jueves, 7 de julio de 2011

Europa 2: Continuación: El Programa Red-Des: Vuelta a Europa en Minivan



Como ya he relatado, entre el 30 de septiembre y el 12 de octubre de 2001 con un grupo de colegas latinoamericanos emprendimos desde Barcelona un periplo por once ciudades de otros cinco países europeos: Lyon, Lille y París (de Francia); Bonn, Aachen, Colonia y Stuttgart (de Alemania); Liege, Brujas y Bruselas (de Bélgica) y La Haya (de Holanda).
Esta gira la programamos para buscar apoyo de diversas agencias de cooperación con miras a presentar a la Unión Europea un Programa por demás ambicioso que habíamos estructurado  de forma colectiva, luego de un trabajo previo de muchos meses.  El programa lo denominamos Red-Des y su nombre completo era más complicado: “Gestión local para un desarrollo sostenible: construyendo participación, conocimiento e innovación”.

“Red-Des” se iba a desarrollar durante tres años, en localidades intermedias (municipios, cantones, comunas, etc.) y zonas de ciudades grandes de siete países de América Latina (Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela); apuntaba a la formación de agentes de cambio para una gestión democrática y participativa para el desarrollo local, con énfasis en la gestión ambiental sostenible. El programa iba a ser impulsado por nueve ONGs de la región: CERES (Bolivia), POLIS (Brasil), FORO y CEHAP (Colombia), SUR (Chile), CIUDAD (Ecuador), DESCO y CIDAP (Perú) y CESAP (Venezuela).

“Red-Des” buscaba capacitar a diversos actores locales y realizar intervenciones, orientadas a solucionar necesidades acuciantes, que sirviesen para ejemplificar una gestión democrática-participativa y propiciar cambios en las políticas para un desarrollo local sostenible.

Estructuramos esa propuesta junto con Carlos Guerrero y como el monto requerido era bastante considerable, vimos que resultaba indispensable conseguir apoyo de varias  agencias europeas de cooperación para poder presentarla a la siguiente “convocatoria” o “concurso de propuestas” que abriría en Bruselas, la Comisión Europea.

Conseguir su participación no era sencillo pues, no sólo debían estructurarse en Consorcio para presentar conjuntamente la propuesta, sino que debían garantizar la consecución del 15% del presupuesto, de fondos privados europeos, para que la propuesta pudiese pasar los complicados filtros del concurso. Así que decidimos emprender una gira por Europa para conseguir ese apoyo.

Planeamos el viaje con el apoyo de Carlos y los colegas de ASDE. Planificamos el recorrido, las citas, las reservaciones de hotel y la logística. Se debían prever visas, cambios de moneda (en esa época todavía no se había introducido la moneda única europea), escalas, alimentación, etc. Todos llegamos a Barcelona entre el 29 y el 30 de septiembre y del 01 al 12 de octubre realizamos ese maravilloso periplo.

Los involucrados en ese viaje fuimos: Humberto Vargas de CERES-Bolivia, Rafael Rueda de CEHAP-Colombia, Esperanza González de FORO-Colombia, Olga Segovia de SUR-Chile, Mario Vásconez  y Jorge García de CIUDAD-Ecuador,  Samuel Yánez de CIDAP-Perú, Abelina Caro de CESAP-Venezuela y Carlos Guerrero de ASDE-España. Arrendamos un minivan para el grupo y Tito Vargas que llegó con su esposa Natalia debió arrendar un pequeño vehículo para poder seguirnos en la gira.

En un relato anterior presenté la primera parte de este periplo que nos llevó, entre el 2 y el 4 de octubre, de Barcelona -donde nos reunimos en ASDE e INTERMÓN-, a la ciudad de Lyón, allí pasamos la noche y luego fuimos a Bonn -donde tuvimos una reunión de trabajo en EED- y a Aachen -donde se encontraba la sede de MISEREOR- y regresemos luego, a pernoctar en Bonn.

El viernes 5 de Octubre salimos a las 6 de la mañana rumbo a Colonia –distante apenas 36 Kilómetros de Bonn, pero teníamos una cita a las ocho con Michael Funcke-Bartz del Grupo de Infraestructura y Comunicación - CDG. Teníamos una vieja amistad con Michael desde hacía más de quince años, Diego Carrión de CIUDAD, Federico Arnillas de CIDAP, María clara Echeverría de CEHAP y Tito Vargas de CERES habían trabajado con él la propuesta de lo que, un par de años después, fue el Programa FORHUM, que fue originalmente presentado al Ministerio de Cooperación Alemán ente que, por diversas razones, no aprobó la propuesta. Por ello, María Clara a la sazón directora del CEHAP (a la época, un programa llamado PEVAL) que tenía financiamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores-DSO de los Países Bajos, sugirió  que lo presentáramos a ese organismo de cooperación y el programa se desarrolló en dos períodos de cuatro años con financiamiento holandés.

Por ese antecedente Michael conocía bien a cuatro de las ONGs que ahora le presentábamos “Red-Des”. Luego de escuchar nuestra explicación, no garantizó algún tipo de apoyo; ofreció que  iba a explorar la posibilidad de invitarnos a alguno de los eventos programados en ALC y Europa, pues según explicó se iba a ejecutar un programa entre la CDG y organizaciones de Chile, Ecuador, Bolivia y Perú en temas de desarrollo, medio ambiente y participación, relacionados con la Agenda 21.
Fue bueno volver a toparnos con este amigo que trató de apoyarnos hace tanto tiempo, pero la conversación no dio claros indicios de un posible apoyo de la CDG a nuestra propuesta. 

Con un cierto sabor agridulce, a las nueve y media salimos rumbo a Stuttgart.  Recorrimos sin mayor dificultad los 390 Kilómetros que nos separaban de esa ciudad y luego de encontrar estacionamiento, llegamos a la sede de KATE, pues Gabi Wrinkler nos iba a acompañar como guía y traductora a la reunión que teníamos a las tres en el Municipio para ver la posibilidad de sumarnos a la iniciativa UR-BAL que ese ente manejaba.

Nos recibió Rainer Rothfuss, Gestor del Municipio, responsable de la Red No.8 de UR-BAL:  “Control de la movilidad urbana y transporte”. 
Nos aclaró que ese programa es una forma novedosa de cooperación, horizontal y descentralizada, entre Europa y América Latina, con fondos de la UE. Cada red define los temas en torno de los cuales propone proyectos que le interese desarrollar y con quién llevarlos adelante. La Red No.8 buscaba articular diversos actores: municipios, ONGs, sector privado y otros, lo cual vinculaba esas acciones con los intereses del Programa “Red-Des”. Ofreció mirar detalladamente el proyecto. Pero no logramos tampoco ningún apoyo en concreto.

A las cinco y media regresamos a KATE para una reunión de trabajo con Günter Koshwitz Angela Giraldo, Gabi Wrinkler  y otro colega llamado Udo de quién no recuerdo el apellido. Ellos plantearon una serie de interrogantes de importancia que fueron clarificadas por los colegas de Red-Des. Quedó claro que el “valor agregado” de la propuesta subyacía en tres puntos principales: a) una visión política-estratégica compartida, b) la búsqueda de desarrollo conceptual y metodológico para aportar a procesos complejos y superar los límites de los clásicos proyectos con recursos y tiempos finitos, actividades prefijadas por el proyecto y no por los requerimientos sentidos y poca sostenibilidad futura y c) la búsqueda de construir puentea de diálogo sur-sur, sur-norte y norte-norte.

