El 3 de febrero de 2007, al día siguiente de la ceremonia en la que se formalizó el encargo que hicieran el Municipio Metropolitano y la Corporación Vida para Quito, al Consorcio “CIUDAD-Ecogestión, para que nos encargáramos de la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua; el historiador y Cronista de la ciudad, Dr. Jorge Salvador Lara, escribió en el diario “El Comercio” un artículo titulado “Guangüiltagua”.
En ese texto, el doctor Salvador Lara señalaba lo siguiente en relación al nombre de la colina:
En ese texto, el doctor Salvador Lara señalaba lo siguiente en relación al nombre de la colina:
”…este nombre, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, ha subsistido en la toponimia quiteña sin variar, no obstante el transcurso de las edades, pese a todas las transformaciones políticas, militares y culturales soportadas por los Quitus, el substrato humano más antiguo, que permaneció básicamente el mismo y supo resistir las sucesivas dominaciones de Caras, Incas y Españoles. Nadie sabe el significado de esta palabra, de pronunciación no fácil, distinta en estructura a la gran mayoría de voces claramente quichuas, que en Quito se mantienen en alta proporción, solo superada por la de los topónimos castellanos. Algunos estiman que significa ‘loma de las cuatro aguas’….
La búsqueda de significación etimológica de la palabra Guangüiltagua en relación al agua (la “loma de las cuatro aguas”) ha llevado a una interpretación referida a cuatro “fuentes” o “vertientes” de agua; lo cual es relativamente cierto, pues de la loma nacen en efecto cuatro quebradas cuyas aguas corren hacia la planicie en la que se asienta actualmente la parte centro-norte de la ciudad. Esos cauces son –de sur a norte- las quebradas: “Batán Grande”, “Ashintaco” (deformación del nombre original, Ashintayaku o Ashintahuaiko), “El Guabo” y “El Rosario”.
También se ha relacionado ese nombre (“loma de las cuatro aguas”) con las direcciones hacia las que corren las aguas de las quebradas que nacen en la colina. En efecto, la quebrada “Batán Grande” corre hacia el sur; las aguas de las quebradas “Ashintaco” y “El Guabo”, corren hacia el occidente, el agua de la quebrada “El Rosario” va hacia el norte y las aguas de las quebradas “El Niño” y de la actualmente conocida como “La Cascada” van hacia el oriente.
Si “loma de las cuatro aguas” fuese un nombre contemporáneo, la denominación haría relación a las escorrentías de agua lluvia que se vuelcan actualmente desde el Parque Metropolitano hacia las calles que lo limitan: la calle Mariano Calvache al sur, la calle Guangüiltagua al occidente, la avenida de los Granados al norte y la avenida Simón Bolívar al oriente; causando en no pocas ocasiones problemas de inundaciones en las edificaciones de los barrios vecinos.
Sin embargo, esta interpretación parece ser la más próxima a la verdadera etimología de la palabra que da el nombre a la loma donde actualmente se asienta el Parque Metropolitano de igual nombre. En la cultura popular se habla de “aguas” al describir las pendientes de una cubierta, asunto que ha llegado incluso a la jerga de arquitectos e ingenieros: “casa de dos aguas”, “cubierta de cuatro aguas”, “mediagua” (casa sencilla con la cubierta de una sola pendiente).
Las “aguas” a las que estaría haciendo referencia el nombre de la colina, serían las pendientes o caídas para el escurrimiento de las aguas. Pero la palabra incorpora otro asunto menos trivial y más de fondo: la condición de mirador, de otero, de pukará ceremonial y sagrado.
El doctor Salvador Lara puntualizaba algo al respecto, en el artículo mencionado:
“El eminente arqueólogo don Jacinto Jijón localizó, en la esquina nororiental de la colina, un pucará, vestigio remoto de la resistencia contra los Incas, luego utilizado por éstos como puesto de vigilancia sobre los Quitus, pues Guangüiltagua es un excelente mirador de toda la hoya”.
