martes, 29 de julio de 2014

Estados Unidos 03: ... y la “Perla del Pacífico - 1972” es…


En estos días en que la ciudad de Guayaquil acaba de celebrar sus “fiestas julianas”, por el aniversario de su fundación, he recordado una historia de locos que viví a raíz de esas festividades hace más de cuatro décadas.

Mi abuela materna, Agripina Chacón, a quién todos conocíamos cariñosamente como “Pinita” tuvo un hermano y dos hermanas mayores. Ella se refería a ellos como, “mi hermano Ernesto”, “mi hermana Leonor” y “mi hermana Lucía”.

“Mi hermana Leonor” fue casada con don Carlos Morales y tuvo cuatro hijos: Carlos, Gustavo, Beatriz y Laura.

“Mi hermana Lucía” a quién todos conocíamos como “Mamamita” estuvo casada con don Enrique Holguín y tuvo tres hijos: Enrique, Mary y Lucía (Lucha) a quién todos conocemos como Luchi.

A mediados de julio de 1972 -yo tenía en esa época 21 años- recibí una llamada de doña Laura Morales, sobrina de mi abuela Pinita (hija de “mi hermana  Leonor”). 

Laurita estaba casada con Rafico Romolereux y según numerosas referencias fue una mujer extraordinariamente bella. Al momento de la llamada a la que hago referencia, ella debía haber superado los sesenta años de edad, tenía una tez bronceada muy marcada por profundas arrugas -fruto de su afición a las caminatas al aire libre y al golf- y una voz grave y ronca, casi masculina -fruto de su afición al ron y a los cigarrillos sin filtro-.
Apenas respondí la llamada, se identificó y fue al grano, sin darme tiempo para ninguna pregunta de familiaridad o de cortesía.  

Según me dijo, su ex-cuñada Cecile, quien estuvo casada con su hermano Carlos, también sobrino de mi abuela Pinita (el hijo mayor de “mi hermana  Leonor”), le había anunciado visita. 

-       “Viene de chaperona de una gringuita, candidata a miss no sé qué cosa”…, me explicó.

El asunto es que doña Cecile Paulet, a quién ya he mencionado en otro relato anterior, le había pedido posada -después de aquel certamen de belleza que se iba a desarrollar en Guayaquil-, para que la gringuita en cuestión, pudiera conocer también nuestra ciudad y que a su chaperona le fuera factible visitar a su antigua familia política.

Laurita me explicó que ella podía encargarse de su ex-cuñada, con quién siempre hizo muy buenas migas… pero pedía mi apoyo para “encargarme de la gringuita”… me dijo que debía  “atenderla, hacerle conocer la ciudad y llevarle a todas esas cosas de jóvenes…”

-    “Si le gustan las discotecas y los bares…”, me dijo, - “yo ya no estoy en edad para esas lides”…

-       “Por eso te llamé…”, recalcó. 

Añadiendo enseguida, en un tono tal que no admitía réplica alguna: -“Apenas estén aquí, te llamaré para que te hagas cargo de esa chica”. 

-       “De acuerdo”… alcancé a balbucear…

Cortó la comunicación casi sin despedirse… y yo me quedé con el auricular en la mano sin saber en qué mismo me había metido.

El 24 de julio de ese año (según reseñó la prensa en esos días) “con ocasión de las fiestas de Guayaquil y con el auspicio de la “Cámara Junior”, “Ecuatoriana de Aviación” y “Diario El Universo” se llevó a cabo en el teatro Nueve de Octubre de esa ciudad el concurso de belleza “Perla del Pacífico - Internacional”, con la participación de 9 hermosas candidatas de Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, México, Panamá y Perú”. 



Susan Nelson, la candidata de Estados Unidos, quien viajó al Ecuador acompañada por doña Cecile Paulette (ex-nuera de “mi Hermana Leonor”) resultó electa “Perla del Pacífico” y participó junto a María del Lourdes Medina “la perla ecuatoriana y a las otras siete bellezas, en el pregón y en el magno desfile previstos por los 434 años de la fundación de Santiago de Guayaquil”, así como en otros variados programas organizadas por las festividades guayaquileñas: retretas, desfiles de modas, exhibiciones populares, festivales, exposiciones y serenatas.


A los pocos días de todas esas manifestaciones y festejos recibí nuevamente una llamada de Laurita Morales.

-       “Mañana llegan la Cecile y esta chica americana”, dijo. 

