sábado, 29 de junio de 2013

Ecuador 57: Los fantasmas de la Casa-hacienda Miraflores del Parque Metropolitano Guangüiltagua



Como ya he relatado en diversos relatos precedentes, desde diciembre de 2006 hasta mediados de 2010 el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión tomo a su cargo la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua tras haber ganado un concurso convocado por el “Municipio Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito”.

Cuando recibimos el parque una de las primeras cosas que hicimos fue realizar un recorrido por su territorio para conocer todas sus particularidades, sus quebradas, sus bosques, sus construcciones, sus  equipamientos, sus instalaciones y a sus moradores.

Planificamos muy bien ese recorrido de acercamiento y familiarización pues el parque Guangüiltagua tiene casi 600 hectáreas y era imposible recorrerlo en un solo día. Con ayuda de un plano estructuramos 7 áreas de entre 60 y 90 hectáreas para hacer recorridos a pie en una semana completa.


Realizamos esos recorridos en compañía de los miembros las dos microempresas que colaboraban con nosotros en la gestión del parque… la Microempresa de Guardabosques a cuyos integrantes conocíamos como “los Pumas”, y la Microempresa que se encargaba de las actividades de jardinería, limpieza y mantenimiento, a cuyos miembros llamábamos “los Ashintacos”.

Buena parte de ellos vivían en la “Comuna Miraflores” ubicada al interior del parque; por tanto, conocían sus bosques, quebradas, recovecos y senderos, como la palma de su mano… conocían leyendas, historias y anécdotas sobre ese enorme territorio, sobre sus moradores, animales, árboles y plantas.

Para nosotros fue muy interesante hacer esos recorridos con Pumas y Ashintacos pues pudimos darnos cuenta de cuánto amaban y conocían el parque; muchos incluso habían nacido y se habían criado allí, lo habían recorrido “de cabo a rabo” desde niños y luego de adultos desempeñando su trabajo… era maravilloso escucharles relatar toda sus experiencias y vivencias.  

Muchos de esos recorridos eran verdaderamente agotadores, pues caminábamos el día entero, cubriendo todo el territorio, para familiarizarnos con todos los detalles de cada zona del parque.

En esas visitas pudimos verificar que en el parque existían una diversidad de construcciones de todo tipo, varias que podían ser utilizadas a pesar de requerir alguna intervención de mantenimiento o de reparaciones menores y otras cuyo uso era imposible por el lamentable estado en el que se encontraban pues habían permanecido abandonadas por muchos años.

Una de las propiedades más importantes que fueron expropiadas para la conformación del Parque Metropolitano fue la Hacienda Miraflores que perteneció a la familia Donoso.

En el quinto día de nuestros recorridos por el parque, pudimos conocer buena parte de lo que fue esa propiedad y sobre todo, pudimos ingresar a la vieja casa de la hacienda y visitar lo que fueron sus jardines; todo se hallaba en un estado de lamentable deterioro. Incluso uno de los grandes árboles se había desraizado y se encontraba tendido como una gigantesca escultura natural.


La Casa de la Hacienda estaba a punto de colapsar; su cubierta de teja soportada sobre estructurar de madera, estaba muy deteriorada. 




A pesar de que el Municipio en algún momento la había cubierto con una estructura provisional de pingos de eucalipto y láminas corrugadas de zinc, el descuido y las goteras habían hecho lo suyo… el clima y el abandono siguieran deteriorando las paredes y la cimentación, la casa, una magnífica construcción de adobe con las características de las casas de la sierra ecuatoriana podía derrumbarse en cualquier momento.

Los espacios interiores habían soportado por años, la acción destructiva de todo tipo de vándalos. Según relataban los moradores de la Comuna Miraflores la casa era usada en ocasiones como guarida de ladrones y en otras como sitio de reunión de jóvenes descarriados que en las noches se concentraban allí para beber alcohol, consumir drogas e incluso para hacer extraños rituales de los que nadie quería hablar ni explicar nada.  