Günter expresó que veía con simpatía la iniciativa “Red-Des” a la que calificó como el ejercicio de una “nueva diplomacia”; añadiendo que eso era una fortaleza para la obtención de resultados en la propuesta de cooperación con la UE y expresó su disposición para apoyarla. Sugirió, sin embargo que debíamos mejorarla y complementarla. Salimos muy contentos habíamos por fin, logrado un apoyo explícito.


A las ocho y media de la noche fuimos con los amigos de KATE a una agradable cena a la que nos invitaron en el Museo Rosa Luxemburgo. Nos retiramos temprano porque al día siguiente muy íbamos a emprender el recorrido de Stuttgart a Bélgica y nos esperaba una larga jornada de carretera.

Así pues el sábado 6 de Octubre, a las ocho de la mañana salimos hacia Liége, ciudad a donde llegamos para pasar la noche, luego de 500 Kilómetros de  recorrido. Agotados, arribamos como a las siete y media de la noche. Unos minutos antes de llegar al hotel se produjo una pequeña disputa en relación a calle que debíamos tomar. Vimos que la paciencia se nos estaba agotando así que una hora después, nos reunimos para una primera reunión de evaluación de la gira.

En esa reunión se plantearon algunos temas de convivencia que ya se fueron presentando por el estrés y la fatiga producto de las largas jornadas, la vida en la carretera y las reuniones de trabajo. Decidimos ser más flexibles y pacientes y escucharnos un poco más, para que los errores no nos impactasen demasiado. Los tiempos entre una cita y otra, eran demasiado estrechos y el cansancio del viaje estaba resultando muy duro, no habíamos tenido tiempo para nada.

Se analizaron temas aparentemente triviales como el de los ronquidos de algunos colegas que impedían el descanso de sus compañeros de habitación. Pero también se plantearon temas más importantes como hacer mas explícitas en las siguientes citas: la metodología del proyecto; la forma prevista de administración y coordinación; la forma como pensábamos debería ser la estructura del consorcio europeo, etc. Vimos que habría que modificar la propuesta después de la gira y para eso todos tendríamos que asumir responsabilidades

Creo que esa reunión tuvo un buen efecto de catarsis colectiva, pudimos expresar ciertas pequeñas incomodidades y reclamos no expresados -justos o no- pero, al guardárnoslos se iban acumulando y podían llegar a generar fricciones. Terminamos tomándonos una cerveza y nos abrazamos para retomar la gira con el mismo espíritu que al inicio de este duro recorrido. 

Decidimos que al día siguiente, el domingo 7 de octubre,  en vez de quedarnos descansando en el hotel como habíamos previsto, iríamos de turismo a la bella ciudad de Brujas. Salimos a una hora menos estresante, a las 9 de la mañana, con toda calma y recorrimos despacio y por encantadores caminos vecinales, los 100 Kilómetros que nos separaban de esa ciudad.

Pasamos un día formidable, conocimos los canales y las magnificas edificaciones de Brujas, comimos bien y en la noche, como a las siete tomamos rumbo a Bruselas a donde llegamos a las ocho y media. Esa jornada sirvió para disipar las tensiones y nos permitió recobrar fuerzas para lo que todavía nos faltaba. 

El lunes 8 de Octubre, a las 9 y media teníamos una cita en las oficinas de la Comisión Europea. Nos recibió Orlando Paleo, jefe del Escritorio para América Latina. Este funcionario nos explicó que no se podía garantizar o esperar la aprobación inmediata de una propuesta tan compleja a veces se debía esperar uno o dos años antes de tener una respuesta en lo financiero.

Le pareció bien que hayamos optado por la alternativa de presentar una propuesta compleja como la de “Red-Des” en dos módulos pues ello, no sólo permitía ampliar la cobertura geográfica (incorporando otros países de la región) sino la participación de más ONGs; por ello incluso, sugirió que para tener más posibilidades, la propuesta que debería ser presentada al concurso que iba a convocar la CE, debería presentarse en tres sub-proyectos (Red-Des A, Red-Des B y Red-Des C) relacionados e integrados entre sí. Aunque se trataba de una sola propuesta, cada uno de los sub-proyectos (módulos) sería presentado por una ONG europea como cabeza de consorcio.

Salimos bastante esperanzados de esta reunión aunque con la responsabilidad de tener que repetir el arduo trabajo de “partir” la propuesta en tres partes.

A las  once tomamos nuevamente el volante y emprendimos el viaja hacia La Haya. Llegamos a las seis y media de la tarde luego de sortear los complejos sistemas viales holandeses. El recorrido era de apenas 170 Kilómetros pero en varias ocasiones tuvimos que  detenernos y analizar mapas y señales para no confundirnos en una maraña de puentes, pasos elevados, cruces y autopistas endiabladamente complicados.

Dormimos en Scheveningen a donde insistí en regresar pues, un año atrás, estuve allí en un pequeño hotel con mi colega y amigo Rodrigo Barreto y mi hija  Manon, que vino de Irlanda donde estaba viviendo, para fungir de traductora de Rodrigo en el Segundo Foro Mundial del Agua que se desarrolló en la Haya.

El martes 9 de Octubre a las once de la mañana tuvimos una reunión de trabajo en CORDAID con Ben Krommendijk, Director del Departamento de América del Sur.
Ben nos comentó que CORDAID está buscando concentrarse en temas regionales como la participación política (aspecto en el cual concordaba con la propuesta del Red-Des).
Nos aclaró sin embargo que, en febrero de 2002 CORDAID deberá presentar al gobierno de los Países Bajos su Plan hasta el 2006 en el marco de una gran restricción presupuestaria. Por ello, estaban enfrentando una compleja discusión interna para la definición de prioridades; nos aclaró que en ese contexto, el panorama no era muy alentador, pues implicaba tomar decisiones dolorosas como el retirar la cooperación de varios países aún a sabiendas de su situación de pobreza.

Nos ofreció revisar el documento de la propuesta, en el departamento de América del Sur y discutir allí, cuáles podrían ser las disponibilidades internas de apoyarla y de sumarse al grupo de Instituciones que brindarán apoyo al Proyecto.

Caminamos un poco por la ciudad y comimos al apuro en un kiosco en una agradable plaza, pues a las dos de la tarde teníamos que dirigimos a n(o)vib para una reunión de trabajo con Eliane Faerstein del Bureau América del Sur. Teniá una vieja amistad con Eleaine, primero porque es brasilera y luego porque ella nos apoyó anteriormente un programa muy bonito llamado "Haciendo Ciudad", que ejecutamos conjuntamente con  "Fedevivienda" de Colombia.

Eliane nos escuchó detenidamente y luego nos comentó que a pesar del interés de n(o)vib por apoyar la propuesta, veía un tanto apretado considerarla en el corto plazo pues en octubre de 2001 debían fijar las prioridades para el 2002.

Nos ofreció analizar las posibilidades de sumarse al grupo de Instituciones que brindarían apoyo al Proyecto pero, nos dijo, no podría dar una respuesta definitiva hasta noviembre. Nos adelantó sin embargo que desgraciadamente, en n(o)vib se estaba reduciendo el apoyo para América Latina y aumentando la cooperación para el África, así que  no quería darnos falsas expectativas.

