miércoles, 23 de febrero de 2011

Egipto 7: Las inexplicables e inentendibles diferencias culturales

Como ya relaté en otra ocasión, el Secretariado Internacional del Agua (SIA) organizó en El Cairo, en marzo de 1996, una reunión de planificación de las actividades del Grupo de Trabajo sobre “Agua, Gestión Comunitaria y relaciones con la Sociedad Civil”. Yo era en esa época vicepresidente del SIA y fui invitado a esa reunión como representante de America Latina. Regresé así a Egipto, diez años después de mi primera visita.

El SIA se había esbozado como una iniciativa colectiva varios años atrás en Montreal, al finalizar el decenio internacional del agua, se estructuró más formalmente en Nairobi y luego, ya legalmente, en Montreal bajo las leyes canadienses.

En el SIA actúan personas de diversas nacionalidades y de todos los continentes: representantes de varias ONGs, asociaciones, redes, instituciones académicas, empresas, en fin, actores de muchas diferentes vertientes vinculadas al sector del agua, al saneamiento y al desarrollo. La cabeza visible y el motor del SIA era, y sigue siendo, Raymond Jost, un alsaciano residente en Montreal desde hace mucho tiempo, de dos metros de alto, dos de ancho y una cabeza en constante proceso de ebullición en lo que tiene que ver con la generación de ideas e iniciativas siempre novedosas e interesantes.

Cuando el SIA organizaba un encuentro, seminario, conferencia o cualquier otro evento en un país determinado, Raymond recurría al socio local para encargarle el apoyo logístico indispensable: averiguaciones de tarifas y reservas de hotel, selección de salas de reuniones, restaurantes, proveedores de catering, insumos, equipos y personal de secretaría y oficina, reserva de transporte, información sobre impuestos de aeropuerto, reservas de vuelos, citas con autoridades y otros actores locales, etc. etc. Así lo habíamos hecho siempre. Cada uno de nosotros los miembros del SIA, cuando el evento se había planificado en nuestro respectivo país, colaboraba recabando información, buscando que los proveedores no fuesen excesivamente costosos, buscando incluso opciones y alternativas para economizar recursos, y armábamos un presupuesto tentativo según lo planificado que enviábamos a la sede del SIA para su revisión y aprobación definitiva. Con Raymond cotejábamos la información, analizábamos la manera de reducir costos cuando éstos parecían muy elevados o se salían de lo presupuestado y luego procedíamos a comprometer contratos, reservaciones y a realizar compras o adquisiciones. Para ello generalmente el SIA enviaba con la debida anticipación una parte del dinero y el resto se liquidaba durante o al final, del evento.

Un colega egipcio llamado Magdi Sidhom formaba parte del Consejo de Administración del SIA como representante de una ONG llamada “Juventud de Egipto por el Desarrollo”. Como habíamos procedido en otras ocasiones, Raymond le pidió su apoyo para la organización de la reunión del Grupo de trabajo en El Cairo. Según pude enterarme más tarde, Magdi llamó a Raymond para decirle que no podía encargarse de esas actividades, debido precisamente a “la relación de amistad y respeto que tenía con él” pero que le iba a recomendar a una persona que podría encargarse de todo los solicitado de manera eficiente. Días después, según pude también enterarme posteriormente, Magdi envió una comunicación en al que daba el nombre y coordenadas de esa persona y recomendaba a Raymond “negociar con él para que todo saliese de la mejor forma para las partes”.

Este personaje recomendado por Magdi, se comunicó con Raymond y acordó enviar la información solicitada, básicamente un presupuesto con tarifas de hotel y costos de todo lo requerido para el desarrollo del evento. Este ciudadano egipcio envió al SIA la información pedida, Raymond verificó que los costos no excedían los recursos disponibles y dio luz verde para seguir adelante; envió una parte del dinero y le informó que lo demás sería pagado y liquidado durante el evento.

Al llegar al hotel que este personaje nos había reservado vimos que no se trataba de un hotel convencional sino de un hotel ubicado dentro de un recinto militar con un sinnúmero de restricciones de accesibilidad, de horarios de atención y de servicios. Lo propio sucedía con las salas donde debía desarrollarse la reunión que estaban no lejos de allí en un complejo perteneciente a la fuerza aérea egipcia; en este espacio no se podía circular por todas las instalaciones, se debía llegar a una hora fija con una especie de pase y abandonar el recinto siempre en grupo y a una hora determinada cuando todo debía cerrarse y las luces y el aire acondicionado se apagaban. Algunos días más tarde cuando este individuo hacía cuentas con Raymond, él pudo verificar que lo que decía que se debía pagar por los taxis que nos habían buscado en el aeropuerto para conducirnos al hotel, o por los que nos conducían de éste al lugar de las reuniones, era mucho más caro que la tarifa que todos habíamos pagado para desplazarnos en la ciudad para recorridos y distancias equivalentes. 

Raymond entró en sospechas y averiguó que el hotel costaba muchísimo menos de lo que este señor nos estaba haciendo pagar; es más, según averiguamos había una tarifa para civiles y una tarifa menor cuando al reservación era hecha por militares. Según creíamos ese debía ser el caso, posiblemente el caballero había conseguido un precio muy módico a través de algún amigo militar y a nosotros no cobraba sumado y multiplicado.

