lunes, 12 de octubre de 2015

Colombia 2 Las diferencias culturales y las intolerancias



Como ya he relatado en octubre de 2001 con un grupo de colegas emprendimos un periplo por doce ciudades de seis países europeos: Barcelona (España), Lyon, Lille y París (Francia); Bonn, Aachen, Colonia y Stuttgart (Alemania); Liege, Brujas y Bruselas (Bélgica) y La Haya (Holanda).

Programamos esa gira para buscar apoyo de diversas agencias de cooperación con miras a presentar a la Unión Europea la propuesta “Red-Des” cuyo nombre completo era más complicado: “Gestión local para un desarrollo sostenible: construyendo participación, conocimiento e innovación”.

Con el apoyo de Carlos Guerrero, director de ASDE, planificamos el recorrido, las citas, las reservaciones de hotel y la logística.


Los involucrados en ese viaje fuimos: Tito Vargas y Natalia Vega de CERES-Bolivia, Rafael Rueda de CEHAP-Colombia, Esperanza González de FORO-Colombia, Olga Segovia de SUR-Chile, Mario Vásconez y Jorge García de CIUDAD-Ecuador, Samuel Yánez de CIDAP-Perú, Abelina Caro de CESAP-Venezuela y Carlos Guerrero de ASDE-España

Carlos había reservado un microbús para la gira pero como Tito llegó con su esposa Natalia, el tema de la movilidad se complicó, pues según el contrato de alquiler de ese vehículo, en su interior a más del conductor sólo estaban permitidos ocho pasajeros. Así que Tito debió arrendar un pequeño vehículo para poder seguirnos en la gira.

Habíamos decidido que el chofer oficial sería yo y Carlos sería el copiloto por su facilidad para leer planos de carreteras, en la minivan nos acompañarían Esperanza, Olguita, Abelina, Jorge y Rafa. En el pequeño auto, conducido por Tito, irían Niña y Samuel. Por suerte Tito tenía experiencia como conductor de coches de carreras y pudo seguirnos “sin despegarse” de nosotros pues el gravísimo riesgo era que nos perdiésemos en las autopistas o en los pueblos por donde debíamos pasar.


El protagonista de esta historia es nuestro colega Rafael Rueda, paisa propiamente dicho, de Medellín – Antioquia, sociólogo urbano, ex director del “Centro de Estudios del Hábitat Popular” - CEHAP, dependiente de la Facultad de Arquitectura de la Sede de Medellín de la Universidad Nacional de Colombia.


El CEHAP coordinó el Programa FORHUM, “Programa Andino de Formación de Recursos Humanos para el Desarrollo local”, en el que participaban también CIUDAD (de Ecuador), CIDAP (de Perú) y CERES (de Bolivia).

Rafa y otros colegas del CEHAP crearon luego una fundación llamada “FORHUM” que comenzó a operar a partir de un convenio marco con la Universidad Nacional de Colombia con el concurso del equipo de investigadores del antiguo CEHAP.

Pero, una vez aclarado que Rafa será el protagonista de esta historia, volvamos al asunto de la gira europea…

Nuestra idea inicial en cuanto a los almuerzos y paradas técnicas tuvo que modificarse a inicios del recorrido. Habíamos pensado que al mediodía podríamos salir de las autopistas y buscar dónde comer en pequeños pueblitos o en las afueras de las ciudades, pero nos dimos cuenta que eso nos hacía perder mucho tiempo.

Optamos por tanto por los restaurantes de las áreas de reposo de las autopistas, pero vimos que resultaban caros y también perdíamos mucho tiempo hasta que nos tomaran el pedido y nos sirvieran los alimentos.

Así que nos decidimos más bien por otra opción que resultaban más ágil y conveniente para todos.

Comprábamos patés, quesos, pan, jamón, embutidos, aceitunas, pepinillos y cebollitas encurtidas, algo de vino (que en Europa es muy barato) y varias botellas de refrescos.