Como conté en un relato anterior, una ocasión recibimos la visita de la señora Lucia Donoso, hija del último propietario de la Hacienda. Yo no estuve presente pero Lady Franco que colaboraba con nosotros en el “Centro de Información y Servicios Generales”, tuvo la oportunidad de recibirla y acompañarla en una visita a la Casa-Hacienda cuando ya habíamos emprendido los trabajos de restauración.

Según la señora Donoso, después de la expropiación, ella solo había regresado en una ocasión anterior a la casa… y con pesar había podido verificar que: - “…cuando la casa estuvo abandonada, habían destruido todo…” 




“Los pisos de madera estaban quemados, parece que hacían fogatas adentro. Daba miedo acercarse…" 



“Venían grupos a hacer misas negras… en las paredes se veían dibujos muy miedosos, por dentro y por fuera...”

Esa información fue corroborada por alguna otra persona que participó en esa visita, quien reiteró:

“…en las paredes se podían ver dibujos horribles, diablos negros… cabezas con cachos, muy feos…”




Pero volvamos al relato que nos ocupa.

Durante nuestro recorrido con “Pumas y Ashintacos”, efectivamente pudimos verificar todos esos daños.

A más del visible deterioro de las paredes y de la cubierta, los vidrios estaban destrozados, muchas ventanas y puertas estaban destruidas o habían sido arrancadas de su marcos, las duelas de los entablados de los pisos habían sido desgarradas por todas partes -según explicaron nuestros acompañantes- en busca de supuestos “entierros” (la gente cree que en toda casa vieja, existen “tesoros enterrados”)…

Pero era evidente también que los visitantes nocturnos habían hecho fogatas para abrigarse usando la madera de puertas, ventanas y entablados, y los muros lucían pintarrajeados con todo tipo de inscripciones y dibujos, muchos de ellos hechos con carbón de las maderas calcinadas.

Dimos una vuelta por los exteriores y luego no aventuramos por las habitaciones. 


El recorrido no era fácil pues los pisos presentaban huecos y restos de materiales por todo lado; la penumbra y -en algunos casos la obscuridad- reinante en todos los ambientes hacía más dificultoso nuestro desplazamiento… además, la visita parecía más complicada, por lo tétrico del ambiente que se respiraba en ese sito por los dibujos y un aire gélido que se sentía por las corrientes de aire y la humedad reinante.


Estábamos desplazándonos despacio, con cuidado y con miedo…cuando de pronto nuestra colega Mayra Calderón quien trabajaba con nosotros como responsable de los temas culturales y recreativos…dio un grito estridente.

No fue un alarido de pánico, ni un prolongado grito de terror… fue simplemente un “¡ay!, súbito, corto y de tono muy agudo…

Como la penumbra impedía darnos cuenta de nada… salimos en confuso tropel…primero para averiguar qué le había acontecido y poder socorrerla, pero también por un pánico general que nos envolvió a todos…

En brevísimos instantes abandonamos la casa y todo el grupo se encontró en el patio alrededor de Mayra.

Ella no decía nada pero tenía el cuello absurdamente torcido, con la cabeza como recostada sobre su propio hombro… no podía volverla a la posición vertical y tenía un rictus de dolor en su cara. No se quejaba pero lloraba con copiosas lágrimas… de tanto en tanto, repetía: -¡me duele, me duele!

Los Pumas tenían consigo su botequín de emergencias y alguno de sus líderes, no recuerdo si Eddy Guamán u Oscar Legña, comenzó a tratar de enderezar su cabeza  y hacerle masajes con alguna pomada que tenía en su mochila…

A cada movimiento, el dolor de Mayra aumentaba más y más… su cara daba muestras de que efectivamente sufría y nuevamente repetía: -¡me duele, me duele!

Me decidí a intervenir.

(Como ya he relatado anteriormente yo practico aquel arte japonés de imposición de la mano conocido como Mahikari… que básicamente consiste en la trasmisión de energía a través de la palma de la mano, que llega a quien la recibe y purifica su cuerpo, su mente y su espíritu…)

Pedí a Mayrita que mantuviera los ojos cerrados. Realicé tres palmadas de forma secuencial y sonora y recité con voz fuerte, firma y grave, una oración en japonés conocida como “Amatsu Norigoto”… la entonación dura casi dos minutos y se la realiza con ritmo continuo y enérgico…casi como un torrente.