Allí ardió Troya. Raymond se sintió estafado, reclamó airadamente al intermediario y reclamó a nuestro colega Magdi por habernos puesto en manos de ese estafador. El diálogo se hizo insostenible y los acuerdos no llegaban por ningún lado, Raymond hacía cuentas de que, lo que había enviado como adelanto, pagaba con creces lo que se debía pagar por los servicios contratados y se negaba a pagar el saldo adeudado. El otro decía que “lo convenido era lo convenido”, y requería el pago del saldo, pues adeudaba, él también, un saldo a los proveedores. Incluso llegó a afirmar que él -“podía perder una parte” pero que se debía pagar al hotel, a los transportistas y otros servicios brindados por terceros.

Raymond no entendía, no pudo y no podrá entender jamás, todo este enredo. Yo intervine tratando de calmar los ánimos y poder llegar a alguna solución. Pude darme cuenta que el problema no era de idioma, pues Magdi hablaba perfectamente francés y tenía un buen nivel de inglés, el intermediario hablaba un aceptable inglés y se defendía en francés. El problema era cultural a más no poder. Al tratar de desentrañar el galimatías de esta complicada situación, pude verificar que muchas ocasiones las diferencias culturales son inexplicables para unos e inentendibles para otros.

-          Magdi no entendía el reclamo de Raymond, pues “por ser su amigo y tenerle mucho respeto, no había aceptado hacer negocios con él”.

-          El intermediario no entendía por qué Raymond quería ahora, pagarle menos del valor acordado, “si cuando le envió el presupuesto él aceptó y dio su visto bueno”.

-          Magdi insistía en que Raymond no podría echarle la culpa de lo acordado con el intermediario pues “él se había excusado de participar en el negocio” y simplemente había dado el nombre de la otra persona pero recomendando a Raymond que “negociase con él para que quedasen claros y justos, los intereses de las dos partes”.

-          Raymond se sentía traicionado por Magdi “por habernos puesto en manos de un estafador”.

-          Yo trataba  infructuosamente de que Raymond comprendiera que Magdi se había hecho a un lado de un “potencial negocio” porque no podía aprovecharse de “un amigo” y si bien había recomendado al otro, enfatizaba todo el tiempo en que “había insistido que negociara con él”.

-          Raymond no entendía, no pudo y no podrá entender jamás que “negociar” significaba “regatear hasta llegar a un acuerdo, justo para las dos partes” y que cuando dio su visto bueno, había “aceptando pagar un precio, a sabiendas de que el otro tendría una ganancia en el negocio, alta o de poca monta, eso no importaba”, él había dado su visto bueno y punto.

-          Para Raymond era inaceptable que el apoyo que siempre habíamos dado los miembros del SIA para organizar eventos en cualquiera de nuestros países, en lugar de entendérselo como un acto solidario, de compromiso y de trabajo en red, fuese concebido como un potencial negocio o de beneficio para el asociado local.

Fue imposible mediar para que unos y otros pudiesen entender las lecturas que cada quién hacia de este asunto desde sus propia perspectiva cultural. Todos se cerraban a la banda. Raymond a regañadientes aceptó pagar algo más al intermediario. Este regateó y regateó hasta llegar a una cantidad que no le dejase pérdidas porque supongo que efectivamente debía pagar por aquí y por halla los montos que él mismo había acordado con sus proveedores y si bien debía haberse dispuesto de algún dinero sacado del anticipo, no iba tampoco a perder o a dejar de ganar aunque fuese poco.

Creo hasta ahora que Magdi era sincero al no sentirse comprometido en el problema, él caballerosamente se había hecho a un lado del “potencial negocio” por las razones explicitadas de “amistad y respeto”; sin embargo Raymond no pudo comprender esas sutilezas. No le acusó de nada, no le agredió, no le reclamó. Pero dejó de confiar en él. Dejó de involucrarlo en las actividades del SIA y cuando el Consejo de Administración debió renovarse simplemente fue sustituido. No le he vuelto a ver y me apena. Creo que era un valioso colega y no fue culpable de las incomprensiones culturales que he relatado.  

1 comentario:

  1. Si este relato se utilizara en un curso de multiculturalidad y se analizara cada rol y cada incomprension, en tono de "juez", diria que la persona menos sensible a los matices culturales es el amigo Raymond, pero es justificado por su misma cultura, es decir no llegar a desarrollar esta sensibilidad cultural de ponerse en los zapatos del "otro", un "otro" totalmente diverso, con otros principios, otras prioridades. Estos malos entendidos culturales son los mas dificiles de explicar, para cada parte, porque es muy dificil ver con los ojos del "otro".
    En la maestria de multiculturalidad que segui vi que la dificultad no es la integracion o la comunicacion, si no el renunciar a una posicion para ver la del "otro" y desde ese punto de vista reconstruir la realidad y tratar de entenderla en varios modos y con varias aristas.
    Interesante relato.

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