Nuevamente, con más desilusión que optimismo, a las cinco y media de la tarde salimos de La Haya hacia el sur, en dirección a la frontera belga y luego a la francesa. Llegamos a Lille a las nueve de la noche completamente agotados luego de un día entero de reuniones y de haber recorrido más de 300 Kilómetros de carretera.

En Bélgica hicimos una parada para intentar comprar música, pues el único casette que teníamos era uno de Manu Chao que escuchábamos una y otra vez, en la carretera.

Manu Chao es un cantautor francés nacido en París de padre gallego y madre vasca. Con su hermano y su primo fundaron el grupo Mano Negra, que triunfó en Francia y en Latinoamérica con “Mala vida”. Tras una larga temporada en el grupo comienza su carrera como solista. Manu Chao es políglota pero canta principalmente, en español, francés e inglés, cambiando de idioma a menudo en la misma canción. Su música tiene muchas influencias: rock, chanson francesa, salsa, reggae, ska y raï argelino. Recibió estas influencias de inmigrantes en Francia, de sus raíces ibéricas y de sus recorridos por América Latina.

El casette que oíamos sin parar, era “…próxima estación… Esperanza”, que incluía movidas canciones como. “Me Gustas Tú”, “Papito”, “La Chinita”, “La Vacaloca”, “Infinita Tristeza” y, por supuesto, “…próxima estación… Esperanza”. Mis colegas  expresaron que ya no soportaban esa música, por eso tratamos de comprar otros casettes, pero en Bélgica nos dijeron que desde hacia años era ya imposible conseguir casettes de venta. Los CDs habían acabado con esa forma de difusión de las grabaciones musicales.

Con suerte Tito tenía el mismo problema en su carro. Ellos habían escuchado una y otra vez un casette de Dalida y estaban hartos de esa intérprete. Realizamos el intercambio a la salida de Bruselas, así que el resto del viaje ellos pudieron escuchar hasta la saturación a Manu Chao y nosotros un viejo casette de esa cantante de origen italiano que hizo la mayor parte de su extensa carrera profesional en Francia.

Dalida, nacida en El Cairo, llegó a triunfar internacionalmente cantando en francés, en italaino y otros idiomas, fue primera mujer que recibió un disco de diamante y más de cincuenta discos de oro en reconocimiento la cantidad de copias vendidas a lo largo de su carrera. Entre sus éxitos más conocidos están “Bambino”, “Ciao Amore Ciao”, “Je Suis Malade”, “Darla Dirladada”, “Gigi l'amoroso” y “Paroles”…

El miércoles 10 de Octubre salimos de Lille a las seis de la mañana pues teníamos nuestra siguiente cita en Paris a las once. A pesar de que teníamos que recorrer sólo 200 Kilómetros  planeamos salir temprano por el temor de confundirnos o perdernos en la entrada a París, en el periférico o en el las calles cercanas al GRET a donde debíamos llegar y encontrar parqueo en medio de ese tráfico harto complicado.

Sin embargo no tuvimos problemas; llegamos a las nueve y media y aprovechamos para dejar el equipaje en el hotel, antes de dirigirnos a la reunión.

A las once tuvimos la reunión prevista en el GRET con Serge Allou, Jaques Monvois, Virginie Rachmuhl-Berroa y Christian Castellanet .

Quedó claro que el apoyo que GRET podía brindar a una propuesta como la de Red-Des no era tanto en el aspecto financiero cuanto en la construcción de sinergias. Serge planteó más interrogantes que respuestas: ¿cómo articular las formas de cooperación actual entre Francia y América Latina?, ¿cómo inventar nuevas formas de cooperación y colaboración?; planteó que un proyecto de esa naturaleza demandaría pensar adecuadamente su integración operativa y el planteamiento de orientaciones estratégicas para su mejor desarrollo.

Manifestó su interés en la propuesta y en colaborar a nivel europeo para conseguir recursos para apoyarla. El GRET nos ofreció hacer una carta de intención apoyando la propuesta pues le pareció un gran reto el generar un consorcio europeo (el poder actuar en interacción con otros entes europeos hacía más atractiva la propuesta).

A las dos de la tarde compartimos un agradable almuerzo al que nos invitaron los colegas del GRET, con un menú típicamente francés, acompañado -no faltaba más- por varias garrafas de buen vino tinto. Fue muy grato volver a encontrarnos con Serge, ahora Director del GRET pues el fue cooperante primero en CIUDAD y luego en CIDAP, varios años atrás.  

En la noche nos reunimos, también alrededor de una comida agradable para hacer la segunda evaluación de la gira.

El jueves 11 de Octubre a las ocho mantuvimos un desayuno de trabajo con Gustave Massiah representante de CRID y Lilia Santana de AITEC.

Les pareció muy interesante la estrategia de armar una gira y formular un proyecto para presentar a las posibles contrapartes. Ambos manifestaron su interés en apoyar la propuesta; Gustave se comprometió a traducirla al francés y difundir en las diversas redes en las que participa, el resumen del Proyecto y las coordenadas de los Centros de Red-Des. Lilia Santana de AITEC (Asociación internacional de técnicos, expertos e investigadores) también nos ofreció difundir la propuesta entre los asociados para buscar formas de cooperación.

A las nueve de la mañana los colegas salieron de París rumbo a Lyon. Jorge y yo nos quedamos en Paris pues nuestro avión de regreso salía de esa ciudad y no tenía sentido hacer el resto del recorrido hasta Barcelona.

Carlos dejó su función de copiloto y asumió su papel de conductor para esa jornada de 540 kilómetros hasta Lyon. Tito le seguía en el carro pequeño. Llegaron a esa ciudad a las 18h30 luego de una parada técnica para visitar “une cave” en Savigny y poder adquirir unas pocas botellas de vino.
Emprendieron, el viernes 12 de Octubre, el tramo final Lyon –Barcelona desde las 08h00  hasta las19h00  pues el recorrido era de más de 660 Kilómetros.

En total yo había conducido más de 3.000 Kilómetros y Tito, Carlos y los demás colegas completaron  4.336 Kilómetros de recorrido. Este viaje fue una verdadera prueba para la resistencia física y emocional de todos. La última noche, todos pudieron descansar merecidamente, en Barcelona para emprender al día siguiente, el regreso a  sus respectivos países.
Luego de todo ese esfuerzo nos volvimos a reunir en Cochabamba para “partir” el proyecto en tres partes:  “Red-Des (A)”: “Formulación de Planes de Acción para el desarrollo local” y “Fortalecimiento de redes y construcción de sinergias”; “Red-Des (B)”: “Capacitación para la gestión local con el ejercicio de una ciudadanía plena” y “Fortalecimiento de redes y construcción de sinergias” y “Red-Des (C)”: “Proyectos de intervención para la visibilidad de una gestión local participativa” y “Fortalecimiento de redes y construcción de sinergias”.

La propuesta fue presentada a la Comisión Europea con el apoyo de CORDAID, KATE y GRET; cada uno como cabeza y los otros como miembros del Consorcio de ONG europeas que presentaban las tres propuestas.

La documentación pasó varios meses en análisis y finalmente en febrero de 2004 su aprobación fue negada.