De inmediato elevé la mano derecha y la coloqué como direccionando la energía hacia la frente de Mayra… casi de inmediato dejó de llorar, poco a poco su cara de dolor fue cambiando a una evidente expresión de paz y serenidad. 

Luego de diez minutos le pedí que abriera nuevamente los ojos y que tratara de poner su cabeza en posición normal…

Lo hizo sin dificultad alguna. Ya no le dolía nada… Me abrazó agradecida… todos miraban la escena como embobados, con la boca abierta y los ojos desmesuradamente fijos… sin entender nada.

A partir de ese momento gané puntos en mi relación con el personal del parque… nadie había visto nada parecido…. Se rompió una suerte de barrera invisible que sentíamos entre el personal del equipo técnico y los miembros de las dos microempresas… a partir de esa extraña experiencia la relación se hizo fluida y de total confianza.

Al día siguiente vino a verme Esteban Oviedo que trabajaba con nosotros como responsable de los temas ambientales… quería hablar conmigo en privado… salimos de la oficina y dimos una vuelta por el exterior.

Me dijo que no sabía cómo decirme... se dio mil vueltas, pero al fin se atrevió a contarme algo sumamente curioso.

Según Esteban, el momento que Mayra enderezó la cabeza luego de recibir el okiome (así se llama la imposición de la mano que hacemos en Mahikari), algo salto del cuello de Mayra al cuello de Esteban…

Según me dijo, sintió un agudo dolor y una suerte de entumecimiento… como un tortícolis muy fuerte…

Casi no había podido dormir a pesar de haber tomado un fuerte analgésico y desinflamante… quería ver si podía hacerle lo mismo que le había hecho a Mayra… pero me advirtió que él no creía en nada de eso… ni en energía, ni en fantasmas, ni en nada…

Le comenté que eso no interesaba puesto que este asunto no tenía nada que ver con ideologías o creencias...

Le pedí que mantuviera los ojos cerrados. Realicé tres palmadas de forma secuencial y sonora y recité con voz fuerte, el “Amatsu Norigoto”….

De inmediato elevé la mano derecha y la coloqué como direccionando la energía hacia su frente… Luego de diez minutos le pedí que abriera nuevamente los ojos y que tratara de poner su cabeza en posición normal…

Lo hizo sin dificultad alguna. Ya no le dolía el cuello…

¿Cómo será?, ¿no?....

Como ya conté, un entendido en estos temas decía: “¡Yo no creo en los fantasmas!... pero, que existen, ¡existen!...

Pero, volvamos al tema de la Casa-Hacienda Miraflores.

Luego de nuestros recorridos por el Parque y de estas sorprendentes experiencias fui a visitar a mi amigo Carlos Pallares, director del FONSAL y le describí la situación solicitándole una intervención urgente de ese organismo para salvar este bien patrimonial de la ciudad. Carlos encargó la planificación de la intervención a la arquitecta Esperanza Fonseca y se procedió a la contratación de la construcción y fiscalización con mis buenos amigos los arquitectos Carlos Andino y Ximena Vela.

La restauración de la Casa de la Hacienda Miraflores concluyó en el mes de diciembre de 2007 y el 20 de ese mes se efectuó una inspección interinstitucional conjunta, para la firma del acta de entrega-recepción.

En esa actividad me acompañaron Esperanza, Carlos, Ximena, Marcela Echeverría de “Vida para Quito”, Jorge García, Catalina Paredes, Mayra Calderón y varios otros colegas del equipo técnico del Consorcio.


Nuestra colega Lady Franco nos contó (al relatarnos los pormenores de la visita de la señora Lucía Donoso a la Casa-Hacienda en el mes de agosto) que esta amable dama se emocionó hasta las lágrimas al ver la casa y constatar lo linda que estaba quedando como fruto de su restauración.

