miércoles, 13 de junio de 2012

México 10: Viaje a las ruinas mayas (Chiapas, Yucatán y Quintana Roo)


Como ya he relatado viví en México desde fines de 1978 hasta principios de 1981. Viajé a ese país con mi amigo Hernán Burbano pues nos habían aceptado en una maestría en “investigación y docencia”, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En marzo de 1979 tuvimos la visita de nuestro común amigo Estuardo Gallegos quien iba a estudiar en la Escuela Nacional de Antropología de México.

Estuardo, cura católico, ingresó a México con visa de turismo, merced a una invitación de monseñor Samuel Ruiz, obispo de Chiapas, cuya sede apostólica estaba en la ciudad de San Cristóbal de las Casas. Llegó con la debida antelación para conseguir alojamiento, inscribirse en el curso propedéutico de la ENA y poder hacer los trámites de su visa de estudiante.

En espera de ese trámite que entregó -con toda la documentación del caso- en la Secretaría de Gobernación, decidió viajar a Chiapas para visitar y agradecer al obispo por la invitación que le iba permitir realizar sus estudios de antropología y para poder conocer en la diócesis una serie de pueblitos y caseríos de la región chiapaneca, cuya población mayoritariamente indígena, le interesaba enormemente pues él mismo cumplía sus labores apostólicas en una zona de población indígena en la provincia de Chimborazo.

Nos dijo que iba a estar allí hasta mediados de mayo y no propuso que aprovecháramos para realizar juntos un recorrido por las ruinas mayas. Nos encantó la idea ya que nosotros íbamos a tener un período libre a fines de ese mes, en el que el personal docente, administrativo y los estudiantes de la UNAM podíamos disfrutar de quince días de vacaciones por el fin de semestre.

Luego de tomada esa decisión, como no tendríamos ocasión de comunicarnos ni por teléfono ni por carta, pues Estuardo estaría visitando una serie de comunidades lacandonas de la selva de Chiapas, acordamos solemnemente que -el día 15 de mayo a las 12 en punto del medio día- nos encontraríamos en el “zócalo” de la ciudad de Palenque (así llaman en México a la plaza principal de cualquier pueblo).

Así que sin más trámite, un día antes de la fecha de nuestra cita, Hernán y yo tomamos un autobús en México y luego de viajar todo el día y toda la noche llegamos con las piernas  hinchadas y los riñones adoloridos a Palenque un poco antes de las doce del día.

Palenque está también en el estado de Chiapas. Los choles, habitantes originarios de este lugar, lo llamaban Otolún que, en idioma chol, significa sitio cercado o fortificado.

La ciudad cuenta con muchos hoteles y todo tipo de servicios para poder recibir a quienes visitan los principales atractivos turísticos de sus alrededores: la “zona arqueológica de Palenque” y las hermosas cascadas de “Misol-Ha”, “Agua Azul” y “Agua Clara”.

En medio de un calor abrasador estábamos caminando alrededor de la plaza del pueblo cuando vimos aparecer a Estuardo. Fue una gran satisfacción el toparnos con él en ese recóndito lugar, haciendo honor a una cita establecida casi dos meses atrás.

Estábamos agotados por el viaje y, tanto él como nosotros, muertos del hambre, así que fuimos al mercado para poder comer algo. Nos encontrábamos “atacando” unos deliciosos “tacos de carnita” con “agua de tamarindo” y platicando con la señora del “puesto de tacos”, cuando algunos de sus clientes se interesaron de inmediato en conocer sobre nosotros al enterarse que éramos ecuatorianos.

