martes, 22 de febrero de 2011

Egipto 6: El botadero de basura de El Cairo

Regresé a Egipto en 1996, diez años después de mi primera visita

En del “Tercer Foro Mundial del Agua” organizado por el Consejo de Concertación sobre Agua potable y Saneamiento (WSSCC) en Barbados (Oct./95), se creó un Grupo de Trabajo sobre “Gestión Comunitaria y relaciones con la Sociedad Civil” que coordinaba el Secretariado Internacional del Agua (SIA).

Raymond Jost, cabeza del SIA, organizó en El Cairo, en marzo de 1996, una reunión de planificación de las actividades de ese Grupo de Trabajo. A más de los colegas del WSSCC y del SIA se invitó a esa reunión a representantes de redes, ONGs y organizaciones de la Sociedad Civil de: África (Oriental y Occidental), de Asia, de Europa (Central y Oriental), del Magreb y el Oriente Medio (Machreq) y de America Latina.

Yo era en esa época vicepresidente del SIA y fui invitado a esa reunión como representante de America Latina..

El Cairo no había cambiado mucho, posiblemente había crecido pero seguía siendo una ciudad enormemente bulliciosa y activa, Hay dos cosas que llaman enormemente la atención en esa metrópoli: la utilización incontrolada del claxon que incrementa el ruido general de la ciudad hasta hacerlo casi insoportable y el uso de cobertores de tela que colocan los propietarios para cubrir sus vehículos mientras están parqueados, evitando que la pintura y los vidrios sean lijados y rayados por la arena que permanentemente lleva el viento del desierto.

A la reunión estaban invitados también representantes de algunas agencias de cooperación que podían estar interesadas en apoyar al Grupo de Trabajo, entre otras el Comité Católico de lucha contra el Hambre y por el Desarrollo (CCFD). La reunión estaba prevista para el lunes y varios de los participantes llegamos al hotel el sábado en la noche, así que invitados por dos colegas del CCFD aprovechamos el domingo para visitar un proyecto que ellos apoyaban en El Cairo.

Se trataba de una iniciativa de unas monjas francesas que genera trabajo e ingresos para jóvenes mujeres de las barriadas populares de la ciudad, a través del reciclaje de los residuos limpios de la industria textil. Las muchachas tejen diversos modelos de bolsos y carteras trenzando y entramando hábilmente, los retazos multicolores de telas que desecha la industria de confección luego de los cortes necesarios para hacer vestidos de toda índole (incluso los cobertores de los carros).  

Fue muy interesante visitar las grandes bodegas, las áreas de clasificación y sobre todo las mesas de tejido y las áreas de almacenamiento de los productos terminados. El trabajo se hacía todo a mano y las bolsas se vendían como sacos de playa, fundas para el mercado, carteras para damas, bolsos para deportistas y muchos otros usos. Lo interesante era que tenían salida no solo en Egipto sino que se exportaban a Europa en el marco del llamado “Comercio Justo”.

El proyecto se encontraba en una zona no muy distante del botadero de basura de la ciudad, donde también trabajaba el CCFD en otro proyecto de apoyo a jóvenes recicladores, así que cuando nos propusieron visitar también esa iniciativa, aceptamos sin dudar. Conseguimos dos o tres taxis para llegar allá con todo el grupo y luego de un breve recorrido, desembarcamos con los responsables del proyecto, que iban a servirnos de guías, en una estrecha callejuela por la que ya era imposible que los vehículos pudiesen avanzar.

Para llegar al botadero recorrimos un laberinto de pasajes y pequeñas calles en muy mal estado, llenas de tierra y de desechos compactados por el paso de carretas tiradas por asnos, pero también por mulas, caballos y camellos, con las que nos topábamos a cada instante. Debíamos pegarnos con la espalda contra los muros de las casas para que estos vehículos pudiesen pasar sin atropellarnos. Lo increíble era que se trataba de callejas con circulación en los dos sentidos. En un sentido salían carretas cargadas de desechos y en el otro, regresaban vacías, en busca de una nueva carga. El polvo y el hedor hacían casi insoportable el recorrido. Al principio pensamos que iba a ser imposible continuar, incluso dos o tres personas se regresaron. Pero, poco a poco, nos fuimos habituando; usamos pañuelos para cubrirnos nariz y boca, tratando de protegernos de ese aire irrespirable, cuyo impacto se acentuaba con el gran calor del medio día.

El Cairo tenía cerca de ocho millones de habitantes y algunos urbanistas pensaban que incluso podía albergar una población mayor ya en esa época. La ciudad generaba entre seis y nueve mil toneladas de basura todos los días. Desde hace más de cien años, la recolección de basura había estado a cargo de los “zabbaleen” (basureros en árabe). Estas personas, la mayoría de religión “Copta” (cristianos ortodoxos), recogen la basura en toda la ciudad. En los últimos años hay un sistema de recolección que lleva todos los desechos al botadero pero aun desde allí, los “zabbaleen” recuperan la basura y la conducen en carretas a sus casas para reciclarla.

El barrio en el que nos encontrábamos se llama “Mokattam”, posiblemente fue un barrio de clase media baja hace muchos años o si se originó como un barrio popular pobre, evidencia ahora que se ha ido consolidando con el pasar del tiempo, pues sus edificaciones son sólidas, muchas de varios pisos. Sin embargo lo inusual y absolutamente extraordinario es que todos sus habitantes y, en todas las casa y edificios, las familias conviven con la basura. Se calcula que más del 80% de la basura de El Cairo se separa, segrega y recicla en ese barrio. 