La Comisión Europea envió una breve nota a KATE, pidiendo que comunicara esa decisión a CORDAID y al GRET. En ella se precisaba: “El proyecto es interesante. Muestra que parte de una investigación de base y no sólo de un intento de gestionar proyectos. Sería útil disponer de más detalles sobre los proyectos piloto. Hay la necesidad de explicar los fondos provenientes del proyecto. El solicitante debe explicar en detalle cómo se propone gastar los montos de los rubros  "Proyectos semilla" e "Intervenciones municipales", que asciende a 675.000 euros y la forma en que se va a supervisar los retornos, así como a los beneficios que dejarán esas sumas, incluyendo los beneficios potenciales de los proyectos piloto. El proyecto parece demasiado complejo, teniendo en cuenta el número de países que pretende cubrir”.

Con ese pequeño párrafo tan ambiguo, que no aclaraba en absoluto el porqué de la negativa de la CE de apoyar la Propuesta, concluyó este formidable esfuerzo de más de tres años.

La desazón y el mal sabor que nos quedó en la boca, fue parecida -supongo- a la que sentimos siempre, luego de la participación de nuestros equipos en los campeonatos mundiales de fútbol: los dirigentes dicen al final: “lo importante es que hemos ganado experiencia”… pero la gente suele decir: “jugamos como nunca, pero perdimos como siempre”… En fin...

“Red-Des” fue una linda experiencia; jugamos bien, ganamos experiencia, perdimos… Otra vez será.

miércoles, 6 de julio de 2011

Europa 1: El Programa Red-Des: Vuelta a Europa en Minivan 1


Entre el 30 de septiembre y el 12 de octubre de 2001 con un grupo de colegas latinoamericanos emprendimos desde Barcelona un periplo por doce ciudades y seis países europeos: Barcelona (España), Lyon, Lille y París (Francia); Bonn, Aachen, Colonia y Stuttgart (Alemania); Liege, Brujas y Bruselas (Bélgica) y La Haya (Holanda).

Esta gira la programamos para buscar apoyo de diversas agencias de cooperación con miras a presentar a la Unión Europea un Programa por demás ambicioso que habíamos estructurado  de forma colectiva, luego de un trabajo previo de muchos meses.  El programa lo denominamos Red-Des y su nombre completo era más complicado: “Gestión local para un desarrollo sostenible: construyendo participación, conocimiento e innovación”.

El primer Programa conjunto que podría entenderse como un antecedente a la iniciativa de cooperación planteada en la propuesta “Red-Des” fue el “Programa Andino de Formación de Recursos Humanos para el Desarrollo local” (FORHUM).

CIUDAD había participado en FORHUM, en asocio con CEHAP (Colombia), CIDAP (Perú) y CERES (Bolivia). 

“FORHUM” era un programa de formación de talentos humanos para la gestión del hábitat en los países andinos,  experiencia exitosa de cooperación sur-sur que fue auspiciado por el Ministerio de Cooperación de los Países Bajos que financió esta propuesta, formulada y desarrollada por esas cuatro instituciones dedicadas a la investigación, la capacitación y la asesoría técnica en temáticas relativas al hábitat urbano.

El Programa FORHUM fue coordinado por CEHAP y buscaba mejorar el conocimiento y la calidad de la gestión del hábitat y el desarrollo local; formar recursos humanos, incentivar la participación; generar y fortalecer vínculos de cooperación entre los países, procesos y organizaciones urbanas y crear condiciones para que los países de la región puedan alcanzar formas de desarrollo para mejorar la calidad de vida de la población.

Las dos fases ejecutadas del Programa FORHUM ratificaron la validez del intercambio regional de experiencias, pero demandaron, a la vez, profundizar los procesos nacionales de capacitación y proyectar la experiencia pedagógica y los logros de las intervenciones piloto a ámbitos nacionales y regionales más amplios.

En ese contexto el segundo programa conjunto que podría entenderse como un antecedente a la iniciativa de “Red-Des” fue el “Programa Andino de Fortalecimiento Municipal y ONG para el manejo ambiental hacia el año 2000” (PANA 2000) en el que CIUDAD asumió la coordinación regional. 

“PANA 2000” respondía a las necesidades de las comunidades y gobiernos locales de ciudades pequeñas e intermedias en la región andina y apoyó alternativas para el fortalecimiento de la gestión del desarrollo: calificación de recursos humanos, formulación de propuestas de gestión ambiental y desarrollo local, fortalecimiento de los gobiernos locales y de las organizaciones de base, generación de nuevas políticas públicas y propuesta de cambios en los sistemas convencionales de enseñanza sobre estos temas. 

Contó con el apoyo de la Unión Europea, IEPALA (España) y KATE (Alemania) y fue implementado por CIUDAD (Ecuador), CESAP (Venezuela), FORO (Colombia), CIDAP (Perú), CERES (Bolivia) y SUR (Chile).

Aprovechando algunos espacios de trabajo conjunto en el marco de los programas mencionados, estos Centros fueron esbozando, primero y desarrollando en detalle luego, la  propuesta “Red-Des”

En febrero de 2001 habíamos organizado en Bogotá una reunión de trabajo del Comité Regional del Programa PANA que estaba empezando su segundo año de actividades. Hicimos coincidir esa reunión con la del Comité Regional del Programa FORHUM que estaba finalizando sus actividades, pues tres de los Centros PANA: CIUDAD, CIDAP y CERES también participan en FORHUM. Yo llevé a esa reunión un primer borrado de la propuesta que titulé “REDES”

En Marzo de ese año organizamos en Lima e Ica el Primer Curso Regional PANA, así que previmos reuniones de trabajo del Comité Regional del Programa PANA y del Comité Regional del Programa FORHUM. Los colegas de los demás Centros habían hecho aportes, sugerencias y comentarios y pudimos reunirnos para discutir un segundo borrador de la propuesta que, pensamos titular “REDES/SIGLO VEINTIUNO”, Conjuntamente decidimos que los seis Centros de PANA al que se sumaba CEHAP de Colombia, seríamos los impulsores de la propuesta con el apoyo de Kate de Alemania y ASDE de España.

Organizamos un taller junto con Carlos Guerrero nuestro amigo ecuatoriano que estaba iniciando sus actividades en ASDE. Él fue enviado por KATE para monitorear otro proyecto que teníamos con la Unión Europea, el Programa “Paso a Paso” que ejecutábamos con los amigos de DESCO del Perú.

Con Carlos dimos los últimos toques a la propuesta y estructuramos su marco lógico, su cronograma y su presupuesto, para poder presentarla a la Comisión Europea. La titulamos “Gestión local para un desarrollo sostenible: construyendo participación, conocimiento e innovación” (Red-Des). Nos topamos sin embargo, que el monto requerido para trabajar durante tres años, en seis países y con la participación de siete ONGs, era bastante considerable. Además, si bien KATE se mostraba dispuesta a apoyarnos, ASDE no podía todavía ser contraparte de la propuesta debido a  su reciente fecha de constitución.

Vimos que resultaba indispensable conseguir apoyo de varias otras agencias europeas de cooperación para poder presentar “Red-Des” a la siguiente “convocatoria” o “concurso de propuestas” que abriría en Bruselas, la Comisión Europea.

Conseguir el apoyo de ONGs de cooperación en Europa no era sencillo, pues no sólo debían estructurarse en Consorcio para presentar conjuntamente la propuesta, sino que debían garantizar la consecución del 15% del presupuesto, de fondos privados europeos, para que la propuesta pudiese pasar los complicados filtros del concurso.

