El 2 de septiembre de 2011, recibí una llamada de Cecilia Inés Moreno desde Medellín. Me comentó que ahora ella estaba al frente de la Escuela del Hábitat – CEHAP de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín.
Me informó que la Escuela del Hábitat estaba organizando un seminario titulado: “Hábitat, Espacios y Territorios”, una jornada académica internacional, prevista para el mes de octubre para celebrar los treinta años del CEHAP como “Escuela de Pensamiento”.
Me envió una colorida tarjeta que circulaba por este acontecimiento y me invitó a ser uno de los expositores junto a Edgardo Martínez (Universidad de la República, Uruguay), Françoise Coupé, Luis Fernando González y María Clara Echeverría (CEHAP, Medellín); Laure Leibler (Instituto de Altos Estudios, París) y Raul Di Lullo (Universidad de Tucumán).
Me pidió presentar una Conferencia sobre un “tema tentativo” bastante complicado que en el programa decía algo así como: “Derivas en el pensamiento sobre hábitat, espacios y territorios desde la praxis académica y social”.
Como a esta altura de la pelea los títulos complicados ya no me asustan y lo que cuentan son los afectos, las historias y las vivencias, acepté gustoso; manifestándole que me complacía enormemente poder acompañar en tan importante celebración a una organización fraterna y a queridos colegas y amigos con quienes habíamos compartido innumerables proyectos, sueños y retos en estos treinta años.
Cecilia Inés me escribió agradeciendo la conversación y mi aceptación de sumarme al evento… “…es como si nuestra amistad institucional no tuviera en cuenta las largas pausas en los diálogos…” me decía en su carta, añadiendo a continuación: “…el encuentro será una oportunidad para reafirmar los lazos y el trabajo permanente que nos unen, en la búsqueda de comprender y generar mejores propuestas para un “mejor hábitat para todos…”
El PEVAL comenzó a funcionar en 1981 merced a un convenio de cooperación entre la Universidad Nacional de Colombia y el Gobierno de Holanda, a través del Bouwcentrum International Education-BIE que hoy también ha mudado de nombre y se llama Institute for Housing and Urban Development Studies-IHS, adscrito a Erasmus University de Rotterdam.
Luego, en 1985, el Consejo Superior Universitario creó el “Centro de Estudios del Hábitat Popular”-CEHAP, sobre al base de la experiencia del PEVAL, para permitirle una institucionalidad como centro académico y autónomo de la Universidad Nacional de Colombia.
Casi desde el inicio CIUDAD mantuvo actividades e iniciativas conjuntas con el PEVAL y luego con el CEHAP.
Ya he relatado sobre la iniciativa que trabajaron con Michael Funcke-Bartz nuestros colegas: Diego Carrión de CIUDAD, Federico Arnillas de CIDAP, María Clara Echeverría de CEHAP y Tito Vargas de CERES, que no logró apoyo en Alemania y un par de años después se convirtió en el Programa FORHUM, que fue apoyado y financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores-DSO de los Países Bajos.
El Programa FORHUM, “Programa Andino de Formación de Recursos Humanos para el Desarrollo local”, fue coordinado por el CEHAP (de Colombia) y las tres ONGs ya mencionadas: CIUDAD (de Ecuador), CIDAP (de Perú) y CERES (de Bolivia)
El Programa FORHUM tuvo dos fases: la primera entre 1991-1994 y la segunda entre 1998-2002. Constituyó una experiencia exitosa de cooperación sur-sur formulada y desarrollada por esas cuatro instituciones dedicadas a la investigación, la capacitación y la asesoría técnica en temáticas relativas al hábitat urbano.
FORHUM buscaba mejorar el conocimiento y la calidad de la gestión del hábitat y el desarrollo local; formar recursos humanos, incentivar la participación; generar y fortalecer vínculos de cooperación entre los países, procesos y organizaciones urbanas y crear condiciones para que los países de la región puedan alcanzar formas de desarrollo para mejorar la calidad de vida de la población.
Las dos fases ejecutadas por el Programa FORHUM ratificaron la validez de metodologías innovadoras como el intercambio regional de experiencias, pero demandaron, a la vez, profundizar los procesos nacionales de capacitación y proyectar la experiencia pedagógica y los logros de las intervenciones piloto a ámbitos nacionales y regionales más amplios.
Llegamos a formular una tercera fase que titulamos FORHUM-Virtual pero no logramos conseguir financiamiento para su ejecución.
Cuando preparábamos la propuesta “Red-Des” que iba a ser impulsada por CERES (de Bolivia), POLIS (de Brasil), FORO (de Colombia), SUR (de Chile), CIUDAD (de Ecuador), DESCO y CIDAP (de Perú) y CESAP (de Venezuela), el CEHAP también se sumó desde un inicio a esta iniciativa conjunta. Sin embargo la convocatoria de la Comisión Europea a la que íbamos a presentar la propuesta era para ONGs y no para estructuras universitarias.
Como el CEHAP era un programa de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, aparentemente estaba fuera de las reglas de juego y corría el riego de verse marginado del programa. Sin embargo encontramos una salida.
