viernes, 28 de septiembre de 2012

Filipinas 2: Los yipnis y otras cosas curiosas de mis viajes a Filipinas



Escribí hace poco un relato que titulé “La cultura gastronómica filipina y las influencias culturales”, ese texto me ha llevado a recordar una serie de anécdotas y vivencias de mis viajes a Filipinas.

En total he estado en Filipinas en tres ocasiones. En todas pude compartir vivencias extraordinarias con queridos amigos y conocer distintos lugares fantásticos en ese bello país del sudeste asiático.

La primera ocasión que estuve en Filipinas fue en Mayo de 1994 para asistir al Seminario internacional “Agua Y sociedad civil: Estrategias para un desarrollo sostenible y justo”, organizado por el “Secretariado Internacional del Agua - SIA” y “Aprotech-Asia”, evento que se desarrolló en un magnífico hotel en la provincia de “Laguna”.

La Provincia de Laguna se ubica en la isla de Luzón. Lilia Ramos  presidente del SIA y Directora de la ONG local “Aprotech-Asia”, había reservado para nuestra reunión un formidable resort llamado “Lagos del Sol”, situado entre las aguas del lago “Caliraya” y el frondoso bosque de sus alrededores.

El resort estaba ubicado a dos horas de Manila y se llega hasta allí luego de recorrer magníficos  paisajes tropicales de la campiña filipina llenos de cocoteros, coloridas buganvillas y cucardas y exuberante vegetación de gigantesco follaje.

Como se señalaba en su publicidad “Lagos del sol” es un hotel, verdaderamente, “besado por el sol”.


Las comodidades de las instalaciones en medio de la belleza del lago y de la naturaleza hacen de ese lugar un verdadero paraíso.

Para asistir al Seminario, los participantes nos desplazamos hasta el hotel en un “yipni” de carrocería cromada.

Viendo las fotos que he podido extraer de un viejo video de esa época, resulta impresionante no solo vernos tan jóvenes sino además, mucho más delgados (sobre todo, mi amigo Raymond Jost quien aparece en las imágenes con cuarenta kilos menos).


Los “yipnis” son el medio de transporte público más popular de Filipinas y tienen una imagen parecida a la de los carros que se vendían en Ambato en la feria de juguetes de “Finados” o al “Andino” que fue el primer vehículo producido en el Ecuador en la década de los sesenta.


Los “yipnis” fueron originalmente hechos con jeeps de las fuerzas armadas de los Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial. Desde esa época son reconocidos por su carrocería plateada con decoraciones coloridas y extravagantes.


Cuando las tropas estadounidenses comenzaron a salir de las Filipinas al final de la Segunda Guerra Mundial, los centenares de jeeps del ejército fueron “dados de baja” y vendidos a mecánicos y trasportistas locales quienes reconstruyeron los jeeps para permitir el transporte de pasajeros. Poco a poco la habilidad de esos artesanos fue originando el aspecto actual de los “yipnis” con parrilla de metal para la carga, ornamentos brillantes de cromo en el capot y las paredes laterales y adornos de colores llamativos.

Ahora circulan por todo lado, en Manila y en el resto del país, repletos de pasajeros.

El yipni se hizo rápidamente popular y fue una manera creativa de restablecer el transporte público barato, que había sido destruido virtualmente durante la segunda guerra mundial. Cuando el gobierno filipino se dio cuenta de la masiva utilización que se estaba dando a esos vehículos adaptados, comenzó a poner cierto tipo de restricciones: las rutas debía ser regulares y los precios razonablemente fijados.

Aunque los “yipnis” originales eran simplemente jeeps militares restaurados, los yipnis modernos ahora son producidos en fábricas independientes dentro de Filipinas, usando camiones japoneses de segunda mano, previstos originalmente para llevar carga y no pasajeros.

Los fabricantes de “yipnis” compiten con las empresas que traen vehículos importados; muchos construyen “yipnis” parecidos a los Hummer o a Toyota, usando partes y accesorios de esos otros vehículos.

Viajar en “yipni” es una experiencia fabulosa, no todos disponen en vidrios en la zona prevista para los pasajeros y cuando llueve, se utilizan unas cortinas de plástico transparente para evitar que la lluvia haga estragos en su ropa y en su humanidad.

Me llamó la atención que en la mayoría de estos vehículos se venera al “Niño Jesús de Praga”. El conductor que nos condujo a "Laguna" estuvo fascinado cuando reconocí la estatuilla y le mencione su nombre. No le cabía en la cabeza que un extranjero conociera el nombre de esa imagen que parece, es muy venerada en Filipinas (no me pregunten el por qué). Yo era el único entre nosotros que conocía a aquel buen Jesús.