-    “Yo voy a buscarlas en el aeropuerto pero te pido que vengas por la casa después de almuerzo para presentarte a la muchacha y que programen lo que vayan a hacer…”

-      “Ah, otra cosa…, van a venir con otras tres chicas candidatas a este concurso de ‘miss no sé qué cosa…’ así que sería bueno que puedas venir con tu hermano y los hijos de la Lucha para que puedan hacerles conocer Quito a  la gringuita y esas otras muchachas…”

Le respondí que así lo haría. Llamé a mis primos Pollo y Pepe Correa (nietos de “mi hermana Lucía”, hijos de su hija Lucha) e involucré también a mi hermano Jaime en esta aventura.

No nos arrepentimos de habernos inmiscuido en ese enredo. Pasamos realmente bien.

Susan, la chica americana a quien todos llamaban Soozi, vino acompañada por “las perlas” de Chile, El Salvador y Costa Rica y si bien Cecile y Soozie se iban a quedar en Quito casi una semana, las otras chicas vinieron apenas por dos o tres días; así que planificamos todo para que pudieran sentirse a gusto en estas tierras ecuatoriales.


Mientras Laurita y Cecile se ponían al día en los temas de su interés, fumando como bomberos y vaciando uno tras de otro, decenas de vasos de ron con hielo, limón y coca cola; los cuatro jóvenes galanes nos desvivimos por atender a las guapísimas “misses”; las llevamos a conocer las iglesias y conventos del centro histórico, la mitad del mundo, las antenas del Pichincha y todas las noches salimos a divertirnos en las discotecas que existían en Quito en esa época: “El Candil” de Eduardo Zurita, “Luis XVl”, “El Rolls Royce”…

Las invitamos a comer cebiche, hornado, humitas, tamales y quimbolitos. 

Yo era el que más inglés hablaba, era el mayor de todos los integrantes de esa jorga y por añadidura fui el contacto de “doña Laura” así que me vi -casi de forma natural- involucrado con la “Perla del Pacífico”… los otros tres implicados se turnaron para que las demás integrantes de la “corte de honor” se llevaran la mejor impresión de la ciudad y claro, de sus “guíos turísticos”…

A más de guapa, Soozi era una muchacha realmente encantadora, dueña de una gran personalidad y de una simpatía desbordante; su sonrisa generosa y expresiva y sus ojos llenos de vivacidad e inteligencia daban cuenta de esas cualidades. Supongo que ninguno de los asistentes al teatro Nueve de Octubre el día de la elección, habrá estado en desacuerdo cuando el maestro de ceremonias con voz de misterio y acompañado de un prolongado redoble de tambores anunció: -“... y la Perla del Pacífico - 1972 es…”, antes de pregonar el nombre de “Susan Nelson de los Estados Unidos”….

Soozi nos dejó un par de fotos autografiadas, una para Jaime y para mí y otra, para Pepe y Pollo; en ellas se la ve guapísima, mostrando su estupenda figura, su natural simpatía y su linda sonrisa. Esas imágenes -en blanco y negro- fueron tomadas en el desfile que se realizó en Guayaquil por las fiestas Julianas. Cada una de las nueve “perlas” desfiló en su respectivo carro alegórico, con decorados florales y temas alusivos a la fundación de la ciudad. 

Recuerdo que llevé a Soozi al estadio Atahualpa para presenciar por primera vez un encuentro de fútbol (“soocer” en el léxico anglosajón)… Jugaba la Liga contra el Nacional y fue un partido realmente apasionante… Ganó el cuadro universitario por tres goles a dos en noventa minutos llenos de alternativas y emociones. No creo que haya entendido mucho de los pormenores de este deporte, pero le encantaron el ambiente del estadio, los gritos de la gente y las empanadas de morocho. Me habría encantado llevarla a “general” para que probara las “patitas de cerdo emborrajadas” y las “papas de la María” acompañadas con  ají de pepa de zambo y Orangine de mora, pero me pareció más adecuado invitarla a “tribuna”… allí solo pude convidarle las ya mentadas empanadas y no esas otras delicias de la gastronomía local. 

El día en que tomaba el avión rumbo a Miami y luego a la ciudad de Pensacola donde vivían tanto ella como su chaperona doña Cecile, los cuatro galanes desembarcamos temprano en casa de doña Laura para acompañar a Soozi al aeropuerto.

Doña Laura nos despidió con su tosco afecto: - “Vendrán guambras cuando quieran, para tomarnos un ron…” 


Pocos días después de su partida, ya en agosto, Soozi apareció magnífica, en la portada de la revista Vistazo; esa imagen a “todo color” -muy semejante a aquellas en blanco y negro que nos había dejado de recuerdo- era realmente estupenda… se la veía preciosa con su traje de cowgirl, botas blancas y una reducida minifalda que resaltaba sus bien formadas piernas.


Con Soozi continuamos escribiéndonos por varios meses, cuando salió la revista Vistazo con su foto, por supuesto compré un ejemplar y se lo envié por correo.

