Ese relato lo redacté para la revista de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central , pero no llegó a publicarse.
Lo escribí luego de haber diseñado una escalera rústica de escalones compensados para que mis hijas pudieran subir confortablemente a unos altillos que tenían en la parte alta de la cubierta inclinada de sus dormitorios.
Las gradas de escalones compensados no son ninguna novedad, sin embargo generalmente se los usa en escaleras de un solo tramo o en escaleras de dos tramos con un descanso rectangular igual al de cualquier grada normal.
La innovación en la escalera que diseñé para mis hijas fue que se trataba de una escalera de escalones compensados de dos tramos, pero en “L”, en ella el descanso se compone parcialmente de un escalón compensado y un complemento rectangular que permite que la escalera sea usada como si se tratase de una escalera de caracol.
En planta se la ve como un cuadrado de un metro de lado que se ha dividido en cuatro partes iguales. En uno de los cuadrantes se desarrolla el tramo inicial de escalones compensados que permite subir un metro veinte y cinco centímetros hasta el descanso, en el cuadrante que sigue se desarrolla el descanso y en el tercero, el tramo final que sube hasta el altillo ubicado dos metros y medio sobre el nivel del dormitorio.
Por eso el título del relato: “Cómo subir confortablemente dos metros y medio utilizando para el efecto las tres cuartas partes de un metro cuadrado”.
Por eso el título del relato: “Cómo subir confortablemente dos metros y medio utilizando para el efecto las tres cuartas partes de un metro cuadrado”.
Las escaleras de caracol o de espiral, tienen un eje central que soporta la parte angosta de escalones y una viga helicoidal auto-soportada que recibe el peso de la parte ancha de los escalones que también pueden apoyarse en un sistema de soportes o en las paredes que confinan la grada.
En planta, la grada de caracol se dibuja como un círculo con una serie de sectores limitados por dos radios del círculo y el arco correspondiente de la circunferencia. El ángulo entre los dos radios marca la dimensión del escalón que, según las normas, a treinta centímetros del eje, debería tener un ancho no menor a veinte centímetros para permitir que una persona -suba y baje- con suficiente área de apoyo para el pie que se coloque en aquella parte del escalón.
Las escaleras de caracol son relativamente confortables para subir sobre todo si se las hace sin contrahuella de tal manera que el pie puede superar el ancho del escalón. Para bajar en cambio no son muy seguras ni confortables.
La escalera de escalones compensados en cambio, ofrece cómodo sustento a los pies tanto al subir cuanto al bajar.
Pero… volvamos al viejo relato que como he mencionado, encontré hace poco y que ahora he adaptado para poder compartirlo por este medio.
Aquel relato sobre la “escalera Vásconez”, escrito hace más de veinte años decía lo siguiente:
“Leí hace algunas semanas “La Historia exagerada de Martín Romaña” de Alfredo Bryce Echenique, el primero de sus “Cuadernos de Navegación sobre un sillón Voltaire”; en este caso, el azul (el cuaderno, por supuesto, no el sillón Voltaire).
El otro, rojo, (el otro cuaderno, claro…) tiene como protagonista al propio Martín quien habla -quien sabe cuán exageradamente- de Octavia de Cádiz, pero aun no lo he leído a pesar de mi interés por saber el desenlace de esa historia de cuadernos y sillones, entre otras causas porque cuando fui en su búsqueda a la librería descubrí que costaba algo así como un tercio del salario mínimo vigente.
En esa ocasión sin embargo, encontré por casualidad “Historias de Cronopios y de Famas”, de Julio Cortázar; otro libro formidable… (prestado-perdido hace años).
Al hojear esa joya de Cortázar encontré historias tan lindas como sus “Instrucciones para subir una escalera”.
Naturalmente me lo compré.
Recordé que hace tiempo, siendo estudiante de arquitectura, tuve que desarrollar un estudio sobre las escaleras y utilicé aquel cuento genial como introducción al trabajo.