Nos preguntaron qué hacíamos, les contamos que éramos estudiantes… luego querían saber si nos gustaba el país, los paisajes, la comida… a todo respondimos afirmativamente, claro…

Y… como siempre, en la conversación salió el tema de la de la comida picante… Hernán y Estuardo mencionaron que ciertos platos eran muy fuertes para su gusto y que se cuidaban bastante del chile… Yo cometí el error de mencionar que, en cambio a mí no me había afectado mucho porque en Ecuador comemos mucho ají y que a mí si me gustaba la comida picante…

Uno de los comensales le pidió a la señora que preparara un taco con “chile habanero” para que lo pudiera probar “el amigo ecuatoriano”…

Ese momento me di cuenta que mejor debí permanecer con la boca cerrada… pero “lo dicho, dicho está” y ya no podía dar marcha atrás…  

La señora, como compadeciéndose de lo que me podía pasar, no echó el famoso “chile habanero” a mis tacos, me los ofreció en un pequeño plato y puso a su lado otro, con dos o tres chiles de color amarillo-anaranjado intenso, de forma ovalada, parecidos más bien a un tomate pequeño o al “rocoto peruano” más que al ají largo, que solemos comer en el Ecuador. 


Para probar al retador, se me ocurrió decirle: -¡Ándele, sírvase usted también, uno!...

El tipo no tomó el taco, cogió con la mano uno de esos chiles, se lo levó a la boca y con los dientes desagarró un buen pedazo…

Yo tomé un taco y también otro chile, repetí el gesto y le pegué un buen mordisco…

Hasta allí me acuerdo….

El chile habanero es la cosa más picante que haya probado en la vida… muchísimo más picante que los célebres ajís en miniatura que en Manabí son conocidos como “uña ´e pavo”…

Después de darle un mordisco al habanero, sentí un escozor indescriptible, amortiguamiento y un fuere ardor, en la lengua, los carrillos, el paladar y la garganta… metí el taco entero en la boca para tratar de que me pasara lo picante de ese fruto y luego, otro… pero el escozor seguía… al tragar todo, la mezcla me quemó la laringe y el esófago… así deben sentir los dragones cuando lanzan sus “eructos ígneos”… Me faltaba el aire y comencé a toser… todos los contertulios reían a mandíbula batiente… La señora me dio dos o tres tortillas para atenuar el efecto… Vacié de un trago, el contenido de mi vaso de “agua de tamarindo” y luego el de Hernán…. ¡nada que hacer!...

¡Qué cosa tan fuerte…!

Finalmente me dio hipo… boqueaba  como pez fuera del agua… y las arcadas se repetían sin parar, una tras otra….

El hipo no paró por más de media hora…  

Ese fue mi verdadero bautizo con la comida picante mexicana… el jalapeño, el chipotle y todos los demás chiles son meros aprendices a lado del famoso habanero...

En la tarde, una vez superado este incidente, averiguamos sobre los atractivos de la región. Estuardo nos contó que podíamos alojarnos en un convento ubicado en un pueblito llamado “Playas de Catazajá” a unos 25 kilómetros de Palenque... desde allí todos los lugares turísticos quedaban muy cerca.  Aceptamos la oferta y fuimos allá para dejar nuestras mochilas y hacer de aquel convento nuestro centro de operaciones.

Al día siguiente muy temprano Estuardo recibió un recado telefónico, era absolutamente indispensable que viajara a México por un problema de su visa. Así que decidimos que  visitaríamos juntos sólo las ruinas de Palenque y las cascadas de “Agua Azul, luego de eso Hernán y yo tendríamos que continuar la gira solos.

Un religioso del convento nos acompañó hasta las Cascadas de “Agua Azul” ubicadas en la reserva natural del mismo nombre, un área protegida reconocida internacionalmente situada a 64 km de Palenque. 

Las cascadas se forman gracias a la afluencia de tres ríos y el hermoso color del agua se debe a las sales minerales disueltas que ellos acarrean.

Nosotros no pudimos resistir la tentación y nos dimos un chapuzón en las cristalinas aguas de ese lugar. Las cascadas están rodeadas por un exuberante paisaje tropical muy hermoso. El contraste del azul de las aguas con los múltiples tonos verdes de la vegetación de la selva  montañosa es magnifico.

