miércoles, 24 de agosto de 2011

Ecuador 11: El Parque Metropolitano Guangüiltagua… ámbito de confianza, complementariedad y reciprocidad

El 2 de febrero de 2007 se formalizó el encargo que hicieran el “Municipio Metropolitano” y la Corporación “Vida para Quito” al Consorcio “CIUDAD-Ecogestión, para que nos encargáramos de la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua. 

En la mesa directiva de la ceremonia de entrega de las instalaciones de Parque, estuvieron presentes el Alcalde Paco Moncayo; el Vicealcalde y Gerente de “Vida para Quito”, Andrés Vallejo; el historiador y cronista de la ciudad, Jorge Salvador Lara; el Gerente de la Empresa Metropolitano de Agua Potable, Juan Neira y yo como presidente del Consorcio CIUDAD-Ecogestión y Director del Parque.


Luego de mi discurso, Jorge Salvador Lara me felicitó y me pidió una copia para publicarlo en la gaceta “Museo Histórico”, órgano del “Archivo Municipal de Historia de la ciudad de Quito”. Le agradecí su amabilidad y deferencia y dos o tres días después, le envié una copia de esa intervención. Cumplió su ofrecimiento y la publicó en el número 68 correspondiente al año 2007. 

   

Como he comenzado a publicar algunos relatos sobre nuestra aventura al frente del Parque Metropolitano Guangüiltagua, voy a reproducir ese texto que intentaba sintetizar los que fueron nuestros retos, nuestros propósitos y nuestros objetivos para esa tarea.

Al iniciar mi intervención y como se estila, saludé al Alcalde, al Gerente de “Vida para Quito”, a las demás autoridades y a las amigas y amigos presentes; comentándoles luego, que iba a hablar de confianza, complementariedad y reciprocidad… y, de inmediato ataqué la lectura del discurso, con voz firme y total convencimiento de que con ese acto teníamos que comenzar con pie derecho ese trabajo… que resultó complejo y apasionante a la vez.

El texto decía lo siguiente:

¿Han notado que la naturaleza con su extraordinaria sabiduría se rige por esos principios que también deberían regir el comportamiento de las sociedades y las relaciones entre los seres humanos…?

El parque Metropolitano que hoy nos acoge, es un buen ejemplo de este aserto… en este ámbito generoso, estamos palpando muestras de reciprocidad, de confianza, de complementariedad….no solo de aquellas que permanentemente nos muestran la tierra, el sol, los árboles… estamos viendo que la confianza que la colectividad de Quito le entregó a usted señor Alcalde a través de su voto y a Vida para Quito a través de la generosa contribución de sus impuestos, se expresa ahora de manera recíproca… en planes y realizaciones que apuntan a que todos, quiteñas y quiteños, de nacimiento o de adopción, vivamos mejor en nuestra ciudad. El Metropolitano que hoy nos acoge es buen ejemplo de esta relación de confianza y reciprocidad.

Pero nos muestra aún más…. que ustedes, que recibieron confianza y han sabido ser recíprocos a ella, han logrado aunar sus esfuerzos y sus afanes de manera positivamente complementaria… debemos felicitarnos por eso y a la vez, agradecerles…pues ahora están compartiendo con nosotros esa confianza y esa complementariedad. El Consorcio CIUDAD-Ecogestión, recibe hoy el Parque Metropolitano con el reto de hacer las cosas bien, para ser recíprocos con quienes creen que las organizaciones de la sociedad civil son capaces de trabajar de forma positivamente complementaria con el gobierno local para buscar mejores rumbos para todos y todas, para los ciudadanos y ciudadanas de todas las edades, para la ciudad y el ambiente.

El Metropolitano que hoy nos acoge, es una muestra extraordinaria de la complementariedad y reciprocidad entre lo natural y lo edificado, es a la vez bosque y mirador, es simultáneamente centro y periferia, patio y balcón, colina que resguarda y centro generador de vida, donde se produce el agua y se acoge al sol que –juntos- dan vida a las aves, a los árboles, las plantas, la gente, a nuestro Quito entero.

El Metropolitano que hoy nos acoge, es muestra formidable de la complementariedad y reciprocidad del “todo” y de las “partes”… es balcón privilegiado de la ciudad moderna y de todos los valles aledaños a Quito. Está pensado como “centro” de creatividad, cultura, recreación… y a la vez, “mirador” que contempla hacia fuera… el Cotopaxi al sur, el Antisana al este, el Cayambe en el norte, el Pichincha y los valles….

El Metropolitano que hoy nos acoge, es muestra fehaciente de la complementariedad y reciprocidad que buscamos de todos… de hombres y mujeres, de niños y de adultos, de moradores cercanos y de visitantes de diversos confines de la ciudad y el mundo.

El Metropolitano que hoy nos acoge genera ya confianza, es un parque seguro, un lugar agradable, un ámbito cordial, un espacio de todos… en él se complementan olores y comidas, paisajes, sensaciones, amores y colores…

El Metropolitano que hoy nos acoge, es muestra de complementariedad y reciprocidad de una unidad diversa… Guangüiltagua -el nombre de la loma- “la colina de las cuatro aguas” es hoy, también, un parque…, opuestos que se suman, superponen y agrandan; generan vida y viven, siembran plantas y sueños, invocan y convocan, evocan y provocan…  

El Metropolitano que hoy nos acoge, es ya un pulmón de Quito, (¿me siguen cuando digo que reciprocidad, complementariedad, confianza, son palabras cabales, concretas, existentes…. como lo son el sol, las tejas, la luz, las campanas de Quito?).

El Metropolitano que hoy nos acoge, es muestra palpable de la complementariedad y reciprocidad de acciones y de esfuerzos de sedientos ciclistas, subibajas y kioscos de jugos y comidas, de novios y de novias, de viejitas que trotan, de lectores tranquilos y de gimnastas prestos. De gringuitos turistas, de ojos y de lentes, de telescopios y microscopios… lugar para el descanso y de los estudiosos.

El Metropolitano que hoy nos acoge, es utopía cierta de: búsquedas, confianzas, complementariedades de empresarios privados, de iniciativas sueltas, de microemprendimientos y diversos actores: de la comunidad, colegios, escuelas y vecinos… de ONGs, de los medios, del alcalde, la gente.



