miércoles, 3 de septiembre de 2014

Ecuador 64: La creación de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la U. Católica.



Primeros esbozos

Una primera propuesta para crear una facultad de arquitectura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUE), en Quito se estructuró en los primeros años de la década de los ochenta.

Ya en esa época, mi amigo Fernando Calle era Director de la Planta Física de la U. Católica; se había graduado de arquitecto unos pocos años antes, pero desde su época de estudiante se vinculó laboralmente a la Católica. Su compromiso y dedicación a la universidad que ha demostrado en todas las realizaciones que ha emprendido, con solvencia y pasión, en años posteriores, le llevaron a plantear la pertinencia de crear una facultad de arquitectura en esa casa de estudios. Con vehementes argumentos logró que el rector, padre Hernán Andrade Tobar S.J., se interesara en la estructuración de una propuesta para el establecimiento de esa nueva facultad en la PUCE.

Fernando buscó apoyo en un grupo de valiosos colegas que laboraban en CONSULPLAN, entidad de planificación urbana y consultoría. La propuesta de creación de una facultad de arquitectura para la PUCE fue desarrollada entre 1982 y 1983 por los arquitectos Carlos Pallares, Juan Espinoza, Alberto  Rosero y Guido Díaz. Por sugerencia del padre Andrade, el documento fue analizado y recibió aportes de dos distinguidos filósofos argentinos que laboraban como docentes de la U. Católica, Arturo Andrés Roig y Rodolfo Mario Agoglia.

A pesar de todo el esfuerzo desarrollado y de su pertinencia, la propuesta tuvo oposición de otras autoridades de la PUCE, no fue aprobada y fue archivada por un buen tiempo. Sin embargo, la idea permaneció latente en la cabeza de Fernando Calle.

Ideas preliminares

Diez años más tarde, a principios de la década de los noventa, Fernando estaba terminando la construcción de las torres que albergan ahora a una serie de dependencias administrativas y académicas de la PUCE y había pedido a nuestro colega y amigo Jorge García que colaborara con dos murales para enriquecer los vestíbulos de acceso de esos edificios. Jorge realizó el mural “Quito” -un mosaico con diversos tipos de piedras- para la Torre Uno y “El cerebro trino” -un collage de ocho lienzos pintados con acrílico- para la Torre Dos.

En 1992, durante la elaboración de los murales, Fernando escuchó a Jorge hablar de otra de sus pasiones, el tema de un nuevo paradigma en los procesos del conocimiento: el paso “de la enseñanza - al aprendizaje”, “de la transmisión del conocimiento - a la construcción del mismo”.

Jorge planteaba que en esa perspectiva del aprendizaje la universidad debía reestructurarse para cumplir una nueva misión: “desatar procesos de aprendizaje”, ella misma debía re-plantearse como una organización inteligente, capaz de “aprender a aprender”.

Fernando le planteó que sería interesante retomar el viejo sueño de la creación de una facultad de arquitectura en la PUCE bajo esos nuevos retos y desafíos. Jorge mordió el anzuelo y por varios meses se dieron a la tarea de estructurar una nueva propuesta para la facultad. En ese período Fernando tuvo ocasión de visitar la “Escuela de Agricultura del Trópico Húmedo” de Costa Rica donde se aplicaba una propuesta como la que planteaban para la facultad de arquitectura; allí pudo familiarizarse con el “aprendizaje en base a problemas” y al paradigma “aprender haciendo” (la práctica como soporte y fuente del conocimiento).

Durante 1993 Jorge y Fernando mantuvieron reuniones de trabajo para dar forma a la propuesta… periódicamente se reunían en el Centro de Investigaciones CIUDAD y avanzaban en pulir el proyecto en su forma y en sus contenidos. Allí lograron involucrar en la estructuración de la propuesta a Diego Carrión, en ese momento director de CIUDAD.

De las ideas a un proyecto realizable

Diego realizó aportes importantes a la propuesta pero sobre todo, se dedicó a pasar esas ideas (un conjunto de utopías y de sueños, una serie de declaraciones filosóficas sobre una nueva forma de entender la educación) a un proyecto realizable (con metas claras, con personas responsables de las diversas tareas y funciones, con requerimientos de espacios, insumos e equipamientos, con plazos y cronogramas precisos, con claridad en las fuentes de financiamiento y un presupuesto realista de ejecución y operación).

