jueves, 3 de mayo de 2012

México 5: Mi posgrado en la UNAM, recuerdos, trámites y más papeleos.


Como ya he relatado viví en México desde fines de 1978 hasta principios de 1981. Viajé a ese país con mi amigo Hernán Burbano pues nos habían aceptado en una maestría en “investigación y docencia”, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En dos relatos anteriores conté como debimos hacer cientos de trámites, llenar incontables formularios, presentar toneladas de papeles primero en Quito y luego en México para  obtener primero un crédito educativo y luego dos becas (una de la UNAM y otra de la OEA) para poder cursar esa maestría.

Luego nos tocó golpear numerosas puertas y hablar con muchísimas secretarias y funcionarios…, el proceso fue lento y tedioso; pero armados de toda la paciencia del mundo, dimos seguimiento a la tramitación de nuestros papeles. Hicimos docenas de averiguaciones, visitas, citas, antesalas y entrevistas, pero lo conseguimos.

Después de meses de trámites y papeles, como resultado de nuestra paciencia y tenacidad conseguimos que las dos becas se hicieran realidad. La de la UNAM la recibimos durante el primer año y luego nos la renovaron para el segundo y la de la OEA que la recibimos durante el segundo año y nos la prorrogaron por dos meses más al final del segundo año, para poder hacer todos los trámites y papeleos de la tesis y la graduación.

Con todos esos recursos pudimos sortear los gastos de pasajes de avión, alojamiento, comida, requerimientos académicos y gastos personales durante los dos años y más que duró este reto académico en la UNAM.

Para comenzar a escribir mis recuerdos de aquel período, he buscado algunas fotos que tenía guardadas en diversos sitios y he buscado otras en Internet. Estando en esas andanzas me he topado con la noticia del prematuro fallecimiento de Jesús Barba Erdmann, a quién todos llamábamos “Chuy”, uno de los pilares de esa maravillosa iniciativa que fue el “Autogobierno” y uno de mis recordados profesores en la maestría que cursé en la UNAM.

Recuerdo a Chuy como un hombre sumamente cordial, siempre dispuesto a escuchar y a dar un consejo u opinión de forma centrada y generosa… 

Me ha dado muchísima pena enterarme que nos dejó en enero de 2009. Quiero rendirle por este medio un homenaje de gratitud, respeto y afecto. 

En la época en la que estudiábamos en la UNAM, Chui era el responsable del llamado “Seminario de Área”. Recuerdo que realizó una compilación con todos nuestros trabajos de ese Seminario y los publicó como “Cuadernos de trabajo” de la Maestría de Investigación y Docencia  Área de Arquitectura  de la UNAM

  
En esa publicación se incluían varios trabajos de queridos compañeros, muchos de ellos profesores con gran experiencia que también cursaban la maestría junto a nosotros, como Rafael López Rangel o Carlos Castillo Zavala y otros que han tenido una gran trayectoria como docentes e investigadores como Victor Manuel Ortiz Marín.


Recuerdo con afecto a compañeros como Isabel Pozas Horcasitas que tenía una linda hija muy parecida a ella y a los esposos Lucia Villanueva y Sergio Martínez quienes venían  a clases desde Cuernavaca.


Invitados por ellos y acompañados por sus pequeños hijos, hicimos con Hernán y nuestro común amigo Vicente Pólit, un lindo paseo a unas piscinas naturales en una zona rural próxima a Cuernavaca. No he vuelto a  tener noticias suyas en todos estos años. Me encartaría saber que ha sido de su vida. 




Recuerdo también al “flaco” Emilio Pérez García, responsable del "Centro de Documentación del Autogobierno”. 

Emilio nos invitó a una muy agradable reunión en su casa en una zona boscosa de los alrededores de la ciudad de México. 

Varios de los amigos que he mencionado estuvieron presentes en ese paseo al que asistieron otros queridos profesores todos ellos impulsores del “Autogobierno” como Carlos González Lobo quien fue nuestro director de tesis, Ernesto Alba Martínez, director  de la escuela de arquitectura / modalidad autogobierno, el propio Chui Barba y Miguel Hierro Gómez, Coordinador Académico de la División de Estudios de Posgrado, quienes fueron miembros del jurado de mi examen de grado.

