martes, 7 de agosto de 2012

Polonia 1: Sin visa en Varsovia

En 1993 el Secretariado Internacional del Agua – SIA, lanzó una campaña para desarrollarla con sus asociados de todo el mundo bajo el lema “La sociedad civil y sus compromisos en la búsqueda de soluciones a los problemas del agua potable, el saneamiento, el medio ambiente y la calidad de vida”.
 
Esa idea nació en el marco de un Seminario Internacional titulado “El agua y la sociedad civil”, que organizamos en Polonia, entre el 17 y el 19 de mayo de ese año, con invitados de trece países de Europa Central y Oriental.

El Consejo de Administración del Secretariado Internacional del Agua en ese momento estaba integrado por Lilia RAMOS de Filipinas (Presidenta), Mario VASCONEZ del Ecuador (Vicepresidente), Ibrahima Cheikh DIONG de Senegal (Vicepresidente), Raymond JOST de Francia (Secretario General), Georges DRAGON de Canadá (Tesorero) y los siguientes miembros: Sanjit Bunker ROY (India), Jean-François DONZIER (Francia), S.M.A. RASHID (Bangladesh), Hilda L. KIWASILA (Tanzania), Regina PACHECO (Brasil), Denise BEAULIEU  (Canadá), Laurent CHABERT D'HIERES (Francia), Magdi SIDHOM (Egipto) y Maria STOLZMAN (Polonia).


María Stolzman era la presidenta de una organización llamada “Water Supply Foundation” y cuando se integró al SIA unos meses atrás -en una reunión que mantuvimos en Montreal en Octubre de 1992- propuso que el seminario que nos habíamos propuesto organizar podía desarrollarse en Varsovia.

A todos nos pareció una interesante iniciativa y no sólo aceptamos la sugerencia, sino que le dimos todo el apoyo para que su Fundación fuera la sede de ese evento tan significativo.

No olvidemos que el “Muro de Berlín” había caído apenas tres años antes -entre el 9 y 10 noviembre de 1989- y todo lo que pudiera hacerse para trabajar con la sociedad civil y las ONG de los países de la Europa Oriental era un verdadero desafío. En 1993 la apertura a todo lo que venía de occidente era mínima; las pocas cosas que se podían hacer comenzaban a surgir de manera tímida y muy recelosa.

A más de ese tipo de problemas, una de las barreras más importantes era la idiomática. María Stolzman, en esa época una señora de más de sesenta y cinco años, a más de polaco su lengua nativa, hablaba ruso y algo de inglés, pero sus colaboradores sólo hablaban polaco y ruso. 

Para el encuentro de Montreal, Raymond había contratado a un traductor, un hombre simpático de origen ruso, migrante a Canadá desde hacía muchos años, que hablaba ruso, polaco, francés e inglés.

Con el apoyo de este personaje, cuyo nombre he olvidado desgraciadamente, el encuentro de Montreal fue maravillosamente fluido y pudimos intercambiar opiniones y entender los enérgicos planteamientos y puntos de vista de doña Maria Stolzman. 

Para el evento de Montreal Raymond me escribió con la debida antelación para poder comprar el pasaje más económico, tramitar la visa al Canadá y preparar toda la documentación del caso. Recuerdo que para obtener la visa tuve que enviar mi pasaporte a Bogotá pues no había embajada canadiense en Quito.

Según lo acordado debía llevar todos los recibos y facturas de los gastos efectuados y una vez en Montreal, el SIA me rembolsaría todo lo que yo habría gastado para poder participar en aquella reunión. 

Cuando la fecha del seminario “El agua y la sociedad civil” se acercaba, Raymond me pidió, igualmente, buscar y comprar el pasaje más económico posible y hacer lo necesario para poder asistir al evento de Varsovia. Conseguí un pasaje por Air France -vía París- lo compré y como tenía visa vigente para Francia, no me preocupé de ningún otro detalle relativo a ese viaje.

El viernes 13 de mayo tomé un vuelo a Bogotá y en la tarde del mismo día me embarqué hacia la capital francesa. Llegué al aeropuerto Charles de Gaulle al día siguiente y a las pocas horas tomé mi vuelo de conexión hacia la capital de Polonia.

