En noviembre de 1985 el Colegio de Arquitectos de Pichincha comenzó a publicar como separata del diario Hoy, la revista “Habitar” de “temas urbanos y diseño”.
En mayo de 1986 recibí una llamada de Rubén Moreira a quien el CAE había encargado la coordinación del séptimo número de “Habitar”. Me propuso escribir un artículo para la edición que estaba prevista para junio de ese año, sobre el tema “Arquitectura Moderna, ideas y realizaciones”.
Acepté con gusto.
Unos pocos días atrás en una conversación con mis alumnos, había tocado el tema de las ventanas; así que me senté y escribí un breve artículo sobre ese tema, que titulé “Esos huequitos llamados ventanas…”, que he rescatado para esta ocasión:
Cuando en cualquier época, aquellos sujetos laboriosos llamados albañiles, carpinteros, constructores, ingenieros y arquitectos se han dado a la tarea de levantar del suelo humildes moradas, palacios o rascacielos, usando piedras o palos (que generalmente tienen una función constructiva aunque mucha gente piense lo contrario), el objeto de sus esfuerzos sirve para albergar algún tipo de actividad de manera confortable. (Desde la época de las cavernas hasta nuestros días, ha sido mejor dormir bajo cubierta que bajo el cielo estrellado, pues da la casualidad que el cielo no siempre permanece sonriente, mostrando sus resplandecientes calzas de oro; a veces se enoja, se encapota y suelta sobre tirios y troyanos, truenos, rayos, agua o nieve).
Pensamos en cualquier actividad contemporánea realizada por un sujeto cualquiera: un escolar de una vara de alto que hace sus deberes en una mesa de su misma talla, una laboratorista vestida de blanco observando por el microscopio a una ameba rebelde que le saca la lengua, un gordo cocinero que se chupa el dedo índice para probar su última salsa frente al lavaplatos de su bien equipada cocina, un fornido tornero que llena de chispas metálicas el lugar donde trabaja, una elegante y menuda secretaria, vestida de colores pastel con un modelito que parecería de la talla "large", escribiendo en su máquina con dedos que se atrasan a una cita, un arquitecto (no podía faltar) frente a su mesa de dibujo fumándose el lápiz y a punto de hacer un grueso trazo con su recién encendido tabaco ...
Imaginémonos a todos éstos, desprovistos de sus cuatro paredes y su techo… haciendo lo posible para que el viento no se lleve el deber de geografía, que la ameba no se salga del pequeño rectángulo de vidrio en el que está confinada, que la lluvia no aumente -a la fuerza- agua al caldo o a la salsa, o haciendo lo imposible para que el torno se mantenga firme en el suelo arenoso y la máquina de escribir en las rodillas de tonos pastel...
A todos ellos, les sería perfectamente válido, instalar sus distintos adminículos bajo cualquier toldo improvisado y continuar con sus amebas y sus chispas, pero… también está el frío, o el calor (a veces excesivos) y la lluvia y las tormentas y los vientos… Estemos claros: esas faenas, ¡definitivamente! se realizan de una mejor manera cuando están adecuadamente cobijadas.
Pero… ¿no íbamos a hablar de las ventanas?, ¡ah, sí! Piensen en los fulanos del torno, las ollas, la máquina o el microscopio protegidos por sus techos, pisos y paredes en locales sin ventanas ... ¡sin esos huequitos llamados ventanas!... ¡tan útiles!
El mapa de los ríos de Asia (tan bien hechito), la lengua de la ameba (tan pálida, ¿no tendrá bichos?), la salsa blanca (tan blanca), el piñón que acaba de ser rellenado con aleación de antimonio (parece nuevo), la carta al señor director (tan nítida, parece impresa), ¡la luz y sus milagros!... ¡Iluminar el interior de los ambientes! (una función muy importante de las ventanas...) ¡y ventilarlos!... ¿se imaginan al cocinero o al tornero, gordos y fornidos, cocinándose al vapor en ambientes sin ventilación adecuada?