Al medio día fuimos a la zona arqueológica de Palenque.

Ese sitio arqueológico fue “descubierto” en 1740. Se trata de una ciudad maya cerca del río Usumacinta, uno de los sitios más impresionantes de esta cultura. En comparación con otras ciudades mayas es más pequeña que Tikal o Copán pero son impresionantes sus vestigios arquitectónicos y escultóricos.

El área que actualmente está despejada y se puede visitar abarca una enorme extensión pero se estima que sólo se ha explorado un 10% de la superficie total de la ciudad. En 1981 Palenque fue designado parque nacional por el gobierno mexicano y la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1987.

Sus estructuras principales son el “Templo de las Inscripciones” construido sobre una gran pirámide escalonada; el “Palacio”, un complejo de edificios interconectados entre sí  en el que destaca la “Torre de observación” y el conjunto de tres magníficos templos denominados “de la Cruz”, “del Sol” y “de la Cruz Foliada”.

En el interior del “Templo de las inscripciones” luego de descender cientos de gradas pudimos observar el famoso monolito labrado en alto relieve que se conoce como “piedra del Astronauta”. Según nos explicaron es en realidad la losa funeraria de la tumba en la que se encontraron la “máscara de jada” y otras importantes piezas arqueológicas que se exhiben en el Museo de Antropología de la ciudad de México. Aquel descubrimiento relativamente reciente, fue uno de los hallazgos más trascendentes para el estudio y conocimiento de las expresiones culturales y artísticas de la cultura maya

Son también muy interesantes obras como: el “Acueducto”, estructura abovedada de tres metros de altura que canaliza al río Otulum por debajo de la plaza principal de Palenque; el “Templo del León”; el “Templo del Conde” y las plataformas del “Juego de pelota”.

Al día siguiente nos despedimos de Estuardo que tomaba un auto bus para México y nosotros tomamos al final de la tarde, un tren hacia la ciudad de Mérida.

Recuerdo que a nosotros y a todos los demás turistas nos recomendaron adquirir un pasaje de “primera clase” un tanto más costoso, con el argumento que así podríamos viajar más cómodos pues en “primera” sólo llevaban pasajeros sentados, en cambio en “segunda” la gente se acomodaba como podía de pie o sentada.

Cuando el tren arrancó efectivamente nuestro vagón iba únicamente con gringuitos de toda nacionalidad, confortablemente sentados, mientras que en los demás vagones la gente se apiñaba como sardinas en una lata, junto con canastos, gallinas, costales y todo tipo de carga.

Todos comentábamos lo acertado del consejo del amable vendedor de pasajes que nos hizo aquella sabia recomendación en la ventanilla.

Sin embargo, la alegría y el confort duraron poco…

A los pocos kilómetros luego de haber dejado Palenque, el tren hizo una primera parada en un pequeño poblado de su ruta. Allí una multitud esperaba ese medio de transporte y una gran cantidad de hombreas, mujeres y niños con sus canastos, sus alforjas, sus costales y una diversidad de recipientes de plástico, latón, vidrio o yute, invadieron como podían los pasillos de todos los vagones, A partir de ese punto carecía de importancia el tipo de pasaje pagado y todos los vagones pasaron a ser vagones de “segunda” o más bien de “tercera”…

La gente invadió nuestro confortable vagón, los recién legados tomaban, sin preguntar nada,  las mochilas, bolsos y carteras y las enviaban hacia atrás, sin consultar a los dueños, muchos gritaban alarmados, preocupados por sus pertenecías, pero nadie les hacía caso… manos ágiles las hacían circular desde sus compartimentos superiores, para remplazarlas por todo tipo la carga… si alguien se levantaba para ir en pos de su mochila, inmediatamente perdía el asiento... uno de los personajes recién llegados se abalanzaba y ocupaba arbitrariamente su lugar…

