lunes, 22 de agosto de 2011

Turquía 4: La Capadocia

Como ya he relatado en 1996 asistí a HÁBITAT II, la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos, que tuvo lugar en Estambul entre el 3 y el 14 de junio de ese año.

He relatado anteriormente varias de las aventuras que compartimos en aquel viaje con Diego Carrión, Esteban Moscoso, Alberto Montt, Cristina Peña y Peter Claesson; y el extraordinario viaje que hicimos los seis con Liliana Rainero, Tito Vargas y su esposa Natalia a Troya, Pérgamo, Éfeso, İzmir y Pamukkale, bordeando el mar de Mármara y el Egeo y atravesando los célebres estrechos de los Dardanelos y del Bósforo.

He contado también nuestras aventuras en el famoso baño turco de las Cemberlitas a donde fuimos: Diego, Esteban, Alberto y yo acompañados de Carlos Guerrero, Tito Vargas y Alex Rosenfeld. (La experiencia fue tan formidable que regresamos en grupo a repetir el proceso del Hamam. Esta vez, Diego, Tito, Carlos y yo fungimos de guías de nuestras colegas Cristina Peña y Olga Segovia, de Natalia, esposa de Tito y de Janeth, esposa de Carlos).

En esta oportunidad voy a narrar otro viaje fantástico que emprendí entre el 13 y el 15 de junio, luego de la segunda semana que pasé en Turquía.

Entre todas las informaciones que logramos reunir, relativas a los múltiples atractivos de ese país, la Capadocia era una de las cosas que todos nos recomendaban visitar y que no debíamos perdernos por nada del mundo.

Este sensacional destino turístico es una extensa región de la Anatolia Central, de más de nueve mil quinientas hectáreas, una de las zonas turísticas más significativas de Turquía pues no sólo es trascendencia desde el punto de vista histórico y cultural, es también un lugar de sumo interés desde el punto de vista geográfico y ambiental pues se caracteriza por sus singulares formaciones geológicas, únicas en el mundo.

Desde hace miles de años la Capadocia albergó a diferentes asentamientos humanos; civilizaciones antiguas como la de los hititas y otras llegadas de Europa o desde el Asia se asentaron y florecieron allí. Todas ellas han dejado su huella cultural en la Capadocia; tanto que actualmente es una zona protegida como monumento nacional y desde 1985 fue catalogada por la UNESCO como “Patrimonio histórico y cultural de la humanidad”.

El paisaje único de Capadocia es el resultado de la acción de fuerzas naturales a través de los milenios. Las características geológicas del lugar y la erosión han dado pie a que su geografía se describa como semejante a un “paisaje lunar” o “extraterrestre”.

Traté de incluir al grupo de amigos con los que compartimos otros recorridos en Turquía, para emprender un viaje por la Capadocia, luego de HABITAT II, pero desgraciadamente Alberto y Esteban tenían un vuelo a París el viernes, pues ya habían previsto hacer algo de turismo en Francia; Diego y Peter tenía un vuelo para el sábado, Carlos y Tito habían programado permanecer en Estambul para acompañar a sus esposas a visitar los numerosos atractivos de la ciudad. Así que me fui quedando con los folletos de la Capadocia y sin acompañantes para el viaje.

Quienes se anotaron para esta nueva aventura fueron mis amigos Gustavo Riofrío y Cristina Peña ("Ojos"). Sin embargo no podíamos arrendar un vehículo sólo los tres, pues nos iba a resultar muy elevada la cuota por persona, así que barajando las diversas opciones nos decidimos por viajar en bus a desde Estambul a Ankara el jueves por la noche y desde allí, buscar la manera de visitar la Capadocia entre el viernes y el domingo en la mañana, pues conseguimos un vuelo de Ankara a Estambul el domingo por la tarde. Así podríamos  tomar los vuelos a nuestros respectivos países el lunes (yo tenía una conexión a Quito vía París, Gustavo a Lima vía Ámsterdam y Cristina a Bogotá vía Madrid). 

