viernes, 17 de octubre de 2014

Ecuador 71 Nicolás Svistoonoff y el Parque Itchimbía

Como ya he relatado, merced a un convenio con el Municipio Metropolitano y la Corporación “Vida para Quito,” el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión tomó a su cargo la administración del Parque Itchimbía desde mediados de enero de 2004 hasta agosto de 2010.

En los casi siete años en que realizamos el manejo integral de ese parque nos brindamos íntegros y procuramos ser eficientes en la gestión administrativa y financiera; cordiales y acogedores en las relaciones con los vecinos y otras instituciones; e innovadores en el desarrollo de actividades de educación ciudadana, cultura, recreación, turismo y manejo ambiental para usuarios y visitantes.


Mónica Dazzini, Mario Vivero, Diego Hurtado, Nicolás Svistoonoff, Desirée Castro, Mario Vásconez

Una de las personas que más nos apoyó en esas tareas, con toda generosidad, desinterés y verdadera pasión fue Nicolás Svistoonoff, querido amigo que acaba de dejarnos de manera súbita el miércoles 15 de octubre del 2014.







Nicolás tenía su casa a pocos pasos del parque, él y Sarita su esposa, hicieron del Itchimbía un lugar de esparcimiento y ejercicio cotidianos. 



Nicolás Svistoonoff y Sara Sánchez


Foto Nicolás Svistoonoff
Caminaban todos los días por los senderos del parque, nos visitaban de tanto en tanto y siembre estaban dispuestos a colaborar y ayudar en todo cuanto les pudiésemos pedir o solicitar. 


Nicolás vivía intensamente en el jardín de su casa y en su otro jardín más grande, el Parque Itchimbía, que era también suyo.




Foto Nicolás Svistoonoff
Descubría y fotografiaba con su ojo de artista, todas las plantas y aves existentes y toda nueva especie animal o vegetal que descubría jubiloso. Las rutas de sus caminatas eran siempre diversas para poder gozar como un niño, de plantas, flores y cuanto bicho se cruzara en su camino.




Foto Nicolás Svistoonoff
Su generosidad no tenía límites, nos regaló gran cantidad de semillas y plantas de especies nativas con la consigna de que “debíamos” hacerlas germinar y proliferar en el parque. No se guardaba ningún tipo de información, todo lo compartía… estaba convencido de que el conocimiento, así como las plantas y las fotos, debían ser de todos, para el uso y disfrute de todos…


Foto Nicolás Svistoonoff
Cada vez que pudo nos dejó copias de las decenas y decenas de fotos que tomaba incansablemente en sus largas y fructíferas caminatas… teníamos un nutrido archivo de bellas fotografías de flores, pájaros, insectos y reptiles que Nicolás capturaba con su cámara en sus desplazamientos cotidianos por el parque.


También era muy crítico. Cuando algo que habíamos hecho le parecía mal, nos lo comunicaba de inmediato. Pero de igual forma siempre estaba dispuesto a  brindar un juicioso comentario, un sabio consejo o una sugerencia oportuna.


En agosto de 2005 el Consorcio Ciudad-Ecogestión presentó a consideración de “Vida para Quito” una idea del proyecto denominado “Ruta del Quinde” para crear y consolidar en el costado oriental del Parque Itchimbía, un espacio destinado a exhibir y precautelar la vida vegetal y animal propias de ese sector de Quito, que pudiese ser observada por los visitantes del Parque y que pudiera ser a la vez, un lugar privilegiado para los estudiosos de la flora y la fauna nativas.


Para discutir los pormenores de ese proyecto, organizamos un taller de trabajo -que fue facilitado por Alberto Rosero- con la participación de varios miembros de nuestro Consorcio (Mario Vásconez, Ramiro Morejón, Mayra Calderón, Mario Vivero, Jenny Maldonado, Desiré Castro) y la presencia de varios queridos "amigos del parque Itchimbía", que amablemente nos dieron sugerencias e ideas para nutrir y mejorar la propuesta; nos acompañaron Juan Manuel Carrión, para aportar sus conocimiento sobre aves; Martín Bustamante y Néstor Acosta, sobre batracios; Martha Echavarría, sobre mariposas y Nicolás Svistoonoff sobre plantas y especias nativas del Itchimbía.


Mario Vivero, Jenny Maldonado, Mayra Calderón, Mario Vásconez, Ramiro Morejón

El proyecto desgraciadamente no pudo hacerse realidad. A pesar de disponer del presupuesto respectivo, de constar en nuestro contrato como una de las obras a ser desarrolladas en el Itchimbía, los funcionarios de “Vida para Quito” que debía apoyar y tomar decisiones sobre la construcción, fueron dando largas al asunto. Su indecisión y falta de visión impidieron que pudiéramos implementar esa singular propuesta.