La invasión se repitió y multiplicó en dos o tres escalas posteriores. En ellas la gente subía y taqueaba el vagón de una forma absurda y peligrosa. El calor y los olores en medio del calor del trópico eran insoportables y del peligro latente de morir aplastados en caso de un descarrilamiento, mejor ni ponerse a pensar… Lo que todos creímos que sería un confortable recorrido, con la agradable temperatura del trópico refrescada por la brisa nocturna, para llegar al día siguiente a nuestro destino con todos los ánimos del mundo… se transformó en una pesadilla. Una noche así es casi un tormento. La llegada, otro tanto, pues todos trataban de salir al mismo tiempo, unos por su prisa por llegar al mercado y otros para evitar que sus equipajes desaparecieran por obra de dedos inescrupulosos.

Llegamos a Mérida como a las ocho de la mañana y tomamos un hotel no muy caro cerca de la plaza principal… aunque nuestra intención fue salir a conocer la ciudad, apenas dispusimos de nuestras blandas camas, caímos dormidos como si hubiésemos recibido un garrotazo. Dormimos hasta bien pasado el medio día, estábamos realmente agotados por la mala noche.          

En la tarde conocimos las principales calles y monumentos del centro de la ciudad y nos informamos de la forma de visitar los principales sitios arqueológicos de la región.

Al día siguiente muy temprano tomamos un autobús que nos condujo a Chichén-Itzá ubicada a 110 kilómetros de Mérida. Esta ciudad maya es uno de los principales sitios arqueológicos de la península de Yucatán.

En la lengua maya “Chichén” se traduce como “Boca del pozo” e “Itzá” como Brujo del agua”.

Chichén-Itzá fue catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. La ciudad fue un centro ceremonial, que pasó por diversas épocas constructivas e influencias de los distintos pueblos que la ocuparon y que la impulsaron desde su fundación. Las edificaciones principales que ahí perduran corresponden a la época de la declinación de esa cultura denominada por los estudiosos como período posclásico.

Al conjunto de edificaciones mejor conservadas, más recientes, se la conoce como la “ciudad nueva” y a muy corta distancia, se pueden visitar también las ruinas de la llamada “ciudad vieja”.

Entre las edificaciones más importantes de la “ciudad nueva” se encuentra la “Pirámide de Kukulcán”, llamado también "el Castillo", una edificación magníficamente conservada en cuyo interior se ha encontrado otra pirámide más antigua de origen tolteca. Quienes se arriesgan a bajar y encaminarse por sus numerosos escalones, pueden observar en el reciento principal, una imagen del dios Chac-Mool de origen tolteca y una bella pieza que representa a un jaguar de color rojo, con incrustaciones de jade en sus ojos.

En la base de los balaustradas que confinan de cada lado los casi cien escalones de las cuatro caras de esta pirámide, se aprecian grandes cabezas de serpiente. En los equinoccios, un efecto luminoso de luz y sombras hace que parezca que las serpientes reptan de arriba hacia abajo, simbolizando el mandato superior de acudir a la labor agrícola, ante la inminente llegada de las lluvias.

En otra importante edificación de este sitio arqueológico, en el llamado “Templo de los Guerreros” se precian también enormes cabezas de serpiente ubicadas en cambio en lo alto de las escalinatas. La serpiente emplumada, Quet-zalcoatl, era una importante divinidad para los toltecas, cuando los mayas la adoptaron como suya, la llamaron Kukulcán.

En lo alto de esta edificación, se puede apreciar también una escultura del dios Chac-Mool y columnas ricamente talladas que debieron soportar algún tipo de techo construido con materiales perecederos. Al interior de este templo existe otro de origen tolteca en el cual se pueden apreciar columnas semejantes  que conservan sin embargo, los colores con los que se ornamentaban los alto relieves tallados en la piedra.