Los antropólogos Piedad y Alfredo Costales en su libro “Los Señores Naturales de la Tierra”, (Quito, XEROX, 1982) describen que “las fortalezas o pucarás” cubrían grandes montañas o pequeños montículos y se encontraban debidamente protegidas por grandes cortes abismales que impedían a los ejércitos enemigos aproximarse al primer círculo de la edificación. (Dentro de la nueva convención de escritura, lo correcto sería Pukará, sin embargo se mantiene la escritura utilizada por los autores).
“Frank Salomon… se esfuerza por determinar el “anillo de fortificaciones locales” de Quito …todos ellos pucarás o churos labrados aprovechados la forma natural de las montañas, eran construcciones del tipo quitu-cara en unos casos mejorados por los cuzqueños…Tanto quitu-caras como cuzqueños se empeñaron en cerrar este círculo defensivo; …Formaban parte de aquel cerco de fortalezas militares para defender a Quito, por el sur el propio Yavirac , las estribaciones de Shilli-bulu y el Ungí-Urcu, por donde faldeaba el camino o calzada real; al oriente el Lumbisí, el Itchimbía, Guapulu y Guanguiltahua. La última de ellas tomó relieve tanto en la prehistoria como en la protohistoria ya que Cieza, Sarmiento, Montesinos y Cabello y Balboa la mencionan y en ella los propios cuzqueños se empeñaron en darle mayor solidez defensiva”.
Los autores resaltan que “…hay que diferenciar entre los pucarás de guerra con (otros)…..que no demuestran haber sido utilizados en combate”. Esta diferenciación entre los pucarás también es señalado por otros autores: “Estos adoratorios solares… …no eran fortalezas o atalayas militares…. es cierto que los Pucaras durante los conflictos… eran convertidos en fortalezas militares… …pero nunca fueron primordialmente fortalezas guerreras (Flores Evelyn, en “Solsticios y Equinoccios”).
Parece que los pukarás de Quito eran en su mayoría ceremoniales, sitios sagrados donde los antiguos habitantes de la ciudad realizaban las ceremonias sagradas ligadas a los solsticios y equinoccios. El Pukará de Guangüiltagua habría sido usado para ese fin.
Con estas precisiones sobre la condición de pukará que tuvo la colina de Guangüiltagua, regresemos al significado de esa palabra.
Como se ha mencionado, las “aguas” a las que estaría haciendo referencia el nombre Guangüiltagua, serían las pendientes o caídas para el escurrimiento de las aguas o en su defecto, a la forma parecida a una cubierta de cuatro lados que presenta la loma. Sin embargo las raíces presentes en la estructura de la palabra, incorporan un tema mucho más trascendente: la condición de pukará ceremonial, de mirador sagrado que tenía esa elevación para nuestros ancestros.
En la palabra Guangüiltagua entonces, pronunciado como “Guan-güil(k)–t–hawa”, estarían presentes dos palabras y varias voces del quechua (Kechwa): la primera palabra integrada por las voces “qawana” = mirador; “wilka” = sagrado; y la segunda, por “tawa” = cuatro y hawa = cubierta.
La palabra (qa)wan(a)-wil-k(a)-(ha)ta-(ta)wa o (qa)wan(a)-wil-k(a)-l(aw)-tawa, estaría estructurada por otras dos, cuyo significado sería entonces: “Mirador sagrado” y “techo de cuatro lados” (pendientes, caídas, aguas); Se podía pensar que la frase se refiere a algo así como “Mirador sagrado –semejante- a un techo de cuatro aguas (pendientes, lados, costados)”.
Sin embargo, ante la importancia ceremonial, ritual, sagrada de la elevación y de la función de verdadero observatorio astronómico y científico que tuvo la colina, asuntos esos que, hacen por demás lógicas las sílabas de la primera palabra, es decir “qawana” = mirador y “wilka” = sagrado; parecería que “la forma de la loma” o aún “el número de las pendientes de evacuación de sus aguas” -que estarían conformando la segunda- serían temas mucho menos trascendentes como para que formen parte de la estructura etimológica de la palabra.