Nos abastecíamos en cualquier supermercado y ya en camino, nos deteníamos para hacer un buen picnic en las áreas de descanso de las autopistas, generalmente provistas de mesas y baterías sanitarias.   

Esta opción se modificó un poco, luego de las primeras adquisiciones de aquellas vituallas, pues algunos de los viajeros, sobre todo Jorge y las damas, no estaban muy de acuerdo en la dieta de cárnicos y gaseosas, así que incorporamos a las compras, algo de fruta (manzanas, peras, uvas, melocotones, incluso plátanos…), jugos, yogurt y mucha agua.


Ya desde esa época se había puesto de moda el beber agua por litros, todo el día… en vez de refrescarse con una buena cerveza bien fría o una copa de vino fresco.

Jorge, Rafa y las colegas, llevaban siempre consigo una botella con agua y bebían a cada instante un sorbo de aquel líquido embotellado en recipientes de plástico por las grandes transnacionales.

En fin… en esto de los gustos y colores…

Así que mejor volvamos al tema de este relato…

Estábamos un día de esos en una de las áreas de reposo de una autopista francesa, dando buena cuenta de todas nuestras provisiones…, salchichón, baguette y camembert…  pero también yogurt, peras, uvas y mucha agua… 


Una vez superado el tema de recuperar las fuerzas, tomamos la decisión de continuar el recorrido.

Pero antes, todos nos dirigimos a los servicios para cepillarnos los dientes y aliviar la vejiga antes de subir a los vehículos.

Carlos y yo salimos casi simultáneamente del baño cuando nos vimos envueltos en un enredo de locos…

Una señora estaba gritándole a Rafa (en francés claro) y nuestro amigo que no entendía nada, respondía (en español por supuesto) a la aireada agresora que tampoco entendía nada, de lo que él decía.

Alcanzamos a escuchar que Rafa con su forma recontra pausada de hablar, explicaba  a su enfurecida interlocutora, algo como:

-       Mire señora, comprenda que yo no hablo francés, así que, cuando lleguen mis amigos, podré enterarme de lo que usted está tratando de decirme…

Añadiendo a renglón seguido, de la manera lo más queda y tranquila, con su acento paisa:

-       Por lo pronto, le pido que no grite, pues tampoco entiendo nada por más que usted levante la voz, pues como le he explicado no entiendo su idioma…

Nos tuvimos que meter en el enredo y preguntamos a la furiosa dama (en francés, claro) cual era el problema…

El asunto era simple y complicado a la vez.

La señora en cuestión había observado que Rafa, salía de los retretes con una botella de agua en la mano (aquella que él tenía siempre consigo para beber) y creyó que se trataba de un musulmán que había usado el líquido para su aseo intimo luego de haber usado el inodoro.


Le increpaba a gritos porque -según ella- ahora ya no se podían usar “les toilettes” en ningún sitio público pues los árabes dejaban todo empapado con su endiablada costumbre de lavarse con agua, en vez de usar papel como cualquier persona normal.

La vieja se serenó y hasta le cambió de color su cara, que  se volvió de súbito de un tono lívido… cuando le explicamos que el árabe al que le había estado gritando era latinoamericano, por más señas colombiano, que hablaba castellano y… que el agua de su botellita plástica la llevaba para beber (como hacía ella misma con la botella de Evian que tenía en la mano…).

Luego su cara recobró su color y segundos más tarde tomó un color rojo intenso como el de las personas que están a  punto de sufrir una apoplejía por una subida súbita de la presión arterial…

Pedía mil disculpas, sin parar… su lengua y su cerebro estaban como trabados para intentar balbucear frases  más elaboradas… pero a medida que se retiraba caminando hacia atrás, antes de dar media vuelta y salir corriendo hacia su propio vehículo, solo repetía:

-       Je m’excuse, Je m’excuse, Je m’excuse…

Rafa, tomando un sorbo de agua de su inseparable botella plástica, preguntó consternado, con su voz pausada y queda y su acento paisa:

¿Qué dice?, ¿Perdió algo en el excusado?

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