martes, 13 de diciembre de 2011

Ecuador 28: Poniendo en la balanza un balance - Veinte años de cooperación IRD – Municipio de Quito

En principios de noviembre de 2006 me llamó Henri Godard, a la época, Director del Instituto Francés de Estudios Andinos – IFEA, que tiene su sede en Lima.

Quería invitarme a escribir un texto e intervenir en el lanzamiento de un libro que habían editado conjuntamente el IFEA (Institut français d'études andines), el IRD (Institut de recherche pour le développement) y el Municipio Metropolitano de Quito.

El libro se titulaba “La Cooperación IRD-Municipio de Quito - Balance de los estudios urbanos (1985-2005)”, un trabajo serio y pormenorizado de diversos artículos cuya compilación estuvo bajo la responsabilidad de mis buenos amigos Nury Bermúdez, funcionaria del Municipio de Quito y del propio Henri Godard.

Nury fue alumna mía en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central y Henri fue cooperante del IFEA en mi oficina, el Centro de Investigaciones CIUDAD, en la década de los ochenta. Luego hizo una serie de estudios sobre Quito y otras ciudades del mundo como investigador del IRD (que en esa época se llamaba ORSTOM); viajó por todo lado y terminó su fructífera carrera como Director del IFEA en la ciudad de Lima

El libro se había editaba como el volumen No.5 de las “Actes & Memoires” del IFEA. La edición fechada en junio de 2006, recog{ia interesantes textos en 218 páginas en formato de 17 x 24 cm., con carátula, mapas y gráficos a color.

En cuanto a su contenido, la publicación incluía un prólogo de Nury y Henri titulado: “Pasado, presente y futuro de la cooperación IRD - Municipio de Quito” y luego varios artículos de otros importantes investigadores, varios de ellos buenos amigos míos: de René de Maximy: “De Kinshasa a Quito - Lecciones extraída del enfoque geográfico y cartográfico de dos grandes ciudades subecuatoriales”; de  Marc Saouris: “La construcción de un sistema de información geográfica (SIG) en el marco de la cooperación entre el IRD y el Municipio de Quito”; de Henri Godard: “Viaje al final del Atlas...1985-2005 - De un balance a medias tintas a un éxito indiscutido”; de Pascale Metzger: “El medio ambiente urbano en Quito - Programa de investigación 1994-1998; de Robert d´Ercole y Pascale Metzger: “Vulnerabilidad del distrito metropolitano de Quito - Metodología de una investigación” y de Florent Demoraes: “Movilidad, accesibilidad y riesgos en el distrito metropolitano de Quito”.

La obra remataba con las ponencias presentadas en dos mesas redondas, por investigadores franceses y ecuatorianos:

Mesa 1 - “Balance de la cooperación entre el IRD y el Municipio de Quito” que incluía las ponencias de María Augusta Fernández “Reflexión científica y negociaciones interinstitucionales: gestación, desarrollo y resultados del programa "Atlas informatizado del Quito" (AIQ); de Jeanett Vega “Balance de un intercambio científico y técnico binacional interinstitucional” y de Joe Tupiza “Apología de un paso hacia la modernidad”.

Mesa 2 - “Futuro de la cooperación entre el IRD y el Municipio de Quito” que recogía las ponencias de Nury Bernúdez: “La puesta en marcha de dos observatorios urbanos”; de Patricia Mena: “El Observatorio de la Movilidad: una herramienta operativa para analizar los desplazamientos” y de Tania Serrano “La formación: un elemento fundamental de la cooperación. La puesta en marcha del joven equipo asociado al IRD - Por el ambiente urbano y desarrollo (PAUD)”.

Conversé con Henri, acepté su amable invitación y me envió un ejemplar del libro para poder leerlo con la debida anticipación y poder preparar mi intervención para la noche del lanzamiento, previsto para el 14 de noviembre, en el Centro Cultural Metropolitano.

En aquella oportunidad, como suele hacerse, saludé a los presentes y leí con voz firme, pausada, casi teatral… el texto que había preparado:

Comencé afirmando:

Esta no va a ser una intervención científica, voy a hablar de recuerdos, experiencias, intereses y retos compartidos.

Y luego continué:

Cuando Henri Godard me llamó para pedirme que participe en el lanzamiento del libro que hoy nos convoca, acepté con gusto. Primero por la amistad que me une con él y con Nury y segundo, porque tuve la oportunidad de escuchar y valorar la mayor parte de las conferencias que reúne esta publicación, presentadas para mostrar tanto a especialistas cuanto al público en general, los trascendentes resultados de veinte años de cooperación entre el IRD y el Municipio de Quito; ello, en el marco de algo también muy significativo: la celebración de tres décadas de cooperación del IRD en nuestro país.

Pero mi vínculo con esta publicación va más allá de un compromiso de amistad y de una relación casual con las exposiciones y los debates que se sintetizan en sus páginas, por el solo hecho de haber podido escucharlas en persona.