Yo nunca guardé una copia de aquella revista.


A fines de junio de 1973 recibí una carta de Soozi muy emocionada… los organizadores del concurso “Perla del Pacífico” le habían contactado para invitarla a la elección de la nueva soberana… iba a venir nuevamente al Ecuador para entregar su corona… Según me explicó el viaje estaba previsto para mediados de julio… venía con la nueva candidata americana y la chaperona de las dos iba a ser nuevamente doña Cecilie…

A los pocos días recibí una llamada de doña Laura Morales… con su voz  ronca me dijo lo que yo ya sabía: su ex-cuñada Cecile le había anunciado visita. 

-       “Viene de chaperona de la gringuita del otro año y de otra nueva, que viene de candidata a ese concurso de miss no sé qué cosa”…, me explicó.

Me volvió a pedir que por favor me hiciera cargo de las muchachas…

-       “Yo puedo ocuparme de atender a Cecile”… me dijo

-     “Pero de las gringas te vas a tener que ocupar tú…”, “Yo ya no estoy en edad para esos trotes”… enfatizó.


-       “De acuerdo…” respondí (con una sonrisa de oreja a oreja)...

En esos días yo estaba acabando un proyecto de la facultad que hacíamos -en equipo- con un compañero de clases, Apolo Salvador… forzamos la finalización de ese trabajo “a paso de vencedores” para acabar de dibujarlo cinco o seis días antes de la fecha de entrega, para poder liberarme de responsabilidades y poder dedicarme a conciencia a atender a Soozi y a su compatriota, cuyo nombre desgraciadamente he olvidado.


Como en esta segunda visita el número de “perlas” era tan sólo de dos, involucré como “guía turístico adjunto” sólo a mi hermano Jaime. En esta ocasión también llevamos a las dos guapísimas muchachas al centro histórico, a las iglesias, al Panecillo y a la Mitad del Mundo.


La primera noche que salimos con ellas las invitamos a comer en algún restaurante para que pudieran probar algo de la comida local y nos topamos allí con nuestro primo Pancho Holguín y su esposa Francine que habían invitado a cenar a Bárbara (hermana de Pancho) y a su esposo Alain. Pancho y Bárbara eran hijos de Enriquito, sobrino de mi abuela Pinita (hijo de “mi hermana Lucía”).

Soozie y la otra chica americana, también muy agradable y cordial, les cayeron  super bien a los Holguín así que decidimos que esa amena charla debía continuar… 

Pancho invitó a toda esa tropa a cenar en su casa la noche siguiente, pues los ocho congeniamos enormemente. 

Nosotros -Jaime y yo- llevamos una par de botellas de vino y Francine nos atendió a cuerpo de reyes. Fue una noche magnífica. 


A una hora determinada, pasada ya la medianoche, propusimos continuar la fiesta en alguna discoteca. Pancho y Francine se disculparon pues debían trabajar al día siguiente, pero Barbara y Alain se sumaron al grupo para continuar la rumba…


Fuimos a la discoteca “Rolls Royce”.


Una vez allí, apenas habíamos acabado de tomar asiento y aún ni siquiera habíamos pedido nuestros tragos, cuando se aproximaron a nuestra mesa Fausto Merello y Guillermo Ortega, esos dos corredores de autos que fueron famosos en nuestro medio en los años sesenta y setenta.

Merello y su compañero de equipo “Palito” Ortega estaban en el apogeo de la fama pues habían competido en las “24 Horas de Daytona”, amén de una serie de éxitos dentro y fuera del país en esa época. (Un par de años después su fama aumentó pues participaron con relativo éxito en las 24 horas de “Le Mans”).


Llegaron con la pretensión de “cruzarnos” a las rubias… Las invitaron a bailar… nuestras acompañantes desconcertadas, rechazaron la propuesta dejándoles con el brazo extendido… Alcancé a ver que uno de ellos pretendía jalar a una de las gringuitas hacia la pista de baile, aún en contra de su voluntad y me interpuse enérgico, impidiendo el desafuero…


La cosa comenzó a ponerse tensa… así que Barbara sugirió que más bien nos fuéramos a otro sitio. Como todavía no habíamos consumido nada… recogimos nuestros abrigos y bufandas y dejamos esa discoteca para ir en busca de otra donde los parroquianos fueran menos audaces y agresivos…


Yo conocía una pequeña discoteca en los bajos del Banco de Préstamos en la esquina de la avenida 10 de Agosto y Patria… No recuerdo su nombre pero era agradable y la música era buena…


Una vez allí, apenas habíamos acabado de tomar asiento y aún ni siquiera habíamos pedido nuestros tragos, cuando vimos entrar a Fausto Merello y a Guillermo Ortega con otros dos amigos… 


¡Nos habían seguido…!