En algún momento de este proceso los tres se reunieron con Luis Bossano que había concluido una maestría en Diseño en la UNAM y daba clases en la UAM Azcapotzalco de México. Lucho realizó algunos aportes para el diseño curricular y de contenidos para la Carrera de Diseño (gráfico y de productos).

Su colaboración fue importante pues Diego, Fernando y Jorge ya habían previsto que la nueva facultad incluiría no sólo una carrera de arquitectura, sino también una carrera de diseño -y en el futuro una carrera de artes- que debían interactuar de forma coordinada.

Otro asunto importante de la propuesta era que la actividad docente y la formación de los estudiantes se debía estructurar sobre varios pilares fundamentales: la docencia, la investigación y la vinculación con la sociedad (cooperación y trabajo con la comunidad).   

A principios de 1994, Diego, Jorge y Fernando se reunieron con el Rector, padre Julio Terán Dutari S.J., y discutieron con él los pormenores y detalles de la propuesta. El padre Terán sintió que la cosa tenía sustento y no resultaba una idea loca, descabellada o irrealizable, dio su total apoyo al asunto e invitó a estos tres emprendedores a presentar el proyecto en el Consejo Académico de la PUCE.

De la propuesta a la toma de decisiones

La propuesta fue muy bien acogida, a pesar de que los miembros del Consejo tenían una serie de preguntas e inquietudes, los tres se turnaron para responder de forma fundamentada y categórica cualquier tipo de duda o posible cuestionamiento. El Director Académico de la Universidad, Roberto Vallejo, sugirió que en un primer momento, arquitectura podría crearse como un programa adscrito a la facultad de Ingeniería. Los miembros del Consejo decidieron que el decano de Ingeniería presentara un informe al respecto y éste a su vez, delegó el tema al arquitecto Eduardo Gortaire, docente de esa facultad.

Diego, Jorge y Fernando se reunieron con Gortaire y volvieron a contar los detalles de la propuesta; sin embargo no lo lograron entusiasmar y su informe fue más bien ambiguo y poco convincente sobre la posibilidad de que arquitectura se creara como parte de ingeniería.

En la siguiente reunión del Consejo Académico el padre Terán se jugó por la propuesta. Luego de escuchar la lectura de aquel informe, el rector mostró su determinación respecto a que la  PUCE “debía tomar la decisión de crear la facultad de arquitectura y diseño” y dio el visto bueno para que las cosas se concretaran y las actividades se pudieran iniciar en el siguiente semestre.

Del replanteo a la cimentación de la obra

A partir de ese momento todo comenzó a ejecutarse con una prisa de locos. A mediados de 1994 se logró que se publicara en la prensa el lanzamiento de las nuevas carreras y que se abrieran las inscripciones. La universidad se comprometió a incluir temas y preguntas vinculados a la arquitectura y al diseño en sus exámenes de ingreso. Fernando pidió una especie de préstamo o adelanto de recursos para poder preparar lo mínimo que se requería para acoger al personal y a los nuevos estudiantes en espacios adecuados, con equipamientos y facilidades de buena calidad y bajo costo (pizarras, mesas, sillas, escritorios, archivadores, estanterías, equipos informáticos y audiovisuales, etc.), tanto para las tareas académicas como para las labores administrativas.

Como responsable de la Planta Física de la universidad y constructor de sus nuevos edificios, Fernando disponía de materiales, equipos y personal para las adecuaciones que debía emprender a contra reloj. En tiempo récord habilitó el piso 7, de la Torre Uno, que estaba previsto para albergar -en una etapa posterior- cuatro aulas de la facultad de enfermería, para que arquitectura y diseño pudieran iniciar sus actividades. Para las conferencias magistrales se usaban en diversos horarios y previa reserva, los auditorios de las dos torres que podían compartirse con otras facultades y dependencias para potenciar su uso.
Para las actividades administrativas Fernando habilitó un conjunto de espacios de la vieja casa que formaba parte de la PUCE, en el límite sur-occidental del campus. Esta casona estaba parcialmente ocupada por la Facultad de Psicología, a cuyas dependencias se accedía desde la esquina de las avenidas 12 de Octubre y Patria. Para el funcionamiento de arquitectura se abrió un acceso hacia el costado occidental de la casa y se logró disponer de espacios para lo que después fueron el decanato, el sub-decanato, la sala de sesiones del Consejo de Facultad, varias oficinas (del secretario-abogado, directores de escuela, coordinaciones académicas), salas de reuniones, secretaría, archivo, sala de espera, bodegas y sanitarios.  
 
