Como ya he relatado
el Consorcio CIUDAD-Ecogestión administraba el Parque Metropolitano
Guangüiltagua (PMG) luego de haber ganado un concurso convocado por el
Municipio Metropolitano y la Corporación “Vida Para Quito”.
Tuvimos a nuestro
cargo la gestión integral del parque por màs de tres años, desde fines de 2006 hasta
el 31 de agosto de 2010.
Ahora que los
helicópteros de Aeropolicial han cumplido un rol importantísimo en el control
de los incendios forestales, he recordado un vuelo que realizamos con oficiales
de ese organismo para recorrer el Parque Metropolitano Guangüiltagua y definir la posible
ubicación de un sitio para el aterrizaje de ese tipo de aeronaves en casos de emergencia.
El 02 de junio de
2009 recibí una carta de la licenciada María del Pilar Loachamín,
Administradora de la Planta de Agua Potable de la EMAAP-Q, ubicada en el PMG,
en la que me pedía realizar un reclamo formal a la Comandancia General de
Policía por cuanto un helicóptero de “Aeropolicial” había realizado un
aterrizaje no autorizado en los terrenos de esa planta de potabilización el sábado
30 de mayo.
Me comuniqué de
inmediato con María del Pilar para pedirle más información y me reiteró lo
sustancial de su carta, añadiendo que el aparato había aterrizado de improviso
sobre los tanques de almacenamiento de agua que están debajo de una losa de
hormigón, recubierta de césped… su alarma se debía a que el peso del aparato
podía haber comprometido la estructura y originado un desastre de proporciones desconocidas
si hubiese llegado a trizar la cubierta de esos tanques que abastecen de agua a
la mayor parte del norte de la ciudad.
Ya con más elementos
de juicio dirigí una carta al General Freddy Martínez, Comandante General de la
Policía Nacional, pidiendo nos aclarara el incidente y adjuntando el reclamo de
la EMAAP-Q
Nuestra solicitud fue
tramitada de inmediato y a los pocos días recibí la amable visita del Teniente
Coronel Guillermo Ortega, Comandante del Servicio Aeropolicial, quien
personalmente me traía una copia del Informe firmado por el Mayor Byron Haro,
explicando que tuvo que realizar ese aterrizaje en el PMG al haber detectado
fallas técnicas al sobrevolar zonas habitadas y construidas del norte de la
ciudad.
Agradecí al Teniente
Coronel Ortega su amable deferencia y acepté las explicaciones que eximían de
toda responsabilidad al Mayor Haro. Le aclaré sin embargo, que los terrenos en
los que aterrizó, aún si parecen un campo verde, son en realidad losas de
hormigón cubiertas de césped y deberían registrar ese particular para no
repetir la maniobra en el futuro.
Quedamos en hacer una
visita técnica para poder establecer un sitio adecuado para el aterrizaje de
helicópteros en el Parque para cualquier emergencia -como la que se presentó en
esa ocasión con la aeronave policial-, pero también para que el Parque y la planta de la EMAAP-Q pudieran disponer
de un espacio para aterrizaje de
helicópteros para atender cualquier requerimiento de seguridad o de auxilio
a usuarios, visitantes o trabajadores.
El Teniente Coronel
Ortega me invitó a realizar un sobrevuelo del parque al día siguiente para poder
detectar posibles lugares donde se pudiera prever un “helipuerto” en el PMG.
El posible soporte de
Aeropolicial en caso de emergencias era una necesidad vital para el disminuir
la vulnerabilidad del PMG, así que acepté gustoso el ofrecimiento del
comandante de esa unidad. Yo tenía un par
de ideas de los posibles sitios para ubicar una plataforma para aterrizaje de
helicópteros, por tanto quedamos en verificar -in situ- si brindaban las
facilidades y condiciones requeridas.