Mientras yo y mi hermano tratábamos de conversar con estos energúmenos para hacerles desistir de sus propósitos… Bárbara se levantó y se acercó a la barra… En esa época no existían los teléfonos celulares… Felizmente le prestaron el teléfono y ella pudo llamar a su hermano Patricio.


A los pocos minutos el barman se acercó a Ortega para pedirle que atendiese una llamada telefónica…


Cuando “palito” tomó el teléfono en la mano y lo acercó a la oreja derecha, vimos como este personaje alto y flaco empalidecía y se achicaba…


El “chino” Holguín, hermano de Bárbara, también corredor de autos y conocido por ser “loco de remate” le acababa de mentar la madre a Ortega… conminándole a abandonar el local ese mismo rato con sus amigos, so pena de presentarse allí para “sacarles a bala”…


Oí que Ortega balbuceaba algo a Merello en el oído… entendí que le explicaba: - “nos estamos metiendo en un lio del carajo… han sido la ñaña y los primos del chino Holguin”… así que sugirió, prudente: - “mejor, nos vamos”…

Esta vez fueron ellos quienes tomaron sus chompas y bufandas y desaparecieron del predio…


Luego de eso pudimos pedir nuestros tragos, comenzamos a rumbear y se prendió la fiesta…

A los pocos minutos llegó el chino… venía a verificar si todo estaba bien…


Felizmente su puteada telefónica fue suficiente… Por el chino pudimos saber algunos detalles de su conversación con “palito Ortega”, el calibre de las palabras que usó, así como el calibre de las municiones que habría sacado a relucir si estos astros del automovilismo no se hubieran retirado rapidito con el rabo entre las piernas.  

En esta ocasión Cecile y “las Perlas” sólo estuvieron en Quito unos tres días… terminado ese cortísimo tiempo de jarana, las acompañamos al aeropuerto y terminó la fiesta…


Con Soozi continuamos escribiéndonos un poco tiempo más de forma irregular… pero las comunicaciones se fueron espaciando… En algún momento me escribió para contarme que se iba a casar con Jerry Pate, un golfista profesional que años más tarde llegó a ser figura de ese deporte en los Estados Unidos... y luego claro, se cortó el carteo…

Como mencioné, yo nunca guardé una copia de la revista Vistazo en la que Soozi apareció en la portada… 

Sin embargo, hace algunos días luego de que comencé a escribir esta historia, pude dar con un amable caballero de Cuenca que ofrecía por Internet (Mercado Libre.com) revistas usadas a buen precio. Le contacté dándole una idea aproximada de las fechas y describiendo la carátula de la revista que me interesaba. A vuelta de correo me mandó una foto de las revistas Vistazo de 1972… seleccioné aquella en la que aparecía Soozi y luego de negociar el precio ($9,00 por el ejemplar y $ 4,00 para el envío) pude tener nuevamente en mis manos aquella revista, cuarenta y dos años más tarde.

Los recuerdos salieron hacia el teclado y a la pantalla y me ha sido factible estructurarlos en estas líneas… ¡qué cosa de locos…!

viernes, 4 de julio de 2014

Ecuador 59: El fútbol de bolas

 
Las bolas a las que se refiere esta historia son las pequeñas esferas de vidrio, generalmente de colores, conocidas como canicas en otras latitudes. En el Ecuador las conocemos simplemente como “bolas”.

En estos días en los que todo el mundo anda tocado con la fiebre del campeonato mundial de fútbol que se desarrolla en diversas ciudades del Brasil, he recordado nuestra fiebre por otro tipo de deporte que nos acompañó por años: el fútbol de bolas.

La primera vez que jugué fútbol de bolas debe haber sido entre 1958 y 1960. Yo tenía en esa época un poco menos de diez años pues soy nacido en 1951. 

Con mi hermano Jaime estuvimos convidados a la casa de nuestros primos Correa: Enrique Alberto, Francisco, Gustavo y José Antonio. A los tres últimos, ya en esa época, los parientes y amigos, comenzamos a llamar “Paquico”, “Pollo” y “Pepe” tal como los conocemos hasta ahora. A Enrique Alberto un poco más tarde, alguien le puso el apodo de “Pecochín” y muchos de nosotros así le llamábamos con afecto.

Habíamos sido invitados al desayuno que Beto y Lucha, los padres de estos cuatro mosqueteros, habían organizado para celebrar la Primera Comunión de Pollito. Recuerdo que también estaban presentes nuestros primos Pablo Suárez y Vicente Ottinger, nuestros padres y nuestras abuelas, Pinita y Lucía.