Diego y Fernando trabajaron de forma sostenida para tener a punto el tema financiero y presupuestal antes del inicio de clases. Se hizo un estimado del número mínimo y máximo de estudiantes que se debería recibir en el primer semestre sin afectar la sostenibilidad de la nueva facultad y sin que su funcionamiento resultara excesivamente complicado o inmanejable. Se había concebido que en los dos primeros semestres los estudiantes recibirían materias y realizarían tareas prácticas de manera unificada y sólo a  partir del tercer semestre, recibirían asignaturas específicas según la carrera de su elección (arquitectura o diseño).

En la programación se contó con la invalorable ayuda de las arquitectas Karina Borja y Anita García; con su apoyo se logró poner a punto, en poquísimo tiempo, la estructura  modular del pensum y de las diversas materias, tanto de las que formaban parte de la malla general obligatoria, cuanto de las materias optativas previstas. Se estructuraron los horarios, se contrataron a los profesores e instructores, se asignaron los espacios para charlas, conferencias, clases teóricas y trabajo en taller, etc.

Cuando la universidad pasó la lista de los estudiantes aceptados luego de los exámenes de admisión, se laboró febrilmente en la estructuración de los paralelos. Sólo fue posible admitir 144 estudiantes cuando a los exámenes se presentaron más de cuatrocientos aspirantes.

Inicios, estructuración y crecimiento

Antes del inicio de actividades Diego fue nombrado decano, Fernando sub-decano y Jorge García asumió la dirección de la carrera de arquitectura y la dirección del Instituto de Investigaciones. Formalmente todavía no teníamos autorización para denominar “Facultad” a la actual FADA; originalmente se autorizó el funcionamiento de las actividades como un “programa especial”; la denominación de “Facultad” fue conferida a partir del tercer semestre.

La inauguración formal del Programa de Arquitectura y Diseño de la PUCE tuvo lugar con toda solemnidad, el 9 de junio 1994, en un acto público que se desarrolló en el auditorio de la Torre Uno. Los discursos de orden estuvieron a cargo del decano arquitecto Diego Carrión Mena y del rector padre Julio Terán Dutari S.J. Como testigo de honor estuvo presente el Presidente de la República, arquitecto Sixto Durán Ballén.

El inicio formal de actividades de las nuevas carreras de arquitectura y diseño, tuvo lugar el 26 de septiembre de 1994.

En ese año la Universidad autorizó simultáneamente la creación de la carrera de Medicina.

Las dos carreras abrieron sus puertas bajo dos principios centrales aceptados por la PUCE: a) Que fuesen autofinanciadas (se cobraba más que en otras facultades a los estudiantes pero con ello se buscaba un óptimo funcionamiento académico-administrativo y una planta docente de excelencia) y, b) Que se estructurasen como ejemplos de un modelo académico innovador. Medicina optó por el “aprendizaje en base a problemas” y la FAD por un sistema modular de asignaturas, materias formativas básicas (teóricas y prácticas) y un conjunto de materias optativas complementarias que se articulaban bajo el principio: “aprender -  haciendo”.

Un año después, en 1995, se posesionó como nuevo rector el padre Hernán Andrade Tobar S.J., quien había respaldado permanentemente la decisión de su predecesor para la creación de arquitectura y medicina.

Desde el principio de su gestión el nuevo rector reiteró su apoyo al sistema implementado en esas facultades. Según sus propias palabras estaba convencido de que esas dos experiencias académicas: “serían el germen de un cambio significativo en la PUCE”.

Tanto el padre Terán como el padre Andrade apoyaron decididamente y sin cuestionamientos los objetivos, contenidos y el sistema planteado para el funcionamiento de la FAD.

Del punto de partida a la consecución de las metas: ¿qué hacer y cómo?

Desde el primer día, la Facultad de Arquitectura y Diseño buscaba: a) Formar talentos humanos para interactuar en el desarrollo del país y en la construcción de una sociedad del conocimiento;  b) Mejorar la calidad educativa planteando nuevos modos de pensar la arquitectura y el diseño; c) Ser una organización de aprendizaje de la ciencia y la tecnología, del individuo y la sociedad, la cultura y la naturaleza; d) Formar individuos prácticos y reflexivos capaces de intervenir en diferentes realidades; y, e) Generar y asumir actitudes creativas, innovadoras, flexibles, críticas y viables para la resolución de los problemas de la sociedad.

