Corría
el año 1975. Yo era estudiante de la Facultad de Arquitectura (de la
Universidad Central del Ecuador, la única facultad de arquitectura existente en
Quito, habría que aclarar, ahora que han proliferado las facultades que ofrecen
esa carrera en otras universidades de la ciudad y del país).
Junto
con mi amigo Carlos Jácome habíamos sido electos representantes de los
estudiantes al Consejo Directivo de la Facultad. Los profesores que formaban
parte de ese cuerpo colegiado eran los arquitectos Mario Solís, decano, Ramiro
Pérez, sub-decano, Carlos Velasco y Oswaldo de la Torre.
Carlos
y yo habíamos acabado el quinto curso de la Facultad y nos disponíamos a iniciar
el curso pre-profesional en el período 1975 – 76, en ese curso los egresados de
la Facultad debían desarrollar una tesis de graduación para optar por el título
de arquitecto.
Tres
años antes, a principios de 1972, se había organizado en la capital de la provinvia de Chimborazo, la ciudad de Riobamba, la cooperativa
popular "Santa Faz". La
cooperativa se conformó con familias pobres de esa ciudad que vieron esa forma
de asociación como una alternativa para enfrentar el problema de la vivienda. Recibieron
el apoyo de ese gran visionario que fue el Obispo Leónidas Proaño y su equipo
de colaboradores, entre otros el padre Estuardo Gallegos, con quien llegué a
establecer una gran amistad que perdura hasta ahora.
Para
poder resolver la búsqueda de un terreno adecuado para su programa de vivienda
y contar con asesoría técnica para el diseño tanto de la urbanización cuanto de
las viviendas, la cooperativa se vinculó a la Facultad de Arquitectura en 1974
durante el decanato del arquitecto Mario Solís.
En
esos años corrían vientos de cambio en la universidad ecuatoriana y en nuestra Facultad
se “buscaba orientar la enseñanza de la arquitectura hacia la solución de
necesidades sociales en el orden espacial”. Se habían implementado sistemas de
enseñanza - aprendizaje, capaces de
conjugar el trabajo académico con la realidad.
Ante
la solicitud de la Cooperativa Santa Faz, la Facultad pensó en estructurar un
taller para que un grupo de docentes y estudiantes pudiera encargarse de esa
experiencia académico - productiva de
diseño y construcción.
Arq. Lenin Oña |
Cuando
llegó el pedido de la Cooperativa “Santa Faz”, ese taller aceptó hacerse cargo de las
tareas referidas al diseño de su programa habitacional , tanto que
pasó a llamarse Taller “Otavalo-Riobamba”.
El Taller
previó una investigación inicial tendiente a conocer el medio social y
geográfico en el que se ubicaba el
proyecto y emprendió diversas tareas para encontrar un terreno adecuado
para la urbanización. Posteriormente, en un proceso conjunto de cooperados y estudiantes, se definieron las premisas del diseño y, en una acción educativa mutua, se ejecutaron
los anteproyectos de la urbanización, las viviendas y los equipamientos así como
los estudios económicos preliminares para poder hacerlos realidad.
La
vinculación del Taller con la Cooperativa dio sus primeros frutos dos años
después con la aprobación municipal del anteproyecto realizado por los
estudiantes del Taller.
Jorge Di Paula, Mario Solís y Sócrates Ulloa |
Ese
año habían egresado del Taller tres estudiantes que acabaron el quinto curso,
Diego Carrión, Hernán Burbano y César Rosero. Diego comenzó de inmediato su
tesis “Renta del suelo y segregación urbana en Quito”, bajo la dirección de
Alfredo Rodríguez; Hernán y César optaron por enfrentar la suya, encargándose
del “Programa de Vivienda para la Cooperativa Santa Faz” bajo la dirección de
Lenin Oña.
Sin
embargo, simultáneamente, Carlos y yo, presentes en la sesión del Consejo
Directivo en la que se trató el pedido de la Cooperativa Santa Faz, decidimos
también encargarnos del “Programa de Vivienda para la Cooperativa Santa Faz”
como tema de tesis.