Mayra Calderón
Buscando viejos archivos (que debo tener en algún lado) con las fotos y textos de aquel taller, he encontrado más bien algunos materiales de otra actividad que promovimos en el Itchimbía un año antes.


El 23 de junio del 2004, al inicio de nuestra gestión en el Itchimbía, nuestro querido amigo Rodrigo Barreto, quién fue el primer Director del Parque, organizó una linda exposición de fotos de sus flores nativas.


Nicolás Svistoonoff, quien participa activamente en aquella asociación de “amigos del Parque Itchimbía”, en su intervención en el acto inaugural de esa exposición, dirigió a los presentes unas emotivas palabras que las reproduzco en este relato, como nuestro mejor homenaje a las sabias enseñanzas y sensibilidad de nuestro querido maestro y amigo… con toda nuestra gratitud por su generosidad y apoyo solidario.

Mario Vásconez, Galo Medina, Andrés Vallejo, Rodrigo Barreto, Nicolás Svistoonoff, Hugo Galarza, Inés Pazmiño

El Itchimbía
Por: Nicolás Svistoonoff

Foto Nicolás Svistoonoff
“En la memoria de mucha gente, todavía persisten los recuerdos de una infancia maravillosa, de un lugar de aire puro, de vientos y cometas, de aventuras y de vacaciones.

Aquel lugar perdido en la nostalgia, lleno de naturaleza y muy cercano a la vieja ciudad de Quito de nombre Itchimbía, en algún momento debió haber tenido una sensación a paraíso natural.

El Itchimbía, a pesar de ser ese referente entrañable, se transformó por el "que-me-importismo", en un enorme campo abandonado, propiciando la formación de depósitos de escombros, basura y refugio de antisociales. En todos esos años del gran crecimiento urbano, se permitió irresponsablemente su deterioro,  y lamentablemente así, este lugar se convirtió en el sinónimo del descuido y del peligro, menospreciado por todos.

Foto Nicolás Svistoonoff
Pero, desde el año pasado, después de una serie de adversidades, hemos sido testigos de asombrosos cambios. Acertadamente, las autoridades actuales de nuestro municipio han comprendido y se han concientizado de la importancia de los entornos naturales y han puesto todo su empeño en recuperar los diversos sitios injustamente abandonados. Se ha hecho mucho por sanear el medio ambiente, y el trabajo ha sido muy duro; pero, afortunadamente, cuando hay la decisión y el buen criterio, nada es imposible.

Foto Nicolás Svistoonoff
Hoy, todos somos testigos como propios y extraños están descubriendo el privilegiado paisaje del Itchimbía, que hasta hace poco, nadie podía siquiera imaginar un lugar tan maravilloso. Dudo que exista un parque con una vista así de  espectacular y con un panorama tan diverso en sus 360º.


Algo está pasando en Quito: el Itchimbía es la mejor prueba de que los milagros existen. Aquello que parecía imposible de arreglar; esta "tierra de nadie", hoy vive un proceso increíble de renovación y apropiación de sus ciudadanos. Igualmente el Centro Histórico ha sido recuperado y es la admiración y orgullo de todos.


Es inconcebible los años  de abandono de un sitio tan especial. La riqueza del suelo revela su historia. Cuando excavamos aquí, podemos apreciar una rica y profunda capa de tierra negra. Por simple deducción lógica y haciendo volar un poco la imaginación, podemos  sentir por este vestigio, toda la memoria de un bosque primario que existió algún día. Seguramente, de estas laderas sacaron los primeros habitantes españoles la madera para sus construcciones coloniales. De hecho, dicen que toda la orilla del Machángara estaba poblada de bosques muy espesos; de cedros y arrayanes, de huaycundos y orquídeas. El Itchimbía debió ser parte de ese maravilloso corredor ecológico.

Foto Nicolás Svistoonoff
Pero, ¡qué difícil es recuperar un bien natural perdido! Lo que a la naturaleza le ha costado siglos formar, con qué facilidad puede ser destruido en un instante. Ese drama lo vivimos diariamente. Cuanta inconsciencia ha habido en el pasado y sigue habiendo en el presente en la agresión a la naturaleza. Todo el clima se está modificando con estas alteraciones. Cada día hay menos humedad, y cualquier persona se puede dar cuenta de  la diferencia climática en esta ciudad. Si no se toman medidas correctivas urgentes, las consecuencias pueden ser catastróficas.

