jueves, 22 de octubre de 2015

Holanda 2: Apuros y vicisitudes entre La Haya y Ámsterdam



Como ya he relatado asistí al II Foro Mundial del Agua que se realizó en La Haya en marzo de 2000.

Mi amigo Raymond Jost, cabeza del “Secretariado Internacional del Agua - SIA”, había previsto crear en La Haya un ejemplo totalmente diferente de presentación de todas las acciones e iniciativas del SIA: “La Casa del Ciudadano y el Agua”, la primera de otras “Casas” que Raymond logró montar en los Foros Mundiales de Kioto, México, Estambul y Marsella a los que ya me he referido en relatos anteriores.

La inauguración de la “Casa” de La Haya tuvo lugar el domingo 19 de marzo de 2000 y fue un verdadero acontecimiento. Ese acogedor espacio de comunicación, discusión, encuentro, diálogo y exhibición, era un remanso tranquilo que invitaba a visitarlo pero también a quedarse…

Yo viajé a Holanda con mi colega Rodrigo Barrero quien no hablaba inglés ni francés y Raymond me propuso que podría pagar el pasaje y alojamiento de mi hija Manon que estaba viviendo en Irlanda como “au pair, para que pudiera servir de intérprete de Rodrigo.


Raymond había reservado varias habitaciones, para los miembros del Secretariado Internacional del Agua y sus invitados, en un pequeño hotel situado en Scheveningen, pintoresco puerto y balneario a orillas del Mar del Norte a tan colo cinco kilómetros del centro de La Haya,


Rodrigo, Manon y yo compartimos una habitación en el último piso. En una amplia cama dormimos mi hija y yo y a Barretito le dejamos una pequeña cama que se desplegaba de un sofá, ubicado frente al ropero y junto a la ventana.

Fueron días intensos y maravillosos. Al terminar el Foro, Rodrigo tenía un vuelo vía Italia y yo, con mi hija Manon habíamos planeado pasar una noche y un día en Ámsterdam antes de que ella regresara a Cork y yo emprendiera el salto del océano para regresar a Quito.

Sin embargo todo lo que uno puede planificar no siempre se cumple como se ha previsto. En esa ocasión en vez de turistear y disfrutar de aquella ciudad, pasamos una serie de apuros y vicisitudes como consecuencia de un desmayo que sufrió Raymond al finalizar una reunión del Consejo de Administración del SIA, que voy a relatar más adelante.

El Foro Mundial se inició el domingo 19 de marzo y terminó el miércoles 22  al medio día. Los miembros del SIA tuvimos una reunión de trabajo en la tarde y Raymond había previsto para el día siguiente, el jueves 23, una sesión y almuerzo de clausura en un pequeño hotel restaurante a orillas del Mar del Norte en una localidad cuyo nombre he olvidado. Luego de esa reunión, todos los miembros del Consejo de Administración debíamos emprender el retorno a nuestros muy variados países de origen.

 
Ese jueves, temprano en la mañana, dejamos el hotel de  Scheveningen y en dos vehículos nos trasladamos al restaurante ubicado entre las dunas y en medio de los vientos. Raymond había arrendado un carro y Gabriel Regallet que en esa época todavía trabajaba en el SIA, había arrendado otro.



Tuvimos la sesión de evaluación, todos felicitamos a Raymond por el éxito de la “Casa del Ciudadano y el Agua” y nos congratulamos por la importante participación de todos nosotros en las actividades de la Casa y del Foro. Había sido un esfuerzo colosal pero valió la pena; habíamos logrado cumplir nuestros propósitos de tener una presencia descollante en ese gigantesco evento.

Yo invité un aperitivo antes del almuerzo y luego pasamos a la mesa. Comimos delicioso: pescados y mariscos de mar frio… acompañados, por supuesto de varias botellas de vino blanco seco… terminamos con una deliciosa tarta de manzana y un buen café expreso, que Raymond y yo apuramos acompañado de excelentes cigarros que le había llevado de regalo.


A media tarde nos despedíamos con efusivos abrazos. Quienes iban al aeropuerto habían pedido un taxi y salieron antes. Raymond iba a viajar en su auto a Bruselas pues tenía una reunión al día siguiente y Gabriel y su esposa Billur iban -también en auto- a Paris en donde pensaban pasar unos pocos días antes de regresar a Uzbekistan en el Asia central, en donde estaban trabajando. Ellos nos iban a depositar a Manon y a mí en una terminal de buses para poder ir a Ámsterdam.

Raymond acababa de pagar la cuenta y nos estábamos dirigiendo hacia la puerta cuando sintió algo raro en la cabeza.

-  “Estoy algo mareado”, dijo

Sudaba copiosamente y comenzó a desplomarse. El estrés de las últimas semanas estaba pasando factura.

Felizmente estábamos a su lado y entre todos logramos sostenerle. No fue muy fácil pues mide casi dos metros y debe pesar casi trescientas libras…

Gabriel, Manon y yo le ayudamos a acomodarse en un canapé a la entrada del restaurante y  allí se desvaneció.

Teníamos miedo de que estuviéramos frente a un cuadro de ataque cardíaco o de infarto cerebral…

A pesar de que no se quejaba de dolor alguno, su cara manifestaba sufrimiento… aunque no hablaba ni expresaba nada… Estaba totalmente ausente...

El administrador del restaurante llamó a un médico quien ofreció venir de inmediato.

En espera del doctor y como Raymond no recobraba el sentido, opté por trasmitirle okiyome.