Aproveché al ocasión para relatar a mis amigos que, cuando yo era chico, en la casa de mi abuela, había un “Niño Jesús de Praga” en el cuarto de planchado… La abuelita siempre nos advertía, -“¡Cuidado vayan a romper el Niño Jesús de Praga, con esa pelota!”… Por muchos años yo pensé que “Praga” era el material del que estaba hecho el niñito… como si la advertencia  se hubiese referido al “Niño Jesús” de porcelana, de cerámica o de barro.
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Mi segundo viaje a Filipinas fue en noviembre de 1997. Viajé a Manila para participar en el 4to. Foro Mundial del Agua del “Consejo de Colaboración sobre Agua Potable y Saneamiento - WSSCC”. Para conducirnos al hotel, los participantes fuimos recogidos en el aeropuerto en los famosos “yipnis”.

Aprovechando ese evento, Raymond Jost previó hacer una reunión del Consejo de administración del “Secretariado Internacional del Agua – SIA”. En esa época, éramos parte de ese organismo Houria Tazi-Sadeq de Marruecos (presidenta), Mario Vásconez de Ecuador y Bunker Roy de la India (vicepresidentes), S.M.A. Rashid de Bangladesh y Lilia Ramos de Filipinas. Todos habíamos sido invitados por el WSSCC al Foro Mundial y estábamos alojados en un magnífico hotel en una zona turística de primer orden en la capital de Filipinas.

Raymond era secretario general del SIA y Gabriel Regallet, el secretario adjunto; los dos, así como otros miembros del SIA no eran parte de las lista de participantes invitados por el WSSCC, así que se alojaron en una modesta casita en un barrio de clase media de Manila. Sin embargo esa fórmula acarreaba dos problemas: el primero era que algunos de los miembros del SIA estaríamos en el hotel lujoso hotel y los demás en aquella casita sin posibilidad alguna de reunirnos a causa de la distancia; y el segundo que el SIA no tenía fondos suficientes para solventar el arriendo y la alimentación de aquellos colegas que iban a alojarse en esa casa.

Decidimos que la opción era que los demás debíamos abandonar el hotel y contribuir con nuestros viáticos al pago del alojamiento y la comida de todos. Así lo hicimos Bunker, Rashid y yo.

Nunca me he visto degradado de una manera tan contrastante.

De estar alojado en un hotel de cinco estrellas, en el que tenía un suite individual, realmente lujosa (creo sin temor a equivocarme, que ese hotel era uno de los más sofisticados en los que me he alojado en mis numerosos viajes) pasé a compartir habitación  con Raymond, en una casita de madera, sin aire acondicionado, ni ventiladores.

Nuestro dormitorio, en el que apenas cabían dos estrechas camas de madera rústica, era un verdadero horno… el baño que compartíamos con otros colegas era realmente precario: una ducha resbalosa, un viejo inodoros y un pequeño lavamanos…

Todos los demás miembros del SIA estaban alojados en estrechos dormitorios semejantes al nuestro… Sin embargo las alegres reuniones y las deliciosas comidas preparadas por Raymond, compensaban las incomodidades. De esas precarias condiciones habitacionales salieron planteamientos muy serios e incluso resultados estratégicos muy interesantes. Gabriel Regallet y yo fuimos electos representantes de las ONG -del norte y del sur- al Comité de dirección del  Consejo de Colaboración sobre Agua Potable y Saneamiento – WSSCC, función que ejercimos, por al menos, cuatro años y pudimos alojarnos en hoteles decentes en las reuniones preparatorias y en los siguientes Foros Mundiales de WSSCC.     

Como ya he relatado, mi tercer viaje a ese país fue en septiembre de 2003 en el marco de un Taller de intercambio de experiencias de vivienda popular, Unión Europea - América Latina – Asia, organizado por  “Hábitat para la Humanidad” de Filipinas. Varios colegas del proyecto “Paso a Paso“-que impulsábamos en Perú y Ecuador- viajamos a Filipinas para conocer las experiencias habitacionales impulsadas por “Hábitat para la Humanidad”. A ese periplo se sumaron Carlos Guerrero de ASDE (España), Gustavo Riofrío y Juan Tokeshi, de DESCO (Perú), Jenny Maldonado, Silvana Ruiz, Nancy Sánchez y yo, de CIUDAD (Ecuador), junto a los anfitriones de “Hábitat para la Humanidad” de Filipinas, Elizabeth Quijano, María Barbosa, Sophía Montañez, Charlito S. Ayco y Darren Ubongen.

