jueves, 26 de julio de 2012

Brasil 5: Foz de Iguazú y Mahikari

Ya que he comenzado a escribir sobre las extraordinarias cosas de Mahikari, ahí va una más que viví en Foz de Iguazú.


No tengo noción clara de las fechas. Pero esas precisiones no resultan realmente importantes.

Hace algún tiempo, a mediados del año 2000 asistí a un seminario en Canadá, en la ciudad de Montreal. 

Allí un amigo invitó al grupo a cenar a su casa y en medio de la conversación salieron –como por casualidad- los temas espirituales, la sanaciòn, la meditación y el desarrollo personal. 

Alguno de los amigos sabía que yo practicaba el arte de Mahikari y me pidió algunas explicaciones sobre esta práctica.

Luego de algunas ideas básicas yo propuse a los presentes si les interesaba recibir una “dosis” de energía que en japonés, se suele decir recibir “okiyome”.

Todos aceptaron y mientras la conversación seguía en la sala yo iba recibiendo uno a uno a estos colegas para trasmitirles okiyome.

La última en venir fue la actual compañera de mi amigo, el dueño de casa; una joven mujer de origen asiático. Mi amigo se había separado de su primera esposa años atrás y conoció a esta muchacha en el curso de un trabajo en alguno de los países de esa región del mundo; formaban una muy linda pareja; habían decidido casarse, tener familia y seguir trabajando por allá; estaban en Canadá solo hasta que él pudiese obtener su divorcio para así poder formalizar su relación.

Al recibir okiyome esta chica comenzó casi de inmediato a llorar con gemidos casi inaudibles pero enternecedores; lloraba sin gritos ni exageración, pero con suspiros profundos y gruesos lagrimones que denotaban una profunda pena… casi al mismo tiempo se fue doblando sobre si misma hasta adquirir una posición fetal… hacía con la boca un gesto como el de un bebe lactando, pero al mismo tiempo cerraba los ojos con fuerza -como con miedo- y hacía con sus manos y sus dedos -plegados y entreabiertos hacia abajo- un gesto especial como las patitas de un pajarito que no quiere caer -o volar- aferrándose con fuerza a una rama inexistente.

Durante los diez minutos que tardé en trasmitirle el okiyome, el lastimero llanto y los gestos en boca, ojos y manos se mantuvieron inalterados. Al finalizar, dejó de llorar, me agradeció y me dijo que se sentía muy aliviada. Yo -no se si por lo emotivo de esa situación especial o por algo inexplicable que me impulsó a hacerlo- le pregunté (tan de improviso que yo mismo me admiré de mi pregunta) si ella no había tenido algún aborto.

Debo mencionar que yo nunca pregunto cosas personales al trasmitir okiyome… y no entro en detalles que pueden parecer curiosidad o irrespeto a quien lo recibe.  En esta ocasión la pregunta me salió de lo más profundo del alma. Ella palideció y volvió a sollozar. Me dijo que me iba a contar algo que había sido por años su secreto más íntimo, algo que no había contado a nadie, ni siquiera a mi amigo… su actual compañero.  Me relató que hace años, siendo ella muy joven, había venido a estudiar su carrera universitaria en los Estados Unidos, allí conoció a un muchacho con quien tuvo relaciones sentimentales y quedó encinta. El no quiso saber nada de un niño… ella no podía regresar a su país y a su familia con un bebé en los brazos y tomó la decisión que la atormentaba hasta ahora… 

Yo no sabía qué decirle… le recomendé que tratara de “hablar” con el pequeño… que tratara de explicarle el por qué ella tuvo que proceder así… y que le pida profundo perdón de manera sincera… Me agradeció y me dijo que al haber hablado sentía que se había liberado de un gran peso, que iba a conversar con mi amigo para que le ayude en esto de pedir perdón… pues estaban desde hace meses tratando de tener hijos; se habían hecho todos los exámenes… todo salía normal en esas pruebas, pero sin los resultados anhelados. Me dijo que posiblemente -por la vía sugerida- la cosa tendría un giro diferente y que entendía muy bien lo que le había explicado pues su familia practicaba  el budismo.  

Volví a ver a esta pareja unos seis meses después, en noviembre del año 2000, en el marco del V Foro Mundial sobre el Agua que se realizó en el sur del Brasil en la ciudad de Foz de Iguazú, cerca de las hermosas cataratas del mismo nombre.


Se habían casado, eran felices y solo les faltaba tener un hijo para rematar ese amor que les tenía todo el tiempo con las manos entrelazadas y los ojos llenos de miradas de ternura y compromiso mutuo.

Los participantes del encuentro al que asistíamos, organizado por el “Consejo de Concertación sobre Agua y Saneamiento – WSSCC”,  estábamos alojados en un confortable hotel, rodeado de exuberantes jardines y fuentes de agua. Desde el primer momento cuando nos encontramos allí, los dos me pidieron que aprovechando que estaríamos juntos cinco o seis días, deseaban recibir energía durante toda la semana.

Durante el día asistíamos a las deliberaciones y en las noches programamos vernos en el jardín del hotel luego de las sesiones del seminario, para poder trasmitirles okiyome con calma, en medio de las plantas, las coloridas flores y acompañados por el tenue sonido del agua.

Así lo hicimos y durante las dos primeras sesiones, la escena de Montreal se repitió casi de manera idéntica y dramática; con el llanto, la tristeza y los gestos de la boca, las manos y los ojos (que se cerraban con fuerza como en una escena de miedo o de terror).

Siempre -al terminar la transmisión de Okiyome- la chica recobraba la calma, me agradecía y me decía que se sentía muy aliviada.

La tercera noche una vez empezada la sesión, ella comenzó a evidenciar las mismas manifestaciones de las ocasiones anteriores…  Yo (no se hasta ahora, ni cómo, ni porqué) me atreví a dirigirme al niño… comencé a hablarle en voz baja, a medida que seguía trasmitiendo okiyome…. Le hablé de las condiciones en las que su madre se encontraba cuando tuvo que tomar la dura decisión que tomó, le comenté sobre las razones “culturales” por las cuales ella no podía llegar a su país como madre soltera, con un bebé en brazos… le mencioné que comprenda que lo acontecido no se trataba de falta de cariño hacia él… le traté de explicar que ella también había sufrido y sufría enormemente hasta ahora… que ella ahora estaba en condiciones de brindarle todo su amor, un hogar y una familia; que si él podía también comprender y perdonar a su madre, tratara de volver a su vientre y recibir el cariño y cuidados que ella podía darle ahora, a diferencia de lo ocurrido años atrás….

