miércoles, 1 de junio de 2011

Costa Rica 1: El bar “Key Largo”


“Key Largo” (Cayo Largo) es el nombre de una de las islas del “Archipiélago de los Cayos” ubicado en Florida. Con cincuenta y tres kilómetros de longitud es la más grande y la más septentrional de las islas, conectada al territorio continental de los Estados Unidos por carretera.

“Cayo Largo” es un popular destino turístico y se llama a sí mismo la "capital del buceo en el mundo" porque su famoso arrecife de coral, situado a pocas millas de la costa, atrae a miles de submarinistas y entusiastas amantes de la pesca deportiva durante todo el año. Cerca de “Cayo Largo” se encuentran los pantanos de los Everglades, que también atraen a innumerables turistas interesados en la flora y fauna de ese ecosistema y en los deportes de aventura.

“Key Largo” es también el nombre de la célebre película escrita y dirigida por John Huston, basada en la novela de Maxwell Andersen. El filme estrenado en 1948 fue protagonizada por Humphrey Bogart, Edward G. Robinson y Lauren Bacall en los roles principales.

“Key Largo” es, por otro lado, el nombre de un restaurante, bar y sala de baile de San José, la capital de Costa Rica.  Este conocido bar está situado en la zona céntrica de la ciudad, frente al acogedor Parque Morazán.

Cuando concluí la investigación sobre “Movilidad Urbana de los sectores Populares en Quito” que en 1983 emprendimos en CIUDAD, con el apoyo del IRT - “Instituto de Investigaciones del Transporte” de Francia, decidimos que resultaba importante un debate amplio sobre el tema del transporte, la movilidad y los servicios en general, así que organizamos con ese organismo un gran Seminario-Taller sobre “Transporte y Servicios Urbanos en América Latina” en julio de 1985.

Una de sus más importantes consecuencias de este evento fue la creación de una “Red de Estudios de los Servicios Urbanos en América Latina” que bautizamos con el nombre de “REDES” cuya coordinación se me encargó a mí en un primer momento, mientras se buscaba la mejor manera de estructurar esta iniciativa.

A fines de 1985 el Consejo Superior Universitario de Centro América – CSUCA conjuntamente con la Universidad de Heredia de Costa Rica organizó el Cur­so de Postgrado en Planificación titulado "Transporte Urbano en Áreas Metro­poli­ta­nas de América Latina" y varios de los colegas de REDES fuimos invitados como docentes a ese curso.

Los otros profesores foráneos que participaron en esa iniciativa académica fueron Ettiene Henry de Francia, Oscar Figueroa de Chile y Valentín Ibarra de México. Una vez que aceptamos la amable invitación, viajamos a Costa Rica en un período de quince días cada uno, para desarrollar el módulo que se nos había encomendado en el marco de la programación general. 

El Curso de Posgrado fue estructurado por nuestro querido amigo Mario Lungo, conocido arquitecto y urbanista salvadoreño que desempeñaba la coordinación académica del CSUCA, en su sede de Costa Rica. El director del posgrado era nuestro amigo Jorge Vargas Culell, sociólogo, escritor y político, quien en años posteriores desempeñó importantes funciones públicas en Costa Rica.

El trabajo de cada uno de nosotros fue arduo e intenso yo me encargué del tema de la “movilidad urbana” y a más de brindar a los estudiantes un conjunto de elementos conceptuales y metodológicos sobre el tema, me atrevía a emprender un trabajo práctico, aplicando una encuesta en las barriadas pobres de San José para hacer una lectura, con información de primera mano, sobre los comportamientos de ese sector ciudadano en lo referido a prácticas y estrategias de movilidad.

Mario Lungo y Jorge Vargas me apoyaron en todas estas tareas y muy amablemente se turnaron para hacerme conocer San José y sus alrededores en los fines de semana  y en los pocos momentos libres que me dejaron durante las tardes y las noches, las actividades del curso, su preparación y evaluación.

Una de las noches que pasé en San José, Jorge me invitó a conocer un sitio realmente sensacional. Nunca he encontrado nada parecido en ningún otro sitio del mundo. Era una mezcla de restaurante, discoteca y bar al que uno podía invitar a cenar a la novia, a la esposa, a un amigo – como fue mi caso- a la mamá el día de la madre, o asistir en grupo o en pareja a tomar un trago, a escuchar música o a bailar: el famosísimo “Key Largo”.

El bar ofrecía una excelente carta de cócteles, boquitas (como llaman los ticos a las tapas), buenos licores, cafés de toda clase y una variedad de platos y postres de excelente calidad y presentación. Todo en un ambiente muy agradable en los numerosos salones de la gran mansión que ahora alberga este conocido bar. La música era de primera; en algunos salones con grupos y cantantes en vivo y, en otros, con música ambiental: jazz, blues, boleros, merengues, orquestados o cantados pero todo en su punto, nada estruendoso ni exagerado.