El viaje en bus fue largo y tedioso, salimos de Estambul como a las ocho de la noche y llegamos a Ankara como a las tres y media de la madrugada, tras superar los más de 450 kilómetros que separan a las dos ciudades.

Fue muy grande nuestra sorpresa al darnos cuenta que habíamos llegado a esa hora; pues a nosotros nos habían dicho que llegaríamos “en la mañana del día siguiente” pero no nos imaginamos jamás que sería “tan temprano”… A esa hora no solo que iba a ser difícil obtener un taxi sino que nos parecía “riesgoso” aventurarnos en las calles sin un destino claro, pues no teníamos reserva de hotel. Decidimos pues permanecer en la terminal que ya comenzaba a vaciarse de pasajeros, comerciantes y del personal de las empresas de buses.

Nos acomodamos en unas largas bancas de madera de la sala de espera y nos dispusimos a pasar allí el resto de la noche. Felizmente el verano estaba comenzando y la noche si no era abrigada, tampoco era fría. Gustavo se ofreció a hacer “la primera guardia” y nos propuso a Cristina y a mí que durmiésemos un poco. Nos tendimos en las bancas y si bien tardamos un poco en conciliar el sueño, finalmente el cansancio pudo más que la incomodidad y terminamos dormitando un poco. Nuestro vigía también parece que estaba cabeceando a pesar de haber permanecido sentado, guardando nuestro sueño. En eso estábamos cuando nos despertaron unos fuertes golpes en las costillas.

Sobresaltados nos pusimos de pie de un salto. Estábamos rodeados de seis o siete policías que nos mantenía a distancia con los gruesos toletes con los que nos habían punzado para despertarnos.

Uno de ellos vociferaba algo que no entendíamos, pues supongo que nos hablaba en turco. Tratamos de decir algo en inglés pero, el resultado fue una mayor agresividad y más gritos.

En mi anterior viaje en los sitios de control policial, el cartoncito que llevábamos en el cuello en el que resaltaba la palabra “HABITAT II”, nos había abierto todas las puertas. Cualquier policía de carretera, migración o turismo cuando veía nuestra identificación y escuchaba “Hábitat” simplemente nos saludaba y nos hacía un gesto de bienvenida invitándonos a seguir adelante. Felizmente me acordé del detalle y antes de salir de Estambul había recomendado a mis acompañantes de no olvidar nuestra credencial y llevarla siempre colgando del cuello.

Cuando la exaltación de estos policías se estaba poniendo más complicada, sacamos los letreros y mencionamos la palabra mágica: “Hábitat”.

El efecto fue inmediato. Todos se calmaron y uno de ellos fue en busca de un oficial que hablaba algo de inglés. Le explicamos que éramos delegados a la conferencia “HABITAT II”, nos pidió nuestros pasaportes, verificó que nuestros nombres eran los mismos de los de nuestras respectivas credenciales y se detuvo a leer cuidadosamente la fecha y la visa de entrada. Nos explicó que era prohibido pernoctar en la terminal de buses y que estaban haciendo una redada de rutina para verificar que no se incumpliese esa disposición. Nos mencionó que normalmente debía llevarnos detenidos pero que tratándose de “delegados extranjeros” a “HABITAT II”, nos iba a excusar pero nos pedía no volver a infringir la ley. 

Entre sobresaltos y explicaciones ya había comenzado a amanecer así que, una vez que clareó el día, buscamos un taxi para ir en busca de algún lugar donde desayunar y fuimos luego en busca de la agencia que habíamos identificado para nuestro recorrido por la Capadocia.

En la agencia nos proporcionaron un auto conducido por un simpático viejito que hablaba bastante bien inglés. Él sería nuestro guía y acompañante durante dos días y medio; nos conduciría por diversos sitios de interés, dándonos las explicaciones del caso, nos llevaría a diversos restaurante y hoteles -que nosotros podíamos seleccionar, de acuerdo a nuestras preferencias y a nuestro bolsillo- tanto para los almuerzos y cenas cuanto para el alojamiento de las dos noches que habíamos previsto pasar en esa hermosa región. Y convenimos que el domingo nos conduciría al aeropuerto para poder tomar nuestro avión de regreso a  Estambul.

