Como ya conté en un
relato anterior el 20 de junio de 2013 mi amigo Nicolás Svistoonoff compartió
en Facebook una foto de la casa Piedrahita del actual Parque Itchimbía cuando
albergaba la sede del Canal 6 de Televisión, allá en la década de los sesenta.
A raíz de la publicación de esa fotografía me propuse escribir una serie de recuerdos en relación a aquella casa, pues por alguna extraña razón mis vínculos con la casa Piedrahita del Itchimbía han sido continuos por casi 45 años, en diversos momentos de mi vida.
Uno de esos
recuerdos tiene que ver con un evento intercolegial denominado “Concurso
Académico Estudiantil”, que se desarrolló en marzo de 1969 por iniciativa del
“Centro Ecuatoriano Norteamericano” y el auspicio del “Ministerio de
Educación”.
Yo formé parte del
equipo del colegio Benalcázar que luego de derrotar a los colegios “La Inmaculada”,
“San Gabriel” y “Las Mercedarias” llegó a la final del concurso para enfrentar al
equipo del colegio “San Francisco de Sales”.
Aquella
confrontación tuvo lugar justamente en la casa “Piedrahita” del Itchimbía y fue
trasmitida por Canal 6 de Televisión.
Mi amiga y colega
Olga Woolfson -ahora arquitecta especialista en restauración de bienes
patrimoniales- formó parte del equipo del colegio “San Francisco de Sales”.
A raíz de la
publicación de ese relato, que titulé “El Canal 6 de televisión del Itchimbía y
el Concurso Académico Intercolegial”, Olguita me escribió agradeciéndome “por
traer a la memoria esos recuerdos de juventud”.
A la par, me comentó
que cuando ella dirigía el “Fondo de Salvamento” tuvo oportunidad de disponer
que se hicieran algunas obras de “protección y consolidación” en la Casa
Piedrahita del Itchimbía; la casona fue restaurada y preservada luego de mucho
tiempo de abandono y de descuido durante los años que siguieron a la desaparición del
Canal 6.
Como ya he
relatado, el Consorcio “CIUDAD-Ecogestión del que yo era presidente, tuvo a su
cargo la administración del Parque Itchimbía desde enero de 2004 hasta mediados
de 2009, tras haber ganado un concurso convocado por el “Municipio
Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito” y la casa Piedrahita fue la
sede de nuestras oficinas durante ese período.
Cuando iniciamos
nuestra gestión pudimos usar de inmediato los espacios e instalaciones de la casa Piedrahita que estaban en
perfectas condiciones pues efectivamente había sido bellamente restaurada por
el FONSAL entre 2002 y 2003. Preservando sus espacios originales y sus finos acabados.
En la nota que me
escribió Olguita, ella refiere que “…según contaban algunas personas que
participaron en las obras de restauración”, en la casa Piedrahita “…habían
fantasmas y pasaban cosas raras….”
Ella comentó luego
que “…de esto no me consta nada, como tampoco me consta la presencia de otros
connotados fantasmas que dicen se pasean y asustan a los habitantes de varios antiguos
edificios públicos de nuestro querido Centro Histórico”.
Estas frases, me
han llevado a recordar que mis colegas del Consorcio quienes laboraban en esa
vieja casa restaurada, efectivamente contaban de una serie de “actividades paranormales”
muy curiosas.
Casi todos mis
colegas coincidían en relatar que en la casa “se sentían” unas “presencias”, se
oían ruidos y “sucedían cosas raras”.
Muchas personas
juraban y re-juraban que en diversas oportunidades “habían visto al fantasma de
un señor elegante de mediana edad, que deambulaba por las habitaciones y los
corredores de la casa, sin preocuparse por los actuales ocupantes ni por las
actividades que éstos estuviesen desarrollando”.
Como no les causaba
ningún tipo de problema, a algún colega ingenioso se le ocurrió bautizar a esta
“entidad” con el nombre de “don Alfonsito” y todos se referían a él con ese
nombre cuando lo habían detectado o creían haberlo visto en alguno de los
espacios de la casa.
Otras personas
nunca vieron nada pero sentían “corrientes de aire gélidas” o rápidos movimientos
como si “alguien” hubiese atravesado a hurtadillas la habitación…
Otros escuchaban
ruidos de pasos o escuchaban crujir las gradas sin causa aparente. En no pocas
ocasiones puertas y ventanas se cerraban sin viento y ciertos muebles u objetos
menores aparecían en otro lugar sin que nadie se declarara responsable por esas
nuevas disposiciones.
Desireé Castro quien
trabajó en el equipo técnico de nuestro Consorcio, cuanta que una mañana,
estando ella en su oficina en la planta alta de la Casa Piedrahita, se
sorprendió sobremanera escuchándose a sí misma, gritar de improviso: “…¡no!!!,…
¡el árbol, no!!!...