Cuando llegué al Aeropuerto Internacional Fryderyk Chopin de Varsovia, el sábado 14 pasado el medio día, bajé del avión como todos los pasajeros de ese vuelo y me dirigí a la zona de migración con paso firme y decidido. Cuando me tocó el turno presenté mi pasaporte al policía del mostrador y una vez que lo ojeó con detenimiento constatando mi foto, mis datos, las visas que tenía (Francia, Kenia, Costa Rica, Estados Unidos, Canadá, Brasil) y los sellos de entrada y salida de diversos países (a más de los anteriormente mencionados, en ese pasaporte tenía sellos de migración de: Alemania, Italia, Luxemburgo, Bolivia, Perú y Colombia). El policía revisó lentamente mi pasaporte, página por página y, cuando terminó,  volvió su mirada hacia mí y preguntó: - ¿visa?...

Me quedé helado.

Entre todos los papeles que había preparado y todo lo que debí hacer antes de ese viaje, jamás se me ocurrió preguntar si un ecuatoriano necesitaba visa para entrar en Polonia.

Además, como por arte de magia, nadie me advirtió de ese pequeñísimo detalle…  

En la invitación que recibí de “Water Supply Foundation” firmada por doña María Stolzman  se nos daba indicaciones sobre el clima de Varsovia en esa época del año, el servicio de transporte, el tipo de cambio de la moneda, el nombre y dirección del hotel donde nos alojaríamos, la forma más fácil de llegar hasta allí desde el aeropuerto, el lugar y dirección del sitio donde tendría lugar el seminario, la forma de llegar hasta allí desde el hotel, el voltaje de la red eléctrica, y quién sabe cuanta otra información pormenorizada. Sin embargo nada se decía sobre la necesidad de obtener una visa para entrar en Polonia.

La agencia de viajes que me vendió el pasaje Quito-Bogotá-París-Varsovia; tampoco me informó -como suelen hacerlo- sobre la necesidad de obtener una visa para poder ingresar a aquel país.

Por último, Air France me entregó los pases a bordo y me permitió embarcar en el vuelo Bogotá-París y luego en el París-Varsovia, sin constatar que no tenía la visa polaca.

El funcionario de migración se dirigió a mi en un correcto inglés y me volvió a repetir la pregunta respecto a la visa… esta vez con un poco más de detalles. Me comunicó que los ciudadanos del Ecuador requerían visa para entrar en Polonia. Le respondí que no dudaba que así fuera y que, efectivamente, yo no había tenido la precaución de solicitar una visa para poder entrar en su país.

Me preguntó el motivo de mi visita y le informé que venía a un seminario internacional que tendría lugar del lunes 17 al miércoles 19, que pensaba hacer turismo el jueves y el viernes y que mi vuelo de regreso estaba previsto para el sábado 21.

Muy cortésmente me dijo que sin visa, no podía permitirme ingresar a Polonia.

Cuando insistí, reconociendo mi omisión y consultándole si podía hablar con alguien pera explicarle el caso y ver si me podía dar una solución, me pidió esperar hasta que terminara de atender a quienes estaban detrás de mí, en la cola… Me retiré a un lado y cuando todos los pasajeros pasaron por las ventanillas de migración, me pidió acompañarle a la oficina de  su jefe inmediato. Le explicó en polaco mi caso y me dejó ante este segundo personaje. Éste me volvió a preguntar en inglés, el por qué no tenía una visa  que autorizara mi ingreso a Polonia, y le relaté la verdad… en realidad, por un lado, yo no había consultado si era necesaria una visa para llegar a Varsovia (como debía haberlo hecho) y por otro lado, la compañía aérea me había permitido tomar el vuelo desde París sin haber tenido la precaución de verificar si tenía la visa en mi pasaporte.

Volvió a preguntarme el motivo de mi viaje y le contesté  lo mismo que a su colega. Este caballero me pidió sin embargo, algunas precisiones sobre el evento en el que iba a participar.

¡Ahí se complicó el asunto!

Aunque parezca increíble, ¡yo, no recordaba el nombre del seminario!...

Le mencioné que era un “encuentro internacional sobre agua”…

Poco convencido, me pidió el nombre de la institución que organizaba el seminario… y ahí las cosas siguieron complicándose… ¡yo no recordaba el nombre de la institución dirigida por María!... Traté de salir del paso diciendo que era una Fundación muy conocida, cuya presidenta era una persona muy importante en su país… Me preguntó el nombre de esa persona y yo, ya bastante nervioso, le respondí: Maria…, María… (¡Con horror, me di cuenta que no recordaba el apellido de Maria!…).

Me preguntó ¿en que lugar iba a tener lugar el Seminario?... y yo -si bien había leído la carta de la Fundación- tampoco podía recordar en qué lugar se llevaría a cabo el evento… Me preguntó: ¿En qué hotel va usted a alojarse durante su permanencia en Varsovia?... y tampoco recordaba esa información…

Busqué entre mis papeles y no pude encontrar la carta envida por “Water Supply Foundation” que había recibido varias semanas atrás, con toda la información de la logística del seminario...