Todos nuestros desplazamientos a los diversos sitios que visitamos,, para conocer los proyectos locales, los realizamos también en “yipni”.


En una de esas salidas tuvimos la oportunidad de visitar el conocido sitio turístico llamado “Chocolate Hills” (Colinas de Chocolate), formación geológica muy particular situado en la provincia de Bohol.

En “Chocolate Hills” es factible ver casi mil trecientas colinas semiesféricas, en una superficie de 50 hectáreas; todas cubiertos de hierba verde que se vuelve marrón durante la estación seca, de ahí el nombre.

Las colinas son una importante atracción turística tanto que aparecen en la bandera y en el escudo de la provincia y han sido declaradas “Monumento Geológico Nacional” y se ha propuesto para su inclusión en la lista de espacios a ser declarados “Patrimonio Natural de la Humanidad” por la UNESCO.


En ese viaje tuvimos la oportunidad de visitar otro sitio realmente extraordinario. Las famosas cataratas de Pagsanjan donde Francis Ford Coppola rodó las escenas finales de su película “Apocalypse Now” sobre la guerra de Vietnam

Ese magnífico lugar turístico se encuentra a tan solo 80 kilómetros de Manila y llegamos hasta allí también en los célebres “yipnis” filipinos.

Las Cataratas Pagsanjan son unas de las cascadas más famosas en las Filipinas. Están situadas también en la provincia de Laguna y constituyen una de las principales atracciones turísticas de la región.

Las cataratas son accesibles en canoa luego de un recorrido por el hermoso río del mismo nombre a la altura de un pueblo homónimo, que data de comienzos de la colonia española, situado en la confluencia de los ríos Balanac y Bumbungan.

Las cataratas fueron declaradas “Parque Nacional” desde 1939 y ratificadas como patrimonio natural en 1976. El parque nacional abarca una superficie de 152,64 hectáreas.

Nosotros no llegamos a las cataratas más importantes donde se rodó el filme Coppola pero pudimos visitar los rápidos y recorrer las apacibles aguas del río.

A fines de los años setenta la dificultad de grabar la película en Vietnam obligó al célebre director a buscar escenarios semejantes a otros países. La escena final de “Apocalipsis Now” se rodó en el entorno de las cataratas de Pagsanjan.

Los colegas de “Hábitat para la Humanidad” tuvieron la gentileza de invitarnos a un almuerzo en un restaurante flotante que recorre de manera calma ese paradisíaco entorno natural.

 


El restaurante, cubierto, está construido sobre una especie de balsa que se desplaza sobre dos canoas impulsado por una tercera canoa ubicada en la parte posterior en la que se acomoda el motorista. Este personaje guía su embarcación y el restaurante flotante observando el rio por debajo de aquella estructura.

A bordo, un cocinero y varios meseros se encargan de atender a los pasajeros que se ubican en mesas confortables para disfrutar del almuerzo y de los paisajes del río. Todo acompañado de una música suave y delicada y detalles exquisitos de decoración y buen gusto,


Recuerdo un aperitivo servido en un coco para cada persona. La apertura hecha en la parte superior para poder mezclar el agua natural de esa fruta con los otros ingredientes de esa bebida, venía cubierta con una fina hoja de plátano, a través de la cual pasaba el sorbete y decorado con una bonita flor de color rojo intenso que contrastaba con el encendido verde de ese recipiente natural.


El almuerzo, servido sobre hojas de banano era un plato mixto de pollo, cerdo, camarones y moluscos fritos en paila y servido con una salsa espesa dulzona y algo picante… deliciosa. 

Al llegar a tierra y antes de emprender en nuestros “yipnis” el camino de regreso hacia Manila, tuvimos la ocasión de observar varios ejemplares de un animalito que ha llegado a constituir un verdeo símbolo de Filipinas, el tarsier o ungooy.

Los tarseros (como sería la traducción de su nombre al español) son primates que antes se clasificaba como prosimios (como los lémures) pero ahora se consideran haplorrinos a diferencia de otras especies de primates clasificadas como platirrinos y catarrinos.

Su hábitat se ha visto muy reducido y actualmente se restringe al sudeste asiático: Filipinas, Borneo y Sumatra; los tarseros están ahora, en peligro de extinción

El Tarsier es muy pequeño (mide unos 20 centímetros incluido el rabo), su peso está entre 80 y 150 gramos; es básicamente insectívoro y tiene una graciosa forma de cazar saltando sobre su presa. Es difícil verlo en su hábitat natural ya que es un  animal de hábitos nocturnos como se puede observar sus enormes ojos. Su cuello es muy flexible y puede girar la cabeza casi 360º.