La cuarta noche mi amiga recibió okiyome tranquila, con muestras de paz y tranquilidad en su rostro y sin que se produjeran las manifestaciones de las ocasiones anteriores.

En la quinta noche aconteció algo semejante. No hubo evidencias de los gestos habituales ni se produjeron los llantos ni los suspiros apesadumbrados como en otras ocasiones. Mi amiga no se movió en absoluto.

Sin embargo  al finalizar la trasmisión y pedirle que abra lentamente los ojos… ella con viva emoción comenzó a relatarme que “había dado a luz”; o que -al menos- “había sentido que su cuerpo, su mente y su espíritu experimentaban todas las sensaciones y emociones que relatan las mujeres al describir la maravillosa experiencia del alumbramiento….”.

Cabe mencionar que todas las noches también daba okiyome al esposo. Esa noche no fue la excepción… al finalizar, ambos me abrazaron muy afectuosamente y nos despedimos pues yo debía tomar mi avión de regreso, temprano, al día siguiente.

Varios meses después volví a tener noticias de ellos. Me llamaron desde alguna ciudad de  nombre impronunciable en algún país asiático.

Su saludo fue algo así como: -¿sabes que día es hoy?... Yo no entendía nada… ellos aclararon enseguida –hoy hace nueve meses tomaste el avión de regreso a Quito desde Foz de Iguazú-… te estamos llamando para decirte que ayer en la tarde nació nuestra pequeña hija…

Luego hubo llantos, agradecimientos entrecortados y pucheros en varios idiomas…a pesar de los precios de una llamada internacional desde un país distante….

Esa es la historia…ellos hicieron lo suyo y yo puse algo de buenas vibras, supongo que las cosas se “alinearon” como los planetas y todo aconteció como debía acontecer.

Asuntos inexplicables, con los que es mejor no meterse. Como decían las abuelitas, “¡por algo será!”… Mejor no buscar explicaciones… Lo más seguro es que quién sabe…  

miércoles, 25 de julio de 2012

Brasil 4: Arbitro de fútbol en el avión

Como ya he relatado, durante el mes de junio de 2012, se desarrolló en Brasil la cita mundial sobre “ambiente y desarrollo sostenible”, llamada “Río+20” en alusión al aniversario de la “Cumbre de la Tierra” (la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo - UNCED), que se desarrolló en Río de Janeiro hace veinte años.

Eso me ha llevado a recordar una serie de experiencias que viví hace dos décadas cuando participé en ese gran foro transcontinental que fue conocido también como “Eco-92”.

Como ya conté en dos relatos anteriores, en aquella ocasión viajamos a Río con mi amigo y colega de CIUDAD, Diego Carrión. Él iba a participar en las actividades organizadas por la Coalición Internacional del Hábitat (HIC) y yo, en las que había previsto realizar el Secretariado Internacional del Agua (SIA) durante la “Cumbre de la Tierra”.

Los miembros del “SIA” nos propusimos tener un rol protagónico en “Eco-92”. Nos inscribimos para participar en el “foro alternativo” y en la “conferencia oficial” para lograr junto a otras ONG, organizaciones comunitarias, instituciones académicas y otros actores de la sociedad civil, un planteamiento común, que diera cuenta de las preocupaciones, debates y propuestas de la comunidad internacional en relación al agua.

El otro propósito que nos impusimos para nuestra presencia en Río, fue llamar la atención de las autoridades pero también de los medios y de la población mundial en general sobe la importancia del cuidado del agua, para la preservación ambiental pero también para un desarrollo respetuoso de la vida, para el efecto planeamos utilizar un globo aerostático tripulado al que llamamos “Una Gota de la Esperanza”.

En un relato anterior he resumido lo que fue mi participación en el “Foro Global de ONG”, en el lanzamiento del Globo y en la redacción del "Tratado alternativo del agua". En otro relato he contado igualmente la perdida de mi cámara de video (que olvidé en un taxi en Río) y la forma extraordinaria como la recuperé posteriormente, luego de una serie de inexplicables circunstancias.

Voy ahora a contar lo que fue mi viaje a tierras brasileras para participar en ECO-92, con una situación por demás jocosa, bastante semejante a la de mi viaje a Sao Paulo en 1990 (que ya he relatado) cuando fui electo “alcalde de Machachi”, en el avión de VARIG 
 

Para asistir a la “Cumbre de la Tierra” en junio de 1992, tomamos con Diego, un vuelo de Aero-Perú de Quito a Lima y luego una conexión de VARIG hacia Río.

En el trayecto inicial nos embarcamos junto a otros colegas de diversas instituciones que también viajaban a Río para participar en la Cumbre de la Tierra: Roberto Troya y Teodoro Bustamante de Fundación Natura, Yvonne Yánez y Esperanza Martínez de Acción Ecológica.

Al subir al avión de VARIG, un enorme Jumbo 747 como el de mi relato anterior, de esos que tienen doble pasillo y ocho asientos en cada fila; dos hacia las ventanas de cada lado del avión y cuatro asientos al centro, a nosotros nos tocó en sillas contiguas en la mitad de una de esas filas de cuatro asientos. A la izquierda de Diego, viajaba Roberto Troya y a mi derecha se sentó otra persona, al principio no me di cuenta que la conocía pues estaba enfrascado en echar un vistazo a la revista del avión…pero a los pocos minutos me di cuenta que mi vecino era César Posso quién, hace muchos años, fue mi compañero de aula en el colegio Benalcázar.

Me dirigí a él de inmediato, me reconoció claro -a pesar de los años transcurridos- y saludamos afectuosamente. Él tampoco se había percatado que tenía un antiguo camarada de clases en el asiento de su izquierda.

No nos habíamos visto en más de veinte y cuatro años. Me contó algo que yo no recordaba: él no se graduó en el Benalcázar conmigo y con el resto de compañeros, pues cursó el último año de secundaria en la Academia Militar Ecuador. Según me comentó, en quinto curso tuvo un problema con el profesor de inglés y eso le valió una sanción disciplinaria. No le autorizaron matricularse en sexto curso y tuvo que buscar otro colegio para terminar el bachillerato.

Me preguntó por varios de los compañeros y amigos comunes, de algunos pude darle noticias y de otros, ninguna reciente… pues, al igual que en su caso, no los había vuelto a ver desde que nos graduamos en 1969.

Rememoramos una serie de eventos y anécdotas de compañeros y profesores y cosas muy impactantes como la obtención del campeonato intercolegial de atletismo en el 68. César era un excelente deportista, fue integrante de la selección de fútbol y de básquet del colegio y miembro del equipo de atletismo.  Quedó entre los seis primeros en las finales de 100 y 200 metros planos y junto a Homero Alvear, Ammer Galarza y Roberto Carrillo, obtuvo la medalla de oro en la posta 4x100 metros.

