jueves, 15 de septiembre de 2011

Ecuador 16: Los “culuncos” y las “apachitas” del Parque Metropolitano Guangüiltagua

Como ya he relatado desde diciembre de 2006 el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión tomó a su cargo la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua tras ganar un concurso convocado por el “Municipio Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito”.


Uno de los miembros de nuestro equipo era Bolívar Romero, arquitecto de profesión pero además un apasionado estudioso y gran conocedor de temas culturales y saberes ancestrales de los moradores precolombinos de nuestro territorio.


En el equipo él era el encargado de los temas terrenos de nuestras tareas en el Metropolitano, las edificaciones, el mantenimiento, la seguridad, la jardinería, la limpieza, el cuidado de la infraestructura y el control de nuevas construcciones; temas todos, más bien ligados a su profesión de arquitecto. Sin embargo Bolo siempre estuvo preocupado por una serie de temas ligados a los saberes ancestrales.


En el acto de entrega del Parque Metropolitano por parte de la Municipalidad al Consorcio "Ciudad - Ecogestión", Bolívar organizó una ceremonia con el “Taita" Jaime Pilatuña, para bendecir al Parque y bendecir nuestro trabajo futuro en ese espacio.


En las fechas de los solsticios y los equinoccios, con el apoyo de Mayra Calderón, de Anita Torres (nuestra querida “Pequitas”), de Julia Jaramillo y de otros colegas, Bolo dió vida a una serie de festividades y rituales como las del “Mushuc Nina“ o “fuego nuevo”, el "Cápac-Raymi", el "Inti-Raymi", las ”pamba mesas” y otras celebraciones; tendientes a difundir al público pero también a nuestros guardabosques y colaboradores en las tareas de mantenimiento, las expresiones, los conocimientos y  las formas de celebración de nuestros ancestros. 

Bolo nos explicó que nuestros antepasados se regían por dos calendarios, el uno "agrícola" (soli-lunar) para determinar los tiempos precisos de preparación del suelo, siembra, cosecha y descanso del suelo y otro "ritual" destinado a las celebraciones del sol y la madre tierra; en este último  por supuesto se reflejan las fechas solares más importantes para la vida y los acontecimientos sociales y religiosos, como: las fiestas del "Mushuc Nina" o "Paucar Huatay" -en marzo-; el "Inti Raymi " o solsticio de Junio;  el "Coya Raymi" o equinoccio de septiembre  y el "Capac Raymi" o solsticio de diciembre.



Fruto de las inquietudes de  Bolívar decidimos construir, casi sin presupuesto, contando sólo con la colaboración y la buena voluntad de los miembros de la microempresa “Ashintaco” una serie de pequeñas “obras” referidas al tema del rescate de lo ancestral.


Bolo tenía muy buena relación con los “Ashintacos” (la mayoría, habitantes de la Comuna Miraflores); la forma amable de dirigirse a sus colaboradores, la manera clara de explicar las cosas y el propósito de que aprendan a valorar sus raíces, le granjeó el respeto, la confianza y el afecto de todos ellos.


Bastaba que Bolívar insinuara alguna de estas tareas para que tuviera una legión de gentes dispuestas a ejecutarla con cariño.


Un día de octubre en 2007, Bolívar llegó con la inquietud de que se estaban perdiendo el conocimiento y el uso de las “Apachitas”.


Ni nosotros ni los “Ashintacos” teníamos la más remota idea de lo que eran y para qué servían las tales “apachitas”.


Con paciencia y con su gran capacidad de exposición, Bolívar nos explicó que en épocas precolombinas las “apachitas” servían para señalar los caminos, los sitios de descanso, la cima de una cuesta y las entradas a los poblados.


Nos enseñó unos dibujos comentándonos que originalmente las “apachitas” eran pequeñas pirámides irregulares conformadas por piedras colocadas por los caminantes. Su dimensión dependía de la acumulación sucesiva de esas pequeñas piedras.


Más tarde, las “apachitas” se transformaron en pequeñas pirámides de tres escalones de piedra tallada. Tenían una función simbólica muy importante: el caminante debía recoger una piedrecilla del camino, transportarla y depositarla en alguno de sus escalones para pedir un deseo o un augurio para su vida en general o para su recorrido en particular.


Si el caminante ponía su piedrecilla en el escalón más grande, su deseo se refería a la comunidad, si en el intermedio, a su familia y si lo colocaba en el más pequeño su pedido era en relación a sí mismo.


Los espacios donde se emplazaron las “apachitas” fueron considerados sagrados. Por el hecho de marcar cambios espaciales importantes, las “apachitas” se relacionan con principios filosófico–culturales como: “sitio de paso” (pungu = puerta),  “encuentro” (tinku),  “cruce”, “puente” (chaca” y chacana).