Frente al “Templo de los Guerreros” está la llamada “plaza de las mil columnas”. Estos soportes pétreos parece que sostenían algún tipo de techumbre para albergar ciertas actividades bajo la sombra. Sin embargo hasta ahora no se tiene a ciencia cierta, una noción clara del tipo de actividades que allí se daban. 

A un grupo  semejante de columnas que no rodean a ningún templo se le denomina “el Mercado” y es otros de los atractivos importantes que pueden ser visitados en este sitio arqueológico maya.  
  
Entre las principales edificaciones de la “ciudad vieja” destaca el llamado “observatorio astronómico” conocido también  como el “caracol”. Los demás vestigios, a pesar de que por su extensión son bastante significativos, evidencian un deterioro mucho mayor y resultan menos interesantes que los de la “ciudad nueva”.

En Chichén –Itzá pudimos visitar también el llamado “Cenote Sagrado”, enorme pozo a cielo abierto de unos 60 metros de diámetro, con paredes verticales de 15 metros sobre la superficie del agua y otro tanto bajo ésta. En este cenote se realizaban ofrendas al dios Chaac, divinidad de las lluvias: objetos valiosos e incluso vidas humanas.

La visita de este sitio nos tomó todo el día. Al atardecer retornamos a Mérida para poder descansar pues al día siguiente habíamos previsto conocer las ruinas de Uxmal.

Uxmal es un importante sitio arqueológico que corresponde a una antigua ciudad maya del periodo clásico. En la actualidad es uno de los más importantes lugares arqueológicos de la cultura maya junto a Chichén Itzá y a Tikal.

Uxmal se localiza a 62 kilómetros al sur de Mérida. Las principales edificaciones de este sitio destacan por su tamaño y decoración y se encuentran unidas por calzadas empedradas llamadas sacbés.

Las principales construcciones aprovechan el relieve del terreno para ganar altura. Muchas adquieren volúmenes muy importantes como la “Pirámide del Hechicero” de cinco niveles y el “Palacio del Gobernador” que ocupa una extensión de más de mil metros cuadrados.

Otras edificaciones importantes son: el “Juego de Pelota”, la “Casa de las Tortugas” y el  “Cuadrángulo de las Monjas”; este último, ubicado detrás de la “Pirámide del Hechicero”, es un enorme patio situado sobre una plataforma de 120 metros de lado. En cada lado se alzan edificaciones con un gran número de aposentos que se abren al patio.

Sus edificios son de muros bajos, lisos, sobre los que destacan frisos ornamentados con figuras geométricas y trapezoidales (representación de los tejados de paja), serpientes entrelazadas, mascarones de Chaac -el dios de la lluvia- y serpientes emplumadas con las fauces abiertas.

En las construcciones de Uxmal es increíble la finura y la calidad logradas en el tratamiento de la piedra. Uno se queda loco al observar las proporciones de los edificios y sus espacios, tanto interiores como exteriores.

La arquitectura tiene dimensiones y escala que nacen de la utilización de la piedra como elemento constructivo. En la conformación de las cubiertas es usual el uso del korbel o arco falso para lograr alturas mayores y espacios más generosos.

En Uxmal estuvimos en dos ocasiones, una de día y otra de noche para asistir al espectáculo de “luz y sonido” que resulta muy interesante porque te ponen en contacto con muchos elementos de la cultura maya pero sobre todo a través de la luz y las sombras uno puede apreciar con mucho mayor detenimiento innumerables detalles de los frisos y el fino trabajo del labrado de la piedra.

De Mérida nos trasladamos a Cancún, este moderno centro de desarrollo turístico de nivel internacional, ubicado en la costa nororiental del estado de Quintana Roo. Actualmente, junto con Acapulco, son los centros turísticos mexicanos más reconocido en el mundo.