Me comentó que una vez graduado del colegio estudió para piloto en la FAE, pero no llegó a graduarse de subteniente… se retiró de la escuela de la Fuerza Aérea (por alguna razón que no recuerdo) y continuó su carrera, estudiando en una escuela de pilotos civiles (creo que en los estados Unidos). Ahora era piloto de la línea aérea ecuatoriana TAME y estaba viajando a Brasil, justamente para realizar un curso de actualización y perfeccionamiento en algún tipo de avión comercial (no recuerdo cuál); parece que en Brasil hay una estupenda escuela con simuladores de última tecnología en la que los pilotos pueden practicar y familiarizarse con el instrumental y todas las sofisticadas innovaciones de las cabinas de mando contemporáneas.

Yo le conté que había estudiado arquitectura, que luego había hecho un posgrado en México… le resumí brevemente lo que hacíamos en CIUDAD, nuestra oficina… y le mencioné que viajaba a Río de Janeiro para asistir al evento mundial del ambiente conocido como ECO-92.

Me pareció una descortesía de mi parte seguir conversando con César sin presentarle a mi amigo Diego, así que en un determinado momento le dije que iba a presentarle a un amigo con quien estaba viajando a ese evento… y, al mismo tiempo, me dirigí a Diego, mencionándole que iba a presentarle a un amigo, excompañero de colegio a quién no había visto desde hace muchos años.

Hice el clásico gesto con las dos manos con las palmas hacia arriaba, cruzándolas a la altura de mi pecho, señalando con la derecha a Diego que se encontraba a mi izquierda y con la izquierda a César que estaba sentado a mi derecha, mientras decía al mismo tiempo: -“Diego Carrión: César Posso” y “César Posso: Diego Carrión”…

En vez del clásico “mucho gusto”… “un placer”… o “encantado”… que se suele decir en esos casos, me admiró que se dieran la mano haciendo un esfuerzo, con una mirada severa, poco cordial...

Escuche a Diego decir: -“ya nos conocíamos”… y sin ningún gesto ni frase adicional, ambos regresaron a ver al frente, ensimismados en su propios pensamientos.

Un halo de tensión se instaló entre nosotros… el aire pesado y denso, podía cortarse con cuchillo…

Aparentemente mis dos acompañantes rumiaban resentimientos no expresados y yo, en medio, me sentía como dentro de una olla de presión.

Para intentar romper la tensión comencé a relatar mi viaje de hacía dos años atrás cuando logramos que las azafatas de VARIG nos ofrecieran una botella de fino coñac, con el argumento de que yo era el alcalde de Machachi….

A pesar de lo jocosos que eran los pormenores de aquella historia, ninguno de los dos reía de forma natural…; Diego ya la conocía, pues había sido coprotagonista de ese enredo… pero César escuchaba por pura cortesía, sonriendo a veces… pero más bien, de forma tensa…

Se veía, era evidente, que alguna historia común poco grata, unía a mis vecinos de vuelo…

Al poco tiempo, felizmente, las azafatas sirvieron una muy buena cena… que disfrutamos acompañada de una copa de vino. La comida sirvió para disipar en algo el ambiente tenso pero aun así me resultaba poco grato, viajar entre dos témpanos de hielo…

Al finalizar, se me ocurrió sugerirle a César que hiciera valer sus influencias en tanto que piloto de avión para ver si podían servirnos una copa de coñac después del café. Le comente que ya no podíamos repetir la mentira piadosa de que yo era alcalde, pero él posiblemente si podría conseguir que atendieran nuestro pedido si se identificaba como colega del comandante de a bordo.

La azafata escucho el pedido y fue a consultar a la jefa de cabina. Ella, a su vez, fue hacia la parte delantera del avión y después de unos minutos vino hacia nosotros… acercándose a César le dijo que el capitán le invitaba a la cabina de mando… 

César se levanto y se encaminó hacia allá, siguiendo a la jefa de cabina.

Ese rato Diego aprovechó para contarme la historia de su relación con nuestro vecino. Me dio ese instante una versión resumida pero luego, ya en el Brasil, me dio la versión completa de la historia.

Todo se remontaba casi a 25 años atrás, cuando se disputaba la final del campeonato intercolegial de futbol, entre el Colegio Americano y el colegio Militar Eloy Alfaro, en 1969.

El entrenador del equipo de fútbol del Americano, era nada menos ni nada más, que el “Capacho” Jiménez, ex-arquero de Liga, y coordinador deportivo el profesor de educación física, coronel César Poso Esquetinni, padre de César.

En el calor de la disputa, un encontronazo violento, terminó en reclamos mutuos y agresiones verbales entre Diego y un jugador del Colegio Militar, quién lanzó gruesos epítetos a Diego y éste a su vez le devolvió la andanada de “calificativos” y “buenos deseos”.

Luego comenzaron los codazos, las zancadillas y las patadas…

Y luego más palabrotas altisonantes…

El árbitro se dio cuenta y advirtió a los dos exaltados que si no se calmaban los expulsaría del campo de juego. En el acalorado tráfago del encuentro, Diego solicitó a la banca les provean de limones y líquidos para soportar los minutos finales en los cuales se definiría el partido.

El coronel Posso, ante el pedido algo descomedido de Diego, le increpó y le pidió que saliera él mismo a buscar líquidos hidratantes. Ante esta disposición,Diego furioso, le contestó extendiendo su brazo derecho hacia él, con el dedo extendido como si lo señalara y apoyó la palma de la mano izquierda en la articulación del codo del primero…. dio un sonoro yucazo a su profesor y siguió disputando el balón como si nada...     

César (espectador del partido) se dio cuenta del desacato a su padre, se molestó enormemente y parece ser que ese era el origen de su resentimiento…

A Diego ese acto de indisciplina le costó caro… Fue destituido de la Presidencia del Consejo Estudiantil del colegio.

Las cosas incluso, pudieron ser más graves, el Coronel Posso parece que estuvo a un tris de lograr que Diego sea expulsado sin contemplaciones del colegio… le salvó el hecho de ser el mejor estudiante, presidente del colegio estudiantil, abanderado y gran deportista…

Con estos antecedentes era lógico que -aun veinte y tantos años más tarde- la relación entre mis dos vecinos no fluyera sobre rieles.

Cuando César regresó a su asiento, me comentó que había podido saludar con su colega el piloto del avión, habían conversado de muchos temas de interés común y que finalmente había tenido la amabilidad de brindarnos un trago.