Tengo que confesar que mi vínculo con este libro y con este acto no es precisamente casual en lo absoluto, me identifico con él desde planos variados y complejos: recuerdos, experiencias, intereses científicos y práctica profesional; todos ellos atados en una suerte de entramado, aquel que nos permite crecer en lo individual y hacerlo a la vez, de forma conjunta. 

Henri Godard vino a Quito hace más de veinte años, llegó como joven becario del IFEA, el Instituto Francés de Estudios Andinos, del cual es ahora su director. Vino como cooperante al Centro de Investigaciones CIUDAD, cuando los dos teníamos todavía algo de pelo y puedo asegurarles, ni una cana. Compartimos trabajos muy interesantes, sueños e intereses, en todos esos años; él como geógrafo y yo como urbanista… ahora, dos décadas más tarde, los dos seguimos firmes, compartiendo sueños e intereses sobre el apasionante mundo de las ciudades, el territorio y la gente.

Conozco a Nury Bermudez más o menos desde la misma época, yo como profesor de arquitectura en la Universidad Central de Quito; ella, joven estudiante, ya desde esa época, inquieta y respondona. Conservo hasta ahora un par de páginas que escribió con el título “carta de una alumna a los profesores de proyectos” que luego pedí a Rolando Moya lo publicara en la revista TRAMA; en ella cuestionaba y criticaba -con mucha coherencia- el proceso de enseñanza en nuestra facultad. Reconozco ahora su preparación y sus cualidades profesionales, pero rescato sobre todo en ella, al ser humano. Es muy agradable verificar -cuando nos topamos de vez en cuando y podemos conversar de muchas cosas- que sigue inquieta y respondona.

Cuando Henri finalizó su compromiso contractual con el IFEA y su trabajo en CIUDAD, se vinculó a la ORSTOM -como se conocía en esa época al actual IRD-. Comenzó un trabajo apasionante con René de Maximy y otros colegas ecuatorianos y franceses: el Atlas Informatizado de Quito, allá en la primera mitad de la década de los ochenta.

Ese trabajo en el que intervinieron en su momento el propio Municipio, el IGM, el IPGH y por supuesto la ORSTOM no estuvo exento de conflictos y avatares entre instituciones y personas pero finalmente sus productos y sobre todo, los procesos que se fueron tejiendo, dieron origen a nuevos retos y logros. Eso es lo mayormente significativo y muestra la importancia de sumar, multiplicar e ir acumulando esfuerzos y experiencias. Del Atlas se pasó con ingenio y voluntad, al Sistema Urbano de Información Metropolitano –SUIM- que dio origen ahora, a la Unidad de Estudios e Información Metropolitana (UEIM) y se iniciaron en el marco de la cooperación entre el Municipio y el IRD estudios importantes para el mejor conocimiento y adecuada toma de decisiones en el DMQ.    

Por eso, con el evento que dio origen a este libro, se buscó hacer una revisión de 20 años de cooperación IRD-Municipio. Si se ponen a pensar bien, veinte años es un montón de tiempo. Henri, por ejemplo, era en esos años corredor de karting e incluso, como buen admirador de Alain Prost, participó en una vuelta a la república; ahora, en la sub-sesenta, más calmo y reflexivo, intenta conducir con más cuidado… como lo hace con éxito -por cierto- con el IFEA.

Menciono esto de los años transcurridos -ni remotamente- para hacerles creer que estemos o nos sintamos viejos, hago esta referencia porque en el mundo de la ciencia y la tecnología la evolución y los cambios que se pueden constatar en dos décadas son, verdaderamente enormes.

Muchos de ustedes deben recordar, porque asistieron igual que yo, a las exposiciones de René de Maximy, Marc Souris, del propio Henri, de Robert D’Ercole, Pascale Metzger y Florent Demoraes cuyas ideas centrales se resumen en este libro; y no me dejarán mentir cuando digo que veinte años son un montón de tiempo, pues en los relatos de los propios protagonistas de esta exitosa y prolongada cooperación, se evidencian los cambios tecnológicos y científicos.

De Maximy resumió los avatares y obstáculos que él y sus asociados debieron sortear para llevar a buen puerto el “Atlas Informatizado de Quito”, en un momento en que las computadoras eran bichos casi desconocidos y enormes, manejados sólo por iniciados. Él mismo, en su relato durante el taller, ni siquiera pensó en utilizar recursos de exposición y presentación tan en boga actualmente y estructuró el apasionante relato de sus recuerdos, usando unos textos escritos en hojas de papel cuadriculado, que se le mezclaban y caían, haciendo sufrir al auditorio casi tanto como con su terrible acento. Esa técnica de exposición resultaba, sin embargo, perfectamente compatible con el aspecto de escritor calmo y sereno que ha adquirido en estos cuatro lustros, al haber olvidado en los ochenta, la pinta de Belmondo con el que llegó a estas tierras hace ya tantos años.  