En ese sentido, parece que en realidad, si bien la pronunciación de la última sílaba en la versión contemporánea es “tawa” = cuatro, en realidad el origen de la forma actual de pronunciación y de escritura, se refería más bien solo a “hawa” = techo, pero también a “techo celestial”, “bóveda celeste”, al “cielo”.
Etimológicamente por tanto, en la palabra Guangüiltagua, pronunciado como Guan-güil(k)-(h)awa estarían presentes dos palabras y varias voces del quechua: la primera qawana = mirador, y la segunda wil-ka = sagrado y hawa = cielo.
La palabra significaría por tanto, “Mirador sagrado del cielo” o incluso “mirador del cielo sagrado”.
Parecería que esas voces básicas pueden combinarse también con “hata” = techo pero entendido como el techo celestial; lo cual lleva a que la pronunciación actual: Guan-güil(k)-tawa, tendría su origen en las voces combinadas: qawana-wil-ka-hawa, cuyo significado en castellano sería: “Mirador sagrado del techo (entendido como “cielo”) o simplemente “Mirador del techo sagrado” (que en ese caso obviamente se refiere al cielo).
Como se ha dicho anteriormente, los pukarás de Quito tenían una función ceremonial, eran sitios sagrados donde los antiguos habitantes realizaban sus ceremonias ligadas a los solsticios y los equinoccios.
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El Pukará de Guangüiltagua habría sido usado para ello, pero también para estudiar el firmamento, la bóveda celeste; para observar las constelaciones que tenían un profundo significado e mucha importancia para las culturas andinas, tanto para los quitu-caras como también para los incas…Piedad y Alfredo Costales, hablan al respecto en su libro, antes mencionado:
“…allí sus sabios miradores de estrellas, los que’laanu que miran hacia arriba, anudaban al sol y contabilizaban los años. Vigilaban y captaban la luz de la luna o la mujer desnuda y brillada en canales trabajados sobre pirámides. Los sembradores de la Ciudad de Quito fueron señaladores de estrellas, poseedores de ojos que miran en la noche”.
Mis colegas de CIUDAD Jorge García y Bolívar Romero en un estudio titulado “Elementos conceptuales para el diseño del Intiwatana del parque Itchimbía”, realizado en 2006, también se refieren a la función de observatorio de estas colinas sagradas:
“…la observación del cielo y del cosmos, permitía conocer con precisión los períodos más adecuados para la preparación de terrenos, las siembras, las cosechas, la recuperación de suelos, la ubicación geográfica y cardinal de las diversas edificaciones…. A partir de esas observaciones fue posible el desarrollo de nociones claves de geometría y trigonometría, parte de los conocimientos ancestrales adquiridos por el ser humano andino”.
El arquitecto e historiador peruano, Carlos Milla Villena, en su libro “Génesis de la cultura andina”. (CAP Perú, 1983), también habla sobre este tema:
“….la astronomía es la base de la Cultura Andina, solo que se trata de la observación astronómica del hemisferio sur, que a diferencia del hemisferio norte, regido por una sola estrella, la Polar, este hemisferio se orienta en base a las cuatro estrellas de la cruz del sur que originan todo una cosmovisión dominada por el pensamiento colectivista”.
El padre Juan de Velasco en su “Historia del Reino de Quito en la América Meridional” escrito en 1789, refiere que los antiguos habitantes de Quito daban gran importancia a las estrellas:
“… a Chasca, esto es Venus o Lucero de la mañana, como paje del sol, Ahuaracaqui o Quijada de la Danta, que nosotros llamamos Cabeza de Toro y era la constelación de las Hiadas; y Coillur o constelación de las Pléyades; porque el misterio de las unas y las otras regulaban los solsticios”.