A los pocos minutos llegó una azafata con una bandeja en la que traía una botella de whisky, cuatro vasos con hielo y una botella de agua mineral. Nos aclaró que nos traía esa atención con los saludos del comandante… Nos sirvió un vaso a cada uno de nosotros, incluso a Roberto que no había participado ni en el enredo ni en las tensiones previas. Nos aclaró que no era permitido dejarnos la botella de licor, así que nos sirvió una dosis enorme de whisky en cada vaso, casi hasta el borde -como si se tratara de jugo o de refresco-, nos dejó el agua y se retiró luego de desearnos “salud y buen provecho” con una encantadora sonrisa.

Ya con el vaso en la mano, decidí que esta vez no se me había permitido fungir de alcalde, pero me parecía que podía improvisarme de árbitro de fútbol en aquel avión.

Me dirigí a mis dos vecinos y comentándole a César que estaba al tanto de esas viejas rencillas, y que quería proponer un brindis para que hicieran las paces…Lancé una breve arenga sobre la necesidad de acudir al “Fair Play”, al “Juego Limpio” y cambiar las actitudes negativas con la calma y la madurez que llegan con los años…

Felizmente los dos, inteligentemente y como buenos deportistas, aceptaron que no podían seguir chapoteando en broncas originadas hace tantos años… se dieron la mano, chocamos los vasos y comenzamos a conversar de infinidad de cosas agradables…

Vaciamos nuestra copiosa dotación de alcohol y terminamos tomándonos también el vaso de Roberto Troya, que solo tomó un pequeño sorbo y se quedó dormido…

Llegamos a Río de madrugada, bastante entonaditos… acompañé a Diego a su hotel y salí en busca del departamento donde debía encontrarme con mis colegas del Secretariado Internacional del Agua.

Fue un proceso bastante duro, con ese alcohol escocés limpiamos el gaznate y las tripas y con la conversación los rencores y los malos recuerdos. Felizmente era un whisky de buena calidad y, luego de descansar unas horas, en la tarde, pusimos comenzar nuestro trabajo sin mayores estragos…

Nunca pensé hacer de árbitro en un avión, así como tampoco pensé fungir de alcalde… pero puedo afirmar que en los aviones de VARIG pasan cosas verdaderamente extrañas…    

martes, 24 de julio de 2012

Ecuador 41: Las extraordinarias cosas de Mahikari

En un relato anterior que titulé “La cámara de video, Mahikari y ECO-92” conté con detalles un hecho por demás curioso: la pérdida y posterior recuperación de una cámara de vídeo que olvidé en un taxi en Río de Janeiro durante la Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente.

Mi esposa Marie Thérèse le había trasmitido energía a la cámara, antes de mi viaje al Brasil, con el argumento de que así evitaría que la pierda o que me la roben.

Ella trasmitía energía a las personas (y a las cámaras) pues siguió un seminario de una práctica de origen japonés llamada Mahikari.

Mi mujer había conocido Mahikari a mediados de 1991 y pudo asistir al seminario que he mencionado, en enero de 1992.

Quién le puso en contacto con esta disciplina que se conoce también como el “arte de Mahikari” fue una amiga belga, Hilde Buys, madre de familia del colegio La Condamine, donde trabajaba Marie Thérèse. Allí estudiaban los cuatro hijos de la familia Buys: Sven, Sara (compañera de mi hija Manon), Samuel y Sigfrid (compañero de mi hija Manuela).

Hilde y su esposo Jos, arqueólogo de profesión, vinieron a América Latina enviados por la cooperación belga. Su primer destino como cooperantes fue el Perú; la joven pareja de recién casados residía en el Cuzco; allí Jos se encargaba de una serie de tareas referidas a su profesión y tuvo a su cargo importantes excavaciones arqueológicas y otras actividades académicas.

Jos había conocido Mahikari en New York años atrás e Hilde, en esa época su novia, pudo asistir a un seminario (semejante al que asistió mi mujer) en Bruselas, antes de casarse y partir para el Perú acompañando a su esposo.

Los primeros hijos de la pareja nacieron en el Perú y los dos menores en el Ecuador pues, luego de algunos años de permanecer en territorio peruano, Jos fue transferido a Quito donde vivieron también por varios años.

Un día, mi mujer estaba con una gripe terrible… a  pesar de ello, fue  a trabajar al colegio… allí se topó con Hilde y ella le ofreció una dosis de energía para ayudarle con su catarro, su tos y el malestar general…

Cuando regresó a casa al medio día para el almuerzo, me admiré al verla totalmente restablecida… en la mañana, la había visto salir casi sin poder tenerse en pie y cuatro o cinco horas después, la encontré como nueva…

Me comentó que Hilde Buys le había hecho una especie de imposición de manos y que los síntomas de la tremenda gripe que le aquejaban, prácticamente habían desaparecido de inmediato… ya no tosía, ni moqueaba y se sentía perfectamente bien…

Esa mejoría casi instantánea no dejó de parecerme extraordinaria, le pedí que me explique algo más, pero no pudo contarme gran cosa… sólo recordaba que durante el recreo, Hilde le había pedido que cerrara los ojos, dijo unas frases incompresibles (que después supimos, eran en japonés) y le trasmitió energía con las manos por unos diez minutos… cuando abrió los ojos ya se encontraba mejor, pero no pudo pedirle más detalles pues tenía que volver al trabajo…


Nosotros teníamos una perra setter irlandesa llamada Ashca que estaba preñada y a punto de traer al mundo a su descendencia; nos preocupaba sin embargo, que en esa semana le había aparecido una especie de tumor cerca de la vulva, una bola con ramificaciones semejante a una coliflor, de color rosáceo, bastante desagradable de observar y que crecía a ojos vista de un día al otro...

Como Marie Thérèse se sentía cargada de energía llamó a la perrita, hizo que se tendiera a su lado, le alzó la cola y comenzó a trasmitirle energía como Hilde había hecho con ella.

Parece cuento… pero al llegar a casa en la noche, mi mujer me salió a recibir para contarme: primero, que ya no tenía nada de gripe y, segundo, que la bola de Ashca se había reducido a la mitad. Le volvió a dar un dosis antes de irnos a dormir… créanlo o no, a la mañana del día siguiente, Ashca no tenía rastro de aquel extraño apéndice.      

Mi mujer contaba estas historias curiosas, a todo el mundo…. Una amiga nuestra, Sylvie Esquerré, también profesora de La Condamine, que padecía de insomnios, fue a ver a Hilde, recibió su “famosa energía” y en cuatro o cinco sesiones se mejoró de aquel problema…

Varios meses después, en enero de 1992, Hilde les comentó que un profesor japonés iba a venir a Quito para dictar un seminario de Mahikari. Marie Thérèse y Sylvie naturalmente, se inscribieron y aprendieron a trasmitir energía con sus manos.

