Como ya he relatado, desde diciembre de 2006 el Consorcio CIUDAD-Ecogestión administraba el Parque Metropolitano Guangüiltagua (PMG), merced a un contrato con el Municipio Metropolitano y la Corporación “Vida para Quito”
En los primeros días de julio de 2008 algunos usuarios del Parque Metropolitano, los señores Saadin Solah, propietario de TVentas, Raúl Ricaurte, profesor de deportes del Colegio La Condamine y Fabián Coello, técnico informático de “Vida para Quito”; me visitaron en las oficinas del Consorcio, para conversar sobre algunos temas inherentes según me dijeron, a los senderos que ellos usaban frecuentemente como miembros de un grupo de deportistas agrupados en una asociación denominada Ruta 42.
En concreto deseaban conocer el motivo por el cual se habían cortando árboles en esas rutas y por qué se habían colocado en los senderos del Parque: puentes, cercas y troncos que ellos calificaron como “obstáculos”.
Les agradecí por la visita y por su preocupación y les explique entre otras cosas lo siguientes:
El Consorcio contrató meses antes un trabajo para el manejo forestal en el PMG. Tomando en cuenta las directrices técnicas y las sugerencias dadas en el informe de ese trabajo, se habían hecho raleos y podas de los árboles que se encontraban en las vías y senderos principales y se habían talado aquellos que constituían un potencial peligro para los usuarios y la infraestructura del Parque (árboles secos, caídos, inclinados o en peligro de caer).
De otra parte se había visto la necesidad de consolidar las rutas y senderos existentes para diversos tipos de usos (caminatas, ciclismo, trote, etc.) para evitar que se siguieran abriendo rutas de manera indiscriminada y arbitraria, lo cual podía afectar el manejo, cuidado y recuperación del bosque, de su flora y de su fauna.
Les expliqué que con esa óptica se contrató un estudio para definir un “Sistema de Rutas y Senderos” para el PMG que permitiera a los usuarios del parque realizar estas actividades de manera segura y apropiada.
Para este trabajo se contrató a la firma “HTP ALTITUDE”, representada por el señor Rafael Martínez.

El informe de esa consultoría contemplaba los siguientes productos: Un levantamiento de la situación inicial de las rutas y senderos del PMG y un trazado geo-referenciado de los senderos principales y, para cada uno de ellos:
a) Distinción de usos, distancias, niveles de dificultad, ubicación de atractivos y sugerencias de señalización; b)Textos base para la señalización y para la producción de materiales de difusión; c) Recomendaciones técnicas y ambientales para la construcción o adecuación de espacios, límites, puentes, miradores y señalización y d) Propuesta de normas de uso, señalización y operación de las rutas y senderos.



Con el informe de HTP ALTITUDE se contrató con la firma ITM, la construcción e instalación de varios puentes de madera tratada. Estos puentes fueron colocados en el acceso peatonal de la vía principal de entrada al Parque; en los senderos interiores de la zona deportiva; en el sendero de acceso al sector de la escultura conocida como “las tortugas” y en los senderos circundantes al mirador cuatro.
Les mencioné que con el informe de HTP ALTITUDE se pudo contar con fichas técnicas de todos los senderos y sugerencias de intervenciones necesarias en cada sendero del Parque.
Les aclaré que el trabajo de los contratistas en los senderos “El Quinde”, “Los Mirlos”, “El Quilico” y “Los Jilgueros” estaban casi concluidos.
Sin embargo y a pesar de esa exhaustiva explicación el señor Solah envió una carta a la Corporación “Vida para Quito” y al Alcalde en relación a las rutas y senderos del Parque. En ella menciona que “se debía sacar los troncos que se habían colocando en la zona de trote de la vía perimetral del parque y en algunas zonas del interior del mismo”, pues le parecían “feos” y constituían “verdaderas amenazas contra la integridad de los usuarios”.
Como Director del Parque y Presidente del Consorcio no entré a debatir su apreciación estética (cada quien puede calificar una obra de manera diferente según sus propios criterios); pero escribí al Gerente de “Vida para Quito” y al Alcalde (y luego me reuní con ellos) para hacerles notar que los puentes, cercas y troncos habían sido propuestos y colocados precisamente para defender y garantizar la seguridad de los visitantes: peatones y ciclistas pues a pesar de tener en el Parque, políticas expresas que limitaban la circulación vehicular y daban prioridad al peatón y a los ciclistas; habíamos colocado los troncos precisamente para definir las rutas para peatones y ciclistas evitando que los conductores de vehículos las invadan y puedan eventualmente provocar accidentes, pues ya habíamos tenido varios casos de atropellos.
El señor Solah pedía en esa carta que se debían retirar las vallas colocadas en el interior del parque pues, “a más de afear el entorno natural, bloquean el paso de ciclistas, caminantes y trotadores... y representan un grave riesgo en la madrugada o en días nublados ya que los ciclistas… pueden chocar con las mismas”.
Al respecto aclararé a las autoridades, que las cercas colocadas se habían previsto para delimitar sitios eventualmente peligrosos (pasos de cunetas, sitios de cruce o convergencia de senderos, etc.); que se trataba de vallas rústicas de eucalipto que se complementarían con setos de especies nativas sembrados para que los límites en el futuro sean naturales y se pueda en un momento dado, retirar las cercas.
Ofrecí que una comisión integrada mi amigo Raúl Ricaurte (en representación de Ruta 42), Rafael Martínez (consultor) y nuestro colega Bolívar Romero (en representación del Consorcio) pudiera realizar una inspección para recibir sugerencias, dialogar sobre las soluciones técnicas y poder llegar a acuerdos respecto a las cercas y a los troncos, incluso para poder reubicar o cambiar aquellos que la comisión sugiriese.
Insistí en que esos elementos, precisamente estaban previstos para garantizar la seguridad de los visitantes (caminantes y trotadores) del paso raudo y peligroso de los ciclistas y, a unos y otros, del paso eventual pero no por ello -menos peligroso- de los vehículos automotores.

Concluía manifestando que esperábamos que esa información permitiera a las autoridades tener una idea cabal respecto a lo que estábamos haciendo en el Metropolitano en materia de rutas y senderos. Les insistí que todo lo que habíamos ejecutado respondía a criterios técnicos, enmarcados en la necesidad y voluntad de garantizar seguridad a los visitantes y a la necesidad de preservar y proteger el parque-bosque.
Mencionaba que parecía obvio que algunas innovaciones podían generar un cierto malestar de los usuarios en un primer momento y que estábamos seguros que en el mediano plazo comprenderían y apoyarían nuestros propósitos.
Relaté que en una entrevista que tuve en un programa radial un usuario que se identificó precisamente como miembro de “Ruta 42”, me había agradecido y felicitado por lo que estábamos haciendo para mejorar, señalizar y evitar el deterioro de los senderos.
Y terminé mi comunicación, solicitando el apoyo de las autoridades para nuestra gestión.
No obtuve respuesta.
A las pocas semanas me llegó una disposición de Ximena Araujo de “Vida para Quito” que mencionaba que debíamos sacar todos los “obstáculos“ de los senderos para no herir susceptibilidades ni generar inconvenientes al señor Saadin Solah y a otros usuarios.
Así acabó nuestra disposición para poder hacer un buen trabajo en el Metropolitano en cuanto a “rutas y senderos”. No pudimos conseguir más apoyo de empresas privadas para la señalización ni aportar a un uso racional de esas arterias al interior del Parque.
Miserias humanas. Cosas de la vida.
Quienes deseen ver otras fotos del Parque pueden visitar el sitio:
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