Godard trató de evidenciar que es de una generación más reciente y que ya en esa época y por supuesto ahora, había superado la técnica del lápiz y el papel a cuadritos, por los textos escrito en Mac. Su presentación se estructuró como un sesudo balance del “Atlas de Quito” en dos momentos: el de los retos, frustraciones y logros de su concepción y producción científico-técnica y el de su uso y proyección posterior como un instrumento válido de planificación, de manejo de la información y de gestión de la ciudad y el territorio. La exposición fue acompañada por textos proyectados en pantalla aunque, con la sobriedad de un informe en blanco y negro, escrito sin los atractivos recursos de comunicación y presentación que posibilitan los actuales paquetes informáticos. ¿Transición evidente entre la generación del lápiz y el papel versus los mapas interactivos y el color en movimiento de las presentaciones de los colegas más jóvenes?

El caso de Marc Souris es diferente, comenzó su trabajo hace veinte años con una positiva actitud científica -semejante a la de sus otros colegas- pero con recursos y saberes que se encuentran más bien en los jóvenes investigadores de las generaciones que ya nacieron en medio de computadoras aun en sus casas. Lo importante de destacar es que Marc tuvo que inventar todo. Hace veinte años no había paquetes informáticos que se pudiesen comprar en el mercado, para manejo de la información gracias a bases de datos inter-relacionables y, menos aún, vinculando los datos con la cartografía. Como una de las más importantes tareas en la construcción del Atlas de Quito, Marc se propuso crear un Sistema de Información Geográfico (SIG), para que los planos dejen de ser representaciones estáticas y puedan nutrirse de los datos que salen permanentemente como resultado de las lecturas de la cambiante realidad social económica, espacial y territorial. Sus desvelos dieron origen al Programa Savane -como le llamó en un principio- y luego al SavGis, como tituló a la versión actual de este programa, ahora compatible con cualquier computador personal y con los sistemas operativos de uso común en nuestras oficinas.  

Su exposición en el taller mostró que fue un adelantado en ese momento y que no ha perdido el rumbo en esto de mantenerse adelante, en los retos del uso de las innovaciones informáticas para el quehacer científico contemporáneo.

En las exposiciones de otros colegas del IRD, Pascale Metzger, Robert D’Ercole y Florent Demoraes que también se reseñan en el libro, a mas de la seriedad con que ellos abordaron temas trascendentes como el del “medio ambiente urbano en Quito”, la “vulnerabilidad” y la “movilidad, accesibilidad y riesgos” en el Distrito Metropolitano de Quito, se evidenció algo que ya mencioné en líneas anteriores: primero el significativo aporte del instrumento SavGis como recurso técnico de soporte en estos nuevos temas; segundo la importancia de ir “sumando, multiplicando y acumulando…”; la cooperación en ese caso recupera su sentido: aportar con mayor y mejor información, resultados y productos a lo ya hecho y, tercero que los nuevos trabajos muestran que la afirmación “del tango” no es del todo cierto cuando plantea categórico que “veinte años nos es nada...”, veinte años como dije, son un montón de tiempo.

De tener que “desarrollar un programa informático para asumir un reto” a “meterse en nuevos retos usando ese programa informático” hay una gran diferencia… y de “las ideas esbozadas en papelitos cuadriculados” pasar a “resultados tan dinámicos y cordiales para el lector o el espectador”, como se aprecia en los resultados de las investigaciones señaladas, hay también una gran diferencia. Al ver las presentaciones en Power Point con mapas y cuadros que hablan y se mueven, en atractivos colores, sonido, tridimensionalidad, es obvio… hay que  reconocer que, desde los informes escritos en máquina de escribir, con mapas y cuadros pegados con goma escolar… han pasado veinte años.   

No pude asistir a las mesas redondas que también se reseñan en el libro, no escuché las opiniones y puntos de vista de Maria Augusta Fernández, Jeanett Vega, Rene Vallejo, Marco Vinicio y Joe Tupiza, Edgar Ayabaca, Patricio Mena, Freddy López, Pierre Peltre, Edmundo Sánchez y Tania Serrano; pero resulta significativo que el libro los incluya en sus páginas, pues significativo es que los actores de esta escena de “intercambio científico y técnico binacional e interinstitucional” den cuenta -desde sus prácticas y experiencias- y de lo avanzado en estos años de cooperación y, al mismo tiempo, esbocen lo que para ellos, será y deberá ser, la cooperación futura entre el IRD y el Municipio.

No olvidemos que ideas como el del observatorio metropolitano de Quito, los observatorios de la seguridad civil y de la movilidad, el dar seguimiento a la evaluación de riesgos, la investigación en las universidades, el apoyo a jóvenes investigadores y tantos otros nuevas iniciativas que se generen en el camino, conlleva que lo que se haga deberá partir de lo acumulado en el pasado, de las sólidas bases que son el trabajo y los resultados que se muestran en esta publicación, pero también de intereses comunes, consensos, voluntades e interacciones que deben ir construyéndose sobre esos fundamentos. Los responsables del IRD y el Municipio tienen la palabra en el emprendimiento de nuevos retos a compartir. De nuestro lado, los moradores de Quito, nos felicitamos por esta relación fructífera y esperamos siga así, los próximos veinte años.

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