A nivel metodológico se proponía: a) Desarrollar en el pensum dos áreas, arquitectura y diseño (y en el futuro artes) de manera integral y bajo una filosofía común; b)  Propiciar  interrelaciones,  interconexiones, intercambios, dinámicas colectivas y formas de cooperación entre esas áreas; c) Intervenir en la comunidad a fin de resolver problemas cruciales, articulando esas acciones al sistema formativo; d) Desplegar un sistema de formación articulado a procesos productivos, de investigación y servicios; e) Incorporar un modelo modular que permita el desarrollo de las asignaturas de manera continua y por ciclos y materias optativas que desarrollaran el interés de especialización del estudiante; f) Buscar equipos docentes que se interrelacionen horizontal y verticalmente, con objetivos y metodología claros; g) Asumir el autofinanciamiento para garantizar la calidad de los profesores y el funcionamiento de la facultad; h) Considerar a la evaluación la clave para retroalimentar los procesos de aprendizaje;  i) Mantener una actitud abierta frente a los errores, como oportunidades para aprender.

En los primeros semestres de funcionamiento de la FAD-PUCE una importante innovación fue la creación de las coordinaciones de paralelos y niveles en cada unas de las carreras. Karina Borja, Dolores Montaño, Inés Pazmiño y María Rosa Jijón fueron las primeras coordinadoras de la FAD. Las coordinadoras se encargaban de organizar las actividades permanentes y eventuales de los docentes -de las materias comunes y de las optativas- coordinaban la presencia de conferencistas, jurados y evaluadores; garantizaban la disponibilidad de las ayudas didácticas y los equipos requeridos, la distribución de los materiales de lectura y apoyo, etc.; se encargaban además de procurar la interrelación entre las materias, la organización de las pasantías previstas y jugaban un rol fundamental en la organización y el cumplimiento de la programación semestral y en todo tipo apoyo que requiriesen estudiantes y profesores.

Quienes veían esas tareas desde una posición crítica -poco constructiva- afirmaban que estábamos generando una población estudiantil de “asistidos”, que no se iba a dejar “crecer como adultos a los estudiantes”, que la universidad ya no era una “escuela” y quién sabe cuántas otras cosas. Sin embargo, estábamos convencidos que el rol de la universidad contemporánea era apoyar y hacer de todo para lograr que los estudiantes tengan éxito en su carrera y en su vida profesional en el futuro.

Para el inicio de actividades del tercer semestre, a fines de 1995, los estudiantes ya habían cursado las materias generales y dimos inicio a las dos carreras; arquitectura y diseño. Lucho Bossano se sumó a la planta académica y se le encargó la dirección de la carrera de diseño.

Al inicio de las actividades de la FAD yo me sumé como profesor de una entretenida materia llamada “espacio y percepción” y luego como docente y coordinador del Taller de Diseño Arquitectónico. Cuando se nos confirió el calificativo de “Facultad”, participé en el “Consejo de Facultad”, integrado por Diego, como decano, Fernando, como sub-decano, Jorge y Lucho, como directores de las áreas de arquitectura y diseño y Guido Díaz y yo, como representantes de los profesores. El doctor Miguel Ángel Bossano fue contratado como secretario-abogado.

Un edificio para albergar a la FADA

En esa época Fernando estaba construyendo el edificio del Centro Cultural de la Universidad; cuando la FAD requirió de nuevos espacios académicos, en pocas semanas logró habilitar varios locales en ese edificio como salones de clases (se colocaron ventanas y vidrios, se blanquearon las paredes y las losas, se hicieron puertas y divisiones de madera aglomerada y se pintaron los pisos de cemento con pintura de color gris o azul, pues esos locales todavía no disponían de los pisos de cerámica que tienen en la actualidad).

Pero, dándose cuenta de que la facultad no podía seguir usando espacios prestados e improvisados para siempre, Diego y Fernando se propusieron un reto adicional: emprender la planificación y construcción del edificio de la FAD. Para el diseño pidieron la colaboración de nuestro colega y amigo Hernán Burbano; entre los tres elaboraron unos esbozos iniciales y posteriormente un anteproyecto que fue presentado al rector y a las autoridades. Tanto el rector, padre Hernán Andrade, como el director financiero de la Universidad, Vicente Páez,  se convirtieron en importantes aliados para impulsar este nuevo reto. 