Carlos envió el borrador de la propuesta a varios amigos de agencias de cooperación y de la propia Comisión Europea. Muchos se mostraron interesados, otros advirtieron que no iban a poder apoyarnos por razones muy diversas y en la CE en Bruselas, luego de una primera lectura, nos sugirieron que ampliásemos la cobertura para que la propuesta tuviese impacto regional y no solo en los países andinos.

Aprovechando que FORHUM tenía su último taller regional en Cochabamba, los integrantes de PANA viajamos a esa CIUDAD y todos dedicamos varios días a armar la versión final de la propuesta y a formular el presupuesto, con el invalorable apoyo de Carlos que vino expresamente de España para ese taller. 

En Cochabamba decidimos invitar a DESCO (Perú) y a POLIS (Brasil) a sumarse a la iniciativa y dimos los últimos toques a la propuesta. Con Carlos volvimos a trabajar vía correo electrónico las últimas precisiones

En resumen, todo este esfuerzo quedó estructurado así: “Red-Des” (construyendo una gestión local alternativa) se iba a desarrollar durante tres años, en localidades intermedias (municipios, cantones, comunas, etc.) y zonas de ciudades grandes de siete países de América Latina (Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela); apuntaba a la formación de agentes de cambio para una gestión democrática y participativa para el desarrollo local, con énfasis en la gestión ambiental sostenible. El programa iba a ser impulsado por nueve ONGs de la región: CERES (Bolivia), POLIS (Brasil), FORO y CEHAP (Colombia), SUR (Chile), CIUDAD (Ecuador), DESCO y CIDAP (Perú) y CESAP (Venezuela).

Volvimos a enviar un borrador a los colegas de la Comisión Europea y esta vez nos sugirieron  dividir la propuesta en dos partes: una más ligada a investigación y capacitación y otra a intervenciones y proyectos de apoyo a comunidades y municipios. De esa forma se podría optar por un monto más importante de recursos. Era casi como presentar dos propuestas a una misma convocatoria pero las dos tan bien formuladas que sería casi imposible perder el concurso.

El único problema radicaba en que cada una de las dos propuestas demandaba la participación de al menos dos agencias de cooperación, dispuestas a presentarlas y a co-financiarlas.

Con Carlos volvimos a trabajar vía correo electrónico en partir la propuesta en dos. “Red-Des-A” buscaba capacitar a diversos actores locales y “Red-Des-B” realizar intervenciones, orientadas a solucionar necesidades acuciantes, que sirviesen para ejemplificar una gestión democrática-participativa y propiciar cambios en las políticas para un desarrollo local sostenible.

El Programa iba a beneficiar a grupos, organizaciones e individuos que jugasen importantes roles en el proceso de gestión local: a) autoridades locales electas (alcaldes y concejales); b) técnicos y profesionales de municipios; c) dirigentes comunitarios, barriales, vecinales y territoriales (hombres y mujeres); d) dirigentes de grupos y asociaciones de mujeres, jóvenes, adultos mayores; e) técnicos y profesionales de ONGs, universidades, agencias de cooperación para el desarrollo, iglesias, etc.

Con Carlos volvimos a trabajar vía correo electrónico las últimas precisiones al presupuesto y planificamos la “gira europea” para conseguir “vender” la idea a diversas agencias de cooperación.

Posteriormente fuimos planeando el viaje y, con el apoyo de Carlos y los colegas de ASDE, planificamos el recorrido, las citas, las reservaciones de hotel y la logística. Se debían prever visas, cambios de moneda (en esa época todavía no se había introducido la moneda única europea), escalas, alimentación, etc. Todos llegamos a Barcelona entre el 29 y el 30 de septiembre y del 01 al 12 de octubre realizamos ese maravilloso periplo.
Los involucrados en ese viaje fuimos: Humberto Vargas y Natalia Vega de CERES-Bolivia, Rafael Rueda de CEHAP-Colombia, Esperanza González de FORO-Colombia, Olga Segovia de SUR-Chile, Mario Vásconez  y Jorge García de CIUDAD-Ecuador,  Samuel Yánez de CIDAP-Perú, Abelina Caro de CESAP-Venezuela y Carlos Guerrero de ASDE-España; los colegas de DESCO-Perú y POLIS-Brasil no pudieron sumarse a la gira porque el tiempo transcurrido desde que se les invitó a sumarse a la iniciativa y la fecha del viaje fue en realidad muy corto.

Carlos y Janeth Sola, con quien él estaba casado todavía en esa época y colaboraba en ASDE, habían planificado todo al detalle, con fechas y horas precisas para cada trayecto, para llegar a tiempo los hoteles y a las citas -pedidas previamente- en las diversas agencias de Cooperación. Todo estaba calculado milimétricamente, incluso los gastos diarios, que debíamos respetar de forma rigurosa para no salirnos del presupuesto acordado, establecido previamente.

El primer inconveniente se produjo porque Tito Vargas llegó con su esposa Natalia. Eso complicó el alquiler del vehículo que Carlos había reservado y que sólo permitía ocho pasajeros a más del conductor, así que Tito debió arrendar un pequeño vehículo para poder seguirnos en la gira. El segundo problema era la reservación de hoteles pues, en casi todos, se habían previsto una habitación triple para las mujeres (Esperanza, Abelina y Olguita) y tres habitaciones dobles para los hombres (Carlos y yo en una, Jorge y Rafa en otra y Tito y Samuel en la restante).

La incorporación de Niña, como le decimos afectuosamente a Natalia, la esposa de Tito, demandaba una habitación adiciona para la pareja; ello suponía más gastos y en ocasiones problemas de reservación, pues no en todos los hoteles nos garantizaban conseguir una habitación adicional o guardar el precio acordado por las otras.

El lunes 01 de octubre tuvimos una primera reunión de trabajo en ASDE para convenir cómo íbamos a hacer la presentación de la propuesta a cada agencia. Carlos había previsto entregar copias en color anilladas de “Red-Des A” y “Red-Des-B”, varios plegables de la iniciativa “Red-Des” y plegables de cada una de las instituciones que participábamos. Decidimos que yo haría la presentación inicial y luego cada uno podía complementar alguna información relevante o responder las preguntas que se nos formularan. Carlos abordaría la parte presupuestaria para que pudiese quedar claro a cada agencia, el monto a conseguir y los beneficios de su posible intervención, así como los compromisos a los que debería someterse si decidía participar en esta aventura de cofinanciamiento de la loca propuesta de nueve ONGs sudamericanas. 

En la tarde tuvimos una primera reunión de trabajo para presentar “Red-Des” a INTERMON. Nos recibió  Ramón Vallescar. La propuesta  le interesó, particularmente en lo que tenía relación al tema de la descentralización; le pareció de interés el hecho de que se tratase de un proyecto regional, aunque declaró tener poca experiencia en el financiamiento de este tipo de proyectos regionales que temía, podía resultar muy complejo. Señaló  que debería consultar sobre si la propuesta no iba a competir con otras que INTERMON iba a presentar a la Comisión Europea. Preguntó sobre nuestro vínculo con ALOP y le aclaramos que DESCO, POLIS, SUR, CIUDAD y CESAP eran miembros de ALOP y finalmente nos ofreció analizar las posibilidades de sumarse al grupo de Instituciones que brindarían apoyo al proyecto.