En los meses siguientes se abrió en Quito un “dojo” para la práctica de Mahikari. Pude conocer que “dojo” en japonés significa “lugar de práctica”, por eso los lugares donde se practica cualquier tipo de arte marcial, también se denominan así. Existen “dojos” de karate, de aikido, de judo, de jujitsu, de taekwondo, etc.

Maité y Sylvie iban con frecuencia al dojo de Mahikari. El concepto era que “sólo a través de la práctica”, las personas pueden avanzar en cualquier tipo de arte, mejorar su técnica, adquirir experiencia y verificar sus progresos y adelantos. Las dos me hablaban permanentemente de las bondades de esta disciplina, de las maravillosas experiencias de la gente y de las enseñanzas que habían recibido.

Maité también me trasmitía energía esporádicamente y yo relataba a mis colegas y amigos lo que ella me contaba sobre Mahikari pero no quería saber nada de asistir al Dojo ni aventurarme en una estructura que me parecía próxima a las prácticas rituales y religiosas que había abandonado hace tanto tiempo.

La experiencia que viví en Río en junio de 1992 cuando perdí y luego recuperé mi cámara durante la Conferencia ECO-92 (que he contado en un relato anterior) contribuyó a modificar mi visión -cerrada e intolerante- respecto a Mahikari. Esta anécdota se incorporó a las historias que yo contaba sobre Mahikari pero, seguía sin pisar el dojo, ni conocer a sus habitantes.

Unos meses después, en enero de 1993, se organizó en Quito un nuevo seminario de Mahikari.

Como yo hablaba con convencimiento de aquella práctica y de sus asombrosos resultados, dos de mis colegas de trabajo se inscribieron para aquel seminario. Sin embargo a último momento decidieron no asistir. Me pareció raro que hubiesen desistido de ese propósito, me sentí mal por ello, pensé que alguien de la oficina debía aprovechar esa oportunidad… así que, simplemente, fui y me inscribí. Era un jueves en la tarde. Al día siguiente asistí al primer día del seminario y el domingo salí con una serie de conocimientos novedosos y un montón de energía a cuestas.

El profesor nos advirtió al iniciar el seminario que tratáramos de escuchar con  espíritu abierto y no con la racionalidad de la cabeza, que evitásemos oponer ideas, creencias u opiniones a lo que íbamos a escuchar. Creo que así lo hice; tanto a que no tuve problema alguno, dudas o cuestionamientos respecto a temas que podían ser opuestos o chocantes con todo lo que había vivido, aprendido o conocido hasta ese rato. 

Dejé de lado visiones occidentales y racionalmente cartesianas de una serie de cosas y escuché con mente abierta como un niño. Todo me pareció natural y coherente. Así lo sigo creyendo hasta ahora.

Creo que dos cosas adicionales me han ayudado a mantener esa posición hasta ahora. Primero el haber vivido una serie de experiencias inexplicables que me han conducido a constatar que, aunque no se la pueda ver, una fuerte energía, sale de nuestras manos y puede direccionarse y ser usada para limpiar todo (al igual que el chorro de agua que sale por el pitón de una manguera) y de otra parte, el convencimiento de que esa energía puede ser útil para ayudar a los demás, tema que siempre fue una preocupación mía desde ámbitos tan variados como la política o la práctica profesional.

Es curioso pero ese convencimiento que en cierta forma lo sentí desde que asistí al seminario de Mahikarí, fue impulsado y apoyado por dos personas muy distinta. La primera fue una vidente que conocí en medio de una serie de extrañas circunstancias que relataré en otra ocasión y la segunda fue la propia Hilde Buys.

En esta ocasión voy a contar cómo ella me dio ánimos para trasmitir energía a una prima mía que había sufrido tres aneurismas cerebrales y se encontraba en coma por más de quince días.

Hilde me relató una experiencia personal semejante y me empujó para concurrir al hospital, entrar a la sala de terapia intensiva donde se encontraba mi prima y trasmitirle energía con el convencimiento de poder ayudarla.

Debo comenzar relatando que el 29 de octubre de 1993 recibimos una noticia penosa, mi prima Maricarmen acababa de sufrir un derra­me cere­bral; ella que tenía un hijo de un primer matrimonio, se había casado nuevamente y acababa de dar a luz a su segunda hija… ya estaba en su casa, aparentemente sin ninguna complicación, cuando de improviso en la mañana de ese día, simplemente se desplomó.

Entró a cuidados intensivos en el Hospital Metro­politano; fue internada por emergencia, no teníamos en un principio, informes precisos pero aparentemen­te, el cuadro era bastante grave. Mi primo Juan José, es médico y se trasladó de inmediato al hospital para atender a su hermana.

Mis otros dos primos Pablo y Lucho -sus otros hermanos- estaban en los Estados Unidos con sus familias, cursaban cada uno de ellos una maestría, en diferentes ciudades de ese país. Juan José les comunicó lo que acontecía y también yo les escribí un par de veces para mantenerles al tanto de la evolución de su hermana.

El 3 de Noviembre (4 días después del derrame cerebral) Maricarmen seguía en estado de coma, no había ningún tipo de modificaciones alentadoras en su estado de salud. El neurólo­go que la atendía sugirió que siga en cuidados intensivos sólo hasta ese día. No había nada más que se pudiera hacer; iba a seguir recibiendo suero y oxíge­no pero en una habitación normal.

Según el doctor, lo único que se podía hacer es seguir espe­rando y “confiando en Dios”. Fue duro escucharle decir eso… Él añadió –“Ante estas cosas, el "más allá" es el único sitio a donde podemos voltear los ojos”. Uno se siente verdaderamente pequeño ante esas situa­ciones.

Yo no sabía por qué, pero, todavía esperaba algo... ¿podría decir­se, un milagro?... No sé... (En los últimos tiempos había recu­perado o me ha renacido algo parecido a la fe).  Hay cosas que uno siente como pis­tas... quién sabe... Simplemente parecía que debíamos esperar...

Sin embargo desgraciadamente hasta el 10 de noviembre (11 días después del derrame), no habíamos recibido ninguna noticia halagadora respec­to a la salud de mi prima. La familia decidió trasladarla a la unidad de terapia intensiva del Hospital Carlos Andrade Marín del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). El doctor no dio falsas esperanzas pero recomendó totalmente el traslado a  ese hospital pues en cuidados intensivos tenían los mejores equipos y el personal más capacitado.

