martes, 9 de junio de 2015

Ecuador 73 Nuestra casa de Tumbaco, lugar para compartir la vida


En marzo de 1997, mi amigo Jorge García me planteó la posibilidad de comprar un terreno en las cercanías de la población de Tumbaco. Parece que con algunas amigas suyas, madres de familia del colegio Pestalozzi, se habían propuesto buscar un terreno para construir sus casas en una suerte de condominio residencial.

Les ofrecieron en venta un lote muy bonito pero el precio excedía lo que ellas habían previsto invertir en esa adquisición, así que Jorge les propuso buscar a otros amigos que estuvieran interesados en la compra para invitarles a sumarse a aquella iniciativa. 

El grupo original estaba conformado por cinco familias: Jorge y Anita García; Cecilia Peñaherrera y su hija Camila; Martha Peñaherrera y su esposo; Paulina Peñaherrera y su esposo y Yolanda Buendía, madre de las hermanas Peñaherrera. 

El terreno, según la documentación que nos entregaron, tenía 14.422 m2 y se hallaba ubicado en la antigua vía a las minas –que después pasó a llamarse calle de las Minas- en el barrio denominado Churoloma, sector Caizán  perteneciente según rezaban las escrituras: a la parroquia Tumbaco, del Distrito Metropolitano de Quito, Provincia de Pichincha.

Fuimos a conocer el lote y nos gustó muchísimo, el precio era razonable y las condiciones y facilidades de pago no desbordaban nuestra capacidad económica, así que decidimos aceptar la invitación de Jorge y participar en el negocio.

Al núcleo inicial nos sumamos otras cinco familias a las que Jorge se encargó de convencer de las bondades del terreno y las facilidades de la compra-venta: Camilo Luzuriaga y Lissette Cabrera, Marílú Calisto, Elena Torres, Rossana Viteri y nosotros -mi esposa Marie Thérèse y yo-.

Posteriormente Paulina y su esposo vendieron sus acciones (una décima parte del total) a favor de Javier Vaca y su esposa Elizabeth, pero en resumen, la compra del lote se realizó por derechos y acciones, proindiviso, en diez partes iguales, mediante escritura pública que firmamos con los vendedores en abril de 1997. 

El grupo se propuso construir las diez casas bajo el régimen de propiedad horizontal; para ello tuvimos que elaborar los planos y solicitar al municipio la autorización, los permisos y licencia correspondientes. 

Para esos trámites municipales bautizamos al predio con el nombre de “Conjunto Habitacional Los Algarrobos”, la planimetría incluía diez áreas de dominio y responsabilidad privada de 1040 m2 c/u (para edificar las casas) y adicionalmente, en un total de algo más de 4000 m2., tres áreas colectivas de parqueo, circulaciones peatonales, áreas verdes y un pequeño parque infantil de dominio y responsabilidad condominial.

Nos distribuimos por sorteo las áreas de dominio individual. A nosotros nos correspondió el lugar previsto para la segunda casa y dos plazas de estacionamiento en el primer parqueo.
Realicé los primeros esbozos, las ideas preliminares y el anteproyecto de nuestra casa, mediante un delicado proceso participativo con mi esposa Marie Thérèse. Ese anteproyecto fue usado como “casa tipo” para presentar los planos al Municipio para la aprobación del conjunto. 

Hicimos luego el dibujo de los planos y después de interminables reuniones y trámites en el Municipio, logramos finalmente firmar la escritura de declaratoria de propiedad horizontal, en diciembre de 2002 (cinco años después de la compra del terreno).


Conseguimos meses después la autorización para legalizar la adjudicación y en abril de 2003, logramos la inscripción del conjunto y de las diez áreas de dominio individual, en el Registro de la Propiedad.


En ese período concluí los planos arquitectónicos de nuestra casa; en el cálculo y la elaboración de los planos estructurales me dio una mano el ingeniero Herberto Novillo y  pude hacer dibujar los planos constructivos para someterlos al trámite de aprobación,  obtener los permisos municipales y dar inicio a la edificación.  

En esa época yo andaba muy ocupado y casi era imposible que pudiera asumir el control y administración de la obra, así que llegué a un acuerdo con mi amigo Milton Chávez para que se encargara de esas tareas con la colaboración de mi compadre el maestro Luis Cunalata y su equipo de albañiles.

En distintos momentos algunos de los co-propietarios construyeron sus casas casi simultáneamente a la nuestra. Las primeras en ser concluidas fueron las de Cecilia, Martha y su madre Yolanda y posteriormente la de Camilo y Lissette. Todas esas viviendas fueron construidas con planos totalmente diferentes; el plano de de la “casa tipo” solo se usó para la aprobación municipal y para la construcción de nuestra casa. 

Por varios años los otros cinco copropietarios mantuvieron sus lotes sin edificar y finalmente, un tiempo después, Jorge y Anita, Marilú y Elena vendieron sus lotes y luego de unos meses también Javier y su esposa Elizabeth, vendieron el suyo. 

La vivienda que diseñé tenía algo más de 200 m2 y según escribí en un texto publicado por nuestros amigos y colegas de TRAMA en el libro “Casas contemporáneas del Ecuador”, la nuestra “fue concebida como residencia secundaria o de fin de semana, bajo el concepto de una arquitectura para la tranquilidad, el descanso y para compartir la vida”.