El Metropolitano que hoy nos acoge, estructurará acciones complementarias y recíprocas con el sector “turismo” para que “nativos” y foráneos inicien en este espacio su peregrinar guiado… por iglesias y plazas, mercados y volcanes.

Trataremos de ser creativos para que la música, la escultura, la pintura, los libros y los poetas se instalen con confianza en el parque (complementándose de manera recíproca).

Será un parque de todos, de acceso libre, gratuito, servirá para comunicar y capacitar sobre asuntos tan diversos como los derechos y los deberes ciudadanos, la historia de Quito, el respeto al ambiente, el desarrollo urbano, la biodiversidad; los árboles nativos, los colibrís, los mirlos, los sigses y los chilcos, la prevención de incendios y otro tipo de riesgos, la participación, la confianza, la complementariedad, el dialogo, la reciprocidad, la vida….

En CIUDAD y Ecogestión creemos en estos principios (somos complementarios).  Quien habla, asumirá la Dirección del Parque. Jenny Maldonado, Mayra Calderón, Jorge García, Esteban Oviedo y Bolívar Romero, serán los principales colaboradores del equipo; trabajaremos con la Comuna Miraflores y las microempresas que brindan su concurso en las tareas de mantenimiento y como guardabosques. Promoveremos de forma permanente espacios de diálogo y encuentro con el Municipio, la EMAAP, con Parques y Jardines y, claro, con la comunidad: los vecinos y usuarios. Todas las sugerencias, aportes, críticas y apoyos serán siempre, bienvenidas. Esperamos ser recíprocos con la confianza que la ciudadanía y las autoridades han cifrado en nosotros.

Mil gracias a Vida para Quito, a Pumas y Ashintacos por su colaboración, a Rómulo Moya y a los amigos de TRAMA, a los colegas de CIUDAD, de Ecogestión y del Consorcio por todos sus desvelos.

¿Han notado que la naturaleza, con su extraordinaria sabiduría, se rige por una serie de leyes que, si nos proponemos, también pueden regir el comportamiento de las sociedades y las relaciones entre los seres humanos?

Terminé afirmando categórico: -”¡Señor Alcalde, señor Gerente de Vida para Quito, amigas y amigos, ciudadanos de Quito, no les fallaremos!.


Quienes deseen ver otras fotos del Parque pueden visitar el sitio:

Ecuador 10: El Parque Metropolitano: ….origen del nombre Guangüiltagua


El 3 de febrero de 2007, al día siguiente de la ceremonia en la que se formalizó el encargo que hicieran el Municipio Metropolitano y la Corporación Vida para Quito, al Consorcio “CIUDAD-Ecogestión, para que nos encargáramos de la administración integral del Parque Metropolitano Guangüiltagua; el historiador y Cronista de la ciudad, Dr. Jorge Salvador Lara, escribió en el diario “El Comercio” un artículo titulado “Guangüiltagua”. 

En ese texto, el doctor Salvador Lara señalaba lo siguiente en relación al nombre de la colina:

”…este nombre, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, ha subsistido en la toponimia quiteña sin variar, no obstante el transcurso de las edades, pese a todas las transformaciones políticas, militares y culturales soportadas por los Quitus, el substrato humano más antiguo, que permaneció básicamente el mismo y supo resistir las sucesivas dominaciones de Caras, Incas y Españoles. Nadie sabe el significado de esta palabra, de pronunciación no fácil, distinta en estructura a la gran mayoría de voces claramente quichuas, que en Quito se mantienen en alta proporción, solo superada por la de los topónimos castellanos. Algunos estiman que significa ‘loma de las cuatro aguas’….

La búsqueda de significación etimológica de la palabra Guangüiltagua en relación al agua (la “loma de las cuatro aguas”) ha llevado a una interpretación referida a cuatro “fuentes” o “vertientes” de agua; lo cual es relativamente cierto, pues de la loma nacen en efecto cuatro quebradas cuyas aguas corren hacia la planicie en la que se asienta actualmente la parte centro-norte de la ciudad. Esos cauces son –de sur a norte- las quebradas: “Batán Grande”, “Ashintaco” (deformación del nombre original, Ashintayaku o Ashintahuaiko), “El Guabo” y “El Rosario”.

También se ha relacionado ese nombre (“loma de las cuatro aguas”) con las direcciones hacia las que corren las aguas de las quebradas que nacen en la colina. En efecto, la quebrada “Batán Grande” corre hacia el sur; las aguas de las quebradas “Ashintaco” y “El Guabo”, corren hacia el occidente,  el agua de la quebrada “El Rosario” va hacia el norte y las aguas de las quebradas “El Niño” y de la actualmente conocida como “La Cascada” van hacia el oriente.

Si “loma de las cuatro aguas” fuese un nombre contemporáneo, la denominación haría relación a las escorrentías de agua lluvia que se vuelcan actualmente desde el Parque Metropolitano hacia las calles que lo limitan: la calle Mariano Calvache al sur, la calle Guangüiltagua al occidente, la avenida de los Granados al norte y la avenida Simón Bolívar al oriente; causando en no pocas ocasiones problemas de inundaciones en las edificaciones de los barrios vecinos.

Sin embargo, esta interpretación parece ser la más próxima a la verdadera etimología de la palabra que da el nombre a la loma donde actualmente se asienta el Parque Metropolitano de igual nombre. En la cultura popular se habla de “aguas” al describir las pendientes de una cubierta, asunto que ha llegado incluso a la jerga de arquitectos e ingenieros: “casa de dos aguas”, “cubierta de cuatro aguas”, “mediagua” (casa sencilla con la cubierta de una sola pendiente).

Las “aguas” a las que estaría haciendo referencia el nombre de la colina, serían las pendientes o caídas para el escurrimiento de las aguas. Pero la palabra incorpora otro asunto menos trivial y más de fondo: la condición de mirador, de otero, de pukará ceremonial y sagrado.

El doctor Salvador Lara puntualizaba algo al respecto, en el artículo mencionado:

“El eminente arqueólogo don Jacinto Jijón localizó, en la esquina nororiental de la colina, un pucará, vestigio remoto de la resistencia contra los Incas, luego utilizado por éstos como puesto de vigilancia sobre los Quitus, pues Guangüiltagua es un excelente mirador de toda la hoya”.

