lunes, 26 de diciembre de 2011

Ecuador 31: Los amigos artistas: Marco Vásquez y Mario Vivero


Acabo de ver una magnifica foto de mi amigo Nicolás Svistoonoff titulada “Ungüí misterioso”…  a primera vista, me pareció que tenía una cierta semejanza con las pinturas de mi amigo Marco Vásquez…¿no se?.., quizás por el efecto de la luz, el verde intenso de la montaña… o por las casitas desparramándose por la pendiente...

Como yo soy muy dado a carburar por asociación de ideas… busqué en mis archivos un texto que escribí hace años sobre la pintura de Marquito….Lo encontré… y también pude recuperar una presentación parecida que escribí para una exposición de dibujos de Mario Vivero.

Así que he juntado los dos textos para estructurar estos recuerdos

En 1969 me gradué de bachiller y entré pocos meses después a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central. Ese año se abrió el ingreso masivo a las universidades sin el requisito de exámenes de ingreso, así que en nuestra facultad se tuvieron que improvisar seis paralelos de más de sesenta estudiantes sólo para el primer curso.

Los alumnos fuimos distribuidos en los diversos paralelos en estricto orden alfabético; a mi me tocó el último… aquel para los estudiantes cuyo apellido se iniciaba con una de las últimas letras del abecedario.

Por esa circunstancia tuve la suerte de coincidir en el aula con dos amigos: Marco Vásquez y Mario Vivero, con quienes luego compartimos numerosas aventuras académicas y retos profesionales pues hicimos muchísimos trabajos conjuntos como estudiantes primero y como arquitectos después.

Ellos, desde las aulas universitarias, se destacaron como buenos dibujantes y acuarelistas. Marco sobre todo, en algún momento de su vida colgó los rapidógrafos y se dedicó de lleno a la pintura. Mario continúa ejerciendo la profesión pero sigue dibujando con trazos firmes y con mucha sensibilidad.

En el presente relato voy a referirme a los textos que tuve la ocasión de escribir y leer para poder realizar la presentación de sendas exposiciones de estos dos amigos, la primera titulada “¡Marco Vásquez está de vuelta!", a propósito de su muestra “Pequeños Formatos” y la segunda: “Poner tinta a los recuerdos”, a propósito de la muestra “Fachadas y Tintas” de Mario Vivero.






“¡Marco Vásquez está de vuelta!"
A propósito de la muestra “Pequeños Formatos"
 de Marco Vásquez


En 1991 mi amigo Marco Vásquez iba a hacer una exposición de sus pinturas más recientes en la Galería Artimagen de Quito y me pidió que hiciera la presentación de esa muestra.

Acepté con mucho gusto por la gran amistad que me une con Marco con quién fuimos compañeros en la Universidad y somos amigos desde 1970.

Escribí un texto no muy extenso titulado “¡Marco Vásquez está de vuelta!" y en el acto de inauguración de su exposición lo leí, dirigiéndome a los presentes.

Luego de saludar a quienes nos acompañaban en aquella oportunidad… comencé mi intervención con una pregunta:  

-       ¿Se han dado cuenta que Marco Vásquez "está de vuelta"?....

Y añadí a continuación, como explicando esa frase:

Suele decirse que alguien "está de vuelta" cuando ha estado ausente por un tiempo… suele decirse, también, que alguien "está de vuelta" cuando previamente, ha estado "de ida"... y… por allí se oye, que alguien "está de vuelta" cuando otros -apenas- "están de ida"...  

Dejé pasar unos segundos y ataqué mi texto con energía:

Podría decirse que Marco Vásquez "está de vuelta" porque lo tenemos nuevamente, aquí, entre nosotros...

Pero... como ustedes pueden ver... Marco Vásquez jamás nos ha dejado…

Aquí están nuestras montañas, nuestras colinas, nuestro Panecillo, nuestro cielo, nuestras casas, nuestras ferias, nuestro Quito, nuestra gente, nosotros... aquí estamos…..

Marco Vásquez "está de vuelta” porque permanentemente "ha estado de ida"… La reiterada búsqueda, el trabajo arduo, la constancia, le han permitido avanzar...

En sus inicios, como estudiante de arquitectura, que es de donde le vino "esto de hacer casas", aprendió algo -no siempre fácil-, como es: imaginar, concebir.. volúmenes y espacios y plasmarlos en dos dimensiones, en una cartulina, en un plano... (Debo decir aquí que en eso también, siempre "estuvo de vuelta" cuando sus compañeros apenas "estábamos de ida"). Sin embargo, a pesar de sus cualidades como Arquitecto, un día decidió que no se puede "estar de ida" y "de vuelta" por dos caminos simultáneamente... Dejó la arquitectura y comenzó a pisar firme en su otra pasión: el arte, la pintura...

Y aprendió algo que tampoco es fácil, que es mucho más difícil: plasmar en dos dimensiones no sólo volúmenes y espacios sino además la luz, el tiempo... la vida... Asunto complejo en el que pueden introducirse con éxito, sólo quienes están simultánea y permanentemente en un proceso de búsqueda y de síntesis, sólo quienes, están simultánea y permanentemente "de ida" y "de vuelta".

Ese proceso le ha permitido "ir y volver" sobre sus materiales y sus técnicas: la cartulina, la acuarela, el pincel de aire, los acrílicos, el lienzo... y le ha permitido "ir y volver" en la expresión: el blanco y negro, los grises, los ocres, los colores brillantes ... el rosa, el verde acidulado (aportes de sus "idas y vueltas" por México y Brasil) mezclados con nuestros azules, nuestros verdes, nuestros violetas, con nuestros colores andinos... en una síntesis continental nuestra igualmente, más ampliamente nuestra, sin fronteras.

Este proceso de búsqueda y de síntesis le ha permitido "ir y volver" sobre sus temas urbanos: las casas y ciudades primero, las ciudades y su gente luego, los problemas de las ciudades y los problemas de la gente después: las migraciones, el tugurio, la pobreza... han estado presentes en sus cuadros.