En la tarde tuvimos una reunión sobre aspectos logísticos, en ASDE, para discutir una serie de detalles, acuerdos y reglas para garantizar la eficiencia del plan previsto para la gira; la eficacia de ésta y la convivencia entre nosotros en temas como tabaco, bebidas, hora de dormir, hora de levantarse, volumen y tamaño del equipaje, etc.

El martes 02 de octubre emprendimos realmente la gira. Salimos a las 8h00 de Barcelona hacia Lyón, Francia a donde llegamos a las 18h30  luego de un recorrido de 660 Kilómetros

Habíamos decidido que el chofer oficial sería yo y Carlos sería el copiloto por su facilidad para leer planos de carreteras. 

En la minivan nos acompañarían Esperanza, Olguita, Abelina, Jorge y Rafa. En el pequeño auto, conducido por Tito, irían Niña y Samuel. El equipaje y los materiales impresos para entregar en nuestras citas lo llevaríamos en nuestro vehículo que era más amplio y resistente. Por suerte Tito tenía experiencia como conductor de coches de carreras y pudo seguirnos “sin despegarse” de nosotros pues el gravísimo riesgo era que nos perdiésemos en las autopistas o en los pueblos por donde debíamos pasar. En esa época no estaban tan popularizados los teléfonos celulares, así que convenimos que, en caso de perdernos, unos y otros llamaríamos a ASDE en Barcelona para que Janeth pudiese coordinar nuestro re-encuentro vía telefónica.

Este primer recorrido sirvió para que yo pudiera adaptarme al vehículo y a las grandes velocidades a las que debía manejar en las autopistas europeas. 

También comprobamos que no funcionó lo que había sido nuestra idea inicial en cuanto a los almuerzos y paradas técnicas. Habíamos pensado que al mediodía podríamos salir de las autopistas y buscar dónde comer en pequeños pueblitos o en las afueras de las ciudades, pero nos dimos cuenta que eso nos hacía perder mucho tiempo. Optamos por tanto por los restaurantes de las áreas de reposo de las autopistas, pero vimos que resultaba caro y también perdíamos mucho tiempo, así que decidimos más bien comprar patés, quesos, pan, jamón, vino y refrescos en cualquier supermercado y detenernos para hacer un buen picnic en las áreas de descanso, generalmente provistas de mesas y baterías sanitarias.    

El miércoles 3 de octubre salimos de Lyón con destino a Bonn, a las siete y media de la mañana. Esa fue posiblemente la jornada más larga de nuestra gira; debíamos recorrer 710 Kilómetros, que los hicimos en más de once horas. Llegamos al destino a las ocho de la noche, totalmente agotados.

El jueves 4 de octubre a las nueve tuvimos una reunión de trabajo en EED, cuya sede estaba en Bonn. 

Nos recibieron Uwe Asseln-Keller, Detlef Leitner y Freddy Peña del departamento para América Latina y el Caribe. 

Hice una explicación breve de la iniciativa, destacando que en ella se agrupan ONGs de América Latina con más de 20 años  de trabajo individual y en consorcio en procesos relacionados al mejoramiento de la calidad de vida, el apoyo a una gestión local democrática, a la construcción de ciudadanía, a la participación ciudadana, a la interacción con otros actores del desarrollo, a la gestión del conocimiento, entre otros. 

Detlev y sus colegas manifestaron su interés en la propuesta aunque por su complejidad ofrecieron analizarla más detenidamente.
Preguntaron ¿cuál podía ser el rol de un consorcio europeo?, y anotaron que se deberían buscar acuerdos sobre uno o dos temas claves: uno de ellos podía ser fortalecer la capacidad de gestión de la gente.

A la once y media salimos de Bonn rumbo a Aachen. Esa ciudad se encuentra apenas a 70 Kilómetros de Bonn, pero ya casi al llegar tuvimos problema con el vehículo; comenzó a fallar, parecía que el carburador se había obstruido. En un plano que disponíamos, ubicamos la zona donde se encontraba la sede de MISEREOR -donde teníamos cita a las tres de la tarde- y decidimos buscar un taller mecánico lo más cercano posible para que nos revisaran el daño mientras asistíamos a la reunión.

Pero claro, una cosa son los buenos propósitos y otra muy diferente, la realidad de las cosas. Ya en Aachen, la furgoneta  comenzó a caminar con dificultad y apenas tuvimos tiempo de ingresar a un pequeño taller que, casi por milagro, apareció en una de las calles por la que transitábamos ese momento. El propietario era un migrante tuco que hablaba en turco claro y en un alemán chapurreado, lenguas que ninguno de nosotros manejaba. El hombre hablaba un poquito de inglés, así que “medio-medio” nos pudimos entender y le pedimos que revisara y reparara el daño. Dejamos allí el vehículo y comenzamos a caminar en busca de un taxi o de algún otro medio de trasporte que no permitiera llegara a nuestra cita. El problema era que estábamos en un barrio mas bien residencial de las afueras y por allí no pasaba ningún taxi, y por las limitaciones del idioma tampoco podíamos comunicarnos para pedir ayuda a cualquier peatón. 

El mapa que teníamos era muy general y parecía que no estábamos lejos de nuestro destino, allí aparecían dos grandes avenidas que debíamos cruzar y hacia allá nos dirigimos, sin embargo la distancia era bastante mayor de lo que imaginábamos. A duras penas y casi corriendo llegamos a la oficina que buscábamos, unos minutos antes de las tres. No habíamos almorzado y todos nos hallábamos sudorosos, agotados y con ampollas en los pies.

Nos recibió Bernd Bornhorst, director del Departamento para América Latina, quien manifestó que le parecía difícil visualizar cual era el valor agregado del trabajo conjunto de 9 ONGs y qué buscaban en común. Añadió que era claro que tenían una historia común que estaba en la base de la propuesta (los programas FORHUM, PANA y otras acciones conjuntas) pero no le quedaba claro cual sería “el impacto regional” por la participación de todas en esta propuesta. Le resultaba difícil visualizar cuál sería el valor agregado de una propuesta en la que se veía un importante componente de capacitación y otro de apoyo a procesos, pero que su institución prefería apoyar “proyectos de intervención” en los que era más fácil visualizar ese valor agregado. El representante de MISEREOR manifestó que veía difícil participar apoyando financieramente la propuesta pero quedaba abierta la posibilidad de aportar a su desarrollo a través de proyectos bilaterales que podían desarrollarse en varios países de la región.
 
  
A las cuatro y treinta salimos bastante decepcionados, pudimos tomar un bus y luego un taxi para ir hasta el taller a recuperar nuestra camioneta. Antes nos habíamos sentado en una cafetería turca, en las inmediaciones de MISEREOR para comer algo, pues a más de la desilusión de esa reunión y del agotamiento evidente en el que nos encontrábamos; estábamos además, muertos del hambre.  En la tarde, ya casi al atardecer emprendimos el regreso a Bonn donde íbamos a pasar la noche.

Continuamos la gira al día siguiente, pero ello será motivo de otro relato.

martes, 5 de julio de 2011

Ecuador 2 La casa de Agripina

En la calle Venezuela 1073 y Olmedo, a dos cuadras de la Plaza de la Independencia, en el Centro Histórico de Quito, se ubica la casa que perteneció a mis abuelos maternos.