Los antropólogos Piedad y Alfredo Costales en su libro “Los Señores Naturales de la Tierra”, (Quito, XEROX, 1982) describen que “las fortalezas o pucarás” cubrían grandes montañas o pequeños montículos y se encontraban debidamente protegidas por grandes cortes abismales que impedían a los ejércitos enemigos aproximarse al primer círculo de la edificación. (Dentro de la nueva convención de escritura, lo correcto sería Pukará, sin embargo se mantiene la escritura utilizada por los autores).

Frank Salomon… se esfuerza por determinar el “anillo de fortificaciones locales” de Quito …todos ellos pucarás o churos labrados aprovechados la forma natural de las montañas, eran construcciones del tipo quitu-cara en unos casos mejorados por los cuzqueños…Tanto quitu-caras como cuzqueños se empeñaron en cerrar este círculo defensivo; …Formaban parte de aquel cerco de fortalezas militares para defender a Quito, por el sur el propio Yavirac , las estribaciones de Shilli-bulu y el Ungí-Urcu, por donde faldeaba el camino o calzada real; al oriente el Lumbisí, el Itchimbía, Guapulu y Guanguiltahua. La última de ellas tomó relieve tanto en la prehistoria como en la protohistoria ya que Cieza, Sarmiento, Montesinos y Cabello y Balboa la mencionan y en ella los propios cuzqueños se empeñaron en darle mayor solidez defensiva”.

Los autores resaltan que “…hay que diferenciar entre los pucarás de guerra con (otros)…..que no demuestran haber sido utilizados en combate”. Esta diferenciación entre los pucarás también es señalado por otros autores: “Estos adoratorios solares… …no eran fortalezas o atalayas militares…. es cierto que los Pucaras durante los conflictos… eran convertidos en fortalezas militares… …pero nunca fueron primordialmente fortalezas guerreras (Flores Evelyn, en  “Solsticios y Equinoccios”).

Parece que los pukarás de Quito eran en su mayoría ceremoniales, sitios sagrados donde los antiguos habitantes de la ciudad realizaban las ceremonias sagradas ligadas a los solsticios y equinoccios. El Pukará de Guangüiltagua habría sido usado para ese fin.

Con estas precisiones sobre la condición de pukará que tuvo la colina de Guangüiltagua, regresemos al significado de esa palabra.


Como se ha mencionado, las “aguas” a las que estaría haciendo referencia el nombre Guangüiltagua, serían las pendientes o caídas para el escurrimiento de las aguas o en su defecto, a la forma parecida a una cubierta de cuatro lados que presenta la loma. Sin embargo las raíces presentes en la estructura de la palabra, incorporan un tema mucho más trascendente: la condición de  pukará ceremonial, de mirador sagrado que tenía esa elevación para nuestros ancestros.

En la palabra Guangüiltagua entonces, pronunciado como “Guan-güil(k)–t–hawa”, estarían presentes dos palabras y varias voces del quechua (Kechwa): la primera palabra integrada por las voces “qawana” = mirador;  “wilka” = sagrado; y la segunda, por  “tawa” = cuatro y hawa = cubierta.

La palabra (qa)wan(a)-wil-k(a)-(ha)ta-(ta)wa o (qa)wan(a)-wil-k(a)-l(aw)-tawa, estaría estructurada por otras dos, cuyo significado sería entonces: “Mirador sagrado” y “techo de cuatro lados” (pendientes, caídas, aguas);  Se podía pensar que la frase se refiere a algo así como “Mirador sagrado –semejante- a un techo de cuatro aguas (pendientes, lados, costados)”.

Sin embargo, ante la importancia ceremonial, ritual, sagrada de la elevación y de la función de verdadero observatorio astronómico y científico que tuvo la colina, asuntos esos que, hacen por demás lógicas las sílabas de la primera palabra, es decir “qawana” = mirador y  “wilka” = sagrado; parecería que “la forma de la loma” o aún “el número de las pendientes de evacuación de sus aguas” -que estarían conformando la segunda- serían temas mucho menos trascendentes como para que formen parte de la estructura etimológica de la palabra.

En ese sentido, parece que en realidad, si bien la pronunciación de la última sílaba en la versión contemporánea es “tawa” = cuatro, en realidad el origen de la forma actual de pronunciación y de escritura, se refería más bien solo a “hawa” = techo, pero también a “techo celestial”, “bóveda celeste”, al “cielo”.

Etimológicamente por tanto, en la palabra Guangüiltagua, pronunciado como Guan-güil(k)-(h)awa estarían presentes dos palabras y varias voces del quechua: la primera qawana = mirador,  y la segunda wil-ka = sagrado y hawa = cielo.

La palabra significaría por tanto, “Mirador sagrado del cielo” o incluso “mirador del cielo sagrado”.

Parecería que  esas  voces básicas pueden combinarse también con “hata” = techo pero entendido como el techo celestial; lo cual lleva a que la pronunciación actual: Guan-güil(k)-tawa, tendría su origen en las voces combinadas: qawana-wil-ka-hawa, cuyo significado en castellano sería: “Mirador sagrado del techo (entendido como “cielo”) o simplemente “Mirador del techo sagrado” (que en ese caso obviamente se refiere al cielo).

Como se ha dicho anteriormente, los pukarás de Quito tenían una función ceremonial, eran sitios sagrados donde los antiguos habitantes realizaban sus ceremonias ligadas a los solsticios y los equinoccios.
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El Pukará de Guangüiltagua habría sido usado para ello, pero también para estudiar el firmamento, la bóveda celeste; para observar las constelaciones que tenían un profundo significado e mucha importancia para las culturas andinas, tanto para los quitu-caras como también para los incas…Piedad y Alfredo Costales, hablan al respecto en su libro, antes mencionado:

“…allí sus sabios miradores de estrellas, los que’laanu que miran hacia arriba, anudaban al sol y contabilizaban los años. Vigilaban y captaban la luz de la luna o la mujer desnuda y brillada en canales trabajados sobre pirámides. Los sembradores de la Ciudad de Quito fueron señaladores de estrellas, poseedores de ojos que miran en la noche”.