Rubén Moreira preguntaba al presentar su obra hace algunos años: "¿Nos encontramos ante un urbanista inconforme que ha encontrado en la pintura la forma de narrar los conflictos urbanos?".

Pero... también en esto, Marco Vásquez "está de vuelta"... no aprendió exclusivamente a sintetizar en dos dimensiones nuestra realidad... en sus últimos cuadros se aprecia que también ha logrado meter dentro del lienzo a la esperanza...

Rubén Moreira lanzó también otra interrogante hace algún tiempo, decía: ¿Qué sorpresas nos deparará este pintor en el futuro?...

Y en esta ocasión quiere compartir con nosotros una de sus sorpresas... esta magnífica muestra en pequeño formato... cosa que no deja de ser una sorpresa... pues "las idas y vueltas" de Marco, al igual que sus cualidades y él mismo, son más bien de gran formato...

Concluí mi intervención señalando los cuadros:

-       Señoras y señores, dije… ¡Marco Vásquez "está de vuelta"!.






“Poner tinta a los recuerdos”
A propósito de la muestra “Fachadas y Tintas”
de Mario Vivero

Diez años más tarde, en junio de 2001 otro buen amigo, Mario Vivero, también arquitecto iba a hacer una exposición de sus magníficos dibujos en la Galería de Arte del Colegio de Arquitectos de Quito y también me pidió que hiciera la presentación de esa muestra.

Acepté con mucho gusto por la gran amistad que me une igualmente con mi tocayo con quién Marco y yo fuimos compañeros en la Facultad de Arquitectura desde primer curso.

Escribí un texto no muy extenso titulado “Poner tinta a los recuerdos” y en el acto de inauguración de su exposición lo leí dirigiéndome a los presentes.

Luego de saludar a quienes nos acompañaban en aquella oportunidad… comencé así mi intervención: 

Conocí a Mario Vivero hace muchos años. ¿Cuántos?.... Saquemos cuentas: ambos estamos jugando nuestro último año en la sub-cincuenta y la primera vez que nos topamos acabábamos de salir de la secundaria, por tanto... años más, años menos (a estas alturas del partido esas pequeñeces no cuentan)... conozco a Mario por más de treinta años...

Lo conocí en la facultad de arquitectura (de la Central habría que aclarar para los más jóvenes, ahora que han proliferado las facultades por todo lado...). Lo conocí en la facultad cuando los dos iniciábamos la apasionante aventura de hacernos arquitectos...

Nos tocó el mismo paralelo no porque ambos nos llamásemos Mario sino porque nuestros apellidos comienzan con v.  Fuimos compañeros y somos amigos desde esa época... y claro, driblamos juntos un montón de materias y trabajos... Si la facultad tuviera archivos o al menos algún tipo de registro de la cantidad de productos que entregan incansablemente sus alumnos, se podría verificar cuantas tareas de urbanismo, de historia, de teoría, de construcciones, de estabilidad, de ciencias sociales y de quién sabe cuantas otras cosas los hicimos “en grupo” (como era usual en esas épocas de ingresos masivos, clases magistrales y cursos de ochenta alumnos). Cuantas cartulinas y papeles habremos llenado en todos esos años con Mario y con todos los amigos (muchos aquí presentes) con los que hacíamos infatigables tareas en grupo.

De esas épocas universitarias hay recuerdos de cansancios, amanecidas, harto trabajo... y muchas satisfacciones. Teníamos materias que nos apasionaban, otras eran tediosas, una que otra, inservible... pero todas copaban el tiempo impresionantemente... Una materia sensacional porque era una especie de oasis en medio de las responsabilidades y los esfuerzos cotidianos era dibujo natural... Salíamos a dibujar al Ejido, a las calles de Quito, a sus barrios... Aprendimos desde esa época a ver, a apreciar, a querer las iglesias, las plazas, las fachadas que ustedes pueden apreciar en esta muestra que hoy nos congrega.

De esos años creo importante mencionar a dos personas -dos Oswaldos- que nos vincularon con las técnicas del dibujo, con el lápiz, el carboncillo, la acuarela, la tinta... Oswaldo Viteri y Oswaldo Muñoz Mariño -maestros con mayúsculas- El primero fue profesor nuestro en los primeros años de la facultad y el segundo “nuestro maestro” en su taller de arquitectura. Viteri nos puso en contacto con el papel periódico, la tinta, el madero aguzado para usarlo como rústica pluma... Muñoz Mariño con adminículos apasionantes como los graphos y el plumón -ahora  piezas de museo- que servían por igual para dibujo técnico y artístico...
Pero ambos, nos enseñaron sobre todo, a sentir la ciudad, a sentir sus piedras, sus muros de tapial y de adobe, sus tejas y sus pequeñas ventanas... a ver y a dibujar en perspectiva y con otra perspectiva... pues al sentir la arquitectura y la ciudad aprendimos a sentir a su gente...

Desde esa época, Mario se destacó como el buen dibujante que esta muestra confirma. Desde un inicio optó para sus trazos por el uso de tinta y una ramita cualquiera con la punta aguzada. Ese pequeño madero permite cuando es usado, como en este caso, con una particular combinación de espíritu, cabeza y mano sensibles, pasar de líneas finas y puntos delicados, apenas inclinándolo, a una sombra potente y a texturas rugosas; sumergido cada cierto tiempo en las obscuridades de la tinta ese pequeño objeto va y viene del papel al modelo -y de ésta a aquel-, transita de la dimensión de un muro, al trazo firme que preserva la escala, de la retina sensible a la luz dibujada...

¡Dibujar la luz, con tinta china!, ¡vaya reto...!

Y de ese reto.... de forma paciente, delicada, a veces hasta lenta... han nacido estos santos que nos rodean (santo Domingo, santa Bárbara, san Sebastián, san Marcos...), se han materializado nombres nuestros de épocas pasadas -a la vez tan presentes- (Pintag, Guápulo, Pindal, Machángara) y hemos podido ir de visita a regiones y ciudades diversas (Bolívar, Cuenca, Machachi, Guayaquil, Zaruma..... y Quito, claro).  ¿No les parece extraordinario?......