La idea les pareció viable pues Diego y Fernando presentaron los cálculos de los ingresos de la facultad y un esquema del flujo de recursos que mostraba la manera cómo parte de ellos podían utilizarse para los gastos operativos y otra parte para ir cubriendo los gastos de la construcción sin generar erogaciones especiales a la universidad. Fernando les mostró cómo en la nueva edificación se preveía “hacer mucho con pocos recursos”, como se había planificado todo como un ejemplo de “arquitectura de calidad con absoluta sobriedad y austeridad en el gasto”; reciclando, reutilizando y readecuando materiales e insumos. Les demostró cómo se podían usar equipos, herramientas, materiales y saldos de construcción que la universidad acumulaba en sus patios y bodegas, para bajar el costo de la edificación. Cuando las autoridades le autorizaron dibujar los planos definitivos, se lanzó a estructurar un presupuesto desglosado al detalle y simultáneamente una programación de obra que permitiera racionalizar los procesos de construcción para economizar tiempo y recursos.

En la propuesta se incorporaba al nuevo edificio, la fachada oriental y los espacios de la casona donde funcionaban las oficinas administrativas de la FAD, vinculando lo viejo y lo nuevo a través de un luminoso espacio abierto y cubierto y de un generoso patio lleno de luz. Los retos conceptuales y funcionales de la restauración y adaptabilidad se aplicaron también con éxito y con pocos recursos en la nueva facultad.

Un ícono de la propuesta fue la re-utilización de una vieja puerta como ingreso principal al nuevo edificio. Nuestro colega Alfonso Ortiz Crespo, arquitecto e historiador, actual Cronista de la Ciudad, había rescatado esa portón colonial de una casa destruida en la calle Junín en el Centro Histórico de Quito; la donó a la FAD como un símbolo de que la arquitectura nueva debe ser respetuosa del pasado, que puede y debe generar diálogos entre lo histórico y lo contemporáneo, que el respeto a las manifestaciones culturales y a nuestras raíces permite transitar con solvencia hacia el presente y el futuro… en fin… nada más simbólico de lo que se proponía la facultad, que esa puerta arañada por la intemperie y el paso de los años.

Cuando Fernando terminó los planos arquitectónicos se pudo contar también con los planos estructurales, en cuyos cálculos participaron los ingenieros Marcelo Ordoñez, Jaime Endara y Sigifredo Díaz. 

La obra se inició el 15 de septiembre de 1996 y estuvo bajo la responsabilidad de propio Fernando con la colaboración del Ing. Fabián Sánchez. La fiscalización fue encomendada al Ing. José Salvador.

El resultado de la construcción, realizada también contra reloj, fue increíble… el 19 de febrero de 1997, en apenas 157 días, Fernando entregó la obra totalmente concluida, con una inversión de apenas 1.769 millones de sucres, algo más de US$ 327.000 (trescientos veinte y siete mil dólares al tipo de cambio de esa época).


El rector Hernán Andrade y el Decano Diego Carrión, inauguraron con enorme orgullo, el nuevo edificio de la Facultad de Arquitectura y Diseño a mediados del primer semestre de 1997.

Operación, crecimiento y cambios

Al poco tiempo la FAD incorporó la escuela de artes a sus actividades académicas, pasando a denominarse FADA-PUCE. Jorge asumió la dirección de artes y yo la de arquitectura; Fernando continuó como sub-decano y asumió también la dirección del Instituto de Investigaciones.

Desde 1995, cuando los primeros estudiantes comenzaron el tercer semestre, yo me desempeñaba como docente y coordinador de la materia de taller de diseño arquitectónico y continué con esas funciones hasta cuando ellos culminaron la carrera cinco años después. En ese periodo si algo merece destacarse fue la pasión y el compromiso de todos quienes brindaron su concurso para la marcha de la FADA. En el día a día, con gran creatividad y dedicación, profesores, coordinadoras, personal administrativo y de apoyo, bregaban para el éxito de una empresa, que la sentíamos de todos. 

En el año 2000 Diego Carrión renunció a su exitosa labor como decano fundador de la FADA-PUCE. Iba a cumplir un nuevo reto que le demandaba dedicación exclusiva, asumiría la Dirección de Planificación y Gestión del Desarrollo del Municipio por invitación del recién electo alcalde, general Paco Moncayo.

