
Una vez logrado ese éxito inicial, comenzó el calvario para lograr las
legalizaciones y certificaciones.
El documento que acreditaba el haber culminado mis estudios, suscrito por Miguel Hierro Gómez, Coordinador Académico-Administrativo de la División de Estudios de Posgrado, tiene fecha 08 de diciembre de 1980.
El acta de grado y el título de Maestro en Arquitectura (con barba y bigote y sin corbata)
suscritos por el Rector de la UNAM, Dr. Octavio Rivero Serrano y certificado por
el Secretario General, Lic. Raúl Béjar Navarro, tiene fecha 19 de enero de 1981.
Con el Acta de Grado y el Título en la mano, copias de esso documentos y una solicitud en el
formulario previsto para tal fin, obtuve una certificación suscrita por el Ing.
Guillermo Aguilar Campuzano, Coordinador de la Administración Escolar de la
UNAM sobre el registro del Acta y el Título en el libro respetivo en la misma fecha.
Posteriormente debí solicitar, pagar los derechos respectivos y obtener
una certificación de la Secretaría de Gobernación de México, respecto a que el
Dr. Rivero Serrano y el Lic. Béjar Navarro eran Rector y Secretario General de
la UNAM a la fecha de emisión del Título y respecto a la autenticidad de sus
firmas. Ese certificado estaba suscrito por el Lic. Daniel Magaña Subdirector
General de Gobierno y se anotó en el original de mi Título el 02 de febrero de
1981.
Luego hice un trámite muy parecido en la Secretaría de Relaciones
Exteriores. Se me exoneró el pago de derechos por haber sido becario del
Gobierno Mexicano y el 4 de febrero se me entregó el Título con una
certificación suscrita por el Subdirector de Servicios Consulares Don Gustavo
Maza Padilla, sobre la autenticidad de la firma de Lic. Daniel Magaña.
Finalmente me dirigí al Consulado General del Ecuador en México, en
donde el Segundo Secretario, Dr. Franklin Chávez Pareja, certificó la
autenticidad de la firma del Subdirector de Servicios Consulares, de la
Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Don Gustavo Maza Padilla. Allí
debí pagar los derechos respectivos y se me entregó el documento con los sellos
respectivos el 11 de febrero de 1981.
Lo había conseguido. En algo más de un mes tenía todos los papeles en
regla para poder regresar al Ecuador con título bajo el brazo. Tiempo récord.
He charlado luego con varios colegas y amigos y todos esos trámites les han tomado
más de tres meses, como término medio.
Traté de ayudar a Hernán para que pudiera obtener también su título
pero resultó realmente imposible. El primer y más grande obstáculo fue el de las
fotos. No nos olvidemos que esta historia data de 1981, no disponíamos de
Internet y el correo electrónico era desconocido. Traté de enviarle por fax los requisitos para
graduarse pero en Nicaragua estaban en guerra, no era fácil conseguir un sitio
donde tuvieran un receptor de fax y tampoco tenían papel.
A duras penas pude comunicarme por teléfono y traté de dictarle los
requisitos que debían cumplir las fotos. La comunicación se cortaba a cada rato
y Hernán a duras penas anoto varios de esos condicionamientos tan complicados.
Varios días después, me llegó un telegrama suyo, pidiéndome que le llame tal día,
a tal hora.
Así lo hice.
Me informó que en Nicaragua ese momento era imposible resolver el tema
de las fotos. Primero casi no se conseguía papel fotográfico, segundo nunca habían
oído hablar del tipo de papel requerido y tercero no conocían el formato oval
tipo “título” o tipo “filiación”. Era simplemente imposible que me pudiera enviar
esas fotos.
A duras penas logre entenderle que me había mandado por correo una foto
suya para ver que podían hacer con ella en un estudio fotográfico.
Le ofrecí ocuparme del asunto apenas me llegara la foto.
Cuando ésta por fin llegó, casi me caigo sentado, no sé si del terror o
de la risa. Sobre todo analizándola a la luz de los rigurosos requisitos que
enumeré anteriormente.
La foto en cuestión era una diapositiva tomada en el campo, Hernán
aparecía en ella con su pelo largo alborotado, vestía guayabera azul de manga
corta y se encontraba apoyado en el poste de una cerca de alambre de púas en
medio de un verde potrero tropical. No muy lejos de él una vaca blanca pastaba
plácidamente. La vegetación alta les llegaba a los dos a las rodillas.
Ingenuamente llevé la diapositiva al estudio fotográfico donde me había
sacado las fotos ovales (con barba y sin corbata). El fotógrafo se echó a reír.
En esa época no había fotoshop ni ningún otro recurso informático, habría tenido
que proyectar la foto en la pared y volver
a tomar una imagen en blanco y negro, procedimiento aquel que haría perder
calidad y nitidez al resultado final.
Pero suponiendo que se conseguía resolver el lío técnico de la calidad,
¿cómo hacer para quitar de la foto la cerca y la vaca?, ¿cómo hacer para
trasformar la guayabera en saco y corbata?, y ¿cómo peinar a Hernán para que
adquiera el aspecto de un respetable graduado de la UNAM, a partir del retrato de
un hippie en medio del potrero?.
Imposible. Hasta ahora el fotógrafo sigue riéndose y el titulo de
Hernán reposa en algún archivador de la División de Estudios de Posgrado de la
UNAM.
Yo regresé al Ecuador con mi Título pero nunca le hice refrendar en la Universidad
Central, ni en el CONUEP o en el CONESUP, porque querían cobrarme una fortuna. Hernán
regresó directamente de Nicaragua al Ecuador sin poder pasar por México. Cortó
con la revolución sandinista o más bien, con su pareja sandinista y nunca se
saco las fotografías ovales ni realizó todos los trámites para traer el Título.
La única pena de todo este enredo es que no he podido encontrar la diapositiva
de la guayabera azul para ilustrar este relato... así es la vida, ni modo.
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