Como ya he relatado asistí al II Foro Mundial del Agua que se realizó en
La Haya en marzo de 2000.
Mi amigo Raymond Jost, cabeza del
“Secretariado Internacional del Agua - SIA”, había previsto crear en La Haya un
ejemplo totalmente diferente de presentación de todas las acciones e
iniciativas del SIA: “La Casa del Ciudadano y el Agua”, la primera de otras “Casas”
que Raymond logró montar en los Foros Mundiales de Kioto, México, Estambul y
Marsella a los que ya me he referido en relatos anteriores.
La inauguración de la “Casa” de La Haya tuvo lugar el domingo 19 de
marzo de 2000 y fue un verdadero acontecimiento. Ese acogedor espacio de
comunicación, discusión, encuentro, diálogo y exhibición, era un remanso
tranquilo que invitaba a visitarlo pero también a quedarse…
Yo viajé a Holanda con mi colega Rodrigo Barrero quien no hablaba inglés
ni francés y Raymond me propuso que podría pagar el pasaje y alojamiento de mi
hija Manon que estaba viviendo en Irlanda como “au pair, para que pudiera
servir de intérprete de Rodrigo.
Raymond había reservado varias habitaciones, para los miembros del Secretariado
Internacional del Agua y sus invitados, en un pequeño hotel situado en Scheveningen,
pintoresco puerto y balneario a orillas del Mar del Norte a tan colo cinco
kilómetros del centro de La Haya,
Rodrigo, Manon y yo compartimos una habitación en el último piso. En una amplia cama
dormimos mi hija y yo y a Barretito le dejamos una pequeña cama que se
desplegaba de un sofá, ubicado frente al ropero y junto a la ventana.
Fueron días intensos y maravillosos. Al terminar el Foro, Rodrigo tenía un
vuelo vía Italia y yo, con mi hija Manon habíamos planeado pasar una noche y un
día en Ámsterdam antes de que ella regresara a Cork y yo emprendiera el salto
del océano para regresar a Quito.
Sin embargo todo lo que uno puede planificar no siempre se cumple como se
ha previsto. En esa ocasión en vez de turistear y disfrutar de aquella ciudad, pasamos
una serie de apuros y vicisitudes como consecuencia de un desmayo que sufrió
Raymond al finalizar una reunión del Consejo de Administración del SIA, que voy
a relatar más adelante.
El Foro Mundial se inició el domingo 19 de marzo y terminó el miércoles 22 al medio día. Los miembros del SIA tuvimos una
reunión de trabajo en la tarde y Raymond había previsto para el día siguiente,
el jueves 23, una sesión y almuerzo de clausura en un pequeño hotel restaurante
a orillas del Mar del Norte en una localidad cuyo nombre he olvidado. Luego de
esa reunión, todos los miembros del Consejo de Administración debíamos
emprender el retorno a nuestros muy variados países de origen.
Ese jueves, temprano en la mañana, dejamos el hotel de Scheveningen y
en dos vehículos nos trasladamos al restaurante ubicado entre las dunas y en
medio de los vientos. Raymond había arrendado un carro y Gabriel Regallet que
en esa época todavía trabajaba en el SIA, había arrendado otro.
Tuvimos la sesión de evaluación, todos felicitamos a Raymond por el
éxito de la “Casa del Ciudadano y el Agua” y nos congratulamos por la
importante participación de todos nosotros en las actividades de la Casa y del
Foro. Había sido un esfuerzo colosal pero valió la pena; habíamos logrado
cumplir nuestros propósitos de tener una presencia descollante en ese
gigantesco evento.
Yo invité un aperitivo antes del almuerzo y luego pasamos a la mesa.
Comimos delicioso: pescados y mariscos de mar frio… acompañados, por supuesto
de varias botellas de vino blanco seco… terminamos con una deliciosa tarta de
manzana y un buen café expreso, que Raymond y yo apuramos acompañado de
excelentes cigarros que le había llevado de regalo.
A media tarde nos despedíamos con efusivos abrazos. Quienes iban al
aeropuerto habían pedido un taxi y salieron antes. Raymond iba a viajar en su
auto a Bruselas pues tenía una reunión al día siguiente y Gabriel y su esposa
Billur iban -también en auto- a Paris en donde pensaban pasar unos pocos días
antes de regresar a Uzbekistan en el Asia central, en donde estaban trabajando.
Ellos nos iban a depositar a Manon y a mí en una terminal de buses para poder
ir a Ámsterdam.
Raymond acababa de pagar la cuenta y nos estábamos dirigiendo hacia la
puerta cuando sintió algo raro en la cabeza.
- “Estoy algo mareado”, dijo
Sudaba copiosamente y comenzó a desplomarse. El estrés de las últimas
semanas estaba pasando factura.
Felizmente estábamos a su lado y entre todos logramos sostenerle. No fue
muy fácil pues mide casi dos metros y debe pesar casi trescientas libras…
Gabriel, Manon y yo le ayudamos a acomodarse en un canapé a la entrada
del restaurante y allí se desvaneció.
Teníamos miedo de que estuviéramos frente a un cuadro de ataque cardíaco
o de infarto cerebral…
A pesar de que no se quejaba de dolor alguno, su cara manifestaba
sufrimiento… aunque no hablaba ni expresaba nada… Estaba totalmente ausente...
El administrador del restaurante llamó a un médico quien ofreció venir
de inmediato.
En espera del doctor y como Raymond no recobraba el sentido, opté por
trasmitirle okiyome.
