jueves, 17 de febrero de 2011

Egipto 3: Las amigas argelinas



Como ya he relatado, visité El Cairo en1996

Asistía a la “III Conferencia Mundial sobre Transporte Urbano en los Países en Desarrollo”. Estas conferencias eran organizadas cada dos años por la Asociación CODATU cuya secretaría tenía sede en la Federación Mundial de Ciudades Unidas.

Quién me escribió haciéndome llegar la invitación para presenta una ponencia fue Xavier Godard del Instituto de Investigaciones del Transporte de Francia, quien fungía de Secretario de la Asociación, pero luego tuve que mantener correspondencia sobre temas logísticos (fechas, pasajes, envío de ponencia, reservaciones, etc.) con una dama llamada Rabea Boukris; quien luego supe, era de origen argelino, residente en Francia y con funciones en el equipo administrativo de la Conferencia.

Al llegar a Egipto todos los ponentes tuvimos una reunión general de coordinación, con los miembros del Comité Organizador y del Comité Científico de la Conferencia. En la reunión estuvo presente también el equipo administrativo de apoyo y allí pude identificar y saludar a Rabea.

Los organizadores habían previsto a continuación, una cena formal en un elegante restaurante del Hotel a la que estaban invitados todos quienes participamos en esa reunión de coordinación. En la mesa me ubicaron junto a una dama también argelina llamada Halima Saharaoui, amiga de Rabea. Comenzamos a conversar, le mencioné que desgraciadamente yo no conocía Argelia pero que era un país que siempre me había interesado por su historia y sus paisajes que, a América Latina, nos habían llegado sobre todo a través de la literatura y el cine. Le comenté que me había enterado algo de la historia reciente de Argelia a través de una larga y muy interesante conversación que había mantenido no hacia mucho tiempo atrás, con una amiga ecuatoriana residente en Argelia.

De allí mi relato derivó a la historia verdaderamente fantástica de esa amiga. Ella de origen riobambeño, había viajado muy joven a estudiar en Moscú gracias a una beca del Gobierno de la URSS. Allá conoció a su actual marido, un estudiante de ingeniería de petróleos, argelino, también becario. Cuando se graduaron la pareja decidió regresar a Argelia.  El joven ingeniero, con el paso de algunos años llegó a tener un importante cargo y la pareja disfrutaba de una vida bastante holgada y confortable. Una hermana menor de esta amiga fue a pasar vacaciones en Argel y estando allí, un buen día, los esposos recibieron la visita, previamente anunciada, del vecino de enfrente y de su esposa. Pasadas las formalidades y saludos iniciales, el vecino fue al grano, venía a solicitar para su hijo, la mano de la hermanita menor de mi amiga. Inútiles fueron los intentos de explicar que en el Ecuador, que en América Latina, eso no era habitual, que lo normal era más bien que la pareja se conociese, se tratase por un tiempo y que si la química se producía… quizás…Toda explicación fue vana, el vecino estaba convencido que la muchacha era ideal para su hijo y no hubo forma de hacerle cambiar de opinión. Lograron que aceptase posponer decisión y respuesta para el día siguiente, con el compromiso de que la chica fuese informada y su futuro esposo también.

Mi amiga relataba que su intención fue comprar de inmediato un pasaje de avión y enviar a su hermanita de regreso a la seguridad de la familia, las leyes y costumbres ecuatorianas; aun a riesgo de perder para siempre la amistad del vecino y su familia. Sin embargo las cosas no se dieron así. La hermana menor cuando le contaron estos hechos, ante la sorpresa de su hermana y su cuñado, simplemente decidió aceptar. Dijo sí, sin conocer al pretendiente. Se casaron, son felices y ahora las dos hermanas y sus familias viven en el mismo vecindario en Argel.

Como el mundo es un pañuelo, el cuento no termina allí, al terminar el relato planteé a mi vecina de mesa, quien me había escuchado con vivo interés, ese tipo de pregunta idiota que uno suele hacer de manera irreflexiva: - ¿no se si conozcas a esta compatriota?, su nombre es María Eugenia y la describí como una mujer guapa, de tipo mediterráneo, de grandes ojos y largo cabello negro. Todavía no había acabado de formular la pregunta y ya estaba arrepintiéndome de haberla verbalizado, cuando Halima casi me hace caer de la silla con su categórica respuesta. La conocía. Si bien no recordaba el nombre de mi amiga y no conocía los pormenores y detalles de esta historia, algunas cosas le resultaban familiares, cuando oyó cómo se llamaba y la descripción de su aspecto físico, confirmó su sospecha. María Eugenia era también su vecina, en el mismo barrio de la capital Argelina.

Al terminar la cena nos reunimos con Rabea y mis amigos Ettiene Henry y Oscar Figueroa y comentamos sobre esta serie de formidables coincidencias. Solo la casualidad hizo que estuviésemos en sitios contiguos en la mesa y que hubiésemos tenido la oportunidad de conversar de esta, poco usual, historia de destinos.

Este asunto de destinos se complementó posteriormente con un lindísimo viaje que emprendimos todos, luego de la Conferencia, a Luxor y a Karnak a orillas del viejo y largo Nilo. Pero ese viaje será motivo de otro u otros relatos posteriores

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