Al final de la visita la señora Donoso agradeció las atenciones y la preocupación que habíamos tenido para “no dejar destruir” la Casa-Hacienda de su mayores, comentando luego: - “Ellos también deben sentirse muy contentos”…

Parece que así fue, pues en las fotografías que sacamos en el acto de entrega-recepción de la casa restaurada, estuvimos todo el tiempo rodeados de relucientes “orbs” o esferas de luz.

Las personas que defienden las explicaciones de este tipo de fenómeno desde lo paranormal afirman que  los “orbs” son entes de otra dimensión, espíritus, ectoplasmas, formas o entidades del mundo espiritual. No faltan aquellos que defienden a los “orbs” como seres superiores y quienes dan unas explicaciones un tanto más científicas dicen que se trata de concentraciones de energía o de formas de electricidad que al ser perturbadas por la lluvia, el rocío, la humedad atmosférica, o por algún tipo de campo eléctrico o electromagnético se condensan -o evidencian- como partículas luminosas…

Algunas explicaciones más cartesianas dicen que el fenómeno puede tener su origen en polvo, gotas de agua, partículas en suspensión, e incluso polen o insectos diminutos que con la luz del flash se distorsionen y salen en las imágenes fotografiadas como esferas luminosas inexplicables.

Nadie sabea ciencia cierta qué mismo son los “orbs” pero ese día decenas de ellos nos rodearon a todos; particularmente a Mayra que tiene una gran afinidad para atraer ese tipo de cosas.

¿Cómo será?, ¿no?....

Como ya lo dije antes, “¡Yo no creo en los fantasmas!... pero, que existen, ¡existen!...

miércoles, 26 de junio de 2013

Ecuador 56: Sobre fantasmas y orbs: historia de la casa Piedrahita del parque Itchimbía.


Como ya conté en un relato anterior el 20 de junio de 2013 mi amigo Nicolás Svistoonoff compartió en Facebook una foto de la casa Piedrahita del actual Parque Itchimbía cuando albergaba la sede del Canal 6 de Televisión, allá en la década de los sesenta.


A raíz de la publicación de esa fotografía me propuse escribir una serie de recuerdos en relación a aquella casa, pues por alguna extraña razón mis vínculos con la casa Piedrahita del Itchimbía han sido continuos por casi 45 años, en diversos momentos de mi vida.

Uno de esos recuerdos tiene que ver con un evento intercolegial denominado “Concurso Académico Estudiantil”, que se desarrolló en marzo de 1969 por iniciativa del “Centro Ecuatoriano Norteamericano” y el auspicio del “Ministerio de Educación”. 

Yo formé parte del equipo del colegio Benalcázar que luego de derrotar a los colegios “La Inmaculada”, “San Gabriel” y “Las Mercedarias” llegó a la final del concurso para enfrentar al equipo del colegio “San Francisco de Sales”. 

Aquella confrontación tuvo lugar justamente en la casa “Piedrahita” del Itchimbía y fue trasmitida por Canal 6 de Televisión.

Mi amiga y colega Olga Woolfson -ahora arquitecta especialista en restauración de bienes patrimoniales- formó parte del equipo del colegio “San Francisco de Sales”.

A raíz de la publicación de ese relato, que titulé “El Canal 6 de televisión del Itchimbía y el Concurso Académico Intercolegial”, Olguita me escribió agradeciéndome “por traer a la memoria esos recuerdos de juventud”.

A la par, me comentó que cuando ella dirigía el “Fondo de Salvamento” tuvo oportunidad de disponer que se hicieran algunas obras de “protección y consolidación” en la Casa Piedrahita del Itchimbía; la casona fue restaurada y preservada luego de mucho tiempo de abandono y de descuido durante los años que siguieron a la desaparición del Canal 6.

Como ya he relatado, el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión del que yo era presidente, tuvo a su cargo la administración del Parque Itchimbía desde enero de 2004 hasta mediados de 2009, tras haber ganado un concurso convocado por el “Municipio Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito” y la casa Piedrahita fue la sede de nuestras oficinas durante ese período. 