En la tarde, después de haber dado cuenta de las deliciosas galletas, los alfajores de yema, los mignones de coco, los turrones de miel de abeja, un formidable pastel de caramelo recubierto de un fino y blanquísimo fondant y de media docena de platones repletos de bocaditos de sal y de otros dulces maravillosos elaborados por las manos angelicales de la Luchi, los jóvenes subimos al segundo piso mientras los adultos despachaban algún líquido espirituoso -indispensable y necesario- luego de haber dado cuenta de esos extraordinarios manjares colmados tanto de delicados sabores y aromas cuanto de calorías…

Enrique Alberto nos propuso participar en un campeonato de futbol de bolas…

Los invitados no conocíamos ese singular deporte pero luego de una breve explicación introductoria, todos manifestamos nuestro interés por participar en aquella competencia. 

Cómo ese desayuno-almuerzo se había prolongado hasta media tarde y disponíamos por tanto de poco tiempo, Enrique Alberto sugirió que el torneo se debería jugar con la modalidad de eliminación simple: quién perdía quedaba automáticamente eliminado. Los ganadores se deberían enfrentar entre sí  hasta llegar a la gran final que permitiría definir quién iba a ser el campeón y quién el vice-campeón. 

Acordamos que los partidos se desarrollarían en dos tiempos de diez minutos. Si al final del encuentro no había un ganador, éste se definiría por tiros penales -cinco por cada equipo-. 

Yo jugué y fui derrotado por Enrique Alberto, Paquico ganó a Pablo; Pollo se impuso a Jorgito, un amigo que estuvo también invitado a participar en la contienda y Pepe venció a mi hermano Jaime. Los dueños de casa hicieron prevalecer la experiencia y sus conocimientos del juego.

En las semifinales Pollo derrotó a Pepito y antes de poder jugar la siguiente semifinal que enfrentaba a los mayores de los hermanos Correa, nuestros padres nos llamaron para que nos preparáramos pues debíamos emprender el regreso a casa. De nada sirvieron las protestas y ruegos de todos los involucrados en aquel particular campeonato. Las acciones se suspendieron con la promesa de que podríamos continuar la brega en alguna otra ocasión… Todos nos retiramos del terreno de juego cariacontecidos y refunfuñando… pero el bichito del fútbol de bolas ya se había instalado en nosotros como una de nuestras pasiones más entrañables. Este juego nos acompañó y fue parte de nuestras vidas por muchos años. Fue parte importante de nuestra infancia, de nuestra adolescencia y buena parte de la juventud hasta bien entrada la edad adulta.  

En otras visitas a la casa de los Correa, continuamos practicando y adentrándonos en los secretos del fútbol de bolas. Recuerdo que Enrique Alberto jugaba y narraba cada partido con verdadera pasión, imitando a Pancho Moreno o a Carlos Rodríguez Coll. 

Su equipo era nada menos que la selección de Brasil, la que había ganado en esa época el mundial de fútbol en Suecia. Sus jugadores tenían pegados pequeños papelitos escritos a máquina con el nombre de los astros que habían hecho posible que los brasileros se llevasen por vez primera la Copa Jules Rimet. 

Su arquero era el célebre Gilmar, sus defensas se llamaban Djalma Santos, Zito, Bellini, y Nilton Santos, los medio campistas Orlando y Didí y los delanteros eran Garrincha, Pelé, Vavá y Zagalo, todos homónimos de las estrellas brasilera de la vida real.

Jugábamos en una cancha rectangular demarcada con tiza blanca con la ayuda de una larga regla de costurera, sobre una alfombra color ladrillo bastante usada que antes había estado en la sala de Beto y Lucha. Los arcos se construían con unos ladrillos de plástico, amarillos y rojos, antecesores de los actuales legos. Era extraordinario el placer que se podía sentir al encajar el balón en esas sólidas porterías, haciéndolas retumbar con un sonido seco y fuerte, fruto de un tiro formidable logrado por esos redondos astros del fútbol.  

En nuestra casa la cancha era también de alfombra… y aunque no era de un solo color, sino más bien de muchos colores -con un diseño clásico con motivos florales- nuestra imaginación generaba las líneas de la cancha, el medio campo y las áreas chica y grande para que nuestros jugadores de cristal pudieran desenvolverse. 

Confeccionamos los arcos con una caja de cartón recortada por la mitad; obtuvimos así dos pares -uno con la caja y otro con la tapa- ello permitía realizar dos partidos simultáneamente cuando realizábamos campeonatos con muchos equipos participantes. 

Teníamos una enorme caja llena de bolas para poder armar los equipos. Los equipos más fáciles de estructurar eran los integrados por bolas idénticas del mismo color o del mismo tipo. Pero también podían estructurarse con bolas de una misma gama… integrado por bolas de tono semejante: verde, rojo o amarillo.

