miércoles, 25 de julio de 2012

Brasil 4: Arbitro de fútbol en el avión

Como ya he relatado, durante el mes de junio de 2012, se desarrolló en Brasil la cita mundial sobre “ambiente y desarrollo sostenible”, llamada “Río+20” en alusión al aniversario de la “Cumbre de la Tierra” (la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo - UNCED), que se desarrolló en Río de Janeiro hace veinte años.

Eso me ha llevado a recordar una serie de experiencias que viví hace dos décadas cuando participé en ese gran foro transcontinental que fue conocido también como “Eco-92”.

Como ya conté en dos relatos anteriores, en aquella ocasión viajamos a Río con mi amigo y colega de CIUDAD, Diego Carrión. Él iba a participar en las actividades organizadas por la Coalición Internacional del Hábitat (HIC) y yo, en las que había previsto realizar el Secretariado Internacional del Agua (SIA) durante la “Cumbre de la Tierra”.

Los miembros del “SIA” nos propusimos tener un rol protagónico en “Eco-92”. Nos inscribimos para participar en el “foro alternativo” y en la “conferencia oficial” para lograr junto a otras ONG, organizaciones comunitarias, instituciones académicas y otros actores de la sociedad civil, un planteamiento común, que diera cuenta de las preocupaciones, debates y propuestas de la comunidad internacional en relación al agua.

El otro propósito que nos impusimos para nuestra presencia en Río, fue llamar la atención de las autoridades pero también de los medios y de la población mundial en general sobe la importancia del cuidado del agua, para la preservación ambiental pero también para un desarrollo respetuoso de la vida, para el efecto planeamos utilizar un globo aerostático tripulado al que llamamos “Una Gota de la Esperanza”.

En un relato anterior he resumido lo que fue mi participación en el “Foro Global de ONG”, en el lanzamiento del Globo y en la redacción del "Tratado alternativo del agua". En otro relato he contado igualmente la perdida de mi cámara de video (que olvidé en un taxi en Río) y la forma extraordinaria como la recuperé posteriormente, luego de una serie de inexplicables circunstancias.

Voy ahora a contar lo que fue mi viaje a tierras brasileras para participar en ECO-92, con una situación por demás jocosa, bastante semejante a la de mi viaje a Sao Paulo en 1990 (que ya he relatado) cuando fui electo “alcalde de Machachi”, en el avión de VARIG 
 

Para asistir a la “Cumbre de la Tierra” en junio de 1992, tomamos con Diego, un vuelo de Aero-Perú de Quito a Lima y luego una conexión de VARIG hacia Río.

En el trayecto inicial nos embarcamos junto a otros colegas de diversas instituciones que también viajaban a Río para participar en la Cumbre de la Tierra: Roberto Troya y Teodoro Bustamante de Fundación Natura, Yvonne Yánez y Esperanza Martínez de Acción Ecológica.

Al subir al avión de VARIG, un enorme Jumbo 747 como el de mi relato anterior, de esos que tienen doble pasillo y ocho asientos en cada fila; dos hacia las ventanas de cada lado del avión y cuatro asientos al centro, a nosotros nos tocó en sillas contiguas en la mitad de una de esas filas de cuatro asientos. A la izquierda de Diego, viajaba Roberto Troya y a mi derecha se sentó otra persona, al principio no me di cuenta que la conocía pues estaba enfrascado en echar un vistazo a la revista del avión…pero a los pocos minutos me di cuenta que mi vecino era César Posso quién, hace muchos años, fue mi compañero de aula en el colegio Benalcázar.

Me dirigí a él de inmediato, me reconoció claro -a pesar de los años transcurridos- y saludamos afectuosamente. Él tampoco se había percatado que tenía un antiguo camarada de clases en el asiento de su izquierda.

No nos habíamos visto en más de veinte y cuatro años. Me contó algo que yo no recordaba: él no se graduó en el Benalcázar conmigo y con el resto de compañeros, pues cursó el último año de secundaria en la Academia Militar Ecuador. Según me comentó, en quinto curso tuvo un problema con el profesor de inglés y eso le valió una sanción disciplinaria. No le autorizaron matricularse en sexto curso y tuvo que buscar otro colegio para terminar el bachillerato.

Me preguntó por varios de los compañeros y amigos comunes, de algunos pude darle noticias y de otros, ninguna reciente… pues, al igual que en su caso, no los había vuelto a ver desde que nos graduamos en 1969.