Cuando comencé la planificación de la casa, en lo referente a lo funcional, me propuse lograr una arquitectura flexible, convertible y versátil que pudiera significar un ejemplo de la búsqueda de una arquitectura contemporánea con identidad latinoamericana.


Como un reto en cuanto a lo creativo, me propuse buscar esos resultados merced a una arquitectura modular, de volumetría pura, el uso del color, con una gran comunicación visual y funcional entre los espacios inte­riores y exteriores y, para adaptar el proyecto al terreno que nos tocó en suerte, opté por una propuesta “cerrada” hacia el parqueo y hacia los retiros laterales y “abierta” hacia el jardín y al paisaje.


Como retos ambientales traté de generar un vínculo de la arquitectura con la naturaleza y la luz.


Respetando la vegetación existente en el lugar (algarrobos, cabuyas y cactáceas), incorporando muy pocas plantas adicionales y creando espejos de agua para poner en valor este elemento frente a la aridez del entorno.


Como nuestros recursos eran limitados el más importante reto fue el económico. El propósito central del proyecto en ese sentido, fue “hacer más con menos”.

En cuanto a lo constructivo, usamos una estructura de pórticos de hormigón y mampostería de bloque de cemento. Las cubiertas las solucionamos con losetas de hormigón armado sobre vigas de madera de chanul. 

Los pisos interiores fueron hechos de cemento de color alisado con incrustaciones de canto rodado. En los pisos del acceso y del vestíbulo usamos baldosas de granito y en los pisos de las terrazas exteriores baldosas de canto rodado fino. 


Alrededor de la piscina construimos un piso tipo muelle de duela tratada de eucalipto.

La casa se desarrolló en una implantación lineal (norte-sur), conformada por un bloque principal con un gran frente abierto al sol, a las vistas y a! paisaje. 

La edificación se ubicó corrida hacia el oeste (parqueo) para liberar área para terrazas, jardines y piscina al este.

En el sentido transversal (este-oeste) se ubicó un bloque complementario para rematar la composición volumétrica y limitar las áreas exteriores.

Se buscó una relación espacial y visual entre los espacios interiores y entre éstos y las terrazas exteriores.



En el bloque principal se estructuraron un espacio de acceso; un estar con chimenea; un espacio unitario de sala, comedor y cocina; un espacio flexible (estudio o dormitorio) y un baño, en la planta baja.



En la planta alta se ubicaron el dormitorio principal, un baño y una gran terraza abierta a la vista, que podía albergar en el futuro un posible crecimiento de otro dormitorio. 


En el vestíbulo de acceso -de doble altura- una sencilla grada comunicaba las dos plantas de la casa.


En el bloque complementario se construyó una bodega y un espacio que comenzamos a llamar el cuarto húmedo (constituido por un hidromasaje, baño turco, baño, ducha y vestidor).


Buscamos hacer una arquitectura cordial, sencilla y acogedora en todo sentido, en lo que respecta a los volúmenes, el color y la espacialidad, pero también en cuanto al  amoblamiento y decoración. 


Se buscó también una sobria correspondencia y complementariedad entre la jardinería, la vegetación y la arquitectura. 


Dimos énfasis a la iluminación natural por medio de amplias puertas-ventanas que integran los espacios interiores y exte­riores. 


Incorporamos el sonido del agua en movimiento, a la paz de la edificación (mediante dos cascadas de recirculación en el espejo de agua frontal y en la piscina). 
  
Buscamos transparencia en las áreas sociales y confinamiento visual en las áreas íntimas.


Los volúmenes brindan protección visual para obtener privacidad en las terrazas, la piscina y el jardín. Los límites del terreno son apenas insinuados por medio de setos. 


En esta casa disfrutamos de gratos momentos con la familia y los amigos, creo que cumplió con creces los propósitos para los que fue diseñada y construida.

 
  

Esa casa fue realmente un lugar para la tranquilidad, el descanso y para compartir la vida.


Pasamos incontables fines de semana con numerosos invitados que reuníamos alrededor de ricas comidas y menores bebidas en las amplias terrazas. 


 

Desgraciadamente en los últimos años, desde que nuestras hijas se fueron a vivir en Francia, íbamos poco y el mantenimiento de la casa nos costaba mucho. Así que, muy  a nuestro pesar, tomamos la decisión de venderla.
 
Ximena Vaca  se enamoró de la casa y nos hizo una oferta que aceptamos, a pesar de que era un poco más baja de los que estábamos pidiendo. Para nosotros era importante que esa casa que tantas satisfacciones nos había proporcionado pasara a manos de alguien que pudiera apreciarla y disfrutarla como lo habíamos hecho nosotros.

Firmamos los papeles en septiembre de 2014 y le dejamos la casa de inmediato. Supongo que sus nuevos moradores la estarán disfrutando a plenitud pues sus espacios interiores y exteriores, proporcionan paz y una enorme gana de compartir la vida.

Mi mujer pintó algún rato, una frase del “Principito” en el pórtico que separaba el comedor de la cocina: “Lo esencial es invisible para los ojos, se lo ve bien, sólo con el corazón”. Creo que esa afirmación resume y da cuenta de forma cabal, de todo lo que no proporcionó esa casa y de todo lo que disfrutamos en ella durante una docena de años bien bailados y bebidos. 


 En fín... lindos recuerdos


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