El 18 de junio de
2009 a las 07h30, con Anita Torres, la famosa “Pequitas”, nuestra comunicadora y relacionadora, fuimos hasta el
aeropuerto Mariscal Sucre, donde nos esperaban el piloto y su acompañante para hacer el sobrevuelo con nosotros.
A las 08h00 luego de
recibir ciertas indicaciones básicas de seguridad, sobre la forma de
comunicarnos internamente mediante radio y de cumplir la rutina de verificación
de una serie de detalles previos al vuelo, nuestro pequeño helicóptero se elevó
rumbo al Parque.
Luego de salir de los terrenos del Aeropuerto, recorrimos la avenida 10 de agosto, el sector fabril de El Inca;
la avenida Eloy Alfaro y llegamos hasta la avenida Granados. Ingresamos al
Parque a la altura del Redondel del Ciclista; brevemente pudimos ver la pista
de BMX que con tanto esfuerzo construyeron los padres de familia y los
deportistas del Club Deportivo de la UTE.
El territorio del
Metropolitano que tantas veces recorrimos y nos resultaba tan familiar y
querido, era en esta ocasión diferente e, incluso, impresioantemente grande, visto desde el
aire.
Cruzamos la zona
boscosa del límite noroccidental del PMG y llegamos hasta la Comuna Miraflores;
pudimos ver la cancha de uso múltiple y el kiosco que construimos durante
nuestra gestión en el área comunal de ese conglomerado humano. Se veía también
las obras de la Casa Comunal que los moradores habían comenzado a levantar para
reemplazar la vieja sala de reuniones que estaba en territorio del Parque. Reconocimos
las casas de muchos de nuestros colaboradores pues los miembros de la
Microempresa “Ashintaco”, encargada del mantenimiento, limpieza y jardinería
del Parque, al igual que varios miembros de la Empresa de Guardabosques, eran
moradores de la “Comuna”.
Sobrevolamos luego la
cancha de la Liga Barrial Miraflores. Ese espacio deportivo y sus instalaciones
no forman parte del territorio de la Comuna Miraflores. En los campeonatos y
otras actividades de la Liga Barrial participan varios equipos y deportistas de
la Comuna pero la Liga agrupa a numerosos otros equipos de barrios vecinos al
Parque. Sus precarias instalaciones y sus prácticas deportivas y cerveceras
dependen de la Federación de Ligas Barriales de Quito. Con el presidente de la
Liga tratamos muchas veces de conseguir del Municipio la donación de otro
terreno más adecuado para las actividades de esta agrupación. Sin embargo
nuestras gestiones no tuvieron éxito y la Liga Barrial sigue usando el espacio
del Metropolitano para sus prácticas y entretenimientos, deportivos y
non-santos.
Nuestro vuelo
continuó luego hacia el sur, atravesando el bosque del borde occidental del
Parque desde donde pudimos ver las urbanizaciones cercanas y con
mucha claridad, el Estadio Olímpico “Atahualpa” de El Batán.
Seguimos por sobre
las líneas de trasmisión que vienen desde Cumbayá y atraviesan el parque hasta la
Sub-Estación de la Empresa Eléctrica Quito y llegamos hasta la Quebrada “Ashintaco”
y luego al parqueadero del mismo nombre
Nosotros restauramos el
Parqueadero “Ashintaco” con tecnología y materiales ecológicos gracias al
concurso de la firma "Consolit" representada en el Ecuador por nuestro buen amigo
Felipe Adolf.
Atravesamos la vía de
acceso al Parque, aquella que une la calle Guangüiltagua con la planta de
Tratamiento de Agua de la EMAAP-Q y llegamos al nuevo parqueadero “Chuquipata”
que construimos también en nuestro periodo, merced a un contrato suscrito con el Ingeniero Raúl
Duque.
El parqueadero
“Chuquipata” lo planificamos usando el trazado, los bordillos y el
alcantarillado existentes, de varias manzanas de la antigua urbanización que la
Cooperativa de empleados y trabajadores del IETEL (Instituto Ecuatoriano de
Telecomunicaciones) pretendió construir en ese territorio.