De las épocas universitarias que evocaba hace un rato han pasado los años... muchos de nosotros nos daremos cuenta que con mucha dificultad podremos sacarle “un trazo” al lápiz, al rapidógrafo o a la pluma... hemos “perdido la mano” y lanzarnos a dibujar sería poco menos que una audaz aventura...

Por eso al ver esta exposición, resulta grato palpar que, en todo este tiempo, a Mario no se le ha agarrotado la mano y lo que es más importante (sobre todo en estas épocas que corren) no ha permitido que se le agarrote el alma.

Resulta gratificante y complaciente una ocasión como ésta, cuando tenemos la oportunidad de ver a un compañero, a un colega, a un amigo entrañable... que se mantiene activo –y con cuánta solvencia- en este maravilloso reto de pasar al papel los paisajes urbanos, las paredes, el alma..., (el alma de calles y plazas y la suya propia... ) pues la tinta y el pequeño madero con los que Mario se expresa son medios casi mágicos, que le sirven para trasmitir al espectador la fuerza y la presencia de sus sólidos modelos y al mismo tiempo, su sensibilidad y calidad humanas.

Concluí mi intervención señalando los cuadros:

- Señoras y señores, dije… y añadí en seguida – bienvenidos a disfrutar de esta exposición titulada “fachadas y tintas” que me ha permitido desempolvar gratos recuerdos….

Resulta interesante poder recuperar estos textos ahora… veinte años después de la primera presentación, cuando han transcurrido más de diez de la segunda y, sobre todo, luego de cuarenta años de cuando tuve la suerte de compartir las aulas y la vida con estos dos queridos amigos que siguen pintando y entintando lienzos y cartulinas con la misma pasión de aquellas épocas.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Ecuador 30: Un cementerio en el Parque Metropolitano Guangüiltagua

Como ya he relatado desde diciembre de 2006 el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión” tomó a su cargo la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua tras ganar un concurso convocado por el “Municipio Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito”.

Cuando ya teníamos más de dos años en esas tareas, en marzo de 2009 recibí un correo electrónico de mi amigo Rómulo Moya Director de TRAMA.

El texto, muy escueto, decía lo siguiente:

De: Rómulo Moya Peralta, arq. [mailto:editor@trama.ec]
Enviado el: lunes, 23 de marzo de 2009 8:45
Para: "Arq. Mario Vásconez"
Asunto: una pregunta

Querido Mario: caminando ayer por el parque encontré este lugar extraño. Me pareció algo muy raro… ¿Qué es?
Un abrazo

Rómulo

La misiva venía acompañada por tres fotos




El asunto por supuesto me llenó de curiosidad y de inmediato me reuní con mi equipo, llamé a Rómulo para preguntarle detalles sobre la ubicación de ese misterioso descubrimiento y con esa información, nos trasladamos al lugar con varios de nuestros guardabosques, para poder observar en “vivo y en directo” ese extraño lugar. 

El Parque Metropolitano tiene casi 600 hectáreas, así que necesitábamos indicaciones precisas sobre la ubicación de este espacio lleno de tumbas. Las indicaciones de Rómulo nos condujeron al sitio con relativa facilidad. Se trataba de un terreno de más o menos unos cien metros cuadrados, situado en una pendiente hacia el costado sur del Parque, en las proximidades del barrio Bellavista.

El predio se hallaba en medio del bosque de eucaliptos, cercado por una valla rústica hecha con retoños y ramas de esos árboles y conformado por varias plataformas a manera de graderío, siguiendo el declive de la ladera.

En cada plataforma de máximo cincuenta centímetros de ancho, había una sucesión de pequeñas tumbas; cada una, identificada con una cruz de madera. Varias de las cruces tenían una protección de hojalata como las que se aprecian en los cementerios de los pequeños pueblos y en las cruces o en la lápidas ubicadas debajo de ellas se podían visualizar fechas, letras y palabras entrecortadas -la mayoría, ilegibles o in-entendibles-.
En varias tumbas alguien había colocado flores, muchas de ellas se veían todavía frescas, y en otras se había plantado geranios, dalias o margaritas.

Era un ordenado cementerio, humilde pero bien mantenido, con más de cuarenta o cincuenta tumbas, dispuestas en ocho o diez terrazas.

Lo curioso era que la dimensión de las plataformas y la separación entre tumba y tumba evidenciaban que no podía tratarse de un cementerio normal. Todo era como a escala reducida.

Extrañados, recorrimos el sitio, estábamos en medio de un “mini cementerio” por demás curioso e inexplicable.

Alguien sugirió que podía tratarse de un cementerio canino. Sin embargo el número de tumbas era excesivo. No podíamos imaginar alguien que hubiera enterrado más de medio centenar de canes dándose el trabajo de hacer una cruz e incluso una lápida para cada animalito.

Alguna otra persona lanzó la hipótesis de que podía tratarse de un cementerio de niños. Sin embargo los guardabosques que nos acompañaban, muchos de ellos que habían nacido y se habían criado en el parque…juraron y re-juraron que jamás habían visto u oído hablar de ese cementerio tan particular.

Ellos trabajaban en el parque desde hacía más de veinte años y jamás se enteraron de la existencia de ese camposanto. Si se  trataba  de un cementerio infantil no pudo llenarse de un día para el otro. Si el cementerio se hubiese habilitado en ese espacio para enterrar niños chicos o recién nacidos habría operado por varios años y ellos, de alguna forma se habrían enterado….

La cosa comenzaba a ser algo preocupante.

Otra persona insinuó que podía ser un sitio para enterrar fetos… tal vez los frutos de abortos clandestinos realizados por alguien en las inmediaciones del parque…

Eso ya nos asustó un poco más y decidimos que debíamos buscar a la policía antes de seguir con las investigaciones. No podíamos, por ningún motivo, profanar las tumbas sin la presencia de la autoridad… No teníamos la menor idea de lo que podíamos encontrar en ellas.

Fuimos pues a buscar a los policías del PAI de Bellavista.