Nuestro guía-chofer resultó un ser humano muy agradable y un gran conocedor de esta maravillosa región de la Capadocia; nos explicó que “geológicamente hablando” el lugar está conformado por la llamada “toba calcárea”, material que ha dado origen a  las formas caprichosas que han hecho famosa a ese destino turístico, tras millones de años de erosión -por el viento, las lluvias y por los deshielos de la nieve luego del invierno-


Este material calcáreo se caracteriza por su gran resistencia pero a la vez, por su gran suavidad para ser perforado y trabajado. Ello ha posibilitado que el ser humano, haya podido construir habitaciones de todo tipo excavadas en la roca. De esta forma, esos paisajes lunares están llenos de cavernas, naturales y artificiales, muchas de las cuales continúan habitadas.


Nosotros no alojamos en un pequeño hotel troglodita, no muy caro, cuyas habitaciones eran excavadas en la caliza. Una verdadera maravilla. Nuestro chofer, nos adelantó que no debíamos preocuparnos por su alojamiento, pues tenía un lugar previsto donde cenar y donde pasar la noche.

Una vez que nos instalamos en nuestras habitaciones y antes de salir a nuestro recorrido, el guía nos explicó sobre un plano, que la región de Capadocia abarca un amplio círculo de más de cincuenta kilómetros de diámetro, donde se encuentran entre otras, ciudades de importancia como Aksaray y Nevsehir. La población total del área no llega al millón de habitantes, pero los asentamientos están tan cercanos unos de otros, que dan la impresión de tratarse de una sola ciudad extendida por una región muy vasta.

Por su situación geográfica, la Capadocia se desarrolló desde la antigüedad pues era el cruce de importantes rutas comerciales. Su importancia era tan significativa y estratégica que también fue objeto de continuas luchas e invasiones de muchos pueblos que por siglos ambicionaban su control y dominio.

Para defenderse de esos ataques los habitantes de la región construyeron refugios, bodegas y viviendas excavados en los farallones de los grandes acantilados, en las formaciones naturales de las planicies y en muchas ocasiones, en las profundidades del suelo que se fue llenando de instalaciones y espacios habitables subterráneos.

En algunos casos se construyeron verdaderas ciudades subterráneas que pueden ser visitados hasta hoy en día. Tal es el caso de las ciudades de Kaymakli y Derinkuyu. En ellas, la población podía refugiarse y subsistir durante muchos meses, sin arriesgarse ni necesitar salir al exterior. Estaban equipadas con respiraderos, establos, caballerizas, graneros, cocinas, hornos de pan, pozos de agua y todo lo necesario para albergar poblaciones que podían superar hasta los 20.000 habitantes.

Los métodos defensivos eran realmente ingeniosos como una serie de rejas internas o puertas en forma de rueda que al ser corridas permitían aislar las diversas zonas encerrando o dejando del otro lado, a los invasores.




Estas ciudades subterráneas estaban construidas en varios niveles. La ciudad de Kaymaklı que tuvimos la oportunidad de recorrer por horas y horas, tiene nueve subterráneos, aunque solamente cuatro están abiertos al turismo y el resto están reservados para investigación arqueológica y antropológica.

Cuando estas ciudades subterráneas fueron usadas durante el cristianismo bizantino, algunas cámaras fueron adaptadas como templos y decoradas con frescos en las paredes muchos, verdaderas maravillas, del arte religioso bizantino.

Son impresionantes también las viviendas y ciudades excavadas en las peñas. En ese caso las defensas eran la difícil accesibilidad pues se llegaba a ellas por escaleras exteriores de mano y por pasajes y gradas internas que también podían sellarse y aislarse, dejando incomunicados a los posibles atacantes.

