Acaba de dejar el Ministerio de Salud nuestro querido amigo David Chiriboga, posiblemente una de las personas más capacitadas, comprometidas y solventes para una tarea que obviamente nos es nada fácil como es enfrentar el tema de la salud en el país y sobre todo, encarar la restructuración de la institucionalidad que debe encargarse de ese tema a nivel nacional.
David ha tenido que lidiar con graves circunstancias estructurales y coyunturales que finalmente determinaron la salida de él y de su equipo del ministerio, cuando estaban justamente tratando de cambiar la situación del sistema de salud pública del Ecuador de forma integral. Creo que su salida significa un grave retroceso para un proceso que estaba apenas iniciándose y que requería apoyo y continuidad, en fin….
En medio de esa dolorosa noticia para el país, recordé varias cosas de cuando conocí a David hace veinte años.
En marzo de 1991 se reportaron en el Ecuador los primeros casos de cólera que desencadenaron en poco tiempo una grave epidemia que se declaró en quince de las veintiún provincias existentes en el país en esa época.
La presencia de esta enfermedad no fue sólo el resultado de la pésima infraestructura sanitaria de nuestro país donde las enfermedades infecciosas e infecto-contagiosas constituían la primera causa de morbilidad y mortalidad sino también de las limitaciones del sistema nacional de salud, para enfrentar la prevención e intervenir de forma eficaz y oportuna en el control de la enfermedad una vez detectada.
Si bien era cierto que el mejoramiento de la infraestructura sanitaria y el mejoramiento de las condiciones socio-económicas de la población eran -y son- dos elementos determinantes de la presencia o no de este tipo de patologías y que resultaba indispensable -en esa época como ahora- que el Estado y la sociedad en general, presten suficiente atención a las necesidades básicas de la población; caso contrario todo tipo de epidemias y endemias continuarán azotando a los ecuatorianos; era una realidad también que en la población y en los propios organismos del Estado, se conocía poco sobre la enfermedad y sobre la manera de atacarla (tanto para intervenir sobre las personas que la habían contraído cuanto para evitar que se extienda).
La epidemia del cólera que se presentó en esa época tenía una serie de causas e implicaciones de carácter social y económico a más de las dramáticas consecuencias en las personas enfermas, las familias, las comunidades afectadas y en la sociedad misma.
Frente a este problema se debieron tomar medidas de emergencia de todo tipo, tanto desde las diferentes instituciones gubernamentales cuanto en otras instituciones dedicadas a actividades ligadas a la salud y al desarrollo.
En ese contexto, en marzo de ese año, en el Centro de Investigaciones CIUDAD nos propusimos hacer algo que pudiera contribuir a esa causa común a la que deseábamos sumarnos para contribuir a enfrentar la emergencia.
Al equipo interdisciplinario de CIUDAD se había incorporado poco tiempo atrás, un médico, nuestro querido amigo Rodrigo Barreto y por él nos enteramos que como el cólera era una enfermedad que había dejado de presentarse en el país -y en al región- desde hacía muchos años, a nivel nacional había una dificultad real para obtener información actualizada, de alta calidad técnica y práctica sobre el tema. El cólera ya no se estudiaba en las facultades de medicina, había poca preparación científica y casi nada de experiencia en el ministerio, en clínicas, hospitales y, menos aún, en los centros y sub-centros de salud, en cuanto a procedimientos y estrategias para prevenir y enfrentar la enfermedad.
De otra parte había información que comenzó a circular que resultaba contradictoria, poco eficaz y hasta absurda como una recomendación que encontramos en un folleto que afirmaba que debíamos “lavarnos las manos con agua hervida”.
Diego Carrión era el director de CIUDAD y yo era el responsable de Agua y Saneamiento de REDES (la Red de Estudios de los Servicios Urbanos en América Latina, que habíamos creado años atrás). Nos reunimos con Rodrigo y discutimos una serie de opciones para poder hacer un aporte significativo a la problemática de la epidemia de cólera en la medida de nuestras posibilidades.