Les comentamos el extraño descubrimiento y luego de escucharnos los detalles del caso y, sobre todo, las hipótesis de que podía tratarse de un lugar de entierro de actividades “non santas” decidieron desplegar un operativo al lugar de los hechos.

En el PAI no se encontraba ese momento ningún oficial a cargo, así que decidimos pasar por la sede de la policía montada que se halla en el mismo sector, junto al acceso sur del parque, para que el oficial responsable de ese cuartel pudiera acompañarnos en las indagaciones en el terreno.

Una vez que relatamos los hechos, una subteniente y varios de sus subalternos, se sumaron al periplo, supongo que como fruto de sus responsabilidades policiales pero también como consecuencia de una natural curiosidad ante las misteriosas evidencias que les describimos con lujo de detalles.

Lo curioso fue que, una vez en el sitio y luego de recorrer y observar el pequeño cementerio, ninguno de los policías quería tomar la decisión de “profanar” las tumbas… ni la subteniente ni los sargentos se atrevían a excavar o a autorizar la excavación de las tumbas.

Alguien sugirió excavar una… para ver “qué mismo había”… antes de ir en busca de un comisario y de “alborotar –aún más- el gallinero”.

Colectivamente decidimos proceder de esa manera.

El “gordo” Juan Carlos Cajamarca, encargado del vivero que teníamos en el parque, fue a buscar una pala, se armó de valor y comenzó a mover, cuidadosa y lentamente la tierra de una de las tumbas…

Unos veinte centímetros bajo la superficie, la herramienta golpeó en algo duro. Delicadamente volvió a clavar el instrumento y nuevamente se escuchó un ruido seco, sordo, como de madera…

La escena era casi cinematográfica, cuando los piratas cavan para encontrar un tesoro y la pala golpea en el cofre enterrado.

En este caso las circunstancias tenían el componente medio macabro y aterrorizador de estar cavando en una tumba.

Juan Carlos, siguió sacando la tierra con cuidado y, poco a poco, fue haciéndose visible un pequeño ataúd blanco.

Todos nos quedamos lívidos y como petrificados… nadie hablaba…

Dirigió la vista a todos los presentes como pidiendo autorización para continuar… vana pretensión… nadie abrió la boca… todos la teníamos reseca…

Limpió con la pala los contornos del pequeño féretro y lo fue moviendo hasta que pudo sacarlo a la superficie con ayuda de la misma herramienta.

Era un perfecto ataúd de unos veinte centímetros de largo por cuatro o cinco de ancho… no se trataba de una caja rectangular, tenía un extremo más estrecho  y una parte más ancha  como acontece en los ataúdes verdaderos para poder acomodar los pies del un lado y los hombros y la cabeza del difunto, del otro.

Parecía hecho de madera contrachapada o de aglomerado y tenía una pequeña cruz negra, pintada en la tapa.

Juan Carlos preguntó. – ¿lo abro?...

No sé quién respondió afirmativamente… pero, con la misma pala, con cuidado y una gran dosis de miedo, que todos compartíamos, logró que la tapa de abriera… no estaba clavada sólo embonaba con precisión, cubriendo la parte inferior del minúsculo ataúd… así que, saltó sin dificultad.

Una vez abierto, pudimos observar el contenido… era un pequeño bulto cilíndrico conformado por un trapo viejo, usado y sucio, de color marrón… una especie de tamal o de taco de aspecto misterioso.

Los ojos de todos los presentes seguían abiertos desmesuradamente y las miradas se fijaban con miedo en el pequeño envoltorio.

El gordo y Oscar Legña se armaron de valor y la sacaron del ataúd con ayuda de una ramita… no se atrevieron a tocar con las manos ese aterrador objeto…

Con las mismas ramitas fueron desenvolviendo de a poco el trapo y a cada vuelta, los presentes se iban agachando y acercando, con los ojos bien abiertos, como para no perderse detalle alguno, de lo que podía salir de entre sus pliegues.

Finalmente la tela, ya totalmente desplegada sobre la tierra removida, dejó ver el contenido del féretro.

No era un feto ni el cadáver de un ser viviente de ningún tipo. El envoltorio escondía dos objetos inanimados: un recorte de periódico y un copo de algodón limpio, seco, sin señas de haber absorbido sustancia alguna.

Todos observaban el entierro con ojos de incertidumbre, de duda o de perplejidad aunque ya no de pánico.

Decidimos abrir una segunda tumba…

El resultado de esa excavación fue casi idéntico al de la primera: sólo que en esta vez el trapo que envolvía el contenido era blanco y que de su interior salió no sólo el recorte de periódico y el algodón, sino también una moneda de diez centavos de dólar.

Enseguida comenzaron a lanzarse toda clase de suposiciones, hipótesis  y acertijos.

Alguien decía que podía ser un entierro realizado por algún culto demoníaco.

Otros suponían que era un “encargo” de “magia negra” para hacer daño a alguien.

Algún colega -más terreno- sugirió que se trataba de una “instalación artísticas”, posiblemente de estudiantes de  alguna de las facultades de arte de cualquier de las universidades de Quito.

No faltó quien elucubró que podía tratarse de un trabajo académico pero de una escuela de fotografía…

Se escuchó a otra persona relatar que “había oído” que en el parque se reunían los miembros de una secta esotérica que adoraban “a la luna” y que posiblemente el cementerio era una ofrenda a su “divinidad”.

Las elucubraciones fueron más allá y se llegó a afirmar que como las elecciones estaban próximas, posiblemente era efectivamente un acto de “magia tenebrosa” contra Correa y los miembros de “Alianza País” encargado por Lucio Gutiérrez y las huestes de “Sociedad Patriótica” que tenían una central de campaña “por allí cerca”… para que les vaya mal en las elecciones a sus rivales…

Otro de los presentes  corroboró tal hipótesis al descubrir que en una de las lápidas se podía leer SRI, siglas del Servicio de Rentas Internas…el organismo público encargado de la recaudación de los impuestos.

Nunca pudimos saber el verdadero origen de este singular cementerio.