En esa zona existían
varias casas y numerosos cerramientos que algunos miembros de la cooperativa edificaron
tratando de presionar por ese medio su permanencia en el actual Parque
Metropolitano. Sin embargo prevaleció la declaratoria de utilidad pública y
cuando nosotros nos hicimos cargo de la administración del Parque tuvimos que
derrocar esos cerramientos y rellenar las calles que habían sido trazadas y
excavadas.
Recuperamos así el
perfil original de la colina y reforestamos con especies nativas las antiguas
manzanas para poder integrar esa zona, al territorio del Parque. Restauramos dos
de las casas ruinosas existentes para dedicarlas a otras funciones: una,
llamada Yuyu-Tambo (la Posada de las yerbas) la dedicamos a la producción y
expendio de hierbas medicinales y hortalizas orgánicas, gracias al apoyo de la
ONG Chisp-Ecuador; y otra; llamada Puma-Tambo (la Posada de los Pumas) a la
sede de la microempresa de Guardabosques del PMG, los famosos “Pumas”. Una
tercera casa de propiedad de una familia Espinosa que seguían litigando para
evitar ser desalojados del Parque, siguió en pie por casi todo nuestro período
y solo fue derrocada por el Municipio merced a una orden judicial a mediados de
2010.
Volamos sobre la antigua
urbanización del IETEL y pudimos observar la iglesia que aquella cooperativa
comenzó a edificar en ese espacio. Hernán Burbano nos hizo un maravillosos
proyecto para restaurarla como sede de la administración del Parque y “Centro de actividades culturales” pero su
ejecución no fue aprobada por “Vida para Quito” a pesar de nuestras
innumerables cartas y pedidos… Allí sigue, sin uso y deteriorándose, cuando
puedo estar operativa y brindando adecuados servicios a usuarios y visitantes.
El helicóptero se
desplazó luego hacia el oriente y
sobrevolamos la vía con parterre central que, por mucho tiempo, fue el único
parqueadero del Parque, vimos la “pista de
socialización canina” y la “zona deportiva” que construimos y
rehabilitamos en nuestra gestión y el “Centro de Información y Servicios
Generales” de donde salieron a saludarnos nuestros colaboradores y colegas que
sabían que realizaríamos esa inspección aérea.
Pedimos a nuestros
pilotos enrumbar el vuelo del helicóptero hacia la planta de tratamiento de la
EMAAP-Q para pudieran verificar que el sitio dónde ellos se había posado en
días pasados no era un prado -como eventualmente pudo parecer desde el aire-
sino una losa con recubrimiento vegetal.
Volamos sobre el gran
reservorio de almacenamiento de agua cruda y sobre los numerosos tanques en los
que el agua recibe tratamiento para poder salir luego hacia la ciudad en
condiciones óptimas para el consumo humano. La vista de todas estas
instalaciones y la visión del paisaje de la cordillera en el límite oriental
del valle de Cumbayá y Tumbaco eran sobrecogedoras desde el aire, con la luz de
la mañana que se reflejaba en el agua de la planta y en la bruma que apenas
estaba comenzando a despejarse sobre el
valle.
A más de guardar ese
instante en una serie de hermosas fotografías, Pequitas hizo un lindo registro
en video de esa parte del recorrido aéreo.
Luego de dar una
vuelta para ver el bosque del límite oriental del Metropolitano, nos dirigimos
hacia el sur. Volamos sobre la meseta llamada de las “Tortugas” por las
esculturas allí localizadas.
Justamente pudimos
ver desde el aire en primer plano la obra a la que la gente la conoce como “Las
Tortugas” del escultor holandés Mark Brusse llamada realmente “Mirando al Señor
Cotopaxi”; al fondo el gran arco multicolor denominado “Inducción Cromática Ecuatoriana”
de Carlos Cruz Diez de Venezuela, escultura conocida como “El Arco Iris” y a la derecha, las “Columnas”
de Saturo Sato, artista japonés.