En ese contexto Rodrigo nos presentó a David Chiriboga, con quién había trabajado cuando los dos cursaban la carrera de medicina en la Universidad Central. Le invitó una mañana a CIUDAD y discutimos con ellos qué hacer y cómo proceder.
Concluimos que debíamos hacer dos cosas indispensables y factibles: a) sistematizar la información más actual, pertinente y seria sobre la enfermedad y difundirla entre los profesionales de la salud y de los organismos dedicados a la prevención, intervención y capacitación sobre la epidemia; y b) estructurar un documento de difusión masiva sobre la manera de enfrentar la epidemia, qué aspectos priorizar en una campaña de educación y prevención, cómo se presenta la enfermedad, cómo tratar a un paciente que la ha contraído, como actuar desde al comunidad, etc.
Decidimos producir dos folletos, serios y de poco costo, que cumpliesen los dos propósitos. Sin embargo debíamos definir sus contenidos y su estructuración para enviarlos a la imprenta, en el menor tiempo posible.
Rodrigo y David estuvieron de acuerdo que la información más actual y seria sobre el cólera era el documento titulado "Vibrio Cholerae" de Willam B. Greenough III, publicado en el libro “Principios y práctica de las enfermedades infecciosas”, editado por Gerald L. Mandell, R. Gordon Douglas Jr. y John E. Bennett (3ra ed., Churchill Livingstone Inc., EEUU., 1990).
El único problema era que el texto sólo se lo conseguía en inglés. David nos propuso que podía traducirlo pues tenía un perfecto dominio de esa lengua.
Se lanzó pues a la tarea y a los pocos días nos entregó la versión en español del texto del doctor Greenough.
En la traducción que publicamos semanas más tarde, David incluyó una nota con la siguiente explicación:
“He intentado realizar una traducción lo más precisa posible, en el caso de existir errores éstos son de carácter involuntario. Las negrillas y el subrayado utilizados no se encuentran en el texto original, sino que han sido colocados con la finalidad de resaltar ciertos aspectos del mismo que creo son relevantes en el contexto de nuestro país. Los números que aparecen en el texto, a continuación de una barra (\), corresponden al número de orden en la bibliografía que se encuentra al final del texto. Se han omitido dos figuras del texto original por razones técnicas de nitidez de la fotografía; aunque se las puede encontrar en el texto original citado en la portada”.
Paralelamente, Rodrigo comenzó febrilmente a revisar folletos, trípticos, libros y panfletos -viejos y nuevos- sobre prevención y acción frente al problema del cólera. En pocos días logró sistematizar una información precisa y clara que resumió en un borrador de folleto. Lo revisamos y discutimos con Diego y David y luego de incorporar dos o tres sugerencias menores, quedó también listo para la imprenta
El reto sin embargo era cómo producir esos documentos y cómo difundirlos en el menor tiempo posible y con los escasos recursos que disponíamos.
En abril escribí a Raymond Jost al Secretariado Internacional del Agua (SIA) y a vuelta de correo me confirmó que había logrado una pequeña ayuda de Oxfam-Québec, con eso podíamos intentar publicar los dos productos que habíamos previsto, sin embargo debíamos romper récords en cuanto a los canales y medios de difusión para que pudiesen ser usados en la lucha contra la epidemia.
Logramos nuestro objetivo y en los primeros días de mayo de 1991, a menos de un mes de declarada la emergencia sanitaria, salían de la imprenta los dos folletos
Al primero, el Número 1 de una serie que denominamos “Hábitat, Saneamiento y Salud” titulamos escuetamente “El Cólera”, una publicación de CIUDAD y REDES con la traducción realizada por David Chiriboga, del texto "Vibrio Cholerae" de Willam B. Greenough III.
En la introducción de esta publicación se explicaba que el Centro de Investigaciones CIUDAD y REDES con el apoyo del SIA y Oxfam-Québec habían realizado la traducción y publicación de ese texto con fines de difusión docente, sin valor comercial, esperando que la lectura del mismo coadyuve al esfuerzo que numerosos actores profesionales, médicos, enfermeras y técnicos de la salud, estaban realizando a nivel nacional, para intentar controlar aquella epidemia.