Como ya he relatado anteriormente, yo practico aquel arte japonés de imposición de la mano conocido como Mahikari… que básicamente consiste en la trasmisión de energía a través de la palma de la mano…

Realicé tres palmadas de forma secuencial y sonora y recité con voz fuerte, firma y grave, una oración en japonés conocida como “Amatsu Norigoto”… la entonación dura casi dos minutos y se la realiza con ritmo continuo y enérgico…casi como un torrente.

De inmediato elevé la mano derecha y la coloqué como direccionando la energía hacia la frente de Raymond… casi de inmediato dejó de sudar, poco a poco su cara fue cambiando a una evidente expresión de serenidad. Luego de diez minutos le pedí que abriera los ojos…

No me hizo caso, a pesar de que era evidente que me escuchaba, pues asentía con la cabeza a las preguntas que le hacía…

Cuando llegó el médico, le tomó los signos vitales, presión arterial, pulso, latidos cardíacos, temperatura… No abría los ojos pero también asentía con la cabeza a las preguntas del galeno. Le contamos al doctor que el paciente había vivido con adrenalina en ebullición las últimas semanas y concluyó que la fatiga acumulada, la mala alimentación, el sobrepeso, el vino y el tabaco estaban saliendo a la luz… todo ello había hecho crisis ante el súbito relajamiento después del estrés al que había estado sometido en la preparación de “la Casa” y lograr nuestra participación en el Foro.

Decidimos que le iba a inyectar un calmante-relajante y recomendó que pasara la noche en ese hotel para que -luego de una evaluación- ver si podría emprender la ruta al día siguiente…

Pedimos una habitación, sacamos su maleta del auto y entre todos le ayudamos a subir un piso. Cayó vestido sobre la cama y continuó durmiendo sin preocuparse por nada.


Acomodé el carro en el parqueadero del hotel y con Gabriel buscamos en su maleta de mano su pasaporte para poder registrarlo… Gabriel pagó la habitación con su tarjeta de crédito y salimos compungidos de dejar a Raymond en ese estado, pero no podíamos hacer nada más.

Como estaba previsto, Gabriel nos condujo a Manon y a mí a la estación de buses y él y Billur siguieron su camino en dirección a Francia.

Tomamos un bus a La Haya y de allí un tren a Ámsterdam. Llegamos al final de la tarde… aunque, como era invierno, ya todo estaba obscuro... pero la ciudad lucía magnífica toda iluminada, bulliciosa y llena de gente.

Conseguimos un plano de la ciudad y nos dirigimos en busca de un hotel donde alojarnos. La idea era dejar nuestras maletas allí y poder salir a turistear en la noche y al día siguiente, antes de tomar el tren para el aeropuerto de Schiphol, donde nos separaríamos.


Sin embargo -como ya he mencionado- todo lo que uno puede planificar no siempre se cumple como se ha previsto.

Cuando conseguimos una habitación de hotel, metí la mano en el bolsillo de mi abrigo para buscar mi pasaporte y con terror me di cuenta que había traído conmigo la llave del auto de Raymond.

En segundos me di cuenta de lo que podía pasar…

Al día siguiente al despertar, se daría cuenta que no tenía la llave del vehículo y que se encontraba botado en medio de la nada… cuando imperativamente debía desplazarse a Bruselas para su cita, entregar el carro en el aeropuerto y tomar su conexión a Paris y a Montreal…

¡El drama total…!

Entré también en pánico al contarle a Manon todo este asunto, al que se sumaba el hecho de que no tenía la más remota idea del lugar donde habíamos dejado a Raymond…

Podíamos hacer el camino de regreso en tren, luego en bus hasta la estación donde nos había dejado Gabriel, pero luego estaríamos tan botados en medio de la nada como el propio Raymond…

Manon nos salvó al recordarme que yo había invitado los aperitivos esa mañana y que seguramente debía tener la factura con el nombre y dirección del hotel…

¡Así fue!

Estábamos salvados….

Dejamos Ámsterdam e hicimos el camino inverso. Tren y bus. Al llegar a la estación buscamos información de cómo llegar al hotel a orillas del mar.

No había taxis por allí. Solo había un bus urbano que estaba punto de salir (era el último) que nos podía conducir a un sitio relativamente cercano… Lo tomamos y pedimos al conductor que nos dejara en el punto más próximo a nuestro destino.

Así lo hizo pero no estábamos necesariamente cerca del hotel. Nos dejó en una avenida costanera que recorrimos por más de diez o doce cuadras antes de reconocer a lo lejos el pequeño hotel donde Raymond dormía plácidamente sin percatarse de todos los apuros y vicisitudes que habíamos pasado y resuelto con muchísima suerte.

Nos registramos en el hotel, comimos una sopa caliente y antes de ir a la cama, totalmente agotados, pedí al joven de la recepción que pusiera la llave del auto en el casillero de la habitación de Raymond y le solicité que nos despertara temprano.

Desayunamos y salimos del hotel sin que Raymond se hubiera percatado de nuestro paso por ese lugar, seguía dormido como un angelito.

Pedimos un taxi hasta la estación de buses para poder llegar a La Haya, allí debíamos tomar  un tren hacia Ámsterdam pero esta vez ni siquiera pensamos en salir de esa estación. Allí mismo tomamos el tren para el aeropuerto. Se nos había ido toda la mañana en esos desplazamientos y lo único que pudimos hacer con mi hija, para disfrutar de esas horas juntos en Holanda fue almorzar en Schiphol y caminar por sus corredores y tiendas antes de tomar nuestros respectivos vuelos… 

 
No pudimos disfrutar de Ámsterdam pero salvamos a Raymond de un nuevo patatús.

Satisfacciones que quedan…

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