Los policías sugirieron que saquemos las cruces y las quememos. El personal del vivero quedó encargado de retirar la cerca e incinerarla… y luego… de echar tierra y extenderla para borrar las terrazas, restableciendo el perfil natural de la loma…

Nunca supe si los demás ataúdes fueron desenterrados o si nadie se atrevió a hacerlo…

Ahora los retoños del bosque de eucalipto y el chaparro, las chilcas y las cabuyas nuevamente pueblan ese espacio como si nada hubiera acontecido en esos pagos.

Así fue nuestro paso por el Parque Guangüiltagua, lleno de sorpresas y novedades, pero, finalmente fue una muy interesante experiencia… y esta sorpresa que he relatado, la de los ataúdes… fue una experiencia particular, muy especial, entre otras muchas. 


Quienes deseen ver otras fotos del Parque pueden visitar el sitio:

jueves, 22 de diciembre de 2011

Ecuador 29: La casa de la Hacienda Miraflores en el Parque Metropolitano Guangüiltagua

Como ya he relatado desde diciembre de 2006 el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión tomo a su cargo la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua tras ganar un concurso convocado por el “Municipio Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito”.

Cuando recibimos el Parque pudimos verificar que en su territorio existían una diversidad de construcciones de todo tipo, varias que podían ser utilizadas a pesar de requerir alguna intervención de mantenimiento o de reparaciones menores y otras cuyo uso era imposible por el lamentable estado en el que se encontraban pues habían permanecido abandonadas por muchos años.

Una de las propiedades más importantes que fueron expropiadas para la conformación del Parque Metropolitano fue la Hacienda Miraflores que perteneció a la familia Donoso.

En una de nuestras primeras visitas al parque pudimos recorrer la casa de esa hacienda y lo que fueron sus jardines; todo se hallaba en un estado de lamentable deterioro. Incluso uno de los grandes árboles se había desraizado y se encontraba tendido como una gigantesca escultura natural.

Cuando iniciamos nuestro trabajo en el Parque, la Casa de la Hacienda Miraflores estaba a punto de colapsar; su cubierta de teja soportada sobre estructura de madera, estaba muy deteriorada. A pesar de que el Municipio en algún momento la había cubierto con una estructura provisional de pingos de eucalipto y láminas corrugadas de zinc, el descuido y las goteras habían hecho lo suyo… el clima y el abandono siguieron deteriorando las paredes y la cimentación, la casa, una magnífica construcción de adobe con las características de las casas de la sierra ecuatoriana podía derrumbarse en cualquier momento.

Al verificar el lamentable estado de esa edificación fui a visitar a mi amigo Carlos Pallares, director del FONSAL y le describí la situación solicitándole una intervención urgente de ese organismo para salvar este bien patrimonial de la ciudad. Hicimos con Carlos un recorrido y envié una solicitud formal para que el FONSAL desarrollase una propuesta para restaurar y preservar la Casa de la Hacienda Miraflores pues esa importante edificación corría riesgo de perderse por el estado de abandono en el que había permanecido por muchos años. Acompañé la solicitud con fotos que daban cuenta del estado de la edificación y esbozaba una propuesta del uso que podría darse a la casa una vez restaurada.

Con Carlos vimos que en el sector nororiental del Parque, donde se encuentra la “Casa-Hacienda”, no existían ciertos servicios para los visitantes como cafetería, venta de refrescos, servicios higiénicos, área de descanso, etc. Vimos que la casa, una vez restaurada perfectamente podía acoger ese tipo de servicios para los usuarios de aquel espacio público. Analizamos también la necesidad de pensar en un conjunto de servicios adicionales que podrían generar recursos para el Parque y para garantizar la propia sostenibilidad de la edificación cuyo mantenimiento y cuidado en lo posterior, iba a resultar algo elevado.

Vimos que sin generar una dependencia de circulación vehicular a través del Parque, se podía prever un acceso independiente desde la Av. Simón Bolívar, habilitando un camino empedrado existente para estructurar un restaurante, centro de convenciones y centro cultural para exposiciones de arte, lanzamientos, conferencias, seminarios, etc.

Decidimos pues, que la realización de ese tipo de eventos podría ser la función potencial del edificio y por tanto ello guiaría la estructuración del programa posible, la planificación arquitectónica y la restauración de la casa.

Posteriormente se vería si su operación se realizaría por concesión, comodato, arriendo u operación directa.

Cabe mencionar que habíamos previsto implementar un servicio de carretas tiradas por percherones entre la casa restaurada y una granja de animales domésticos que se ubicará en el sector sur del Parque, a más de varias rutas pedestres, de equitación y de ciclismo que pasarían por el sector de la casa; con esos atractivos se garantizaría la presencia de turistas y visitantes a la casa desde otras zonas del Parque.

Desde el principio decidimos que no convenía pensar en esa casa como sede de la administración del Parque por la servidumbre de circulación vehicular que ello habría originado, pues una serie de visitantes, proveedores y contratistas habrían demandado ingresar en carro a la sede de la administración con las lógicas molestias a los usuarios que buscan tranquilidad y paz en ese espacio natural y no toleran la circulación de vehículos, ruido de motores y generación de humo en los lugares que usan para caminar, trotar o hacer ejercicio.
  
La respuesta del FONSAL fue inmediata y efectiva. Los planos y el plan de trabajo fueron hechos de forma profesional y seria.

Se encargó esa tarea a la arquitecta Esperanza Fonseca, con quien me reuní en varias oportunidades para analizar la propuesta de restauración y mantuvimos contacto permanente por correo electrónico en la etapa de planificación. Ella fue muy amable al mantenerme informado del avance de los trabajos y aceptó de buen agrado cualquier comentario o sugerencia de mi parte.

El 19 de junio de 2006 me envío la versión final de los planos y por supuesto dimos luz verde para que la obra pudiera llevarse a la práctica.

Una vez el FONSAL dispuso no solo de los planos constructivos sino además de las especificaciones técnicas y el presupuesto de la obra, procedió a la contratación de la construcción y fiscalización.

Quienes fueron seleccionados para llevar adelante esos trabajos fueron mis buenos amigos los arquitectos Carlos Andino y Ximena Vela. Ellos también nos dieron total apertura para hacer sugerencias y propuestas para mejorar la ejecución de los trabajos.