Parece que gritó
tan fuerte y en un tono tal, como de pánico, que muchas personas fueron a su
oficina para ver que le acontecía…para ver que le pasaba…
Ella no pudo
explicar que le sucedió ni el porqué de ese grito, mezcla de miedo y pesar…
Lo curiosos es que
unos minutos después, al bajar a la planta baja para tomarse una agüita de
yerbas para calmar los nervios… descubrió a un grupo de operarios que habían
comenzado a escavar en el patio de la casa, para sacar de raíz el tocón de un
viejo árbol que existía en la mitad de ese espacio...
Según lo que se
relataba muchas personas habían “visto” a “don Alfonsito” sentado o caminando
alrededor de ese tronco centenario… y algún viejo morador del Itchimbía juraba
que ese árbol, cortado cuando allí funcionó el Canal 6, había sido plantado por alguno de los anteriores propietarios de la hacienda.
Lo único certero
fue que alguien de nuestro personal, efectivamente dio la disposición a los
obreros de retirar el tronco para poder usar el patio para actividades
recreativas y de capacitación…. Y claro, no tuvo la precaución de avisar a los
demás miembros del equipo y tampoco a “don
Alfonsito”...
En octubre de 2005
adquirimos una cámara digital para poder registrar la actividades, culturales,
educativas, recreativas y de conservación de la flora y la fauna que
impulsábamos en el parque Itchimbía.
Al hacer pruebas de
la cámara recién comprada, alguno de los colegas tomó una foto por demás
extraña: al fondo de la imagen -que correspondía a la grada de acceso a la
segunda planta de la casa Piedrahita, se veía sobre el descanso, destacándose
sobre la pared de color ocre del fondo, una esfera luminosa muy curiosa.
Se trataba de una
circunferencia bastante perfecta, con los bordes algo difusos como irradiando
luz y con la parte central de aspecto más bien vaporoso y no como un plano
circular de color unitario.
Me enviaron una
copia de esa foto para tenerme al tanto del asunto pero también, para ver si yo
sabía algo o si conocía a alguna persona que pudiera explicar ese extraño
fenómeno.
Entré a Internet y
pude descubrir que ese tipo de círculos o bolas de luz eran conocidas como
“orbs”, palabra que proviene del vocablo orbe = globo, esfera o planeta.
Ahora con las
nuevas cámaras digitales es bastante frecuente captar “orbs”. Esas esferas
trasparente salen en algunas fotos que se realizan a oscuras o en penumbra… en
realidad no se sabe realmente lo que son,
pero se las ha fotografiado en todo tipo de lugares cerrados o al aire libre.
Con las cámaras
convencionales era más difícil captar a los orbs… hay muy pocos registros en
blanco y negro o en color logrados con los tradicionales rollos usados en las
cámaras de fotos analógicas.
Las personas que
defienden las explicaciones de este tipo de fenómeno desde lo esotérico,
paranormal o metafísico afirman que los
orbs son entes de otra dimensión, espíritus, ectoplasmas, formas o entidades
del mundo espiritual e incluso hadas o “espíritus elementales de las plantas”.
No faltan aquellos que
defienden a los orbs como seres superiores, visitantes luminosos, provenientes
de otros planetas.
Quienes dan unas
explicaciones un tanto más científicas dicen que se tratan de concentraciones de
energía o de formas de electricidad que al ser perturbadas por la lluvia, el
rocío, la humedad atmosférica, o por algún tipo de campo eléctrico o
electromagnético se condensan -o evidencian- como partículas luminosas que no
son necesariamente visibles al ojo humano, pero que si pueden ser captados por
la sensibilidad de las nuevas cámaras digitales…
Algunas explicaciones
más cartesianas dicen que el fenómeno puede tener su origen en manchas o
partículas de cualquier tipo, presentes en el lente de la cámara el momento de
tomar la fotografía.
Otros dicen que los
orbs que se muestran en una foto pueden provenir de polvo, gotas de agua,
partículas en suspensión, e incluso polen o insectos diminutos que con la luz
del flash se distorsionen y salen en las imágenes fotografiadas como esferas
luminosas inexplicables.
Lo cierto es que
nunca supimos si el orb fotografiado en la grada de la casa Piedrahita
correspondía a la imagen etérea de “don
Alfonsito” o a la de algún otro antiguo habitante de la casa.
En varias ocasiones
numerosos orbs aparecieron en fotografías captadas en la casa Piedrahita…
El registro de orbs en la casa Piedrahita fue frecuente tanto en actividades artísticas y culturales cuanto en serios eventos nada esotéricos: inauguraciones, conferencias, conversatorios y lanzamientos de libros.
El registro de orbs en la casa Piedrahita fue frecuente tanto en actividades artísticas y culturales cuanto en serios eventos nada esotéricos: inauguraciones, conferencias, conversatorios y lanzamientos de libros.
En el 2004 encargué a Jacques Ramírez, colega de CIUDAD, realizar un
breve estudio sobre la historia de la hacienda y de la edificación conocida
como “la casa Piedrahíta” que albergó el Canal 6 y luego nuestras oficinas en
el período en el que el parque estuvo bajo nuestra responsabilidad... a más de
las inquietudes históricas y culturales nos interesaba saber la posible “identidad”
de nuestros orbs y otros moradores no materiales de la casa.