 


Carlos González Lobo era un tipo verdaderamente apasionante. Un gran expositor y un conocedor de muchos temas. 

Lo conocí en Quito en la “VII Conferencia Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Arquitectura” - CLEFA que organizó Mario Solis como decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Quito que fue la sede del evento, en marzo de 1975

El título general de esta CLEFA fue “Arquitectura y Sociedad” y la temática desarrollada se organizó en tres grandes ejes: a) "Relación entre estructura social y estructura espacial en América Latina"; b) "Bases para la formación del Arquitecto en América Latina" y c) "La arquitectura y la problemática especifica de la América Latina".   

Recuerdo que Carlos, en esa época no se si ya graduado o joven estudiante de arquitectura asistió en representación de la UNAM. Fumaba pipa y usaba siempre una gran chamarra verde oliva y el pelo ensortijado bastante largo casi un “afro”. Pero lo que llamaba mayormente la atención eran sus discursos apasionados, vehementes y claros. Expresaba sus argumentaciones con voz recia, una dicción clara y precisa y una erudita construcción gramatical. Fue, se puede decir, uno de los oradores más reconocidos del evento. Además, todos sus argumentos, para proponer, impulsar y defender una “nueva práctica de la arquitectura”, la formación de “un arquitecto de nuevo tipo” (comprometido con la gente y con los problemas de la gente) y la búsqueda de “una arquitectura latinoamericana” (apropiada y apropiable) calaron muy hondo.

Fue un gusto volver a toparme con él  en la Maestría y en el Autogobierno.

Recuerdo hasta ahora una visita guiada que hizo a quienes iniciábamos la Maestría, tanto al centro histórico de México cuanto al “Museo de la Ciudad”. Con las mismas cualidades de gran expositor, con gestos y entonación de la voz, casi teatrales, hizo las delicias de los presentes.

Nos contó sobre el origen del México Tenochtitlan, las chinampas, el templo mayor y las costumbres de los gobernantes y los pobladores aztecas, su arquitectura, sus mercados y otros elementos de su cultura. 

Luego nos deleitó con exquisitos detalles sobre el período colonial y el México virreinal: la edificación de templos, conventos y palacios, el uso del tezontle para aligerar los muros y la superposición e integración de la cultura europea con la nativa. Luego nos habló sobre los primeros años de la república, la herencia de las desigualdades y contradicciones sociales, la revolución mexicana y la época contemporánea. 

Hasta los guías del museo se sumaron a la erudita charla… seguían nuestros pasos de forma discreta, aprendiendo enormemente de las documentadas  e interesantes explicaciones de Carlos.

Miguel Hierro fue profesor nuestro de un curso llamado “Investigación Sistemática” en los dos primeros niveles. En esa asignatura, los estudiantes debatíamos textos y lecturas generales y otros que eran temas de discusión referidos a nuestras propias investigaciones. Hernán y yo abordamos el tema habitacional, pero había un equipo de tres antropólogos, Martha García, Yadira Ruíz y Victor Manuel García, que estaban interesados en la “influencia del espacio en la psicología de las personas privadas de la libertad” a través de un estudio de la prisión de Lecumberry; otros como Emilio Pérez e Isaac Sigal estaban interesados en la “Formación del Arquitecto”; alguno como Francisco Martínez estaba interesado temas más terrenales como el de “la arquitectura y el transporte de bienes y personas”, pues trabajaba para el aeropuerto internacional de México… Los debates por supuesto eran muy variados y en ocasiones interesantes, pero en otras, resultaban algo tediosos y las posibilidades de inmiscuirse o de aportar eran casi nulas; pues muchas lecturas y discusiones interesaban tan sólo a quienes las habían propuesto para nutrir su futura tesis; en ese caso, Miguel trataba de que el debate se centrara en lo “metodológico” y no en “las especificidades” de un tema… pero no siempre ese propósito se cumplía fácilmente y muchas exposiciones nos aburrían enormemente.     