Rememoramos una serie de eventos y anécdotas de compañeros y profesores y cosas muy impactantes como la obtención del campeonato intercolegial de atletismo en el 68. César era un excelente deportista, fue integrante de la selección de fútbol y de básquet del colegio y miembro del equipo de atletismo.  Quedó entre los seis primeros en las finales de 100 y 200 metros planos y junto a Homero Alvear, Ammer Galarza y Roberto Carrillo, obtuvo la medalla de oro en la posta 4x100 metros.

Me comentó que una vez graduado del colegio estudió para piloto en la FAE, pero no llegó a graduarse de subteniente… se retiró de la escuela de la Fuerza Aérea (por alguna razón que no recuerdo) y continuó su carrera, estudiando en una escuela de pilotos civiles (creo que en los estados Unidos). Ahora era piloto de la línea aérea ecuatoriana TAME y estaba viajando a Brasil, justamente para realizar un curso de actualización y perfeccionamiento en algún tipo de avión comercial (no recuerdo cuál); parece que en Brasil hay una estupenda escuela con simuladores de última tecnología en la que los pilotos pueden practicar y familiarizarse con el instrumental y todas las sofisticadas innovaciones de las cabinas de mando contemporáneas.

Yo le conté que había estudiado arquitectura, que luego había hecho un posgrado en México… le resumí brevemente lo que hacíamos en CIUDAD, nuestra oficina… y le mencioné que viajaba a Río de Janeiro para asistir al evento mundial del ambiente conocido como ECO-92.

Me pareció una descortesía de mi parte seguir conversando con César sin presentarle a mi amigo Diego, así que en un determinado momento le dije que iba a presentarle a un amigo con quien estaba viajando a ese evento… y, al mismo tiempo, me dirigí a Diego, mencionándole que iba a presentarle a un amigo, excompañero de colegio a quién no había visto desde hace muchos años.

Hice el clásico gesto con las dos manos con las palmas hacia arriaba, cruzándolas a la altura de mi pecho, señalando con la derecha a Diego que se encontraba a mi izquierda y con la izquierda a César que estaba sentado a mi derecha, mientras decía al mismo tiempo: -“Diego Carrión: César Posso” y “César Posso: Diego Carrión”…

En vez del clásico “mucho gusto”… “un placer”… o “encantado”… que se suele decir en esos casos, me admiró que se dieran la mano haciendo un esfuerzo, con una mirada severa, poco cordial...

Escuche a Diego decir: -“ya nos conocíamos”… y sin ningún gesto ni frase adicional, ambos regresaron a ver al frente, ensimismados en su propios pensamientos.

Un halo de tensión se instaló entre nosotros… el aire pesado y denso, podía cortarse con cuchillo…

Aparentemente mis dos acompañantes rumiaban resentimientos no expresados y yo, en medio, me sentía como dentro de una olla de presión.

Para intentar romper la tensión comencé a relatar mi viaje de hacía dos años atrás cuando logramos que las azafatas de VARIG nos ofrecieran una botella de fino coñac, con el argumento de que yo era el alcalde de Machachi….

A pesar de lo jocosos que eran los pormenores de aquella historia, ninguno de los dos reía de forma natural…; Diego ya la conocía, pues había sido coprotagonista de ese enredo… pero César escuchaba por pura cortesía, sonriendo a veces… pero más bien, de forma tensa…

Se veía, era evidente, que alguna historia común poco grata, unía a mis vecinos de vuelo…

Al poco tiempo, felizmente, las azafatas sirvieron una muy buena cena… que disfrutamos acompañada de una copa de vino. La comida sirvió para disipar en algo el ambiente tenso pero aun así me resultaba poco grato, viajar entre dos témpanos de hielo…

Al finalizar, se me ocurrió sugerirle a César que hiciera valer sus influencias en tanto que piloto de avión para ver si podían servirnos una copa de coñac después del café. Le comente que ya no podíamos repetir la mentira piadosa de que yo era alcalde, pero él posiblemente si podría conseguir que atendieran nuestro pedido si se identificaba como colega del comandante de a bordo.

La azafata escucho el pedido y fue a consultar a la jefa de cabina. Ella, a su vez, fue hacia la parte delantera del avión y después de unos minutos vino hacia nosotros… acercándose a César le dijo que el capitán le invitaba a la cabina de mando… 

César se levanto y se encaminó hacia allá, siguiendo a la jefa de cabina.

Ese rato Diego aprovechó para contarme la historia de su relación con nuestro vecino. Me dio ese instante una versión resumida pero luego, ya en el Brasil, me dio la versión completa de la historia.