¡No estaba entre mis papeles!…

Entre lo que tenía a mano, a más de facturas y recibos, disponía sólo de una serie de faxes borrosos del SIA, sin papel membretado… simples mensajes coloquiales, que decían cosas como “Compra el pasaje y te rembolsaremos allá…” o “buen viaje, nos vemos en el seminario”… Así que no pude encontrar nada que sirviera para probar el porqué de mi viaje…

El funcionario se disculpó y me dijo que dadas las circunstancias no podía facilitarme una autorización para ingresar a Polonia sin visa. Me devolvió el pasaporte y me pidió esperar en una pequeña sala contigua, la salida del vuelo en el que había llegado, en el que me mandarían  de regreso a París.

Tomé asiento junto a dos ciudadanos de Indonesia que iban también a ser deportados en el siguiente vuelo no se a dónde…, no pude hacer nada más sino resignarme de forma paciente, asumiendo las consecuencias de mi falta de precaución…

Estaba allí sentadito cuando a través de vidrio vi llegar a numerosos pasajeros de otro vuelo… ¡Oh sorpresa!, entre ellos logré reconocer al ruso-canadiense, nuestro traductor de la reunión de Montreal… Me abalancé hacia el vidrio que nos separaba, haciéndole señas y saludándole con los brazos  pero no me vio y continuó su camino hacia la zona de migración.

Desesperadamente y con señas pedí a otras personas que le llamaran… algún pasajero comedido, así lo hizo, adelantó a los demás preguntándome al mismo tiempo -también con señas- si yo llamaba a una señora gorda o al señor de barba blanca, medio calvo, que iba delante de ella.

Moviendo los brazos y la cabeza de un lado al otro, le hice saber que no era a ella a quien quería hablar sino al otro pasajero, al caballero de adelante… llegó hasta donde él y lo señaló como  preguntándome si era él con quien quería comunicarme…Alcé los pulgares de mis dos manos y asintiendo con la cabeza una y otra vez, le confirmé que era a él a quien buscaba llamar la atención.

Advertido por mi buen samaritano, el traductor se volvió y se acercó a la vidriera tras de la cual un ecuatoriano a punto de ser deportado, le hacia señas con los dos brazos de forma desesperada…

Al aproximarse me reconoció en el acto y me preguntó algo, pero la insonorización era perfecta y por más que gritábamos ni él ni yo lográbamos escucharnos… Saqué mi pasaporte y mostrando la visa canadiense le explique con señas que no tenía visa para entrar en Polonia… Me hizo entender que luego de salir de migración y de recoger su equipaje iba a hablar con quienes le esperaban, para ver cómo me ayudaban para salir del apuro en el que me encontraba por mi falta de visa.

Esperé todavía una media hora, sin tener ninguna noticia de las gestiones de mi amigo. Sin embargo al poco tiempo se me iluminó la cara, al ver entrar a la salita donde me tenían recluido, al jefe de migración junto a un joven alto y delgado que se dirigió a mí, por mi nombre. Se identificó como colaborador de la señora Stolzman.

Este caballero ya había explicado la realización del seminario y dado toda la información requerida para solucionar mi caso. Acompañé al jefe de la policía de migración a su oficina y, luego de llenar y firmar algunos formularios, me otorgó una visa autorizándome la permanencia en Polonia por 10 días.

A continuación estampó en mi pasaporte un sello de entrada y me lo devolvió con un atento “Welcome to Poland”.

Le agradecí enormemente y seguí al asistente de María Stolzman hacia la zona de entrega de equipaje para recuperar mi maleta y luego, hacia la salida donde esperaba mi amigo el traductor a quién abracé con enorme gratitud. Me había salvado de un buen lío.

El colega de María nos acompañó en su vehículo hasta el Hotel Palace en el que teníamos reservación. Este imponente hotel de estilo neoclásico, fue construido en 1913 y tiene más de 200 habitaciones, una bonita cafetería y un excelente restaurante.

El hotel estaba en una zona céntrica, frente al Palacio de la Cultura y la Ciencia, tan sólo a 350 metros de la estación de trenes “Warszawa Centralna” y muy cerca del casco antiguo de Varsovia.