Varios arquitectos, docentes de la licenciatura, cursaban también la maestría pero estaban adelantados un semestre o dos respecto a nosotros; era el caso de muchos de nuestros profesores (Carlos, Chui, Miguel y el propio Ernesto Alva) pero recuerdo también a varios otros colegas como José Ángel Campos, Alejandro Suárez Pareyón y Gustavo Romero.


Con Alejandro y con Gustavo llegué a tener gran amistad en años posteriores pues cuando regresé a Quito y comencé a trabajar en CIUDAD, ellos desarrollaban actividades en centro amigos como COPEVI, CENVI y FOSOVI con los que hicimos varias actividades de investigación, seminarios y talleres de forma conjunta. Estos dos colegas participaban también en la Coalición Internacional del Hábitat - HIC (del que fue presidente y secretario general, nuestro común amigo Enrique Ortiz, también mexicano) y pudimos vernos y trabajar conjuntamente en numerosos eventos e investigaciones sobre hábitat y vivienda en la región de América Latina y el Caribe. 
 
Cómo conté en un relato anterior fue Emilio Pradilla quién nos consiguió la admisión a la Maestría de la UNAM luego de haberle comentado nuestro interés en poder realizar un posgrado en esa universidad. Las cartas de admisión que nos llegaron por correo, a Hernán y a mí, venían suscritas por Miguel Hierro, coordinador de la maestría en arquitectura y por el propio Emilio, coordinador del área de urbanismo.

Nosotros habíamos hecho la tesis de licenciatura para graduarnos de arquitectos en la Central, en un tema que encajaba más en los postulados del área de arquitectura: el “programa de vivienda para la Cooperativa Santa Faz de la ciudad de Riobamba”; en esa tesis habíamos tratado de hacer realidad cosas como las que años atrás habíamos escuchado a Carlos Gonzalez Lobo en la CLEFA de Quito: proponer, impulsar y defender una nueva práctica de la arquitectura junto a los sectores populares y a sus necesidades; la formación de un arquitecto de nuevo tipo comprometido con la gente y con los problemas de la gente y la búsqueda de una arquitectura latinoamericana, apropiada y apropiable. Para el discurso de Pradilla, mucho más radical, todas esas alternativas eran cosméticos a una práctica técnica que no tenía ninguna opción de modificarse: sus intereses, actores, beneficiarios y opciones no podían cambiar. 

Originalmente nosotros íbamos a cursar la maestría en el área de urbanismo, pero nos identificamos más con lo que impulsaban Carlos, Miguel y Chui que con la visión de Emilio, así que a los pocos días de iniciadas las clases, pedimos el cambio al área de arquitectura. Supongo que para él debe haber sino una decepción esta suerte de traición o de abandono pero, para tomar tal decisión aplicamos esa frase de la filosofía popular tan usada en el Ecuador, “así es la vida” combinada con aquella otra tan mexicana, “ni modo”.

Creo que no nos equivocamos, hicimos lo que nos pareció más acorde a nuestra forma de pensar y sentir… así es la vida, ni modo.

En dos relatos anteriores he contado sobre los trámites, formularios y papeleos que debimos hacer, así como las numerosas puertas que nos tocó golpear y las antesalas y visitas a decenas de funcionarios que debimos realizar para para obtener las becas y poder cursar la maestría.

Pero si lento y tedioso fue aquel proceso de inicio, mucho más complicado fue el proceso final.  Armado de toda la paciencia del mundo di seguimiento a la tramitación de mis papeles para obtener el título de maestro.

Cuando concluimos los dos años de la maestría y debíamos tan solo entregar la tesis y hacer los trámites respectivos, Hernán abandonó el barco. Viajó a Nicaragua siguiendo el llamado de la revolución sandinista y sobre todo el de una bella revolucionaria sandinista. Quedó en enviarme algunos materiales para la tesis desde ese país, lo cual efectivamente cumplió, así que entregamos una tesis de forma conjunta, pero le fue imposible regresar para la obtención del título y realizar los trámites de certificación y legalización que resultaron más complicados  que la misma maestría. 