Nuestro guía nos condujo por parajes naturales de singular belleza y por otros semejantes pero además, habitados por estos cavernícolas contemporáneos. Pueblos extraños, impactantes y acogedores. 

En muchos de ellos nos detuvimos para beber un te de manzana, tan típico de Turquía, o para dejarnos tentar por los mercaderes de todos tipo de recuerdos y artesanías.

Recuerdo un largo e interminable regateo en el que me vi envuelto para evitar que Cristina pagara el primer precio que un vendedor de tapices y recuerdos le pidió por una antigua "alfombra para camello". La discusión se prolongó de forma interminable. 

Nuestro guía nos advirtió que el regateo era una actividad realmente seria. 

En un primer momento podía darse sin mayor importancia, luego podía ser casi un juego, pero luego de varios minutos de propuestas y contraofertas, se cruzaba una barrera invisible, una suerte de puerta sin retorno…Más o menos en ese instante el vendedor ofrecía un té al potencial comprador y luego de ello si se le había aceptado la bebida… ya no había marcha atrás. 

Era el inicio de un regateo “en serio”. A partir de allí ambos saben que se va a comprar y a vender. La discusión y la habilidad de uno y otro apuntan solamente a fijar de común acuerdo el precio final. El más alto posible para quien vende y el más bajo posible para quien compra. El juego pasa ahora por el ingenio, la labia, la agudeza para que en ese juego se llegue a un precio justo. El vendedor, claro está, nunca pierde… pero puede conceder rebajas importantes si le gusta el juego y el ingenio del comprador.

Logré obtener un precio muy módico por la alfombra que Cristina quería y… cuando ya casi habíamos cerrado el trato, se me ocurrió preguntar: -¿y, si le comprasemos dos alfombras, cuál seria el precio?... vino entonces otra interminable serie de regateos, de alabanzas, de peros, de ofertas y contraofertas… y terminé yo también con una "alfombra para camello" que aun cuelga en una pared de mi casa.  

Como en todas partes del mundo nuestro guía nos llevaba, como por casualidad, a tomar un refresco o a comer algo, junto a una tienda de recuerdos. 

En uno de esos sitios también nos enfrascamos en un regateo larguísimo para obtener un buen precio por los típicos ojos turcos, estos amuletos que protegen contra todo tipo de envidias y malas energías. 

Todos compramos varios. Yo guardo uno grande en mi casa de Tumbaco y traje otros más pequeños como recuerdos para mis colegas de la oficina. Gustavo hizo lo propio y siempre comenta que su ojo le sirve para acordarse de ese extraordinario viaje. Varias veces me ha recalcado que si no hubiera sido por mi insistencia, él no habría conocido esos lugares, pues no suele ser osado en esto de lanzarse a recorridos por parajes extraños en países desconocidos.

En realidad creo que fuimos bastante audaces pero sólo así pudimos conocer esos lugares fantásticos. No estoy seguro de repetir ahora un viaje así. Creo que uno se vuelve más cauto con los años, además ahora ya no tendríamos a la mano la credencial de HÁBITAT II para salvarnos de todo tipo de avatares, imponderables  e incidentes.    

2 comentarios:

  1. Mario: como siempre, tienes muy buena memoria para los detalles. Un recuerdo para mi imborrable fue cuando, luego de visitar la zona habitada por los griegos nuestro guía (profesor de escuela, casado con directora de escuela) comentó casi para si: "es una zona muy bella; de acá no nos mudaremos". Fue una revelación. Esa fértil tierra fue escenario de milenarias luchas de conquista entre griegos, persas, musulmanes y otras naciones entre medio. Ahora se asientan allí los hijos de Atatürk y conviven con las otras naciones, como los griegos que acabábamos de visitar. Es la enorme diferencia con nosotros, que pertenecemos al "Nuevo Mundo", en donde territorio y nación se funden en un solo mestizaje.

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  2. El otro recuerdo imborrable es el del par de ojos de "ojos".

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