Mis colegas de CIUDAD Jorge García y Bolívar Romero en un estudio titulado “Elementos conceptuales para el diseño del Intiwatana del parque Itchimbía”, realizado en 2006, también se refieren a la función de observatorio de estas colinas sagradas:

“…la observación del cielo y del cosmos, permitía conocer con precisión los períodos más adecuados para la preparación de terrenos, las siembras, las cosechas, la recuperación de suelos, la ubicación geográfica y cardinal de las diversas edificaciones…. A partir de esas observaciones fue posible el desarrollo de nociones claves de geometría y trigonometría, parte de los conocimientos ancestrales adquiridos por el ser humano andino”.  

El arquitecto e historiador peruano, Carlos Milla Villena, en su libro “Génesis de la cultura andina”. (CAP Perú, 1983), también habla sobre este tema:

“….la astronomía es la base de la Cultura Andina, solo que se trata de la observación astronómica del hemisferio sur, que a diferencia del hemisferio norte, regido por una sola estrella, la Polar, este hemisferio se orienta en base a las cuatro estrellas de la cruz del sur que originan todo una cosmovisión dominada por el pensamiento colectivista”.

El padre Juan de Velasco en su “Historia del Reino de Quito en la América Meridional” escrito en 1789, refiere que los antiguos habitantes de Quito daban gran importancia a las estrellas:

“… a Chasca, esto es Venus o Lucero de la mañana, como paje del sol, Ahuaracaqui o Quijada de la Danta, que nosotros llamamos Cabeza de Toro y era la constelación de las Hiadas; y Coillur o constelación de las Pléyades; porque el misterio de las unas y las otras regulaban los solsticios”.

En un artículo titulado “Quito: La ciudad del jaguar sagrado”, se mencionan un conjunto de elementos sobre el Quito prehispánico y la constelación del jaguar.

En ese artículo se cita al libro “Quito, Ciudad Milenaria. Forma y Símbolo” de Alfredo Lozano (Quito, 1991); el autor plantea que “el asentamiento del Quito primitivo tenía la forma de un jaguar o puma, animal sagrado para los pueblos andinos: El trazado de la ciudad “…estaba vinculado a la constelación de la Cruz del Sur…” y “…a la constelación de Choquechinchay  o ‘Felino relampagueante”, (la constelación del jaguar sagrado). Esta última constelación coincide con la que nosotros conocemos como Orión, que conforma la cabeza del felino, siendo la cola las Pléyades o Siete Hermanas.

El jaguar era de enorme importancia para nuestros ancestros. No sería una casualidad que el nombre Guangüiltagua pronunciado como ya se ha mencionado anteriormente, Guan-güil(k)-hawa pudiese provenir de las voces qawana-wil-ka-hawar en las que simplemente hay una variación importante, el “hawa” final (cielo) sería en realidad “hawar” = jaguar.

Con esa pequeña variación fonética, el nombre de la colina sería  “Mirador sagrado del jaguar”,  “Mirador del sagrado jaguar”, “Mirador sagrado del jaguar del cielo” o “Mirador del sagrado jaguar del cielo”.

El 02 de marzo de 2007, día en el que el Consorcio CIUDAD-Ecogestión inició su administración del Parque Metropolitano Guangüiltagua, hice referencia a todos estos temas en mi discurso de agradecimiento y compromiso ante las autoridades de la ciudad, los vecinos y visitantes del parque:

“El Parque Metropolitano “…es una muestra extraordinaria de la complementariedad y reciprocidad entre lo natural y lo edificado, es a la vez bosque y mirador, es simultáneamente centro y periferia, patio y balcón, colina que resguarda y centro generador de vida, donde se produce el agua y se acoge al sol que –juntos- dan vida a las aves, a los árboles, las plantas, a la gente, a nuestro Quito entero”.

“El Metropolitano “… es muestra formidable de la complementariedad y reciprocidad, del “todo” y de las “partes”… es balcón privilegiado de la ciudad y de los valles aledaños a Quito. Está pensado como “centro” de creatividad, cultura, recreación… y a la vez, “mirador” que contempla hacia fuera… el Cotopaxi al sur, el Antisana al este, el Cayambe en el norte, el Pichincha y los valles….”.

“El Metropolitano “…es muestra de complementariedad y reciprocidad de una unidad diversa… Guangüiltagua -el nombre de una loma sagrada, morada de los dioses- es hoy también, un parque -terrenal y de todos-…, opuestos que se suman, superponen y agrandan; generan vida y viven, siembran plantas y sueños, invocan y convocan, evocan y provocan… “

“Mirador sagrado del cielo”, “mirador sagrado de la constelación del jaguar”…. Quedan esbozadas estas pistas, apenas como las puntas de una enredada madeja de hilos de múltiples colores, a efecto de insinuar posibles caminos para investigaciones más profundas, para el trabajo que puedan emprender personas pacientes y laboriosas en la búsqueda de desenredar ese ovillo cuyas fibras se presentan ahora, confusamente entrecruzadas.

Esa tarea, nos interesa a todos; es indispensable conocer de manera más clara nuestro pasado para que las próximas generaciones se sientan orgullosas de nuestros orígenes y puedan emprender con la frente erguida los retos que les depare su propio presente y el futuro.


Quienes deseen ver fotos del Parque pueden visitar el sitio:

Ecuador 9: Los planos de Quito: “Tras el Damero” (Hierofanía, planos y tesoros).

En enero de 2007 me llamó Alfonso Ortiz Crespo. El FONSAL había publicado un magnifico libro sobre los planos de Quito, fruto del trabajo del propio Alfonso, de Matthias Abram y de José Segovia. El lanzamiento de esa obra iba a realizarse el  25 de ese mes en la Capilla del Museo de la Ciudad y me pedía que hiciera la presentación del libro. Por supuesto acepté gustoso y preparé un texto del que he extraído lo más importante para este relato.

Como se suele hacer en ese tipo de actos, comencé saludando a las autoridades, a los autores del libro y al público presente…. de inmediato les anuncié que hablaría sobre “hierofanía, planos y tesoros”.