Fernando Calle fue nombrado decano de la FADA y yo, como primer vocal del Consejo de Facultad, asumí el sub-decanato.


En ese año graduamos con todo éxito la primera promoción de arquitectos y diseñadores. Los nuevos profesionales tenían una sólida formación y gran solvencia técnica, conceptual, teórica y práctica, sumadas a cualidades éticas y humanas que nos llenan de orgullo a quienes pudimos apoyar su desempeño en las aulas. Un rápido seguimiento de sus logros y realizaciones en los años posteriores así lo evidencian.


También en ese año el padre José Ribadeneira Espinosa S.J. se posesionó como nuevo rector de la Universidad, por designación del provincial de la Compañía de Jesús, padre Alan Mendoza S.J.

Pruebas de sismo-resistencia

El nuevo rector siempre había manifestado su oposición a la forma como sus predecesores habían autorizado el funcionamiento de las nuevas facultades de arquitectura y medicina y, desde el principio de sus labores, se dedicó a “enmendar” lo que para él se salía de los cánones tradicionales de funcionamiento académico y administrativo en la PUCE.

Para el padre Ribadeneira era impensable que una facultad operara sin una planta docente fija de profesores principales, agregados y auxiliares, que en lo financiero y organizativo una facultad no dependiera del control centralizado de la PUCE, y por supuesto estaba en total desacuerdo con que una facultad fuese auto sostenible en lo económico y que pudiera tomar sus propias decisiones en la estructuración de su presupuesto y en sus gastos.   

En las facultades tradicionales de la PUCE la cabeza visible era el decano, pero quien llevaba el peso de las actividades administrativas y de la organización académica era el secretario-abogado, personaje de total confianza de las autoridades de la universidad. En la FADA ese rol lo tenía el Consejo de Facultad y el Decano, con el apoyo y colaboración de los directores de las carreras, los responsables de las diversas materias y las coordinadoras. Para el padre Ribadeneira eso era intolerable. Era un personaje a quien le gustaba decidir y controlar, y era muy poco dado a delegar y a confiar. El respeto a un modelo innovador basado en nuevas formas de entender lo académico y lo administrativo-académico no encajaban en sus ideas ni en sus prácticas. Al poco tiempo de posesionado todo comenzó a parecerle mal.  

El 2001 las contradicciones llevaron a un período de crisis muy grave que felizmente se superó de a poco. La facultad cedió mucho y el rector casi nada… en lo poco que pude tratarle en ese período vi que se trataba de una persona nada flexible y poco dada a los cambios y a la innovación… en fin...Todo ello será motivo de otro relato.

La historia sigue… pero es importante refrescar la memoria para poder avanzar

Luego de la crisis, Jorge y Lucho renunciaron a sus funciones como directores de las áreas de artes y diseño. 

Yo permanecí como docente y como sub-decano algún tiempo más; le había prometido a Fernando acompañarle hasta que terminara sus responsabilidades como decano.

Graduamos dos nuevas promociones y en junio de 2003, cuando Fernando concluyó su período renuncié a mis actividades docentes y me dediqué a mis actividades particulares, tenía mucho trabajo frente a la dirección del Centro de Investigaciones CIUDAD.

El rector designó al nuevo decano y al sub-decano.

Por razones prácticas, yo había archivado en los vericuetos de la memoria este período en el que le metimos tanta pasión y energía a la creación de la FADA-PUCE y sobre todo, por razones de sanidad mental, había borrado los recuerdos de los momentos de crisis, en los que se hicieron acusaciones infundadas y se tomaron decisiones injustas y arbitrarias…

Ahora he tenido que bucear en la memoria para hilvanar estas líneas, pues me parecía importante que los inicios de la Facultad quedaran registrados en este relato y los nombres y logros de los protagonistas y gestores de ese reto que demostró ser tan pertinente y exitoso, no se traspapelaran por decisión u omisión de nadie.

4 comentarios:

  1. gracias por compartirlo, siempre es bueno conocer la historia de la FADA. Saludos!

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  2. muy buen artículo, me hizo emocionar recordándo los buenos momentos y me revolvió el estómago recordando los malos. saludos

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  3. Viví los años más increíbles de mi vida laboral como coordinadora de la carrera de Diseño. Nunca más encontré una escuela ni una facultad igual. Me llevé la mejor experiencia de trabajo y los mejores amigos. Qué nostalgia! Gracias por este artículo Mario. Un abrazo

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