Como ya he relatado anteriormente, yo practico aquel arte japonés de
imposición de la mano conocido como Mahikari… que básicamente consiste en la
trasmisión de energía a través de la palma de la mano…
Realicé tres palmadas de forma secuencial y sonora y recité con voz
fuerte, firma y grave, una oración en japonés conocida como “Amatsu Norigoto”…
la entonación dura casi dos minutos y se la realiza con ritmo continuo y
enérgico…casi como un torrente.
De inmediato elevé la mano derecha y la coloqué como direccionando la
energía hacia la frente de Raymond… casi de inmediato dejó de sudar, poco a
poco su cara fue cambiando a una evidente expresión de serenidad. Luego de diez
minutos le pedí que abriera los ojos…
No me hizo caso, a pesar de que era evidente que me escuchaba, pues
asentía con la cabeza a las preguntas que le hacía…
Cuando llegó el médico, le tomó los signos vitales, presión arterial,
pulso, latidos cardíacos, temperatura… No abría los ojos pero también asentía
con la cabeza a las preguntas del galeno. Le contamos al doctor que el paciente
había vivido con adrenalina en ebullición las últimas semanas y concluyó que la
fatiga acumulada, la mala alimentación, el sobrepeso, el vino y el tabaco
estaban saliendo a la luz… todo ello había hecho crisis ante el súbito
relajamiento después del estrés al que había estado sometido en la preparación
de “la Casa” y lograr nuestra participación en el Foro.
Decidimos que le iba a inyectar un calmante-relajante y recomendó que
pasara la noche en ese hotel para que -luego de una evaluación- ver si podría
emprender la ruta al día siguiente…
Pedimos una habitación, sacamos su maleta del auto y entre todos le
ayudamos a subir un piso. Cayó vestido sobre la cama y continuó durmiendo sin
preocuparse por nada.
Acomodé el carro en el parqueadero del hotel y con Gabriel buscamos en
su maleta de mano su pasaporte para poder registrarlo… Gabriel pagó la habitación
con su tarjeta de crédito y salimos compungidos de dejar a Raymond en ese
estado, pero no podíamos hacer nada más.
Como estaba previsto, Gabriel nos condujo a Manon y a mí a la estación
de buses y él y Billur siguieron su camino en dirección a Francia.
Tomamos un bus a La Haya y de allí un tren a Ámsterdam. Llegamos al
final de la tarde… aunque, como era invierno, ya todo estaba obscuro... pero la
ciudad lucía magnífica toda iluminada, bulliciosa y llena de gente.
Conseguimos un plano de la ciudad y nos dirigimos en busca de un hotel
donde alojarnos. La idea era dejar nuestras maletas allí y poder salir a
turistear en la noche y al día siguiente, antes de tomar el tren para el
aeropuerto de Schiphol, donde nos separaríamos.
Sin embargo -como ya he mencionado- todo lo que uno puede planificar no
siempre se cumple como se ha previsto.
Cuando conseguimos una habitación de hotel, metí la mano en el bolsillo de
mi abrigo para buscar mi pasaporte y con terror me di cuenta que había traído
conmigo la llave del auto de Raymond.
En segundos me di cuenta de lo que podía pasar…
Al día siguiente al despertar, se daría cuenta que no tenía la llave del
vehículo y que se encontraba botado en medio de la nada… cuando imperativamente
debía desplazarse a Bruselas para su cita, entregar el carro en el aeropuerto y
tomar su conexión a Paris y a Montreal…
¡El drama total…!
Entré también en pánico al contarle a Manon todo este asunto, al que se
sumaba el hecho de que no tenía la más remota idea del lugar donde habíamos
dejado a Raymond…
Podíamos hacer el camino de regreso en tren, luego en bus hasta la estación
donde nos había dejado Gabriel, pero luego estaríamos tan botados en medio de
la nada como el propio Raymond…
Manon nos salvó al recordarme que yo había invitado los aperitivos esa
mañana y que seguramente debía tener la factura con el nombre y dirección del
hotel…
¡Así fue!
Estábamos salvados….
Dejamos Ámsterdam e hicimos el camino inverso. Tren y bus. Al llegar a la
estación buscamos información de cómo llegar al hotel a orillas del mar.
No había taxis por allí. Solo había un bus urbano que estaba punto de salir
(era el último) que nos podía conducir a un sitio relativamente cercano… Lo
tomamos y pedimos al conductor que nos dejara en el punto más próximo a nuestro
destino.
Así lo hizo pero no estábamos necesariamente cerca del hotel. Nos dejó en
una avenida costanera que recorrimos por más de diez o doce cuadras antes de
reconocer a lo lejos el pequeño hotel donde Raymond dormía plácidamente sin percatarse
de todos los apuros y vicisitudes que habíamos pasado y resuelto con muchísima
suerte.
Nos registramos en el hotel, comimos una sopa caliente y antes de ir a la
cama, totalmente agotados, pedí al joven de la recepción que pusiera la llave
del auto en el casillero de la habitación de Raymond y le solicité que nos
despertara temprano.
Desayunamos y salimos del hotel sin que Raymond se hubiera percatado de
nuestro paso por ese lugar, seguía dormido como un angelito.
Pedimos un taxi hasta la estación de buses para poder llegar a La Haya,
allí debíamos tomar un tren hacia
Ámsterdam pero esta vez ni siquiera pensamos en salir de esa estación. Allí
mismo tomamos el tren para el aeropuerto. Se nos había ido toda la mañana en
esos desplazamientos y lo único que pudimos hacer con mi hija, para disfrutar
de esas horas juntos en Holanda fue almorzar en Schiphol y caminar por sus corredores y tiendas antes de tomar nuestros
respectivos vuelos…
No pudimos disfrutar de Ámsterdam pero salvamos a Raymond de un nuevo
patatús.
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