Cuando
nos enteramos que los cuatro estábamos tras la misma tesis, llegamos un acuerdo
muy simple: la tesis “Programa de Vivienda par la Cooperativa Santa Faz de Riobamba"
se iba a realizar como un trabajo colectivo del grupo integrado por Hernán
Burbano, Carlos Jácome, César Antonio Rosero y Mario Vásconez.
Bajo la dirección de Lenin Oña, nos
lanzamos a una aventura académica vinculada a la realidad social de las
familias de Santa Faz que nos dio grandes satisfacciones, un montón de
problemas y una enorme experiencia como profesionales y seres humanos
preocupados por el país y la realidad de nuestras ciudades.
En un
primer momento recopilamos y sistematizamos el trabajo del Taller; actualizamos
y completamos las investigaciones; reajustamos el marco teórico y las hipótesis
investigativas y de diseño y tomamos acuerdos finales con los moradores. En un
segundo momento concretamos el anteproyecto de nuestra propuesta y luego de su
valoración por parte de los cooperados emprendimos las tareas de diseño y
dibujo de los proyectos definitivos (arquitectónicos y de ingenierías) de la urbanización
y de las viviendas; ejecutamos los diseños de mobiliario y de variantes de uso
de las casas, establecimos las necesidades y posibilidades presupuestarias y
financieras de la urbanización y las viviendas; estructuramos las
especificaciones técnicas; realizamos los estudios de laboratorio de los
materiales más importantes y obtuvimos la aprobación municipal del proyecto
definitivo.
Sin
embargo, esto que se resume tan rápidamente nos tomó dos años. Es que resultó
prácticamente imposible compatibilizar las exigencias académicas, los
cronogramas y los plazos de la Facultad con las exigencias de la cooperativa,
los tiempos y los plazos de la realidad.
Los
profesores del curso pre-profesional nos citaban en un día determinado para dar
cuenta de los avances de nuestro plan de tesis y ese mismo día debíamos
presentar en la empresa eléctrica de Riobamba el anteproyecto de tendido
eléctrico y de iluminación de los terrenos de la cooperativa…
Según
el cronograma del pre-profesional, en una fecha determinada debíamos entregar
los resultados de la investigación inicial que diera cuenta de la “existencia
del problema que la tesis pretendía resolver” y ese mismo día la cooperativa
nos llamaba para pedirnos, casi suplicarnos que asistiéramos a una sesión en el
cabildo de la ciudad pues un grupo de concejales se oponía a autorizar la
ejecución de una urbanización popular en una zona importante para la expansión
urbana residencial. Era imperativo que diéramos una explicación pormenorizada
de nuestra propuesta y sobre todo, que demostrásemos a esos personajes de
traje, gomina, corbata y bigote que
Santa Faz no iba a ser un tugurio lleno de casuchas sino una urbanización
agradable, llena de árboles, flores y casas de buena factura arquitectónica. Un
modelo a replicar para otras urbanizaciones populares.
Los
arquitectos Antonio Narváez, Gonzalo Bustamante, Alfredo Novillo y Winston
Yépez que dirigían el curso
pre-profesional, nos exigían que en una determinada fecha, establecida en los
rigurosos cronogramas con que se manejaban, presentásemos un volumen impreso
con los resultados de la primera parte de la tesis, en papel INEN A-4, en letra courier doce, a doble espacio… y nosotros estábamos a rompe
cincha, diseñando los planos de los tendidos de agua potable y de ingeniería
sanitaria para que la Empresa de Alcantarillado y Agua Potable de Riobamba
diere su visto bueno antes de la presentación del proyecto arquitectónico al
trámite de aprobación municipal de la urbanización de la cooperativa Santa Faz.
Esas
incompatibilidades rompieron en la práctica “el vínculo del trabajo de la
universidad con las más acuciantes necesidades sociales”, dieron al traste con
la búsqueda de “sistemas universitarios experimentales capaces de conjugar el
trabajo académico con la producción”,
partieron en dos “la vinculación docente-estudiantil con las
organizaciones populares que luchan por el mejoramiento de sus condiciones de
vivienda”…
No
logramos que nos dieran un trato espacial para que los cronogramas y exigencias
académicas fueran más flexibles, aún tratándose de un trabajo que respondía a
un convenio y compromiso serio de la Facultad con la organización popular.