“Esta casa fue vendida en 1925, por la familia Ponce Borja, al notable médico tungurahuense, Pablo Arturo Suárez Varela, quien se trasladó a ella con su esposa, Agripina Chacón Quirola y con sus dos hijos Juan y Manon. En esta casa fue su vivienda y su clínica privada, una de las pocas de Quito en esos años”… de esa forma, el historiador y genealogista Fernando Jurado Noboa comienza la descripción de la casa, en su documentada obra “Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito” (Tomo VI), editada por el FONSAL.

Yo no conocí a mi abuelo, él falleció muy joven, en 1945, dejando un gran legado como científico, médico, catedrático y tratadista…

Yo vine al mundo recién en 1951, pues mi madre, su hija, Manon Suárez Chacón, contrajo matrimonio con mi padre Mario Vásconez Sevilla en 1950, cinco años después de la muerte del doctor Suárez.

Por pedido de mi abuela y, supongo que también por una estrategia comprensible de recién casados, la joven pareja vivió muchos años en la casa de la Venezuela y Olmedo. 

Si bien mi hermano Jaime y yo nacimos en la clínica Ayora, nos criamos y vivimos toda la niñez y la juventud en esa casa.

Algo muy curioso fue que a la muerte de mi madre, quien también nos dejó muy joven, en 1965, cuando yo tenía catorce años y mi hermano ni siquiera doce, mi abuela pidió a mi padre, su yerno, que continuara viviendo en su casa, le convenció con el argumento de que ella no soportaría haber perdido a su hija, para luego perder a su hijo político y a sus nietos si nos íbamos a vivir en otro lado.

Mi padre volvió a contraer matrimonio muchos años después, cuando ya éramos estudiantes universitarios. Sin embargo nosotros decidimos seguir viviendo con la abuela; primero para no invadir el espacio de los recién casados y luego, para no abandonar a la abuelita “Pinita” -como le decíamos cariñosamente- quien había sido todos eso años como una madre para nosotros.  Mi hermano también se casó un tiempo después y yo seguí viviendo con ella incluso hasta cuando acabé mi carrera universitaria. Dejé a mi abuela y abandoné la casa cuando viajé a México para estudiar un posgrado. De allí regresé casado y con hija así que nunca más volvía a  vivir en la casa de la Venezuela.  

De nuestra vida en esa casa guardo gratos recuerdos e innumerables anécdotas de ingeniosos juegos, largas conversaciones, acaloradas discusiones, incontables travesuras y complicidades con mis primos Suárez y mis primos Correa, tanto de la época de niños cuanto en la adolescencia y juventud. 


La casa fue nuestro reducto y la “Pinita” nuestra protectora y compañera en casi todas esas vivencias; digo de casi todas, porque ella no fumaba ni bebía y tenía una cierta aversión al fútbol y otros juego de balón por el peligro que representaba para los floreros y otros objetos perecibles.  

En Agosto de 1986 escribí un artículo sobre la casa de mi abuela, que fue publicado en la revista TRAMA. En esa época ella tenía noventa años y se mudó a un departamento en el norte de Quito. Diez años después -a los tres días de haber cumplido cien años- volvió a mudarse, esta vez a alguna nube, para estar cerca del cielo pero también para poder seguir velando por nosotros.

Reproduzco ahora ese texto porque, como señalaba al final de ese artículo, sus recuerdos, así como los de todos quienes compartimos la vida en esa casa, difícilmente han podido mudarse hacia otro lado.

La casa de Agripina o el descalabro del funcionalismo

Mi único posible contacta con esta novedosa actividad llamada restauración arquitectónica, pudo haber estado relacionada con la puesta en valor de la vieja casa del centro de Quita en la que mi abuela vivió el setenta por ciento de sus bien llevados noventa años. Doña Argentina Oleas que solía visitar a mi abuela cuando yo era chico, decía que en esa casa el tiempo se habla detenido en 1930 cuando ella fue profesora de mi madre. Ningún mueble, ningún adorno, ningún cuadro, había cambiado de sitio en veinte años (y todo permaneció idéntico en los treinta que yo viví entre esas paredes). Como es natural, una casa en la que el tiempo jamás transcurrió, no requería restauración, así que más bien me dediqué a otra especialidad dentro del quehacer arquitectónico.

La casa de Agripina, así se llama mi abuela, no sólo mantuvo inalterada su estructura organizativa en más de medio siglo era además un buen ejemplo de esa perfecta simbiosis, tan sólo perceptible en el Centro, entre arquitectura y contexto urbano. 

La casa, esquinera, tenía un frente a la calle Venezuela y otro, escalonado, a la Olmedo (al tramo inicial de la “Cuesta del Suspiro”). 

 
Ninguno de nosotros despertaba cuando la robusta monjita encargada de las campanas en el hermosísimo convento del Carmen Bajo ejercitaba sus brazos a las cuatro y media, a las cinco, a las cinco y media y a las seis de la mañana; el armonioso golpear del bronce y su eco en las frías madrugadas de ese Quilo, formaban parte de la casa de Agripina

Aun el ahogado resuello de los viejos buses que, al curvar hacia la Plaza Grande, soltaban un quejido de metal y un suspiro de humo, pasaron a formar parte de la casa. Los angelitos con el poto al aire que decoraban el balcón de la esquina, observaron el “Centro” (con C mayúscula) de las señoras con traje sastre, guantes y cartera que, haciendo equilibrio sobre sus menudos zapatos hacían compras en los numerosos almacenes de los alrededores (en esa época no existían los “ceceís”, ni los “cecenús” ni los “multicentros”, ni los “bosques” de cemento); observaron el Centro del “pesetas” (el peluquero), del “delicias”’ (el voceador de diarios), del “mudito de la Royal” que cuidaba los pocos carros que se estacionaban frente a esa panadería, de los consultorios del doctor Bejarano, del doctor Cartagenova, del doctor “Barril Gallegos”; observaron el Centro del “cieguito de la lotería”, que también vendía “gillettes”, del “compadre zapatero” (la memoria urbana había olvidado, quién era el padrino y quién el ahijado), del Nicolás (el viejo albañil que ofrecía sus servicios para trabajos eventuales)... cuando el “Centro” era Quito y hasta los pobres tenían nombre o más bien, sobrenombre.


Los angelitos que permanecieron inmutables aun cuando una extraña disposición municipal cambió el color de sus posaderas de un cálido tono ocre a un pálido blanco hueso y el color de las ventanas que sostenían haciendo equilibrios indescriptibles, a un curioso azul añil, vieron desaparecer el “Centro”, que perdió su C, para convertirte en el “centro” en el que cientos de individuos anónimos hacen lo imposible para ganarse la vida. Venden delicias, gillettes, lotería o cualquier otra producto que pregonan con voz quebrada, como intentando competir con las campanas y los rugidos de buses y busetas. (La ciudad ya no era la misma. aunque en la casa de Agripina los relojes marcaran las horas pero no los días....)

En lo que va del siglo, en las construcciones de “prestigio” el adobe fue substituido por el hormigón, la madera por el aluminio, las tejas por las losas (igual a lo que me está pasando a mi en la cabeza) y el corredor con geranios por los conceptos funcionales de la arquitectura “moderna”. La casa de Agripina era tan funcional que habría sacudido el piso al más consumado defensor del funcionalismo; al recorrerla, habría sido imposible intentar alguna esquemática zonificación y el diagrama de relaciones funcionales que se hubiese intentado proponer (imposible de dibujar obviamente) habría sido tan enredado como ovillo de hilo en manos de gato chico. 