La palabra Cancún (kaan-kun en maya) significa “olla o nido de serpientes”. Era, hasta no hace mucho tiempo, una playa  habitada por pocas familias de pescadores, casi inaccesible y rodeada de selva tropical. En la actualidad es una activa ciudad moderna, llena de grandes hoteles y avenidas, plagada de boutiques, restaurantes, discotecas y todo tipo de servicios para el turismo de altos ingresos. En Cancún sólo estuvimos un día pues todo era enormemente caro para nuestra escuálida economía de estudiantes. Nos alojamos en un hotelito de un pueblo cercano llamado “Puerto Juárez” pero nos interesaba conocer las bellas playas de este balneario frecuentado sólo por turistas mexicanos y extranjeros dispuestos “a gastar” con mayúsculas.

Quisimos acceder a las playas pero nos topamos con la novedad de que los hoteles se “reservaban el derecho de admisión” y con nuestras pintas de mochileros no nos dejaron pasar…   

Optamos por desvestirnos, dejar la ropa y las mochilas encargada en algún lugar y entramos por la puerta principal del “Hotel Presidente” en traje de baño, simulando que hablábamos en francés (elegimos esa fórmula porque estábamos seguros que entre el personal del hotel muchos, de seguro, hablarían inglés y no nos convenía ser descubiertos).

Pasamos el día en la playa y la piscina del hotel. Al medio día nos pegamos un ceviche y una cerveza en unos chozones de esa playa (pagamos una cantidad exorbitante… ese fue el ceviche más caro de  todo nuestro periplo en tierras mayas).

A media tarde luego de haber tomado el sol en las sillas reclinables del hotel, tomamos las toallas que se ofrecía a la clientela y nos trasladamos a las duchas. Nos dimos un largo y reconfortante duchazo con agua caliente, buen jabón y oloroso shampoo. Un tipo del personal vino a tratar de decirnos algo sobre si estábamos allí alojados o qué se yo, pero le hablamos en un supuesto francés, haciéndole entender que no comprendíamos lo que nos estaban diciendo; optó por darse media vuelta y se retiro sin decirnos nada.

No nos volvieron a molestar, nos secamos y salimos por el lobby como si tal cosa… 

Al día siguiente nos embarcamos para “Isla Mujeres”, destino turístico más acorde a nuestros bolsillos, del que nos habían hablado todos los mochileros que cruzamos en el camino.

Esta Isla se ubica en el Caribe muy próxima a la península de Yucatán, a tan sólo trece kilómetros de la ciudad de Cancún. La travesía desde “Puerto Juárez” dura apenas quince minutos. En tiempos prehispánicos la isla estaba consagrada a Ixchel, diosa maya de la luna, el amor y la fertilidad, la cual recibía ofrendas con formas femeninas que la gente depositaba en sus playas. Al llegar los conquistadores españoles y observar las figuras, la bautizaron como “Isla Mujeres”.

“Isla Mujeres” es un lugar pintoresco y encantador, sus aguas tibias y transparentes son el hogar de delfines y tortugas marianas; nadar con ellos es una de las más fabulosas actividades que puede allí realizarse.

Nos alojamos en el hostal Poc-Na un hotelito para jóvenes que ofrece cuartos con cuatro, seis y hasta nueve camas y sus respectivos lockeres… En realidad no son propiamente habitaciones sino espacios que se van conformando por unos muros bajos que acogen a varias camas literas. Cada cierto trecho hay baños y servicios higiénicos previstos para un cierto número de camas (o de hamacas, en otra zona de este peculiar hostal). Quienes viajan con su colchoneta y bolsa de dormir simplemente se instalan en una litera, y quienes no dispones de esos adminículos, como era el caso nuestro, pueden arrendar  un colchón, sábanas e incluso almohada a precios muy módicos.

En el centro hay un espacio comunitario con mesas y bancas; en este espacio, llamado “Palapa”, los huéspedes pueden comer, tomar algo, leer un libro, escuchar música, o ver televisión.