Ante las caras llenas de incertidumbre que evidenciaban casi todas las personas del auditorio, yo mismo pregunté: - “¿Hierofanía?...”

Y aclaré luego: -“Del griego hieros, sagrado… y faino, mostrar”.

Por supuesto la mayor parte del público seguía con ojos desmesuradamente abiertos y sin entender mayor cosa luego de mis afirmaciones; por tanto, aclaré:

- “La hierofanía es la revelación de lo sagrado: lo sagrado que se muestra”.

Y, como no logré algún tipo de reacción que mostrara que se me entendía… o algún gesto de complicidad, de comprensión o al menos, de compasión… (lo cual claro era mi intención preparada para captar la atención del público…); aproveché ese momento de duda para alzar la voz y… de forma enérgica, casi teatral, les tranquilicé:

- “¡Volveremos sobre esto. No debemos sentirnos tan perdidos!”.

Y luego entré de lleno al texto que había preparado.

“…no podemos sentirnos perdidos porque para navegar en Quito disponemos ahora de todos los mapas de nuestro mar urbano. En un solo volumen: mapas de lo que fuimos y varios de lo que somos, de lo que creíamos ser y el puerto al que arribamos, dibujos minuciosos de desvelos y retos. Algunos, de aquello que soñamos y otros que evidencian, a lo que hemos llegado. En un solo volumen: el pasado, el presente, crecimientos y cambios, realidades y sueños.

El plano que conduce al “tesoro perdido”, se cambió en este caso, por un arcón repleto de “un tesoro de planos”: doblones que nos hablan, joyas que nos recuerdan, espejos que reflejan esta ciudad magnífica, imágenes de calles, de nombres y de gentes, platones y jarrones de sus plazas y templos, collares y tejidos de casas y conventos; de spondylus y perlas, de maíz y de trigo, de paja, barro y tejas. 

Este baúl de planos, este rico tesoro, que se presenta ahora a manera de libro, es legado palpable de una labor constante, minuciosa y discreta de Alfonso Ortiz Crespo, arquitecto e historiador de nuestra herencia histórica, junto a otros dos distinguidos colegas: Matthias Abram, filósofo y lingüista ecuatoriano, nacido casualmente en Italia porque la cigüeña extravió el plano para llegar a Quito y José Segovia, ingeniero conocedor de temas informáticos, preocupado por nuestro pasado y nuestra geografía.

No es casual que los tres se hayan topado en esta aventura de orientar el timón y llevarnos a puerto. Los tres se han vinculado por pasiones afines: coleccionan y saben de mapas y de planos, de trazos en tinta china y foto-interpretaciones, de soles y de brújulas, astrolabios, satélites.

Señoras y señores, no podemos sentirnos tan perdidos. Quito cuenta, a partir de hoy, con una obra magnífica que recoge lo más significativo de sus planos y mapas, editada conjuntamente, como una muestra de su pasión y compromiso por la cultura, por el FONSAL, el Fondo de Salvamento del Municipio de Quito y la Fundación / Editorial TRAMA.

Tengo que confesarles que yo creía haberme librado de los planos. Desde hace muchos años me he dedicado más bien a algo que podría llamarse la arquitectura escrita; (posiblemente, a más de una vieja amistad, eso también comparto con Alfonso). Por ello probablemente, me invitó a construir estas líneas, a edificar recuerdos, a levantar afectos a compartir utopías, con él y con ustedes; por supuesto, sin planos.

Sin embargo, los mapas me fascinan…como fascinante ha sido, para propios y extraños la formidable exposición del Museo de la Ciudad que dio origen al libro (aunque pensando bien, posiblemente fue, la concepción del libro, que permitió armar esa muestra magnífica). No es casual por lo tanto, que ésta se titulase “Tras el damero”.

El libro, “Damero” a secas, no es sólo apasionante por sus mapas y planos. Es interesantísimo por la información y explicaciones que recogen sus páginas. Cuando hojeen la obra comprenderán cuan acertada ha sido la decisión de publicarla.

Beneficiará no sólo a especialistas sino a estudiantes de todos los niveles y a un público más amplio  interesado en conocer la evolución de Quito. Del Quito centro, de ese Quito del sur y aquel otro del norte; de la ciudad y la gente de esta unidad diversa, de casas y de calles, de vidas y de sueños; la historia de esta tierra expresada en sus mapas, desde cuando Quito era apenas nuestro actual Centro Histórico, hasta el de nuestros días que chorrea hacia los valles, los inunda y rebasa. 

Resulta apasionante ver los planos de Quito y leer las eruditas e interesantes explicaciones que a éstos acompañan.

Desde aquel sencillo esquema anónimo de 1573 que representa un Quito de apenas 30 manzanas al pie de una línea ondulada que simula el Pichincha...

...al dibujo exquisito de Alcedo y Herrera, de 1734, en el que la ciudad dibujada -según nos cuenta Alfonso- en varas castellanas, se recuesta indolente en las faldas del monte.

Apasionante resulta igualmente la historia del plano levantado en 1741 por Jean de Morainville, miembro de la Misión Geodésica que Francia envió a ésta, nuestra tierra. Ese plano fue publicado primero en “Relación del viaje a la América Meridional” de los marinos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa (Madrid, 1748) y luego de tres años, en el “Diario de viaje” de Charles Marie de La Condamine (Paris, 1751).

La Biblioteca Británica conserva un plano muy similar, anónimo, fechado en 1736, posiblemente un dibujo preliminar del plano de Moranville.  

En años posteriores, otras publicaciones en diversos idiomas incluyeron planos basados, inspirados o copiados de aquel de la misión geodésica: el de 1725 del padre Juan Magnin; el de 1754 de Jean Francoise de la Harpe; el de 1763 de Marco Coltellini;  el de 1757 de Juan Bautista Coleti;   el de 1775  de Tomás López en “Principios geográficos aplicados a los mapas”; el de 1806 en “A voyage to South America” editado en Londres...