Hice también en aquel momento, dos años y medio después de las primeras, docenas de averiguaciones, citas, antesalas y entrevistas y cumplí requisitos impresionantemente complicados, para poder graduarme. Anoté todo de forma sistemática para que Hernán pudiera hacer lo propio… Esa sistematicidad le sirvió años más tarde a Jorge García; pero Hernán, desde Managua no pudio realizar casi ninguno de esos trámites y, si bien tiene un documento que certifica que la tesis fue aceptada y aprobada, no pudo nunca retirar ni refrendar su título. Yo no pude tampoco hacer aquellos trámites por él, pues todos (así se establecía claramente en los reglamentos) eran trámites personales y debía realizarlos únicamente el propio interesado.

He encontrado la lista de pasos a seguir para la tramitación del título, de ella he rescatado los más importantes, pero casi todos tenían requisitos intermedios bastante complicados:


-  Primero se debía obtener el recibo de pago del “Derechos de Titulo”, realizado en la Dirección General de Administración Escolar en horario de 9:00 a 17:00 horas, de lunes a viernes. 

-  Con ese recibo uno debía obtener un “ejemplar del Título en pergamino”, con la información general común, grabada en piel legítima. El tamaño de este documento es invariablemente de 41 x 28 centímetros.

-  Con ese documento se debía realizar el pago de un monto por concepto de “expedición del Titulo en pergamino”.

-  Junto al recibo de ese pago, se debía dejar consignada toda la información específica y personal en un formato idéntico de papel (esa información debía llenarse obligatoriamente con bolígrafo de tinta negra).

-  Se debía dejar además una fotocopia del Acta de Grado ampliada doble de su tamaño original.  

- Se debían entregar seis fotografías del interesado. Las fotos debían cumplir los siguientes requisitos: debían ser recientes, en blanco y negro, sin retoques, sin anteojos (en caso de usarlos); impresas en papel mate Ilford o Kenford, no brillante, no instantáneas, no digitales y debidamente recortadas (No se aceptaba papel Kodak, Kónica, Fuji, o cualquier papel que no sea el requerido); completamente de frente; rostro serio; frente y orejas totalmente descubiertas y no ser tomadas de otras fotografías.

- Para el título en pergamino y las actas de grado se debían entregar otras seis fotografías de acuerdo a las siguientes especificaciones: a) Formato tipo “Título” ( 6 x 9 cm.); b) ovaladas; c) blanco y negro, fondo gris claro; d) el tamaño de la cara debía medir 3.5 x 5 cm.; e) sin retoques, f) sin anteojos (en caso de usarlos); g) completamente de frente; h) rostro serio; i) frente y orejas totalmente descubiertas y j) no podían ser tomadas de otras fotografías.

-  Para las copias de las actas de grado y para el registro de diversos archivos se debían entregar cuatro fotografías adicionales de acuerdo a las siguientes especificaciones: a) Formato tipo “Filiación” (3,5 x 5 cm.); b) ovaladas; c) blanco y negro; d) fondo gris claro; e) sin retoques, f) sin anteojos (en caso de usarlos); g) completamente de frente; h) rostro serio; i) frente y orejas totalmente descubiertas y j) no debían ser tomadas de otras fotografías.

-  Otros requisitos obligatorios para las fotografías: Hombres: a) Con saco y corbata, b) sin cabello largo; c) bigote (en caso de usarlo) recordado arriba del labio superior; d) labios totalmente descubiertos; e) sin barba; f) sin lentes oscuros; sin lentillas de contacto de color (en caso de usarlas). Mujeres: a) Vestimenta formal; b) maquillaje discreto; c) sin ningún tipo de escote, d) aretes pequeños; e) sin lentes oscuros; f) sin lentillas de contacto de color (en caso de usarlas); g) peinados no llamativos ni voluminosos (en caso de usar cabello largo: prendido con discreción hacía atrás).

-  Todas las fotografías debían tener el nombre completo del interesado escrito al reverso (anotado únicamente con lápiz, suavemente, sin recargar la punta para evitar marcarlas. No se aceptaban fotografías que tuvieran datos escritos con tinta, bolígrafo o marcador).