Las plantas bajas de todas las casas son depósitos de la basura en bruto; en medio de montañas pestilentes hombres y mujeres de todas las edades, separan y llevan hacia otras habitaciones de las plantas altas, al igual que a patios y terrazas, los desechos separados. En unos se acumulan botellas y envases de vidrio, en otras plásticos, más allá cartones, papeles y tejidos, en otro lugar, chatarra y objetos de metal de todo tipo, y en muchos casos, viejos electrodomésticos y material electrónico e informático. Todo se separa y se vende. En muchas casas hay también industria de reciclaje doméstica o comunitaria que da nueva vida a los desechos en objetos utilitarios y artesanías.

En medio de todo ese caos desarrollan su vida las familias. Pudimos visitar algunas casas; en ellas en varios cuartos que también son depósitos, la gente cocina, come y duerme y, por supuesto, en otros, hacen sus necesidades entre la basura. En las plantas bajas de todas las casas hay animales, generalmente cerdos, que se engordan consumiendo los desechos orgánicos que van quedando luego de que las personas recogen los materiales reciclables. Todos estos animales viven y defecan in situ, dentro de las casas.

Todas las casa son adosadas y sin ningún tipo de retiro o espacio abierto, por tanto los animales no viven fuera, sino dentro de las viviendas. No tienen idea del olor, el calor y la nube de vapores que se “respiran” en cada domicilio de la “ciudad de la basura”. Alguno de nuestros guías nos hizo notar que si bien la crianza de cerdos, fuente adicional de ingresos, era característica de las familias coptas, había casas donde en lugar de esos animales, los propietarios criaban cabras, evidenciando el origen musulmán de sus habitantes.
 
Los desechos orgánicos descompuestos, mezclados con el excremento de los animales, es material muy cotizado por los agricultores. Desde que las grandes crecidas del Nilo dejaron de ser el medio de fertilización de las orillas cultivables, la desertificación va ganando terreno a las otrora fértiles vegas del río. Los cultivos demandan más y más abono para evitar que la producción decaiga, así que los “zabbaleen” complementan sus ingresos con la venta periódica de compost fabricado con el método de cerdos y cabras actuando como “digestores vivos” en las propias casas.

La insalubridad, las enfermedades, el desaseo son inimaginables. Pero a la larga, también la pobreza. Hay estudios que muestran, según nos mencionaron nuestros guías, que el ingreso promedio de una persona que vive de estos procesos de recolección, selección y reciclaje de la basura, es del orden de entre un dólar y un dólar cincuenta centavos por día. Si se piensa que hay más de medio millón de personas que viven de la basura en El Cairo, pude uno darse cuenta del tamaño de esta realidad tan impactante.

Pero si impactante fue el recorrido por esos barrios, la visita al botadero casi nos deja sin aliento. Este monumental depósito es algo parecido a esas gigantescas minas a cielo abierto que se ven en diversos confines del mundo. En una especie de cráter, mucho más grande que un estadio de fútbol con graderías incluidas; decenas de camiones y volquetas ingresan por uno de sus costados, depositan permanentemente toneladas de desechos y luego salen por otro lado.  Seis tractores de oruga, tres grandes y tres más pequeños, mueven la basura en toda el área para que ésta no se acumule en la zona de descarga. Seis cargadores de pala frontal recogen la basura y van cargándola en las carretas de tracción animal que se alinean en una interminable fila que ingresa como un gigantesco ciempiés por otro costado, opuesto al del ingreso de los camiones. Cada carreta recibe su carga y sube dificultosamente  hacia una salida que conduce al laberinto de pequeñas calles para enrumbarse a las diversas casas de este gigantesco barrio que rodea al botadero. La escena es muy cercana a una visión infernal: el hedor, el ruido y humo de los motores, los gritos de los carreteros y de quienes reclaman por su turno o protestan cuando un frágil jamelgo obstruye el paso al no poder avanzar por el peso de su carga, sumado a una especie de neblina que se eleva densa en medio del calor, hace de ésta una de las imágenes y experiencias sensoriales más dantescas que he tenido en mi vida.

Hice una entrevista, registrada en más de una hora de video, al responsable del enorme botadero, es un material en bruto realmente fantástico, sin embargo no he podido editarlo y está allí, en espera del momento adecuado. 

Al salir de allí y ver de nuevo, camino al hotel, el cielo azul, las palmeras y flores de otras zonas de la capital de Egipto y luego, al tomar una ducha para sacar una sensación de mugre que se siente en el cuerpo, una especie de alivio se apoderó de mí. Sin embargo, al comentar la experiencia con los demás colegas, frente a una cerveza helada, coincidimos todos en que lo que no pudimos sacarnos luego de la visita era una suerte de extraña sensación de opresión en el alma.

2 comentarios:

  1. Hola...conozco a Mario y es una persona fascinante..les recomiendo seguir este blog..felicidades!..comparto contigo acerca de El Cairo ..a mi tambien me impresiono cuando lo visite..mas que todo por la falta de semáforos..un caos de ciudad..saludos

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  2. Mario: Muestras muy biene sa realidad. Cuando se habla de reciclaje, normalmente se considera a los hombres, pues ellos están en las calles. En realidad se trata de actividades familiares, donde las mujeres y hasta los niños, cumplen una importante, aunque invisible labor. Mira lo que escribí con Teresa Cabrera: https://idl-bnc.idrc.ca/.../10625/50077/1/IDL-50077.pdf

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