O el de 1810 de autor anónimo (se dice que perteneció a Juan Pío Montufar) que se basa en el de los geodésicos pero incorpora fachadas, detalles de tri-dimensionalidad y escenas cotidianas bellamente ilustradas; o el de 1840, también anónimo, editado en Paris;  antecesor, éste último, de otro de 1858 que se reproduce en la “Geografía de la República del Ecuador” de Manuel Villavicencio, editado en Nueva York y el de 1866 en “Relaçao de uma viagem a Venezuela, Nova Granada e Ecuador” de Miguel Maria Lisboa, editado en Bruselas. En todos éstos las medidas se expresan en  toesas –así nos cuenta Alfonso- a pesar de que  se había generalizado ya, la utilización del metro.

Bueno…no pienso seguir haciendo el resumen de la obra… ustedes tienen que adquirir el libro y apasionarse, como a mí me ha sucedido, con la lectura de los planos y los textos.

Tendría que referirme sin embargo, a otros planos posteriores, el de Gualberto Pérez, el de Antonio Gil,  los innumerables planos realizados por el Municipio y sus empresas en distintos períodos y por supuesto a los muy técnicos y profesionales del IGM en los últimos años. Se debe reconocer también las contribuciones de la cooperación, particularmente del IRD. Muchos mapas de Quito nacen de esas interacciones.

Ahora voy a contarles dos relatos de Quito y de unos mapas anteriores al damero que están todavía por dibujarse. 

El primero habla de que nuestro Quito alberga un conjunto de espacios con importancia simbólica o religiosa en los tiempos que corren pero que en otras épocas, fueron también espiritualmente importantes para nuestros ancestros: los parques de Chillogallo, Santa Anita, la Magdalena, el Panecillo, nuestra plaza mayor, el parque de San Juan detrás de la Basílica, el de la comuna de Santa Clara de San Millán y varios otros más. Si ustedes ubican esos puntos en un mapa y luego los unen de forma sucesiva, descubrirán que están todos en una línea recta. Esta línea para los entendidos, corresponde a una suerte de columna vertebral, de eje energético de la ciudad entera. No corre de norte sur, tiene más bien, una orientación algo transversal, suroeste-noreste.

Este eje energético corresponde a la calle de las Siete Cruces, actual García Moreno.

La calle Bolívar que une la plaza de Santo Domingo con la de San Francisco, atraviesa de forma perpendicular a este eje, marcando una cruz grande. Se dice que el damero español se acopló a ese trazado que correspondería a la Cruz del Sur expresada en el suelo. La hierofanía (volvemos a este tema) es la manifestación de una realidad trascendente en una realidad terrena; la expresión de lo sagrado en objetos profanos, la Cruz del Sur, sagrada, bien pudo reproducirse en nuestro territorio, para implantar y vincular templos y aposentos por medio de calzadas, en épocas prehispánicas.

El uso de esas calzadas para iniciar el damero habría  originado nuestra actual traza urbana. Hierofanías sobrepuestas, mestizas, tan nuestras y a la vez, tan universales.

Ese plano está aún por dibujarse. 

El segundo relato es más apasionante todavía. Se dice que las constelaciones sirvieron de referencia para orientar la construcción de muchos edificios prehispánicos. El trazado del Quito precolombino podría relacionarse con la constelación del Jaguar, Choquechinchay o felino relampagueante, cuya figura habría delimitado el lugar sagrado donde se situaban los templos principales. La figura del felino se habría extendido de noreste a suroeste, en una actitud de acecho, agazapándose sobre las estribaciones naturales del terreno, como si descansara sus patas hacia el este y mirara en dirección suroeste. Esta constelación coincide con la que nosotros conocemos como: Orión, que conforma la cabeza del felino y las Pléyades o Siete Hermanas que conformarían la cola.

Estuve investigando sobre el nombre Itchimbía. Uno de los posibles significados podría ser algo así como “el camino del jaguar que cubre, envuelve o cobija al jaguar”, “la deidad de las nubes que cubre a la deidad de la tierra”. Si la hierofanía es el hecho de volver visible lo sagrado, gracias al artificio de trazar sobre el suelo o en la geografía los elementos cósmicos, el concepto es bastante claro: el jaguar del cosmos que se refleja en el jaguar de la tierra, el Quito prehispánico. Y cito al poeta “….la brisa como húmeda seda  amarilla en la piel  desnuda, navegando  bajo  estrellas  panteístas, hierofanía sobre hierofanía, luz  sobre luz, contra  la luminosa y  caótica oscuridad”.

Ese plano está también  por dibujarse…”.

Concluí agradeciendo -como corresponde- a Paco Moncayo Alcalde de Quito, a Carlos Pallares  Director del FONSAL, a Rolando Moya, director de TRAMA y por supuesto, exterioricé un reconocimiento especial, lleno de gratitud, a los autores: Alfonso Ortiz Crespo, Matthias Abram y José Segovia.

Volvía a mi frase inicial:  
-“…es claro que no debemos sentirnos perdidos”.  

"Debemos sentirnos complacidos.Quito cuenta a partir de hoy con un libro magnífico  que recoge lo más significativo de la historia conocida de nuestra ciudad expresada en sus planos; abre el camino para delinear otros planos de los que no hay evidencias pero que deberemos trazar para ir completando la historia. Las raíces históricas y culturales, así como los planos y la brújula crean identidad y orientan destinos, derroteros y emprendimientos para poder sentirnos así, cada vez menos perdidos.

Si Quito es hierofanía de tiempos y de gentes, de culturas y dioses, el libro lo es también, representa, hace visible, nos muestra y nos revela nuestra ciudad sagrada. Nuestra ciudad tesoro”.

martes, 23 de agosto de 2011

Ecuador 8: Quito “…una ciudad de grafitis”

Debe haber sido a mediados de 1993. Recibí una llamada de mi amiga Graciela Schneier colega argentina, arquitecta y geógrafa que, desde los años de la violencia en el cono Sur, vive en París y se desempeña como investigadora del CNRS.

Cuando la conocí en Francia, acababa de publicar un libro formidable titulado “Buenos Aires”.

“Buenos Aires” es un libro-collage de textos y de imágenes, de épocas y de gentes, de criollos y migrantes, de bifes y de pasta, de tangos y malambos, de botas y corbatas. Una joya que muestra la creatividad de su autora y a la vez la compleja realidad de esa ciudad (que podría ser cualquiera de las nuestras) en la que se enmarañan las raíces locales, los rezagos de lo colonial, los arcaísmos de lo provinciano y los atropellos de la modernidad, la posmodernidad y las vanguardias (de todo lo imaginable).