Las ventanas pueden ser diseñadas para asomarse, para disfrutar de la vista o para evitar ser vistos, llenan de dificultades a nuestro buen amigo el arquitecto que está a punto de terminar de comer (sin condimentos) el borrador de su lápiz HB, ahora convertido en minúsculas astillas y en varios kilómetros de borrones hechos en pliegos y pliegos de papel mantequilla (sketch que dicen), suda tinta porque no logra diseñar la ventana de la ampliación que le han encargado ... ¡el cuarto de Pepito!
Primero pensó en una ventana alta pero no le gustó porque parecía ventana de cocina, luego en una larga a media altura pero la mamá de Pepito dijo que parecía la ventana del laboratorio de su cuñada Mimí ... luego, grande y hasta el piso; ¡que no!, ¡ni que fuera oficina pública!... , pequeña (quespess: parece de baño), con sobrias rejas verticales (¡dormitorio para el guagua le dije, no taller de mecánica!).
Vean ustedes el papel de la ventana en la "lectura" de las fachadas para identificar lo que acontece al interior de los espacios, la relación forma-función que dicen los que escriben en difícil; además, juegan un rol importante en lo que algunos llaman "la cosa estética", "la solución compositiva de fachadas y volúmenes", "el planteamiento de vanos y llenos" y quién sabe cuántas otras palabras raras.
Lo único cierto es que la solución de la ventanería puede mejorar o liquidar cualquier propuesta arquitectónica.
A nuestro arquitecto casi le da ataque cuando la mamá de Pepito moviendo orgullosamente su frondosa cabellera teñida de rubio y ondulado cadenciosa y amaneradamente su mano para hacer fulgurar y tintinear su nutrida provisión de anillos y pulseras, expresa convencida que ha encontrado la ventana ideal para el cuarto de Pepito:
- Quiero dos arcos como los del comedor de la casa de Mimí, uno más alto y uno más chiquito; de ladrillo visto (dice) barnizado (aclara), con antepecho de marmetón (el que parece mortadela piensa con horror nuestro amigo), marcos de aluminio, rejas de hierro forjado, un farolito y un reborde imitación madera para poner los jarrones que me mandó mamá con esas lindas flores de plástico que compre en Miami; las cortinas serán preciosas de terciopelo rojo para hacer juego con mi salto de cama y la tapa del retrete...
(El viejo maestro, Mario Monteforte decía que no le cabía en la cabeza aquello del "buen gusto" y del "mal gusto" afirmando con tono enérgico y categórico: ¡la gente tiene gusto o no tiene!) .
Una ventana mal ubicada causa muchos problemas; Pepito, por ejemplo, tiene dificultades porque el sol calienta en exceso su sala de clases, el pizarrón brilla y se hace sombra con la mano cuando escribe; tiene resfríos constantemente porque la ventana de su habitación, orientada al Norte, no posibilita un sano asoleamiento; el gordo cocinero debe voltear hacia la luz todos los objetos que enjuaga, pues el lavaplatos está en sombras y Mimí debió comprar una mesita para posar su microscopio ya que no podía ver su ameba si la luz le daba por la espalda (a ella no a la ameba).
Las ventanas deben ser consideradas en la solución de las fachadas interiores: Pepito siempre se ha preguntado ¿por qué la ventana del baño no tendrá una dimensión que coincida con las baldositas de la pared? ¿Por qué habrán tenido que cortarlas tan feo si hubiese sido más fácil hacer la ventana más grande, un poquito a la derecha y algo más arriba?
Por último, es importante mencionar que las ventanas fueron de madera cuando había bosques a la mano, abiertas para que pase la briza en los climas cálidos, chiquitas en los climas fríos, más grandes en las ciudades que disponían de fábricas de vidrio y pequeñas a donde había que llevar los cristales a lomo de mula; de ventanales inmensos en New York, y de tablitas en el páramo del Cotopaxi, de aluminio anodizado y vidrio obscuro en ciertas casas y de retazos de hierro y vidrio de dos milímetros en otras. (La ventana y la geografía, la ventana y la historia y la ventana y la sociedad que dicen).
...Podríamos seguir pero acabo de escuchar por la radio que un arquitecto ha saltado a la calle desde... la ventana de su estudio. Quiero saber quién es y en qué piso estaba el estudio (curiosidad que dicen).
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