Al llegar a una hora relativamente “tempranera” -bastante antes de que la juventud comenzara a copar los espacios del “Key Largo”-, Jorge me hizo un recorrido por todas las dependencias del restaurante. Me explicó que conocía bien el lugar pues allí había funcionado por muchos años el Conservatorio de Música de San José. Jorge toca muy bien el piano y fue un destacado alumno y egresado de esa casa de estudios.

Conocía todos los detalles posibles de la vieja residencia. El edificio donde funciona el “Key Largo” fue construido en las postrimerías del siglo XIX y es una de las más representativas edificaciones residenciales de esa época. Fue declarado monumento histórico de la arquitectura nacional, por el Gobierno de Costa Rica, en diciembre de 1998. La edificación estaba muy bien acabada interiormente con maderas finas bellamente trabajadas y charoladas, detalles de herrería de bronce bruñido en pomos de puertas, pasamanos, herrajes de ventanas y lámparas de época. Todo estaba en perfecto estado de conservación y el decorado era muy adecuado para ese ambiente. 

A más de un conjunto de cuadros y apliques más clásicos -que posiblemente quedaron de la decoración original de la casa-, resaltaban en sus paredes grandes fotografías en blanco y negro del los protagonistas de la película de Huston: Bogart con su célebre gabardina, solo o acompañado de la bella Lauren Bacall.

La casa, esquinera, se asemejaba a esas mansiones de estilo colonial-europeo diseñadas para el trópico, con grandes aleros, techos inclinados, amplios corredores externos con columnas y pasamanos de colores… en medio de la lujuriosa vegetación tropical con grandes hojas y coloridas flores…aunque ahora en contexto urbano no tenía un prado enorme delante suyo y más bien estaba limitado por una reja de metal que le separaba de las calles vecinas.

Al recorrer los amplios salones adecuadas ahora, con mesas de restaurante u otras más pequeñas para las áreas que funcionaban como discotecas, así como los patios interiores, llenos de vegetación -ahora cubiertos- donde se había instalado distintas barras  de bar y tablados para la presentación de cantantes, grupos y orquestas, Jorge me iba explicando con detalle la función que tenían esos espacios cuando funcionaba allí la escuela de música. 

Recordaba anécdotas y pormenores. Hasta ahora tengo presente que me dijo, - “presta atención, escucha… el tercer escalón chirrea desde esa época”; aclarando luego: - “debíamos subir con mucho cuidado para no interrumpir a la profesora de violín que daba clases en lo que fue el estudio-biblioteca del antiguo propietario de la residencia.

La casa se adecuaba en diferentes niveles a través de espacios comunicados visualmente entre sí a los que se llegaba por gradas de máximo tres o cuatro escalones. Nos instalamos en lo que debió haber sido uno de los salones, en una mesa muy agradable con buena vista al jardín pero también con dominio a los aconteceres del interior. La comida estuvo estupenda y la conversación muy agradable.

Antes de salir me di cuentea que ya avanzada la noche la gente había cambiado un poco. Ahora había mayor cantidad de jóvenes y en varios de los salones había parejas bailando o tomando un trago en las mesas o en la barra. 

La música -americana o de pegajosos ritmos caribeños- acompañaba bien a esa generación de parroquianos. Me di cuenta sin embargo que había muchas guapas muchachas ticas y una buena cantidad de turistas gringuitos y europeos “en busca de aventuras”.

Planteé la pregunta a mi anfitrión y el me confirmó la sospecha, se trataban de muchachas que podían brindar sus “servicios” a esa clientela foránea. Pero esa “oferta turística” convivía en paz con quines iban -en grupo o en pareja- a bailar, escuchar música o a  tomar un trago en el “Key Largo”. Es más, la casa era suficientemente amplia y de corazón generoso como para que no se dieran problemas con otro tipo de personas que iban allí a cenar o a escuchar música: ejecutivos con sus clientes, un grupo de amigos con sus esposas, un quinteto de señoras de la tercera edad que luego de tomar un te en la tarde, habían decidido quedarse a disfrutar de un coctel y de la agradable música de ese maravilloso lugar.

Jorge me acompañó al hotel, pues tenía que preparar todavía mi clase del día siguiente. Esa noche en el “Key Largo” quedó guardada en mi memoria con mucho afecto. El ambiente y la agradable charla con mi amigo Jorge Vargas son parte de esos recuerdos, pero también el hecho de haber visitado un sitio tan extraordinariamente diferente. Ya lo dije: un sitio realmente sensacional. Nunca he encontrado nada parecido en ningún otro sitio del mundo. Posiblemente solo podía generarse en Costa Rica, pues como dice el lema del Ministerio de Turismo, que se repite en todo lado en ese lindo país, “Costa Rica es Pura Vida”

Regresé a San José y por supuesto al “Key Largo” en dos oportunidades en años posteriores, pero ello será motivo de otros relatos.

2 comentarios:

  1. A mi e contaron que una semana después de mi visita estuviste allí y te "ganaste" con una pelea entre varios parroquianos. Pero eso debe haber sido luego de 1985...

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  2. Quisiera ser un pez! Besos a los dos, Mario y Gustavo. Biba

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