El centro histórico de la ciudad fue completamente destruido durante la II Guerra Mundial. Sin embargo fue reconstruido después de ese conflicto y en 1980 pudo ser declarado “Patrimonio de la Humanidad” por la Unesco como "ejemplo destacado de reconstrucción de una ciudad histórica y patrimonial”

En el hotel nos encontramos con Raymond Jost, Daniel Allard, Lilia Ramos e Ibrahima Cheik Diong, mis colegas del SIA, que ya habían llegado a Varsovia desde Canadá los dos primeros y desde Filipinas y Senegal, los dos últimos. En la noche luego de la cena, simplemente descansamos del viaje y al día siguiente pudimos conocer algo de la ciudad.

El hotel estaba en un sitio realmente céntrico, servido por muchas paradas de autobús y tranvía, por lo que desde allí, se podía acceder fácilmente a cualquier parte de la ciudad.

De inmediato nos familiarizamos con el transporte urbano y adquirimos un libretín de tiquetes que permitían la movilización en buses y tranvías, así que pudimos visitar diversos atractivos turísticos y en los días posteriores, trasladarnos desde el hotel hasta la sede del seminario.

Nos llamó la atención lo limpia y bien organizada que era la ciudad de Varsovia. En todo lado pero particularmente en las paradas de transporte público había basureros donde la gente depositaba los desechos; todos estos tachos disponían de ceniceros en la parte superior  donde la gente apagaba sus cigarrillos antes de subir al bus o al tranvía. Nadie tiraba sus colillas a la calle o la vereda.

También nos llamó la atención la cantidad de árboles en las calles y lo bien mantenidos que eran los espacios verdes. Pudimos enterarnos que los espacios verdes cubren una cuarta parte de la superficie total de Varsovia. Toda la ciudad está llena de árboles que crecen en pequeños parques en los barrios, en espacios verdes a lo largo de las calles, y en grandes parques y bosques urbanos en toda la ciudad.

Al medio día fuimos a caminar en el “Lazienki Park”, uno de los espacios verdes más agradables de Varsovia. Ese ese lugar, en primavera y en verano, se puede escuchar conciertos de piano bajo la estatua de Fryderyk Chopin el famoso músico polaco.

Al escuchar los delicados acordes de sus polonesas mientras caminábamos por las tranquilas circulaciones de ese hermoso parque, al principio  creíamos que se trataba de música ambiental reproducida desde una cabina de sonido oculta en algún rincón, pero al llegar al centro del parque donde está la estatua del músico, descubrimos que podíamos deleitarnos con un concierto en vivo. Dos excelentes pianistas, elegantemente ataviados con frac,  ejecutaban en dos magníficos pianos de cola música de Chopin para deleite de centenares de oyentes de todas las edades. Pasamos buena parte de la tarde en ese remanso de paz, disfrutando del concierto. Todos comentábamos con sana envidia lo hermoso que sería disponer en nuestras respectivas ciudades de ese tipo de oferta cultural en espacios públicos abiertos de forma gratuita a todas las personas. 

En la noche dimos una vuelta por el centro de la ciudad con Lilia, Ibrahima y Daniel, junto a varios amigos del CCFD (Comité Catholique contre la Faim et pour le Développement) y otros colegas de diversas organizaciones que auspiciaban el seminario.

Para entrar en calor, nos pegamos una especie de empanadas hechas al vapor, llamadas pierogis, rellenas de queso, col, cebolla, carne y huevo duro. Acompañamos las pierogis con grandes jarros de cereza o con vino hervido… Con ese combustible, poco a poco, pudimos recuperar las energías para regresar al hotel sin que el frío de la noche hicera mayores estragos.

El Seminario Internacional “Agua y sociedad civil” fue un verdadero éxito, en la sesión inaugural participaron en la mesa directiva: Lilia RAMOS nuestra presidenta y Raymond JOST Secretario General del SIA; María STOLZMAN, presidenta de “Water Supply Foundation”; Jean-François DONZIER Director de la “Office International de l’Eau” de Francia, colega nuestro del Consejo de Administración del SIA y Alexander ROTIVAL, quien luego de retirarse de sus funciones en la ONU fue el primer presidente del “Consejo de Concertación sobre Abastecimiento de Agua y Saneamiento” (WSSCC), red en la que muchos de nosotros participamos activamente por varios años.


Doña María Stolzman nuestra anfitriona, ingeniera zootecnista y doctora en ciencias agrícolas, había nacido en 1929; desde joven se dedicó a la política, fue activista social; luchó por el derecho al agua y por el establecimiento de la democracia en Polonia, fue cofundadora de la Fundación Nacional de Prensa de “Solidaridad" y, en 1993 cuando nos recibió en su Fundación, era miembro del parlamento polaco.