En un papel que se nos distribuyó se anotaba que no se aceptarían fotografías que no cubran íntegramente esos requisitos. Se precisaba que el interesado debía comunicarlos al fotógrafo, antes de contratar el servicio y que la Dirección General de Administración Escolar detendría la elaboración del Título hasta que el alumno presentase las fotografías con los requisitos establecidos.

Yo cometí el error de sacarme esas fotografías sin corbata, un enorme bigote que cubría mis labios y además con barba. Por supuesto no me las aceptaron.

No pensaba afeitarme la barba que había usado desde que salí del colegio e ingresé a la universidad en Quito, cuando me gradué de arquitecto y luego durante todo el tiempo que estudié en México, solo para cumplir aquel requisito para la foto del Título de Maestría.

Lo de la corbata fue un capricho complementario, Estaba dispuesto a graduarme con barba, bigote zapatista y sin corbata.

Sólo por estos detalles pilosos y traposos, me tocó llenar incontables solicitudes, presentar decenas de formularios y fotocopias; golpear numerosas puertas y hablar con muchísimas secretarias y funcionarios de la UNAM; el proceso fue lento y tedioso; pero armado de toda la paciencia del mundo, di seguimiento a la tramitación de mi solicitud para que se me permitiera graduar con barba y sin corbata. Llegue a pedir cita y fui recibido primero por el secretario General y luego por el Vicerrector Académico de la UNAM para plantearles mi caso. Dada la dimensión de esa Universidad es casi como lograr una cita con un Ministro de Estado sólo para hablarles de barbas y corbatas. Les conté que usaba barba desde 1969, les argumenté que no tenía ni usaba corbata y sobre todo que mis becas ya se habían terminado y no tenía dinero para tomarme nuevamente las fotos (esto era relativamente cierto pues, dados los requisitos, esas fotos eran realmente bastante caras).

El primer funcionario no me pudo ayudar y simplemente se “cerró a la banda” argumentando que las disposiciones son claras “para todos” y que no podía hacer una excepción en mi caso. 

Al Vicerrector en cambio, parece que el caí simpático y luego de una larga charla e innumerables argumentaciones y explicaciones, cedió al fin. Me dijo que iba a hacer una excepción realmente muy especial sólo por tratarse de un estudiante extranjero. Dictó a su secretaria una disposición argumentada y salí de su oficina con la autorización firmada y sellada.

Soy el único graduado en toda la historia de la UNAM cuyo título tiene una fotografía sin corbata y uno de los pocos con un gran bigote y enorme barba; supongo que esta última disposición habrá variado en los últimos años pero sobre el tema de la corbata no creo que se hayan flexibilizado los requisitos. 

Una vez logrado ese éxito inicial, comenzó el calvario para lograr las legalizaciones y certificaciones.


El documento que acreditaba el haber culminado mis estudios, suscrito por Miguel Hierro Gómez, Coordinador Académico-Administrativo de la División de Estudios de Posgrado, tiene fecha 08 de diciembre de 1980.

El acta de grado y el título de Maestro en Arquitectura (con barba y bigote y sin corbata) suscritos por el Rector de la UNAM, Dr. Octavio Rivero Serrano y certificado por el Secretario General, Lic. Raúl Béjar Navarro, tiene fecha 19 de enero de 1981.

Con el Acta de Grado y el Título en la mano, copias de esso documentos y una solicitud en el formulario previsto para tal fin, obtuve una certificación suscrita por el Ing. Guillermo Aguilar Campuzano, Coordinador de la Administración Escolar de la UNAM sobre el registro del Acta y el Título en el libro respetivo en la misma fecha.

Posteriormente debí solicitar, pagar los derechos respectivos y obtener una certificación de la Secretaría de Gobernación de México, respecto a que el Dr. Rivero Serrano y el Lic. Béjar Navarro eran Rector y Secretario General de la UNAM a la fecha de emisión del Título y respecto a la autenticidad de sus firmas. Ese certificado estaba suscrito por el Lic. Daniel Magaña Subdirector General de Gobierno y se anotó en el original de mi Título el 02 de febrero de 1981.  

Luego hice un trámite muy parecido en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Se me exoneró el pago de derechos por haber sido becario del Gobierno Mexicano y el 4 de febrero se me entregó el Título con una certificación suscrita por el Subdirector de Servicios Consulares Don Gustavo Maza Padilla, sobre la autenticidad de la firma de Lic. Daniel Magaña.