Así
que un buen día tomamos una decisión. Íbamos primero a lograr la aprobación de
los planos para que la Cooperativa pudiera iniciar las obras de
urbanización y la construcción de las viviendas… y luego terminaríamos la tesis. Fue una
decisión audaz que nos llevó un año adicional de trabajo. Nuestros compañeros
de promoción se graduaron en 1976 y nosotros recién pudimos hacerlo en junio de
1977. Pero así es la vida y todo lo vivido y trajinado en ese período nos dejó grandes
conocimientos y satisfacciones.
En
Julio de 1977 la Facultad reconoció la
importancia de nuestro trabajo como un aporte a la “nueva universidad vinculada
a las necesidades populares” e editó el plegable: “Riobamba: Programa de
vivienda Cooperativa Santa Faz”, tendiente a divulgar en el medio universitario
y sobre todo entre los profesores y estudiantes de arquitectura, los principio,
contenidos, retos y realizaciones de lo que fue nuestra tesis.
Incluía
unas pocas líneas de “antecedentes” sobre la cooperativa y su vinculación con
la Facultad, otras pocas sobre “el problema de la vivienda en Riobamba”, un
extenso enfoque sobre “el proceso de diseño”, una “síntesis del proyecto”
(acompañada de algunos gráficos de la propuesta de urbanización y de las
viviendas), un apretado enfoque sobre “la factibilidad de la construcción” y la
necesidad de “asistencia técnica para llevar adelante la propuesta” y, a manera
de conclusiones, unos pocas líneas sobre “una concepción diferente de la
vivienda popular”…. Para rematar se incluía otra cita de Salinas y Segre: "…el objetivo último de nuestra acción: construir
con las técnicas más avanzadas, el marco de vida apropiado para la nueva
sociedad, donde sus miembros como conjunto y cada uno individualmente,
encuentren en cada instante los espacios apropiados para el desarrollo de la
vida a plenitud…”
Como parte de nuestra tesis nos habíamos comprometido a construir los dos primeros prototipos de las viviendas. Hernán, César y yo nos vinculamos al equipo de Extensión Universitaria de la Facultad (Carlos no pudo hacerlo pues contrajo matrimonio en ese período y sus responsabilidades domésticas le exigían emprender el trabajo profesional en otros rumbos); los tres dirigimos la construcción de la línea magistral de alcantarillado y de las primeras viviendas.
El
contenido del folleto se iniciaba con una cita de Salinas y Segre: "... se
ha llegado a comprender que configurar el hábitat no significa colocar simples
paralelepípedos uno al lado del otro, pues por hábitat se ha de entender una
variación de espacios urbanos que se adecúen a las diferentes exigencias de la
vida social y donde el usuario no se sienta un factor anónimo, una pieza de un
mecanismo, sino un ser humano con sus particularidades, que deben
exteriorizarse en el marco de acción de su vida cotidiana" (de: El diseño
ambiental en la era de la industrialización)
Como parte de nuestra tesis nos habíamos comprometido a construir los dos primeros prototipos de las viviendas. Hernán, César y yo nos vinculamos al equipo de Extensión Universitaria de la Facultad (Carlos no pudo hacerlo pues contrajo matrimonio en ese período y sus responsabilidades domésticas le exigían emprender el trabajo profesional en otros rumbos); los tres dirigimos la construcción de la línea magistral de alcantarillado y de las primeras viviendas.
Viajábamos
a Riobamba todas las semanas para programar las actividades y verificar el
cumplimiento de las tareas previstas. Las dos primeras casas de 63 m2 cada una,
tenían losas conformadas por viguetas prefabricadas, apoyadas sobre muros
portantes y cimientos lineales.
En otro relato detallaré con más detenimiento los
principios en los que se basaba el diseño: coordinación modular, flexibilidad,
convertibilidad y adaptabilidad, innovaciones tecnológicas simples y producción
en talleres comunitarios de una serie de elementos constructivos.