Cuando recibí la llamada de Graciela, ella estaba empeñada en estudiar una singular manifestación de la cultura urbana en todo el mundo: estaba estudiando -en cuanto a formas y a contenidos- el asunto de los grafitis y de los grafiteros.

Se había enterado que en nuestra ciudad había comenzado a manifestarse con fuerza la creatividad de una serie de grupos y de jóvenes que expresaban sus ideas, sus críticas a la sociedad, su cuestionamiento a la política,  a la “moral y a las buenas costumbres” a través de grafitis llenos de humor, irreverencia, ingenio y al mismo tiempo, de gran profundidad.

Me pidió que le buscase un “buen exponente” de los jóvenes grafiteros quiteños para poder convidarle a un encuentro que estaban organizando en París sobre el tema de esta forma de comunicación y de arte de las calles. Le pedí que me diera dos o tres horas para poder mover los contactos y tratar de conseguir a un personaje que encajara con su demanda. Le ofrecí tenerle una respuesta para esa misma tarde, así que me puse en acción de inmediato.

Llamé a Ileana Almeida quien, supuse, debía saber algo de este tema por su interés en la semiótica y la filología y por el vínculo que ella y Lenin Oña, su marido, tienen con el mundo de la cultura y de las artes.

No me equivoqué.   

Ileana me mencionó que un hijo de nuestros amigos Pepe Ron y Maricela Melo, era miembro de uno de los grupos más finos de grafiteros, que firmaban sus  creaciones con un pequeño triángulo equilátero.

Ofreció buscarme su número telefónico. A los pocos minutos me llamó para darme todo la información requerida, nombre, edad, dirección y teléfono.

Al medio día contacté con el grafitero en cuestión y cuando alrededor de las tres de la tarde, Graciela Schneier volvió a llamarme, no sólo tenia la información que ella  me había pedido sino que tenía a Alex Ron sentado a mi lado, esperando la oportunidad de auto-presentarse y poder concertar los detalles del posible viaje a París, sueño de todo grafitero.

Finalmente Graciela tuvo algún problema de financiamiento y el encuentro no se pudo organizar, Alex no viajó a Paris, pero se instaló en mi oficina.

No se si fue una suerte de venganza por el viaje frustrado o porque le caí bien, pero el hecho fue que, “con la tenacidad de un grafitero”, comenzó a visitarme, a pedirme apoyo, a conversar de cualquier cosa, a pedirme consejo para hacer algún proyecto, a proponerme hacer algún otro de manera conjunta, a que le ayude a conseguir financiamiento, a contarme sus ideas, a contagiarme sus preocupaciones… que sé yo…

No se si fue para sacármelo de encima o porque me cayó bien, pero lo cierto fue que, a más de escucharle por horas todas sus locuras, terminé apoyándole en un montón de cosas.

Diego Carrión que era director de CIUDAD en esa época, sugirió que le diéramos algo de recursos para que realizara un registro fotográfico de todos los grafitis de Quito. Nos parecía que una forma de expresión tan efímera como la de los grafitis debía registrase adecuadamente para evitar que cayesen en el olvido al poco tiempo.

Armado de una cámara que consiguió quien sabe de donde y provisto con los pocos rollos que le pudimos proporcionar con los recursos de algún proyecto de CIUDAD, Alex y sus amigos, salieron a fotografiar sus propias obras y las de sus colegas en las frías madrugadas de Quito. De paso, pintaban nuevas paredes y “de una vez”, registraban sus ingeniosas frases por medio del ojo crítico de su aparato fotográfico.

Regresó a los pocos días con cuatro o cinco cajas de diapositivas que hasta ahora tenemos en el Centro de Documentación de CIUDAD que guardan la memoria histórica de los grafitis quiteños de esos años.

En esa época se estaba ya comenzando a preparar “HÁBITAT II”, la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos, que se iba a desarrollar en Estambul en junio de 1996.

La primera reunión del Comité de Preparación de ese evento fue convocada en el “Palacio de las Naciones” de Ginebra del 12 al 22 de abril de 1994.  Uno de los eventos previstos para esa reunión fue una exhibición internacional titulada: "El medio ambiente urbano en el arte en las calles”.

CIUDAD fue invitado a preparar un cartel que mostrase “el arte y el medio ambiente urbano de Quito” para esa exhibición. Con Diego pensamos que sería formidable llevar a Ginebra algo que muestre la producción de los grafiteros quiteños. Teníamos las fotos que había tomado Alex y,,, muy poco tiempo para preparar algo de calidad.

Recurrimos a nuestros amigos de TRAMA.  Rolando Moya  se entusiasmó con la idea. Fui a conversar con él, llevé las dispositivas de los grafitis, desgraciadamente no todas eran de buena calidad (pues una cosa es ser “buen grafitero” y otra muy diferente, ser “buen fotógrafo”).

Rolando me puso en contacto con sus hijos, Rómulo y Juan Cruz; me entrevisté con ellos y convenimos en que presentaríamos el afiche como una contribución conjunta de CIUDAD y de TRAMA para “HABITAT II”... Con la calidad y profesionalismo que han demostrado en los años posteriores, estos dos fantásticos diseñadores sacaron un afiche maravilloso de 0,80 x 0,80 m que podía reproducirse en una simple copiadora de planos, en papel fotosensible tipo ozalid.

Ese afiche dio la vuelta al mundo y llegó dos años después a Estambul. Lo encontramos, con Diego, en uno de las exhibiciones montadas en medio del barullo de HABITAT II. Fue un gran gusto que nuestra contribución a la preparación de ese gigantesco evento se haya logrado preservar y exhibir ante tantos participantes de  todo el mundo, mostrando que Quito era una ciudad de grafitis y de grafiteros.

A fines de 1993 o principios de 1994 (casi al mismo tiempo, de cuando los Moya preparaban el afiche), Alex Ron vino por la oficina cargado de nuevas ideas, fruto de su mente en constante ebullición.