Cuando iniciamos nuestra gestión pudimos usar de inmediato los espacios e instalaciones  de la casa Piedrahita que estaban en perfectas condiciones pues efectivamente había sido bellamente restaurada por el FONSAL entre 2002 y 2003. Preservando sus espacios originales y sus finos acabados.



En la nota que me escribió Olguita, ella refiere que “…según contaban algunas personas que participaron en las obras de restauración”, en la casa Piedrahita “…habían fantasmas y pasaban cosas raras….”

Ella comentó luego que “…de esto no me consta nada, como tampoco me consta la presencia de otros connotados fantasmas que dicen se pasean y asustan a los habitantes de varios antiguos edificios públicos de nuestro querido Centro Histórico”.

Estas frases, me han llevado a recordar que mis colegas del Consorcio quienes laboraban en esa vieja casa restaurada, efectivamente contaban de una serie de “actividades paranormales” muy curiosas. 

Casi todos mis colegas coincidían en relatar que en la casa “se sentían” unas “presencias”, se oían ruidos y  “sucedían cosas raras”.

Muchas personas juraban y re-juraban que en diversas oportunidades “habían visto al fantasma de un señor elegante de mediana edad, que deambulaba por las habitaciones y los corredores de la casa, sin preocuparse por los actuales ocupantes ni por las actividades que éstos estuviesen desarrollando”.   

Como no les causaba ningún tipo de problema, a algún colega ingenioso se le ocurrió bautizar a esta “entidad” con el nombre de “don Alfonsito” y todos se referían a él con ese nombre cuando lo habían detectado o creían haberlo visto en alguno de los espacios de la casa. 

Otras personas nunca vieron nada pero sentían “corrientes de aire gélidas” o rápidos movimientos como si “alguien” hubiese atravesado a hurtadillas la habitación… 

Otros escuchaban ruidos de pasos o escuchaban crujir las gradas sin causa aparente. En no pocas ocasiones puertas y ventanas se cerraban sin viento y ciertos muebles u objetos menores aparecían en otro lugar sin que nadie se declarara responsable por esas nuevas disposiciones.  

Desireé Castro quien trabajó en el equipo técnico de nuestro Consorcio, cuanta que una mañana, estando ella en su oficina en la planta alta de la Casa Piedrahita, se sorprendió sobremanera escuchándose a sí misma, gritar de improviso: “…¡no!!!,… ¡el árbol, no!!!...   

Parece que gritó tan fuerte y en un tono tal, como de  pánico, que muchas personas fueron a su oficina para ver que le acontecía…para ver que le pasaba…

Ella no pudo explicar que le sucedió ni el porqué de ese grito, mezcla de miedo y pesar…

Lo curiosos es que unos minutos después, al bajar a la planta baja para tomarse una agüita de yerbas para calmar los nervios… descubrió a un grupo de operarios que habían comenzado a escavar en el patio de la casa, para sacar de raíz el tocón de un viejo árbol que existía en la mitad de ese espacio...     
   

Según lo que se relataba muchas personas habían “visto” a “don Alfonsito” sentado o caminando alrededor de ese tronco centenario… y algún viejo morador del Itchimbía juraba que ese árbol, cortado cuando allí funcionó el Canal 6, había sido plantado por alguno de los anteriores propietarios de la hacienda.

Lo único certero fue que alguien de nuestro personal, efectivamente dio la disposición a los obreros de retirar el tronco para poder usar el patio para actividades recreativas y de capacitación…. Y claro, no tuvo la precaución de avisar a los demás miembros del equipo y tampoco a “don Alfonsito”...

En octubre de 2005 adquirimos una cámara digital para poder registrar la actividades, culturales, educativas, recreativas y de conservación de la flora y la fauna que impulsábamos en el parque Itchimbía.

Al hacer pruebas de la cámara recién comprada, alguno de los colegas tomó una foto por demás extraña: al fondo de la imagen -que correspondía a la grada de acceso a la segunda planta de la casa Piedrahita, se veía sobre el descanso, destacándose sobre la pared de color ocre del fondo, una esfera luminosa muy curiosa.