El 15 de Noviembre (16 días después) ya en el hospital del IESS, el estado de Maricarmen no presentaba síntomas alentadores (seguía sin ningún tipo de movimien­to, no hablaba, aparentemente no escuchaba y no reaccionaba al dolor ni a otros estímulos). Juan José nos comentó que en su ficha clínica, donde en días anteriores decía “grave”, se podía leer la palabra “estable”. No sabíamos cuan alen­tador podía ser el cambio de esas dos palabras pero, según los médicos, se debía seguir "esperando y confiando".

En una cena a la que asistimos con nuestros amigos Buys, Hilde me preguntó por el estado de mi prima, le comenté que no había evolución y no teníamos mayores esperanzas. Incluso su hermano estaba bajando los brazos y trató de preparar a su mamá para un desenlace inevitable.

Hilde me dijo categóricamente: -“Tienes que ir al hospital y trasmitirle energía a tu prima”… añadiendo a continuación: -“Voy a contarles algo que no me gusta recordar pues fue muy impactante para mi, pero creo que debes oírlo…”

Hilde contó que cuando llegaron al Cuzco, Jos salía todos los días, desde muy temprano, a sus actividades arqueológicas y ella permanecía en la casa dedicada a labores domésticas… como ya había seguido el seminario de Mahikari, de vez en cuando trasmitía energía a la empleada doméstica, a la señora de la tienda, al guardia de la esquina y a cualquier otra persona que lo requiriera… Parece que como los resultados siempre eran interesantes, se corrió la voz y muchos vecinos y amigos también le pedían que les ayudara trasmitiéndoles una “dosis” de energía que, en japonés se suele decir trasmisión de “okiyome”.

Un día, una de estas personas vino a verle pues tenía un pariente que había sufrido algún percance de salud y se encontraban en “estado de coma”; le pedía que fueran juntas al hospital para que Hilde pudiese dar una “dosis de okiyome” al enfermo.

Según Hilde ese pedido no le hizo mucha gracia, pues ella estaba a apocas semanas de dar a luz a su primer hijo, se movía con dificultad y el médico le había recomendado no hacer esfuerzos, ni subir o bajar gradas…

Sin embargo sucumbió al pedido de su visitante y terminó aceptando hacer el desplazamiento hacia el hospital público del Cuzco donde se hallaba el paciente.

Dice que su visita a aquel hospital fue muy impactante… el enfermo no estaba en una habitación individual sino en una sala común de cuidados intensivos rodeado de todo tipo de pacientes críticos y de enfermos terminales… cada caso, más dramático que el otro…  

Estuvo a punto de abandonar su firme decisión de ayudar y en varios momentos sólo pensó en salir corriendo de ese sitio…. Sin embargo su acompañante insistía y prácticamente la halaba hasta el lecho de su pariente enfermo…

Llegó hasta allí cerró los ojos para medio olvidar la terrible experiencia de su paso por un corredor interminable con camas de enfermos críticos de lado y lado… y se concentró en lo que había venido a hacer…

Según nos contó, ella comenzó a entonar las palabras previas en japonés y curiosamente el enfermo reaccionó  de inmediato, moviéndose un poco y repitiendo la última sílaba de cada frase que Hilde iba recitando….

A ella no le pareció nada extraño ese asunto…

Hilde le trasmitió “okiyome” con la mano derecha sobre su frente, por cerca de veinte minutos y cuando iba a retirarse, dijo unas palabras finales con las que se suele anunciar que la trasmisión concluye…

Para asombro de todos, el paciente se incorporó, frotándose la cabeza con las dos manos y bostezando al mismo tiempo… parece que  con voz cansada dijo simplemente: -“ay… qué rico he dormido…”

Hilde casi se desmaya cuando, después de gritos y llantos de todos los presentes (incluidos médicos y enfermeras)… le contaron que esta persona no había hablado, ni había hecho ningún movimiento por meses… había estado en coma profundo por más de un año…

Hilde todavía temblaba al contarnos esta experiencia impactante… Pero  me alentó a ir al hospital y tratar de trasmitir Okiyome a mi prima. 

Al día siguiente me armé de valor y aunque en el hospital son muy estrictos en esto de las visi­tas a las personas internadas en el área de cuidados intensivos, pedí autorización y entré hasta donde estaba Maricarmen para trasmitirle okiyome.

Esa primera visita fu muy dura para mí. Ella estaba totalmente rapada, lívida como un cadáver, entubada y llena de sondas, cables y sueros y con un diente roto que supongo, se fracturó al caer desmayada. Lo más duro era que sus ojos, aunque abiertos, estaban volteados hacia atrás; las pupilas se escondían detrás de los párpados y solo se podían observar dos bolas blancas vidriosas, sin signos de vitalidad ni expresión… 

Temblando por esa visión y por el ambiente tétrico de aquel espacio, le trasmití okiyome por algo más de quince minutos. Estaba en eso cuando sonó una alarma en los monitores de la cama adyacente, llegaron corriendo médicos y enfermeras y me desalojaron de la sala.

Llegue muy golpeado a  la oficina… me tomé un trago doble de whisky pero aun así, no paraban de temblar por la visión tan impactante que tuve que  sobrellevar esa tarde.     

Al principio no supimos qué resultados se pudieron haber producido luego de mi trasmisión de okiyome… sin embargo ese momento era todo lo que se podía hacer…. Curiosamente yo seguía manteniendo una especie de esperan­za, una suerte de fe. Creía que mi prima debía estar luchando por vivir y no abandonar a sus hijos. Debíamos esperar.

Volví a trasmitirle okiyome en dos ocasiones más. Sin embargo no hubo ninguna mejoría ni signo esperanzador.             

El 22 de Noviembre (23 días después del derrame) volví nuevamente al hospital le trasmití okiyome, pero no aconteció nada. En la tarde tuvimos noticias -no se si excesivamente alenta­doras- pero si bastante significativas; parece que en algún momento, ella emitió un quejido. Para los médicos, ese "ayayay" era un indicador positivo pues mostraba por una parte que sentía el dolor y, por otra, que podía expresarlo verbal­mente, ligando lo que estaba sintiendo con una necesidad de comunicación y expresión. Oswaldo el esposo de mi prima me llamó para comentarme esta informaciòn y pedirme que vuelva a trasmitirle okiome a su esposa.