Yo tenía un equipo de bolas raras de todos los colores y diseños imaginables, cada una identificada con su nombre o apodo: Gorilón en el arco, Bacín, Bacinica y Trapo en la defensa, Arturo -Huevo Duro- y René –Huevo Poché- en la línea media y en la delantera: Gustavo, Curuba, Juan el Pescador, Pepe Botellas y Andrés -Huevos al Revés-. En mi equipo tenía también una pléyade de suplentes que me permitían realizar cambios cuando los titulares “fallaban” en la definición o en la defensa.

Por muchos años, los fines de semana pero sobre todo durante las vacaciones, Pollo, Pepe y Pablo eran visitantes frecuentes de la casa de la abuela Pinita -donde nosotros vivíamos-. No puedo calcular la cantidad de horas y horas que pasamos de rodillas inclinados sobre esas alfombras en interminables partidos de fútbol de bolas. En años posteriores Frankie Holguín y los hermanos menores de Pablo se sumaron también a esta pasión. Juan José y Lucho eran bastante menores que nosotros, pero cuando pudieron hacerlo, nosotros colegiales y ellos aun en edad escolar, se integraron a este deporte tan interesante. Lucho se encargaba también de la narración… con las cualidades histriónicas que le son innatas, imitaba a Alfonso Lazo Bermeo y a Carlos Efraín Machado al relatar las jugadas y a Blasco Moscoso Cuesta para comentar las incidencias y resultados de los partidos. Su imaginación y sentido del humor hacían de esas contiendas verdaderas piezas de comedia. 

Disfrutábamos  a lo grande.

Años más tarde cuando Pablo se fue a estudiar a España, Pollo a los Estados Unidos y nosotros y Pepe ingresamos a estudiar arquitectura en la Universidad Central, el fútbol de bolas comenzó a perder cotidianidad en nuestras vidas. Sin embargo fue mejorado con sofisticados adelantos realizados por nuestros herederos: Lucho y Juan José. 

En una navidad mi tía Maruja les regaló una cancha perfecta -a escala- confeccionada con una alfombra verde, pegada sobre un tablero rígido. Este artilugio tenía primorosamente dibujadas con pintura blanca todas las líneas de la cancha; los arcos eran una obra de arte, con los postes y el travesaño superior hechos de tiras de madera de balsa pintada de blanco y las mallas -verdes- confeccionadas con una vieja red de ping-pong. 

Lucho y Juan José sistematizaron las reglas del juego en un “Reglamento del fútbol de bolas”, que todavía debe andar por ahí…  innovaron ciertas cosas como el pase al vacío y la posibilidad de  reubicar a los jugadores en su sitio de origen cuando luego de una acción de ataque o de defensa, hubiesen abandonado la cancha.

Su casa  se convirtió en la tercera gran sede del fútbol de bolas… ahí inocularon el virus de este deporte a Rodrigo León, compañero de Juan José en la facultad de medicina quién luego ya adulto trasmitió esta pasión a sus dos hijos. Lo propio hizo Lucho con sus hijos Pablo y Nicolás. No hace mucho, con todos ellos, pude participar -a los años- de un campeonato de fútbol de bolas; pude volver a jugar con muchos de mis antiguos jugadores que fueron adoptados por Lucho cuando yo me fui a vivir a México. Sin embargo ninguno de nosotros fue capaz de jugar arrastrándose en el suelo sobre la alfombra… las rodillas y los riñones no resistieron… Pusimos el tablero sobre una mesa baja pero el problema en ese caso fue que los jugadores y el balón caían a cada rato y nos tocaba gatear para recuperarlos… nos divertimos igual, reímos con la narración y los comentarios de Lucho pero terminamos molidos. Pudimos comprobar que los años pasan -y pesan- también en el fútbol de bolas. ¡Así es la vida!

Pero ¿en qué consiste este singular deporte?

Pues bien… en general sigue casi todas las reglas del fútbol

El terreno

El terreno de juego debe ser de superficie regular constituida por una alfombra de bucle liso o de pelo corto para facilitar el desplazamiento de las bolas. El campo es rectangular de entre 120 y 160 cm de largo y de entre 80 y 100 cm de ancho. El perímetro del terreno está delimitado por líneas blancas; las dos más largas igual que en el fútbol real son llamadas “líneas de banda” o “laterales” y las otras dos “líneas de meta” o de “fondo”. Al medio del terreno se traza una línea paralela y equidistante a las líneas de meta, llamada “línea de medio campo”; en el punto medio de esta línea se traza una circunferencia de entre 25 y 30 cm de diámetro. Desde ahí se realizará el saque inicial del partido y también sacará el equipo que acaba de recibir un gol.