El hotel tiene salida a una playa maravillosa de arena blanca en medio de palmeras… está ubicado en una zona con acceso a bares, pequeños restaurantes y discotecas por tranquilas y concurridas callejas peatonales. Pasamos un par de días maravillosos en “Isla Mujeres” y nos dio mucha pena no disponer de más tiempo para quedarnos a disfrutar de ese pequeño paraíso.

A nuestro regreso, en “Puerto Juárez” tomamos un autobús para el sitio arqueológico de Tulum

Tulum es posiblemente el sitio arqueológico más significativo del estado de Quintana Roo; en la actualidad el sitio y la pequeña ciudad del mismo nombre, ubicada en los alrededores y que ofrece alojamiento y servicios turísticos, se han convertido en un importante destino para visitantes locales y foráneos.

La ciudad maya llamada Tuluum fue una importante ciudad amurallada; los vestigios se encuentran dentro del Parque Nacional del mismo nombre. El sitio arqueológico está rodeado de vegetación tropical y se ubica sobre un farallón colindante con el mar Caribe.

Arrendamos una cabaña muy rudimentaria en una zona próxima a la entrada  al Parque y a las ruinas. Allí sólo proporcionan la cabaña a quién la arrienda (más que cabaña es una empalizada, con techo de hojas de palma, una pequeña repisa, puerta con candado y piso de arena), cada quien debe llevar su hamaca.

Los mochileros más organizados tenían  todo el equipo de camping: mosquiteros, catres, cocinetas de campaña, lámparas, nevera portátil y trastos para hacerse la comida en el interior o en parrillas al aire libre. Nosotros apenas teníamos las hamacas, un par de velas para alumbrarnos las noches y comíamos en unos pequeños kioscos situados en la entrada al parque.

Todo era muy barato, la cabaña costaba apenas dos dólares y medio por noche y comíamos por una cantidad semejante; el único gasto adicional era el repelente para protegernos de los mosquitos que hacían de todo para comernos vivos, durante la noche.

Apenas comenzaba a obscurecer teníamos que refugiarnos en las hamacas como gallinas en su palo, tratábamos de no encender ninguna vela para no atraer a los insoportables insectos. Lo único que debíamos hacer era dormirnos de inmediato en espera del nuevo día.

Las ruinas mayas en este lugar no son tan imponentes como las que tuvimos la oportunidad de visitar antes y están bastante más deterioradas pero, lo que vuelve a Tulum un sitio excepcional es su cercanía al mar. 

El contraste de las piedras blancas de las edificaciones, con el verde de la vegetación tropical y el azul increíble del Caribe es realmente maravilloso y deja sin aliento al visitante.

Recuerdo una anécdota simpática de este sitio. Cuando ya habíamos visitado las ruinas y nos disponíamos a disfrutar de las bellas playas de Tulum, sufrimos una repentina invasión de tábanos (esas moscas grandes que no pican… muerden).

Los tábanos prosperan y son abundantes en el trópico, cuando se presentan como plaga su control es sumamente difícil. Los machos se alimentan de néctar pero las hembras necesitan un alimento más rico en proteínas, les encanta la sangre y para ello disponen de un aparato bucal “picador-cortador” muy fuerte. Su mordida es dolorosa y deja enrojecida la zona afectada, causando inflamación, enrojecimiento y escozor.

Esos días que pasamos en la playa de Tulum tuvimos que luchar contra su desagradable presencia. Cada vez que conseguían posarse sobre nuestros cuerpos o sobre la humanidad de otros turistas, nos hacían gritar… el dolor de sus mordeduras era terrible. Había que tener siempre a mano una hoja para espantarlas y mantenerles alejadas, pero a veces atacaban en grupo… varias a la vez…ahí la solución era lanzase de cabeza al mar y salir cuando estos espantosos insectos hubieran escogido una nueva víctima.