Yo envié a Carlos Pallares una carta en la que agradecía la pronta respuesta del FONSAL al haber acogido nuestros requerimientos referidos a la necesidad de restaurar y preservar esta importante edificación que corría riesgo de perderse por el estado de abandono en el que había permanecido por muchos años. Allí le comentaba que los planos habían sido hechos de forma profesional y seria, y le manifestaba mi complacencia de que las tareas de construcción y fiscalización hayan sido encomendadas a profesionales de experiencia, lo cual garantizaban la calidad de la obra.

Meses después, efectivamente pudimos comprobar la seriedad, dedicación y trabajo profesional de estos colegas pues la obra que nos entregaron posteriormente fue de muy buena factura. Carlos Andino me contó que la Casa-Hacienda fue restaurada con un presupuesto de casi doscientos mil dólares; recursos muy bien invertidos para poner en valor este bien patrimonial del parque y de la ciudad.

El 12 de junio de 2007 realicé una visita técnica a la obra junto con los colegas: Esperanza Fonseca del FONSAL, Carlos Andino, contratista, Ximena Vela, fiscalizadora y Bolívar Romero, Coordinador de Servicios Generales del Parque.

Fruto de esa visita envié una carta al FONSAL en la que solicitaba: a) Eliminar la propuesta de jardinería que resultaba poco adecuada para una casa de hacienda andina y para el contexto circundante de un parque-bosque. Consideramos que un prado bien mantenido y recortado y la vegetación rústica que le rodeaba era más que suficiente para contextualizar a la edificación y para propiciar usos complementarios al aire libre (mesas con parasoles, carpas para recepciones, juegos infantiles, etc.); b) Sugerí que con esos recursos, se podía complementar la propuesta de uso de la casa, con un área de parqueo para veinte vehículos que podía ubicarse en el extremo noroccidental de la edificación, en un sector que se estableció como factible en la visita mencionada, y que se podía realizar con muy bajo costo y poco impacto ambiental; y c) Sugerí complementar esta obra, con un portón de acceso, una garita de control y el empedrado de dos o tres sectores pendientes de la vía existente que podía ser mejorada -con muy poca inversión- para garantizar acceso independiente a la Casa desde la avenida Simón Bolívar sin necesidad de que los vehículos requieran atravesar el Parque.

Parece que Carlos Pallares estaba de vacaciones cuando se dio trámite a esa carta; su colega Franklin Cárdenas atendió el primer requerimiento pero no decidió nada respecto a los otros dos, así que la restauración concluyó sin que la obra pudiera beneficiarse de un adecuado acceso y un sitio de parqueo.  

Según un informe que he podido conservar luego de que dejáramos el Parque, el miércoles 28 de agosto del 2007 cuando la obra de restauración ya estaba bastante avanzada y se podían ver la calidad de los trabajos y el gran cambio que la casa evidenciaba, recibimos la visita de la señora Lucia Donoso, hija del último propietario de la Hacienda. Yo no pude recibirla, pero la atendió Lady Franco que colaboraba con nosotros en el “Centro de Información, Operación y Servicios Generales”, entre sus responsabilidades estaba la atención a los visitantes y tuvo la oportunidad de recibir y acompañar a esta dama a una emotiva visita a la Casa-Hacienda.

Según el informe de Lady, la señora Donoso tenía ochenta y dos años cuando nos visitó aquel día; su padre el señor Juan Elías Donoso fue dueño de la Hacienda "Miraflores" que iba más allá del actual territorio del Parque, pasaba la avenida Simón Bolívar (que hoy es el límite norte de este espacio público) y llegaba hasta una quebrada en las inmediaciones de Nayón. El límite sur de la hacienda en la loma de Guangüiltagua, era más o menos a la altura de la actual planta de tratamiento de agua de la EPMAPS-Q.

Lady nos contaba posteriormente, al relatarnos los pormenores de la visita, que esta amable dama se emocionó hasta las lágrimas al ver la casa y constatar lo linda que estaba quedando como fruto de su restauración.

Según había referido, después de la expropiación solo había regresado en una ocasión anterior a la casa… y comentó con pesar:

- “…cuando la casa estuvo abandonada, habían destruido todo… venían grupos a hacer misas negras… en las paredes se veían dibujos muy miedosos, por dentro y por fuera. Los pisos de madera estaban quemados, parece que hacían fogatas adentro. Daba miedo acercarse…"

Esa información fue corroborada por la arquitecta Esperanza Fonseca del  FONSAL, quien reiteró:

- “…cuando comenzamos los trabajos se podían ver en las paredes dibujos horribles, diablos negros… cabezas con cachos, muy feos…”

Según Lady, la señora Donoso recordaba la casa:

- “…la construcción era de adobe… la parte oriental era el área social y el lado occidental era la zona destinada para los servicios. La arquitecta Fonseca le explicó lo que el FONSAL estaba haciendo y el destino que iban a tener los diversos ambientes… le comentó que “en algunas partes habían tenido que usar ladrillos porque los adobes ya no servían… 

Igual cosa aconteció con la madera… casi toda estaba destrozada y había sido necesario sustituir todos los pisos, las puertas, las ventanas, los dinteles y las vigas de la cubierta. Le contó que los cielorrasos se habían restaurado con el mismo tratamiento original con chagllas y carrizo”.

Esperanza le contó que “en los diversos cuartos iban a funcionar salones de uso múltiple para actividades culturales y un restaurante y que por eso, los pisos de madera se habían cambiado en parte y en otras zonas se había optado por la colocación de pisos de cerámica, más durables y resistentes al trajín”.

Parece que doña Lucía contó que en la esquina sur occidental de la casa, “frente a la entrada había una lagunita pequeña que se llenaba con agua lluvia”, la llamaban "la laguna de los patos” y tenía efectivamente muchos patos, peces y “guishi-guishis" (renacuajos). Al ver los restos del muro de adobe al occidente de la casa, comentó que “era la puerta de entrada a la huerta…”, añadiendo luego que  “la casa tenía una hermosa vista hacia el norte; pero ahora el bosque no permite disfrutar de esa vista”.