Eso me dio nuevos animos y el 25 de Noviembre (26 días después del derrame) fui nuevamente al hospital. Me metí de colado como las otras veces y me topé con que la habían trasladado de terapia intensiva a la sección de neurología. Si bien no había síntomas de mejoría, la temperatura que algún momento se presentó debido a un proceso infeccioso había sido controlada y estaba respirando normalmente sin necesidad de respirador artificial. Entré a neurología y pasé a verla en su habitación. Repetí con voz firme las palabras en japonés que se suelen entonar antes de  trasmitir la energía y, mientras lo hacía, le hablaba, le explicaba lo que estaba haciendo, le conté que ya lo había hecho en otras oportunidades cuando se hallaba en terapia intensiva. Le dije algo respecto a que me alegraba que estuviese en otra sección porque ello mostraba que estaba recu­perándose. Noté que sus ojos se movía, pude ver sus pupilas… su mirada era diferente, expresiva. Me veía.

Seguí hablándole y trasmitiéndole okiyome; le hablé de su mamá, de su marido, de sus hijos, de sus hermanos, del cariño que le tenían, de lo preocupa­dos que estaban y de lo contentos que se pondrían al saber que la había visto mejor. (Y era cierto, ya no tenía una mirada inexpre­siva, perdida. Me estaba viendo).

Le repetí lo mucho que la queríamos. Soltó dos gruesas lágrimas. Le tomé la mano y sorprenden­temente, apretó la mía. ¡Casi me desplomé, tenía un nudo en al garganta y por varios minutos no pude decir nada!

Logré controlarme y seguí hablándole; le dije que esas lágrimas eran un síntoma de que se recuperaría; que todos sabíamos que estaba luchando por vivir: por sus hijos y por todos los que la queríamos. Le hablé de que debía tener fe. Le conté que en su familia desde que ella cayó enferma, todos habían adquirido la costumbre de pedir por ella y por sus hijos.

Seguí trasmitiéndole okiyome unos veinte minutos más… al finalizar y despedirme, débilmente me dijo: -“¡gracias!”... y, haciendo un gran esfuerzo como para incor­porarse, me dijo débilmente pero con claridad: -“¡saluda a la María Teresa y a las guagua!”…

Lloré. Ella se dio cuenta y también lloró. Le volví a tomar la mano y le dije que me despedía para comuni­car a todos que estaba mejor, que se iba a recuperar.

A los pocos días Maricarmen dejó el hospital. Había logrado salir de su estado tan delicado.

El 23 de Diciembre (52 días después del derrame) la llamé para tener noticias y desearle feliz navidad. Conversaba con normalidad… me contó que experimentaba una lenta y paulatina mejoría general, tenía solo un pequeño problema de movilidad en uno de sus brazos y en una pierna, todavía los movía con cierta dificultad; pero en el resto de su organismo todo estaba bien.

Luego de esa terrible experiencia, mi prima pudo retomar su vida doméstica casi con total normalidad; no quedó del todo bien de su pierna, camina con ayuda de un caminador y tiene una dificultad en uno de sus brazos que mantiene pegado contra el cuerpo, pero en los años siguientes recuperó el resto de sus funciones vitales, tuvo una segunda niña y un varoncito que ahora ya son adultos y por supuesto adoran a su madre.

Esa es la historia, Los médicos hicieron lo suyo y yo puse algo de buenas vibras, supongo que las cosas se “alinearon” como los planetas y todo aconteció como debía acontecer.

Asuntos inexplicables, con los que es mejor no meterse. Como decían las abuelitas, “¡por algo será!”… Mejor no buscar explicaciones… Lo más seguro es que quién sabe…  

miércoles, 18 de julio de 2012

Brasil 3: El alcalde de Machachi


En un relato anterior he resumido lo que fue mi participación en el “Foro Global de ONG”, en el lanzamiento del Globo "Una Gota de Esperanza" y en la redacción del "Tratado alternativo del agua" durante la Cumbre de la Tierra en 1992. En otro relato he contado igualmente la perdida de mi cámara de video (que olvidé en un taxi en Río) y la forma extraordinaria como la recuperé posteriormente, luego de una serie de inexplicables circunstancias.

Ahora voy a contar sobre un breve período en el que curiosamente fungí como alcalde improvisado de la ciudad de Machachi durante otro viaje a Brasil en 1990.    

En esa ocasión viajamos al Brasil con Diego Carrión por la ruta Quito, Bogotá, Manaos, Sao Paulo.

Habría que comenzar refiriendo que años atrás, en 1983, cuando concluí la investigación sobre “Movilidad Urbana de los sectores Populares en Quito” que emprendimos en CIUDAD, con el apoyo del IRT - “Instituto de Investigaciones del Transporte” de Francia, decidimos que resultaba importante un debate amplio sobre el tema del transporte, la movilidad y los servicios en general, así que en julio de 1985 organizamos con ese organismo un gran Seminario  sobre “Transporte y Servicios Urbanos en América Latina”. Ese evento fue un gran éxito. Logramos reunir veintisiete ponentes ecuatorianos, treinta y tres latinoamericanos, once franceses y tres de otras nacionalidades y publicamos en Francia, en dos volúmenes, las ponencias, resultados y conclusiones del debate, gracias al esfuerzo de Etienne Henry y de Oscar Figueroa.

Una de sus más importantes consecuencias de este evento fue la creación de una “Red de Estudios de los Servicios Urbanos en América Latina” que bautizamos con el nombre de “REDES” cuya coordinación se me encargó a mí en un primer momento, mientras se buscaba la mejor manera de estructurar esta iniciativa.

En enero de 1990 aprovechando que nos habíamos reunido en Quito un buen número de colegas de “REDES”, decidimos conformar una estructura organizativa más clara y con responsabilidades compartidas.

Nos planteamos una serie de metas y estructuramos un comité de coordinación que finalmente se estructuró así: nombramos Coordinador General a Alfredo Rodríguez de SUR-Chile; Coordinador del tema “Agua y Saneamiento” a Mario Vásconez de CIUDAD-Ecuador; Coordinador del tema “Desechos sólidos” a Gustavo Riofrio de DESCO-Perú, Coordinador del tema “Vivienda” a Samuel Jaramillo de CEDE/UNIANDES -Colombia, coordinador del tema “Transporte” a Oscar Figueroa de IEU/PUCCH - Chile y como vocales a Diego Carrión de CIUDAD-Ecuador, a Mario Lungo de CSUCA - Costa Rica y a Pedro Santana de FORO-Colombia . 

Hacia finales de 1990 tuvo lugar en Sao Paulo / Brasil, la “V Conferencia Internacional sobre Transporte urbano en los países en desarrollo” (CODATU V) que se desarrolló en esa gigantesca ciudad brasilera entre el 24 y el 28 de Septiembre de ese año.