Según ese estudio
Jijón y Caamaño encontró vestigios que daban cuenta que la loma del Itchimbía en
épocas precolombinas era no sólo un cementerio sino un lugar ritual, sagrado,
de mucha importancia para los habitantes de este territorio. Piedad y Alfredo
Costales en el libro “Los Señores Naturales de la Tierra”, dan algunas pistas
sobre ese carácter sagrado. Parece que el Itchimbía era un Inti-watana, lugar
donde se “amarraba” al sol y donde se producía el mushuc-nina o fuego nuevo en
las fiestas del Inti-Raymi.
La siguiente época
histórica del Itchimbía está marcada por la llegada de los españoles.
Según Jacques, quien hace referencia a un estudio de
mi amigo Fernando Jurado Noboa titulado “Quito Secreto: orígenes y evolución
del barrio San Blas”, el cura José de Orbea Fernández de Córdova, declaró en
1747, poseer varios solares en el cerro del Itchimbía. De igual manera se sabe
que Don Antonio López Salcedo junto con su mujer Doña Sebastiana Conforte de la
Cadena, por 1750, eran dueños de una estancia en Itchimbía. Sus hijas Rita y
Josefa hablan de la misma estancia en sus respectivos testamentos de 1799 y
1800.
Fernando Jurado Noboa
cuenta también que hacia 1755 gran parte de la colina del Itchimbía –sobre todo
su lado sur- se convirtió en la hacienda de doña María Josefa Piedrahita y
Zumárraga, quiteña nacida en 1730, esposa del General José Cifuentes y Lozada, e
hija del doctor Francisco Javier Piedrahita.
Desde entonces los
vecinos empezaron a llamar a esa propiedad como la “Hacienda Piedrahita’,
haciendo alusión al apellido de la dueña.
Un siglo más tarde,
por 1850, el lugar continuaba llamándose “Hacienda Piedrahita”. Hasta entonces
vivía allí Mercedes, la hija de Manuel
Piedrahita, heredero de la hacienda, quien se había casado con Ramón Bosano.
Posteriormente la
Hacienda pasó a manos del señor Julio Terán quien la vendió a la familia
Guerrero Mora. Quién hizo la transacción y se interesó por esa hacienda fue la
señora Josefina Mora, perteneciente a una familia adinerada de la ciudad.
Josefina Mora se casó con el Doctor Antonio Guerrero quienes fueron los
propietarios de la hacienda desde principios del siglo XX.
Se sabe con certeza
que la familia Guerrero Mora fue propietaria de la Hacienda del Itchimbía desde
principios de 1900 hasta 1957. Antonio Guerrero y Josefina Mora vivieron ahí y
de su unión matrimonial tuvieron cuatro hijos (tres mujeres y un varón): Beatriz,
Magdalena, Jorge y Emma. En ese período la hacienda Piedrahita se dedicaba a la
producción lechera, ganadera y agrícola.
Jacques refiere que posteriormente, la
Hacienda de la familia Guerrero Mora fue vendida en el año de 1957 al grupo Urbanización
y Constructora Bellavista S.A. (URBE), cuyos accionistas mayoritarios eran los
norteamericanos Alberto y Enrique Lévy Hilbert, quienes tenían esta empresa
constructora en México D.F, Buenos Aires y Lima.
El gerente de dicha
empresa y también accionista de la misma era Juan Escobar Pallares casado con
Martha Konanz, quienes vivieron en la casa de hacienda Piedrahita desde febrero
de 1958 hasta 1961 con sus cuatro hijos: Juan, María, Leonardo y Martha
(querida amiga mía).
URBE compró los
terrenos del Itchimbía porque vio como un buen negocio el poder urbanizarlos y
construir en esa zona. Al poco tiempo se dieron cuenta que la gente pudiente de
la ciudad no estaba interesada en esa época en vivir en el Itchimbía.
Por eso a los pocos
años vendieron los terrenos al Seguro Social (al actual IEES) para construir
viviendas para sus afiliados, proyecto que nunca se realizó.
Cuando Juan Escobar
y Martha Konanz salieron de la casa Piedrahita, ésta fue comprada por el
arqueólogo Prestley Norton, quien la utilizó como sede del Canal 6 de televisión.
Prestley Norton y
las personas que trabajaban en el Canal 6 fueron los últimos habitantes de la
casa de hacienda Piedrahita... posteriormente quedó abandonada. Es en esta
época cuando se empezaron a entretejer leyendas y fábulas en torno a ella y los
“fantasmas” que allí habitaban.
Sin embargo nunca sabremos
si “don Alfonsito” y los otros espectros que pusieron la piel de gallina a
Desireé y a mis otros colegas, pudiera tener algún tipo de vínculo inmaterial
con Presley Norton, Juan Escobar,
Antonio Guerrero, Julio Terán, Manuel o Francisco Javier Piedrahita…
¿Cómo será?,
¿no?....
Como un entendido
en estos temas decía:
- “¡Yo no creo en los fantasmas!... pero, que existen, ¡existen!...
Gracias por dejarnos conocer algo mas de nuestro Quito antiguo
ResponderEliminarmuy interesante estas leyendas de Quito
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