Doña Lucía relató varios de sus recuerdos de la vida cotidiana en la hacienda.

- “A esta casa veníamos poco… porque no tenía todas las comodidades…La casa no tenía agua corriente. En la parte baja de la hacienda, hacia el norte, había, dos vertientes de allí se traía el agua para la comida”.

- “En el patio de entrada, donde hay un árbol centenario de eucalipto, ese de tronco muy grueso, jugábamos, hacíamos picnics, e incluso pequeñas fogatas. Jugábamos con los niños de los trabajadores de la hacienda, al pan quemado, a las cogidas, al hombre negro, a lirón-lirón; a las escondidas, al lobo, a las ollas encantadas, a San Benito y a otras cosas que ya no me acuerdo... Como era cerca, veníamos, pasaban aquí el día y regresaban a Quito. El camino era pésimo”.

- “A veces, jugando, nos golpeábamos o lastimábamos. Para los golpes nos aplicaban carne cruda en la parte afectada o mantequilla. Para los lastimados y cortes nos ponían tela araña o tela de cáscara de huevo”.

- “Íbamos más a otra hacienda llamada "Huanginquí" que tenían mis padres en la parroquia Azcázubi. De ahí traían a la gente, acá para las cosechas. Aquí se cultivaba cebada y trigo, pero había poca gente para el trabajo, por eso anualmente venían trabajadores de la otra hacienda para  las cosechas”.

Cuando el Consorcio CIUDAD-Ecogestión recibió el Parque para su administración, en el extremo nor-occidental en una área de aproximadamente cinco hectáreas, encontramos un asentamiento humano, la “Comuna Miraflores”, donde vivían setenta y tres familias. Los moradores de la “Comuna Miraflores” son antiguos trabajadores de la Hacienda Miraflores y sus descendientes. Durante nuestra administración, varios miembros de la Comuna brindaron su concurso como miembros de la Microempresa de Guardabosques o de la Microempresa Ashintaco que se encargaba de las labores de mantenimiento, limpieza y jardinería.

Nosotros conocíamos que muchos de los viejos habitantes de la Comuna provenían de la provincia de Cotopaxi, de Nayón y de Calacalí. Parece que Lady consultó a la señora Donoso si recordaba ese detalle pero ella no le pudo dar mayor información al respecto.

Lady, sin embargo siguió con sus indagaciones y charló con varios de nuestros colaboradores que habían tenido alguna relación con la Hacienda.

Según el informe que me entregó: Fermín Alquinga había vivido “toda la vida” en la casa de hacienda, en la parte occidental dedicada a los servicios. Su hijo Pedro ahora vive en el Comité del Pueblo. María Presentación Cajamarca “cuidaba la casa”. Segundo Vaca “era el Mayoral o mayordomo de la hacienda”. “El papá de Enrique Galarza” también cuidaba la hacienda. María Guala que en ese momento cuidaba los materiales de construcción de la casa, “era hija de José Guala y Rosa Elena Chicaiza que trabajaron en la hacienda”.

Parece que María relató: - “Yo trabajaba en la casa y conocía a todos los hijos del señor Donoso, tenía un hijo varón y cinco mujeres…una hija se hizo monjita”.

Según el reporte de Lady, esa religiosa era justamente la señora Lucía Donoso, que nos había visitado. Ella corroboró ese hecho y relató además:

- “Mi hermana María Elena Donoso viuda de Coloma es la abuela de la ex-concejala Luz Elena Coloma, su papá se llamaba Juan Enrique Coloma”

- “Mi hermano Eduardo vivió un tiempo aquí con su familia, su esposa Toa les brindaba dulce de higos cuando veníamos. Ahora a él se lo puede encontrar en la Plaza Grande, le gusta ir allá para conversar con los jubilados”.

Al final de la visita la señora Donoso agradeció las atenciones de Lady y la preocupación que habíamos tenido para “no dejar destruir” la Casa-Hacienda; lo propio hizo su sobrina María Elena Vásconez Donoso quién la acompañó a este re-encuentro con el pasado. María Elena es hermana de mi amigo Juan Vásconez, médico, ex funcionario del Municipio y de UNICEF. Los dos son hijos de otra hermana de la monjita

La restauración de la Casa de la Hacienda Miraflores concluyó en el mes de diciembre de 2007 y el 20 de ese mes se efectuó una inspección interinstitucional, para la firma del acta de entrega-recepción.

En esa actividad me acompañaron la arquitecta Esperanza Fonseca del FONSAL, el arquitecto Carlos andino de la empresa constructora, la arquitecta Ximena Vela, fiscalizadora del FONSAL, Marcela Echeverría de “Vida para Quito”, Bolívar Romero y varios de mis colegas del equipo técnico del Consorcio.

Firmamos un acta de entrega-recepción y el inmueble pasó a cargo de la Administración del Parque. Dispuse que la Microempresa de Guardabosques garantice la seguridad diurna y nocturna de la casa y comenzó mi calvario para poder dar un uso adecuado a esa magnifica obra.

Como la casa de hacienda está localizada al interior del Parque, en un sector en el que nunca había existido red eléctrica, la edificación restaurada se encontraba en este momento sin posibilidad de prestar servicio ya que no disponía de dotación de energía eléctrica.

De otra parte en el contrato de construcción para la rehabilitación y restauración de la casa de hacienda, el FONSAL no contempló los rubros de cableado, instalación de accesorios eléctricos, ni la acometida del servicio (red de abastecimiento, transformador y medidores).

Resultaba indispensable contar con todas estas instalaciones para que el inmueble pudiera cumplir el fin para el que fue restaurado, así que solicité a varias firmas de profesionales que realicen un análisis y propuesta económica cotizando las obras respectivas.

Puse en conocimiento de “Vida para Quito” los estudios-propuesta en los que constaban los detalles de las obras, los costos y plazos respectivos y sugerí proceder a la contratación de estas obras con la Empresa Eléctirca Quito por las mejores condiciones técnico-económicas.