Finalmente me dirigí al Consulado General del Ecuador en México, en donde el Segundo Secretario, Dr. Franklin Chávez Pareja, certificó la autenticidad de la firma del Subdirector de Servicios Consulares, de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Don Gustavo Maza Padilla. Allí debí pagar los derechos respectivos y se me entregó el documento con los sellos respectivos el 11 de febrero de 1981.

Lo había conseguido. En algo más de un mes tenía todos los papeles en regla para poder regresar al Ecuador con título bajo el brazo. Tiempo récord. He charlado luego con varios colegas y amigos y todos esos trámites les han tomado más de tres meses, como término medio.

Traté de ayudar a Hernán para que pudiera obtener también su título pero resultó realmente imposible. El primer y más grande obstáculo fue el de las fotos. No nos olvidemos que esta historia data de 1981, no disponíamos de Internet y el correo electrónico era desconocido.  Traté de enviarle por fax los requisitos para graduarse pero en Nicaragua estaban en guerra, no era fácil conseguir un sitio donde tuvieran un receptor de fax y tampoco tenían papel.

A duras penas pude comunicarme por teléfono y traté de dictarle los requisitos que debían cumplir las fotos. La comunicación se cortaba a cada rato y Hernán a duras penas anoto varios de esos condicionamientos tan complicados. Varios días después, me llegó un telegrama suyo, pidiéndome que le llame tal día, a tal hora.

Así lo hice.

Me informó que en Nicaragua ese momento era imposible resolver el tema de las fotos. Primero casi no se conseguía papel fotográfico, segundo nunca habían oído hablar del tipo de papel requerido y tercero no conocían el formato oval tipo “título” o tipo “filiación”. Era simplemente imposible que me pudiera enviar esas fotos.

A duras penas logre entenderle que me había mandado por correo una foto suya para ver que podían hacer con ella en un estudio fotográfico.

Le ofrecí ocuparme del asunto apenas me llegara la foto.

Cuando ésta por fin llegó, casi me caigo sentado, no sé si del terror o de la risa. Sobre todo analizándola a la luz de los rigurosos requisitos que enumeré anteriormente.

La foto en cuestión era una diapositiva tomada en el campo, Hernán aparecía en ella con su pelo largo alborotado, vestía guayabera azul de manga corta y se encontraba apoyado en el poste de una cerca de alambre de púas en medio de un verde potrero tropical. No muy lejos de él una vaca blanca pastaba plácidamente. La vegetación alta les llegaba a los dos a las rodillas.

Ingenuamente llevé la diapositiva al estudio fotográfico donde me había sacado las fotos ovales (con barba y sin corbata). El fotógrafo se echó a reír. En esa época no había fotoshop ni ningún otro recurso informático, habría tenido que proyectar la foto en la pared y volver  a tomar una imagen en blanco y negro, procedimiento aquel que haría perder calidad y nitidez al resultado final.

Pero suponiendo que se conseguía resolver el lío técnico de la calidad, ¿cómo hacer para quitar de la foto la cerca y la vaca?, ¿cómo hacer para trasformar la guayabera en saco y corbata?, y ¿cómo peinar a Hernán para que adquiera el aspecto de un respetable graduado de la UNAM, a partir del retrato de un hippie en medio del potrero?.

Imposible. Hasta ahora el fotógrafo sigue riéndose y el titulo de Hernán reposa en algún archivador de la División de Estudios de Posgrado de la UNAM.

Yo regresé al Ecuador con mi Título pero nunca le hice refrendar en la Universidad Central, ni en el CONUEP o en el CONESUP, porque querían cobrarme una fortuna. Hernán regresó directamente de Nicaragua al Ecuador sin poder pasar por México. Cortó con la revolución sandinista o más bien, con su pareja sandinista y nunca se saco las fotografías ovales ni realizó todos los trámites para traer el Título.

La única pena de todo este enredo es que no he podido encontrar la diapositiva de la guayabera azul para ilustrar este relato... así es la vida, ni modo.

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