No sabría decir ahora si el resultado de aquella tarea fue bueno o no tanto, pero las líneas de ese Gigantesco Cronopio (como algunos de sus amigos llamaban a Cortázar) tuvieron gran suceso.
Recordé también (la asociación de ideas generalmente me impide concentrarme en un solo tema) que, hace no mucho, diseñé y construí para mis hijas una escalera de cincuenta centímetros de ancho que no sólo permite subir y bajar confortablemente a quien se aventura entre sus peldaños sino que ocupa menos de un metro cuadrado de superficie.
Una escalera cómoda que ocupa poco espacio es una alternativa interesante para la vivienda contemporánea en cuya solución, la optimización de las áreas útiles y la reducción de las circulaciones, constituyen un reto para el diseñador.
Me propuse pues, escribir unas pocas líneas sobre ese tema y naturalmente, habiendo reencontrado las “Instrucciones…“, de Cortázar, decidí que éstas pasarían a formar parte del relato.
Pensé que aquel cuento sobre las escaleras tendrá siempre un gran suceso.
Fue pensada y repensada.
Mi hija Manon contaba que “...de vez en cuando, usaba esa grada como escritorio (para hacer deberes, dibujar o leer un libro) ...cuando aún cabía entre peldaño y peldaño... Sólo con la adolescencia terminó ese tipo de hazaña -mezcla en partes iguales de equilibrista y contorsionista-".
Yo también, para iniciar mi relato, la he subido y la he bajado, la he observado con detalle, me he sentado en sus peldaños, tratando de imaginar algo que decir sobre ella…
He imaginado a Bryce Echenique, sentado en su sillón Voltaire, frente a su cuaderno azul tratando de decir algo sobre Martín Romaña…
Bryce tuvo más éxito, por supuesto.
Para un cronopio común y silvestre como yo, eso de escribir no es necesariamente fácil.
Se me ocurrió, por tanto, presentar -sin explicaciones- la escalera y se me ocurrió además, bautizarla con mi nombre.
Pensó que si existía un sillón que lleva el nombre de Voltaire, quien habrá tenido sobre su cabeza preocupaciones más importantes que diseñar o construir un sillón y menos aún, escribir sobre él (o mejor, acerca de él; pues quien escribía sobre él -como queda explicado- era Bryce Echenique), yo podía, perfectamente, llamar con mi nombre a la escalera que había diseñado y construido y que, además, me servía temporalmente de asiento para escribir acerca de ella (entre otras cosas porque nunca conocí un sillón Voltaire).
Decidí que cuando llegase a conocer la dirección de Cortázar en el Cosmos, le pediría que escribiese un relato titulado "Instrucciones para subir una escalera Vásconez" para acompañar a mis dibujos…
Por lo pronto, mientras duran las averiguaciones, pido a ustedes se sirvan echar un vistazo a los dibujos y solazarse con las "Instrucciones para subir una escalera" de Cortazar.
P.D.: No he encontrado los dibujos (recuerdo que los entregué a Celso Rojas quien se ofreció a hacer una ilustración para el artículo que no llegó a publicarse...) Tendré también que averiguar que fue de ellos... Acompaño ahora los esquemas iniciales de otra "escalera Vásconez" que construí en Tonsupa hace un par de años... cuando pueda incluiré también algunas fotos...
01 de mayo de 2012 : He podido -por fin- conseguir unas fotos de la "escalera Vásconez" de Tonsupa, así como un par de esquemas en perspectiva: los incluyo para quienes tengan interés en este asunto:
INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA
JULIO CORTAZAR
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y más adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación produciría formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la izquierda abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón.
Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la derecha (también llamada pie pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se la hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie.
(Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombres entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Cortázar Julio, “Historias de Cronopios y de Famas”, Editorial Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1989, p. 25
me gusto el diseño, discreto y ahorrador de espacio, lo aprovechare para una construcción que tengo que realizar, saludos
ResponderEliminarEsta muy padre y funcional tu diseño. Gracias
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