Se trataba de una circunferencia bastante perfecta, con los bordes algo difusos como irradiando luz y con la parte central de aspecto más bien vaporoso y no como un plano circular de color unitario. 

Me enviaron una copia de esa foto para tenerme al tanto del asunto pero también, para ver si yo sabía algo o si conocía a alguna persona que pudiera explicar ese extraño fenómeno. 

Entré a Internet y pude descubrir que ese tipo de círculos o bolas de luz eran conocidas como “orbs”, palabra que proviene del vocablo orbe = globo, esfera o planeta.

Ahora con las nuevas cámaras digitales es bastante frecuente captar “orbs”. Esas esferas trasparente salen en algunas fotos que se realizan a oscuras o en penumbra… en realidad  no se sabe realmente lo que son, pero se las ha fotografiado en todo tipo de lugares cerrados o al aire libre.

Con las cámaras convencionales era más difícil captar a los orbs… hay muy pocos registros en blanco y negro o en color logrados con los tradicionales rollos usados en las cámaras  de fotos analógicas.

Las personas que defienden las explicaciones de este tipo de fenómeno desde lo esotérico, paranormal o metafísico afirman que  los orbs son entes de otra dimensión, espíritus, ectoplasmas, formas o entidades del mundo espiritual e incluso hadas o “espíritus elementales de las plantas”. 

No faltan aquellos que defienden a los orbs como seres superiores, visitantes luminosos, provenientes de otros planetas.

Quienes dan unas explicaciones un tanto más científicas dicen que se tratan de concentraciones de energía o de formas de electricidad que al ser perturbadas por la lluvia, el rocío, la humedad atmosférica, o por algún tipo de campo eléctrico o electromagnético se condensan -o evidencian- como partículas luminosas que no son necesariamente visibles al ojo humano, pero que si pueden ser captados por la sensibilidad de las nuevas cámaras digitales…

Algunas explicaciones más cartesianas dicen que el fenómeno puede tener su origen en manchas o partículas de cualquier tipo, presentes en el lente de la cámara el momento de tomar la fotografía. 

Otros dicen que los orbs que se muestran en una foto pueden provenir de polvo, gotas de agua, partículas en suspensión, e incluso polen o insectos diminutos que con la luz del flash se distorsionen y salen en las imágenes fotografiadas como esferas luminosas inexplicables.

Lo cierto es que nunca supimos si el orb fotografiado en la grada de la casa Piedrahita correspondía a la imagen etérea de  “don Alfonsito” o a la de algún otro antiguo habitante de la casa.

En varias ocasiones numerosos orbs aparecieron en fotografías captadas en la casa Piedrahita… 



El registro de orbs en la casa Piedrahita fue frecuente tanto en actividades artísticas y culturales cuanto en serios eventos nada esotéricos: inauguraciones, conferencias, conversatorios y lanzamientos de libros.

   

En el 2004 encargué a Jacques Ramírez, colega de CIUDAD, realizar un breve estudio sobre la historia de la hacienda y de la edificación conocida como “la casa Piedrahíta” que albergó el Canal 6 y luego nuestras oficinas en el período en el que el parque estuvo bajo nuestra responsabilidad... a más de las inquietudes históricas y culturales nos interesaba saber la posible “identidad” de nuestros orbs y otros moradores no materiales de la casa.

Según ese estudio Jijón y Caamaño encontró vestigios que daban cuenta que la loma del Itchimbía en épocas precolombinas era no sólo un cementerio sino un lugar ritual, sagrado, de mucha importancia para los habitantes de este territorio. Piedad y Alfredo Costales en el libro “Los Señores Naturales de la Tierra”, dan algunas pistas sobre ese carácter sagrado. Parece que el Itchimbía era un Inti-watana, lugar donde se “amarraba” al sol y donde se producía el mushuc-nina o fuego nuevo en las fiestas del Inti-Raymi.


La siguiente época histórica del Itchimbía está marcada por la llegada de los españoles. 