Todo se remontaba casi a 25 años atrás, cuando se disputaba la final del campeonato intercolegial de futbol, entre el Colegio Americano y el colegio Militar Eloy Alfaro, en 1969.

El entrenador del equipo de fútbol del Americano, era nada menos ni nada más, que el “Capacho” Jiménez, ex-arquero de Liga, y coordinador deportivo el profesor de educación física, coronel César Poso Esquetinni, padre de César.

En el calor de la disputa, un encontronazo violento, terminó en reclamos mutuos y agresiones verbales entre Diego y un jugador del Colegio Militar, quién lanzó gruesos epítetos a Diego y éste a su vez le devolvió la andanada de “calificativos” y “buenos deseos”.

Luego comenzaron los codazos, las zancadillas y las patadas…

Y luego más palabrotas altisonantes…

El árbitro se dio cuenta y advirtió a los dos exaltados que si no se calmaban los expulsaría del campo de juego. En el acalorado tráfago del encuentro, Diego solicitó a la banca les provean de limones y líquidos para soportar los minutos finales en los cuales se definiría el partido.

El coronel Posso, ante el pedido algo descomedido de Diego, le increpó y le pidió que saliera él mismo a buscar líquidos hidratantes. Ante esta disposición,Diego furioso, le contestó extendiendo su brazo derecho hacia él, con el dedo extendido como si lo señalara y apoyó la palma de la mano izquierda en la articulación del codo del primero…. dio un sonoro yucazo a su profesor y siguió disputando el balón como si nada...     

César (espectador del partido) se dio cuenta del desacato a su padre, se molestó enormemente y parece ser que ese era el origen de su resentimiento…

A Diego ese acto de indisciplina le costó caro… Fue destituido de la Presidencia del Consejo Estudiantil del colegio.

Las cosas incluso, pudieron ser más graves, el Coronel Posso parece que estuvo a un tris de lograr que Diego sea expulsado sin contemplaciones del colegio… le salvó el hecho de ser el mejor estudiante, presidente del colegio estudiantil, abanderado y gran deportista…

Con estos antecedentes era lógico que -aun veinte y tantos años más tarde- la relación entre mis dos vecinos no fluyera sobre rieles.

Cuando César regresó a su asiento, me comentó que había podido saludar con su colega el piloto del avión, habían conversado de muchos temas de interés común y que finalmente había tenido la amabilidad de brindarnos un trago.

A los pocos minutos llegó una azafata con una bandeja en la que traía una botella de whisky, cuatro vasos con hielo y una botella de agua mineral. Nos aclaró que nos traía esa atención con los saludos del comandante… Nos sirvió un vaso a cada uno de nosotros, incluso a Roberto que no había participado ni en el enredo ni en las tensiones previas. Nos aclaró que no era permitido dejarnos la botella de licor, así que nos sirvió una dosis enorme de whisky en cada vaso, casi hasta el borde -como si se tratara de jugo o de refresco-, nos dejó el agua y se retiró luego de desearnos “salud y buen provecho” con una encantadora sonrisa.

Ya con el vaso en la mano, decidí que esta vez no se me había permitido fungir de alcalde, pero me parecía que podía improvisarme de árbitro de fútbol en aquel avión.

Me dirigí a mis dos vecinos y comentándole a César que estaba al tanto de esas viejas rencillas, y que quería proponer un brindis para que hicieran las paces…Lancé una breve arenga sobre la necesidad de acudir al “Fair Play”, al “Juego Limpio” y cambiar las actitudes negativas con la calma y la madurez que llegan con los años…

Felizmente los dos, inteligentemente y como buenos deportistas, aceptaron que no podían seguir chapoteando en broncas originadas hace tantos años… se dieron la mano, chocamos los vasos y comenzamos a conversar de infinidad de cosas agradables…

Vaciamos nuestra copiosa dotación de alcohol y terminamos tomándonos también el vaso de Roberto Troya, que solo tomó un pequeño sorbo y se quedó dormido…

Llegamos a Río de madrugada, bastante entonaditos… acompañé a Diego a su hotel y salí en busca del departamento donde debía encontrarme con mis colegas del Secretariado Internacional del Agua.

Fue un proceso bastante duro, con ese alcohol escocés limpiamos el gaznate y las tripas y con la conversación los rencores y los malos recuerdos. Felizmente era un whisky de buena calidad y, luego de descansar unas horas, en la tarde, pusimos comenzar nuestro trabajo sin mayores estragos…

Nunca pensé hacer de árbitro en un avión, así como tampoco pensé fungir de alcalde… pero puedo afirmar que en los aviones de VARIG pasan cosas verdaderamente extrañas…    

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