Un grupo interdisciplinario de académicos e investigadores del CEHAP había estado dando vueltas a la idea de conformar una organización no gubernamental, sin ánimo de lucro que pudiera apoyar el desarrollo comunitario y el hábitat popular a través de programas y proyectos de cooperación nacional e internacional y a la vez propiciar el intercambio y la cooperación.
Los colegas del CEHAP crearon pues, una fundación llamada “FORHUM” para ocuparse de temas como: “Hábitat y Gestión del Desarrollo Local”; “Pedagogía, Cultura y Hábitat”; “Economía, Vivienda y Hábitat”; “Hábitat, Vivienda y Medio Ambiente”; “Tecnología y Hábitat”…
La fundación “FORHUM” comenzó a operar a partir de un convenio marco con la Universidad Nacional de Colombia con el concurso del equipo de investigadores del CEHAP
Impulsó con las ONGs amigas ya mencionadas dos proyectos por demás interesantes que desgraciadamente no lograron apoyo financiero para su ejecución: “La Escuela Internacional del Hábitat y el Desarrollo Local” y el Programa Red-Des que como ya he contado en dos relatos anteriores, nos tuvo ocupados y expectantes por más de tres años pero al final luego de tanto esfuerzo recibimos una escueta nota de la Comisión Europea con la frustrante noticia de que la propuesta no había sido aprobada.
En estos 30 años de acción hemos bregado juntos en numerosas iniciativas y proyectos, pero lo importante es que sobre todo, hemos generada amistad, solidaridad, afectos y sólidos vínculos personales y profesionales entre quienes han pasado y quienes seguimos en las dos instituciones en todos estos años.
Mi relación personal con el CEHAP se inició en 1983. En julio de ese año fui invitado por el Programa de estudios de vivienda en America Latina – PEVAL a asistir como expositor al Primer Seminario Internacional que organizó ese Programa con un tema por demás sugestivo: “Alternativas para el papel del Estado en el problema de vivienda para familias de bajos ingresos en America Latina”.
El Seminario se iba a llevar a cabo entre el 26 de julio y el 6 de agosto de ese año en la sede del PEVAL en Medellín.
Yo ofrecí llevar un caso de estudio sobre el Programa de vivienda popular de la Cooperativa “Santa Faz” de la ciudad de Riobamba que fue mi tesis de grado junto a Hernán Burbano, Carlos Jácome y César Rosero.
La tesis la desarrollamos entre 1975 y 1977.
Nos graduamos en ese año y con Hernán y César construimos posteriormente dos prototipo de las viviendas diseñadas con esa organización popular.
La tesis la desarrollamos entre 1975 y 1977.
Nos graduamos en ese año y con Hernán y César construimos posteriormente dos prototipo de las viviendas diseñadas con esa organización popular.
Con Hernán hicimos luego un postgrado en
A mi regreso de México me integré a CIUDAD y suscribimos un convenio con la facultad y la cooperativa para que me encargase de dirigir la construcción de la segunda etapa del programa habitacional. Ese trabajo lo comencé a fines de 1981 y lo concluí un año después; así que cuando recibí la invitación del PEVAL mi rol junto a Santa Faz estaba todavía “calientito” y pude hacer una exposición llena de informaciones y vivencias.
En esos años la computación todavía estaba en paños menores y no existían estas innovaciones tecnológicas que permiten hacer “presentaciones” con colores, movimiento, música y efectos especiales.
Disponía de la información de la tesis, planos, fotos y un material de divulgación que había publicado la Facultad de Arquitectura en relación a este proyecto, que fue bastante innovador y novedoso.
Con esos insumos pude ilustrar la ponencia, el resto debía escribirse a máquina como todos los documentos de esa época.
Con esos insumos pude ilustrar la ponencia, el resto debía escribirse a máquina como todos los documentos de esa época.
Tuve que reunir una serie de diapositivas -de las viviendas construidas y de la gente inter-actuando-, tomé diapositivas de los planos, los cuadros y los gráficos y registré en casete un texto que iba leyendo pausada y claramente con voz de locutor profesional, con fondos musicales diversos, provenientes de una pequeña grabadora.
En el guión iba marcando con un símbolo el momento en que se debía operar el cambio de diapositiva en el proyector para que las imágenes tuviesen correspondencia con el texto leído y la música de fondo.
En caso de preguntas o de una explicación adicional, debía tener el control de cabeza, ojos y manos para detener la reproducción del audio y de las diapositivas, dar la respuesta o la explicación del momento y volver a activar todo ese complicado conjunto de aparatos para continuar con mi exposición.
Ese primer curso del PEVAL fue una experiencia formidable pude conocer y hacer amistad con colegas maravillosos de la facultad de Arquitectura de la Nacional : Gilberto Arango, María Clara Echeverría, Ebroul Huertas, Françoise Coupé, Tomás Nieto, Carmenza Murillo y Arnold Noorduijn delegado, no recuerdo si del Bouwcentrum o del ministerio de la Cooperación de los Países Bajos.
En años posteriores tuvimos la oportunidad de conocer y trabajar con otros queridos colegas como Nora Elena Meza, María Cecilia Múnera, Ana Mercedes Múnera, Rafael Fernando Rueda, Beethoven Zuleta y Cecilia Inés Moreno.