Según Jacques, quien hace referencia a un estudio de mi amigo Fernando Jurado Noboa titulado “Quito Secreto: orígenes y evolución del barrio San Blas”, el cura José de Orbea Fernández de Córdova, declaró en 1747, poseer varios solares en el cerro del Itchimbía. De igual manera se sabe que Don Antonio López Salcedo junto con su mujer Doña Sebastiana Conforte de la Cadena, por 1750, eran dueños de una estancia en Itchimbía. Sus hijas Rita y Josefa hablan de la misma estancia en sus respectivos testamentos de 1799 y 1800. 

Fernando Jurado Noboa cuenta también que hacia 1755 gran parte de la colina del Itchimbía –sobre todo su lado sur- se convirtió en la hacienda de doña María Josefa Piedrahita y Zumárraga, quiteña nacida en 1730, esposa del General José Cifuentes y Lozada, e hija del doctor Francisco Javier Piedrahita. 

Desde entonces los vecinos empezaron a llamar a esa propiedad como la “Hacienda Piedrahita’, haciendo alusión al apellido de la dueña.

Un siglo más tarde, por 1850, el lugar continuaba llamándose “Hacienda Piedrahita”. Hasta entonces vivía allí Mercedes, la hija de  Manuel Piedrahita, heredero de la hacienda, quien se había casado con Ramón Bosano. 

Posteriormente la Hacienda pasó a manos del señor Julio Terán quien la vendió a la familia Guerrero Mora. Quién hizo la transacción y se interesó por esa hacienda fue la señora Josefina Mora, perteneciente a una familia adinerada de la ciudad. Josefina Mora se casó con el Doctor Antonio Guerrero quienes fueron los propietarios de la hacienda desde principios del siglo XX. 

Se sabe con certeza que la familia Guerrero Mora fue propietaria de la Hacienda del Itchimbía desde principios de 1900 hasta 1957. Antonio Guerrero y Josefina Mora vivieron ahí y de su unión matrimonial tuvieron cuatro hijos (tres mujeres y un varón): Beatriz, Magdalena, Jorge y Emma. En ese período la hacienda Piedrahita se dedicaba a la producción lechera, ganadera y agrícola.

Jacques refiere que posteriormente, la Hacienda de la familia Guerrero Mora fue vendida en el año de 1957 al grupo Urbanización y Constructora Bellavista S.A. (URBE), cuyos accionistas mayoritarios eran los norteamericanos Alberto y Enrique Lévy Hilbert, quienes tenían esta empresa constructora en México D.F, Buenos Aires y Lima. 

El gerente de dicha empresa y también accionista de la misma era Juan Escobar Pallares casado con Martha Konanz, quienes vivieron en la casa de hacienda Piedrahita desde febrero de 1958 hasta 1961 con sus cuatro hijos: Juan, María, Leonardo y Martha (querida amiga mía). 

URBE compró los terrenos del Itchimbía porque vio como un buen negocio el poder urbanizarlos y construir en esa zona. Al poco tiempo se dieron cuenta que la gente pudiente de la ciudad no estaba interesada en esa época en vivir en el Itchimbía.

Por eso a los pocos años vendieron los terrenos al Seguro Social (al actual IEES) para construir viviendas para sus afiliados, proyecto que nunca se realizó. 

Cuando Juan Escobar y Martha Konanz salieron de la casa Piedrahita, ésta fue comprada por el arqueólogo Prestley Norton, quien la utilizó como sede del Canal 6 de televisión.


Prestley Norton y las personas que trabajaban en el Canal 6 fueron los últimos habitantes de la casa de hacienda Piedrahita... posteriormente quedó abandonada. Es en esta época cuando se empezaron a entretejer leyendas y fábulas en torno a ella y los “fantasmas” que allí habitaban. 

Sin embargo nunca sabremos si “don Alfonsito” y los otros espectros que pusieron la piel de gallina a Desireé y a mis otros colegas, pudiera tener algún tipo de vínculo inmaterial con  Presley Norton, Juan Escobar, Antonio Guerrero, Julio Terán, Manuel o Francisco Javier Piedrahita…

¿Cómo será?, ¿no?.... 

Como un entendido en estos temas decía:

-       “¡Yo no creo en los fantasmas!... pero, que existen, ¡existen!...