Yo iba a presentar una ponencia que titulé "¿Qué hacer con los transportistas? o ¿Qué hacer con el sistema de transporte? - Notas sobre el transporte colectivo en Quito", pero demás íbamos a aprovechar esa ocasión para reunir al comité de Coordinación de REDES; así que, con mi amigo y colega de CIUDAD, Diego Carrión, viajamos a Sao Paulo,  para poder asistir a estas reuniones.

El primer trayecto, vespertino (Quito- Bogotá), lo hicimos en Avianca y el siguiente, nocturno (Bogotá-Manaos-Sao Paulo), en la compañía brasilera VARIG.


En el aeropuerto de Bogotá nos topamos con un grupo de amigos colombianos y de otros países que iban a tomar el vuelo de VARIG con nosotros.

Estábamos tomando una cerveza con Diego cuando aparecieron en ese lugar: Samuel Jaramillo y Pedro Santana (los dos colombianos) y con ellos Mario Lungo de Costa Rica y Regina Pacheco de Brasil. Los dos últimos habían estado en Colombia durante la semana previa, en un seminario sobre el “futuro de las ciudades” y se dirigían ahora a Sao Paulo para poder estar presentes en la CODATU V.

Recuerdo que el avión era un enorme Jumbo 747, de esos que tienen doble pasillo y ocho asientos en cada fila; dos hacia las ventanas de cada lado del avión y cuatro asientos al centro. A nosotros nos tocó en sillas muy próximas. Diego y yo estábamos en la mitad de una de esas filas de cuatro asientos, Mario Lungo a un costado y Regina (a quien afectuosamente llamamos Biba) del otro. En la fila de atrás venían Samuel y Pedro Santana quien, con su gran elocuencia, no paró de conversar durante toda la noche, incluso poniéndose de pie, para hacer participar de sus historias no sólo a su vecino sino a los de la fila de adelante.

Al poco tiempo de haber despegado de Bogotá, las azafatas sirvieron una muy buena cena… que disfrutamos acompañada de una copa de vino tinto.

Al finalizar, alguien comentó que sería bueno tomar una copita de coñac antes de acomodarse para pasar la noche, algún otro amigo mencionó que no era seguro que sirvieran  digestivos en clase turista…

A Pedro se le ocurrió que Biba podía dirigirse a la azafata -en portugués- y echarle una mentira piadosa, diciéndole que yo (el único con traje y corbata) era el alcalde de alguna ciudad ecuatoriana y todos los demás, mis asesores… que estábamos viajando a Río para participar en un evento internacional… y que le había pedido consultarle si podía servirnos una copa de coñac después del café.

Biba se prestó al juego… me preguntó el nombre de alguna localidad pequeña y yo le respondí lo primero que se me ocurrió: -“Machachi”, dije.

Llamó a la azafata y le lanzó la pregunta… ella me miró… yo hice un leve movimiento de cabeza -como saludándola- le sonreí con amabilidad -como respaldando la pregunta formulada por Biba- y me quedé -con cara de interrogación en los ojos- esperando…        

Ella respondió que iba a ver lo que podía hacer…

Vimos que hablaba primero con una colega junto a la cortina que separaba nuestra cabina de la clase ejecutiva. Luego llamaron a la “jefa de cabina”, le explicaron la situación y por varios minutos, las tres discutían y argumentaban… era evidente que habíamos originado un lío… No alcanzábamos a escuchar lo que decían, pero seguíamos con atención sus gestos, sus miradas y sus expresivas manos que no paraban de moverse de manera delicada y armoniosa cuando una u otra hablaba a las demás…

Por fin la “jefa de cabina” se acercó a Biba y le consultó algo de manera discreta.

Ella le respondió algo que no logramos escuchar y la chica se retiró nuevamente hacia la cortina…

Biba se puso a reír casi de inmediato, escondiendo su cara tras el respaldo del asiento delantero para que no la vieran… nos contó a Diego y a mí, sin parar de reír, que la consulta hecha por la “jefa de cabina” era si “el señor alcalde, no se molestaría si nos servía el licor en vasos de plástico, pues no tenían copas de coñac a bordo…

Biba le había respondido que creía que no habría ningún problema, pero que -de todas maneras- iba a consultarme… Me preguntó: - “Señor alcalde: ¿le molestaría que sirvieran el coñac en vasos de plástico?... añadiendo a continuación; -“Parece que no disponen de copas apropiadas en el avión y la señorita está preocupada de no poder brindarle la atención adecuada que usted se merece…”

Biba llamó a la muchacha y yo, poniendo la cara más seria y más democrática que me fue posible, respondí que no tenía ningún inconveniente en aceptar su amabilidad, tomar el coñac en vaso de plástico y que -más bien- le agradecía, muy sinceramente, por su gentileza….

La chica se retiró y se acercó a parlamentar con sus colegas. Una salió disparada de inmediato, hacia la cabina de la clase ejecutiva del otro lado de la cortina y regresó al poco tiempo, con un charol en el que había acomodado con esmero una botella de coñac francés VSOP, seis vasitos de plástico e igual número de servilletas.

Sin embargo no nos sirvieron de inmediato… la “jefa de cabina” se acercó nuevamente a Biba y le susurró alguna cosa al oído.

Biba le respondió que creía que no habría ningún problema, pero que -de todas maneras- iba a consultarme… Me preguntó en español: - “Señor alcalde: ¿le molestaría que la señorita nos sirviera solo una primera ronda de coñac?... -“Parece que a partir de un determinado momento luego del despegue ya no pueden servir licores y ella está preocupada de no poder brindarle una segunda copa si eventualmente usted así lo deseara…; añadiendo a continuación: -“Sin embargo, propone dejar la botella para que -si a usted o a alguno de sus asesores- les provocase otra copa de coñac, se puedan servir sin problema”…

Poniendo la cara más seria que me fue posible, respondí que no tenía ningún inconveniente en aceptar su amable sugerencia, que nos dejara la botella y que agradecía muy sinceramente, su gentileza….

Mario Lungo no tomaba licor, Biba sólo tomó una primera copa, así que el alcalde de Machachi y el resto de sus asesores tuvimos que dar buena cuenta de la botella para no desperdiciar su delicioso contenido…

No recuerdo el aterrizaje ni la escala en Manaos y llegamos a Sao Paulo todavía bastante entonaditos.

Felizmente era un coñac de buena calidad, al día siguiente pusimos comenzar nuestro trabajo sin mayores estragos…

En el vuelo de regreso no osé lanzar nuevamente mi candidatura y mi período como alcalde de Machachí duró sólo las pocas horas del trayecto de Bogotá a Sao Paulo; pero fue un mandato fructífero y con mucho debate e intercambio de puntos de vista entre la primera autoridad y su equipo internacional de asesores….