jueves, 16 de junio de 2011

Suiza 2: Ginebra, otras cervezas y el Mundial de Fútbol Corea-Japón 2002

En junio de 2002 estuve en Ginebra en una reunión de coordinación del Consejo de Concertación sobre Agua Potable y Saneamiento (WSSCC). Asistía a esas reuniones, que se desarrollaban en la sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como representante de las ONGs.

Como ya he relatado cuando íbamos a esas reuniones, la OMS nos alojaba en un pequeño hotel situado frente a la estación de trenes de Ginebra, la “Gare Cornavin” en pleno centro de la ciudad. Nuestro Hotel era muy confortable, bien servido por diversas líneas de bus y próximo a bancos, agencias de viaje, oficinas, almacenes y todo tipo de atractivos turísticos. Desde allí podíamos caminar para disfrutar de la tranquilidad y los magníficos paisajes del lago Lemán y ver el famoso chorro de agua uno de los más importantes símbolos de la ciudad.  

En la tarde cuando regresábamos al hotel luego de las reuniones en la OMS, salíamos en grupo a caminar por el centro de Ginebra o por las orillas del lago y en otras ocasiones en busca de un bar o de un restaurante donde poder comer algo y disfrutar de una cerveza.

En un relato anterior conté que el mejor sitio para tal propósito era la cervecería “Les Brasseurs” situada en la misma cuadra que el hotel, a pocos pasos de su entrada.

El atractivo de “Les Brasseurs” es que ofrece cuatro tipos de cerveza: una “rubia”, una “ámbar” de malta, una “blanca” y una cerveza espacial de temporada cuyos colores y sabores podían ser muy diversos. 

Si alguien desea probar de todo un poco, puede pedir allí la llamada “selección de degustación”: cuatro pequeños vasos, uno con cada tipo de cerveza, que vienen en un ingenioso soporte de madera tipo paleta. Pero, para quienes aman la cerveza “Les Brasseurs” ofrece vasos de diversas dimensiones: pequeños (de 300 ml), medianos (de 600 ml) o grandes (de un litro) y las famosas columnas de tres o de cinco litros.

Yo había descubierto “Les Brasseurs” en mi primer viaje a Ginebra…. Y por supuesto, siempre proponía a los colegas que me acompañaban, ir por allí para disfrutar de una deliciosa cerveza en el agradable ambiente de ese bar.

En aquella ocasión habíamos salimos en grupo para dar una vuelta por las agradables calles peatonales y los numerosos parques -tan bien cuidados- de Ginebra y fuimos a visitar el célebre reloj confeccionado con flores, que cambia de imagen, año a año, en cada primavera. Este atractivo ha llegado a ser tan conocido como el jet de agua del lago. Todo el mundo desea tomarse una foto frente al célebre reloj.

 











Cuando estábamos caminando de regreso hacia el hotel, propuse tomar una cerveza en “Les Brasseurs”.

Al aproximarnos al bar, apoveché para relatar a mis acompañantes la historia de mi encuentro en ese sitio, cuatro años atrás, con mi querido amigo Jos Buys. 

Todos los colegas que me acompañaban quedaron sorprendidos cuando les conté que estando en Ginebra también para una reunión semejante del WSSCC, pasaba por allí y al Introducir las manos entre las plantas -que separaban la vereda de la zona de mesas- para moverlas un poco hacia los costados -como si se tratase de cortinas- para observar si había espacio libre en aquellas mesas…  me había topado -manos a boca- con Jos.

Al llegar a “Les Brasseurs”, introduje las dos manos entre esas plantas para indicar a todos cómo había sido aquel encentro cuatro años atrás cuando… ¡oh sorpresa!... (no van a creerlo) cuando separé las ramas y metí mi cabeza entre las hojas para otear hacia el interior… en la mesa que se encontraba justamente al lado de la planta que moví absolutamente al azar… me topé nuevamente -manos a boca- con mi querido amigo Jos Buys. Cuatro años más tarde la situación inverosímil volvía repetirse de manera idéntica.

Jos estaba sentado, allí en la misma mesa... fue una sorpresa y un gusto enorme toparme de improviso con él. 

Por supuesto hicimos una sola mesa en la que sus amigos, los míos, él y yo, dimos cuenta de al menos dos gigantescas columnas de cerveza y volvimos a comentar lo increíble de la situación.

Jos seguía trabajando para el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bélgica y se ocupaba del seguimiento de todos los acuerdos y compromisos internacionales y europeos referidos al calentamiento global y al cambio climático.

Convenimos que al día siguiente íbamos a cenar juntos... pero, primero íbamos a disfrutar de un partido de la copa mundial que ese año se estaba desarrollando en Corea y Japón. 

Nos dimos cita en su hotel y dimos cuenta de una buena provisión de cerveza y muchas cosas ricas para picar. Disfrutamos del partido de Brasil con Inglaterra que terminó con victoria de los cariocas por dos goles a uno. Luego fuimos a cenar y nos pusimos al día en todas las historias de la vida, de los  hijos y de los amigos comunes. Fue una noche muy placentera y grata.

En los días posteriores -ya en el mes de julio- y cuando habíamos regresado a nuestros respectivos países, él a Bélgica y yo al Ecuador, el equipo de Brasil culminó un muy buen campeonato y llegó a coronarse campeón al vencer a Alemania por dos goles a cero en la final de esa copa del mundo.

Ello debió haber sido una gran satisfacción para muchos de mis amigos brasileros y latinoamericanos; para mí también, porque mis preferencias estuvieron como siempre, alineadas al lado del equipo brasilero. Y en esa ocasión, cuatro años más tarde, a diferencia de lo que aconteció en Francia 1998… ¡ganamos la final.

Para nosotros, para Jos y para mi, la copa de Corea-Japón/2002 así como la de Francia/1998 están marcadas por esos extraordinariamente fortuitos encuentros en la cervecería “Les Brasseurs”, frente a la “Gare Cornavin” en pleno centro de Ginebra.

Las copas ya no tienes importancia. Lo increíble (y lo hemos comentado con Jos en varias oportunidades) es que puedan sucederse ese tipo de improvisados encuentros -casi mágicos- que parecen fruto, más que del azar, de un planificación superior, de destinos y caminos que se cruzan y se entrecruzan sin lógica aparente… aconteceres que se producen y uno no sabe explicarlos... ¡¿cómo será, eh?!...  (Si leyeron mi relato anterior, estas frases deben sonarles conocidas, ¿verdad?)

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