Se le había ocurrido que iba a publicar un libro sobre los grafitis en Quito. Quería que le financiáramos la iniciativa, traté de explicarle que para CIUDAD resultaba difícil financiar publicaciones que no fuesen fruto de nuestros convenios y contratos, de nuestro propio trabajo de investigación o de cooperación… pero Alex -“con la tenacidad de un grafitero”- siempre volvía a la carga: -“los grafiits”, decía, “son arte urbano por excelencia; la ciudad es el objeto de trabajo de ustedes…tienen que encontrar el medio para invertir en esta idea…”

Desaparecía un par de días y volvía a la carga… le daba dos o tres pistas de instituciones y de gentes a las que podía visitar para tratar de editar su libro… pero no… apenas  le fallaban, regresaba.

Por fin, trajo la maqueta del libro…  No sé si para sacarme de encima o para ayudarle en sus empeños, ofrecí apoyarle con una parte del financiamiento, comprándole por anticipado unos cincuenta libros y prestándole las fotos que él había tomado, para que pudiera ilustrar la publicación.

En abril de 1994 sacó un libro modesto, en blanco y negro, más bien feo; auspiciado por el Consejo Nacional de la Cultura, el Instituto de Investigaciones de la Cultura y la Casa de la Cultura Ecuatoriana que lo imprimió con el título “Quito: una ciudad de Grafitis” y con un tiraje de 1000 ejemplares.  

Al poco tiempo regresó nuevamente, iba a sacar una segunda edición, corregida y aumentada. Venía a proponerme que le apoyase de una forma semejante. Le expliqué que los libros anteriores que le habíamos comprado, todavía seguían guardados pues no teníamos tantos amigos a quien regalar. En realidad eran un muy lindo obsequio para los colegas de otros países que de tanto en tanto nos visitaban. A todos les encantaba el libro que reproducía los grafitis de Quito, clasificados en varias categorías: “los más buscados”, “críticos al sistema”, “políticos”, “existenciales”, “humorísticos” y “poéticos”.  El libro comenzaba  con una aproximación histórica a los grafitis de Quito, presentaba seis o siete ensayos y artículos de intelectuales y gente de cultura sobre el tema del grafiti y concluía con entrevistas, opiniones y manifiestos de los principales grupos de grafiteros de la ciudad.  
  
No pude apoyarle para la segunda edición, pero le ofrecí comprar -ya no cincuenta- pero si unos veinte ejemplares, para usarlos igualmente como obsequio. En septiembre de 1994 cumplió su cometido. Logró publicar el libro; esta vez, mejor presentado, con una carátula a color y un tiraje de 3000 ejemplares. Alex no olvidó mi oferta y al poco tiempo vino para venderme los libros que le prometí adquirir.

Se repitieron las vistas, las negociaciones, las negativas, la tenacidad de su presencia vendedora y el “convencimiento posterior” pues, como dice mi hermano, yo tengo el “no”, “dañado”. Sacó la tercera edición en noviembre de 1995, la cuarta en febrero de 1998 y la quinta en abril de 2001, Siempre me visitó y logró venderme al menos diez o doce ejemplares.

A mediados de 1995 apareció por la oficina; tenía una nueva propuesta. Quería sacar una agenda que se iba a titular “Naufragios”, con poemas suyos y fotos de su “pana” Carlos Villalba.

No hubo fuerza humada capaz de convencerlo de que era un poco tarde para preparar la edición, imprimir, sacar a la venta y distribuir una agenda de 1996. Yo sospechaba que una agenda de un año cualquiera, debe salir al mercado y ser vendida máximo en el primer trimestre del año precedente, le sugerí que no imprima una agenda para 1996, con los días y las fechas marcadas en su páginas, sino una suerte de libreta, con hojas a manera de agenda, con las fotos y los poemas (que me parecían sensacionales), pero estructurándola de manera tal que no caduque. Que pueda venderse y usarse en cualquier momento, sin estar atada a la efímera condición de “agenda”.

Pero “con la testarudez de un grafitero”, me convenció de financiarle y sacó una agenda a todo color, muy atractiva, en noviembre de 1995 para ser usada en 1996, cuando todas las empresas y las gentes ya habían adquirido las suyas. Bonito ejemplo de la inclusión del arte en un objeto utilitario, pero un fracaso como emprendimiento y como negocio. Por supuesto perdió dinero y nosotros, los financistas, también.

En 2007 fue publicada la sexta edición de su libro “Quito: una ciudad de Grafitis”, muy bien presentada y con el sello editorial de “El Conejo”. 

En la contraportada, Abdón Ubidia señala con acierto que “…desde su aparición, en los noventas, los grafitis transformaron el alma de Quito: la ciudad nunca volvió a ser la misma”.

“AIex Ron…captura la violencia iconoclasta, los avatares y esplendores de una ciudad secreta y nocturna. Toda esa peripecia de leyendas pintadas en aerosol ha crecido y hechizado a miles de transeúntes huérfanos de poesía y de razones para despertar a una sociedad secuestrada por el tedio y el desencanto.

Más de una década de adrenalina y trazos firmes en paredes prohibidas son la mejor carta de presentación de este multifacético escritor. Su habilidad para mimetizarse usando colores audaces, sintetizando euforia y agonía, hambre y esperanza, lo convierten en un referente importante de una generación marcada por la caída de los muros colectivos y la construcción de nuevos muros individuales; una generación amenazada por el vacío pero hastiada de él. 


Este libro no sólo recoge la subversión estética de un movimiento de jóvenes creadores. También su ingenio y trascendencia. Mientras la globalización fabrica nuevas adicciones al poder, el libro de AIex nos muestra un mundo en donde otro poder existe: el de la imaginación y el afán lúdico”.

En estos últimos años Alex no ha vuelto a visitarme, supe que estaba viviendo fuera del país; pero ha sido evidente que nuestro vínculo que nació hace tanto tiempo tras esa llamada de Graciela Schneier, en algo contribuyó a que se conozca a Quito como una ciudad llena de grafitis y de tenaces grafiteros, como él.   

Aunque, cabe mencionarlo, lo más reciente del grafiti quiteño es evidentemente más burdo. El ingenio y la creatividad de Alex y sus colegas, han sido sustituidos por agresiones sin fundamento y por “tags” importadas de otros contextos y culturas. Cosas de la globalización.