Dicen que en estos tiempos de crisis de las utopías, la última utopía que queda, es todo aquello relacionado con la ecología y el medio ambiente. Afortunadamente, la actitud hacia la naturaleza está comenzando a cambiar. Sabemos muy bien que hay una nueva generación de jóvenes conscientes que se han comprometido con el bien común.
Son  gentes positivas que trabajan en silencio y con mucha seriedad y esfuerzo.  Uno de los mayores retos para ellos es devolver a la tierra lo que se le ha quitado. Conozco a muchos de ellos y son realmente admirables. Son nuestra esperanza. Es la reserva moral para una nueva mentalidad.  De esto, muy poco se habla; ya que las buenas noticias normalmente no son noticias de interés para los comunicadores.

Foto Nicolás Svistoonoff

Aquí tenemos un buen ejemplo de la participación de un entusiasta grupo de jóvenes científicos que  nos presentan fotos de la flora del Itchimbía. Como dice en su hermoso cartel: "Nos quedan pocos remanentes de esa flora nativa, que permanecía escondida en las quebradas y en los terrenos baldíos mientras la ciudad crecía". Pero, ¿que nos quieren decir estas sugestivas imágenes de plantas silvestres? ¿Por qué insistir en algo tan sencillo?

Foto Nicolás Svistoonoff
¿Cuántas veces hemos pasado al lado de cualquiera de estas plantas sin prestarles ninguna atención? ¿Que sabemos de ellas?

Es en verdad una magnífica oportunidad para aprender algo nuevo; una invitación para introducirnos a un mundo fascinante, para familiarizarnos  con sus nombres y sus usos.


Foto Nicolás Svistoonoff
Aprendamos su cultivo y sepamos apreciar su sencilla y humilde belleza. Con un poco de atención, si observamos el amarillo del putzo junto con los vibrantes azules de la flor de iso; las sinuosas enredaderas bomareas cerca de las delicadas calceolareas,  las solitarias ocayuyos o las susceptibles mimosas, descubramos en ellos todo un mundo lleno de sensible poesía.

Foto Nicolás Svistoonoff
Para un entorno sano y justo, hay que cambiar la mentalidad. Eso quiere decir, modificar nuestra actitud con la vida, replantear los valores. El lucro inmediatista e irresponsable de antes, tiene que dar paso al cuidado y restauración de la naturaleza. En el primer momento de esta transformación, mucho tiene que ver el aprecio por lo pequeño, lo frágil y lo delicado: el respeto de la armonía y la diversidad.

Para que regrese la naturaleza de  antes, lo único que necesita es que se le dé la oportunidad. Para ello, aprendamos a valorizar la flora y la fauna nativas. Seamos todos miembros activos de la minga por la vida. ¡Ya no más incendios. Ya no más volquetas con basura y escombros, ni más delincuencia! Este no es solo un parque de recreación familiar; es sobre todo un parque de educación ambiental.

Foto Nicolás Svistoonoff
Todos tenemos que aprender algo. Estoy totalmente convencido que si se mejora el entorno natural de Quito, sin duda va a  repercutir en el cambio positivo de sus habitantes. Las graves tensiones ­ las agresividades -que genera una ciudad moderna- podrían atenuarse con la recuperación de los espacios verdes. Esta obra prioritaria, a largo plazo, es  una magnífica inversión social.



Foto Nicolás Svistoonoff
Ahora ya están regresando los niños y sus familias; los jóvenes y los viejos; y, para que regresen los quindes, los huirachuros, los jilgueros y los tangaras; construyamos un ambiente con flores, frutos e insectos, propiciando con ello, una coherente planificación ecológica. 

Lo que todos queremos, es un parque sano y seguro; donde todos podamos sentirnos felices y orgullosos, de que cada uno de nosotros haya aportado en algo para este milagro de una sociedad sana. Estar en paz con la naturaleza es como estar en paz con uno mismo”.




Querido Nicolás: los parques también requieren de seres de luz que sigan velando por sus plantas, su animalitos y por la gente. Hasta vernos en algún rincón del parque con Rodrigo Barreto, para empinar una cometa y disfrutar de los árboles nativos, los colibrís, los mirlos, los sigses y los chilcos… vaya para ti un cariñoso “dios te pague”… 


1 comentario:

  1. Que maravilla, la filosofía de vida de Nicolás me llena de energía y de optimismo respecto a mis próximos 30 o 40 años...quiero seguir su senda, desde el lugar que me encuentre. Gracias infinitas Nicolás.

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