Su pelaje es marrón grisáceo oscuro en la espalda y grisáceo amarillento en el vientre. Su cabeza redondeada, sus orejas desnudas y membranosas y su nariz peluda. Sus extremidades anteriores son cortas pero sus dedos son muy largos y delgados.

Su capacidad de salto se debe a sus muy largas patas traseras y al hecho de tener soldados la tibia y el peroné en un único hueso. Su cola se presenta desnuda, excepto en la punta. Tiene uñas achatadas a excepción de las del segundo y tercer dedo del pie cuyas garras son usadas para acicalarse.

Los tarseros viven en grupos y tienen costumbres arbóreas; duermen sobre ramas verticales o  en huecos de los troncos. Se alimentan de insectos o de pequeños vertebrados sobre los que saltan y atrapan con sus manitas de dedos alargados. Viven aproximadamente unos 12 años y su periodo de gestación es de 181 a 194 días.

Una “banda” de tarseros me confundió con su “yipni” y tres de ellos brincaron de su rama a mi cabeza. Mis colegas gritaban aterradas, pero en realidad son animalitos muy pacíficos y no me causaron ningún daño. Pude mantener la calma y posar con ellos para la foto, fue un rato muy entretenido.

Un poco más tarde, mientras hacíamos una visita a un programa de vivienda que “Hábitat para la Humanidad“, desarrolla para una cooperativa de recicladores, otra “banda” –esta vez de niños de los alrededores- nos rodearon y reían con nosotros al escuchar que sabíamos numerosas palabras en “tagalo”, el idioma local.

Ya he relatado que la presencia española en Filipinas, semejante a la que tuvimos por acá por más de cuatro siglos, marcó culturalmente a esa nación en cosas como el idioma. El hecho de que una gran cantidad de objetos que eran desconocidos en las islas, hayan venido de la metrópoli condujo a la incorporación de esos nombres al “tagalo”; todo el mundo cree que está hablando en tagalo cuando llama “casa” a una casa, “mesa” a una mesa, “silla” a una silla, “puerta” a una puerta y, ”ventana” a una ventana...   

Juan Tokeshi, colega de DESCO, peruano de origen japonés, fue el más asediado; con gran ingenio respondía en español las preguntas que los niños le planteaban en “tagalo” y reían y gritaban estrepitosamente cuando Juan daba el nombre -en español- de una serie de objetos que ellos señalaban con sus menudos deditos; la mayoría de las veces la respuesta de Juan era la correcta… eran palabras provenientes de español, no había lugar a dudas.



Yo también hice las delicias de nuestros juveniles acompañantes, haciendo para ellos una serie de malabares y trucos de magia. Al final fue más difícil sacarnos de encima a esa “banda” de párvulos que a la “banda” de “tarseros” de nuestra anterior escala.


Al día siguiente nuestra facilidad de “animadores” hizo que tuviéramos que repetir las adivinanzas en “tagalo” de Juan y mis trucos de magia, en el seminario de clausura de nuestra “visita de intercambio”.


Gustavo se sumó al elenco y deleitó a los presentes con una pantomima genial en la simulaba  ensartar un hilo imaginario en una aguja invisible, para luego ir cosiendo sus dedos a la palma de su mano con puntadas largas y teatralmente dolorosas… todo el mundo reía hasta más no poder con su actuación; sobre todo cuando, con un gesto de gran alivio, liberó sus dedos cosidos e inmóviles, con la ayuda de una tijera de fantasía… 

Fue un lindo cierre para jornadas y experiencias que se podrán calificar de extraordinarias, tanto en lo profesional cuanto en los intercambios culturales.   



Pero no todo fue risas e intercambios turísticos. Hicimos sesudas contribuciones al debate sobre le tema habitacional en el “Seminario de intercambio de experiencias de vivienda popular, Unión Europea - América Latina – Asia”, organizado por  “Hábitat para la Humanidad” de Filipinas.




Adicionalmente, tuvimos la ocasión de participar en diálogos muy serios sobre el problema de la vivienda y el desarrollo urbano, en el Senado de Filipinas y en la delegación de la Unión europea en ese país junto a nuestros anfitriones, los colegas de “Hábitat para la Humanidad” de Filipinas, Elizabeth Quijano, María Barbosa, Sophía Montañez, Charlito S. Ayco y Darren Ubongen.


En resumen: una formidable oportunidad para debatir sobre temas que nos han apasionado por muchísimos años pero también para conocer un cultura que podría ser muy diferente e impenetrable pero que resulta más bien cercana debido a una serie de raíces comunes.

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