En la noche del lunes el día de la inauguración del seminario tuvimos una agradable recepción de bienvenida. Allí pude conversar bastante largo con doña María. En algún momento, armándome de valor, le dije que encontraba una cierta incompatibilidad entre la dulzura de sus ojos (de un celeste casi transparente) y la severidad que había en el resto de sus gestos, en la forma dura con la que expresaba sus apreciaciones y en la forma casi intolerante con la que trataba de imponer sus puntos de vista.

Me replicó algo que me dejó paralizado. Sin cambiar el tono de su voz, me dijo: -“Cuando a los once años de edad, escondida en una zanja, has visto a los nazis asesinar a tu padre, a tu madre y a todos tus hermanos, cuando has tenido que comer patatas crudas y hierva para sobrevivir, siempre escondiéndote para no ser también asesinada y luego… un vez terminada la guerra, has caído en manos de un sistema opresor… tampoco tú, podrías sonreír, ni tendrías motivo para no tener un mirada dura y un profundo odio contra todo tipo de invasores e injusticias”…

Nos quedamos mirando sin decir nada….

Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas…. pensé en abrazarla y colmarla de besos… pero no me atreví…

Simplemente la tome de las manos, apretándolas con fuerza y asintiendo con la cabeza hice un gesto de comprensión…. Me alejé del lugar y fui en busca de una copa para pasar el sabor amargo que tenía en toda la boca. 

Al día siguiente, en una gran explanada junto al río Vístula, los participantes en el Seminario y numerosos otros invitados participamos en el lanzamiento del Globo “Una Gota de Esperanza”

Como ya he relatado una primera versión del Globo “Una Gota de Esperanza” fue lanzada  como parte de una primera campaña de información sobre “el agua y el medio ambiente” en Rio de Janeiro durante la “Cumbre de la Tierra” en 1992. En esa oportunidad el Globo, blanco con una gota azul pintada sobre aquel color de fondo,  se elevó como una iniciativa del SIA en asociación con “ENDA-Tiers Monde” de Dakar.

En Varsovia pudimos lanzar una nueva versión de la "Gota de la Esperanza”, esta vez era un globo mucho más grande, de color celeste, gracias a la colaboración de los “Mongolfiers de St-Jean- sur-Richelieu” que contribuyeron a hacer realidad este proyecto.

La "Gota de la Esperanza” es un globo de aire caliente en forma de gota de agua de 24 metros de alto. El objetivo de hacerlo elevar en Varsovia apuntaba a que las autoridades, las organizaciones de la sociedad civil, los jóvenes y el público en general llegaran a interiorizar y hacer suyos importantes mensajes ligados a las responsabilidades de “todos” respecto “al agua, el medio ambiente, la colaboración y el desarrollo sostenible, a través de la acción local”.

Tuvimos gran éxito en este nuevo lanzamiento del globo. En el discurso inaugural Raymond destacó la importancia de la colaboración de todos para pode impulsar iniciativas y proyectos de interés colectivo.

La presencia de la "Gota de la Esperanza” en Varsovia fue posible justamente gracias a la colaboración e interacción de asociados del sur y del norte, de personas e instituciones provenientes de las agencias de desarrollo internacional, de ONG, gobiernos locales, empresas privadas, etc.

Luego de la cita de Varsovia, el SIA, lanzó una iniciativa para desarrollarla con sus asociados de todo el mundo bajo el lema “La sociedad civil y sus compromisos en la búsqueda de soluciones a los problemas del agua potable, el saneamiento, el medio ambiente y la calidad de vida”, que fue verdaderamente exitosa.

Al finalizar los tres días de aquel seminario, tuve la oportunidad de realizar un viaje extraordinario a la ciudad de Cracovia, donde visité el campo de concentración de  Auschwitz, una experiencia verdaderamente aterradora que será motivo de otro relato.

En esta ocasión quiero rendir un homenaje especial a mi colega María Stolzman a quien sólo volví a ver en otra oportunidad en Suiza, en el marco de otra reunión del Secretario Internacional del Agua.

María murió el 26 de noviembre de 2010 a los 81 años de edad. Durante su funeral el gobierno polaco le otorgó a título póstumo la “Cruz de Oficial” de la “Orden del Renacimiento de Polonia”  por sus logros y sus sobresalientes servicios al Estado y a la sociedad.

María había sido elegida tres veces consecutivas representante al parlamento polaco y declarada ciudadana de honor de las ciudades de Starachowice, Pierzchnicy y Chmielnik.

Al enterarme de su partida recordé sus ojos azules y su mirada profunda, sus sufrimientos y sus luchas. Espero que ahora, dondequiera que esté, haya encontrado la paz.

1 comentario:

  1. ¡Qué insólita aventura pasaste en Polonia! felicitaciones por tu blog.

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