En ese
trabajo contamos con el aporte de los cooperados en equipos de autoconstrucción
junto a obreros especializados (albañiles, electricistas y plomeros) y la
participación conjunta de moradores y estudiantes de la Facultad de arquitectura
en divertidas mingas.
La Facultad
editaba en esos años una revista informativa sobre temas de arquitectura y
urbanismo, en el número 6 de esa publicación periódica, lanzada en abril de
1978 hizo una amplia reseña sobre la tesis, con ocassión de la inauguración de las dos primeras viviendas.
El
informativo, de catorce páginas, estuvo a cargo de Eduardo Kingman y se refería
al Programa de Santa Faz como “una experiencia académica-productiva innovadora en
el diseño y la construcción”; daba cuenta de la estructura agraria y del
proceso migratorio en la provincia del Chimborazo y del problema de la vivienda
en Riobamba como introducción a los planteamientos de la Cooperativa Santa Faz
para enfrentar esa situación. Analizaba luego nuestra propuesta urbana: “un
nuevo tipo de urbanización” y describía “el proyecto” y la “factibilidad
constructiva” del mismo. A continuación se centraba en el tema de las
viviendas: “su enfoque”, “su planteamiento” y “aspectos técnicos de la
construcción”. Terminaba con una serie de conclusiones y recomendaciones que
remataban con un llamado a impulsar la extensión universitaria.
“En la medida en que la estructura académica actual de la Facultad se modifique, adquiriendo mayor flexibilidad o se impulsen otro tipo de mecanismos, como el de un departamento de extensión universitaria, al cual puedan vincularse estudiantes y profesores comprometidos con los problemas de nuestra realidad, el desarrollo de trabajos de esta índole puede tener mayor validez, tanto en el campo académico-profesional, como en el aporte efectivo que se puede brindar a los sectores afectados por diversos problemas concretos vinculados a la arquitectura y al urbanismo”.
La
inauguración de esas casas fue motivo de una gran fiesta a la que asistimos los
cuatro. Durísima experiencia. Todos los cooperados querían brindar con nosotros
y debimos tomar, uno tras otros, decenas de vasos de los más diversos tragos y
mezclas explosivas; ron, whisky, anisados -de diversos nombres y procedencias-
y aguardiente de caña, puro o combinado con jugos y gaseosas de todos los
colores imaginables…, casi siempre con azúcar, limón y hielo del Chimborazo…y
en muchas ocasiones, batidos con clara de huevo…
Los
resultados, como es de suponer fueron devastadores y apenas logramos
sobrevivir...
Noche
agitada, cobijados solo con el frío de Riobamba y chuchaque de antología que
nos sacamos con los famosos jugos y pepinillos encurtidos de don Hugo y los
célebres hornados del mercado de esa
ciudad.
Hasta
ahora se me da vueltas la cabeza, al recordar esa aterradora experiencia…
Cuando
Hernán y yo viajamos a México en septiembre de 1978 para una nueva aventura
académica, esta vez un posgrado en la UNAM, la Facultad encargó la construcción
de las viviendas de la cooperativa Santa Faz a un equipo de Extensión
Universitaria a cargo del arquitecto Luis López (el Tucho López) quien había
sido también alumno del Taller Otavalo – Riobamba y se graduó un año después
que nuestro grupo.
La urbanización
estaba conformada por 172 casas; Tucho construyó 46 viviendas que junto a las 2
que edificamos nosotros, llevó a culminar hasta fines de 1980 las cuatro
primeras manzanas ( Etapa I del conjunto) para que las familias fundadoras
de la Cooperativa “Santa Faz” pudieran acceder a su vivienda.
A mi
regreso de México en enero de 1981 tuve la ocasión de asistir a la inauguración
de esas viviendas. Fue un acto muy emotivo pues los cooperados llegaban a ser
propietarios de lindas casas, construidas con muy buenos materiales y acabados,
en el marco de una atractiva urbanización… se hacía realidad, una utopía luego
de nueve años de lucha, esfuerzos y sacrificios. Un verdadero éxito.