En las esquinas se marcan las “área de córner” y sobre las líneas de meta se colocan los arcos equidistantes de las esquinas. El ancho de los arcos es de aproximadamente 12 cm y su alto de 5 a 6 cm. 

En la zona de los arcos se trazan -igual que en una cancha de fútbol- el área grande, el área chica, (de meta o de arquero) y el punto de penal. 

Jugadores

Cada uno de los dos equipos que disputan un partido tienen 11 jugadores dentro del terreno, de los cuales uno juega como guardameta. Cada equipo podrá hacer hasta 3 cambios en un mismo partido. El jugador reemplazado no puede volver a ingresar durante ese partido. 

Quien conduce el juego de un equipo puede decidir las alineaciones de sus jugadores defensas – mediocampistas – delanteros: 4-2-4; 4-4-2; 3-5-2; etc. 

Los jugadores son bolas o canicas de 16 mm de diámetro y el arquero es una bola mayor de 25 mm de diámetro.


Balón

El balón o pelota es una bola o canica pequeña de 7 mm de diámetro. 


Características de los jugadores

Cada equipo puede estar constituido por bolas idénticas de un mismo color o diseño. Se acepta también bolas de un mismo tono aunque de diverso diseño; o bolas diferentes pero personalizadas para su identificación. No podrá haber bolas semejantes o idénticos en los dos equipos para evitar confusiones.  Los arqueros a más de ser más grandes podrán tener otro color de los demás jugadores del equipo. 

Árbitro

El árbitro será una bola de mayor tamaño que se ubica en el terreno de juego. Las decisiones polémicas las resuelven los conductores de los dos equipos que se enfrentan pero si una tercera persona puede cumplir el rol de árbitro, su participación imparcial es bienvenida. Antes del inicio del partido se sortea el campo que defenderá cada equipo y cuál de los dos moverá el balón para iniciar la contienda.  

Duración del partido

Cada partido se juega en dos periodos de 15 0 20 minutos cada uno, salvo si por mutuo acuerdo entre contrincantes se haya convenido otra cosa. 

Una vez cumplido el tiempo se podrá, añadir algunos minutos adicionales para recuperar el tiempo perdido por cualquier motivo.

El tiempo es controlado por los conductores de los dos equipos o por el árbitro (si hubiera uno en funciones). Es ideal contar con un reloj que emita una señal sonora al finalizar el tiempo de juego.

Procedimiento de juego

Los pases, disparos al gol y centros para buscar el remate de un jugador del mismo equipo o el eventual autogol de un contrario se realizan golpeando con el dedo (tingando) a una bola propia (jugador) para que éste a su vez golpee al balón. 
Los conductores de los dos equipos deben realizar una jugada de forma alternada para aproximarse al balón, disparar al arco, centrar, combinar o  buscar proteger el balón antes de la jugada del rival.  

Un jugador que saliera del terreno de juego luego de cualquier acción podrá ser ubicado en cualquier lugar de su propio campo (en la defensa, en el medio o en la línea central), a criterio del conductor del equipo.

Balón fuera del terreno de juego

El balón se considera fuera del terreno de juego cuando ha traspasado por completo los límites de la cancha. 

Gol marcado

Se marca un gol cuando el balón entre al marco cruzando completamente la línea de meta, siempre y cuando el equipo que anota no haya infringido previamente alguna regla del juego.

Si un equipo marca más goles que el otro, será el ganador del partido. Si ambos marcan la misma cantidad de goles, el partido será empate. Dependiendo de la competición, se puede romper el empate extendiendo el partido con tiempos extras o mediante la ejecución de tiros penales.

Fuera de juego

Un jugador está en posición de fuera de juego si, cuando un compañero le da un pase y se encuentra más cerca de la línea de meta contraria que el penúltimo adversario.

Faltas o fouls

Se sancionarán un tiro libre o un penalti si un jugador golpea a un adversario sin antes haber topado previamente al balón o si el balón tocara la mano de quien está moviendo las canicas o bolas. Si un jugador toca al árbitro sin haber tocado antes el balón, será expulsado por agresión.

El tiro libre se ejecutará desde el lugar donde ocurrió la infracción. Si ocurrió dentro del área grande se sanciona con penalti.

Tiro libre

El procedimiento para ejecutar un tiro libre es impulsar el balón merced a un golpe del jugador seleccionado para tal efecto. El equipo adversario tiene derecho a conformar una barrera con cualquier número de jugadores. Sin embargo, cuando se ejecuta un tiro libre todos los adversarios deberán estar a por lo menos 8 dedos de distancia del balón. 

Se puede marcar un gol de tiro libre directamente -pasando el balón por sobre la barrera- o propiciando el rebote en otro jugado del mismo equipo o del equipo que defiende (autogol). 