En un artículo titulado “Quito: La ciudad del jaguar sagrado”, se mencionan un conjunto de elementos sobre el Quito prehispánico y la constelación del jaguar.
En ese artículo se cita al libro “Quito, Ciudad Milenaria. Forma y Símbolo” de Alfredo Lozano (Quito, 1991); el autor plantea que “el asentamiento del Quito primitivo tenía la forma de un jaguar o puma, animal sagrado para los pueblos andinos: El trazado de la ciudad “…estaba vinculado a la constelación de la Cruz del Sur…” y “…a la constelación de Choquechinchay o ‘Felino relampagueante”, (la constelación del jaguar sagrado). Esta última constelación coincide con la que nosotros conocemos como Orión, que conforma la cabeza del felino, siendo la cola las Pléyades o Siete Hermanas.
El jaguar era de enorme importancia para nuestros ancestros. No sería una casualidad que el nombre Guangüiltagua pronunciado como ya se ha mencionado anteriormente, Guan-güil(k)-hawa pudiese provenir de las voces qawana-wil-ka-hawar en las que simplemente hay una variación importante, el “hawa” final (cielo) sería en realidad “hawar” = jaguar.
Con esa pequeña variación fonética, el nombre de la colina sería “Mirador sagrado del jaguar”, “Mirador del sagrado jaguar”, “Mirador sagrado del jaguar del cielo” o “Mirador del sagrado jaguar del cielo”.
El 02 de marzo de 2007, día en el que el Consorcio CIUDAD-Ecogestión inició su administración del Parque Metropolitano Guangüiltagua, hice referencia a todos estos temas en mi discurso de agradecimiento y compromiso ante las autoridades de la ciudad, los vecinos y visitantes del parque:
“El Parque Metropolitano “…es una muestra extraordinaria de la complementariedad y reciprocidad entre lo natural y lo edificado, es a la vez bosque y mirador, es simultáneamente centro y periferia, patio y balcón, colina que resguarda y centro generador de vida, donde se produce el agua y se acoge al sol que –juntos- dan vida a las aves, a los árboles, las plantas, a la gente, a nuestro Quito entero”.
“El Metropolitano “… es muestra formidable de la complementariedad y reciprocidad, del “todo” y de las “partes”… es balcón privilegiado de la ciudad y de los valles aledaños a Quito. Está pensado como “centro” de creatividad, cultura, recreación… y a la vez, “mirador” que contempla hacia fuera… el Cotopaxi al sur, el Antisana al este, el Cayambe en el norte, el Pichincha y los valles….”.
“El Metropolitano “…es muestra de complementariedad y reciprocidad de una unidad diversa… Guangüiltagua -el nombre de una loma sagrada, morada de los dioses- es hoy también, un parque -terrenal y de todos-…, opuestos que se suman, superponen y agrandan; generan vida y viven, siembran plantas y sueños, invocan y convocan, evocan y provocan… “
“Mirador sagrado del cielo”, “mirador sagrado de la constelación del jaguar”…. Quedan esbozadas estas pistas, apenas como las puntas de una enredada madeja de hilos de múltiples colores, a efecto de insinuar posibles caminos para investigaciones más profundas, para el trabajo que puedan emprender personas pacientes y laboriosas en la búsqueda de desenredar ese ovillo cuyas fibras se presentan ahora, confusamente entrecruzadas.
Esa tarea, nos interesa a todos; es indispensable conocer de manera más clara nuestro pasado para que las próximas generaciones se sientan orgullosas de nuestros orígenes y puedan emprender con la frente erguida los retos que les depare su propio presente y el futuro.
Quienes deseen ver fotos del Parque pueden visitar el sitio:
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ResponderEliminarNo sé si está cuente este activa, pero leí el articulo sobre Guanguiltagua, y es por eso que me dirijo hacia usted, para felicitarle por sublime trabajo, ya que muy pocos hacen una labor tan minuciosa como la que usted ha hecho, nuevamente le felicito por excelente trabajo, saludos.
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