Mis
colegas y amigos Carlos Velasco y Lenin Oña eran en esa época decano y
sub-decano de la Facultad; ellos asistieron a la inauguración de la primera
etapa de Santa Faz y recuerdo que nos acompañó también nuestro común amigo
Jorge Núñez, actual Director de la Academia Nacional de Historia, en esa época
secretario-abogado de la Facultad.
En su
intervención, Vicente Piñas, presidente de la Cooperativa, resaltó la acción
titánica de la gente para lograr un sueño que se hacía realidad ese día y
agradeció la labor de todos cuantos
habíamos colaborado desde la Facultad de arquitectura. Concluyó que el
slogan de “la universidad junto al pueblo” en ese caso, había llegado a ser una
realidad concreta, verificable y fructífera.
Al
poco tiempo pasé un concurso para emprender tareas docentes en la Facultad de
arquitectura. Comencé a dar clases en el taller de proyectos, actividad que me
mantuvo vinculado a la Universidad Central por muchos años. Apenas iniciadas
las clases, Patricio Mena Durini, decano de la Facultad, me convocó para
comentarme que habían recibido una comunicación de la cooperativa Santa Faz
solicitando que la Facultad se hiciera cargo de la dirección técnica de la
construcción de la tercera etapa de su programa habitacional y quería
proponerme duplicar mi tiempo de dedicación para que yo pudiera hacerme cargo
de esas tareas, pues la Facultad no había logrado dar continuidad al
departamento de Extensión Universitaria, y no contaba ahora con los recursos
necesarios para hacerlo. La única forma de atender el pedido de la Cooperativa
era asignar un profesor que pudiera realizar las visitas técnicas, el
seguimiento, monitoreo y control de las obras como parte de sus
responsabilidades académicas.
Sacando
cuentas la propuesta no era atractiva pues yo debía pagarme mis viajes y
alimentación en Riobamba, pero acepté de todas formas… por razones afectivas y
de compromiso con la gente. Le mencioné que la asesoría técnica a Santa Faz
también debía reconocerse como un aporte del Centro de Investigaciones CIUDAD,
institución donde yo trabajaba, puesto que los días que debería desplazarme a
Riobamba serían jornadas improductivas mías para la oficina.
El decano aceptó y comencé entonces el trabajo en la Etapa ll de Santa Faz que culminó con todo éxito con la inauguración de otras 24 viviendas (2 manzanas adicionales) realizadas con financiamiento estatal y la construcción de algunos equipamientos, con la participación de la Facultad y el apoyo de CIUDAD. Ese trabajo lo ejecuté desde fines de 2001 y culminó en julio de 1983.
El decano aceptó y comencé entonces el trabajo en la Etapa ll de Santa Faz que culminó con todo éxito con la inauguración de otras 24 viviendas (2 manzanas adicionales) realizadas con financiamiento estatal y la construcción de algunos equipamientos, con la participación de la Facultad y el apoyo de CIUDAD. Ese trabajo lo ejecuté desde fines de 2001 y culminó en julio de 1983.
Ese
también fue un período muy enriquecedor. Las familias que integraban el grupo
de beneficiarios de esta nueva etapa eran entusiastas y colaboraban con gran
energía en todas las acciones en las que se comprometían: trámites, gestiones o
participación en mingas y tareas comunitarias. Tuve muy buena relación con
ellos y las edificaciones se hicieron sin contratiempo.
En
varias oportunidades programé también la participación de mis estudiantes en
mingas para la habilitación del terreno, excavación de cimientos, fundición de
columnas o de losas y pintura y jardinería al final del proceso.
Para
los estudiantes fue una interesante forma de aprendizaje práctico, ensuciándose
las manos y las botas y disfrutando de participar junto a las familias
-hombres, mujeres y niños- que metían el hombro para ir dando forma a sus
futuras viviendas.
Tuve la oportunidad de colaborar en la construcción de otras 24 casas (otras 2 manzanas) entre 1986 y 1987, solo con mi apoyo en las tareas de asistencia técnica (como parte de mis actividades en CIUDAD), pues la facultad ya no pudo seguir dándome un tiempo de docencia para esta tarea.