Los jugadores usados para conformar la barrera no podrán ser reubicados y deberán retornar a los sitios que convengan al conductor del equipo como movimientos en su respectivo turno. 

Tiro penal o penalti

El tiro penal se marca cuando se ha cometido una infracción merecedora del cobro de un tiro libre dentro del área grande. 

Para ejecutar el disparo el balón debe ser colocado en el punto penal y el ejecutante se situará entre el balón y el arquero del equipo rival que deberá ubicarse sobre la línea de su meta. Todos los demás jugadores deberán fuera del área detrás del punto penal.

Saque de banda

El saque de banda es una forma de reanudar el juego cuando el balón cruza por completo cualquiera de las líneas de banda. Lo realiza el equipo contrario al que no tocó por última vez el balón antes de que saliera y se lo ejecuta desde el lugar por donde salió el balón. 
Para realizarlo se golpea con el dedo (se tinga) a una bola propia (jugador) para que éste a su vez golpee al balón, buscando entregárselo a un compañero. Luego del saque, el ejecutante no puede tocar el balón hasta que lo toque otro jugador. Si el balón cae más cerca de un compañero ese equipo podrá realizar otro movimiento, si cae más cerca de una bola rival, ese equipo recupera el turno y podrá realizar una jugada. 

No se puede convertir un gol directamente al impulsar el balón desde un saque de banda. Tampoco se validará un gol logrado por rebote en otro jugador del mismo equipo o del equipo contrario. Si esto sucediera, se otorgaría un saque de meta al equipo rival. Si sucediera en propia meta, se otorgaría un saque de esquina al rival.

Saque de meta

El saque de meta es una forma de reanudar el juego. Se otorga cuando el balón cruza por completo cualquiera de las líneas de meta después de ser tocado por un jugador del equipo atacante.

Para ejecutarlo, se golpea con el dedo (se tinga) a una bola propia (jugador) para que éste a su vez golpee al balón. Para efectuar el saque se coloca el balón en cualquier parte del área de meta. El saque de meta puede servir para tratar de entregar el balón a un compañero o para buscar el remate al gol de un jugador del mismo equipo o el eventual autogol de un contrario.

No se puede convertir un gol directamente desde un saque de meta.

Saque de esquina

El saque de esquina es una forma de reanudar el juego. Se otorga cuando el balón cruza por completo cualquiera de las líneas de meta después de ser tocado por un jugador del equipo defensor. 

Para ejecutarlo, se coloca el balón en la esquina de la cancha más cercana al lugar por donde salió el balón. Todos los rivales deben estar por lo menos a 8 dedos de distancia del balón.

Para ejecutar el tiro de esquina se golpea con el dedo (se tinga) a una bola propia (jugador) para que éste a su vez golpee al balón. El saque de esquina puede servir para tratar de entregar el balón a un compañero o para buscar el remate al gol de un jugador del mismo equipo o el eventual autogol de un contrario.

Se puede convertir un gol directamente de un saque de esquina (el denominado gol olímpico). 
 Movimientos especiales del arquero

Cuando el equipo que ataca muestra la intención de disparar al arco buscando efectuar un tiro directo o buscar el remate al gol de un jugador del mismo equipo o el eventual autogol de un contrario, el conductor del equipo que se defiende puede reubicar al golero antes del disparo para buscar obstaculizar  la acción.

De forma semejante tendrá la opción de ubicar al golero dentro del área chica, en la posición que le resulte más adecuada para obstruir el recorrido del balón luego de un saque de meta, un tiro libre, un penal o un tiro de esquina. Si el balón saliera de la cancha al tocar en el arquero, se concederá saque lateral o de esquina a favor del equipo que atacaba.

Cuando el balón, luego de un rebote, de un saque lateral o de un saque de meta ingresara al área grande, el conductor del equipo que se defiende podrá usar al arquero para despejar pero sin que sea obligatorio tingarlo, podrá tomarlo con la mano y golpear con él al balón para que éste salga de la zona de peligro. Si en semejantes situaciones el balón cae en el área chica, el equipo que se defiende se beneficiará de un saque de meta.  

Pase en profundidad

Cuando el balón ingresara al área grande luego de un pase en profundidad del equipo que ataca, el propio jugador o un compañero mejor ubicado, tendrán derecho a efectuar otra jugada (disparo al gol o pase); el conductor del equipo que se defiende podrá previamente reubicar al golero pero no podrá en este caso despejar el balón antes del disparo del equipo que ataca.   

Eso es todo…

En nuestra época como no disponíamos ni de televisión, ni de computadoras, ni de juegos electrónicos, teníamos que ser inventivos para disfrutar de la vida.

Como decía algún primo: - “gozábamos como chancho en lodo…”