Por ello, en estos lugares que indican el término de un espacio y el inicio de otro, se realizan peticiones y se entregan ofrendas sagradas relativas “al descanso, las fuerzas para continuar, la protección, la salud y el permiso para ingresar a un lugar nuevo”.


En el Parque “Guangüiltagua” construimos dos “apachitas”, a ambos les dimos el nombre de flores andinas nativas que se podían observar en las inmediaciones de esas pequeñas pirámides. A la primara la denominamos “Apachita de los Sigses” y a la segunda “Apachita de las Atucsaras”.


En los letreros que ubicamos junto a estos monumentos, a más de informar sobre el origen de los mismos, invitábamos a los visitantes a retomar esta costumbre ancestral y poner una piedrecilla portadora de un deseo en las “apachitas” del Parque Metropolitano Guangüiltagua.


En otra ocasión, ya en 2010, Bolívar llegó a contarnos que en un recorrido con los “Ashintacos” le habían conversado que de chicos, usaban para desplazarse y para jugar, una serie de zanjas semi-cubiertas por la vegetación que corrían por todo el territorio del actual Parque Metropolitano, en esa época ese territorio correspondía a la Hacienda Miraflores de la familia Donoso Coloma y a la hacienda “Batán Alto” de la familia Iturralde, a más de una serie de otras propiedades menores.


Bolívar hizo una visita a esos sitios con “sus guías” y descubrió que el Parque estaba atravesado por una red de “culuncus”.


Por supuesto todos abrimos la boca como bobos. Jamás habíamos escuchado el término y menos aún, de su significado.


Con gran paciencia y erudición, Bolívar nos contó lo mismo que ya había referido a los “Ashintacos”.


Los yumbos y otras comunidades prehispánicas usaban como caminos, una red de trincheras o zanjas bastante angostas, frecuentemente cubiertas de vegetación muy tupida, llamados "culuncos".


Las plantas que bordean a los “culuncos” impiden que los viajeros se desvíen del camino o chaquiñán; por ello, el pisoteo y la erosión son continuos y la depresión se hace más y más profunda.


Hay grandes tramos en los que los matorrales que han crecido sobre el “culunco” forman verdaderos túneles. Esto hace que el trayecto sea muy acogedor y agradable, pues el caminante puede circular protegido del sol, la lluvia o las miradas indiscretas.  


En las haciendas los “culuncos” eran usados para el desplazamiento de los peones hacia las faenas agrícolas y para el regreso al hogar luego de la jornada diaria. Con frecuencia eran usados para conducir a los animales a los abrevaderos y para transportar el agua para el consumo doméstico. 


Según Bolívar el término "culunco" es de origen y significado desconocidos, algunos autores sostienen que puede ser onomatopéyico del "culunc culunc" de las pezuñas de los animales de carga o del bamboleo del agua en los pondos en los que se la transportaba (Se sabe que en la colonia y primeros años de la república los “culuncos” fueron utilizados para trasportar aguardiente de manera clandestina en grandes zurrones).


Al amparo del microclima de los “culuncos”, caracterizado por la baja luminosidad y alta humedad, crecen infinidad de helechos, líquenes, musgos y anturios creando un paisaje de ensueño aún para el caminante más desprevenido.


Luego de la explicación y de la complicidad general que Bolo logró despertar en nuestro equipo y entre los miembros del la microempresa “Ashintaco”; en el Parque Metropolitano “Guangüiltagua” el Consorcio CIUDAD-Ecogestión impulsó la recuperación de sus culuncos.


Durante nuestra administración se despejaron y limpiaron varios “culuncos” existentes en el Parque, que servirían para que los visitantes experimenten las numerosas sensaciones y percepciones que ofrecen estos particulares senderos y aprendan a respetar nuestras raíces y a la naturaleza.


He creído importante escribir este relato para que el rescate de “apachitas” y “culuncos” no caigan en el olvido y, como el descuido posiblemente llegará a destruirlos en un corto plazo, he creído que era nuestro deber registrar por escrito estos conocimientos y el esfuerzo de mostrarlos como parte de un aporte -aunque pequeño- al rescate de nuestras culturas ancestrales. También creo que había que testimoniar la pasión que en ello, pudo poner Bolívar con el apoyo de los “Ashintacos“, para quienes claro, estaba dirigido ese rescate. Preservar y difundir “lo suyo”, significa preservar y difundir “lo nuestro”. 


Quienes deseen ver otras fotos del Parque pueden visitar el sitio:

2 comentarios:

  1. Gracias por compartir generosamente toda esta sabiduría de nuestra Pacha...

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  2. Espero que más personas se contagien de este cariño por lo nuestro

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