Una mañana estábamos tomando el sol y disfrutando de la arena blanca y fina cuando pasaron dos gringas haciendo striking… Hernán se sacó el traje de baño… alcancé a oír que dijo: -“donde hay dos, hay tres” y salió corriendo tras de ellas… Me levanté y corrí también… cuando los alcancé ya se habían hecho amigos y dialogaban en una suerte de lenguaje de señas y dos o tres palabras en inglés… llegué a tiempo para fungir de traductor, me enteré que eran suecas y estaban también recorriendo las ruinas mayas.

Estábamos apenas en los prolegómenos de un dialogo que pintaba interesante, cuando fuimos atacados por una horda de tábanos hambrientos… Como nosotros habíamos descubierto el remedio para aquel tipo de ataques, corrimos y nos lanzamos sin pensar dos veces a las cálidas aguas del Caribe… sin embargo las gringuitas optaron por otra alternativa, siguieron corriendo por la playa para dejar atrás a los molestosos insectos…

Cuando sacamos la cabeza del agua ya se encontraban lejos y cuando logramos salir a la orilla, todavía más… Parece que las hembras de los tábanos no solo se alimentan de sangre sino que tienen algún tipo de aversión contra los intercambios interculturales… ¡Feos bichos, esos tábanos!....   

De Tulum fuimos a Chetumal capital del estado de Quintana Roo, que se halla ubicada a orillas de la bahía de igual nombre, en la península de Yucatán.

Parece que el nombre de la ciudad proviene de “chaac” que significa "lluvia", “té” que significa "allí", y “emal” que significa "bajar"; la traducción sería entonces: "allí donde bajan las lluvias"… A nosotros no nos tocaron lluvias pero si un calor y una humedad endiablados. Según pudimos informarnos, aquella región tiene un clima cálido y húmedo, con una temperatura media anual de casi 27 °C a la sombra, sin embargo en ocasiones puede subir a 38 y hasta a 42 °C. Creo que cuando nosotros estuvimos allí, la temperatura debió situarse entre esos rangos.

No sé por qué fuimos a Chetumal. Es el lugar más caliente y húmedo que haya visitado jamás. Era imposible salir a conocer la ciudad o a visitar sus edificaciones y su puerto… el pavimento parecía hervir y la cabeza nos daba vueltas… En el hotel nos metíamos con ropa a la ducha, salíamos a la calle chorreando agua y, al poco tiempo, ésta se había evaporado y nuevamente el calor parecía querer acabar con nosotros… La gente salía sólo temprano en la mañana y al atardecer… entre las diez y las seis de la tarde todo estaba cerrado, las persianas de puertas y ventanas trataban de proteger con su sombra, los interiores de negocios y casas… nada se movía… Ni siquiera pudimos conseguir algún puesto de refrescos para rehabilitarnos de la deshidratación que es calor monumental nos generó por tratar de hacer turismo en medio de ese infierno…  

De Chetumal fuimos en bus a Villahermosa capital del Estado de Tabasco, allí nos pareció genial que la palabra “taxi” como se conoce en todo el mundo a esos vehículos de transporte público, no sólo se pronunciaba “tapsi”, sino que así estaba escrita en los clásicos letreritos que se ubican en el techo de esos carros.

De Villahermosa fuimos a Oaxaca, capital del Estado del mismo nombre y, finalmente, a México.

Fueron quince días fabulosos en esos encantadores lugares donde pudimos darnos un baño rápido -pero muy aleccionador- de los incontables elementos de la cultura maya, conocer las bellezas naturales de la zona y regresar con nuevos bríos a nuestras tareas académicas en la UNAM.

2 comentarios:

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  2. Maravilloso relato. Me hizo transportarme a esa época y tener una idea de cómo eran los lugares descritos en aquellos tiempos, particularmente Tulum, donde vivo ahora. La redacción, magnífica. ¡Enhorabuena! Felicitaciones.

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