Entre los invitados extranjeros a ese evento se contaban mis queridos amigos Jorge Di Paula y Rosario Aguirre de Uruguay, Julio Calderón y Jorge Ruiz de Somocurcio de Perú, Arturo Castro de México, Enrique Ortecho de Argentina, Ricardo Toledo de Brasil. También fue una de las invitadas mi querida colega de Cali, Gima Mosquera, quien trabajó por años en el rescate de tecnologías constructivas y otros aspectos culturales del Chocó colombiano en la costa del Pacífico.
Llegamos al viejo aeropuerto Olaya Herrera. El aeropuerto Internacional José María Córdova todavía no se había inaugurado. El hotel, la universidad, los restaurantes donde podíamos comer las noches, todo se encontraba cerca y nos movíamos mucho a pié. Recuerdo que la violencia que envolvió a Medellín en años posteriores ya se había comenzado a evidenciar y pasamos dos o tres sustos por balaceras muy cercanas a donde nos encontrábamos en el centro de la ciudad.
Cuando viajamos a Medellín para participar en aquel Seminario, a los delegados extranjeros nos alojaron en un hotel del centro de Medellín, no lejos de la plaza principal de la ciudad y a pocos minutos de la Universidad Nacional. El hotel se llamaba EUPACLA. Una de esas noches conversamos con el administrador y le preguntamos el origen de ese curioso nombre; algunos creíamos que podía tratarse de un nombre precolombino o el de alguna población o región de Colombia. Pues no. La respuesta que nos dio muestra la creatividad y el ingenio de los “paisas”; el dueño llamó EUPACLA al hotel, inventando una palabra con las primeras sílabas de los nombres de sus hijos que se llamaban Eugenio, Paco y Clara.
Mi compañero de habitación en el EUPACLA era otro invitado ecuatoriano, nada menos que el ex-alcalde de Cuenca y ex-presidente de la Asamblea Nacional , el arquitecto Fernando Cordero. En esa época, un tipo delgado, de pelo negro peinado con raya al medio y un pequeño bigote que trataba de darle algo de seriedad a la cara de niño bueno que el “Corcho” tenía en esos años.
Los colegas del PEVAL habían previsto un serie de salidas de campo durante el fin de semana que pasamos en tierra paisa; una de ellas fue al municipio del Peñol que se había convertido en un importante destino turístico luego de que una gran área de su territorio fue inundada para la construcción del embalse “El Peñol – Guatapé”.
Subimos a la piedra del Peñol y pudimos disfrutar de la extraordinaria vista de esta zona “lacustre”. La famosa piedra del Peñol es un monolito de 200 metros de altura al que se puede ascender luego de un arduo recorrido por 679 escalones.
Desde lo alto se puede apreciar la exuberante belleza del embalse de Guatapé y sus territorios circundantes. Antes de la construcción del embalse, la capital del municipio y numerosas aldeas, fincas y casas campesinas, debieron ser reubicadas pues el agua iba a cubrirlas totalmente. Fue una decisión dura pero el beneficio para la comunidad fue enorme, no solo por las funciones de la represa sino por el despegue económico que se originó en al zona gracias al turismo. El embalse tiene una extensión de 64 Km2 y allí se pueden practicar diversos deportes náuticos, recorridos en lancha o en barco y comer la famosa trucha y otras comidas típicas que se ofrece en todo tipo de restaurantes.
La zona de Guatapé se halla tan sólo a ochenta kilómetros de Medellín y está lleno de pintorescos y hermosos pueblitos, con una formidable infraestructura turística. Sus plazas principales son atractivas y llenas de vegetación y sus casas de techo de teja y coloridos zócalos han sido adecuadamente preservadas y bien mantenidas, todo ello hace que estos conglomerados sean lugares realmente atractivas y acogedores.
Otro de los sitios turísticos que visitamos fue el famoso puente colgante de Santa Fe de Antioquia uno de los más ambiciosos proyectos de la ingeniería colombiana en el siglo XIX. Esta obra extraordinaria salva, gracias a cables de acero soportadas por cuatro grandes torres y a una ingeniosa estructura de madera, una luz de más de 290 metros , para cruzar el caudaloso río Cauca. Su construcción se inició en 1887 y terminó en 1895. El diseñador y constructor del puente fue el ingeniero José María Villa a quién se le guarda un enorme respeto y gran admiración en Colombia y en Medellín en particular.
En diversos momentos regresé a Medellín en años posteriores, pero guardo un especial recuerdo de ese primer seminario de 1983. Creo que la generosa acogida, la enorme cordialidad y el afecto de todos los colegas del PEVAL fueron las bases que nos han permitido hacer un montón de cosas, juntos, al CEHAP y a CIUDAD en todos estos años,
Juntos le hemos metido pasión, profesionalismo y creatividad al reto de luchar por un hábitat mejor -para todos- en nuestro terruño latinoamericano, nuestra “patria grande”, como decía algún visionario -un tanto más viejo pero tan soñador- como todos nosotros.
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