A la semana siguiente, publicamos el segundo folleto; el Número 2 de la serie “Hábitat, Saneamiento y Salud” que titulamos “Qué hacer frente al cólera”, una publicación de CIUDAD y REDES con el apoyo del SIA y Oxfam-Québec
En la introducción de esta publicación se mencionaba que la coordinación del trabajo había estado a cargo de Rodrigo Barreto y Mario Vásconez y la producción editorial de Anita García.
Se explicaba que el Centro de Investigaciones CIUDAD y REDES al producir ese folleto intentaban aportar a la lucha que distintas organizaciones populares y ONGs venían desarrollando en relación al cólera, tanto en medio urbano cuanto en áreas rurales. Se recalcaba que el folleto buscaba poner énfasis en el conocimiento de los elementos básicos de esa epidemia, las formas de prevenirla y enfrentarla y que fundamentalmente estaba dirigido a trabajadores de la salud, dirigentes populares y organismos de apoyo comunitario.
El reto de publicar estos textos se cumplió según lo planificado… así que nos vimos ante un nuevo reto ya previsto: cómo lograr su rápida difusión para que se comenzaran a leer y usar de inmediato.
Como los destinatarios de uno y otro eran sujetos distintos vimos que requeríamos canales diferentes para cada caso.
Para que el folleto “El cólera” pudiera ser conocido y usado en la formación y capacitación de médicos y enfermeras; entregamos un número suficiente de copias a todas las facultades de medicina y enfermería de las universidades del país. Igualmente a través de los canales del Ministerio de Salud, se pudo enviar copias del documento a los directores y responsables de capacitación continua de las principales clínicas, hospitales y centros de salud, para que pudiesen reproducirlas y entregárselas a los diversos profesionales a su cargo.
Para que el folleto “Qué hacer frente al cólera”, pudiera ser conocido y usado en la capacitación práctica de médicos, enfermeras, organizaciones populares, ONGs y líderes comunitarios, entregamos un número de copias a un amplio espectro de redes sociales, barriales, comunitarias, a los centros y sub-centros de salud, a los médicos rurales, a las organizaciones de salud, a las iglesias y a otros actores.
Diego tuvo una singular idea. Se entregarían solo diez ejemplares a cada una de esas entidades y personas, con la consigna de que cada una que las recibiese, las fotocopiara y entregase siempre así, por decenas, para que se estructurase una suerte de cadena, semejante a esas cadenas “de la buena suerte” o de oración “a santos y a vírgenes”, que con frecuencia llegaban a nuestras manos… (En tiempos modernos llegan ahora por Internet, pero el principio es el mismo: “envíe el texto a diez personas, súmese a la lista y luego de un tiempo recibirá el premio de la lotería, las protecciones de un santo, las bendiciones de una virgen o cualquier agradable sorpresa).
Las cartas que acompañan a esas cadenas, amenazan también con todo tipo de males si la cadena se llega a cortar por la pereza o la incredulidad de alguien que no desea participar en la cábala y corta arbitrariamente la cadena…
Nosotros no ofrecimos ningún tipo de premio o de maleficio por difundir el folleto del cólera. Simplemente llamábamos al espíritu de colaboración y a la responsabilidad ciudadana frente a un mal que podía convertirse en algo inmanejable para el sistema nacional de salud pública.
Éxito total.
En menos de quince días nuestros folletos circulaban por todo el territorio nacional para conocer mejor la enfermedad y saber cómo enfrentarla.
Las autoridades y responsables de la salud hicieron lo suyo pero nosotros contribuimos con nuestro granito de arena a la lucha contra el cólera.
Así conocí a David Chiriboga.
...No estoy seguro, pero creo haber contraído aquella enfermedad por su injusta salida.
...No estoy seguro, pero creo haber contraído aquella enfermedad por su injusta salida.
P:D.: Ha comenzado a llover con furor, Rodrigo debe estar también encolerizado, allá en lo alto… Parecería que le pegó un buen puntapié a alguna nube….
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