Nos dirigimos luego
hacia el lugar donde se encontraba la escultura “Cenital” de Joseph María Camí
de España. Al inicio de nuestra gestión, la escultura fue retirada por el
Municipio para ubicarla en la avenida Simón Bolívar. Nos dejaron la base
semi-destruida y cómo no hubo forma de lograr que la retirasen o la reparasen,
optamos por usarla para conformar un ágora para actividades al aire libre
conformando con tierra y césped unos graderíos semicirculares en su costado
sur.
Ese era uno de los
sitios que podría ser utilizado para el aterrizaje de helicópteros en caso de
emergencia. Nuestros pilotos dieron varias vueltas y verificaron que el
diámetro del círculo efectivamente era más que suficiente para esas posibles
maniobras… sin embargo desecharon esa opción por la cercanía de grandes árboles
de eucalipto en las inmediaciones, ello pondría en peligro un eventual
aterrizaje, sobre todo en período de vientos.
Volamos luego la zona
de bosque del límite sur del parque desde donde pudimos divisar las casas y edificaciones
del Barrio Bellavista entre otros, la “Capilla del Hombre”, legado del connotado
pintor Oswaldo Guayasamín. Desde allí se veían también la iglesia y residencias
de Guápulo y los grandes edificios de la avenida Gonzáles Suárez.
No dirigimos
nuevamente hacia el centro del Parque, allí quería que los pilotos evaluasen el
otro posible lugar que podría servir para el aterrizaje de helicópteros: una
semi-manzana de la antigua urbanización de IETEL, ubicada junto a la pista de socialización
canina… El lugar les pareció ideal pues se encontraba distante de árboles,
redes eléctricas o cualquier otro tipo de obstáculo; el terreno era plano y
accesible para poder trasladar a cualquier persona accidentada o para permitir
el desplazamiento de socorristas o policías para atender cualquier emergencia
en el parque.
No aterrizamos en ese
predio porque la vegetación estaba un poco alta… pero si lo hicimos en la pista
de socialización canina, a un costado de los equipamientos que ésta disponía
para ese tipo de servicio a la comunidad.
No pudimos descender del aparato pues,
inmediatamente después de nuestro aterrizaje, los curiosos comenzaron a correr hacia el helicóptero y los pilotos
tuvieron recelo que las aspas que continuaban girando, pudieran ocasionar un accidente.
Nos volvimos a elevar
y luego de saludar con la mano a todos quienes se estaban acercando, emprendimos
el viaje hacia el Aeropuerto de Quito en donde aterrizamos a las 08h47 luego de
un interesantísimo tour de algo más de tres cuartos de hora.
El acercamiento con
la institución Aeropolicial, permitió que hayamos podido definir conjuntamente, el
lugar idóneo para que las naves de Aeropolicial puedan realizar aterrizajes en
el PMG para eventuales necesidades de apoyo y casos de emergencia.
En una carta que dirigí
al Comandante General de la Policía, al Comandante del Servicio Aeropolicial y
a nuestros pilotos, agradecí a nombre del Consorcio CIUDAD-Ecogestión las
atenciones recibidas y les reiteré nuestro compromiso de colaboración para que
la Policía Nacional y Aeropolicial puedan disponer de un lugar de aterrizaje para
que puedan desarrollar sus actividades de la mejor manera para servicio de la
comunidad y en beneficio de quienes laborábamos en el PMG.
Durante nuestra
gestión mantuvimos podado y despejado de árboles u otros obstáculos el área
prevista para posibles aterrizajes de helicópteros y sugerimos a nuestra colega
Mayra Calderón, Directora del Parque Itchimbía, que destinara un espacio
adecuado en ese Parque, para idénticos fines.
Ojalá el Municipio
haya preservado esta iniciativa y no sólo el Metropolitano y el Itchimbía, sino
otros espacios públicos puedan disponer de áreas adecuadas para este tipo de
operaciones en casos de emergencia.
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