Tuve la oportunidad de colaborar en la construcción de otras 24 casas (otras 2 manzanas) entre 1986 y 1987, solo con mi apoyo en las tareas de asistencia técnica (como parte de mis actividades en CIUDAD), pues la facultad ya no pudo seguir dándome un tiempo de docencia para esta tarea.
Casi al final de esa Etapa III, mi amigo el padre Estuardo Gallegos descubrió ciertos malos manejos de los asesores seglares que originalmente había trabajado en la parte organizativa y de capacitación por encargo de la curia… Durante la segunda etapa y luego, en la tercera, estas personas adquirieron poder y pasaron a tener un rol protagónico en el manejo de recursos y en el control mismo de la Cooperativa. Estuardo les denunció pero la gente defendió a quienes consideraba sus líderes y pilares de apoyo.
A mí
me dio mucha rabia y enorme pesar este colofón inesperado de toda una historia
de luchas y utopías compartidas, de esperanzas y realizaciones ciertas, de
sudores y sonrisas de satisfacción….
El
descubrimiento de estas pillerías me llevó a alejarme definitivamente de Santa
Faz, creo que ni siquiera asistí a la inauguración de las viviendas de esta tercera etapa que estaban prácticamente terminadas cuando se conocieron todos
los enredos en los que habían caído estas personas en las que todos
confiábamos.
En los
años siguientes regrese a Riobamba por otros asuntos en dos o tres ocasiones,
pero no puse un pie en la cooperativa. Apenas hace un año, en 2014, Estuardo
quien continúa activo en su trabajo pastoral, me invitó a dar una charla sobre
el tema de la vivienda a los miembros de una nueva cooperativa a la que está
apoyando.
En esa
ocasión me di un salto por Santa Faz y pude ver que a pesar de que ha habido
muchos cambios, la urbanización sigue allí muy parecida a como fue diseñada. Es
evidente que las siguientes etapas, en las que ya no tuvimos ninguna
participación ni la Facultad ni yo en lo personal, se construyeron para
sectores más acomodados… ya no para familias realmente pobres como las que
obtuvieron su vivienda en la primera etapa.
En las nuevas etapas la mayoría de las casas tienen ahora dos y tres pisos y en muchos casos los propietarios se han tomado los jardines que fueron diseñados como áreas verdes comunitarias, para cercarlas y utilizarlas como jardines privados o para construir un segundo piso.
En las nuevas etapas la mayoría de las casas tienen ahora dos y tres pisos y en muchos casos los propietarios se han tomado los jardines que fueron diseñados como áreas verdes comunitarias, para cercarlas y utilizarlas como jardines privados o para construir un segundo piso.
Las
casas de la primera etapa, en su mayoría, siguen siendo modestas, como eran
desde esa época los ingresos de las familias a las que se entregaron.
En la
zona que habíamos previsto para equipamientos colectivos, existe un plantel
educativo y una casa comunal pero no se han dado continuidad a una serie de
talleres que se previeron para generar ingresos y dar trabajo a los cooperados,
tampoco se han construido los equipamientos comerciales y de servicios que se
habían previsto, más bien en muchas casas han aparecido como acontece en
cualquier barrio popular de nuestro país un cantidad de tiendas y talleres y
las áreas previstas como zonas verdes y de recreación e incluso en varios de los
pasajes peatonales, se han abierto calles para el tránsito vehicular, una
evidencia más de que el grupo humano al que se acogió en las siguientes etapas
pertenecía a un estrato de mayores ingresos pues muchas de las familias poseen
vehículos.
En
fin… tuvimos un sueño… pero es obvio que todo puede cambiar con el paso del tiempo…
Total han transcurrido más de cuarenta años desde que decidimos meterle el
hombro al tema habitacional, trabajando nuestra tesis con la gente de la
Cooperativa Santa Faz.
Pero
como dice el dicho “lo bebido y lo bailado nadie nos lo puede quitar…” y yo
añadiría que los “sueños tampoco”…
Los avatares de la relación entre la universidad y la población aún siguen siendo los mismos. Es una pena que la "extensión universitaria" que yo conozco en estos días sea peor. No se formarán arquitectos con calidad. Felicitaciones por escribir la valiosísima experiancia, querido Mario.
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