Todas las habitaciones se abrían a un amplio corredor y todas se comunicaban sucesivamente entre sí.  La mayor parte de las puertas permanecían siempre abiertas, tanto que el frío era un habitante permanente de la casa. 

Inmediatamente contiguo a la grada estaba el “cuarto de las muchachas”, luego el “gabinete” (no me pregunten el porqué de ese nombre, sólo se que era parte de la sala pero no era “la sala”), ésta venia a continuación. El "gabinete" también se conocía como "el cuarto del piano", pues en esa habitación reposaba una pianola, cuyos pedales solíamos aporrear enérgicamente, para que de esos extraordinario rollos de papel brotasen magníficas melodías de todo genero: operetas, boleros, pasillos y blues.


Los dos cuartos, el gabinete y la sala, se mantenían cerrados, tan sólo dejaban entrever su contenido (en medio de una misteriosa penumbra) cuando algún visitante, excepcional, suficientemente desconocido, motivaba un corretear general que terminaba por abrir las gruesas contraventanas de madera para recibir al personaje. (La sala se abría también en los días festivos pues la bandera tenía su sitio en el balcón de ese recinto y había que colocarla temprano y retirarla en la noche). 

Luego venia el corazón de la casa, el “cuarto de la esquina” (el del balcón con angelitos), llamado también el “cuarto grande”, pues verdaderamente era inmenso; en la noche era el dormitorio de mis padres, pero también era la verdadera sala de la casa, (los amigos, los parientes y las visitas de confianza eran recibidas en esa habitación), disponía de varias confortables sillones que servían para el efecto; allí mi abuela leía el periódico de cabo a rabo (costumbre que mantiene hasta la fecha) arrimando uno de esos grandes muebles a una contraventana que por años conservó el orificio de una bala alojada allí durante la Guerra de los Cuatro Días; mi madre cosía, nosotros jugábamos y, cuando el viejo radio cayó en desgracia ante el incontenible avance de la técnica,  en ese cuarto veíamos televisión.

El siguiente espacio era “el baño”. Cuando en segundo curso de Arquitectura tuve que hacer el levantamiento de la casa, Camilo Villamar que era mi profesor no pudo resistir la tentación de comentar que ese era un baño “verdaderamente napoleónico”, aclarando luego: ¡porque ahí cabrían fácilmente Napoleón, Josefina y el caballo!... Además de sus dimensiones imperiales (tenía como cinco metros de piso a techo), ese local era lleno de curiosidades: disponía de tres puertas, o más bien de tres accesos pues en realidad eran puertas de doble hoja, que le comunicaban con el corredor, con el “cuarto de la esquina” y con el dormitorio de Agripina. Esta particularidad hacia que el concepto de “privacidad” se encontrase perfectamente alterado en ese espacio. Tan sólo las visitas poco conocedoras (si por azar necesitaban ir al baño) intentaban cerrar las rebeldes y numerosas puertas. Los demás, jamás habíamos adquirido esa costumbre. Había ciertas reglas respetadas, mi padre no entraba ahí cuando se duchaba su suegra y ésta, como es natural, devolvía la gentileza. “El baño” era casi un sitio de paso y su amplitud permitía que fuera un lugar adicional de juego.

Cuando los primos nos reuntamos en la casa de Agripina, era frecuente que si uno requería ir al baño, invitase al resto a continuar las amenas charlas o discusiones, sentados en la tina frente a aquel que habla propuesto el cambio de local. En otras ocasiones, una breve excusa permitía el paso, tácitamente consentido, de cualquier persona que, en busca de los periódicos o de cualquier otro objeto, entraba “al baño” sin que tuviese ninguna importancia la pieza sanitaria utilizada en ese instante o el número de prendas de vestir que el usuario tuviese sobre los hombros. El falso pudor jamás tuvo allí posibilidad de desarrollarse. 

Entre los dos otros dormitorios que venían a continuación, el de Agripina y otro que por mucho tiempo fue cuarto de huéspedes hasta que decidí apropiármelo, se hallaba otro singular recinto dotado de un fantástico mueble empotrado lleno de cajones y secretos. Esta habitación servía de cuarto de plancha y de zurcido, ahí estaban además, el armario de las sábanas, el armarito de las herramientas, el cajón de la ropa sucia, el sitio de las escobas, el baúl de los manteles, la repisa de las maletas, la caja de la absorbedora y el alma de nosotros -los pequeños-, pues acogía en sus innumerables estantes los juguetes adquiridos por sonrisas propias o aquellos que nos habían llegado par herencia (pues también los .juguetes sobrevivían al paso del tiempo en la casa de Agripina).

 










Al final del corredor, luego de las puertas de todas estas habitaciones, la peculiar estatua de un mosquetero con una mano en la cadera, en ridícula pose de baile, sostenía con la otra, a guisa de candil, una espantosa bombilla eléctrica que iluminaba la esquina que uno debía doblar para dirigirse “al comedor’. (Supongo que este sujeto, bautizado por algún primo astucioso como “el monigote”, debía resultar tan inverosímil ante los ojos de cualquier visitante, como el aterrador cuarto de baño. Para nosotros era una de las tantas cotidianidades de la casa). 

“El comedor” era el único local que abría sus ventanas al patio central, aunque disponía además de una abertura más pequeña que dejaba pesar, con horarios rigurosos, cafeteras, fuentes y soperas desde la cocina. Ésta, carecía de ventanas, se iluminaba por medio de grandes claraboyas y se ventilaba a través de unos ingeniosos tubos de metal que se ensanchaban, ya en la terraza, como bocas colosales. (En años posteriores estos adminículos fueron copiados por los músicos de la última fila de la Banda Municipal y por los diseñadores del Centro Pompidou).

Esta cocina no se parecía bajo ningún punto de vista, a los pequeños recintos bordeados de mesones y armaritos de las viviendas contemporáneas. Tan sólo el gigantesco escurridor de piso, capaz de alojar dos vajillas enteras y todos los trastos de cocina de un almuerzo de domingo con familia ampliada coparía el área total de una cocina de cualquier departamento actual; y algo semejante habría acontecida con cualquiera de los otros objetos que conformaban el peculiar mobiliario de este local, el inmenso fregadero, la cocina de leña, la cocina eléctrica, los tanques de agua caliente, la mesa de amasar, la mesita de la balanza, la mesa de arreglar los floreros, aquella para arreglar las fuentes, la de picar, rebanar y cortar… y la del molino. Estaban además los armarios, dos nevaras y una colección de extraños muebles que almacenaban toda clase de cacharros y comestibles. Ningún objeto se parecía al otro, pero el delicado aroma que brotaba como por arte de magia de peroles y sartenes, los envolvía a todas, concediéndoles la “unidad” que a simple vista parecían no tener.

A un costado de “la cocina”, una tortuosa grada de madera comunicaba con “la terraza”, inmenso patio de juegos encerrado en los tejados del viejo Quito. 

Ahí, entre docenas de tiestos de geranios, de extrañas variedades y colores que mi padre obtuvo por hibridación, estaba la biblioteca que fuera de mi abuelo. En ese ambiente, aprendimos a soñar con Verne y Salgari y con otros autores en años posteriores.

Mi abuela se mudó de su casa hace un par de años. He intentado realizar esta restauración arquitectónica para ella, pues estoy seguro que sus recuerdos, al igual que los de todos los que compartimos la vida en esa casa, difícilmente podrán mudarse hacia otro lado.