En mi carta a “Vida para Quito” les informaba que una vez que habíamos recibido la casa restaurada teníamos programado utilizar el inmueble para la instalación y funcionamiento de actividades culturales ligadas a diversos temas ambientales: exposiciones de arte (pintura, fotografía, afiches); charlas, seminarios y conferencias, así como cursos y talleres para niños, jóvenes y para la ciudadanía en general.

Señalaba que para poder dar uso a este bien inmueble era primordial contratar y ejecutar el tendido de la red eléctrica de alta tensión, colocar un transformador de baja tensión y realizar la acometida hasta el tablero de medidores de la Casa de Hacienda , así como el cableado de circuitos eléctricos de iluminación, tomacorrientes, redes telefónicas, redes de comunicación y alarmas. Instalación de accesorios eléctricos de iluminación interna y externa, tomacorrientes etc.

Señalé que vistos los documentos de las ofertas y analizados los montos y plazos ofertados, nos parecía que la propuesta de la Empresa Eléctrica Quito era la más recomendable, por las condiciones de precio, plazo y respaldo técnico. Sugerimos se proceda a su contratación.

Sin embargo, como fue una constante en nuestra relación con “Vida para Quito”, los mandos medios de ese organismo no tomaron ninguna decisión, no hicieron los contratos ni nos entregaron el dinero o la autorización para hacer esos trabajos. La Casa-Hacienda Miraflores, restaurada con calidad y buen gusto por el FONSAL permaneció sin uso hasta fines del 2010 cuando concluyó nuestro contrato y nos retiramos del Parque. Nunca pudo usarse por carecer de instalaciones eléctricas.

Este tipo de solicitudes también las formulamos en repetidas ocasiones en lo que tenía que ver con la dotación de agua potable.

Cabe mencionar que la solución del tema del agua y el saneamiento podía posponerse sin problema pues con el FONSAL acordamos que ante la carencia de alcantarillado, la casa debía contar con un sistema de fosa séptica y ante la inexistencia de acometida de agua potable, construimos una gran cisterna y un tanque para almacenar agua lluvia para poder abastecer desde allí a los excusados y otros servicios que no requerían de agua potable. Sin embargo la operación de estos reservorios requerían de una bomba eléctrica cuya adquisición nunca nos aprobaron y que igual, no habría podido operar por la inexistencia de la red y acometida eléctrica que nunca fue contratada. 

Nosotros hicimos todo lo posible por mantener sin deterioro a esta edificación, tuvimos que invertir recursos en su cuidado pues corría el riesgo de que sus instalaciones sanitarias y cerraduras fuesen robadas o volviera a ser deteriorada con grafitis o inscripciones de todo tipo.

Era absurdo que todo el esfuerzo desplegado y los recursos invertidos en la restauración no pudieran beneficiar a  los visitantes y usuarios del Parque.
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El resultado de todas nuestras gestiones fue siempre idéntico: ¡Ninguna respuesta! Los funcionarios de “Vida para Quito” que debían autorizar los contratos para que las Casa-Hacienda pudiera contar con los servicios básicos, jamás movieron un dedo para hacer realidad nuestras demandas. Miserias humanas. Cosas de la vida.

Sin embargo seguimos impulsando algunas otras cosas. En julio de 2007 yo suscribí un convenio con el Jardín Botánico de Quito para que poder realizar una  serie iniciativas conjuntas de mutuo interés. Una de esas actividades fue el poder inventariar varios árboles del Parque, entre ellos, algunos de lo que fueron los jardines de la Casa-Hacienda.

En mayo de 2009 nos visitaron técnicos del Jardín Botánico y  realizaron una serie de mediciones y verificaciones. Fruto de ese trabajo varios árboles del Parque son ahora parte del registro de “Árboles Patrimoniales de Quito”.

Entre otros se inventariaron un gigantesco eucalipto (Eucalyptus Altramus) de 6,60 m de perímetro en el tronco; 20,30 m de perímetro en la copa y 45 metros de altura; un enorme ciprés (Cipresus Macuocarpa) de 6.67 m de perímetro en le tronco; 16 m de perímetro en la copa y 30 metros de altura y un conjunto de pinos (Pinus Radiata) de 3.58 m de perímetro en el tronco; 19 m de perímetro en al copa y 25 metros de altura.

El 18 de noviembre de 2007 hicimos con mi mujer una visita al parque con varios queridos amigos interesados en el tema de la preservación y cuidado de los “árboles patrimoniales”: Juan y Magdalena Cueva, Nicolás Svistonoff y Sarita Sánchez, Hugo y Ana María Galarza, Diego y Christine Espinosa, en esa oportunidad pudimos admirar la casa restaurada y aquellos especímenes arbóreos tan especiales... al igual que varios cedros muy viejos y numerosas palmeras de coco “cumbi” que forman parte de lo que debieron ser los bellos jardines de la Casa-Hacienda.


Aun ahora, casi sin mantenimiento y cubiertos de plantas epífitas, musgo, líquenes y achupallas muestran al visitante una belleza singular y salvaje. La casa tiene un potencial indescriptible para actividades vinculadas al turismo.  


Con esas consideraciones nos preocupamos de conseguir recursos para la señalización del parque.

Con el apoyo de Rómulo y Juan Cruz Moya y Nancy Carchipulla de TRAMA pudimos contar con los diseños de la señalética interpretativa y de direccionamiento de las principales edificaciones que logramos restaurar mediante levantamiento de fondos. La elaboración y colocación de esos letreros de información para los turistas y visitantes fue también gracias al apoyo de empresas privadas e  instituciones amigas. 



A pesar de que Andrés Vallejo, Gerente de “Vida para Quito”, siempre nos apoyó, no logramos que sus colaboradores respaldaran nuestro trabajo. Ellos más bien nos boicotearon de forma constante. Jamás logramos hacer lo que habíamos previsto y tratado de impulsar con tanto entusiasmo y dedicación. Miserias humanas, cosas de la vida… 


Quienes deseen ver otras fotos del Parque pueden visitar el sitio: